Disclaimer: los personajes de Twilight le pertenecen a Stephanie Meyer y esta historia a Nolebucgrl. Yo solo traduzco con su autorización :)


Demándame

Sacudí mi cabeza mientras estacionaba frente a mi oficina. No sé por qué me sorprendía ya. Ser el único abogado en Forks me mantenía ocupado, pero difícilmente con el tipo de casos que había soñado cuando atendí Harvard. Se suponía que debía estar discutiendo los casos frente a una Corte Suprema, el tipo de casos que pasaban a la historia, pero en vez de Brown vs. La Comisión de Ed, obtuve a Cope vs. El Niño que Envenenó sus Preciadas Petunias. Deseaba estar bromeando.

Aflojé mi corbata y me pregunté por millonésima vez desde que volví a este pueblo hace un año por qué me molestaba. Raramente iba a una corte real, y mi clientela no justificaba que usara mis trajes y corbatas Armani, pero me gustaba lucir como un abogado poderoso, incluso si fuera por apariencia. Nadie aquí le importaría si me aparecía en jeans y camisetas mientras que escuchara a sus quejas e hiciera lo que pudiera para mejorar las cosas para ellos.

Tomé el plato de galletas que la Sra. Cope me había dado y me dirigí hacia adentro. El disgusto que había sentido desde que dejé la oficina desapareció cuando vi a mi madre sentada frente al escritorio, sonriéndome feliz mientras cruzaba la puerta. Ella era la razón por la que estaba aquí, y ella valía la pena el haber desistido mis sueños de ser un gran abogado.

—¡Edward! —Se puso de pie y caminó hacia mí. Su cojera a penas se notaba hoy, y solo tartamudeó mi nombre muy poco. Había mejorado tanto con la terapia que era difícil de creer que ella había tenido un ACV hace poco más de un año.

Me relajé en su abrazo, sonriendo ante el familiar aroma a jazmín. Ella había usado ese perfume desde que era un niño, y siempre me hacía sentir a casa.

—¿Cómo fue con la señora Cope? —preguntó mamá, echándose hacia atrás para sonreírme y riéndose ante la expresión en mi rostro—. Así de bien, ¿eh?

—Ella acordó no demandar a la familia Newton si el pequeño Mikey Newton se mantiene lejos de sus flores y promete ayudarla a plantar unas nuevas. —Puse los ojos en blanco—. Él afirma que no sabía que la lejía las mataría, pero todos sabemos que eso no es verdad. Es solo cuestión de tiempo antes de que ese idiota haga algo nuevo. —Mike Newton Junior era una amenaza, al igual que su padre, con quién había ido a la escuela. No era una sorpresa que el niño resultara ser de terror, teniendo a Mike y Jessica como padres.

—Ya se le pasará —me aseguró mi madre, riendo cuando arqueé una ceja—. Con suerte.

—Claro. Newton me ofreció un set de palos de golf de su tienda para hacer que el problema desaparezca. Y la Sra. Cope me pagó con galletas. —Le tendí el plato, y mi madre lo tomó de mis manos con los reflejos más rápidos que he visto demostrar en años. Pero no podía culparla. Las galletas de la señora Cope eran exquisitas.

—Lo valen —coincidió mamá, dejando el plato en su escritorio.

Aunque sea verdad, era bueno que teníamos dinero familiar o hubiéramos tenido que mudarnos de Forks a una ciudad real, donde podía ser pagado con dinero real en vez de trueque. Por cómo íbamos, jamás teníamos que pagar cuando salíamos a cenar, a mamá le hacen el cabello gratis, y la reparación de mi coche estaba cubierta cada vez que tenía algún problema ya que los ayudo con los contratos, el alquiler, y las demandas. Eso era Forks para ti.

—¿Alguna llamada mientras no estuve?

Mamá negó con la cabeza.

—Ninguna llamada, pero si vino un cliente sin reserva.

De acuerdo, eso pasa cada cierto tiempo.

—¿Quién era?

Sonrió.

—Ya lo verás.

¿Qué quiere decir eso?

—Ella está en tu oficina.

Eso era raro. Generalmente, si alguien venía cuando yo no estaba, mamá los mantenía entretenidos en la sala de espera.

—¿Por qué?

—Ella quería ser profesional. —Los ojos verdes de mamá brillaban, y comencé a preocuparme sobre si esto era una trampa. Mamá estaba ansiosa de que sentara cabeza y le diera unos nietos para malcriar. Nuestra pequeña familia no le bastaba. No podía decir que la culpara. Ambos extrañábamos a papá y a Janie.

—¿Quién?

—No estoy segura.

Tomé aire profundo y comencé a moverme para ver quién me esperaba cuando mamá me tomó del brazo.

—¿Edward? Tómala en serio. Por favor.

Eso fue intrigante. Y algo inquietante, si era honesto. Me tomaba todos mis casos en serio, por lo evidenciado al examinar plantas muertas a las siete de la mañana, ya que Mikey Junior debía estar en el colegio a las ocho.

—Lo haré.

Le dediqué a mi mamá una sonrisa reconfortante antes de dirigirme hacia mi oficina. Había tomado el escritorio de mi padre en casa y lo traje aquí, la madera de cerezo brillante siempre me hacía sentir cerca de él. No había estado presente por tres largos años, pero aún se sentía como si fuera ayer cuando había recibido la llamada de que él y mi hermana Jane habían sido asesinados en un accidente de tránsito. Asegurarme que el maldito de James Winters pasara el resto de su patética vida en la cárcel había sido el mejor objetivo de mi vida. Planeaba estar en cada audiencia de libertad condicional que tenga, si llegara a tener una. Pero tenía mis dudas sobre eso. Él era un gran idiota como para comportarse en la prisión.

Echando un vistazo hacia las sillas de mis invitados, noté que no había nadie allí. ¿Se había ido la mujer misteriosa? ¿Cómo había salido sin que mi madre la viera?

De repente, una cabeza se asomó por detrás de mi escritorio y una voz joven chilló:

—¡Oh! ¡Estás aquí!

Decir que estaba sorprendido de que una pequeña niña con cabello rizado se diera vuelta para ubicarse frente a mí sería quedarse corto. Especialmente cuando levantó la vista hacia mí con unos dulces ojos marrones y ofreció su mano.

—Hola. Soy Margaret Ann Swan, pero puedes llamarme Maggie.

Atónito, tomé su pequeña mano en la mía y le di un suave apretón. ¿Cuántos años tenía? ¿Cinco? ¿Dónde estaban sus padres? ¿Swan? ¿Estaba relacionada con el jefe de policía, Charlie Swan? Era posible. Tenía el mismo color de cabello.

Maggie soltó mi mano y estiró su pequeño vestido de flores. La observé tomar aire profundo y entonces asentir hacia mí.

—¿Podemos…? —Sacudió su cabeza—. Lo siento. ¿Tomamos asiento?

Hice todo lo posible para no reírme ante el enojo consigo misma por decir mal las palabras. Tenía curiosidad por saber qué quería esta adorable niña, y le había prometido a mi madre tomarla en serio, pero no pude evitar sonreírle antes de tomar asiento en una de las sillas para los invitados. Por un momento, ella echó un vistazo hacia mi silla detrás del escritorio, y me pregunté si ella iba a tomar esa, pero caminó hacia la que estaba a mi lado y se sentó con elegancia. Era una cosita tan pequeña.

Ojos marrones me observaban, y tomé eso como mi señal para comenzar la reunión.

—¿Qué puedo hacer por usted, señorita Swan?

—¿No necesitas tomar notas? —preguntó, haciendo que luchara para no reírme. Mira a esta niña, diciéndome cómo hacer mi trabajo.

—Tomaré notas luego.

Eso debió ser aceptable para ella, porque dobló sus manos sobre su regazo.

—Me gustaría demandar a mi mami. —Sacudió su cabeza—. ¡Rayos! A mi madre.

Otra vez, su pequeño ceño fruncido al usar la palabra "mami" me hacía querer sonreír, pero estaba preocupado sobre cuál era el problema con su madre. Seguro no estaba buscando emanciparse. Ella era demasiado joven. Esperaba que no fuera algo serio. Tendría que alertar a las autoridades si ese fuera el caso, y Charlie… Nop. Necesitaba saber qué estaba pasando.

—¿Por qué deseas demandar a tu madre? ¿Acaso te lastima? —pregunté, intentando mantener mi voz relajada. Puede que le sea difícil a esta niña contarlo.

—No me deja tener un perrito.

Diablos. Solté el aire y sentí la tensión abandonar mi cuerpo. Gracias a Dios que esta niña no estaba siendo maltratada o algo más terrible, pero, ¿en serio? ¿Un perro?

—Eh, escucha, Maggie… —comencé, inseguro sobre cómo decepcionarla al hacerle saber que no podía demandar a su madre por no dejarle tener un perro, incluso en este pueblo loco.

—Edward —la voz de mi mamá tenía un tono de advertencia mientras entraba a la oficina. Dejó una galleta sobre una servilleta para la pequeña Maggie junto con un vaso de leche. Claramente, había ido a la tienda de al lado para conseguir leche para Maggie.

Claro. Tómalo en serio. No era como si tuviera algo más que hacer, y la niña era adorable, así que no pasaría nada con escucharla.

—Gracias, señorita Esme —dijo Maggie antes te tomar un bocado a su galleta—. Esto está muy rico.

—De nada, cariño. —Mi mamá le dio una sonrisa deslumbrante antes de entrecerrar los ojos en mi dirección.

Asentí, haciéndole saber que su mensaje fue recibido. Ella me sonrió y volvió hacia su escritorio.

—¿Me dirás por qué piensas que puedes demandar a tu madre por no darte un perro? —Estaba algo molesto conmigo mismo por no intentar lo mismo cuando fui un niño. Aunque papá había sido alérgico a todo tipo de pelo.

—Mi papi me prometió que cuando cumpla seis años podía tener un perro. Tenía que ser lo suficientemente grande para cuidar de él. Cumplo seis la semana que viene, así que ya soy lo suficientemente grande —me informó con delicadeza.

Me parecía justo. Había acuerdo verbal del padre, al menos.

—¿Por qué no haces que tu papi te dé uno entonces? ¿Tu mamá le dijo que no? —pregunté.

Tomó un sorbo de su leche, y otra vez me contuve para no sonreír mientras se limpiaba el bigote con su mano izquierda. Debía ser familia de Charlie. Se parecía mucho a él, especialmente con el bigote.

Maggie negó con la cabeza.

—Papi tiene una nueva familia y se mudó lejos. Por lo que nos mudamos aquí con el abuelo.

Pobre niña.

—¿Puedes hacer que tu papi hable con tu mami para que mantenga la promesa? —Mantuve mi voz suave, sin mostrar mi irritación ante este padre desconocido por abandonar a esta dulce niña mientras formaba una familia nueva con otra persona.

Otra negación con la cabeza, lo que hizo que sus pequeños rizos reboten con el movimiento.

—Papi ya no llama. Escuché al abuelo decirle a mami que hablara con un abogado. Así es como supe de ti. Él dijo tu nombre.

Diablos, sí. Esperaba que su madre me contactara. Me encantaría ir tras el padre que abandonó a esta niña adorable. Al fin un trasero para patear en una verdadera corte, y traería algo de alivio a una dulce niña y su madre. Ganábamos todos.

Ahora debía concentrarme en la tarea frente a mí.

—De acuerdo, entonces, ¿tu madre alguna vez acordó regalarte un perro cuando cumplieras seis? —pregunté.

Frunció su nariz.

—Papi dijo que él y mami me regalarían un perro cuando cumpliera seis cuando lo pedí hace dos navidades atrás.

—¿Tu mamá estaba allí cuando dijo eso? ¿Estuvo de acuerdo? —No era como si pudiera obligar a esta mujer a que le regale un perro a su hija, pero quizás podía recordarle de esta conversación y ver si cedía.

—Ella estaba allí, y sonrió.

Bueno, ese es un tipo de acuerdo. Podría girarlo. Quizás.

—Entonces, ¿qué te dijo cuando se lo preguntaste recientemente?

Pequeña Maggie frunció el ceño.

—Ella dijo que esa promesa se hizo hace mucho tiempo y que las cosas habían cambiado desde entonces. Papi no está más con nosotras, y nos acabamos de mudar y que teníamos muchos aj…ajusmentos que hacer, y que no podíamos tener uno ahora.

Eso sonaba razonable para mí, pero tampoco tenía seis años.

—Le dije que ellos me lo prometieron. ¡Una promesa es una promesa! —Su dulce voz se volvió fuerte, y esos enormes ojos marrones de ella brillaron con lágrimas.

Diablos, esas lágrimas me hacían querer prometerle regalarle un perro de inmediato. No podía lidiar con el llanto, especialmente de una niña.

—Está bien. No llores. Hablaré con tu mamá.

—Le dije que no podías romper una promesa y ella dijo "demándame", y se necesita un abogado para eso, así que aquí estoy. ¿Puedes ayudarme a demandarla? ¿Cómo hago eso?

Ayúdame, Dios, esos ojos suplicantes desharían a cualquier hombre con un corazón. Su padre debería ser un bastardo sin corazón para dejarla atrás. Y su madre debe ser más fuerte que yo, porque estaba preparado para darle el mundo con solo unos minutos de haberla conocido.

—Antes de demandar, hay algo que solemos hacer y es que las dos partes hablen entre ellas.

Otra vez frunció su nariz. Era demasiado tierno.

—¿Cómo unas partes pueden hablar?

Claro, Cullen, le estás hablando a una niña de seis años, idiota.

—Partes es otra palabra para decir personas. Hablaba de ti y de tu madre. Necesitamos sentarnos a hablar.

Esperaba que su madre no me matara por meterme en sus asuntos, pero ey, la niña se apareció en mi oficina. Mierda. ¿Cómo pasó eso?

—Eh, Maggie. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Te trajo tu mamá? ¿O tu abuelo?

Negó con la cabeza lentamente. Mierda. Diablos. Esto no puede ser bueno. En absoluto.

—¿Cómo llegaste aquí?

—Me bajé del autobús escolar y tomé el autobús para personas grandes. Y una buena señora me dijo dónde bajarme para caminar hacia tu oficina.

Santo cielo. Quiero decir, esto era Forks, y por suerte nunca habíamos tenido un secuestro infantil, pero cualquier cosa podría haberle pasado. Y su madre debe estar enloqueciendo.

—¿Tienes un teléfono? —Los chicos de estos días tenían teléfonos cada vez más jóvenes, así que quizás…

Sacudió su cabeza.

—¿Cómo se llama tu mami? —Pero, por supuesto, si eran nuevas en la ciudad, pueden que no estén registradas.

—Bella.

—¡Mamá! —grité, preguntándome por cuánto tiempo la niña había estado aquí antes de que llegara a la oficina. Debería estar en clase ahora mismo, así que quizás su madre no sabía todavía que no se encontraba donde debería estar.

Mamá vino a la habitación, sosteniendo su teléfono contra su oído.

—Sí, Charlie. Está perfectamente bien. Voy a hacer que Edward la lleve a casa en unos minutos. Dile a Bella que está en camino. —Terminó la llamada y sacudió su cabeza.

—Cálmate, Edward. Le dije a Charlie dónde estaba ni bien llegó y supe su nombre. Él se ofreció a pasar a buscarla de inmediato, pero le dije que ella quería hablar y que quizás necesitaba ser escuchada por alguien que no fuera familia. Lo llamé recién para hacerle saber que la llevarás a casa pronto. —Mamá sonrió—. Ella me recordó a ti cuando te escapaste a los cuatro años. Te fuiste a lo de los Whitlock, ¿recuerdas?

Solo vagamente, pero asentí de todas formas.

—Necesitabas tu tiempo lejos, así que te dejé. Maggie necesitaba descargarse, ¿no, cariño?

—Necesito demandar. —Sus ojos grandes y marrones se llenaron de lágrimas—. ¿Estoy en problemas?

Mierda. Lágrimas otra vez, no. Tomé unos pañuelos de mi escritorio y me arrodillé frente a ella, secando sus ojos.

—Solo estábamos asustados por ti, cariño. Venir aquí por tu cuenta puede ser peligroso. Solo estamos encantados de que hayas llegado aquí a salvo. —No podía prometerle que no estaría en problemas, pero esperaba que no lo estuviera—. Hablaré con tu madre por ti.

Las lágrimas volvieron a asomarse y se me partió el corazón cuando de repente se aventó hacia mí y lanzó sus brazos alrededor de mi cuello.

—¡Lo siento! No quería asustar a nadie. Solo quería un perrito.

Mierda. Me puse de pie, tomándola en brazos y mirando a mi madre en busca de ayuda, pero ella no fue de ayuda porque tenía sus propias lágrimas en su rostro.

—Shh. Está bien, cariño. Te ayudaré. —Cómo, no lo sabía, pero intentaría convencer a su mamá de no castigarla por saltearse las clases e intentar demandarla. La escuela de abogacía no me había preparado para esta situación.

Sentí sus lágrimas en mi cuello mientras se sorbía la nariz e intentaba controlarse.

—Gracias, señor Edward. Tu mamá dijo que podía llamarte así.

Solté una risita, capaz de entender sus palabras contra mi piel.

—Claro que puedes, señorita Maggie. Ahora, ¿qué tal si dejas que mi mamá te limpie un poco y te llevo a casa?

—Está bien. —Se apartó y me sonrió, y a pesar de que su rostro estuviera rojo del llanto, seguía siendo la niña más adorable que había visto.

Dejé a Maggie sobre sus pies y ella comenzó a dirigirse hacia mi mamá antes de detenerse.

—¡Oh! Me olvidé de pagarte.

Ella corrió hacia mi escritorio y tomó una mochila que no había notado que estaba allí. La abrió y metió una mano adentro, sacando un billete de cinco dólares.

—¿Es suficiente?

Sip. La niña más adorable del mundo.

—No tienes que pagarme, linda.

Sacudió su cabeza y ofreció el billete.

—Tienes que pagarle a un abogado. Lo sé por la televisión.

Reconozco la expresión terca en su rostro. La había visto en el rostro de su abuelo cuando intentaba evitar que me haga una multa por conducir a alta velocidad cuanto tenía diecisiete años. Sabía que no iba a ceder, así que tomé los cinco dólares y lo metí en el bolsillo de mi traje. Se lo daría a su madre a escondidas luego.

—Parece que tienes un abogado, señorita Maggie.

La sonrisa brillante que obtuve en respuesta hizo mi semana.

—Gracias, señor Edward. —Ofreció su mano y le di un apretón suave otra vez.

—Ven conmigo, Maggie. Limpiémoste un poco así puedes estar preparada para tu reunión.

Mordí una sonrisa mientras Maggie tomó la mano de mi mamá y se dirigían hacia el baño. Por una vez, ser abogado en Forks no era tan malo.

Xoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxo

Charlie le había dado la dirección a mi madre, y era justo a una cuadra de la mía. No que algo fuera demasiado lejos en Forks, pero aún así. Señalé mi casa a Maggie, por si acaso decidía demandar a su madre de nuevo. Sería mejor que caminara la única cuadra hacia mi casa que tomar el autobús para trabajar.

Me detuve en la entrada de una casa amarilla de dos pisos, y justo cuando estacioné, la puerta del frente se abrió y una morocha salió corriendo hacia mi coche. Abrió mi puerta trasera y tomó en brazos a Maggie antes que pudiera siquiera apagar el coche.

Se echó hacia atrás y sostuvo el rostro de su hija en sus manos.

—¡Maggie! Cariño, estaba tan asustada cuando tu abuelo me llamó y me dijo que no estabas en la escuela. ¿En qué estabas pensando? —Pero antes que Maggie pudiera responder, la abrazó y mantuvo cerca una vez más.

Estaba contento de que no le estuviera gritando a Maggie. Eso vendrá después, cuando la adrenalina baje.

Bella finalmente soltó a su hija y le quitó el cinturón de seguridad. Sabía que probablemente debería estar en una silla o algo, pero obviamente no tenía una. Sacó a Maggie del coche y le ubicó sobre su cadera antes de concentrarse en mí mientras yo me bajaba de él.

—¡No sé quién eres, pero muchas gracias! Mi padre acaba de decirme que estaba con un amigo suyo y de camino a casa. Gracias por llamarlo. La escuela me llamó contándome que ella no estaba allí, y me hubiera vuelto loca si no sabía que estaba con alguien y a salvo.

Diablos, la mujer era igual a su hija. Cabello largo y castaño, ojos grandes y marrones que mostraban la preocupación, alivio, y felicidad por la que había pasado la última hora más o menos. Una nariz pequeña y adorable, labios carnosos y rosados, y una figura pequeña y delgada que me hacía sentir sobreprotector como con Maggie. Reaccioné ante sus curvas sexys de una manera diferente, pero no podía concentrarme en lo hermosa que era Bella Swan en ese momento. Volveré a ese pensamiento más tarde en la privacidad de mi ducha.

—Mami, este es el señor Edward.

Sonreí y saludé con la mano.

—Es mi abogado —añadió, haciendo que la sonrisa que su madre se borrase de su rostro mientras miraba de un lado al otro entre nosotros. Rayos. Aquí vamos.

—¿Qué quiere decir eso? ¿Por qué necesitas un abogado, cariño?

—Me dijiste que te demande, así que fui y conseguí un abogado. El señor Edward dice que me tienes que dar un perro.

Mierda. Los ojos expresivos de Bella se estrecharon, y todo lo que obtenía de ella ahora era furia.

—¿Eso dijo? —rechistó y decidí detenerla antes que comenzara.

—Eso no es del todo verdad, ¿o no, Maggie?

La pequeña doppelganger en sus brazos se encogió de hombros, lista para lanzarme a la muerte si no arreglaba el asunto.

—Empecemos de nuevo —dije, ofreciendo mi mano hacia su madre—. Mi nombre es Edward Cullen. ¿Y tú eres…?

—Bella Swan. —Una mano suave y cálida se deslizó en la mía por un momento mientras las estrechábamos.

—Es un placer conocerla, Srta. Swan ¿Sería posible ir adentro para discutir unos asuntos? —pregunté. Decidí hacer las cosas algo más formales para evitar que me gritara hasta que escuche toda la historia.

Miró de nuevo hacia su hija y a mí antes de encogerse de hombros y decir:

—Claro, supongo.

—¡Adelante, señor Edward! —Maggie se retorció en los brazos de su madre hasta que la dejó en el suelo. Una vez que estuvo en la acera, corrió hacia mí y me ofreció su mano—. ¡Vamos!

Una pequeña sonrisa se asomó por los labios de Bella antes de borrarla. Maggie me llevó hacia la casa y nos detuvimos una vez adentro. Lucía muy similar a mi casa, aunque esta era mucho más radiante, y tenía juguetes y libros infantiles por toda la sala a la que fui dirigido.

—Este es el mejor lugar para el juicio —decidió Maggie.

—¿Juicio? ¿De qué hablas?

—Mami, tú siéntate aquí. —Maggie señaló al final del sillón—. Y yo me siento aquí del otro lado. Señor Edward, puede comenzar.

No pude contener mi risa ante la expresión perpleja en el rostro de Bella, junto con una llena de emoción en su pequeña doble. Ambas me miraban mientras por fin soltaba toda la diversión que había mantenido adentro desde que descubrí a la pequeña pícara en mi oficina.

—Lo siento —les dije a las dos una vez que recuperé el control—. ¿Está bien si me siento en esta silla? —le pregunté a Maggie, señalando a la mecedora del otro lado del sillón.

—Señor Edward, ¡se supone que tiene que estar de pie y emitir el caso! —señaló, fulminándome con la mirada como su madre había hecho antes.

—Sí, pero no estamos en un juicio ahora, cielo. Esto es una reunión, estamos intentando llegar a un acuerdo sin tener que ir a juicio. Esos llevan meses y a veces años.

Sus ojos se ensancharon y soltó un jadeo.

—¿Años? ¡No quiero esperar años!

—Sé que no. Es por eso que necesitamos hablar con tu mamá e intentar llegar a un acuerdo.

—Acuerdo, mi trasero —murmuró Bella Swan.

Escondí mi sonrisa, sabiendo que le hubiera gustado usar una palabra mucho más fuerte.

—Ahora, Maggie, eres mi cliente. ¿Está bien si comienzo esta reunión y le cuento a tu madre sobre nuestra discusión?

—Okey. —Se hizo hacia atrás en el sillón y me miró expectante.

La mirada de su madre no era tan abierta o confiada, pero al menos parecía estar escuchando.

—Srta. Swan, llegué a mi oficina y encontré a su hija esperándome. Ella me dijo que necesitaba demandar a su madre y me explicó que hace dos años, cuando tenía cuatro, su padre le hizo la promesa de que cuando cumpliera seis, sería lo suficientemente grande y responsable como para cuidar de un perro. Ella indica que estaba allí en el momento de dicha promesa y estuvo de acuerdo con su padre. ¿Es correcto eso?

No sabía qué era, pero disfrutaba perversamente al ver el temperamento a punto de estallar en los ojos de Bella.

—Sí, abogado —dijo sarcásticamente.

—Esto puede ser interpretado como consentimiento de su parte, ya que en su momento no se negó.

La Srta. Swan bufó y se cruzó de brazos.

—Las cosas cambiaron.

Asentí.

—Le expliqué eso mismo a su hija, pero viendo que no sé mucho sobre eso, no fui capaz de hacerla cambiar de parecer respecto a la demanda.

Bella cerró sus ojos y masajeó sus sienes, y me sentí un poco mal por colocarme el sombrero de abogado por Maggie. Me llené de inspiración cuando vi algunos crayones y papeles en la mesa.

—Maggie, me olvidé de imprimir un contrato. ¿Eres buena escribiendo y dibujando?

Una sonrisa adornó su pequeño y adorable rostro, y asintió enfáticamente.

—¡Lo soy, señor Edward!

—Sabía que lo eras. ¿Puedes hacerme un favor? Mientras tu mamá y yo hablamos, ¿puedes ir a tu cuarto y escribir un contrato diciendo que soy tu abogado? Y si no eres capaz de escribir, ¿puedes dibujar a un perro? ¿Así todo es oficial?

—¡Puedo hacer eso! —Pegó un salto afuera del sofá, tomó sus crayones y salió corriendo del cuarto.

Su madre soltó una pequeña risa.

—Eres bueno con ella. ¿Tienes hijos?

—No. Soy soltero. Pero ella es muy agradable. Vaya niña que tienes allí.

—Sí. —La observé encorvar sus hombros—. No es que no quiera que tenga un perro. Estamos rentando la casa, y no permiten mascotas aquí.

Bueno, si eso era todo…

—¿Quién es tu casero? ¿Eric Yorkie? —pregunté, porque él era propietario de muchas casas en la zona. Había ido a la escuela con ese idiota, y sabía muy bien que le haría alterar su contrato si ella así lo quería.

—Sí… ¿Cómo lo sabes? —preguntó.

—Lo conozco bien. Si ese es el único motivo, puedo encargarme de eso, te lo prometo.

Suspiró.

—Ese es el más grande.

Ah. Por supuesto que había más.

—¿Qué más hay? —Odiaba verla triste. Una mujer así de hermosa jamás debería estar triste.

—Su padre y yo jamás nos casamos ni nada. Nos separamos mucho antes que ella naciera, y cuando él le hizo esa promesa, el perro iba a vivir en su casa. Siempre le estaba prometiendo cosas a Maggie para jamás cumplirlas.

Imbécil.

—Maggie puede que haya mencionado haber escuchado a Charlie decirte que me contactes por la manutención. ¿Te está dando algo para ella?

Se encogió de hombros.

—No en más de un año. Sé que debería hacerle juicio por el dinero, pero sinceramente no sé si vale la pena. Jamás fuimos a la corte. Solo me daba dinero para las cosas que necesitaba, hasta que conoció a su nueva esposa.

Ella ni siquiera intentó ocultar la amargura en su tono, y no podía culparla.

—No entiendo cómo un padre podría abandonar a su hijo así, especialmente una niña tan dulce como Maggie.

Eso la hizo sonreír nuevamente.

—Ella es increíble. Y quiero darle todo lo que quiera, pero no sé si puedo criarla a ella y a un cachorro. Ya de por si es una niña difícil, como has visto. No puedo creer que se haya tomado un autobús en busca de un abogado.

Me reí.

—Para ser justos, solo tuvo que sentarse por una parada antes de encontrarme, pero sí, mejor ten cuidado con lo que le dices.

—Supongo. Todavía no puedo comprender que haya ido a buscarte.

Eso me hizo recordar. Saqué los cinco dólares de mi bolsillo y me puse de pie para entregárselo.

—Eso es lo que me dio ella. Insistió en que lo aceptara, y esperaba que se lo devuelvas de alguna manera.

Sus dedos rozaron los míos y un pequeño cosquilleo recorrió mi cuerpo.

—Es muy dulce de tu parte, pero deberías obtener algo por tu tiempo.

Me reí y negué con la cabeza, sentándome a su lado porque quería estar cerca de ella.

—Créeme, el estar alrededor de Maggie fue suficiente pago. Además, mi cliente anterior me pagó con galletas, así que Maggie está pagando de más.

Bella se rio conmigo y, diablos, sino tenía una hermosa risa. Amaba la forma en que sus ojos se iluminaban.

—Bueno, no sé qué pueden ser mejor que las galletas, pero quizás puedas venir a cenar esta noche. Hago una lasaña exquisita. Es lo menos que puedo hacer para agradecerte de que hayas cuidado a Maggie hoy. —Se mordió el labio y se sonrojó un poco mientras esperaba mi respuesta.

—Me encantaría venir a cenar esta noche. Y eso sería pago suficiente.

Estaba emocionado de pasar más tiempo con esas dos bellezas. Y si me salía con la mía, sería algo más que una cena. Quería conocer más sobre Bella y Maggie Swan. Pero antes de adelantarme, necesitaba hacer lo mejor para mi cliente.

—Entiendo por qué no quieres un cachorro corriendo por aquí, haciendo desastres junto con una niña de seis años. A veces ayudo a un refugio, y sé que tienen demasiados perros adultos esperando tener un hogar. Incluso tienen un programa de préstamo en el cual puedes llevarte un perro a casa por unos días y así ver cómo se llevan.

—Pero, ¿y si Maggie se apega y yo no, y…?

—Te digo una cosa. Le preguntaré a Rose, la encargada del refugio, cuál te recomienda, y lo tomaré prestado por unos días. Vivo a la vuelta de la esquina. Tú y Maggie pueden ver cómo se llevan con el perro, y si funciona, genial. Si no, ya es hora de que me consiga un perro de todas formas. ¿Qué tal ese compromiso?

Honestamente, ahora que mamá había mejorado mucho, era buen momento para considerar tener un amigo peludo. Podía llevarlo a la oficina.

—¿Harías eso? —preguntó, sonriéndome.

—Por supuesto. Tengo que mantener a mi cliente feliz. Y mantener mi reputación en Yelp.

Bella estalló en risas.

—Bueno, tu cliente es un poco joven para dejarte una reseña en Yelp, pero apuesto a que su recomendación en la escuela primaria te sumará algunos clientes nuevos.

Que Dios me ayude.

—No sé si estoy dispuesto a demandar por juguetes robados o alguien pegando chicle en el cabello de otro, pero si Maggie me manda a alguien, me aseguraré de hacer lo posible.

—Es tierno que hayas tomado su caso. —Bella rio—. Y estoy dispuesta a probar lo del perro, si quieres, pero no podemos contárselo y que se llene de esperanzas.

—¿Qué tal si le decimos que revisaremos su petición en unas semanas, después que haya cumplido oficialmente seis años y que haya cumplido su condena por haber faltado a la escuela y haber preocupado a su madre? —sugerí tentativamente, no quería decidir algún castigo para Maggie. No era mi lugar, aunque esperaba que algún día pueda serlo, después de conocer a su madre mejor.

—Eso me gustaría. —Bella tomó mi mano y volví a sentir un pequeño escalofrío. Por cómo sonreía, me preguntaba si estaba sintiendo lo mismo.

—¡Señor Edward! —Bella apartó su mano de la mía cuando su hija volvió a la habitación, que orgullosamente mostraba su hoja—. ¡Aquí está el contrato!

Sonreí y solté una risita ante sus letras grandes e infantiles. Ella había escrito su nombre, la palabra "Mamá", el número seis, y dibujó una rama que tenía cabello rojo y marrón.

—¿Ese soy yo?

—¡Sí! No sabía cómo escribir tu nombre, así que te dibujé. ¿Está bien? —Me observó nerviosa.

—¡Es increíble! De acuerdo, las buenas noticias es que tu mamá y yo llegamos a un compromiso.

—¿Qué es un compriso? —preguntó.

Eché un vistazo a Bella, que se contenía la risa.

—Un compromiso es cuando las dos se ponen de acuerdo en algunos cambios.

—¿Qué cambios? —Maggie se cruzó de brazos—. Quiero a mi perrito.

—Y tu mamá va a considerarlo, después que cumplas seis años.

—Y un par de semanas después de eso porque te comportaste mal al subirte en un autobús para grandes sin pedir permiso —añadió su mamá en ese tono que todas las madres usaban cuando sus hijos las hacían enojar. Mi mamá era experta en ello. Me alegraba no haberlo escuchado en un tiempo.

—¿Estoy en problemas? —preguntó, esos ojos hermosos se llenaron de lágrimas mientras se giraba hacia mí con su labio inferior temblando.

¡Oh, mierda! Miré a Bella en pánico, y ella rio.

—No estás en muchos problemas, pero necesitas saber que lo que hiciste fue algo malo, y me asustó. Sin mencionar que hirió mis sentimientos que hayas ido en busca de un abogado para demandarme en vez de hablar conmigo.

—¡Intenté hablar contigo, y me dijiste que te demandara, así que lo hice!

Oh, oh. Ambas tenían miradas llenas de furia ahora. Era momento de aplacar la situación.

—Maggie y yo charlamos, y le mostré dónde vivo, a la vuelta de la esquina. Ella sabe que la próxima vez que necesite un abogado, tiene que preguntarte si puede hablar conmigo, y yo puedo venir a buscarla o puedes llevarla a mi casa. ¿Cierto, Maggie?

Ella asintió.

—Pero ella siempre debe hablar contigo primero y solo irme a ver como última opción. No puedes llamarme por peleas por la ropa o por no recoger los juguetes. Solo cosas importantes como un perro.

Maggie se carcajeó.

—Está bien, señor Edward.

—De acuerdo, ¿quizás podríamos firmar el contrato? Este dice que acordamos volver a discutir la idea del perro en tres semanas. Tu abogado necesita hablar con la persona que es dueña de la casa y hacer que les permita tener un perro primero. ¿Okey?

Ambas asintieron. Maggie firmó su nombre con su letra gigante antes de tenderle el crayón azul a su madre, y a mí uno verde. Coloqué mi firma debajo de la de ellas, y me gustó cómo nuestros nombres se veían juntos.

—Voy a llevar esto a mi oficina y lo archivaré. Así es oficial. —Iba a ser encuadrado y colgado en mi pared, pero ese era un buen lugar para archivar.

—¡Gracias, señor Edward! ¿Vendrás a conocer a mi perrito cuando tenga uno?

Intercambié una sonrisa con su madre mientras Maggie me abrazaba.

—Claro que sí.

Sonrió y me soltó, anunciando que iba hacer un dibujo para su futuro cachorro. Nos reímos mientras ella salía del cuarto.

—Déjame acompañarte a la puerta. —Bella me dirigió hacia mi coche, dándome un beso en la mejilla—. Gracias por ser tan increíble con ella y por traérmela de vuelta.

—Cuándo sea. Lo dije en serio. Mi puerta está siempre abierta para las dos.

—La nuestra también. Solemos comer temprano aquí. ¿Puedes venir a las cinco?

Había una buena razón para estar agradecido de no ser un abogado de ciudad.

—Definitivamente.

—Te veré entonces. —Me dio otro beso en la mejilla.

Me subí al coche, sonriendo mientras me alejaba de la entrada. Iba tarde a mi reunión con el Sr. Green para explicarle por qué no podía demandar al Sr. Drysdale por chocar de pie contra su buzón mientras escribía en su teléfono.

Sí, ser un abogado en Forks era bastante bueno después de todo.


Mil gracias a Nolebucgrl por dejarme traducir este OS. Pronto será extendido a fanfic, así que demostrémosle que queremos más :)

¡Gracias por leer!