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Ranma ½ es una obra cuyos derechos pertenece a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro.

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Muchas veces nuestros caminos son destinados hacia un rumbo equivocado, creemos hacer lo correcto pero estamos muy alejados de aquello. En aquel día el fenómeno de la luna roja invadió el oscuro cielo, sus rayos eran como baños de sangre reflejantes en las aguas agitadas, los habitantes temerosos del orgullo de la Luna se ocultaban en silencio tras la luz del fuego de sus velas, más en una humilde cabaña más alejada de las zonas pobladas una mujer lanzaba sonoros gritos de dolor, gotas de sudor caían por su barbilla mientras apretaba sus hermosos ojos, tensado cada musculo de su rostro.

—Siga pujando señora —aconsejaba la anciana oculta entre medio de las piernas de la mujer, quien se aferraba a las sabanas rechinando los dientes.

— ¡Tú puedes amor! —animosas palabras salieron de los labios de su amado, escuchando sus agitadas respiraciones.

Un chillido diferente estaño, al igual que el cielo en su fase culminante.

— ¡Es una niña! —tomo a la pequeña criatura en una vieja sabana limpiando como pudo los fluidos que la cubrían.

—Déjeme verla —se acercó el patriarca, su voz tembló al igual que sus manos ante el débil bebe—. Mira que pequeña eres —toco su mano con tan solo uno de sus dedos sintiendo su suave piel. Le dedico una feliz sonrisa viéndola a los ojos, la mejor y última que pudo brindarle.

El eco de un cuerpo cayendo alarmo a la anciana—No —se llevó sus marchitas manos a sus labios.

En el pecho del Soun Tendo lloraba aquella que sería llamada Akane, el escarlata que había adornado a la Luna aquel día, aquel que había marcado su destino y que siempre estaría marcado en su iris. Justo en aquella conexión de padre e hija sus cafés ojos se tornaron rojizos, como la luna que la vio nacer, como aquel que le había permitido vivir.

— ¿Qué- que sucede? —susurro la débil mujer ladeando la cabeza viendo aquella escena.

Los agudos gritos de su pequeña retumbaban en sus oídos mientras la anciana sin verla a los ojos la envolvía en una manta.

—Ella tiene que morir.

—N-no, no, no. Deme a mi bebe —trataba de levantarse pero su débil cuerpo no respondía—. ¿Qué le sucedió a Soun? —se arrastró a él tratando de despertarlo.

— ¡Esta muerto! ¡No lo entiendes! La maldición de Luna cayó sobre tu hija.

— ¡No sabe lo que dice! —gruño levantándose— ¡Largase ya!

—No puedo dejar que vivan en la aldea, muere o…

Aquella que había sido madre por cuarta vez tomo el coraje para arrebatarle a su hija— Váyase ahora mismo de mi casa. Ella es mi hija, mi Akane y lo que Luna me dio jamás será una maldición.

— ¿No lo entiendes? ¡Mira sus ojos! Mato a tu marido, le robo la energía de su cuerpo hasta hacerlo desfallecer y lo hará con cada uno de nosotros.

Noriko Tendo mecía con dulzura a la pequeña Akane apaciguando su llanto cuando la vio a los ojos, esos grandes ojos escarlata cristalizados por el llanto, rodeado de sus espesas pestañas.

—Ella no le hará daño a nadie.

—Serás culpable de la caída del pueblo. Yo misma me haré cargo de su exilio, ni tus otras tres hijas tendrán lugar en nuestra aldea —sentencio saliendo de la cabaña. La Luna desde lo más alto destellando su rojizos rayos la siguió hasta la protección que le daba la luz de las velas.

—Luna por favor, lleva contigo a Soun, donde siempre estará vigilándonos. En tu enjoyado cielo —salió al umbral de la puerta con la bebe en brazos dirigiendo su vista al cielo.

—Kasumi, Nabiki, Ukyo, vengan a conocer a su nueva hermana —tímidas ante los gritos salieron juntas acercándose. Akane cerró sus ojos cansados de sus pocos minutos en la tierra.

—Mamá, ¿Papá ya no estará con nosotras? —pregunto la pequeña Nabiki, quien no despega la vista del aun sonrojado rostro de la bebe, con dulzura su madre acaricio su cabello.

—No hijas, pero él esta… él ahora está mucho mejor.

— ¿Él se fue por ella? —cuestiono Ukyo.

Con su mano derecha acunando a Akane, y la izquierda libre abrazo a las tres niñas.

—La anciana Cologne dijo de sus ojos…

—Ella no sabe nada… —dijo frunciendo el ceño sin embargo inmediatamente suavizo su expresión—. Ahora debemos cuidarnos todas. Y papá estará protegiéndonos igual.

Noriko se fundió en un abrazo tratando de ocultar su llanto, debía ser fuerte ahora más que nunca.

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Asomándose frente al ventanal de la oculta cabaña cubierta de maleza, estaba la joven Akane recibiendo un baño de sol matinal apreciando el hermoso jardín que por años había cuidado.

—Hola —saludo gentilmente al pajarillo que se posaba frente a la ventana. El pequeño animal la miro a los ojos cantando para luego sacudir sus alas y volar.

Akane sonrió siguiéndolo con la mirada pensando en la libertad que gozaba. Se adentró de nuevo a su hogar tomando la capa que colgaba en el perchero, tomo una canasta y salió por la vieja puerta de madera.

Los rayos de sol rápidamente la calentaron y se puso la capucha cubriendo su blanca tez, que por más que los rayos solares calentaban no bronceaban su piel. Salió de los límites de su jardín adentrándose al bosque caminando sin miedo ante la soledad que reinaba. Más allá un gran árbol de manzano crecía con el cual cada mañana Akane degustaba de su dulce fruto.

El relajante sonido de un riachuelo cercano y el cantar de las aves era algo que disfrutaba cada mañana, las pequeñas pisadas de la fauna la hacían sentir acompañada, sin embargo, el crujido de unas ramas no fue el habitual.

Tomo con más fuerza la canasta y entre arbustos silenciosa se acercaba a las pisadas que escuchaba.

—Adelante hay un riachuelo, atraparemos al venado allí —una voz ronca y tosca le ordeno a su compañero con sus escopetas en mano.

Akane siguió sus pasos de cerca sin ser vista, pronto sintió la presencia de aquella hermosa criatura.

— ¡Largo de aquí! —con el primer movimiento el animal huyo, aunque aquel sonoro grito no fue para él, sino para el par de individuos.

El eco de una bala resonó en el bosque haciendo que las aves despegaran a los cielos.

— ¿Qué rayos? —bramo molesto al ver huir a su presa.

—No quiero volver a repetirlo no son bienvenidos aquí. Largo —su voz era firme y clara.

—Vaya que valiente saliste ¿qué tal si nos negamos? —el segundo hombre salió de su escondite apuntando su arma hacia ella. Pero Akane seguía firme con la frente en alto, cubriéndose de un aura misteriosa por su capucha, más su menudo cuerpo era evidente.

Apretó la mandíbula llena de furia, su vida en el bosque había sido demasiado larga para su pesar, por años cazadores venían a perturbar la paz, por lo que se prometió a si misma ser su protectora.

— ¿Te comió la lengua el venado?

—No repetiré…

—Ah que orgullosa. Oye tal vez podamos llevar una mejor presa —dijo burlón a su compañero quien asintió con la misma sonrisa prepotente, ahora la escopeta llegaba a centímetros de su rostro, más Akane no se inmutaba.

—Ja —soltó Akane una fingida risa atrapada en su garganta, sonriendo de medio lado—. Los hombres se creen tan valientes —bajo un poco la cabeza ensombreciendo su frente.

La miraron extrañados pensando que era su rendición, no obstante Akane levanto la mirada, una mirada que si fuera posible quemaría el alma de cualquiera.

—Su-sus ojos —tartamudeo uno—. Es… es la bruja…

El hombre que le apuntaba con el arma comenzó a temblar, mas no tardo en posicionar su dedo en el gatillo.

—No es un juguete, ni tampoco las criaturas de este bosque —sentencio, y justo en el momento en que el dedo índice presionaría el detonador el arma salió lanzada a unos metros. Akane había golpeado con su mano izquierda la punta, mientras que con la otra impacto el pecho del hombre haciéndolo caer de dolor.

—Largo. Y llévate a tu amigo —amenazo al otro hombre que cada vez retrocedía más hasta caer de espaldas.

Horas más tardes la bulla del pueblo era la historia de dos cazadores atacados por un extraño ser.

—Esa… esa mujer, no era humana —su voz temblaba al recordar su mirada atravesando cada fibra de su mente, tomando otro trago de su tarro de cerveza.

— ¡Muéstrale lo que te hizo! —hablo alarmado su compañero. Rápidamente el hombre subió su camisa, descubriendo todo su pecho y estómago, justo donde un enorme hematoma se formaba causando el asombro de todos.

—No conozco a nadie con la suficiente fuerza para hacer algo así, ni siquiera el viejo Toshi —hablaban aun sin creer en lo sucedido.

—No sentí dolor. Fue como si todo mi energía y fortaleza fueran tomadas —llevo sus dedos a la herida perdido en sus pensamientos.

—Es un milagro que hayan sobrevivido, después de todo muchos no han corrido con esa suerte—por todo el local las voces se mezclaron exaltadas ante las situación recientes.

Atrás de aquella multitud una voluptuosa mujer tomaba a trago limpio su vaso de sake, con una sonrisa ladina.

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Continuara…