Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.


Advertencia: Este one-shot contiene escenas sexuales explícitas, así que lee con responsabilidad.


-Retazos-

I. Misunderstanding

*Asta x Noelle*

[Rated: M]

~Petición hecha por Guest~


Ser Caballero Mágico del Reino del Trébol no es fácil. Nada fácil.

Siempre se tiene que estar dispuesto a sacrificar de más, a esforzarse de más, a dar tu vida por el reino y para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos.

Todos los escuadrones eran conscientes de eso, de que podías salir herido en cualquier momento y que incluso podría ser de gravedad. De que arriesgar la vida era cotidiano.

Desde el incidente de Ojo de la Noche Blanca, los peligros que habían acechado al Reino del Trébol habían sido constantes. La Tríada Oscura fue algo difícil de enfrentar, que costó sacrificios importantes, que desgarró las entrañas y la estructura misma de ese reino, pero también de otros. Todavía tenían heridas que eran complejas de sanar.

Desde aquel enfrentamiento habían pasado cuatro años y el escuadrón de los Toros Negros seguía siendo completamente igual. Ruidosos, inadaptados, locos, algún que otro borracho, demasiado vergonzosos, personas que roban los poderes mágicos de sus compañeros sin poder controlarlo, un capitán irresponsable…

Sin embargo, el reconocimiento por la peor Orden de Caballería del Reino no podía ser mayor. Hacía mucho tiempo que los ciudadanos, incluso algunos nobles, se habían dado cuenta de que los Toros Negros se desvivían por el bienestar de todos los habitantes, sin dejar a absolutamente nadie fuera.

Había sido un camino duro, pero lo habían conseguido. Porque, al fin y al cabo, las hazañas, los actos, la forma en la que llevamos a cabo nuestra responsabilidad es lo que nos define, lo que muestra a los demás lo que somos; no el linaje, no nuestros antepasados, no ser noble o plebeyo.

En cada una de las clases sociales hay gente buena y mala, gente válida e inútil, gente que hace su trabajo y algunos que delegan sus obligaciones en otros. No depende del lugar, de la familia en la que hayas nacido ser quien eres. No te define.

De esos hechos, hacía mucho tiempo que Noelle se había dado cuenta. Ni ella era tan repelente y alejada del mundo real como pretendía ni Asta era un idiota sin magia que no servía para nada.

De hecho, a sus veinte años, el chico se había convertido en vicecapitán de los Toros Negros y había obtenido el mayor número de estrellas registrado jamás en la capital. Era muy probable que se convirtiera en el próximo Rey Mago y de eso ya eran conscientes prácticamente todos, incluso los Capitanes de las distintas Órdenes de Caballeros Mágicos que, ahora más que nunca, eran sus rivales más directos.

A pesar de todo el avance en este terreno que Asta había logrado, en el aspecto personal, emocional y sentimental seguía siendo un desastre. Continuaba empecinado en conquistar a la Hermana Lily, aun cuando ni siquiera sabía ya si lo hacía porque de verdad tenía sentimientos amorosos alejados de la fraternidad o por mera rutina.

Incluso le había comprado un anillo cuando Yami había decidido subirlo a ese rango tan elevado, pero la monja simplemente lo había vuelto a rechazar, poniendo en claro que le profesaba amor, sí, pero no del tipo que él esperaba o necesitaba.

Desde ese entonces, Asta había estado, en ocasiones, un poco ausente, un poco apagado, aunque lo intentaba disimular siendo el mismo gritón de siempre.

Noelle, por su parte, había sido capaz de reconocerse a sí misma que estaba enamorada de Asta desde hacía algunos años, pero nunca se lo había dicho a nadie. A absolutamente nadie. Y eso ya le estaba pasando factura.

Era difícil para alguien como ella saber que la persona que amaba solo la veía como una compañera, como una amiga y que nunca serían nada más. La frustraba mucho conocer ese hecho, pero ¿qué más podía hacer? No quería hacer el ridículo de confesar sus sentimientos y darle pena. Lo imaginaba asombrado, riéndose nervioso y después acariciándole la cabeza y diciéndole que todo seguiría igual porque eran compañeros que habían peleado mano a mano contra la mismísima muerte.

Aquel día, muy temprano, Yami había reclutado a un pequeño grupo de su escuadrón para que saliera a hacer una misión bastante importante. Entre los integrantes estaban Asta y Noelle, pues la magia de agua de la chica y la antimagia del nuevo vicecapitán de los Toros Negros eran necesarias para que la misión se completase con éxito.

Claro que las cosas no salieron completamente bien. No fue fácil hacerle frente al grupo de magos peligrosos que los esperaba a las puertas de la mazmorra que iban a investigar.

Noelle salió algo herida, sobre todo en la pierna, en la que se había hecho un corte bastante profundo. Asta, llevado por la ira de ver a su compañera en el suelo y sangrando, había acabado en ese preciso momento con todos los enemigos.

Después, había insistido en llevarla al Hospital de Caballeros Mágicos, algo a lo que Noelle se negaba al principio, pero que, tras la constante insistencia y preocupación del chico, había aceptado.

El problema era que, por la compleja situación del reino, el hospital estaba completamente colapsado y los sanadores estaban ocupados curando a gente que estaba en peores condiciones que Noelle.

Entonces, ella había insistido en que lo mejor era marcharse a la sede de los Toros Negros y esperar a que algún usuario de magia de curación pudiese ir allí a atenderla.

—¡¿Pero cómo nos vamos a ir?! ¡Alguien tendrá que verte la pierna! —había exclamado Asta con indignación—. ¿Cómo es posible que absolutamente nadie pueda atenderte? ¡Que somos Caballeros Mágicos!

—Asta, deja ya de hacer tanto ruido. Estoy perfectamente bien. Por algo soy de la nobleza. Vámonos y ya vendrá alguien cuando pueda.

Y así, el grupo entero —formado además por Gauche, Luck y Charmy— había llegado sin más problemas a la sede desastrosa y cambiante donde vivían todos desde hacía años.

Al entrar, Yami se había quedado mirándolos a todos con gesto de indiferencia, aunque en realidad los estaba examinando detenidamente para ver en qué estado se encontraban. Tenían las ropas algo rasgadas y algo de sangre seca esparcida por el rostro, pero eso era lo normal. Lo que le sorprendió bastante fue ver a Noelle con la pierna vendada y cojeando ligeramente.

—Ey, mocosa —espetó el hombre mientras expulsaba el humo del cigarro que se estaba fumando. Noelle paró su marcha en seco para escucharlo—, ¿qué es lo que te ha pasado?

La chica se colocó delante de Yami para contestarle, ya que había entrado en la sede dispuesta a ir directa a su habitación a descansar.

—Un incidente sin importancia, capitán.

—¿Y por qué no has ido a que Owen te cure?

—El hospital está prácticamente colapsado y nos dijeron que mandarían a alguien cuando se pudiera para curar la pierna de Noelle —explicó Asta, ya que consideró necesario reportar de la situación a su capitán debido a su nueva posición en el escuadrón.

—No te he preguntado a ti, mocoso —le contestó desafiante—. ¿Cómo has permitido que algo así le pase a una de tus compañeras? Estaban bajo tu supervisión. Como vicecapitán debes ser más efectivo.

Yami sabía que los accidentes y las heridas eran gajes del oficio, pero no podía evitar preocuparse cuando algo así sucedía. Además, debía darle un poco de disciplina para que cumpliese bien con sus nuevas funciones y sabía que aquel regaño lo tomaría bien y aprendería sobre lo que le acababa de decir.

—Tienes razón, capitán. Lo siento.

—No necesito que nadie me proteja —interrumpió Noelle ante la charla de Asta y Yami con molestia. A veces le irritaba que se preocuparan tanto por ella. Ya no era una niña, sino una mujer de veinte años que era capaz de cuidarse por sí misma y luchar con eficiencia.

—Vete a tu cuarto a descansar hasta que vengan a tratar la herida —ordenó Yami con la voz seca y demandante.

Noelle le asintió en silencio, subió las escaleras siendo ayudada por Vanessa y se fue a su habitación. Se tumbó en la cama y se quedó dormida al poco rato.

Después de una hora, Asta subió para ver si su compañera se encontraba bien. En realidad, estaba preocupado y no le gustaba la idea de saber que aquello había pasado estando él al lado. Aunque no fuera una herida demasiado grave, no le agradaba ver en ese estado a alguno de los Toros Negros y le irritaba y preocupaba especialmente si se trataba de Noelle.

Tocó a la puerta y esperó a que la chica le contestara, pero al no hacerlo, abrió y asomó la cabeza. La vio durmiendo de lado y sonrió. Decidió marcharse para no despertarla, pero Noelle pareció oírlo o sentir su presencia de algún modo, así que abrió los ojos despacio y lo miró desde la cama.

—¿Asta…? —preguntó con la voz somnolienta. Después, se frotó los ojos con las manos para despertarse por completo y se sentó en la cama bajo la atenta mirada del chico.

—¿Puedo entrar?

—Claro.

Asta entró y se sentó en la cama, justo al lado de Noelle, quien se puso algo nerviosa por la cercanía, pero no lo llegó a mostrar.

Hacía tiempo que sabía controlar sus reacciones de vergüenza extrema cuando estaba alrededor del usuario de antimagia. Ya se había acostumbrado a tenerlo cerca y a saber que le gustaba esa sensación.

Asta se movió un poco y se puso de lado para mirarla mejor.

—¿Cómo estás?

—Estoy bien, Asta. No tenéis que preocuparos tanto —respondió algo cansada de la actitud sobreprotectora que todos solían tener con ella. Ya no era la niña de quince años rechazada por su familia noble que no sabía controlar su magia.

—Claro que lo hago. Lo siento, Noelle. Si hubiese estado más atento, no hubiese sucedido esto. En cierto modo esto es mi culpa —Noelle negó con la cabeza mientras lo miraba con algo de preocupación. No quería que pensara eso. Él siempre la había apoyado, la había confortado, la había salvado de todo, de todos, de sí misma y de su pesimismo sin sentido—. Además, eres una de las personas más importantes para mí. ¿Cómo no me voy a preocupar?

Al decir aquello, Asta condujo su mano hasta la mejilla de Noelle para acariciarla. La chica tembló un poco por el inesperado contacto. Los ojos le brillaban mientras los orbes verdes de Asta la miraban con decisión. Le sonreía como siempre, con la bondad latente en cada una de sus palabras, en cada uno de sus gestos.

Si había alguien fundamental en el desarrollo de su vida, de su personalidad y de su fuerza, ese era Asta. Siempre recordaría con cariño a aquel enano gritón que la ayudó a confiar más en sí misma y a controlar su gran poder mágico.

Él había cambiado bastante en su aspecto físico. Era ahora un par de centímetros más alto que ella y sus facciones ya no eran tan aniñadas, pero, en el fondo, era Asta. El Asta altruista, bueno, que nunca se rinde y optimista que todos conocían.

Al sentir la calidez de la mano del chico, que también era algo áspera por el uso continuo de la espada, se estremeció completa.

Un impulso ilógico la llevó a moverse y a plantarle un beso en los labios que a los dos les pilló completamente por sorpresa. Noelle, con los ojos cerrados con fuerza, posó sus labios de forma algo torpe contra los del chico, que seguía con la mano posada en su mejilla y cuyos ojos se habían abierto tanto que pensaba que se le iban a desprender del rostro.

De repente, Noelle sintió la mano de Asta moviéndose de su mejilla y colocándose en su hombro para apartarla con delicadeza.

La menor de los Silva abrió los ojos con decepción para ver a Asta mirando para otro lado avergonzado. Instantáneamente, se sonrojó con furia.

—No-noelle… ¿qué haces?

La chica sintió como si el alma se le cayera al suelo ante aquella reacción. Nunca hubiese imaginado que se atrevería a hacer algo así, pero, de hecho, había sido capaz y la respuesta de Asta no podría haberla decepcionado más. Sin embargo, no lo demostró con tristeza, sino con ira.

—¡Estabas acariciándome la mejilla, idiota!

—Sí, pero…

—¡Vete de aquí! —gritó mientras creaba un ataque con su magia. Se lo lanzó y Asta salió disparado por la puerta. Ella solo se levantó para cerrar con un portazo.

Asta, sentado en el pasillo y completamente empapado, se llevó los dedos a los labios para tocárselos. Nunca habría imaginado que Noelle hiciera algo así, que lo viera como algo más que un amigo y, mucho menos, que su primer beso no sería con la Hermana Lily, sino con una de sus compañeras de escuadrón.


Las siguientes semanas estuvieron repletas de miradas de reojo, silencios e intentos de acercamiento por parte de Asta que no daban resultado.

Noelle había arriesgado todo y había fallado por completo. Por eso, quería alejarse lo máximo posible del chico. La distancia, supuso, llevaría consigo también el olvido, pero de momento no lo había conseguido. Y mucho más difícil era si Asta no paraba de perseguirla mientras le pedía perdón por comportarse así.

¿Por qué le pedía perdón? ¿Por no corresponder sus sentimientos? Era completamente absurdo.

Pero otra cosa muy distinta era lo que Asta albergaba en su interior. No lo entendía bien, pero desde que Noelle lo besó en su habitación, toda su mente se había puesto patas arriba.

Solo pensaba en ese instante, en el del choque de los labios de forma increíblemente torpe, pero también cándida, y que además había despertado en él sensaciones que le eran difíciles de controlar.

¿Le había gustado? ¿Quería repetirlo?

Al principio, cuando sintió a Noelle besándolo, más que sorpresa fue decepción lo que le recorrió el cuerpo por completo. Porque realmente quería que su primer beso fuera con la Hermana Lily. Sin embargo, no podía sacarse de la cabeza el gesto, los nervios desorbitados y la forma en que Noelle temblaba contra él.

Incluso había ido en varias ocasiones a buscar a la Hermana Lily a Hage para autoconvencerse de que era el amor de su vida y de que Noelle era simplemente su compañera. Una compañera muy especial, debido a que entraron juntos a los Toros Negros, a que habían luchado codo con codo contra la muerte y a que estar a su lado lo hacía sentir muy feliz.

La monja, con infinita paciencia, había decidido hablar seriamente con él de una vez por todas en su último encuentro. Le había dicho que, a sus veinte años, debía entender de una vez por todas que no podía corresponderle, que lo veía como a un hermano pequeño, como alguien a quien debía proteger y que no reciprocaría sus sentimientos ni aunque se convirtiera en el Rey Mago.

Por otra parte, el deseo constante de proteger a Noelle le aturdía la mente. Él siempre se preocupaba por todos sus compañeros, pero con la menor de los Silva era casi desorbitado. Se imaginaba que le sucediera algo y no poder protegerla y se le aceleraba el corazón solo pensándolo. Noelle era un prodigio sin duda, era una chica muy talentosa y poderosa, pero no podía evitar querer que estuviera bien siempre.

La noche se avecinaba bastante fría y Asta se adentró a la sala principal, donde Yami leía el periódico sentado en su sillón mientras se fumaba un cigarro.

—¿Fumando de nuevo a estas horas para que no se entere la Capitana Charlotte?

Yami lo miró por sobre el papel del periódico, alzó una ceja y le sonrió. Ese niño sí que lo conocía bien.

—No aguanta que lo haga y yo no puedo dejarlo. Ella está durmiendo y tengo que aprovechar este rato.

En efecto, desde que Charlotte vivía con ellos en la base de los Toros Negros, todo había cambiado un poco. Seguía haciendo lo que quería, pero ya no cuándo quería, sino cuándo podía o lo dejaban.

Asta sonrió con la vista perdida mientras se sentaba en el sillón de al lado. Se quedó mirando el crepitar del fuego y las llamas reflejaron la preocupación en sus ojos verdes, algo que ni por asomo pasó desapercibido para su capitán, que ya lo conocía demasiado a esas alturas.

—Mocoso —lo llamó mientras guardaba el periódico para hablar con él—, ¿qué es lo que pasa?

—¿A qué te refieres? —le dijo con la voz algo nerviosa.

—Noelle y tú estáis muy raros desde la última misión conjunta que hicisteis.

Al chico le temblaron las manos un poco, pero entrelazó los dedos para calmarse. Realmente, a su capitán no se le escapaba nada. Podría parecer alguien despreocupado, demasiado rudo, demasiado irresponsable, pero siempre estaba pendiente de ellos.

—¿Qué dices, capitán? Todo va genial.

Las palabras falaces le salieron de forma tan atropellada que entendió instantáneamente la mueca de incredulidad que el gesto de Yami compuso.

—¿Crees que soy idiota? —le preguntó el hombre mientras lo miraba serio.

Asta tragó saliva. ¿Cómo era posible no poder engañarlo? Ah, sí, la lectura del ki. Obviamente, su ki le estaría gritando de forma desgarradora que no se encontraba bien, que estaba inquieto, triste, ido, nervioso.

—Noelle… —Al pronunciar su nombre, Yami se percató de una fluctuación bastante extraña en el ki de Asta, algo que le recordaba y mucho al ki de Charlotte de la época en la que no estaban juntos y al ki de la propia Noelle también. No era un secreto para el Capitán de los Toros Negros que la chica tenía un fuerte interés amoroso por su vicecapitán, porque su ki cuando estaba cerca de Asta era idéntico al de la persona con la que ahora compartía su vida cuando se encontraba cerca de él mismo— me… me besó… y la rechacé.

A Yami se le cayó el cigarro de la boca en un gesto involuntario. Vale, eso sí que no se lo esperaba. Lo recogió enseguida para no prenderle fuego al sillón, aunque quedó una pequeña marca.

—Interesante…

—Sí…

Un silencio sepulcral se instaló entre ambos. Ninguno de los dos se había dado cuenta, pero en el fondo se parecían muchísimo, ya que los dos eran igual de torpes en el terreno sentimental.

—Pues deberías arreglarlo —razonó Yami rápido para quebrar la incomodidad del ambiente.

—Lo he intentado, le he pedido perdón, pero no lo acepta.

—No creo que ella quiera eso.

—¿Entonces…?

—Asta, tienes que saber qué quieres tú de ella primero. ¿Al menos le has preguntado cómo se siente, qué le pasa?

—No…

—Pues ahí está la clave. Las mujeres son complejas, te lo puedo asegurar. Y lo son porque su inteligencia suele ser mucho mayor que la de los hombres.

Asta lo miró de reojo, pero luego volvió a fijar su vista en el fuego.

Yami, repentinamente, se levantó, lo apagó y se dispuso a irse a su habitación a descansar.

—Deberías conocerte más a ti mismo para conocer a los demás.

El chico se quedó allí completamente solo, mirando las ascuas y pensando en las palabras tan enigmáticas y certeras que le había soltado su capitán.

Era cierto, no se conocía en absoluto. No sabía lo que quería, lo que sentía, lo que verdaderamente anhelaba más allá de ser Rey Mago. Había dedicado toda su vida exclusivamente a lograr esa meta, pero ¿qué más?

Entonces, decidió que actuaría. Era tarde y probablemente Noelle estuviese dormida, pero no se podía aguantar más las ganas de resolver aquella situación.

Cuando llegó a la puerta de su habitación, respiró profundamente antes de llamar.

Noelle, desde dentro, se extrañó mucho al oír a alguien a esas horas. Tal vez era Grey, que últimamente había ido a su cuarto a contarle sus pensamientos y su acercamiento con Gauche entre susurros vergonzosos.

Sin embargo, al abrir la puerta, lo que vio allí la hizo temblar.

—¿Podemos hablar un momento?

Noelle compuso un gesto de hastío para intentar disimular sus nervios, aunque su ki no podía mentir.

—Dime.

Asta se quedó mirándola con recelo y después miró al interior de la habitación para que Noelle pudiera interpretar que quería entrar. Y claro que lo hizo, pero no estaba dispuesta a dejar que pasara.

—¿Puedo… entrar? —preguntó con incertidumbre al ver que la chica no se inmutaba ante su gesto insistente.

—No.

Fue tan rotunda que Asta solo pudo reaccionar arqueando una ceja con sorpresa. Después, se rascó la cabeza avergonzado.

—No va a ser mucho rato. Te lo prometo.

El chico sonrió tenuemente con confianza y Noelle, ante aquel simple gesto, se rindió. Se separó de la puerta y lo dejó entrar. Suerte que ni siquiera se había cambiado de ropa aunque era bastante tarde.

—Bueno, es tarde, así que intenta decir lo que hayas venido a decir rápido, por favor.

Asta se puso de pie enfrente de ella y, como usualmente le pasaba, dijo lo primero que se le ocurrió, sin pensar demasiado en lo que verdaderamente su alma quería, necesitaba expresar.

—He venido a pedirte perdón.

Justo en el momento que las palabras abandonaron sus labios, se arrepintió. Noelle lo miró furiosa porque ya habían tenido la misma conversación como unas cuatro veces.

—¿Otra vez? ¿En serio? Que esto no se trata de que me pidas perdón o no, Asta —empezó a decir y, por primera vez, consiguió exteriorizar lo que sentía—. Se trata de que di un paso que me costó mucho y me caí de la forma más ridícula posible.

Aunque era una metáfora extraña, el chico la entendió completamente. Quería que supiera que no se había caído, sino que le había ayudado a darse cuenta de muchas cosas que estaban a punto de explotar en ese momento.

—No, no digas eso. Yo…

—Tú nunca te das cuenta de nada. Vete ya, por favor —finalizó desviando la mirada.

Asta se iba a marchar, pero un sentimiento extraño volvió a apoderarse de él al ver que dos lágrimas amargas pendían de los ojos de la chica.

—No —dijo acercándose a ella.

—¿Cómo que no? —contestó Noelle con furia, pero después se sonrojó y los nervios crecieron sin control—. Y apártate, que estás muy cerca.

Sin embargo, Asta no lo hizo y, por el contrario, se aproximó mucho más a ella.

—No estoy bien, Noelle, no lo estoy desde que… desde ese día —El sonrojo de la chica se acrecentó aún más—, porque no puedo dejar de pensar en el beso que me diste.

Noelle sintió que iba a explotar de la vergüenza, pero antes de contestar, Asta movió su cabeza muy rápido, juntando los labios de ambos de nuevo. Con la emoción y el impulso, no calculó bien las distancias y sus dientes también chocaron. Se separaron al instante y ella compuso un gesto enfadado.

—¡Idiota, me has hecho daño!

Sin embargo, al contrario de lo que cualquiera pensaría, Asta volvió a acercarse a la chica para acariciarle la mejilla. Le sonrió y el brillo de sus ojos le dijo a Noelle que allí había mucho más, que había todo lo que siempre había soñado con recibir de su parte.

La besó de nuevo, de una manera algo torpe al principio, pero después ambos se fueron acostumbrando a las caricias de los labios y las lenguas que, enredadas, clamaban por más.

Ninguno de los dos supo cómo, pero, de un momento a otro, se encontraron tumbados en la cama de la habitación de Noelle, besándose con las ansias propias de la juventud, de querer saber qué se siente al rozar las manos contra la piel de alguien a quien quieres.

Al sentir una dureza acariciando su muslo, ella se sorprendió y además se asustó un poco. Y también se dio cuenta rápido Asta, quien se separó de sus labios para mirarla avergonzado por la reacción que había tenido su cuerpo.

Pero Noelle simplemente le acarició el rostro con delicadeza, sintiendo que era lo adecuado seguir con aquello, sintiendo que, podría ser algo apresurado, pero era lo que le nacía del alma, lo que quería hacer en ese momento.

—No te preocupes. Es normal.

El chico fijó sus ojos verdes en ella y ambos se dedicaron una sonrisa tenue. Se siguieron besando por minutos que parecieron un mundo aparte, que parecieron segundos efímeros pero reales, que parecieron una dimensión en la que lo único que importaba era que estaban juntos.

Asta empezó a moverse casi en un impulso. Su cadera empujó de forma inexperta contra la de Noelle, que no pudo reprimir un gemido extraño que la avergonzó, pero no le impidió seguir. Le rodeó la espalda con los brazos y lo animó a continuar.

Aquel vaivén no se detuvo ni un instante hasta que creyeron que la ropa ya sobraba, pero ninguno se atrevía a decirlo. Sin embargo, como Noelle sabía que Asta no daría el paso, se incorporó un poco y se quitó las prendas que le cubrían el torso.

Al tumbarse, sintió la mirada clara del chico clavada en sus senos. Además, temblaba completo, admirando aquella parte de la anatomía femenina que nunca había podido ver. Con las manos a cada lado del cuerpo de Noelle, se quedó estático observando su figura.

Sin embargo, aquello no duró mucho, pues la menor de los Silva se los cubrió con las manos ante la insistencia de su mirada. Le dio vergüenza verse tan expuesta.

—N-no me mires…

Asta desvió la vista hacia el suelo, también avergonzado. Sabía que no debería haberse quedado tan abstraído en la redondez de los pechos, pero no lo había podido evitar.

—Perdón…

Entonces, enternecida por el gesto que él había tenido y sabiendo que no tenía sentido hacer algo así ante lo que estaba a punto de suceder entre ellos, quitó sus brazos de su cuerpo.

Condujo las manos hasta llegar al rostro de Asta y lo movió para que la mirara.

—No, perdóname tú a mí. Puedes mirar todo lo que quieras —le dijo sincera—. Quiero que me mires.

Porque era real, quería que la mirara solo a ella, que la viera por fin; lo quería desde hacía demasiado tiempo.

Asta, envalentonado por aquellos susurros tenues, bajó con sus labios hasta los senos y los besó, con cautela y despacio, tratándolos con más cuidado que a sus labios. Los gemidos descontrolados brotaron repentinamente hasta que Noelle se tapó la boca.

Después, la ropa desapareció y entre los dos se ayudaron a concretar la unión muy lentamente.

Al llegar al tope, Asta sintió el ki de Noelle repleto de dolor y también se lo dijo su propio gesto. Se asustó porque lo último que quería en la vida era dañarla.

—¿E-estás bien?

Noelle suspiró antes de responder y después abrió los ojos, los cuales había cerrado debido al dolor.

—Estaré bien pronto.

—No, Noelle. No quiero esto. Si te voy a hacer daño, será mejor que paremos.

—Es… normal para las chicas sentirse así. Te prometo que pasará.

Asta le asintió y se quedó quieto, pero unos segundos después, Noelle empezó a mover las caderas para comenzar.

Él le respondió más por inercia que por deseo, pero lo hizo. Los movimientos fueron desprolijos, de caderas primerizas y desacompasadas, pero de almas entrelazadas en una danza pura, aunque también desastrosa.

Cuando la chica se estaba acostumbrando a la sensación, el cuerpo de Asta se tensó, anunciando así que todo había acabado.

Separó ambos cuerpos, pero se quedó recostado encima de ella, descansando la cabeza sobre su pecho, mientras sentía caricias intermitentes en su cabello.

—Lo siento… He estado horrible —susurró Asta con pena.

—No pasa nada. La próxima vez lo haremos mejor.

Los dos se sorprendieron mucho por esas palabras, pero después sonrieron sin mirarse, quedándose en la misma posición durante minutos interminables.

Sin embargo, ambos sabían que no podían pasar toda la noche juntos porque alguien podría descubrirlos.

Por lo tanto, Asta se levantó, se vistió y le dio un beso a Noelle en los labios antes de irse que la dejó muy descolocada.

Mientras abría la puerta de la habitación, se giró para verla vistiéndose.

Las miradas chocaron, Asta sonrió alegre y musitó un débil «hasta mañana» que la chica interpretó porque consiguió leerle los labios.

Cuando escuchó la puerta cerrándose, se dejó caer en la cama mientras la sonrisa no la abandonaba. Sabía que esa noche dormiría muy poco por la emoción que todavía sentía.

Estaba feliz, estaba tan feliz que no lo podía creer. Y sabía que eso solo era el comienzo de su historia con Asta.


FIN


Nota de la autora:

Ay, mira que dije que los reviews anónimos debían llevar nombre... Bueno, como es la primera vez que hago esto, lo dejaré pasar, xD.

¡Empezamos con las peticiones de este maravilloso fandom! La verdad es que esto ha sido, con diferencia, lo más difícil que he escrito en mi vida. Y todavía tengo que escribir seis lemon más de Asta x Noelle.

A mí me encantan las primeras veces, no lo puedo evitar, y la de estos dos me la imagino así: un completo desastre.

Si me habéis leído alguna vez, sabréis que yo no pido comentarios (aunque obviamente los aprecio muchísimo), pero sí me gustaría que en cada one-shot al menos la persona que me ha hecho la petición me diga qué le ha parecido. Quiero saber si estoy cumpliendo con vuestras expectativas.

Y nada más, hora de irme a dormir porque es realmente tarde. Espero que os haya gustado.

¡Hasta la próxima!