Hola!!!!!! Este es mi primer fanfic!!!! O al menos el primero que publico.
Espero que les guste
Derechos de autor: creo que se lo deben de saber de memoria, pero ahí va. Todos los personajes mencionados en este fanfic son propiedad de J.K. Rowling, la creadora del maravilloso mundo de Harry Potter.
Ooops! Casi lo olvido. Este fic es slash (léase relaciones amorosas entre dos personas del mismo sexo) y las parejas serán varias y se irán descubriendo muy pronto. Si a alguien no le gusta el slash, pues que no lo lea y así se ahorra cualquier rato desagradable. Y yo quedo con mi conciencia tranquila.
"Condenados"
Capítulo 1: Mirando hacia atrás
La guerra comenzó a mediados del verano. El mundo mágico se estremecía bajo las pisadas atronadoras de los mortífagos, que estaban cada día más seguros de sí mismos y de su Amo y Señor. Permanecían los niños resguardados en la seguridad de sus respectivos hogares, sin terminar de entender lo que sucedía, a la vez que la infancia se les iba yendo lentamente. Los hombres iban a sus trabajos presos de la angustia y el desánimo, para llegar a sus casas aún más cansados de vivir. Las mujeres desesperaban viendo la muerte roer cada rincón, infectarlo todo de miedo, viendo a sus hijos sufrir por una guerra que no era suya. Todos esperaban no se sabía que salvación milagrosa.
La oscuridad abrasaba con sus llamas azabache, llenándolo todo de inseguridad y miedo. Numerosos magos desaparecían casi a diario, sembrando el pánico mientras la marca tenebrosa se alzaba por el mundo. El Ministerio sufría de desorganización y de falta de confianza en los empleados, el caos en la mente del ministro le impedía tomar cartas en el asunto.
Hasta los muggles percibían la tensión en el ambiente. Sus hasta entonces tranquilas vidas comenzaban a cambiar, viendo que la magia parecía no ser ficción. Veían ir y venir a personas angustiadas, vestidas con capas en diversos colores, que portaban baúles, extraños objetos e incluso varitas. Corrían oscuros rumores sobre una nueva y peligrosa secta de encapuchados con máscaras blancas, que asesinaban familias enteras, dejando sobre las casas de los desdichados un curioso símbolo de calavera. Pero sólo eran rumores, murmullos que las autoridades reprimían y negaban hasta el cansancio.
Todo estaba fuera de control. El final se veía cada vez más cerca y las esperanzas se evaporaban como gotas de agua al sol. Pronto no quedaría más que muerte y desolación.
Cerrar los ojos y tratar de dormir era una tortura que lo sometía cada noche. Al llegar a la casa del trabajo, extenuado y con la cabeza hecha un enredo, se dejaba rodar por la cama sin siquiera desvestirse. Muchas veces era incapaz de llegar hasta la habitación y se contentaba con recostarse en el sofá. Pero bastaba con apagar la luz para que el sueño se esfumara, dejándole sólo el cansancio.
Intentar dormir era sinónimo de recordar. Y lo que menos quería Severus era recordar. Le bastaba con el presente despiadado que le tocaba vivir para tener que vérselas de nuevo con el pasado.
Pero las noticias que acababa de recibir lo habían hecho volver atrás. Con los dedos crispados por los nervios, Severus se pasó una mano por el rostro, apartando algunos mechones húmedos de su frente. Habían atacado una casa muggle, un apartamento pequeño en el centro de un tranquilo barrio residencial. Los ocupantes habían sido una pareja de jóvenes abogados, recién casados: Lisa y Blake Smith. La marca tenebrosa se elevó malévolamente sobre el edificio y no habría tenido demasiada importancia este asesinato de no ser porque los Smith eran vecinos de un tal Harry Potter.
Voldemort estaba cerca de su blanco. Peligrosamente cerca. No se sabía como, pero el Señor Oscuro ya estaba casi encima del chico que vivió. A pesar de todos los esfuerzos por proteger a Harry, este estaba apunto de caer en las garras del enemigo.
Cerró cansadamente los párpados, tratando de dormirse enseguida, pero su mente se escabulló lejos, recordando. Rememoró esa última generación de estudiantes que le tocó despedir, que le hicieron perder la cabeza con sus niñerías, un grupo de jóvenes alegres a pesar de la sombra que los cubría.
De los alumnos de su propia casa, muy pocos dedicaban su vida a algo que enorgulleciera a Severus. Vincent Crabbe y Gregory Goyle habían muerto hace ya cuatro años, en una emboscada muy ingeniosa de parte de los aurores. Pansy Parkinson se casó apenas terminó Hogwarts con Marcus Flint, retirándose para siempre de la vida activa socialmente. No se sabía nada de ella. Millicent Bulstrode ejercía un papel medianamente importante en la comunidad mortífaga, asesinando muggles y sangres-sucias. Blaise Zabini estaba del lado de la luz. El joven de 22 años era un medimago especializado, severo y simple, que recibía aurores heridos en el hospital San Mungo. Mantenía su amistad que mantenía con Harry Potter.
Draco Malfoy era otra historia. Snape oía con espanto los cientos de homicidios del antes su alumno predilecto. Con paciencia y perseverancia, el joven había logrado llegar a ser en los cinco años de servicio que llevaba, la mano derecha de Lord Voldemort. El jefe de los mortífagos por excelencia, un líder natural que llevaba odio y rencor corriendo por sus venas, sentimientos que lo impulsaban en su camino a la venganza.
Por otro lado, las noticias de los alumnos de otras casas eran poco más esperanzadoras. De los nueve Weasley, sólo quedaban cuatro. En un ataque hacía ya dos años a La Madriguera, Arthur, Molly, Fred y George habían muerto. El ataque había sido planificado en su totalidad por Draco Malfoy. Percy murió tiempo después en las garras de un furioso hombre-lobo. Ron Weasley trabajaba en la sección ministerial de Encantos Experimentales, buscando siempre nuevas técnicas y hechizos que proporcionaran alguna ventaja sobre el enemigo. Mantenía un noviazgo formal de seis años con Hermione Granger, quien a su vez trabajaba como profesora de aritmancia en Hogwarts. Ginny Weasley era periodista del Profeta y novia oficial de Dean Thomas que a su vez era editor de dicho diario. Parvati y Padma Patil habían muerto en extrañas circunstancias hacía ya un año y medio. Neville Longbottom desapareció después de su séptimo año de escuela. Seamus Finnigan era empleado en el departamento de Deportes y Juegos Mágicos. Cho Chang dedicaba su vida a ser entrenadora de un pequeño equipo de quidditch.
Lo que más sorprendía y a la vez dolía a Severus Snape, era ver en lo que se había convertido Harry Potter. El chico había cambiado mucho desde su época de estudiante revoltoso. Su rostro permanecía igual de pálido y sus mejillas tan sonrosadas como en su primer año, sus ojos verde esmeralda ahora estaban escudados por anteojos de montura más refinada y práctica, su cabello estaba más desordenado que antes, cayendo sedoso sobre su cicatriz en forma de rayo. Su complexión física era diferente. Del niño mal alimentado y delgaducho de antes muy poco quedaba. Pero algo esencial había cambiado en su mirada, en su forma de ver el mundo, en su alma. Ya no estaba esa candidez e inocencia que un día hechizó al mismo Severus, ahora era un asesino del lado correcto, inescrupuloso a la hora de matar.
Era un auror eficiente, que perseguía a los mortífagos como cazador, lleno de furia incontrolable que sólo él terminaba de entender. Vivía alejado del mundo mágico porque él era la principal presa de Voldemort y no podían arriesgarse a perderlo. Llevaba una relación de tres años con Lavender Brown, cosa que provocaba cierta amargura en Severus. Recordaba a la muchacha como una niña tonta, cabeza hueca, vacía y frívola.
Harry odiaba vivir.
Demasiados recuerdos para una sola noche. Si seguía así, pronto empezaría a recordar esos lejanos días de otoño, en que el sexto año de Harry recién comenzaba y... Perfecto. Lo estaba recordando. Una lágrima, salada y gruesa como perla, brotó de sus ojos negros, corriendo por sus pálidas mejillas. No quería recordar. Deseaba olvidar todo lo que había ocurrido, no dejarse llevar nuevamente.
El mismo año en que Draco y Harry terminaron su educación, Severus renunció a su puesto como profesor de pociones. No se sentía capaz de pasar nuevamente por esos húmedos pasillos, cuyas paredes estaban recubiertas de llanto y dolor. Así había ido a parar a los Laboratorios especiales del Ministerio, en donde se encargaban de crear nuevas pociones con nuevas características, concentrándose sólo en su trabajo. Pero cuando caía la noche y regresaba a su frío hogar, no le quedaba otra opción que mirar atrás.
Tal vez las cosas pudieron haber sido diferentes. Si tan sólo él no... pero los tal vez son vanos e inútiles. Los errores se cometen una vez y ya no hay marcha atrás. Tal vez Harry no habría perdido su espíritu alegre, ni Draco habría entregado su vida a una venganza, ni tantos estarían muriendo por causas sin sentido.
Habían pasado ya muchos años, y todos y cada uno seguían cargando su culpa.
Notas de la Autora: Por favor!!!!!!!!! Déjenme review!!!!!!!! Sugerencias, críticas constructivas, cualquier comentario... se los agradecería muchísimo.
Derechos de autor: creo que se lo deben de saber de memoria, pero ahí va. Todos los personajes mencionados en este fanfic son propiedad de J.K. Rowling, la creadora del maravilloso mundo de Harry Potter.
Ooops! Casi lo olvido. Este fic es slash (léase relaciones amorosas entre dos personas del mismo sexo) y las parejas serán varias y se irán descubriendo muy pronto. Si a alguien no le gusta el slash, pues que no lo lea y así se ahorra cualquier rato desagradable. Y yo quedo con mi conciencia tranquila.
"Condenados"
Capítulo 1: Mirando hacia atrás
La guerra comenzó a mediados del verano. El mundo mágico se estremecía bajo las pisadas atronadoras de los mortífagos, que estaban cada día más seguros de sí mismos y de su Amo y Señor. Permanecían los niños resguardados en la seguridad de sus respectivos hogares, sin terminar de entender lo que sucedía, a la vez que la infancia se les iba yendo lentamente. Los hombres iban a sus trabajos presos de la angustia y el desánimo, para llegar a sus casas aún más cansados de vivir. Las mujeres desesperaban viendo la muerte roer cada rincón, infectarlo todo de miedo, viendo a sus hijos sufrir por una guerra que no era suya. Todos esperaban no se sabía que salvación milagrosa.
La oscuridad abrasaba con sus llamas azabache, llenándolo todo de inseguridad y miedo. Numerosos magos desaparecían casi a diario, sembrando el pánico mientras la marca tenebrosa se alzaba por el mundo. El Ministerio sufría de desorganización y de falta de confianza en los empleados, el caos en la mente del ministro le impedía tomar cartas en el asunto.
Hasta los muggles percibían la tensión en el ambiente. Sus hasta entonces tranquilas vidas comenzaban a cambiar, viendo que la magia parecía no ser ficción. Veían ir y venir a personas angustiadas, vestidas con capas en diversos colores, que portaban baúles, extraños objetos e incluso varitas. Corrían oscuros rumores sobre una nueva y peligrosa secta de encapuchados con máscaras blancas, que asesinaban familias enteras, dejando sobre las casas de los desdichados un curioso símbolo de calavera. Pero sólo eran rumores, murmullos que las autoridades reprimían y negaban hasta el cansancio.
Todo estaba fuera de control. El final se veía cada vez más cerca y las esperanzas se evaporaban como gotas de agua al sol. Pronto no quedaría más que muerte y desolación.
Cerrar los ojos y tratar de dormir era una tortura que lo sometía cada noche. Al llegar a la casa del trabajo, extenuado y con la cabeza hecha un enredo, se dejaba rodar por la cama sin siquiera desvestirse. Muchas veces era incapaz de llegar hasta la habitación y se contentaba con recostarse en el sofá. Pero bastaba con apagar la luz para que el sueño se esfumara, dejándole sólo el cansancio.
Intentar dormir era sinónimo de recordar. Y lo que menos quería Severus era recordar. Le bastaba con el presente despiadado que le tocaba vivir para tener que vérselas de nuevo con el pasado.
Pero las noticias que acababa de recibir lo habían hecho volver atrás. Con los dedos crispados por los nervios, Severus se pasó una mano por el rostro, apartando algunos mechones húmedos de su frente. Habían atacado una casa muggle, un apartamento pequeño en el centro de un tranquilo barrio residencial. Los ocupantes habían sido una pareja de jóvenes abogados, recién casados: Lisa y Blake Smith. La marca tenebrosa se elevó malévolamente sobre el edificio y no habría tenido demasiada importancia este asesinato de no ser porque los Smith eran vecinos de un tal Harry Potter.
Voldemort estaba cerca de su blanco. Peligrosamente cerca. No se sabía como, pero el Señor Oscuro ya estaba casi encima del chico que vivió. A pesar de todos los esfuerzos por proteger a Harry, este estaba apunto de caer en las garras del enemigo.
Cerró cansadamente los párpados, tratando de dormirse enseguida, pero su mente se escabulló lejos, recordando. Rememoró esa última generación de estudiantes que le tocó despedir, que le hicieron perder la cabeza con sus niñerías, un grupo de jóvenes alegres a pesar de la sombra que los cubría.
De los alumnos de su propia casa, muy pocos dedicaban su vida a algo que enorgulleciera a Severus. Vincent Crabbe y Gregory Goyle habían muerto hace ya cuatro años, en una emboscada muy ingeniosa de parte de los aurores. Pansy Parkinson se casó apenas terminó Hogwarts con Marcus Flint, retirándose para siempre de la vida activa socialmente. No se sabía nada de ella. Millicent Bulstrode ejercía un papel medianamente importante en la comunidad mortífaga, asesinando muggles y sangres-sucias. Blaise Zabini estaba del lado de la luz. El joven de 22 años era un medimago especializado, severo y simple, que recibía aurores heridos en el hospital San Mungo. Mantenía su amistad que mantenía con Harry Potter.
Draco Malfoy era otra historia. Snape oía con espanto los cientos de homicidios del antes su alumno predilecto. Con paciencia y perseverancia, el joven había logrado llegar a ser en los cinco años de servicio que llevaba, la mano derecha de Lord Voldemort. El jefe de los mortífagos por excelencia, un líder natural que llevaba odio y rencor corriendo por sus venas, sentimientos que lo impulsaban en su camino a la venganza.
Por otro lado, las noticias de los alumnos de otras casas eran poco más esperanzadoras. De los nueve Weasley, sólo quedaban cuatro. En un ataque hacía ya dos años a La Madriguera, Arthur, Molly, Fred y George habían muerto. El ataque había sido planificado en su totalidad por Draco Malfoy. Percy murió tiempo después en las garras de un furioso hombre-lobo. Ron Weasley trabajaba en la sección ministerial de Encantos Experimentales, buscando siempre nuevas técnicas y hechizos que proporcionaran alguna ventaja sobre el enemigo. Mantenía un noviazgo formal de seis años con Hermione Granger, quien a su vez trabajaba como profesora de aritmancia en Hogwarts. Ginny Weasley era periodista del Profeta y novia oficial de Dean Thomas que a su vez era editor de dicho diario. Parvati y Padma Patil habían muerto en extrañas circunstancias hacía ya un año y medio. Neville Longbottom desapareció después de su séptimo año de escuela. Seamus Finnigan era empleado en el departamento de Deportes y Juegos Mágicos. Cho Chang dedicaba su vida a ser entrenadora de un pequeño equipo de quidditch.
Lo que más sorprendía y a la vez dolía a Severus Snape, era ver en lo que se había convertido Harry Potter. El chico había cambiado mucho desde su época de estudiante revoltoso. Su rostro permanecía igual de pálido y sus mejillas tan sonrosadas como en su primer año, sus ojos verde esmeralda ahora estaban escudados por anteojos de montura más refinada y práctica, su cabello estaba más desordenado que antes, cayendo sedoso sobre su cicatriz en forma de rayo. Su complexión física era diferente. Del niño mal alimentado y delgaducho de antes muy poco quedaba. Pero algo esencial había cambiado en su mirada, en su forma de ver el mundo, en su alma. Ya no estaba esa candidez e inocencia que un día hechizó al mismo Severus, ahora era un asesino del lado correcto, inescrupuloso a la hora de matar.
Era un auror eficiente, que perseguía a los mortífagos como cazador, lleno de furia incontrolable que sólo él terminaba de entender. Vivía alejado del mundo mágico porque él era la principal presa de Voldemort y no podían arriesgarse a perderlo. Llevaba una relación de tres años con Lavender Brown, cosa que provocaba cierta amargura en Severus. Recordaba a la muchacha como una niña tonta, cabeza hueca, vacía y frívola.
Harry odiaba vivir.
Demasiados recuerdos para una sola noche. Si seguía así, pronto empezaría a recordar esos lejanos días de otoño, en que el sexto año de Harry recién comenzaba y... Perfecto. Lo estaba recordando. Una lágrima, salada y gruesa como perla, brotó de sus ojos negros, corriendo por sus pálidas mejillas. No quería recordar. Deseaba olvidar todo lo que había ocurrido, no dejarse llevar nuevamente.
El mismo año en que Draco y Harry terminaron su educación, Severus renunció a su puesto como profesor de pociones. No se sentía capaz de pasar nuevamente por esos húmedos pasillos, cuyas paredes estaban recubiertas de llanto y dolor. Así había ido a parar a los Laboratorios especiales del Ministerio, en donde se encargaban de crear nuevas pociones con nuevas características, concentrándose sólo en su trabajo. Pero cuando caía la noche y regresaba a su frío hogar, no le quedaba otra opción que mirar atrás.
Tal vez las cosas pudieron haber sido diferentes. Si tan sólo él no... pero los tal vez son vanos e inútiles. Los errores se cometen una vez y ya no hay marcha atrás. Tal vez Harry no habría perdido su espíritu alegre, ni Draco habría entregado su vida a una venganza, ni tantos estarían muriendo por causas sin sentido.
Habían pasado ya muchos años, y todos y cada uno seguían cargando su culpa.
Notas de la Autora: Por favor!!!!!!!!! Déjenme review!!!!!!!! Sugerencias, críticas constructivas, cualquier comentario... se los agradecería muchísimo.
