Y llegamos al fin de estos retazos. Tal vez en algún momento acumule los suficientes como para volver a darle vida a esta colección. Entre tanto, los invito a pasarse por mi perfil: tengo ahí una buena cantidad de InuKag, pero también una buena cantidad de otro montón de cosas XDD (y el 'equis de de' viene porque realmente van desde un serio Kouga/Kikyou hasta Naraku con diarrea, así que ya saben).

Ahora me voy a dedicar a actualizar All the way, así que si siguen ese fic, PERDÓN POR LA DEMORA. Si no lo siguen, los invito a pasarse, creo que es lindo (pues no me queda otra que decir cosas buenas de mi fic, ¿no?). También tengo en el tintero un par de fics que espero pronto publicar, así que si les gusta lo que leen, denme follow y reciban alertas de nuevas historias (hasta me siento famosa diciendo esto).

MUCHAS GRACIAS por sus reviews (L). Encuentro muy lindo leerlos y ver si les produce cosas buenas (y también las críticas que tengan serán bienvenidas, gracias~).

Espero poder traerles algo nuevo pronto. Gracias por estar de aquel lado. Que sigan bien,
Mor.


—¡ES SUFICIENTE!

Kōga frenó, no sin antes esquivar un nuevo golpe, e Inuyasha hizo igual solo por temor a un abajo. A pesar de que no peleaban, ninguno abandonó la posición de ataque. Kagome tomó aire.

—Joven Kōga, qué agradable visita…

—Agradable —rezongó Inuyasha.

—Es más agradable que tu feo hocico —aseguró Kōga. Inuyasha amagó con volver a golpearle, pero frenó por las repercusiones (por parte de Kagome). Kōga se acercó a la sacerdotisa y tomó sus manos—. Querida Kagome, olí tu perfume a kilómetros de aquí y… hacía tanto que no sabía de ti, comenzaba a extrañarte.

Kagome soltó una risita nerviosa, aún con sus manos rodeadas por las del demonio. Las atenciones de Kōga siempre la ponían ligeramente inquieta.

—Ya apártate, lobato —gruñó Inuyasha, empujando a Kōga—. Mantén tus garras alejadas de Kagome.

mantén las tuyas alejadas de mi mujer.

—No soy tu mujer…

—Futura mujer.

Inuyasha entre tanto se había dedicado a apretar los dientes.

—¡Ni futura ni nada! Mejor te marchas de aquí antes que decida afilar a Colmillo de Acero con tu cara.

—¡Inuyasha!

Kōga bufó, girando los ojos.

—¿Cuándo lo domesticarás, Kagome? Ya es tiempo que le pongamos una correa a la mascota… Tranquilo —rió— ya sabes que luego comes tierra. De todos modos, debo partir. Un placer verte, Kagome.

Antes de que Inuyasha pudiera reaccionar, Kōga dejó un fugaz beso en el rostro de Kagome, peligrosamente cerca de sus labios, y gritó "¡Cuida a mi mujer, chucho!" para luego desaparecer en un torbellino de tierra con dirección al norte.

Quedaron en silencio unos momentos, solos en mitad del camino hacia la aldea de Kaede. Inuyasha observaba a Kagome con el ceño fruncido, como si fuera la culpable de todo allí. Ella estaba con las mejillas rojas y sin saber muy bien qué decir.

—¿Qué?

—¡Ya ves, ese lobo asqueroso te besó y no hiciste nada!

—¿Qué querías que hiciera?

Inuyasha hubiera juntado más las cejas si eso fuera humanamente posible.

—Pues aunque sea simula que no te gusta tanto.

La quijada de Kagome cayó. Eso era todo, no le bastaba con ser violento y celoso, también era posesivo y lisamente inaguantable.

—¡Yo… a mi…! ¡A mí no me gusta!

—No me digas —farfulló el hanyō—. Lo defiendes siempre que viene, no te molesta que diga que eres su mujer, ¡te besa y solo te sonrojas!

—¡Yo no tengo la culpa de que Kōga se fije en mi! ¡Haz algo si tanto te molesta!

—¡Lo hago todo el tiempo! ¿Qué más quieres que haga? ¿Qué te bese?


(Nota de la autora: Ya, hasta yo me odio de haberlo dejado ahí. QUÉ ONDA, MOR, NO PODÉS ESCRIBIR ALGO DECENTE Y CONCLUSIVO POR UNA VEZ. Puesno.
¡Nos leemos pronto, belluras!)