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Convivencia Perfecta

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Hacia mucho que Hermione no veía el Gran Comedor tan bullicioso y abarrotado de gente a la hora de cenar, la mayoría de alumnos ni si quiera comían, todos hablaban sobre el anuncio especial del Profeta que había llegado al colegio esa misma tarde. La castaña y sus amigos no eran diferentes del resto.

—No me puedo creer que los asesinos no fueran seguidores de Voldemort. —Decía Ginny alucinada. —¿Pero entonces donde están los verdaderos mortifagos?

—Probablemente muertos o huyendo, al parecer ahora tienen dos cosas de las que escapar, el Ministerio y este nuevo grupo que les está dando caza. —Harry se había tomado muy en serio la noticia, nadie esperaba este desenlace después de la guerra.

—Pero no solo atacan a mortifagos, también matan a familias sangre pura que no tenían nada que ver con Voldemort, como los Flint. Ellos huyeron del país durante la segunda guerra, no merecían morir.

—En verdad tampoco es que me vayan a dar pena Hermione. Aunque esa familia en concreto no se unió a los mortifagos, sí que tenían creencias puristas y racistas. Para ellos serias una sangre sucia igualmente, pudiste comprobarlo aquí en Hogwarts con cómo te trataba Marcus Flint. —Ron como siempre era de lo más radical en sus ideas, o buenos o malos, no había más en su vocabulario, y los malos no merecían perdón.

Hermione intento buscar ayuda en su amigo Harry esperando que entendiera su punto de vista, pero se dio por vencida cuando vio como el ojiverde asentía a las palabras de su amigo.

—Hola a todos —escuchó la castaña a su lado. Era Neville, el chico llegaba cargado de libros de Herbología, probablemente sacados de la biblioteca a última hora. —¿De qué estabais hablando? ¿Algo serio?

Harry levanto el periódico que tenía en las manos enseñándole la portada al Gryffindor para que pudiera leerla.

Detenido Dirk Cresswell, un mago que se creía muerto durante las redadas a hijos de muggle del Ministerio Oscuro, por el intento de asesinato de la familia Sellwyn, miembro actual y distinguido de los sagrados veintiocho. —Neville levanto la vista asombrado mirando a sus amigos esperando que le dijeran que era una broma, al verles serios arrancó el periódico de las manos de Harry y siguió leyendo.

—"Se encontró al acusado con una máscara de mortifago y la varita de Walden Mcnair, al que llamaban el verdugo de aurores durante la guerra. Según testigos, Cresswell no trabajaría solo, sino que era parte de un grupo de siete magos alineados contra los sangre pura, todos ataviados con máscaras y túnicas negras. En el transcurso de la pelea por defender a la familia, los aurores pudieron identificar a otros dos de los atacantes antes de que huyeran, aunque no han querido decirnos sus nombres, nos hemos enterado por fuentes fidedignas que estos dos serían también hijos de muggle."

—¿Esto es en serio? ¿Hijos de muggle matando a familias sangre pura? —El chico aun no acababa de creérselo, esperaba que fuera un artículo de Rita Skeeter, de esos en los que miente en todo, pero este no había sido escrito por ella.

—Así parece Neville, todos pensábamos que serían mortifagos descontentos por cómo habían acabado las cosas después de la guerra, pero resulta que son asesinatos por venganza. Lo peor que podía pasar —expresó Ginny con disgusto.

—Pues yo no lo veo mal, como he dicho antes todas esas familias se lo merecían, incluso si lees más abajo en el artículo, dice que al final la familia Sellwyn no era tan pulcra como se creía. En un registro posterior de su casa encontraron evidencia de que habían sido mortifagos activos, así que solo probaron de su propia medicina.

—Aun así Ron, nadie debería ir tomándose la justicia por su mano, para eso está el Ministerio y el departamento de Aurores. —Hermione no entendía como su amigo podía ser tan basto al pensar así.

—Y ya vemos como han funcionado hasta ahora Hermione. Llevan meses creyendo que los asesinos eran mortifagos huidos, y ahora se enteran que es posible que estén hasta muertos. —La voz de Harry fue dura en su declaración, pero nunca con intención de molestar a la castaña, simplemente estaba enfadado con los acontecimientos.

Hermione no sabía que decir ante eso, si bien era cierto que el Ministerio había metido la pata hasta el fondo, nadie podía esperar un grupo de hijos de muggle organizados y asesinando por venganza, era estúpido hasta pensarlo. Sin embargo parece que la naturaleza humana no tiene nada que ver tus creencias, sino con tus emociones. Al final todo el mundo es capaz de matar cuando lo cree necesario, y el resentimiento es una buena excusa para ello, incluso para los que se supone eran los buenos.

—Mejor dejémoslo, no llegaremos a ningún lado. Son los Aurores los que deben encargarse de esto, no nosotros —dijo la castaña dando por concluida la conversación. —Iré a mi torre a dormir, nos vemos chicos. Y por cierto Ginny, que no se te olvide lo de mañana por la noche, avisa a Luna.

—Sin problema Hermione, yo hablo con Lunita, buenas noches. —Le respondió la pelirroja acompañada por los demás.

Al salir del Gran Comedor, Hermione se dirigió no hacia la torre de Gryffindor, como había hecho todos estos años, sino hacia su propia sala común, en la torre de Premios.

Llevaba viviendo allí desde hacía dos semanas más o menos. Durante ese tiempo ya se había acostumbrado a su nueva habitación, con cortinas y doseles de color rojo y oro como los colores de su casa, con una cama de matrimonio en la que podía dormir plácidamente, e incluso hacer "la croqueta" con las mantas cuando tenía frio. También tenía un escritorio y una pequeña biblioteca privada con ejemplares famosos que nunca había leído. Además de un enorme y precioso armario vestidor donde podría guardarse toda una tienda de ropa. Pero aunque su habitación era perfecta, lo que más adoraba Hermione de vivir allí, era el baño.

A pesar de que el lugar era comunal, tenía que compartirlo con su compañero, el cuarto de baño era simplemente increíble. Las paredes estabas adornadas con azulejos encantados que simulaban el agua salada, como si hubiera un mar a tu a alrededor en calma. El suelo era de mármol blanco, y por mucha agua que cayera en él nunca estaba húmedo. A parte del mobiliario básico de un baño: lavabo, váter, ducha… El lugar poseía una enorme bañera que no tenía nada que envidiar a la del baño de Prefectos. Sus grifos eran mágicos, y nunca dejaba de caer agua de ellos, sin embargo la bañera nunca jamás se llenaba, siempre se mantenía en un punto fijo sin desbordarse. Las sales de baño y espuma se medían por tus pensamientos, solo lo pedias y la bañera se acomodaba a tu elección, incluso la temperatura se mantenía a los grados que tu quisieras.

La sala comunal era bastante parecida a la de Gryffindor, tenía dos sillones y una chimenea, con una mesa de madera acompañada de sus respectivas sillas y una biblioteca mágica en la que podías elegir el libro que querías leer. Desde que descubrió esto, Hermione apenas había vuelto por la biblioteca, simplemente pedía un libro y aparecía en el estante para leerlo cómodamente en su cama.

Casi estaba llegando al corredor que llevaba directo a su torre cuando escucho una voz a sus espaldas acercándose.

—¡Hermione!

—Oh, hola Pansy, me iba ya a dormir ¿necesitas algo? —preguntó la castaña algo somnolienta.

—No, solo quería hablar un poco contigo y confirmar lo de la pijamada con las chicas mañana por la noche —dijo la morena retomando el camino con la Gryffindor.

—Si claro, sigue en pie. Le diré hoy a Malfoy que mañana deje libre la sala común, aunque seguramente estaremos en mi cuarto la mayor parte del tiempo —expresó Hermione emocionada por la idea de juntarse con sus amigas.

—Bien, perfecto, muero de ganas por abrasar a preguntas a Lovegood, mi querido Theo no suelta prenda sobre su relación con ella —mencionó Pansy fingiendo estar molesta por no poder cotillear como quería, lo cual hizo gracia a Hermione.

—Por cierto señorita Premio Anual, ¿qué tal le va con su compañero de torre? —Preguntó casualmente la morena esperando que sus dos amigos pudieran llevarse bien. —Si Draco hace algo estúpido dímelo y yo misma le pondré en su sitio, ese chico a veces me desespera.

Hermione se quedó un segundo pensando en la respuesta. En realidad no había mucho que decir, apenas tenía trato con Malfoy, su recomendación de que se alejara de él, la castaña se la había tomado al pie de la letra, habían días en los que no llegaban a cruzarse ni tres palabras, y todas solían ser de despedida o de buenas noches. Aunque sí que había algo que últimamente la tenía bastante fastidiada, pero no tenía intención de decírselo a Pansy, podría equivocarlo.

—Bien, bien, tranquila Pansy. Apenas hablamos, así que no solemos tener ningún problema más allá de quien usa el baño primero por las mañanas, y normalmente él me lo cede.

—Eso está bien, Draco esta enseñado a ser un caballero con las mujeres, es bueno que se comporte así. —Afirmó la morena satisfecha con el comportamiento de su amigo. —Además, desde lo de Blaise me tiene algo preocupada, necesitaba saber si estaba pagándolo contigo, es una suerte saber que no.

Hermione recordó entonces lo que había pasado unos días después de que a Burke le retiraran el título y se lo dieran a Malfoy.

Blaise Zabini, uno de los mejores amigos de Draco, había sido encontrado en un pasillo de las mazmorras casi muerto por una paliza. Cuando lo llevaron inconsciente a la enfermería tenía el labio, la nariz y una ceja partidos, dos costillas fracturadas, y al menos diez huesos rotos, además de una cantidad insana de cortes y golpes por todo el cuerpo. McGonagal estaba furiosa por el ataque, ese mismo día había hecho un llamamiento durante la cena a todos los alumnos. Practicamente amenazó con que si encontraban a los culpables, serían expulsados del colegio y entregados a los Aurores para su posterior castigo, el cual no sería leve. No se toleraría la violencia en Hogwarts mientras Minerva McGonagal fuera directora.

—¿Qué tal esta Zabini? ¿Recuerda algo? —preguntó Hermione verdaderamente preocupada por su estado, al fin y al cabo era amigo de la morena.

—No, dice que le lanzaron un Desmaius por la espalda y cuando se despertó ya estaba en la enfermería —explicó la Pansy mirando al suelo mientras recordaba. —Draco fue el primero en enterarse e ir a verle, cuando llegamos Theo y yo, Blaise ya estaba consciente. Casi tenemos que aturdir a Draco para que no fuera a por Burke y compañía, todos sabemos que fueron ellos, pero sin pruebas no podemos hacer mucho… acabaría muy mal para ese zoquete que tengo por amigo si se mete en una pelea en medio del colegio, por mucho que lo merezcan.

Las dos chicas se quedaron en silencio un momento mientras seguían andando, cada una pensaba en los problemas que estaban teniendo este año en el colegio, problemas que creían que después de una guerra serian insignificantes, pero que poco a poco iban haciéndose más serios, y no parecían tener fin.

—Bueno Hermione, nos vemos mañana, espero no haberte puesto triste con mis penas, que descanses —dijo la morena saliendo de su abstracción por un momento.

—Sabes que siempre puedes hablar conmigo Pansy, hasta mañana. —Se despidió la castaña viendo marchar a la Slytherin con una sonrisa.

Sin darse cuenta por la conversación, Hermione ya había llegado al retrato que marcaba la entrada a su sala común. Dijo la contraseña y entró en la habitación encontrándola extrañamente desordenada. Una prenda que a la castaña se le hizo familiar reposaba en uno de los sillones que se encontraban frente al fuego, cuando la chica se acercó a mirar, distinguió unas braguitas de encaje moradas que ya había visto en algún lado.

Mientras pensaba de quien podrían ser esas bragas, un rubio salió del cuarto de baño con un pantalón de pijama oscuro y una camisa negra a medio abotonar, se estaba secando el pelo con una toalla y ni si quiera se había dado cuenta de la presencia de la Gryffindor.

—¡Malfoy! —el grito de Hermione hizo rebotar por un segundo al Slytherin, que percatándose al fin de la compañía, dejó la toalla a un lado y encaró a la castaña.

—¿Qué quieres Granger? Casi me matas de un susto, pareces un ninja joder, avisa de que estas en la sala.

—¿Cuantas veces hemos discutido que no traigas zorras a nuestra sala común? —declaró Hermione enfadada por encontrar de nuevo prendas íntimas tiradas por la torre. Esta era la 4º vez que pasaba en el poco tiempo que llevaban habitando el lugar.

—No Granger, no hemos discutido nunca nada. Tú me gritas por cosas aleatorias, yo intento no suicidarme escuchándote, y todos volvemos a nuestras vidas relajadamente.

Hermione bufó intentando controlarse para no echarle un maleficio al neandertal que tenía por compañero. En realidad había mentido un poco a Pansy, sí que tenían riñas en ocasiones, si bien era cierto que intentaban distanciarse cuanto más mejor, había limites a lo que una podía llegar en aguantar a Malfoy.

—¡Pues esta vez vas a escucharme! —dijo la castaña cogiéndole del brazo para que no huyera a su habitación como solía hacer en estas discusiones.

—¿Que pasa Granger, ¿acaso tú también quieres? —rio Draco al sentir como le agarraban y tiraban de él.

—¡Déjate de tonterías Malfoy!, no puedes estar trayendo chicas aquí y dejando prendas íntimas olvidadas por todo el lugar. Si McGonagal viene un día a inspeccionar, como ya nos dijo que haría. ¡Nos la cargamos los dos! —intentó explicar la castaña para hacerle entrar en razón con las bragas moradas en su mano enseñándoselas.

—¿Pero y de que te quejas Granger? Gracias a mi tienes unas bragas nuevas… eso sí, lávalas antes, son de tu colega Brown, y te aseguro que esa chica pierde muchos fluidos cuando está cerca mío —bromeó el rubio complacido al ver como se enojaba cada vez más la pequeña castaña delante suyo.

—Pero qué asco… espera, ¿Brown? ¿Lavender Brown? ¡Pero si es la novia de Ron! —alucinó la castaña mirando con ojos desorbitados la prenda en sus manos, por eso se le hacía conocida, había vivido siete años con Lavender en la misma habitación.

—No ratoncito de biblioteca, tu amigo la dejó anoche, al parecer no la aguantaba más, y con razón la verdad, está completamente loca… Sin embargo ese gen de hombre lobo en su cuerpo la vuelve toda una fiera en la cama… tengo unos arañazos en la espalda enormes. Menos mal que solo son contagiosos en luna llena.

Hermione no sabía si sentirse asqueada por Malfoy o alegre por Ronald, al fin su amigo se había librado de esa cotilla pegajosa. Aunque ahora le daba un poco de pena Lavender, ser la chica de usar y tirar para una noche de Malfoy no era un destino que le fuera a gustar a nadie, o eso creía ella. Justo en ese momento una idea cruzó la mente de Hermione, una sonrisa apareció en su rostro antes de soltar la bomba.

—Así que Lavender… Malfoy… nunca pensé que te gustara comer las sobras de Ronald.

Un golpe bajo, eso es lo que había sentido Draco. Esa maldita, aunque le dolía admitirlo, estaba en lo cierto, pero ese no era motivo suficiente como para no devolver el golpe multiplicado por diez.

—Como sabrás Granger, no soy exactamente popular estos días en el colegio. El puesto de Premio Anual me ha hecho ganar la simpatía de algunas féminas, pero son pocas, así que no puedo estar seleccionando como hacía antes, uno come lo que puede. Creía que entendiste eso las últimas dos veces que acabamos besándonos… diría que aún tengo marcas de arañazos tuyos en la espalda después de dos semanas desde nuestro último encuentro, tu sí que eres una fierecilla y no Brown, ratoncito de biblioteca, nunca lo hubiera esperado de ti.

Los colores subieron a Hermione como si de pintura se tratasen en vez de sangre, se puso tan roja que Draco rio recordando el apodo que le puso de tomatito sabiondo. La joven balbuceaba cosas que el rubio no podía entender mientras mantenía los ojos fijos en el suelo y temblaba ligeramente.

—Tranquila Granger, ya te dije que no te tocaría de nuevo, no me van las sabiondas con pelo de arbusto. —El rubio era incapaz de parar, pincharla era uno de sus pasatiempos favoritos desde que tenía memoria.

—¡Eres un auténtico cerdo Malfoy, me das asco! —le grito Hermione lanzándole las bragas de su compañera de casa a la cara. —¡Toma! ¡Devuélveselas tú a Lavender, o póntelas, me da igual!

—¿Cerdo? Eso no pensabas mientras tenia mis dedos dentro tuyo Granger… morías de placer en mis manos…

—¡Ugh! ¡Eres un bastardo Malfoy!, piensas que eres el mejor amante del mundo, y hay muchos hombres que son mejores que tú en todo. Incluso existen aparatos muggle para placer femenino que te dejarían en el primer escalón de una competición. —En realidad Hermione no quería mencionar nada sobre los aparatos muggle, se le había escapado, pero si ya estaba dicho al menos esperaba que le jodiera un poco en el ego al rubio.

—¿Aparatos muggle mejores que yo? ¡Ja! ¿Cuántas veces te que dicho que dejes de esnifar polvos flu Granger?, ya van unas cuantas diría yo.

—Tú mismo si me crees o no, maldito ególatra teñido, pero más te vale que mañana no traigas a ninguna de tus zorras por aquí. Vendrán mis amigas a pasar la noche, y eso incluye a Pansy, no creo que quieras joder a Pansy ¿verdad? —declaró la castaña dejando con la palabra en la boca a Draco y encerrándose en su cuarto para acabar la discusión.

—¿Teñido?... ¡SOY RUBIO NATURAL MALDITO ARBUSTO CON PATAS!... —gritó el Slytherin fuera de sí sumamente ofendido. —Aparatos muggle que dan más satisfacción que yo… TONTERIAS, soy un Malfoy, soy increíble, un estúpido invento muggle no puede vencerme en nada… ¿o sí?