Antes que nada, parece ser que los rumores sobre mi muerte resultaron ser exagerados ajaja. Sigo con vida, semi hibernando, pero viva.

Estoy muy consciente del hiatus en mi historia principal, espero poder actualizar dentro de este mes. Pero antes que nada, tengo que informarles que finalmente llegó julio (la séptima temporada del anime) y con ello un desafío de Facebook del grupo Somos NaruHina, al que decidí unirme tras la trágica perdida de todas mis historias escritas por un maldito corte de luz. Así que durante este mes, serán (esta vez sí que sí, compromiso al 100%) 31 historias, una por día. Pequeños retos que espero disfruten.

Día 1: Spa/masajistas.


1

Día de relajación

Tic tac, tic tac…

El reloj avanzó, lento y torturador.

Naruto dirigió una mirada a sus piernas desnudas, colgando de la camilla. Sin notarlo, había empezado a balancearlas. Respiró profundo, esperando tranquilizarse, y se forzó a sí mismo a detener aquel movimiento no intencional.

Joder, joder, joder, joder, joder.

Echó un vistazo alrededor, a las paredes oscuras y repletas de cortinas, telas y cuentas dispuestas allí para adornarlas. Un penetrante aroma a incienso flotaba en el aire desde que hubiese entrado en la habitación. No podía negar que agradecía estar sentado: desde hacía minutos cada inspiración que realizaba solo contribuía al intenso mareo que estaba sintiendo.

Sumergido en la penumbra, sus ojos habían conseguido por fin acostumbrarse a la escasa luz del cuarto. La música de relajación que resonaba se había convertido en un ruido distante, que a ratos parecía fusionarse con las vibraciones de su cuerpo y, al siguiente segundo, esfumarse nuevamente.

Sin duda, la ansiedad que en ese minuto lo inundaba, comenzaba a pasarle la cuenta.

Con el paso de los minutos se descubrió a sí mismo retorciendo sus manos, demasiado nervioso como para permanecer quieto. Cada cierto tiempo su mirada se dirigía hacia la única puerta del cuarto, cerrada desde que hubiese ingresado, solo para apartarla casi de inmediato.

Se sentía incapaz de afrontar el momento en el que esta se abriera.

Inquieto, intentó levantarse de la camilla -a su juicio cualquier cosa era mejor que permanecer un minuto más allí sentado-, pero su estado se lo impidió. Miró una vez más a la toalla que cubría su desnudez, preguntándose por vigésima vez en dónde estaría su ropa. Con cada segundo que pasaba, la odiosa incertidumbre no hacía más que aferrarse a su mente.

Una masajista.

Eso le había prometido Sai. Pero Naruto sabía por experiencia que no debía confiar en su compañero de trabajo, porque era -sin dudas- un tipo extraño y solía malinterpretar terriblemente las cosas.

Todo había comenzado la semana anterior, durante la hora de almuerzo, cuando los chicos le habían consultado por su expresión cansada y su apatía, poco frecuentes en él.

Había estado tan tenso últimamente. El trabajo extra en la oficina lo estaba consumiendo a una alarmante velocidad. Apenas dormía y tenía un terrible dolor en la espalda.

- ¿No será que no has remojado tu pene en demasiado tiempo?

Todos habían estallado en una carcajada con la suposición. Todos menos Naruto, claro.

- Sai no seas ridículo -Sasuke se apresuró para salir en su defensa-, Naruto no ha remojado su pene jamás.

O quizás no.

- Bueno, si cuentas su mano…

Más risas estallaron porque, por supuesto, la virginidad del chico a sus 23 años siempre era motivo de burla para el grupo.

Decidido a no ceder a la humillación que estaba sintiendo, el joven rubio se quejó en voz alta del papeleo extra de fin de mes y de la oficina de contabilidad que, como siempre, había dejado todo a última hora.

- Ni que lo digas, apenas consigo dormir un par de horas -para su sorpresa Shikamaru le apoyó, bostezando con fuerza-. Y ni hablar de Temari en casa.

- ¿Cómo lleva lo del embarazo?

- Es todo un maldito fastidio. Quién haya dicho que el embarazo es una maravilla es un embaucador.

- Sí, y espera a que nazca -Sasuke comenzó a reír-. Entonces desearás ser el dobe quejándose de las pocas horas de sueño.

- Dormir poco no es tan malo -recordaba haber lamentado, la frase que habría de marcar su destino-. Lo que realmente me está matando es mi espalda.

- Bueno, si ese es el caso, yo conozco una masajista -unos minutos de rebuscar entre sus cosas terminó con una anticuada tarjeta y un número de teléfono escrito con una pulcra caligrafía. Naruto jamás se había sentido tan inseguro de coger cualquier cosa que Sai le ofreciera como en aquel instante, cuando sostuvo entre sus manos la pequeña tarjeta-. Es la mejor en su trabajo.

Sasuke, quién de reojo observó el nombre, sonrió entonces y lanzó una carcajada.

Aseguró conocerla y, como Sai, afirmó lo espectacular que resultaba ser en el trabajo. Pero cada palabra que salía de su sucia y perversa boca solo provocó que Naruto comenzara a dudar del tipo de masajista del que estaban hablando.

La pregunta lo había carcomido por dentro, pero no se había atrevido a preguntar de dónde exactamente Sasuke la conocía.

Seguramente de alguna de sus tantas incursiones y aventuras por burdeles. Naruto suspiró resignado al pensar en la razón por la que su mejor amigo no era capaz de tener novia: el muy cabrón las engañaba a todas.

La posibilidad de que Sasuke por fin hubiese decidido cumplir a la amenaza impuesta durante tantos años -la de llevarlo a un burdel para que perdiera su virginidad- comenzaba a colarse en su mente. ¿Y si todo era un plan orquestado por sus amigos? ¿Y si en realidad aquella chica no planeaba hacerle un masaje común y corriente? ¿Y si en realidad era algo como…?

¿…una masajista erótica?

Tragó ante el escenario que estaba dibujándose en su mente. ¿Qué haría de ser ese el caso?

De un momento a otro, sin aviso, la puerta finalmente se abrió. El joven rubio dio un fuerte un respingo. Su confinamiento solitario por fin había terminado.

Una figura femenina hizo ingreso. La masajista.

Naruto cerró sus ojos, demasiado asustado como para enfrentarla. Escuchó su andar tranquilo por el cuarto, el roce de su ropa mientras se movía.

- Disculpa la tardanza -su voz era melodiosa y segura, el ronroneo gustoso de alguien que sin duda amaba lo que hacía.

Abrió sus ojos, repentinamente cautivado. A tan solo un par de metros la joven acomodaba algunas cosas sobre una bandeja. De espaldas a él, admiró su cuerpo alto y delgado, con curvas que apenas conseguían permanecer ocultas bajo el uniforme blanco. Su largo cabello oscuro caía en cascada a lo largo de su espalda. Se dio una pausa para tomarlo y amarrarlo, girando hacía él y permitiéndole así observar su rostro y…

Hostia puta, ¡sus tetas!

Naruto sintió vergüenza inmediatamente por aquel pensamiento que escapó de lo recóndito de su mente.

Él no conocía a ninguna mujer que tuviera un pecho tan desarrollado, menos había estado tan cerca de ella, semidesnudo y a solas en una habitación. Recordando su existencia, el miembro entre sus piernas se elevó al instante, pensando en decenas de fantasías sucias y la gloriosa posibilidad de interactuar directamente con aquel escote.

- Disculpe, ¿es Uzumaki-san? -su voz le provocó un nuevo escalofrío. ¡Su mente no dejaba de considerar sensual cada aspecto de ella!

- ¡Sí!

- Amigo de Sasuke-kun, ¿no? -ella sonrió. ¿Era cosa suya o había algo de diversión en la forma en que había hecho la pregunta? El rubio asintió, secretamente curioso de su conexión-. Él dijo que vendría.

- ¿Lo dijo? -la joven rio.

- Sí, me llamó ayer. Me pidió que le diera una… sorpresa agradable, si sabe a lo que me refiero.

Ya está. Esa era la confirmación que Naruto tanto esperaba.

Sasuke, el maldito infeliz, le había tendido una trampa junto con Sai. Seguramente aquella chica era alguna clase de masajista erótica, y ambos le habían pagado para que lo atendiera.

- Mencionó mucho estrés por el trabajo -el joven apenas conseguía prestarle atención, su mente estaba centrada en sus finas manos, con dedos largos y delgados-. ¿Le parece si comenzamos?

- ¿Comenzar…?

Su respiración acelerada echó por la borda cualquiera de sus intentos por tranquilizarse.

¿Qué debía hacer en esa situación? ¿Sería correcto dejarse llevar?

Joder, que maldita vergüenza. Aceptar aquella propuesta sería como darle un arma cargada a Sai y Sasuke. No quería que en diez años más siguieran presumiendo sobre como lo habían engatusado para que perdiera su virginidad con una prostituta. Pero, por otro lado, aquella chica era prácticamente una diosa que quizás estaba dispuesta a cumplir sus más perversas fantasías.

¿Cuándo él volvería a tener una oportunidad como esa en su vida?

- Recuéstese boca abajo, por favor.

Sintiéndose algo desconectado, procedió a obedecer su indicación. Su erección adolorida reclamó indignada por la falta de atención que esperaba, pero a él le alivió poder ocultarla. No quería parecer demasiado ansioso.

Con un movimiento lento -y lo que definitivamente él calificaría como sensual- la masajista se movió hacia el borde de la camilla. Pasaron unos segundos de incertidumbre, hasta que nuevamente su melodiosa voz se elevó sobre la música de relajación.

- El aceite podría estar algo frío -fue su única advertencia. Él no pudo contener el jadeo al sentir el líquido caer sobre su espalda.

El masaje comenzó, y fue sin duda la experiencia más erótica que había tenido durante toda su vida. Con solo su toque sentía que el corazón le explotaría, mientras lo arrullaba con su dulce voz.

- Tiene muchos nudos, sin duda ha estado bajo mucho estrés -narraba mientras exploraba con detalle cada rincón de su espalda. Los minutos volaron, y contener los jadeos atorados en su garganta muy pronto se convirtió en una tarea imposible. La vergüenza lo inundó mientras escuchaba su propia voz elevarse en la habitación-. Vaya, parece que su espalda es realmente sensible -una nueva carcajada brotó de su masajista al escucharlo gemir, mientras que a modo de prueba recorría su columna vertebral lentamente con un dedo juguetón.

Ah, que escalofrío más delicioso era aquel.

- Vamos a la mitad -tras aquel dulce tormento, sus labios se inclinaron para susurraren su oído-. Ahora viene la parte divertida. Deme un minuto, iré por la sorpresa que Sasuke-kun preparó para usted.

¿Eh? ¿Parte divertida?

La alerta se coló en su mente, terminando con el hechizo que lo había adormecido en la última media hora.

No había tenido suficiente tiempo para decidirse. Y es que por muy tentador que resultara el escenario que Sasuke y Sai habían preparado para él, la verdad es que no tenía la seguridad como para perder su virginidad con una completa desconocida.

- ¡Espere, señorita!

Volteó veloz, enfrentándola. La masajista, quién regresaba de la mesa a un par de metros, dio un salto hacia atrás sorprendida por su repentino movimiento.

- ¡No estoy preparado para esto! -Naruto hubiera deseado sonar menos asustado de lo que realmente se sentía, en lugar del tono de voz agudo que escapó.

Frente a él, su masajista le observó con desconcierto. Él distinguió el encantador movimiento que sus cejas formaban mientras ella realizaba un mohín y, por primera vez, notó que sus ojos eran de un peculiar tono perlado y sus labios de un agradable rosa.

- ¿No?

- Insisto, por favor -su mente se había convertido en un confuso escenario de batalla. En realidad, estaba ocupando cada ápice de su fuerza de voluntad para aquella decisión-. Es un verdadero honor, pero no me siento listo para dar ese paso, ¿me entiende?

Ella se mostró verdaderamente desconcertada por su decisión.

- Pero… ¿está seguro?, el pago ya se…

- Puede quedarse el dinero -inspiró profundo-. Además, no me gustaría obligarte a hacerlo.

- No debería preocuparse -ella ladeó la cabeza, sin terminar de comprender el asunto-, las piedras no están tan calientes.

- Dije que… ¿Eh? ¿Piedras…? -su mirada se enfocó en la pequeña vasija en sus manos, desprendiendo vapor en aquel instante. Al verla, solo bastó un segundo para que su mente se viera libre de la bruma de lujuria que, desde su llegada, lo había envuelto en una peligrosa ilusión-. ¿Piedras… calientes?

- Son muy buenas para la relajación -con verdadera fascinación, ella procedió a explicarle los detalles-. Sasuke-kun me pidió que añadiera este tratamiento. Pensó que sería una buena oportunidad para usted.

Naruto no supo qué decir. O bueno, en realidad sí sabía que quería preguntar.

La única duda que, en realidad, lo había atormentado desde que hubiese recibido la condenada tarjeta.

- Disculpa, puedo preguntar de… ¿de dónde conoces a Sasuke?

- ¿Sasuke-kun? Somos amigos de la infancia -la joven sonrió con encanto-. Vecinos, en realidad. Nos conocemos desde siempre.

En respuesta, el joven comenzó a reír, arrojando un hondo suspiro. ¿Vecinos y amigos de la infancia? ¡Que torpe había sido! ¡Todo este tiempo había estado preocupándose por algo que solo estaba en su cabeza!

- Ah, ¿de verdad? -no pudo contener la sonrisa ante su propia paranoia. Iba a añadir algo, cuando notó la dirección en que los ojos de la masajista acababan de posarse.

Recordó finalmente la tienda que estaba formada bajo su toalla, imposible de no verse. Su erección, orgullosa y en lo alto, obteniendo por fin la atención que desde el comienzo había buscado.

¡Ay, santa mierda!

- ¡Lo siento! -el grito le brotó desde lo más hondo. Llevó las manos al bulto, intentando bajarlo de alguna manera-. Es… es solo que…

No funcionó.

¡¿Por qué no funcionaba?!, su mente se había convertido en una verdadera habitación del pánico.

Desesperado, intentó levantarse de la camilla, solo para terminar perdiendo el equilibrio de esta. Cayó al suelo en medio de un fuerte golpe.

- ¡Uzumaki-san!

Como si no lo hubiese sentido en lo absoluto, él se levantó en tan solo un par de segundos. La joven supo sin dudas que aquel golpe dejaría secuelas, pero él lucía mucho más preocupado de la pequeña toalla, que comenzaba a deslizarse de su lugar.

- No quiero que pienses que soy alguna clase de pervertido -buscando excusarse, habló sin detenerse a pensar lo que en realidad estaba diciendo-. ¡Tan solo pienso que eres realmente hermosa!

Hinata Hyuga sintió su rostro arder por primera vez en años desde que hubiese comenzado a trabajar como masajista. Se había enfrentado a un montón de situaciones incomodas, pero por primera vez no supo qué responder ante aquella inesperada confesión.

Pese a que aquel hombre parecía tener su edad, su timidez le hizo pensar en él como un adolescente avergonzado de dieciséis años.

Aquello la enterneció.

Abrió su boca para decirle que todo estaba bien, que su erección se trataba de un efecto común en los hombres. Después de todo, con aquel masaje había estado estimulando su flujo sanguíneo. Sin embargo, no tuvo la oportunidad de explicarse.

- ¿Puedo posponer esta cita hasta otra ocasión? -él suplicó, evidentemente al borde de sufrir un colapso. Retrocedía de espaldas hacia la puerta, con el rostro rojo por la vergüenza.

Claramente la situación lo había sobrepasado.

- Sí, sí puedes -ella sonrió y, por un momento, él también lo hizo.

Sus ojos se encontraron un breve instante en medio de todo aquel desorden. Ninguno de ellos imaginaría lo que el otro podía estar pensando al respecto.

- Eh, ¿Uzumaki-san? -Hinata se sintió realmente culpable de tener que cortar aquel momento mágico.

- ¿Sí?

- Tu toalla.

Él enrojeció violentamente al notar como se terminaba de deslizar, mientras sostenía los bordes buscando cubrir lo más posible y escapaba de la habitación a toda prisa. Hinata se compadeció del pobre hombre, seguramente sería una anécdota difícil de olvidar.

Observó hacia la pequeña olla, aún en sus manos, y suspiró. ¿Cómo debería explicarle a la gerente que el cliente se había huido en plena sesión? Esperaba que aquello no fuera a generar confusiones.

- ¡Disculpa! -por algún motivo volver a escuchar su voz le generó emoción. Giró a la puerta, desde dónde su rostro asomaba con una mezcla de timidez y expectación. Su desnudez, oculta tras la muralla, permanecía a salvo-, tú nombre es Hinata, ¿cierto? Era lo que decía la tarjeta.

Ella asintió, sonriendo para sí misma. El joven le dirigió una última sonrisa antes de salir corriendo una vez más.

Mucho más animada, se dispuso a ordenar las cosas y preparar la habitación para el siguiente cliente, sin poder apartar de su mente al torpe joven rubio que acababa de dar vuelta su día. Sin duda no era lo que había esperado al recibir la llamada de Sasuke, pero las cosas habían terminado dando un giro interesante y agradable.

Uzumaki Naruto, ¿eh?

Él sin duda parecía ser un chico muy divertido.