Hola, hola. No sé emocionen, saben lo irresponsable que soy, pero les dejo esto con todo mi entusiasmo.


Capítulo 01.


Zoro Roronoa era un prometedor estudiante en la facultad de arte de la universidad del estado. No había conseguido la beca de dormitorio, pero si la beca académica, junto con la mensualidad que le enviaban sus padres le ayudaba a costear la mitad de la renta del departamento que compartía con Trafalgar Law. Habían ido juntos a la preparatoria y, aunque no estudiaban lo mismo, sus facultades eran contiguas, así que se acomodaron bastante bien juntos. Algunos otros de sus compañeros también se habían mudado a la ciudad, pero su situación era diferente. Nami se había mudado con Vivi a un piso del padre de la peliazul. Sanji vivía en el ático de su padrino, con trabajaba los fines de semana de ayudante de cocina en su restaurante. Luffy y Usopp vivían en una casa de asistencia, aunque, el primero, tenía a sus hermanos mayores en la ciudad, quienes ya trabajaban y le habían ofrecido asilo, el chico decidió ir por su cuenta.

No tenía mucho tiempo para verse, pero siempre hacían algún espacio en sus ocupadas vidas para ir al cine, al beisbol o al billar. Incluso a bailar si les apetecía.

Aquel día Zoro se quedó parado en la puerta del departamento al llegar—. ¿Quieres acompañarme? —soltó, luego de varios minutos de silencio.

Law enarcó una ceja y bajó el libro que estaba leyendo—. ¿Cómo en una cita?

—No —suspiró. Estaba demasiado cansado para seguirle la corriente a su amigo—. Soy el único que presentara esculturas en la exposición de hoy—le recordó—, y francamente no quiero ir solo luego de lo que me dijo el profesor Kuma.

El ojigris enarcó una ceja. Hacia unas cuatro semanas que el grupo de Zoro había comenzado a elaborar su proyecto para la exposición de arte. No era una exposición real, puesto que sería en el gimnasio de la universidad, pero algunos conocedores iban a ir a evaluar los trabajos. La tarde que regreso de la facultad con aquella noticia estaba más que entusiasmado con romper los estereotipos y presentar algo distinto a lo que todos harían, pese que el encargado de la exposición le hubiese dicho que era una pésima idea intentar sobresalir en una exposición a la que acudirían algunos coleccionistas de arte. Sin contar que su calificación dependía de las opiniones de aquellas personas. "—Le demostraré que estoy a la altura—." Había dicho, llenó de entusiasmo y determinación. Ambas cosas parecían haber desaparecido horas antes de la exposición.

Law ladeó la cabeza mientras se lo pensaba un poco—. Tengo examen mañana —dijo, sin ninguna expresión. Sus notas estaban demasiado bajas y tenía pensado faltar al trabajo para estudiar.

Zoro suspiró resignado—. Supongo que no queda otra que ir solo...

—No dije que no iría.

— ¿De verdad?

—Ya buscaré el modo de que me lo compenses.

Law D. Trafalgar no era una persona muy expresiva, mucho menos era amable o simpático. Él era bastante frío, cínico y calculador, pero estaba dispuesto a asistir a aquel evento simplemente porque Zoro lo había invitado.

El peliverde y él habían estudiado juntos la preparatoria, y tras entrar a la universidad se habían mudado a un departamento que les quedaba bien a los dos. Durante la preparatoria no le había prestado mucha atención, salía con el hermano mayor de Luffy, y él y Eusstass tenían una especie de relación amorosa que era más sexual que otra cosa. Era la edad de la calentura, así que le prestaba más atención a sus necesidades físicas que cualquier cursilería juvenil. Cuando se mudaron juntos se dio cuenta de lo mucho que le gustaba y que sentía una potente atracción sexual por él.

Sobraba decir que la atracción no era mutua.

Zoro era bastante despistado y la mayor parte del tiempo no entendía sus insinuaciones, el resto del mismo simplemente no le daba bola. Además, parecía estar enamorado de Luffy.

Por aquellos años el niño mono le caía fatal. Era vivaz, alegre y parlanchín, todo lo contrario a él mismo, así que realmente lo detestaba bastante. Una noche, durante el primer mes luego que se mudaran juntos, decidió hacer una jugada arriesgada. Ambos habían bebido bastante esa noche, probablemente por eso tuvo el valor de hacer aquello.

Durante la madrugada se metió a hurtadillas en el dormitorio de su amigo y se recostó junto a él, abrazándolo fuerte desde la espalda, restregándose en él y hundiendo la nariz en su cuello, llenándose de su aroma. Olía tan delicioso que no pensó antes de lamer su cuello para probarlo... ¡ojalá lo hubiera hecho!

Zoro se retorció en la cama, empujándolo—. Basta Luffy —murmuró entre sueños aquella noche—, no tengo ganas.

Law se había separado de él lentamente y se había ido a su habitación. Nunca tocó el tema, pero sin duda aquello había servido para que el pequeño niño mono terminara de caerle en la punta del pie... aunque no era algo que hubiera durado mucho. Luffy sabía darse a querer.

En aquellos días ya sentía aquella atracción por el peliverde, había sabido dejarla atrás. Él no es del tipo de personas que se aferran a imposibles.

Esa noche acompaño a su compañero a la exposición, vio las demás obras y probó algunas de las meriendas del buffet. De hecho, estaba comiéndose un par de camarones cuando el peliverde volvió de presentar su obra—. Escuche que Hawkeye está aquí.

Law miró al derredor—. ¿Cuál es?

—No lo sé —respondió con obviedad—, nadie fuera de su círculo sabe quién es en realidad.

—¿Quieres que investigue un poco?

—Tú por la derecha y yo por la izquierda— asintió antes de irse a la derecha. Se permitió una sonrisa mientras lo veía perderse sin rumbo, luego observó a un grupo discreto de hombres que estaban observando los trabajos de los estudiantes.

Se acercó de manera discreta a observar la pintura en óleo junto al arte contemporáneo que observaban.

—La mayoría son demasiado simples —dijo un hombre de cabello rojo que mecía una copa en su mano.

Uno de los rubios junto a él se rió de forma estridente—. Todos son estudiantes, en verdad esperabas ver algo que valiera la pena.

—Lo más sobresaliente es la escultura —dijo el otro rubio.

—Tú que vas a saber, si la viste de lejos para no tirarla —volvió a reír aquel escandaloso hombre.

—Obviamente quien la hizo trataba de sobresalir.

—Fue algo muy arrogante —comentó el único que aún no había hablado—. Ni siquiera sabemos si lo hizo porque no sabe pintar.

Law apretó los dientes, si aquellos eran los expertos a Zoro no le iba a ir muy bien.

—Tan duro como siempre —volvió a reír aquel rubio—. ¿Qué tal si el chico junto a nosotros es el autor?

Lo dijo tan fuerte que Law sabía que quería que lo escuchara—. Yo no estudio arte —dijo secamente, sin mirarlo—. Vine a acompañar a alguien.

—Alguna chica que te envió a acercarte para escucharnos —volvió a reír.

Al ojigris le pareció irritante—. Vine con un amigo —le corrigió—, y no me interesa lo que ustedes opinen, y a él tampoco. Sus opiniones no definirán que tan talentoso es o que tanto éxito puede alcanzar.

—¿Y la tuya sí? —inquirió el pelirrojo de forma suspicaz.

—En absoluto —se alzó de hombros—. Si escuchara mi opinión estaría estudiando medicina conmigo. Él hará esto, y seguro triunfara porque es la persona que es.

Tras decir aquello se dio la vuelta y se alejó de aquel grupo, pero antes de ir a buscar a su amigo alguien tocó su hombro—. Disculpa a mi hermano —le dijo con una sonrisa—, le gusta incomodar a la gente. No es alguien a quien se le deba prestar atención —el joven asintió—. Soy Rocinante Donquixote.

El ojigris estrechó su mano—. Law Trafalgar —se presentó—. No te preocupes, no suelo prestar oídos a los tipos como tu hermano —el rubio volvió a sonreírle, pero lo distrajo un extraño aroma—. ¿Hueles eso?

Para cuando se dieron cuenta, el extravagante abrigo de plumas negras de aquel hombre estaba en llamas. El aspirante a doctor le dijo que se lo quitará, pero al intentarlo tropezó y se tiró la mesa de los aperitivos, incendiando también el mantel.

El peirrojo estaba gritando de forma histérica que trajeran un extintor, y el otro hombre junto a ellos, el de ojos llamativos y cabello azabache, trataba de tranquilizarlo. El hermano del hombre en llamas le arrojo encima el ponche, riendo estrepitosamente.

Law quería ayudar, pero antes de que hiciera nada aparecieron los paramédicos. Su amigo llegó hasta él—. ¿Qué paso?

—Un accidente —fue su simple respuesta—. Nos vamos, esto se está poniendo aburrido —su amigo asintió y se fueron caminó a la puerta de salida.

—Oye, futuro doctor —aunque sintieron el impulso de detenerse, no lo hicieron.

Dos años y medio después...

Las cosas parecían ir de maravilla y algunos estaban a poco tiempo de graduarse.

Zoro y Law eran muy diferentes, pero se llevaban bastante bien, principalmente porque, cuando se trataba de estudiar, cada uno se concentraba en lo suyo. Había días que ignoraban por completo la existencia del otro. Ciertamente, sus áreas de estudios eran muy diferentes, y sus proyectos y trabajos requerían distintas formas de concentración y aprendizaje, no obstante, eso era una de las partes principales de que su convivencia fuera tan armónica.

El semestre recién comenzaba, pero aun así algunos profesores les habían asignados los trabajos finales en la facultad de arte. Zoro estaba particularmente entusiasmado con uno que consistía en hacer una pintura. La mejor del grupo seria presentada en una exposición de arte con un invitado especial. La verdad que la identidad de aquel hombre lo tenia sin cuidado, lo que realmente le entusiasmaba era que una de sus obras se presentaría en una verdadera exposición de arte, y eso era algo que muchos no lograban en toda su vida.

Estaba haciendo algunos bocetos aquella tarde, en la sala, cuando Law entró hablando por teléfono.

—De verdad no puedo ir, lo siento —se saludaron con un ademan—. Tengo exámenes la próxima semana, y debo administrar mi tiempo y mi dinero —dejo su mochila en una silla y hurgo la nevera en busca de algo que comer—. ¡Tengo muchos gastos! —se incorporó con un tupper en la mano. Parecía a la defensiva—. El material que me encargan en la escuela no es barato y pronto tocará el alquiler... —guardó silencio, al parecer su interlocutor lo interrumpió—. Aunque me ayudes con los gastos no estoy seguro de poder ir... si, estaré menos presionado, pero... ok, ok, haré un esfuerzo —se sentó frente al peliverde y abrió la vianda con fruta que había sacado del refrigerador—. Yo también. Bye.

—Eres un cabrón bien hecho —dijo Zoro, sin apartar la vista de su cuaderno.

Law enarcó una ceja—. Las cuentas no se pagan solas.

—Sé la clase de relación que tienes...

—No es una relación —el aspirante a doctor hizo cara de asco—. Él tipo es un manipulador de mierda.

Zoro lo miró con expresión de obviedad—. Eres un hijo de puta.

—¡Hey! ¿de qué lado estás?

El estudiante de arte se alzó de hombros—. Solo creo que eso es muy de hijo de puta.

—¿El qué?

—Salir con él para que pague tus cuentas y decirle a todo el mundo que es lo peor que te ha pasado en la vida.

Law suspiró y se recargó en su asiento—. Es demasiado controlador —se excusó—. Me quiere con él todo el tiempo... ¡Necesito espacio!

El chico de pelo verde no lograba imaginarse aquello, por más que lo intentara—. Si te desagrada tanto, deberías cortarlo.

El ojigris se mofó—. Supongo que entonces tu pagaras la renta —el moreno guardo silencio—. Ya me lo suponía —se levantó y fue a lavar la vianda vacía—. No todos tenemos padres que nos pasen mesada —le recordó.

—Por qué no buscas alguno que te agrade más...

Law suspiró más fuerte—. Los tipos que me gustan no tienen dinero, y los que si lo tienen no andan buscando a quien patrocinar, tienen relaciones reales —por un segundo, Zoro pensó que hablaba de alguien a quien conocía—. Además —continuó, recuperando su expresión desvergonzada—, soy mejor manipulando que él.

—Hijo de puta... —murmuró, pero ya no más como un insulto. Le parecía bueno que se tomará aquello con ese humor tan relajado.

Law había perdido a su familia en un accidente, un año luego de entrar a la universidad, y aunque sus padres le habían dejado un fideicomiso para sus estudios, aun quedaba el problema de su manutención. Había conseguido una beca sin mucha dificultad, pero era cierto que el material que ocupaba para la carrera era demasiado costoso.

No tenía idea de donde había conocido a aquel hombre, Law no salía muy a menudo en aquellos años, quizá por eso le había escandalizado tanto enterarse:

"—Deberías salir con Ace.

Era sábado en la mañana aquel día. La noche anterior habían ido al beisbol con sus amigos y luego del partido se habían ido tomar algunas cervezas. En e bar el pecoso se le había declarado. El ojigris se limitó a decir: "No, gracias".

—Pensé que había sido claro ayer.

—Vamos, sé que te gusta —varias veces habían hablado de los tíos que les parecían atractivos, y en más de una ocasión el estudiante de medicina se había referido al pecoso como "su tipo ideal".

Law suspiró—. Estoy saliendo con alguien.

El moreno no ocultó su sorpresa—. ¿Desde cuándo?

—Es reciente.

—Pero...

—No es mi tipo —lo interrumpió—. Es algo mayor que yo y bastante desagradable, pero se ofreció a ayudarme mientras estudiaba."

No pudo reprocharle nada, él mejor que nadie había sido testigo de lo difíciles que le habían resultado los últimos años, luego de la muerte de sus padres y su hermana. Incluso había intentado trabajar como mesero con Sanji, pero sus notas habían bajado tanto que había estado a punto de perder la beca. A esas alturas su situación era casi insostenible.

Procuró no meterse mucho en aquello, pero, aunque el ojigris no era muy abierto para compartir nada, había días que llegaba de sus encuentros y lo único que hacía era decir cuan desagradable era aquel hombre.

Luego de tres años de carrera ya todos sus amigos sabían la clase de relación que tenía, incluido Ace. El pecoso no se lo había tomado nada bien, pero nunca había dicho nada al respecto. Ni una sola palabra. Consecuentemente tras aquella revelación se había distanciado de Law y, por ende, de todos.

Una notificación sonó en el teléfono del futuro doctor. La revisó y tomó su cartera—. Vuelvo en una hora.

—¿Una hora?

—Voy al banco por el dinero que me pasaron, e iré a comprar víveres de camino acá. No me tardaré.

—Ok —lo miró irse y pensó que, aunque fuera un cínico y un arrogante, seguro aquello no podía ser tan sencillo como los periódicos sensacionalistas querían mostrar aquel tipo de relaciones. No pudo evitar preguntarse si tendría el estómago para hacer algo así.


Law anduvo en silencio todo el camino. A veces se preguntaba si aquello había sido la mejor decisión, pero él no era de los que se quejaban y se ponían a llorar, solo al final de su carrera podría decir si había valido la pena o no.

Pasó por el banco y después llegó al supermercado a hacer las compras. Ni Zoro, ni él eran buenos cocineros, así que su despensa se limitaba a cortes de carne, comidas congeladas, verduras hervidas y algún que otro antojo. Generalmente desayunaban cereales y cenaban emparedados, las comidas variaban según sus salidas, pedidos a domicilio o invitaciones de sus amigos.

Estaba escogiendo los granos de café cuando escuchó a alguien decir su nombre, se volvió he hizo un ademan—. Hola Ace.

—Hace tiempo que no te veía. ¿Vienes seguido a este supermercado?

—No en realidad —colocó su elección en el carro—. ¿Tú que haces aquí? —hasta donde recordaba el pecoso vivía del otro lado de la ciudad y no trabajaba cerca.

Ace rascó su nuca, nervioso—. Me mude con alguien el fin de semana.

— ¿Aquí cerca? —el ojigris ni lo miró.

—En un edificio a dos calles.

—Es una buena zona.

—Si... tal vez podamos juntarnos para cenar uno de estos días.

—Tal vez.

La conversación comenzaba a sentirse incomoda.

—Bueno, me tengo ir.

—Cuídate.

El pecoso se alejó, y una vez fuera de su vista, Law miró el pasillo por el que había desaparecido.

La gente avanza. Nadie espera a nadie, y eso estaba bien.

Terminó sus compras y se fue de regreso a su departamento.


Las cosas siguieron su habitual normalidad los siguientes dos meses. Aunque Law notaba a su compañero de piso más tenso de lo normal, lo atribuyo a los exámenes y al proyecto final de aquel semestre y no le dio más importancia.

Zoro por su parte había comenzado a pensar en conseguir un trabajo los fines de semana para disminuir la carga económica que era para sus padres, pero recordar los días que Law había hecho aquello a riesgo de perder su beca lo desanimaba por completo.

Ese día, al llegar a su departamento Law estaba ahí, trabajando—. Tu padre llamó —dijo sin mirarlo, así que no notó como se tensaba el cuerpo del moreno—, que lo llamaras en cuanto tuvieras tiempo.

El único teléfono del departamento estaba en la cocina. Miró de reojo a Law, esperaba alguna pregunta sobre su móvil, pero el chico estaba absorto en sus estudios. Suspiró y marcó a casa de sus padres.

...

Colgó el teléfono con los ánimos por el suelo.

Law había escuchado, aunque no era su intensión hacerlo. Le extraño que su compañero llamara desde la cocina en lugar de usar el móvil en su habitación—. ¿Por qué esa cara? —preguntó, aunque por lo que escuchó entre líneas, ya se imaginaba lo que sucedía—. ¿Quién se murió?

—Mi carrera universitaria —respondió el peliverde, dejándose caer en el sofá, boca abajo, hundiendo el rostro en un cojín.

El pelinegro se incorporó. Estaba recostado en un tapete haciendo su tarea, pero aquellas palabras lo alarmaron más de la cuenta—. ¿De qué coño hablas?

— Mi padre fue despedido —respondió—. Hace algunas semanas la compañía para la que trabaja estaba siendo sometida a una re estructuración —suspiró—. Como sea, ya no podrá pagarme la universidad —no hubo respuesta. Él seguía contra la almohada, de manera que no podía ver la expresión de su compañero—. Vas a tener que decirle a tu novio que pague mi parte de la renta.

— ¡Estas de coña! —se levantó de un salto—, si a lo que me paga le sumo eso voy a terminar siendo propiedad suya.

— ¡Pues te jodes! —respondió en un gruñido, ya se sentía demasiado mal cómo para además tener que pensar en la situación de su compañero. No soportaría esa carga de conciencia.

—No puedes hacerme esto, yo solo no puedo costear este departamento.

—Pues lo siento —gruñó. Le molestaba que su amigo fuera tan egoísta, lo entendía, pero le molestaba que se parara a pensar en cómo aquello lo hacía sentir—, el fin de semana me voy. Mi padre no podrá enviarme otra mensualidad y no he logrado conseguir un empleo que cuadre con mi horario y mis necesidades.

El chico de ojos grises se quedó pensativo unos momentos. Sabía lo que era eso, lo pesado que se volvía y lo inútil que resultaba ser. Aunque lo lograra perdería el semestre, y el siguiente tendría que tomar clases nocturnas, lo que acabaría atrasándolo un año más—. Tal vez no tengas que conseguir un empleo.

Zoro enarcó una ceja—. Sugieres que asalte tiendas —ironizo.

—No, sugiero que consigas un Sugar daddy.

El moreno finalmente se incorporó con la cara completamente roja—. ¡Estás loco!

—Es la mejor idea.

— No —se negó, rotundamente.

— ¡Vamos, hombre! Eso solucionaría tus problemas... ¿o ya no quieres estudiar?

—Pues...

«Touche.» Sonrió el ojigris de medio lado—. Y puedes poner las reglas que quieras.

— No —volvió a decir, pero con menos energía—, no podría.

— Eres guapo, seguro no te cuesta trabajo.

— ¡Maldita sea, Law! —gruñó. Por un instante su mente contemplo la posibilidad, pero—... es absurdo. No podría estar con un viejo asqueroso al que odie...

—No tiene que ser así —el futuro doctor pensó en lo diferente que hubiera sido para él haber tenido quien le explicara como eran aquellas cosas.

—Y qué sugieres—renegó con frustración—, pongo un anuncio en el periódico —por un segundo temió que dijera que sí.

— ¡Claro que no , idiota! —le regañó, dándole un golpe en la cabeza—. No tienes idea de la clase de pervertidos que pueden contactarte ahí.

No, no la tenía. Francamente no podía imaginarse lo que era estar en una situación como esa. Solo había tenido un novio y un par de salidas que nunca llegaron a nada. Su experiencia no era precisamente amplía—. No puedo —volvió a decir cuando la idea de acostarse con alguien que ni siquiera le gustara, solo por dinero, le atravesó el pecho—, no podría...

Law observó en silencio como se sentaba y hundía el rostro entre las manos. Por alguna razón recordó el día que se acostó con su patrocinador por primera vez, y lo atravesó un escalofrío. Hacía mucho tiempo que no pensaba en aquello—. No tiene que ser malo —se sentó junto a él y sujeto su rodilla de manera conciliadora—. Puedes escoger a alguien que te guste.

Zoro se rió—. Como si conociera hombres ricos que estén buscando amante.

—Bueno, podrías conocerlos —el peliverde sacó el rostro de entre sus manos y lo miró—. Doffy dará una fiesta el viernes —le explicó—. Irán todos sus amigos ricos, puedes venir si quieres —las fiestas de su patrocinador solían ser muy concurridas y siempre estaban llenas de ricos y poderosos, seguramente alguno se fijaría en su amigo.

El moreno lo miró. Sabía lo mucho que Law odiaba esas fiestas y como siempre trataba de evitarlas. Tomó la mano en su rodilla y le sonrió—. Si no me siento cómodo desapareceré.

—Claro.


—Si quieres le pido a dinero al abuelo.

Luffy estaba sentado frente a él. Estaban en la cafetería del centro comercial.

—No te preocupes —intentó sonreír, pero no pudo—. Me las apañaré.

El pelinegro lo miró largamente—. Está bien —dijo al fin antes de comenzar a comer—. Pegdof sig negsefcitags afgo, difgmelo.

El peiverde finalmente sonrió—. Mastica antes de hablar, idiota.

Eran amigos desde la preparatoria, cuando él salía con Ace. Luffy era dos años menor, pero se habían llevado tan bien, que incluso cuando terminó con el pecoso, ellos siguieron frecuentándose para jugar vídeo juegos o ir al parque a divertirse, y así el grupo comenzó a crecer. Terminaron haciéndose amigos de una chica que organizaba apuestas en los torneos de basquetbol a los que se inscribían, y estaba Usopp que se unió a ellos. Les había dicho que era el mejor jugador de la ciudad. Resulto ser falso, pero era divertido y Luffy siempre lo invitaba. Luego de un tiempo Sanji se había unido a ellos. Y aunque al principio no quería por más que Luffy insistiera, un día que los acompaño terminó uniéndose al juego de soccer para impresionar a Nami.

El grupo fue creciendo, se llenó de personas muy diferentes, pero era lo que Luffy lograba. A donde iba la gente acababa siguiéndole.

—Muy bien, ya compré los boletos —Nami se sentó junto a ellos, Sanji venía detrás suyo—. Es una película de suspenso.

— ¡Genial!

Usopp llegó con una hamburguesa y patatas fritas—. Aquí tienes Nami —le extendió un billete.

—Gracias —guardó el dinero y se estiró—. Hace bastante calor.

Sanji se apresuró—Te traeré un helado, preciosa.

—De fresa por favor.

Usopp achico los ojos—. Eres terrible.

—Él se ofreció —señaló alzándose de hombros.

Un breve silencio antes de que el moreno de pronunciada nariz se atreviera a añadir—. ¿Y mi cambio? —le dijo a la chica, refiriéndose al hecho de que el billete que le dio era de una denominación mayor al costo de la entrada.

—No te sobra nada.

—¿¡Qué!? —se paró de golpe—. ¿¡Por qué!?

—Costos administrativos.

Luffy se rió con ganas y el moreno murmuró maldiciones.

—Por cierto, Zoro —la chica se volvió al aludido—, con está ya me debes tres entradas —le recordó—. No olvides que los intereses suben.

—Harpía usurera —murmuró Usopp, pero la chica se hizo de oídos sordos. Estaba de buen humor.

El peliverde la miró en silencio unos segundos—. Descuida, te pagaré.

Luffy empezó a reír con fuerza—. Si sigues así, Nami acabará cobrando tu beca.

—No suena mal —sonrió la chica—. Tardarte lo que quieras, Zorito.

Luffy se rió aún más fuerte y Usopp siguió murmurando, pero él comenzaba a pensar en lo problemático que aquello le resultaba.

Entraron a la película, pero Zoro ni siquiera le presto atención. Luego del cine se despidieron, Sanji llevó a Nami en su auto, y Usopp se despidió para tomar el autobús. Luffy y Zoro merodearon un rato antes de llegar a la estación y tomar su tren.

—Escuche que el abuelo necesita quien le arregle el jardín.

Zoro le miró—. No sé nada de jardinería.

—Pero eres artista, seguro haces que el lugar se vea increíble.

El mayor sonrió—. Seguro encuentra a alguien más capacitado.

— ¿Qué piensas hacer?

—El viernes iré con Law a... —la idea de decirle aquello a Luffy lo ruborizo—. En casa de su novio necesitan meseros.

El niño mono lo miró con el ceñó fruncido—. ¿Pagan más que en el restaurante, con Sanji?

Parpadeó con sorpresa unos segundos—. A los particulares siempre les pagan mejor.

—Está bien.

No le gustaba mentirle a Luffy, pero le avergonzaba decirle la verdad.

Bajaron en la misma estación y se despidieron al salir. Uno iba al norte y el otro al oeste, así que quedaron de llamarse luego para ir a jugar vídeo juegos el domingo.

Caminó a casa Zoro se dio cuenta que no había hecho sus deberes, tenía que hacer un ensayo sobre los fundamentos y las técnicas de animación, y tenía una maqueta pendiente para la siguiente semana, aunque no tenía idea de con que compraría el material para hacerla. Suspiró antes de abrir la puerta. Cuando estaba con sus amigos pensaba que la idea de Law era una tontería, pero al llegar a casa y pensar en todos los gastos que tenían, en lo duro que era para su padre la situación y que no podía ayudarlos. Si padre le había dicho que no se preocupara, que aguantara un poco y conseguiría para mandarle algo de dinero, pero le dijo que no se preocupara que Sanji le había conseguido un empleo en el restaurante... no era una mentira, solo no le dijo que no lo había aceptado, aunque quizá debió haberlo hecho


El viernes luego de la escuela había llegado directo al departamento. El estomago le dolía y no podía comer. Se duchó mientras la sensación de que aquello era una idea terrible no dejaba de estrujarle el corazón.

A las cinco había llegado el aspirante a doctor.

Se preparó y lo ayudó a Zoro a terminar de hacerlo. Para las seis menos diez ya iban en el auto que conducía el ojeroso, rumbo a su destino.

El peliverde iba en el asiento del copiloto, tamborileando el piso con el pie derecho mientras veía por la ventana, sin ver nada—. Casi llegamos —le dijo e conductor. Tragó saliva, nervioso. Aun no podía creer que lo hubiera convencido de hacer aquello, o lo que era más alarmante todavía, iba con él en el auto porque le había parecido una buena idea—.
Relájate —le sugirió el ojigris mientras entraba al estacionamiento del edificio.

—Es fácil decirlo —murmuró Zoro mientras terminaban de estacionarse.

Law suspiró—. Vamos, los amigos de Doffy no son tan feos —le dijo, palmeando su espalda.

— No me preocupa eso.

Law puso cara de asco cuando lo miró, al bajar del auto—. No sabía que te gustaran los tipos grasientos y obesos.

— ¡Serás gilipollas! —una vena se saltó en su frente—. En ningún momento dije eso.

El pelinegro se rió ante la reacción del otro, pero parecía haberlo puesto peor. Suspiró. Realmente esperaba verlo más relajado, pero parecía que aquello no había sido una buena idea—. Escucha —le sujetó un hombro tratando de darle ánimos—, nadie sabe porque estás aquí, a Doffy sólo le dije que traería un amigo, nada más.

— ¿Y aceptó de buenas a primeras?

—Nunca quiero venir a sus fiestas —le explicó mientras entraban al elevador—. Dijo que estaba bien que vinieras, si con eso me tenía aquí... —«aquí para coger.» Había dicho el rubio, pero le pareció que Zoro ya tenía bastantes preocupaciones. La tensión en el peliverde pareció disiparse un poco, así que añadió—. Si nadie te agrada, o crees que es demasiado para ti, puedes irte sin problemas.

— No creo que tu novio no tenga idea de para que me trajiste.

Law soltó una carcajada—. Te sorprendería —se burló—. Generalmente nunca quiero venir a sus eventos porque me aburro mucho —explicó—. Suelen ser reuniones de negocios entre él y sus socios.

—¿Y porque te invita?

—Según él, para presumir

Zoro enarcó una ceja—. Parece un tipo con crisis de mediana edad.

—Sin duda, si fuera heterosexual seguro traería a una voluptuosa chica en lugar de a mí.

Ambos rieron—. Eres el equivalente a una voluptuosa chica —le señaló entre carcajadas.

—Sé que soy atractivo, y es halagador —se alzó de hombros—, pero de verdad me aburro demasiado, así que le dije que te traería para entretenerme.

El peliverde achicó los ojos—. Entonces soy tu puto mono.

—No seas gruñón , sólo digo que si te aburres nos podemos ir sin problemas.

El moreno finalmente entendió que cómo quiera que aquello se diera el ojigris iba a ganar algo, pero poco importaba eso pues el ascensor finalmente se detuvo en su destino.

Al mismo tiempo, a diez minutos en auto de aquel edificio...

Un alegre pelirrojo conducía un porshe mientras hablaba por teléfono con el altavoz—. Tienes que ir —dijo de forma insistente—. Este tipo de eventos te ayudara a seguir adelante.

—Te he dicho repetidamente que no —su tono de voz sonaba exasperado—. No entiendo que haces tú ahí.

—Es divertido —rió—, además nunca hago nada, solo es coqueteo —explicó por millonésima vez—. Jamás le haría algo así a Makino —el hombre del otro lado de la línea no respondió—. Anda, te hará bien una aventura.

—No quiero una aventura.

—Tampoco quieres una relación seria —le recordó, con ironía. De nuevo hubo silencio—. Si te aburres te puedes llevar mi auto —el silencio siguió, pero espero más tiempo del habitual.

—Shanks, yo no...

—Llegó por ti en seguida —lo interrumpió—. Estoy afuera de tu edificio.

Antes de que su interlocutor dijera nada, colgó, y bajo del auto con una sonrisa triunfante en la cara.


Fin del capítulo 01.