Disclaimer: Los personajes no son míos, la historia sí.

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—¿Crees que sea prudente presionarlos? —preguntó Nebula.

—No es un buen momento— contestó Rocket.

—¿Por qué? —presionó la mujer.

—Acaban de perder a su mejor amiga, están un poco sensibles— Rhodey llegó junto a ellos. Los tres miraban en dirección del grupo de héroes sentados junto al lago—. No seas cruel.


Clint

Sorbió con fuerza por la nariz, parpadeó cuando los ojos se le llenaron de lágrimas y se obligó a avanzar, alcanzando a sus hijos.

Todo había terminado por fin, parecía irreal que después de cinco largos y agónicos años, su familia volviera a su lado y él, a pesar de sentirse inmensamente feliz, no era capaz de disfrutar aquello del todo.

Porque había recuperado a su familia y a la vez la perdió otra vez.

Atacaremos dentro de varias horas —informó el rubio, se encontraban en su escondite a espera de ordenes—. Deberías dormir un poco.

Ella pareció dudar, pero finalmente asintió, se encaminó a una de las camas plegables y se recostó, Clint se dedicó a mirar por la ventana, cuando su reloj le marcó que habían pasado cuarenta minutos, él la miró.

Estaba despierta.

¿Natasha?

Ella levantó la cabeza.

¿Es hora?

Creí que ibas a dormir— comentó, no era como si fuesen grandes amigos, apenas y hablaban más allá de las misiones, había pasado un año desde que ella decidió desertar de la KGB para irse con él y servir a S.H.I.E.L.D, pero a Fury le gustaba la eficacia de las misiones cuando estaban en el mismo escuadrón, así que los enviaba juntos cada que podía—, necesito que estés muy atenta…

No habrá ningún problema— aunque su voz era fría, Clint pudo notar cierta incomodidad.

Puedes dormir, enserio, no es que vaya a hacerte nada— ella rodó los ojos ante la prepotencia del tono, Barton esperó que ella lo maldijera en ruso cómo solía hacer, pero el insulto nunca llegó—. ¿Algo va mal?, apenas has descansado y de verdad tienes que estar al ciento por ciento…

No puedo dormir— lo cortó bruscamente, Natasha resopló y se sentó—, no sin mis esposas.

Clint arqueó una ceja.

Creí que no tardaríamos, así que las dejé en la base— parecía costarle demasiado hablar de aquello, así que Barton decidió hacerlo más sencillo para ella y se encaminó en su dirección con agilidad—. ¿Qué estás…?

Ayudo a mi compañera— respondió, se sacó el caraj y el arco de donde los tenía colgando, tomó asiento frente a la cama plegable, estiró las manos y rodeó las delgadas muñecas de la rusa, ejerciendo presión ligeramente para simular las esposas—, tienes un par de horas.

Natasha lo miró como si nadie hubiera hecho nada bueno por ella antes, o al menos no que recordara.

Ella despertó cuando la voz de Coulson resonó desde el radio, indicándoles que debían tomar posición, habían pasado cuatro horas. La misión fue un éxito total y ellos iban de regreso a Washington en el jet.

Clinton —el aludido la miró, sorprendido, la rusa siempre lo llamaba Barton—. Gracias.

Clint alcanzó a Cooper y a Lila mientras Nate se balanceaba con un ramo de flores en las manos.

—¿Dónde las pongo, papá? —preguntó el más pequeño.

—En el florero, cielo— contestó, sus hijos se sentaron en el césped ligeramente húmedo y observaron detenidamente la lapida frente a ellos.

Natalia Alianovna Romanova

1932—2023

Amada madre, amiga y Vengadora

—Vamos a extrañarte, tía Nat— dijo Cooper con tristeza.

—Te queremos— siguió Lila.

—No vamos a olvidarte— terminó Nate, se volvió para mirar a su padre—, ¿verdad?

Clint soltó una carcajada llena de pena.

—Jamás— prometió.


Tony.

Hizo que los planos desaparecieran con un movimiento del brazo, Pepper entró y le pasó la taza de café, Tony le dio un sorbo antes de soltar un suspiro.

—¿Más mejoras? —preguntó su esposa con una sonrisa comprensiva.

—Muy astuta— respondió el moreno, devolviéndole el gesto. Se dirigió hacia la pequeña salita de la que disponía en su taller, Pepper se sentó junto a él.

—¿Qué pasa, amor? —preguntó la rubia, acariciándole el cabello.

Tony dudó durante varios segundos, dejó salir el aire que retenía y finalmente respondió.

—Es solo que aún no me adapto del todo— elevó el brazo metálico que sustituía al que había perdido.

—Lo harás, créeme, solo llevas con él un par de meses y…

—¡Este no soy yo!

Pepper se calló cuando su esposo levantó la voz.

—Perdona.

La rubia negó con la cabeza, levantándose y encaminándose a la puerta.

—Happy llamó, dice que él y Peter estarán aquí en quince minutos— informó—, Harley fue a por la cena y Morgan ya debe salir de la tina.

—Pepper— Tony trató de seguirla, pero la mujer lo hizo retroceder con un gesto de la mano.

—Ese brazo no te define, Anthony.

Se pasó la mano real por la cara, frustrado, volvió hacia los planos, levantó el brazo biónico para hacerlos aparecer, pero se detuvo a medio camino cuando sus ojos chocaron con uno de los marcos que yacían en su escritorio.

Lo tomó y una sonrisita de nostalgia se formó en sus labios.

Si no supiera la verdad, le parecerían solo viejos amigos pasando el rato, en la fotografía él abrazaba a Banner ─cuando ambos tenían los dos brazos sanos─, Tony sonreía con suficiencia mientras su hermano de la ciencia lo hacía con timidez, Thor tenía su usual sonrisa bobalicona pegada en la cara mientras evitaba masticar la Pop-Tart que tenía en la boca al momento de la toma, en ese momento llevaba el cabello rubio y largo, Clint aparecía sosteniendo una botella de whiskey y haciendo la seña de la paz, una sonrisa borracha adornaba su cara, el Cap., sin en cambio, daba una sonrisita más bien incomoda, y aunque tenía los brazos cruzados delante del pecho, su postura era relajada.

Su corazón dio un tirón cuando sus ojos llegaron a ella.

Natasha estaba sentada en medio de todos, igual que siempre, llevaba el cabello pelirrojo más corto de lo habitual, sostenía una botella de vodka con fuerza y el fantasma de una sonrisa tironeaba de la comisura de sus labios carnosos.

Fantasma.

Maldijo entre dientes cuando notó que el café de su cafetera se había terminado, eso significaba salir del taller para ir a la cocina de la Torre por más, en otras situaciones se habría limitado a ignorar el hambre, pero en ese momento mataría por una taza de ese líquido amargo que tanto amaba.

Caminó pesadamente por los pasillos, el sol todavía no salía y no se sorprendió al mirar en su reloj que eran las cinco a.m. apenas, se dispuso a volver al taller una vez que tuvo en sus manos lo que quería, estaba por tomar el ascensor cuando un ruido que procedía del gimnasio llegó a sus oídos.

Era Natasha.

Definitivamente alguien no durmió bien— la voz de Tony hizo eco en el lugar, la rusa le lanzó una mirada ácida.

Definitivamente alguien no durmió en lo absoluto— replicó ella—. ¿Necesitas algo?

Tony negó con la cabeza, sonrió y se marchó.

Cuando su reloj le indicó que ya era medianoche, Tony decidió que tal vez era tiempo de ir a dormir, llevaba tres días sin hacerlo y, aunque resistía más, se dijo que lo necesitaba, salió del ascensor y el mismo ruido de la mañana lo atrajo de nuevo al gimnasio.

Natasha estaba ahí, boxeando.

Nunca te cansas de moler a golpes a los demás, ¿verdad? —su tono estaba lleno de relajación, le gustaba picar a la rusa, pero estaba cansado.

Y tu nunca te cansas de molestar a los demás ¿verdad? —respondió, el moreno sonrió y se acercó a ella.

No es que sea un experto— empezó—, pero si algo sé es que entrenas de día.

Tal vez solo quiero entrenar más.

—Natasha.

Mejor ve a la cama, te ves fatal.

—Natasha.

Si no me dejas en paz, llamaré a Pepper y le diré sobre la italiana que encontramos en tus registros más profundos…

—¡Natasha!

La rusa suspiró.

Tu tienes tu estúpido traje, el Capitán su escudo, Clint las flechas, Banner a Hulk y Thor a Mjölnir— su voz estaba cargada de molestia—. Yo solo tengo pistolas, debo ser capaz que seguirles el paso.

Se quedaron en silencio por largos segundos.

Anda, ya puedes reírte.

No le veo la gracia— contestó Tony, la cogió por los hombros e ignoró la oleada de miedo que le provocó la mirada que ella le dio ante su osadía de tocarla—. A ver, Natasha— suspiró—, eres mejor que nosotros por mucho, derribaste a Happy, que probablemente es setenta kilos más pesado que tú, con una técnica muy sencilla, el Cap. puede ser muy fuerte, pero eres mejor peleadora que él y que Barton juntos— se llevó una mano al pecho, dramáticamente—, es la primera y la última vez que voy admitirlo, y lo negaré si se te ocurre repetirlo: eres físicamente más fuerte que yo— un calor agradable nació en su pecho cuando la vio luchar para no sonreír—, y definitivamente eres mucho más lista que Thor, apostaría todo mi dinero a que serías mejor gobernante de Asgard que él.

Eres soportable cuando quieres— la rusa le palmeó el hombro—, aún así debo estar más preparada.

Más preparada ¿eh? —Tony le rodeó los hombros con el brazo y la guio hasta el taller.

¿Dónde vamos? —preguntó, dejándose llevar.

Tengo algunas cosas aquí— dijo el castaño cuando llegaron, puso una caja sobre el escritorio y sacó lo que buscaba—. ¡Ajá!, aquí están.

¿Qué son? —la rusa arqueó una ceja.

Pulseras— Natasha rodó los ojos—, de acuerdo, son armas de electroshock que pueden disparar potentes descargas eléctricas— explicó—. Las hice para ti, pero no sabía si ibas a tirármelas a la cara.

No puedo creer que hasta ahora se te ocurra dármelas.

Me encanta que te gusten, arañita, y eso que aún no sabes su nombre.

Natasha arqueó una ceja.

Las llamó "Piquete de la Viuda" —agradeció al cielo cuando ella no lo abofeteó—, además estoy trabajando en unos bastones para expandir la potencia de las descargas.

Vaya, no sé qué decir.

No tienes que decir nada, ve a dormir, estará todo listo para mañana.

Gracias, Tony.

El aludido le quitó hierro al asunto con un gesto de la mano, cargó la cafetera cuando ella salió del taller y se puso manos a la obra, otra noche sin dormir no le haría daño.

Salió de su estupor cuando F.R.I.D.A.Y. le informó que Peter, Harley y Morgan estaban en la cabaña, devolvió el cuadro a su lugar y salió antes que sus hijos llegaran.

Abrió la boca para decir algo, pero la cerró cuando una idea nació en su cabeza.

—Hola, papá, ¿cómo estás…? —abrazó a Peter rápidamente.

—Muy bien, tesoro— contestó atropelladamente, buscó las llaves de su Audi donde siempre las dejaba y se dispuso a salir.

—¿Dónde vas? —preguntó Morgan, quien abrazaba un mullido oso de peluche.

—Papi debe hacer algo rápido— respondió mientras salía.

—¿Papá? —Harley lo miró de forma interrogante cuando se toparon en el garaje, llevaba una bolsa de papel en las manos.

—Dile a tu madre que vuelvo en un par de horas— indicó mientras se subía al auto.

Condujo hasta llegar al Santuario, donde vivía Strange.

—¿Stark? ¿qué haces aquí? —preguntó Stephen cuando le abrió la puerta.

—Mi hijo está vivo porque ella se sacrificó para obtener esa gema.

—¿De qué…?

—Natasha— contestó—. Tenemos que traerla de vuelta— explicó, haciéndolo a un lado para entrar—, y creo saber cómo.


Steve.

Se secó la cara y las manos con la pequeña toalla, apagó la luz del baño y caminó hasta la cama, apenas sintió el frío del piso bajos sus pies descalzos, levantó la colcha y se acurrucó entre las demás mantas.

—Hora de dormir— le susurró a su compañero de cama, el pequeño pelirrojo sonrió.

—¿Podemos ir a ver a mamá mañana? —preguntó en un susurro para no despertar a su hermana.

Steve sonrió con tristeza.

—Pero si fuimos hoy— contestó, recordando la tumba de su esposa, si bien su cuerpo no estaba debajo de ella─ tampoco en la de Estados Unidos─, el rubio necesitaba que sus pequeños tuvieran un lugar donde ubicar a su madre, sabía que no era sano llevarlos diario, pero él mismo admitía que ese pedazo de mármol con el nombre de Natasha grabado en él, le daba un poco de calma.

—Da igual, queremos verla— James era demasiado inteligente para tener cuatro años—, Noah y yo queremos decirle hola también a la tía Melina y a la tía Yelena.

Las hermanas de Natasha, su esposa estaba enterrada entre ellas. "Eso", se dijo ", fue una sorpresa", la rusa no hablaba mucho de la que había sido su familia, Steve solo se mostró sorprendido cuando se enteró que el padre de la pelirroja seguía vivo. Rogers jamás quiso presionarla para que le hablara de su pasado, ella se abría cuando se sentía lista y él estaba listo para escuchar, o en un caso, para ayudarla con el dolor.

No había estado en Rusia antes de aquello, pero decidió que le gustaba mucho, el frío era extrañamente agradable, el vodka le sabía dulce, la comida le resultaba exquisita y las costumbres de la gente habían logrado cautivarlo.

Se quedaban en una de las casas del padre de Natasha, Ivan, estaba bien escondida y solo él y la pelirroja sabían la ubicación de ésta, unas notas suaves inundaron sus oídos y Steve se dirigió hasta lo que parecía un estudio, abrió los ojos con sorpresa cuando vio a Natasha bailando.

No era ningún fisgón y de buena fuente sabía que su compañera era una experimentada bailarina de ballet, pero nunca había tenido la oportunidad de verla, la curiosidad fue la que lo mantuvo observándola en silencio entre las sombras.

La mujer se movía al ritmo de una canción que no sonaba clásica, más bien moderna, no tardó en notar que estaba siendo espontanea, no parecía seguir pasos sino idearlos. Se quedó hipnotizado al tiempo que ella comenzó a saltar y girar en el aire, pero salió de su estupor cuando Natasha se dejó caer una vez que la canción terminó.

Se acercó a ella rápidamente, la tomó por los hombros y jadeó de sorpresa al ver que lloraba.

Steve nunca la había visto llorar.

—¿Nat?

—¡Déjame en paz! —se revolvió en sus brazos con brusquedad.

—¿Qué pasa? ¿estás bien? —apretó su agarre sobre ella.

—¡¿Bien?! —bramó—, ¡dime cómo demonios se supone que esté bien cuando él está muerto!

¿Él?

—¿Alguien está muerto? —preguntó, tratando de acunarla, pero ella seguía peleando por liberarse—. No voy a soltarte hasta que me lo digas, Nat.

Ella gritoneó un poco más, le clavó las uñas en los brazos y finalmente se relajó, aferrándose al suéter de lana del rubio, empapándolo con sus lágrimas.

—Tengo que ir— hipó.

—¿Dónde? —preguntó, calmadamente.

—Nueva York— sorbió por la nariz y sollozó más fuerte.

—Sabes que no es un buen momento para ir a Estados Unidos— se retorció un poco al recordar los malditos Acuerdos de Sokovia.

—Me da igual, iré en un vuelo fantasma —contestó, ambos se pusieron de pie y el pecho de Steve se oprimió al ver los ojos verdes de Natasha enrojecidos por el llanto.

—Cálmate, Nat— le cogió la cara con las manos y enjuagó una lagrima con el pulgar—, debes pensar las cosas muy bien, no puedes arriesgarte a que…

Ella se alejó bruscamente de su contacto.

—No tengo que pensar nada, él haría lo mismo si yo estuviera muerta.

Steve carraspeó, de pronto incomodo por la sola idea de perderla.

—No sé de quién hablas, pero sigo pensando que es muy peligroso…

—Era mi esposo— el rubio se calló de inmediato, sus ojos se llenaron de sorpresa—, se llamaba Matthew.

Ninguno dijo nada durante varios minutos.

—¿Cómo sabes que es verdad? ¿y si solo es una estrategia para que vayas?

—No es ninguna estrategia, Rogers— Steve retrocedió ante el tono frío de la pelirroja, ella nunca lo llamaba de esa manera—. Foggy, el mejor amigo de Matt me llamó, el funeral es pasado mañana, si me doy prisa podré asistir.

Se llevó las manos delgadas a la cara para deshacerse de los últimos rastros de lágrimas, sorbió nuevamente y su mascara de frialdad volvió a adornar sus elegantes facciones.

—Estaré de vuelta pronto— anunció, encaminándose a la salida.

Se dijo que no la dejaría, la última vez que cometió ese error, tardó meses en volver a saber de ella. No sería tan estúpido de nuevo.

—Detente— su voz sonó autoritaria, pero sirvió para que ella lo mirara—, iré contigo.

—Estoy bien, no es necesario…

—Lo es, claramente no te encuentras en condiciones de ir sola— no dejaría que fingiera que el episodio de hacía varios minutos no había pasado—. Entiendo que él era tu esposo, por eso la noticia te afectó, si ya es peligroso ir, lo es más que vayas en este estado.

Natasha abrió la boca para decir algo, Steve se adelantó.

—No hay forma que te deshagas de mí.

La rusa le sonrió con afecto.

—Solo iba a aclararte que Matt era mi ex esposo, firmamos los papeles cuando me escondí en nuestro departamento en Hell's Kitchen después de la Guerra Civil— Steve asintió porque ¿qué más iba a hacer? —. Gracias, Cap.

James se quedó dormido y Steve subió las mantas para arroparlo, lo besó en la frente y repitió la acción con su pequeña Noah, de un año, cerró los ojos para intentar dormir, pero su teléfono vibró, arruinando sus planes, lo levantó para mirar quien era, lo devolvió al ver que se trataba de un mensaje de texto de Bruce.

Volvió a acurrucarse para dormir, todos insistían para que volvieran a Estados Unidos, pero Steve no se sentía listo para dejar Rusia, sabía que no estaba preparado para dejar la tierra que había visto nacer a su esposa y a sus hijos.

Se quedó dormido con el aroma a bebé que emanaban sus pequeños y el recuerdo de los ojos verdes de Natasha.


Thor.

Dejó las pesas en su lugar, se miró en el espejo y sonrió.

Volvía a ser él.

Llevaba ocho meses con los Guardianes, habían pasado ochos meses desde el Juego Final. Se encaminó a la que era su habitación en aquella nave nueva─ y más grande─ que compraron, por un segundo se sintió tentado de llamarlos cuando vio el intercomunicador, pero desechó la idea rápidamente. No sería lo mismo.

Porque cinco no era igual a seis.

Porque sin Natasha nada era lo mismo.

Sacó el pequeño cupcake del fondo de la nevera donde lo había escondido, puso la vela encima, la encendió y se dirigió con cautela hasta la habitación de la rusa. Después de una ardua investigación─ a raíz de la duda─, Thor descubrió la fecha de cumpleaños de la que consideraba su mejor amiga midgardiana, llevaba un tiempo con ellos y siempre se preguntó sobre las celebraciones de la callada y única mujer de su equipo.

Extendió la mano para tocar la puerta, pero se congeló al escuchar un quejido, por un segundo pensó que alguien más se había adelantado y le estaba dando otro tipo de regalo a Natasha─ "Ya sabía que esas miradas del amigo Steve significaban algo" ─, se dio la vuelta para irse, pero otro sonido inundó sus oídos y entendió, por fin, que la rusa estaba teniendo una pesadilla, sin importarle que posiblemente se llevaría un jalón en su hermoso cabello de parte de la mujer, entró a la habitación.

Puso el plato con el cupcake en la mesita de noche y se sentó al borde de la cama.

—Natasha— le tocó el hombro, la mujer siguió revolviéndose—. Nat.

Nada.

—¡Natasha! —susurró con fuerza, atrapando los pálidos brazos con sus manos, ella se incorporó, jadeando y con la frente perlada de sudor—.Calma, ya está, ya terminó.

—Thor— dijo mientras recuperaba la respiración—, ¿qué haces aquí? ¿qué pasó?

—Yo pasaba por aquí y estabas teniendo una pesadilla— le frotó el hombro de forma reconfortante—, ¿quieres hablar de eso?

Natasha negó con la cabeza repetidamente, Thor asintió e hizo amago de levantarse, la fría mano de su compañera se cerró en torno a su muñeca y él se quedó dónde estaba.

—No recuerdo quién era— susurró—, solo sé que no dejaba de rogar para que me detuviera y yo no… yo no lo hice.

Se le llenaron los ojos de lágrimas, el Asgardiano se sorprendió, pero no lo dejó ver, no estaba acostumbrado a que la rusa se mostrara de esa manera, antes que ella pudiera decir nada, Thor la atrajo en un abrazo de oso, apretándola ligeramente y enterrando la nariz en sus risos de fuego.

Se separaron después de un rato.

—Gracias— Natasha sonrió.

Thor le devolvió la sonrisa mientras tomaba el plato con el cupcake, la vela aun estaba encendida.

—Feliz cumpleaños, Nat.

Sus ojos se inundaron de lágrimas, se pasó la mano por la cara para ahuyentarlas y decidió que quería ducharse.

—¿Estás bien? —se giró al escuchar la vocecita de Mantis.

Thor carraspeó.

—Sí, por supuesto.

—Quill dijo que recibió una señal, una especie de pista— informó la joven, entrando a la habitación—. Él y Nebula fueron tras ella, Rocket, Groot y Drax dijeron que irían por provisiones.

El Asgardiano sabía que eso les tomaría un tiempo, se había acostumbrado a la forma quisquillosa con la que elegían los alimentos, casi le recordaban al amigo Anthony.

—Bien— contestó, encaminándose al cuarto de baño—. Tomaré una ducha— le dijo mientras le lanzaba una sonrisa coqueta—, y tu vas a acompañarme.

Mantis sonrió, encantada, quitándose el traje mientras se acercaba a él.


Bruce.

Masticó el bollo lentamente, disfrutando del sabor.

—¿Ya casi? —se giró al oír la voz de Betty.

Bruce sonrió.

—Todavía no, cariño— contestó—, ¿por qué no te vas a la cama?, es bastante tarde— su reloj marcaba las tres a.m.

—No puedo dormir si no estás a mi lado— Betty se inclinó para besarlo, lo tomó de la mano y lo guio a la cocina—. Ya fue suficiente trabajo, puedes terminar más tarde.

—Aún así no tengo sueño.

—Eso se puede arreglar— le guiñó un ojo y, minutos después, le puso una taza de té caliente delante—. Con miel y un poco de leche.

Banner le sonrió afectuosamente, pero una oleada de dolor─ que nada tenía que ver con la temperatura del agua─ le recorrió el cuerpo cuando probó el líquido.

Se estiró con pesadez y siguió removiendo la cuchara dentro de la taza.

"Te duermes porque te duermes, Banner" pensó mientras volvía a su habitación.

—¿Noche difícil? —el pulso se le disparó cuando la voz de Natasha inundó sus oídos.

—¡Jesús, Nat! —se llevó una mano al pecho—, no hagas eso.

La pelirroja encendió la lampara de la mesita junto al sofá, estaba sentada con las piernas recogidas hasta el pecho, la barbilla recargada sobre las rodillas, Bruce reconoció la camiseta de algodón de Clint y los calzoncillos de Thor que ella llevaba puestos.

Sonrió, a Natasha le gustaba tomar prestada la ropa de sus compañeros de equipo y usarla como pijama.

—Tranquilo, no creo que el fortachón quiera hacer acto de presencia —se burló y repitió la pregunta—. ¿Noche difícil?

—Te iba a preguntar lo mismo— respondió Banner.

—Algo así, las pesadillas son más duras que otros días —se encogió de hombros. Bruce asintió, no esperaba una respuesta así, pero agradeció en silencio la confianza.

—¿Sabes? —ella lo miró cuando habló de nuevo—, siempre bebo té cuando no puedo dormir.

Natasha frunció el ceño.

—No me gusta mucho el té.

Bruce soltó una carcajada corta, ella había sonado casi tan diva como Tony.

—Este sí— le hizo una seña para que lo siguiera a la cocina y preparó el mismo té que él bebía—. Para ti, con miel y un poco de leche.

Natasha lo probó con indecisión y abrió los ojos, sorprendida.

—Vaya, esto sabe bien— bebió más del líquido—. ¿Quién te enseñó a prepararlo?

Bruce recordó a Martina, la guapa mujer brasileña que se convirtió en algo más que una compañera de trabajo de la fabrica.

—En Brasil.

Se quedaron en la cocina un rato más hasta que a ambos comenzaron a pesarles los ojos, se encaminaron a sus respectivas habitaciones y, antes que se perdiera en la suya, ella se detuvo.

—Gracias, grandote, por ayudarme a dormir.

Se terminó el té y siguió a su esposa hasta la habitación, se acurrucó junto a ella y sonrió al sentir su calor, pero no podía dejar de pensar en Natasha, le dolía que ella y Visión fuesen los únicos que se habían ido.

Pero más le dolía haberla lastimado.

Ella, además de Betty y Tony, había llegado a aceptar a ambas partes suya, quiso al Hulk destructivo, pero Natasha ya no estaba, no iba a volver y él no tuvo la oportunidad de despedirse.

Lo único que le daba consuelo era que el resto de sus amigos estaban bien, que Betty estaba a su lado y los recuerdos de los buenos momentos que pasaron juntos.


ACLARACIONES.

Esta es como la parte de los chicos, hice Aquí Estoy donde Natasha está para consolar/ayudar a sus compañeros, en esta, ellos recuerdan un momento donde estuvieron para ella.

Tony está vivo y con un brazo de metal como en los fanarts, Clint está con su familia, Steve vive en Rusia con sus hijos, Thor está en el espacio con los Guardianes, lo de Mantis lo saqué de no sé dónde, pero espero que les agrade, solo es una prueba y Bruce vive con Betty.


Entonces qué… ¿Review? ¿No? Ok.

Harry.