Esta historia participa en el reto 106 del foro Alas Negras, Palabras Negras. El reto consiste en escribir una serie de tres drabbles alrededor de tres personajes; en este caso, Robert Baratheon, Eddard Stark y Rhaegar Targaryen.

Palabras: 475.

Disclaimer: Canción de Hielo y Fuego pertenece a George RR Martin.

Nota previa y aclaradora: La narradora es Lyanna Stark tras su muerte. Sí, habéis leído bien.


Robert


Robert Baratheon fue el primero que me regaló una rosa.

Ocurrió durante el torneo en Harrenhal. Aquella noche, aunque que los festejos no habían hecho más que empezar, Robert ya tenía la mirada achispada por el vino.

—Si me entregáis vuestra prenda, os coronaré Reina del Amor y la Belleza, lady Lyanna —me prometió—. Ninguna dama aquí se os compara...

Mientras hablaba yo me preguntaba a cuantas mujeres les había dispensado palabras similares. Sabía por lo menos de una, abandonada en el Valle con una niña de cabello oscuro como el suyo en la cuna.

—¿Ni siquiera la princesa Elia? —le pregunté, acariciando los pétalos de la rosa. Ahora que no soy más que aire frío y pensamientos errantes, echo mucho de menos el tacto de las cosas suaves.

—Por supuesto que no —respondió Robert.

—Entonces deberéis vencer al príncipe Rhaegar, y no será tarea fácil. A nadie le resulta sencillo equiparar su destreza para virar la lanza en plena acometida. Consigue despistar incluso a los caballeros más experimentados…

Robert me interrumpió con una de esas carcajadas suyas que resuenan por toda la estancia con la potencia de un trueno.

—No escuchéis a vuestro hermano —me dijo—. El príncipe no es tan habilidoso como Eddard cree.

Pero Ned nunca me había hablado de las habilidades de Rhaegar. Esas eran observaciones mías.

Yo le respondí con cortesía y le entregué mi prenda, si bien en mi interior murmuraba insultos que habrían puesto sus mejillas más coloradas de lo que ya lo había hecho el vino.

Robert llegó a Invernalia hace poco. Cuando bajó a las criptas para visitar mi tumba descubrí que había crecido en envergadura y amargura, y sentí lástima por él. No porque sea un borracho o un fornicador; ese destino ya lo veía en sus ojos. No, lo compadezco porque carga con siete reinos y lo único que lo hizo rey fue el amor por una dama que solo existía en sus sueños. Robert habría sido mucho más feliz como señor de Bastión de Tormentas, sin otras preocupaciones que resolver trifulcas entre sus vasallos y con una esposa a la que no le importase aguantar a un montón de niños con el apellido Tormenta correteando por sus salones.

A veces me pregunto qué derecho tuve a quitarle esa vida. Sin duda habría sido mejor para todos que Robert hubiese dejado la corona del torneo sobre mi regazo, en contra de entregarle yo una corona que él no deseaba.

Si bien admito que, cuando habló de mi belleza y despotricó sobre su esposa, no pude evitar reírme.

Los cuervos en el exterior son los únicos que oyen el extraño sonido que provocan mis risas; y cuando lo hacen erizan las plumas y salen volando. Me gustaría seguirlos porque, aunque disponga de toda una eternidad, tampoco estoy para perder el tiempo escuchando tonterías.


NA.

Sé que en el canon de George Martin se llega a insinuar que no hay vida tras la muerte, pero también existe el concepto de fantasma dentro de su universo, así que he abusado un poquito de ese concepto para escribir estos drabbles. Me parecía más interesante planteármelos así que tener a Lyanna hablando de los tres hombres estando ella viva.

No sé si Robert participó en las justas de Harrenhal, lo único que he encontrado es que estuvo en la melee. Pero me gusta suponer que así fue, y que perdió mientras que Rhaegar acabó como vencedor.