La alarma de su celular comenzó a sonar por su habitación. Abrió despacio sus ojos avellana para poderse acostumbrar a los rayos del sol que entraban por la ventana principal de la habitación. Estiró sus extremidades dentro de las sábanas, cuando sus manos pasaron por el lugar vacío, se dio la media vuelta para observar el sitio que ocupaba su amada pero debido a todo el desastre desatado en el mundo, se tuvieron que separar momentáneamente.

Se levantó de la cama para dirigirse a la cocina y poder preparar el desayuno. Cuando se acercó a la puerta del refrigerador, apreció durante unos segundos las fotos: Entre estás se encontraban de Ichigo y Rukia en su primera cita, la vez que él le propuso matrimonio a ella y la más importante, una fotografía de la familia completa. De bajo de ésta última tenía una nota de su esposa, la cual decía lo siguiente:

Trata de hacer los almuerzos lo más balanceado posible, hagan ejercicio y ayuda a Aiko con sus tareas. No sean perezosos, los estaré vigilando. Siempre pensaré en ustedes, Rukia.

No paraba de leer aquella nota desde su ausencia, cada vez que la leía, sentía como si pudiera escucharla dentro de su cabeza y ver sus exageradas gesticulaciones mientras se lo decía. Cada noche antes de irse a dormir le pedía al cielo que no la separara de su lado.

Rebanó la fruta, colocó los panes en la tostadora y puso la leche a calentar, tratando de no hacer tanto ruido y no despertar a sus hijos antes de tiempo. De manera inconsciente, recuerdos de ellos dos venían a su mente y gozaba de cada instante para revivirlos.

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—¿Seguro qué debe de ir así? En el instructivo decía…

Ichigo se encontraba acostado en el piso para poder mirar la estructura del sitio, supuestamente.

—Yo sé lo que hago — contestó molesto mientras trataba de arreglar el triturador de comida del fregadero. Se suponía que esa era una de sus responsabilidades como esposo pero lo estaba haciendo fatal —. ¡Maldita sea!

Rukia se sobresaltó al escuchar a su marido tan molesto, trataba de ayudarlo pero él llegaba a ser igual de obstinado que ella. Se acercó lo suficiente para poderse hincar a lado del chico, colocó una de sus manos en su abdomen y la otra en el abdomen del varón, tal vez no era el momento indicado para decírselo pero tenía las emociones a flor de piel.

—Ichigo. — lo llamó tranquilamente.

—Ya sé, ya sé. Debí de leer el instructivo antes pero… — decía con toda su atención en la tubería — Está bien, ya dilo. Tenías razón. — continuó mientras se iba reincorporando del piso, en su rostro se reflejaba su abatimiento.

—Yo y tu hijo te apoyaremos. — contestó Rukia viendo a Ichigo directamente a los ojos.

¿Había escuchado bien? ¿Su esposa le anunciaba que estaba embarazada?

Pasaron unos segundos hasta que él pudo reaccionar, intercaló su mirada entre el vientre de la chica y sus hermosos ojos los cuales comenzaban a humedecerse.

—E-estas~

—Seremos padres. — anunció Rukia conmovida.

Sin esperar más, Ichigo se abalanzó hacia ella para poder abrazarla y besarla sin detenerse. Ambos llenaron la habitación con sus risas. Desde ese momento, él no paraba de acariciar el vientre, todavía plano, de la fémina pero el simple hecho de imaginar cómo dentro de ella se hallaba a su futura hijo o hija, lo entusiasmaba demasiado.

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El varón estaba demasiado sumido en sus pensamientos, por lo tanto ignoró la dulce voz de su hija mayor llamándolo.

—Papi, tierra llamando a papi~ — canturreaba la pequeña de cabellos anaranjados — ¡Papá! — gritó molesta al no obtener la atención que deseaba.

El nombrado salió inmediatamente de su ensimismamiento y centró toda su atención en su hija. Debía de admitir que los gritos de hija eran igual de fuertes como los de su madre.

—Perdón Aiko ¿Qué necesitas? — preguntó apenado.

—Tu celular no ha parado de sonar, lo tuve que tapar con tu almohada para evitar despertar a mi hermanito.

Al oír las palabras de su hija, fue corriendo a su habitación donde se encontraba su celular, sólo dos personas podían llamarlo a esa hora: su esposa o el hospital donde ella se encontraba trabajando. Desde siempre se había sentido orgulloso de la profesión de su esposa, una doctora. En el momento que la presentó con su familia la adoraron, especialmente su padre quién no se cansaba de decirle sobre la decisión tan certera que había tomado.

Llegó a su habitación, buscó su celular pero no lograba hallarlo. Desesperado le gritó a su hija, esperando que le dijera dónde lo había puesto pero está acción tan imprudente despertó al bebé, quién comenzó a llorar.

—¡Debajo de tu almohada! — contestó molesta.

Teniendo su celular en mano, se alegró al ver el nombre de su amada en la pantalla, contestó la llamada mientras caminaba apresurado hacia cuna donde estaba su hijo lloriqueando.

—¿Rukia? ¿Cariño?

Lamento no ser ella, señor Kurosaki. — respondió un hombre del otro lado. Ichigo identificó su voz rápidamente.

—Buenos días, señor Ukitake: tiene razón, esperaba escuchar la voz de mi esposa — tomó a su hijo y comenzó a arrullarlo en sus brazos para tratar de dormirlo o al menos cesar el llanto —. ¿Ella se encuentra bien? — una amarga sensación se sembró en su cuerpo.

—¡Papi, el pan ya está! — gritó su hija de seis años pero no pasaron más de cinco segundos para tener el siguiente anuncio — ¡Ay no, la leche se está tirando! — después de eso, el sonido de varios utensilios de cocina cayendo al piso se escucharon por la casa — ¡Papi, tiré la fruta! ¡Papi, auxilio!

Sumándole a este pequeño desastre el llanto agudo e irritante del bebé, Ichigo suspiró cansado. Los desastres matutinos eran comunes desde la partida de Rukia, ahora la admiraba más por su habilidad de mantener en orden su hogar. La amaba y la extrañaba.

Al parecer las cosas tampoco van bien por allá. — comentó alegre el doctor Ukitake.

—Sinceramente ya me estoy acostumbrando… no creo que sea bueno. — mientras seguía charlando con el jefe de su esposa se dirigió a la cocina para auxiliar a su hija y seguir arrullando al bebé hasta que cesara su llanto — Dígame ¿a qué se debe su llamada desde el celular de Rukia? — millones de respuestas se formulaban en la mente del pelinaranja, rezaba a todos los dioses existentes y los olvidados para que no fueran malas noticias.

El varón de cabello blanco se mantuvo en silencio por unos segundos, a pesar de eso, se podía escuchar los ruidos de enfermería solicitando algunos artículos, las ruedas de las camillas transitando por los fríos pasillos y lo peor de todo, los quejidos de dolor de algunos pacientes. Las esperanzas de recibir buenas noticias se fueron esfumando como vapor de agua.

La señorita Kuchiki no se encuentra muy bien de salud — por fin contestó. De pronto las fruta tirada, los llantos de hijo y ver a su hija saltando en el sillón con los zapatos puestos ya no importaba. Si las personas le preguntaran: ¿Si pudieras tener un súper poder, cuál sería? Él contestaría inmediatamente, teletransportación —, por el momento le hemos aplicado la prueba para descartar la posibilidad de que esté contagiada. Sólo tenemos que esperar el resultado. Disculpe no traer buenas noticias.

Ichigo seguía sin poder hablar. Su adorada esposa estaba delicada de salud y él no podía estar a su lado para acompañarla ni cuidarla; cuando se casaron juraron estar justos en las buenas y en las malas hasta que la muerte los separara pero él no deseaba ser alejado de ella, con el distanciamiento social era suficiente para agobiarlo.

¿Señor Kurosaki, sigue ahí?

Si, simplemente no me esperaba una noticia de ese tipo. — dijo saliendo del trance, reanudando sus obligaciones como padre responsable.

Cuando ella esté más estable le diré que se contacte con ustedes.

—Gracias, buen día. — colgó la llamada, seguía asimilando la noticia: su esposa no se encontraba bien — Aiko, deja de brincar sobre el sillón. — su hija lo obedeció instantáneamente.

Preparó otro desayuno menos nutritivo que el anterior: si Rukia los viera, los regañaría por comer pan de dulce y beber leche sabor fresa. Ahora la imaginaba con su delantal morado, agarrando una cuchara de manera amenazadora mientras les decía todas las desventajas de consumir tantos azúcares por la mañana. Extrañaba tanto pelear con ella, bueno, también extrañaba sus besos y abrazos sin embargo pelear con ella era distinto a todas las maneras para demostrarse amor.

Pelear con Rukia era experimentar explosiones constantes de sensaciones distintas. Al principio ambos podrían estar tan molestos que nadie se atrevía a interferir sin embargo con el paso del tiempo, él empezaría a preciar el desenvolvimiento de la fémina: su magnífico manejo de la palabra, sus portes de seguridad y altanería, aquella mirada llameante proyectada cuando defiende un ideal -por más absurdo que sea, como Chappy-, su piel reluciente y las hebras de sus cabellos moviéndose con la misma vivacidad que chispas flotando y bailando por el aire.

La extrañaba tanto, siempre la admiró por su profesión como doctora pero aquella pandemia le estaba quitando a su amada.

Ichigo esperó durante días para que ella les hablara o al menos una llamada de Ukitake pero no fue así. Ninguno de los dos le volvió a hablar durante días.

—Papi ¿Cuándo hablaremos con mami por video llamada? — preguntó la menor, en su voz infantil podía sentir la tristeza por no tener a su madre a lado suyo. Los primeros días de la partida de Rukia ella no paraba de llorar, el lazo entre ellas era muy fuerte.

—Por el momento está muy ocupada salvando a personas. — contestó manteniendo su rostro sereno aunque la desesperación y las ganas de salir de su casa para ir tras su esposa, estaban al rojo vivo en su corazón. Él tampoco podía más con la incertidumbre sin embargo debía de ser un pilar para su hija, por lo tanto no podía derrumbarse

Arropó a la niña, le dio su beso de las buenas noches y se marchó de la habitación. Ichigo todavía no tenía sueño así que decidió quedarse durante unos minutos viendo algún programa basura trasmitido en la televisión hasta quedarse dormido.

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—¿Es obligatorio que vayas? — preguntó Ichigo preocupado, no quería que su esposa se expusiera.

Era de noche, todos estaban dormidos por lo tanto hablaban en voz baja para no despertar a sus hijos con su conversación.

—Ichigo, hice un juramento. Debo de cuidar de los enfermos. — contestó Rukia con firmeza, aunque las lágrimas descendían por su rostro traicionándola. Una parte de ella no quería separarse de su familia pero sabía a la perfección que su trabajo era complicado y ahora con la aparición de un nuevo virus, era más riesgoso.

—Tienes una familia, nosotros… — sus manos temblaban y su estómago comenzaba a arder, no quería separarse de ella. La tomó de la cintura y la atrajo hacia él, pegó su nariz al cabello de la fémina e inhaló profundamente el aroma de su shampoo — Por lo que veo, diga lo que diga tú te irás ¿no es así? — se alejó un poco para observar cada milímetro de su rostro para grabarlo en su mente y no se borrara jamás.

—Tonto, lo dices como si me fuera a ir para siempre de la casa. — aferró sus manos al torso desnudo de su esposo; agudizó sus sentidos para sentir el calor emanado de las manos de Ichigo y escuchar los latidos de sus corazones los cuales marchaban al mismo tiempo. Se pegó a él para besar uno de sus hombros.

—Espero que no sea para siempre.

—¿Recuerdas cómo nos conocimos?

Ichigo bufó molesto, era una historia tan absurdamente ridícula y humillante para él.

—Claro. — dijo apretando los dientes.

—Quien diría que el esposo de una exitosa doctora le tiene pavor a la sangre. — ella se movió para darle un casto beso en los labios.

—Yuzu se había lastimado, jamás había visto tanta sangre.

—Fue una simple cortada en su dedo — contestó Rukia sonriendo divertida mientras se acurrucaba en el pecho de Ichigo —. Sigo sin creer que la llevaras al hospital por eso.

A ambos les encantaba hablar sobre graciosos momentos después de tener sexo, reforzaba su vínculo amoroso.

—Recuerdo cómo tu rostro se ponía más pálido cada vez que le quitaba a Yuzu el algodón con sangre. Después de eso te desmayaste.

—Para ser yo, me aguanté demasiado para no desmayarme antes.

—Eres todo un guerrero: valiente, viril, protector, sin temor de Dios y...

—Ya entendí tu punto. — interrumpió los comentarios sarcásticos de su esposa — Mejor, por ahora, nos damos un beso, antes que el mundo se acabe.

Decidieron ya no hablar más, sólo querían gozar del momento, de su última noche juntos. Rukia se colocó encima de Ichigo en un rápido movimiento, se apoyó poniendo sus manos en los pectorales del varón y así acercarse lentamente a los labios de su esposo. Su larga cabellera descendía por su espalda y uno que otro mechón caía hacia adelante, llegando a tocar la piel de Ichigo causándole cosquillas.

"Y si estás lejos, no importa porque la luz de la tarde nos une de cerca o de lejos. Tú me subes el sistema inmune.

Y si la Luna se queda sin noche y las mañanas se quedan sin aves, mejor, por ahora, nos damos un beso antes que el mundo se acabe."

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Ichigo seguía descansando plácidamente en su cama cuando el sonido de su celular lo despertó. Con los ojos todavía cerrados, llevó su mano a la mesa de noche para palpar los artefactos y así tomar su celular.

—¿Hola, quién habla? — contestó la llamada adormilado.

¿Ichigo? — una voz femenina se escuchaba del otro lado de la línea. El pelinaranja se despertó rápidamente, como si le hubieran echado un balde de agua fría encima.

—Rukia ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? ¿Qué tienes? — se sentó en su cama. Ella soltó una breve risa, también se sentía inmensamente feliz de poder escuchar la voz de su esposo. Aquel timbre grave que lo caracterizaba era su salvavidas en ese lugar lleno de sufrimiento y muerte — Despertaré a Aiko para que hablen… Te extrañamos, cariño. — dijo anhelante, deseaba estar a su lado.

Ichigo… — lo llamó con tanta seriedad que él se dibujó los peores escenarios en su mente. No podía imaginarse seguir la velocidad del mundo sin ella — Estoy bien, sólo fue cansancio.

Su alma regresó a su cuerpo.

—¿Segura? — quería comprobar que aquello no era un sueño.

—¿Cuándo te he mentido? Me siento ofendida.

—Cuando me invitaste a tu examen práctico y me prometiste que no habría sangre. — contestó Ichigo, un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo al recordar el horrible escenario sangriento.

Ya supéralo, la sangre es sólo sangre pero regresando al tema, estoy bien.

A pesar de la distancia, su conexión seguía igual de fuerte. Sabiendo que la chica estaba bien, sonrieron tranquilamente. Afortunadamente todavía no era momento de ser separados por la muerte, debían de compartir tantos momentos antes de marcharse al otro mundo.

Debido a su estado de salud débil, Rukia debía de marcharse del hospital al menos durante un tiempo para recuperar las fuerzas y no estar propensa a contagiarse. La familia Kurosaki recogía cada rincón de la casa para dejarla impecable pues la jefa del hogar llegaría ese día, por fin serían los cuatro: madre, padre e hijos. Una ambulancia trasladaría a la fémina a su hogar.

Todo estaba listo. Justo a tiempo. El sonido del timbre sonó por la casa, por fin había llegado. Salieron para recibirla: según el protocolo de sanidad, antes de mantener contacto con ella era preferible que se bañara para quitar todas las bacterias y virus.

Ichigo y Aiko estaban en la cocina preparando la comida mientras Rukia se aseaba. Cuándo la fémina salió de la ducha, se dirigió a la cuna donde descansaba su hijo. Tan sólo habían sido unos meses separados pero se había sentido como una eternidad, en su vida jamás pensó pasar por algo semejante y ahora le imploraba a los dioses para que el caos mundial se acabara.

Cargó a su bebé y bajó hacia la cocina donde estarían su esposo e hija. Por fin estaban juntos. Pequeñas lágrimas caían de sus ojos violetas: después de tanta muerte estaba rodeada de la vida familiar. Su hija se percató de la presencia de su madre así que fue corriendo hacia ella para darle un abrazo.

—Mami, te extrañamos. — dijo la niña aferrándose a las piernas de Rukia con temor a que pudieran desaparecer.

—Yo también los extrañé. — no podía detener sus lágrimas, está agradecida por seguir en este mundo.

—Papi y yo desayunamos azúcar. — confesó Aiko sin separarse de su madre.

Rukia vio furiosa a su esposo, en ese momento Ichigo sabía que estaba muerto: había roto una de las promesas.