Como se hacen las cosas

Disclaimer: Todo pertenece a Suzzanne Collins.

Esta historia participa en el reto Día del espectador del foro Hasta el final de la pradera.

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Lucila Treverton no deja de repetir su nombre. La llama para que suba al escenario. Es la escolta del distrito 9 y ella ha salido cosechada para los juegos del hambre. Está aterrorizada. A su alrededor las niñas comienzan a apartarse para dejarle paso, pero ella no quiere pasar. Solo quiere huir y gritar. El terror la tiene totalmente paralizada, así que no puede salir corriendo ni avanzar hacia la insistente voz de Lucila, pero sí que puede gritar.

Grita hasta que ya no puede más, hasta que se da cuenta de que no está en el distrito nueve, sino en su casa, en El Capitolio, donde ha nacido y donde ha vivido siempre. Ella no irá a los juegos del hambre. Se siente mucho más tranquila y se vuelve a dormir. Tiene que estar descansada para ir a ver la cosecha. Le hace ilusión, o al menos antes le hacía. Ahora no puede evitar un escalofrío. Debe de ser por la pesadilla que acaba de tener.

A la mañana siguiente ya se le ha olvidado todo. Vuelve locos a sus padres cambiando hasta en cuatro ocasiones de opinión sobre lo que va a ponerse para ver la cosecha y por poco si llega tarde al lugar donde Licinia y Davinia ya la están esperando. Las saluda con efusividad y las tres se dirigen a casa de Plotinia, donde verán la cosecha todas juntas.

Al llegar, saludan a los padres de su amiga y pasan directamente al dormitorio de ella. Están expectantes. Aún no tienen edad para apostar oficialmente, pero siempre hacen pequeñas apuestas entre ellas. Plotinia siempre le va a la chica del dos, mientras que Davinia prefiere a los tributos del uno. Licinia apuesta invariablemente por el chico más fuerte de la edición, sea de donde sea y Lavinia suele escoger a alguien no profesional porque dice que apostar por los profesionales es aburrido. El año pasado apostó por una chica del nueve que quedó en tercera posición. La chica del uno de Davinia fue quien ganó los juegos.

Se acurrucan juntas en la cama y Plotinia enciende el televisor. Lavinia se prepara para sumergirse en el ritual de cada año de observar y analizar a los tributos. Le encanta ver las cosechas y hacer suposiciones sobre los chicos que van saliendo. A veces acierta, otras no y otras no llegará a saberlo nunca. Es muy divertido.

No obstante, ese año no es igual. Ese año no deja de pensar en su pesadilla, en el miedo que sintió. Se pregunta si esos chicos tienen el mismo miedo. Claramente puede ver que sí en las caras de algunos de ellos. Empieza a sentirse asustada ella también, a pesar de saber que no corre ningún peligro. Cuando llega la cosecha del distrito nueve casi espera que Lucila Treverton pronuncie su nombre, pero claro está, eso no pasa. La elegida es una niña de su edad. Se llama Linette y es muy poquita cosa, delgada y bajita.

–Esa es carne de cornucopia –comenta Plotinia con desinterés.

Por alguna razón, a Lavinia le ofende ese comentario, como si su amiga la hubiera insultado a ella o algo así. Se pregunta qué dirían si ella estuviera en el lugar de Linette. Seguramente algo parecido. Ella siempre ha sido la más baja de su clase y es muy delgada, a pesar de comer más que cualquiera de sus amigas. Seguramente ella sería carne de cornucopia también.

–Yo le apuesto a ella –dice.

Sus amigas se ríen, pensando que simplemente está siendo sarcástica, pero Lavinia repite su afirmación en un tono tan serio que las tres se dan cuenta de que no se trata de una broma.

–Estás loca –dice Licinia.

–Vas a perder –sentencia Davinia.

Lavinia no dice nada. Tampoco es capaz de disfrutar el resto de las cosechas ni la conversación que viene después analizando a cada uno de los tributos. Se marcha a casa temprano con una excusa. Sus amigas la miran raro, pero no le hacen preguntas. Llevan notándola extraña todo el día.

De camino a casa no hace más que pensar en los juegos, aunque no en el modo en que solía pensar en ellos antes. De repente le parecen algo horrible, siniestro, macabro. Se pregunta cómo será vivir en los distritos y levantarte una vez al año con el miedo de que podrías salir cosechado. Se imagina en una Arena, rodeada de un montón de chicos más grandes y fuertes que ella dispuestos a matarla. Le parece algo bárbaro, algo sacado de una película de terror.

Intenta hablar del tema con sus padres, pero ambos la cortan enseguida.

–Tiene que ser así, cariño.

–Esos chicos no son como nosotros. No pienses en ellos.

–Si ellos pudieran, nos harían lo mismo.

–Anda, vete a dormir y no le des más vueltas.

En otras circunstancias, Lavinia se habría quejado porque la mandaran a la cama cuando ni siquiera ha cenado, pero tiene muchas cosas en qué pensar.

Así que piensa. Piensa y piensa toda la noche. Apenas puede dormir, pero no encuentra respuestas a sus preguntas. Sus padres han dicho que las cosas tienen que ser así, pero ¿ de verdad no hay otra manera de hacer las cosas? Llega a preguntarse si acaso ella no será tonta por no comprender lo que a todos los demás les parece tan evidente. Finalmente, con este último pensamiento se queda dormida.

La tarde siguiente van a ver el desfile al círculo presidencial. No las han dejado ir solas y el hermano mayor de Davinia, Virgilius, ha tenido que hacerles de niñera. No parece muy contento con el asunto, pero las deja en paz para que comenten sus cosas. Lavinia consulta sus dudas con sus amigas. Ellas la miran con más extrañeza que cuando apostó por Linette. Ellas piensan igual que sus padres.

El desfile empieza y Lavinia observa con desagrado los relucientes trajes de los tributos. Otros años adoraba mirarlos, pero ahora le parecen ridículos, humillantes. Se fija en las expresiones incómodas de algunos de ellos y se siente mal, como si quisiera decirles que lo siente aunque no sea culpa suya.

Virgilius le pone una mano en el hombro. Ella lo mira con sorpresa. El hermano de su amiga nunca se ha mostrado cercano con ellas.

–es asqueroso –susurra.

Lavinia asiente sin saber qué decir. Luego, pasado un rato, añade.

–Mis padres dicen que las cosas tienen que ser así.

–¿Y tú que crees?

–Creo que debería haber otra manera de hacer las cosas.

–Yo también.

Linette muere en el baño de sangre. Es la primera víctima de los juegos. Lavinia lo ve en la televisión de Plotinia y llora. Ninguna de sus amigas entiende por qué. Esa noche les dice a sus amigas que tiene que volver a casa y a sus padres que se quedará a dormir con sus amigas. Virgilius la lleva a conocer a sus amigos, esos que luchan porque haya otra manera de hacer las cosas.