Prólogo

Candice entró con aplomo en la enorme iglesia, miles de flores adornaban la catedral desprendiendo un aroma casi celestial. Cada asiento estaba ocupado, después de todo era la boda del siglo, todos vestidos elegantemente con tonos alegres que saludaban la primavera y con ello su matrimonio, todos excepto su hermana, que la miraba desde la primera fila con ojos llenos de rabia mientras portaba un lujoso vestido azul marino, casi negro.

La pecosa alzo su cara desviando la mirada del acompañante de Susana, al que en algún momento pensó sería el amor de su vida y dirigiéndola hacia su futuro esposo. Todos se quedaron callados mientras ella iniciaba su caminata hacia él. Su cabello había sido trenzado en un hermoso chongo bajo dejando solo algunos de sus mechones rubios enmarcando su cara y la pesada tiara de diamantes adornaba su cabeza.

"La reina esta aquí" Susurró su padre al sentir la mirada de su monarca "tu esposo, el futuro Duque, es su primo favorito" señalo como si su regalo de bodas no hubiera sido suficiente, la pesada joya real se alzaba sobre todos.

Candice optó por no decir nada mientras miraba por el fino velo, el cuál habían traído desde Milán, su cuerpo estaba enredado en finos encajes que contrastaban con lo blanco de su piel, un vestido innovador, un vestido único. La seda fina, que se encontraba bajo el encaje se pegaba a su pecho y no se desprendía de su cuerpo hasta el inicio de la cintura, dejando ver su delgada figura.

"Estas hermosa" Ofreció el barón mientras se acercaban al altar.

La oji verde solo pudo asentir, esa mañana, frente al espejo había visto a una hermosa muñeca de porcelana no su reflejo, y por la forma en que atraía todas las miradas podía sentir que no había duda de su belleza. Todo era perfecto, todo estaba bien, si tan solo el marido de su hermana estuviera en el altar.

"Cuidala" Murmuró su padre mientras entregaba su mano al futuro Duque que asintiendo invitó a su prometida a unirse a la ceremonia.

La mirada de envidia de Susana, el odio en los ojos de su madre, la pena en los de su padre, los celos en la del primo del joven que tomaba su mano, la ira en los de su cuñado y la diversión en los de la reina anunciaba su fin.

"Candice White Andrew, le he preguntado ¿Acepta Terrence Granchester, futuro duque de Grandchester, Marqués de Derbyshire y Conde de Matlock como futuro esposo? ¿Para proteger y cuidar de su legado, para serle fiel?

"Pecosa" Dijo molesto el castaño mientras apretaba su mano

Y así mientras sus ojos aún seguían fijos en Niel y Susana Legan, Condes de Legan, pronunció las palabras que ataban su futuro a ese odioso hombre.

"Acepto"