Capítulo 12

El arma perfecta.

Mientras que los otros soldados intentaban salir de la torre , Rei ya casi estaba lista. Las sirvientas estaban terminando los últimos arreglos a su vestido y peinado.

Le habían recogido todo el cabello en un chongo y le habían dejado unos cuantos mechones de cabello a modo de fleco a que cayeran sobre su frente. El maquillaje era casi inexistente, muy al natural. La princesa no necesitaba maquillaje para verse hermosa después de todo, tan solo le habían puesto un aceite que le dio brillo en los labios y algunas sombras violetas en los párpados para resaltar el color de sus ojos.

Era un vestido abierto en la espalda, algo escotado y entallado de la cintura pero suelto en las caderas y piernas. El vestido le llegaba hasta los tobillos, talvez un poco mas abajo.

El vestido no era pomposo en ningún lado, le abrazaba la figura perfectamente e incluso podía decirse que era un tanto atrevido en cuanto a la falta de cubrimiento en la espalda y al escote que dejaba contemplar la bien dotada y femenina figura de la princesa.

Las sirvientas jóvenes miraron a la princesa como un artista observa su obra maestra terminada. Rei jamás había lucido tan elegantemente provocativa sin llegar a ser ofensiva a la ocasión.

Minako la observo con detenimiento.

" Muy atrevido para una boda tradicional en una catedral tan antigua..." Dijo ella.

Las sirvientas mas viejas parecían compartir su opinión con la de ella con una expresión de total empatía por la princesa, quien ni siquiera se miró en el espejo.

Rei, si de ver a Radhamis si tratase, pasaba horas frente al espejo tratando de verse lo mejor posible para ella, quien seguramente estaría durmiendo la siesta en algún lado mientras la espera.

" Pero te ves muy bien Rei." Dijo Minako, inútilmente tratando de animarla a verse en el espejo. Rei no contestó, no se miro, mantuvo su mirada estática en el suelo.

Las sirvientas terminaron con el vestido y se dispusieron a hacer el ramo, que era lo único que faltaba antes de partir hacia la catedral.

Minako cesó en sus intentos por animar a Rei, era inútil.

El rey se encontraba en su habitación, mirando pensativo por la ventana hacia el cielo nublado, que anunciaba una fuerte lluvia en el transcurso del día.

Ya había terminado de arreglarse, no le había llevado mucho tiempo. Su atuendo simplemente consistía de su más elegante túnica, capa, corona, pantalones y botas.

Miró con detenimiento y nostalgia su habitación una vez que se hartó de ver al cielo...

Le habían pasado tantas cosas allí. Esta espaciosa habitación había sido una vez de su madre, la antigua reina, quien murió poco después de que él cumpliera los veinte años.

Fue en este lugar donde aquella reina le trajo al mundo, donde ella murió, donde él tuvo su noche de bodas con su esposa (a quien amaba con locura) donde nació su hija y donde esta murió dando a luz a su nieta...

Todos ellos era recuerdos tanto felices como tristes, pero nunca ninguno fue tan impactante como el recuerdo de la primera visita de aquella joven mujer de divina presencia envuelta en túnica negra hace alrededor de cuarenta años atrás.

De la misma manera en la que se encontraba ahora: contemplando la vista de la mañana a través de aquella ventana, fue como aquella inesperada visita le sorprendió.

Él ,en ese entonces, era un hombre joven de veinticuatro años, hace un par de años se había casado con una desconocida chica que había naufragado en las playas del reino y que él encontró durante uno de sus paseos a caballo.

Tuvo una hija con esa mujer, la infanta Faye, madre de Rei. Quien en ese momento debía rondar por los tres años.

Grande fue su impresión cuando de pronto su habitación se oscureció. A través de su ventana ya no se encontraba la vista a los jardines, sino una total oscuridad a donde quiera que miraba.

Su respiración se pintaba de blanco cuando exhalaba debido a una súbita baja de temperatura.

El joven rey, esperando que fuese algún enemigo usando magia, empuño la espada que colgaba de su cinturón de cuero y volteo hacia donde se suponía debía estar la única puerta de entrada a la habitación.

Allí estaba ella, la dama de negro. Con la cabeza al descubierto se mostró ante él, le miró fijamente y con un acento pesado le dijo:

"Pronto llegará la hora..."

"¿Q-quien eres?" Pregunto el rey tratando de sonar autoritario ante aquella chica cuya presencia le apabullaba . No recibió ninguna respuesta por parte de ella.

Aquella chica y la oscuridad que la rodeaba, tan pronto como llegaron, se desvanecieron. Dejando en su lugar un desolado paisaje.

El rey miró a todos lados, confundido y desorientado. Se encontraba a mitad de un pradera que el resultaba familiar. El pasto y los árboles estaban secos, había humo y olor a azufre en el aire y cadáveres de soldados que portaban el uniforme de su ejercito regados por el suelo. Sonidos de cañones y gritos de pánico apartaron su mirada de los cadáveres.

No tardó mucho en encontrar a lo lejos, un castillo en ruinas, aún siendo atacado por lo que parecía ser un ejercito de extrañas criaturas que jamás había visto.

Eran velludos y de piel negruzca, sus ojos eran rojos y usaban pieles de animales para vestirse. Armados con hachas de guerra, lanzas, magia y cañones, estos seres se lanzaban a atacar todo lo que se moviera; animales, niños, mujeres, hombres, soldados.

Una tras otra la gente caía muerta después de recibir golpes, piques, cortes, quemaduras y congelamientos provenientes de sus armas y magia.

Nadie en los alrededores del castillo quedaba con vida, todos eran parte de la alfombra de cadáveres que cubría el seco suelo.

El castillo... El joven rey miró el castillo con detenimiento, e inmediatamente reconoció el lugar. Era Feagris, y ese castillo en ruinas era el suyo, y la gente asesinada eran sus súbditos.

Dio unos pasos atrás mientras observaba su reino destruido a manos de aquellos seres de piel negruzca y velluda. Tropezó con algo y cayó al suelo.

Miró con qué se había tropezado y se encontró con el cadáver de un hombre mayor vestido con ropa costosa y elegante.

Notó algo familiar en él y le miró con mas detenimiento.

Enorme fue su impresión cuando se dio cuenta que aquel hombre viejo que yacía en el suelo era el mismo, pero ya mas viejo.

Vio a lo lejos algo negruzco y con cornamenta que corría directamente hacia él. Era otra de esas criaturas que estaban matando a sus súbditos, estaba armada con una hacha de hoja bastante ancha ,la cual estaba cubierta con la sangre de las desafortunadas personas que murieron por a ella.

Para tener un cuerpo tan robusto, aquella criatura de cornamenta parecida a la de un venado, se movía con bastante agilidad.

La masiva criatura corría justo en dirección al joven rey quien tardó algunos minutos en recomponerse de la sorpresa y levantarse a desenvainar su espada.

Pasaron solo unos instantes antes de que la bestia estuviera en el rango de ataque del rey, espero el ataque de la criatura negruzca para entonces él poder contra atacar.

Pero la criatura al parecer miraba a través de el rey, como si no estuviera allí. No le atacó, en vez de eso siguió corriendo y para la sorpresa del rey esta masiva persona negruzca le atravesó, como si fuese un fantasma.

Se dio la vuelta y vio como en realidad la persona negruzca iba en realidad tras un soldado que intentaba huir, pero no llegó muy lejos ya que la criatura le lanzó su masiva hacha y esta se le incrustó en la espalda, matándolo antes de que su cuerpo tocara el suelo.

El rey dio unos pasos atrás, mientras miraba sus manos y su cuerpo, todo él estaba translucido.

Fue entonces que escucho la voz de la chica de túnica negra directamente en su cabeza y todo a su alrededor se detuvo.

"...¿Reconoces ese lugar?" Escuchó, el joven rey ,la voz de aquella chica de pesado acento.

Todo se oscureció, como hacia unos instantes atrás. De esa oscuridad, la chica rubia volvió a materializarse frente a él. Sus azules ojos le penetraban con su mirada dura y fría mientras esperaba una respuesta de su parte.

El rey apabullado por la divina presencia de aquella chica se sintió obligado a contestar.

"Es mi reino... Feagris... , pero siendo destruido por criaturas que desconozco..."

"Las criaturas que has visto destruir tu reino, son creaciones de Myriël, la mitad oscura de nuestra señora Fahdiel."

El rey no comprendía en realidad que era lo que quería mostrarle esa chica, no tuvo mas remedio que preguntar.

"¿Qué lo que intentas mostrarme? No comprendo.¿Es ese acaso el destino de mi reino?"

"...Es una posibilidad... Hay infinidad de posibilidades que van volviéndose realidades dependiendo de las decisiones tomadas por los individuos y esto pasa tanto en individuos como en continentes

enteros... Lo que te he mostrado es el posible futuro mas factible de volverse la realidad de tu reino en algunas décadas si fallas en llevar a cabo lo que hemos decidido que debes hacer."

"...¿Hemos?... Entonces—" El rey comenzaba a entender lo que estaba sucediendo y quien era aquella persona tan imponente que tenia frente a él.

Interrumpió lo que iba a decir al ver como de entre las sombras emergía otra persona.

Una niña.

Era una pequeña niña de apenas unos doce años, tenía los mismos ojos dragonescos que la chica rubia. Solo que la niña era de tez menos pálida, de cabello castaño lacio y de ojos verdes. Guardaba un gran parecido con la chica rubia además de los ojos, pero sus presencias era completamente distintas, la chica rubia era divina e imponente mientras que la de la pequeña era mundana y lastimera.

Su semblante era melancólico, su mirada vacía y su hermoso y fino rostro apenas expresivo, estaba vestida con ropas burdas, confeccionadas con pieles curtidas de animales de largo pelaje y de grueso y pesado tejido de algodón.

Botas hasta la base de la rodilla y un burdo chaleco con faldón y una camisa gruesa de algodón eran lo único que llevaba puesto y ambas piezas de piel eran de pelaje café grisáceo.

Tenía los brazos y parte de las piernas descubiertos y en ellos habían raspones y manchas de lodo. Era una niña perteneciente al clan de Fahdiel. La apariencia y los rasgos dragonescos lo gritaban.

...La mirada aquella niña ponía ansioso al rey. El vació y melancolía que proyectaba el mirar de aquella niña parecía envolverlo, estrujándole el pecho. Mientras más miraba a aquella niña más se le anudaba el estómago, no tardó en sentir otras emociones reflejarse en él.

Vergüenza, remordimiento, desesperación, tristeza...Una a una fueron adentrándose en la mente del rey.

El rey dejó de mirar a la niña a los ojos y las sensaciones fueron desapareciendo gradualmente. Al parecer había sentido en carne propia, tan solo por unos instantes, el estado emocional de aquella pequeña frente a él.

Se peguntó a si mismo quien podría ser esa niña y como podía alguien tan pequeño encontrarse tan deshecho emocionalmente.

" Dentro de cuarenta años las creaciones de la diosa Myriël serán suficientes como para destruir a las criaturas de nuestra señora y comenzarán a movilizarse bajo ordenes de la diosa en busca de esta niña. Tres guerreros de su clan vendrán a tu castillo a dejarla en tu cuidado ya que Mavoria dejará de ser un lugar seguro para ella."

"¿Qué puede querer una diosa de una niña como ella?"

"Su vida. Esta niña es quien ofrece su sangre en sacrificio para que los semidioses puedan interceder por las creaciones de Fahdiel. Su sola existencia es un peligro para Myriël y solo existe para morir en el sacrificio. Ella es la Bestia de Fahdiel."

Ahora entendía lo que sentía aquella niña.

Solo existe para morir en el sacrificio.

Que existencia tan deprimente... Pensó el rey con lastima.

"Pero ella no es la única que va a derramar su sangre."

Él sintió la mirada fija de la chica rubia sobre él mientras hablaba.

"Los dirigentes de cada raza también morirán, dando su sangre a cambio de la existencia de la bestia. Ustedes morirán de la misma manera que ella."

El rey abrió la boca para decir algo, pero la chica rubia habló primero.

"En tu caso, no solo será tu vida. Tomaremos la vida de tu esposa, tu hija y al ultimo la tuya. Al vivir en tu castillo, la bestia, puede que elija a tu nieta como su flor."

El rey, sintiéndose amenazado y enfurecido por tal afirmación, vociferó:

"¿Y quien eres tu para tomar tal decisión?"El rey alistó su espada y miró a aquella chica desafiantemente. Dejó de importarle la sensación de divinidad que irradiaba aquella chica rubia. Después de todo ¿quien era ella para dar ordenes¿Quién era ella para decirle al mismo rey de Feagris que hacer?

Ella se limitó a sonreírle irónicamente.

"Fuiste uno de los elegidos por los semidioses que cuidan Gahiel, para ayudar a mantenerlo vivo con tu muerte. Tu sacrificio no sería en vano, pero al parecer no estas feliz de servir a tu diosa como los otros dirigentes elegidos... Que criatura tan egoísta y malagradecida."

"¡Cállate¡Tu no eres nadie para decirme que hacer con mi vida o con las de mi descendencia!"

La divinidad y gran autoridad que ejercía esta chica sobre el joven rey, lo orillo a atacar a la chica sin pensarlo. En su confusión pensó que de esa manera salvaría la vida de su descendencia. Matar a la chica, eso era lo que pasaba por su cabeza mientras avanzaba hacia ella.

Alistó su espada.

Corrió hacia la chica, quien no se inmuto al verle atacándola.

Blandió su espada con toda la fuerza que el permitían sus músculos, sin embargo; cuando la espada del rey estuvo a tan solo unos cuantos centímetros de la chica, su cuerpo se le inmovilizó completamente

La suave y femenina risa llena de ironía de la chica rubia llenó los oídos del inmóvil y vulnerable rey.

Vio con temor como una de las manos de aquella chica, pálida como un cadáver, se posaba sobre su grueso y muscular cuello. Sintió la agobiante falta de aire como resultado de la fuerza con la que era estrangulada su garganta.

Su pies pronto dejaron de posarse sobre el piso, pues le tenía suspendido en el aire, tomado del cuello, con una sola mano.

La chica le mantuvo así un rato, hasta que el rey estuvo apunto de desvanecerse por la falta de aire la chica le habló con desdén.

"Dime tu, oh! orgulloso rey de Feagris¿Qué es el sufrimiento de unos cuantos a comparación de la supervivencia de miles? Tu debes saberlo bien, oh! gran rey, que todo tiene un precio. Nuestra existencia, la tuya la mía y la de todas las criaturas ha tenido un precio; Sangre. La sangre de la diosa Fahdiel es la que nos creo y es la que necesitan los semidioses para existir, al igual que los hombres necesitan pan y agua para sobrevivir. Todo ha costado sangre y es con sangre se debe pagar para mantener un equilibrio.

La diosa Fahdiel fue asesinada hace varios mires de años, como bien lo debe saber un hombre letrado como usted majestad. Al morir la diosa, ya no hay alimento que haga útiles a los semidioses que han quedado al frente de Gahiel, la sangre de un dios muerto condena y enferma a quien la beba pero es necesaria para alimentarse, pues de otra forma no habrían semidioses al frente.

La sangre de los dirigentes es necesaria para alimentar a los semidioses y liberar a las creaciones de la guerra."

La chica soltó al rey, quien cayó pesadamente al suelo, aspirando aire ruidosamente.

"El circulo de los semidioses tendrá tu sangre por la buena o por la mala, no arriesgara a toda la creación por un rey tonto que no puede ver mas allá de si mismo. Si te sacrificas entonces tu muerte será placentera y sin dolor, intenta pasarte de listo y entonces tu vida será tomada por la misma "bestia de Fahdiel" y tu muerte será dolorosa y agobiantemente lenta."

El rey ya había logrado recuperar su aliento, pero prefirió no levantarse del suelo, se sentía derrotado e incapaz de desobedecer o de atacar a la chica frente a él.

Fue en ese momento que le quedó bien claro quién era la chica frente a él... Ya no tenía duda...

"... Regresaré en algunos meses... a tu esposa no le queda mucho tiempo..."

El joven rey se quedó en el piso, las ultimas palabras de aquella chica le atravesaron el pecho cual hoja de acero.

La oscuridad desapareció de la habitación y aquella chica pálida había desaparecido junto con ella.

Esa fue la primera vez que vio a aquella mujer de túnica negra, trato de seguir su vida como normalmente lo haría, después de todo no sabía cuando vendría aquella chica rubia... No dijo nada a nadie de lo que había visto, después de todo ¿quien le creería? Pasaron los meses ,su esposa se embarazó de nuevo y el rey en su felicidad llegó incluso a olvidar la advertencia de la chica de negro.

Pasaron los meses y el feliz día en que la reina daría a luz llegó la odiada figura negra.

Él estaba justo fuera de aquella habitación, frente a la puerta esperando a que la partera le entregara las buenas noticias, en ningún lugar de su mente estaba la chica de túnica negra, la había olvidado incluso había llegado a pensar que todo había sido un mal sueño.

El, tan nervioso y expectante, miraba la puerta con atención, sin darse cuenta de cómo de entre las sombras en la penumbra de las esquinas del pasillo comenzaba a materializarse aquella chica de negra túnica y moribunda palidez.

Ella miró fijamente al rey, quien no tardó demasiado en sentir la pesada mirada de ella.

El pecho se el congeló, miró hacia atrás y se encontró con la helida mirada de aquella chica.

Incrédulo movió la cabeza negando, como si eso fuese a hacer desaparecer a la chica.

No había nadie mas en el pasillo más que él, después de todo era casi la media noche, pero ahí estaba ella tal y como había prometido había regresado para llevarse a su esposa.

SE miraron uno segundos antes de que la chica pálida volteara su mirad hacia la puerta, el rey hizo lo mismo y enseguida salió la partera, su delantal blanco cubierto de sangre.

Su semblante estaba lejos de ser el de una jocosa partera que daba la buena nueva al padre, sus labios estaban secos, su frente sudada, su mirada terriblemente angustiada y su expresión triste pero a mismo tiempo incrédula.

Vio al rey en ese momento y fue cuando el puso notar las lagrimas en los ojos de la partera.

La partera balbuceo unos instantes antes de poder decir las palabras que acabarían con la felicidad del rey.

"L-Lo siento, majestad. La reina ha muerto, se desangró durante el parto antes de que el niño pudiera nacer..."

El rey regresó la mirada hacia donde estaba la chica rubia , pero ella ya no estaba ahí... Había desaparecido llevándose la vida de su esposa y la de su hijo no nato.

El enorme sufrimiento que tuvo ese día lo vio repetirse el día que su hija murió exactamente de la misma forma que su esposa.

El viejo rey alejó su mirada de la ventana, ya no quería seguir recordando. Se limpio los ojos con las mangas de su túnica y aclaró su garganta.

El estaba decidido a algo, y eso era a salvar a su nieta y a él mismo del destino que les habían impuesto el circulo de los semidioses de Gahiel.

Si su plan resultaba, el no tendría que morir ya que no seria el rey y Rei no tendría porque ser elegible para ser la flor de Radhamis una vez que se consumara el matrimonio de la princesa de Feagris y el príncipe de Labensrau.

De resulta el plan todo se resolvería, la bestia deberá elegir otra flor y sería Yuuichiro quien muriese en su lugar.

El rey se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta y salió de su habitación. Su escolta le acompañó desde la entrada del castillo hasta su carruaje, donde esperó a su nieta, quien iría con él en el mismo carruaje hacia la catedral de Feagris, ubicada en una meseta contigua a la montaña donde se estaba el castillo.

Buscó a Yuuichiro con la mirada, pero no encontró mas que a sus soldados, seguro el ya estaría esperando en la catedral.

No paso mucho tiempo antes de que Rei cruzara el portón principal. Seguida de sus damas de compañía. Muchas cortesanas se acercaron a ella a admirarla y felicitarla sin notar la apatía de la princesa, seguro estaba muy ocupadas admirando el vestido y la costosa joyería que solo la princesa podría usar.

El sencillo traslado del castillo la carruaje se había convertido casi en una pasarela.

La princesa no tuvo mas remedio más que caminar mas rápido, intentando huir de las inoportunas alabanzas de las cortesanas.

Entró en el carruaje donde estaba su abuelo, Minako junto con ella , y ambas se sentaron en el largo asiento frente a el rey.

Rei miró a su abuelo detenidamente, era en realidad la primera vez que lo veía desde que le habían quitado a Radhamis.

El Rey pudo notar el resentimiento y el reproche con los que estaba cargada la mirada de su nieta.

Pasaron varios minutos, los cortesanos ya habían abordado en su totalidad los demás carruajes y ahora comenzaban el viaje a la catedral de Feagris.

"...Tu eres el que ha permitido todo esto¿no es así?" Preguntó la princesa tratando suprimir su resentimiento hacia el hombre que estaba frente a ella, obviamente fallando en el intento.

No hubo respuesta de parte del rey. Le resultaba bastante hiriente la forma n que su nieta le hablaba y el miraba. Después de todo él trataba de evitar que los dioses los mataran a ambos.

No podía decirle nada aun, talvez después de la boda si es que el plan resultaba.

"Tu no tienes idea de que es Radhamis, ya es hora de que dejes tus juegos de adolescente y pienses más en el reino como su heredera. Si te casas con Yuuichiro entonces el reino no tendrá que preocuparse de tener una guerra con la nueva potencia hegemónica de Gahiel... De todas maneras Radhamis no vivirá mucho más tiempo y el que te quedes al lado de ella...note traerá nada bueno."

El rey pudo dar una explicación mas o menos coherente pero que la parecer no era suficiente como para aplacar el sentimiento de frustración de la princesa, quien seguía mirándole duramente.

Ni él ni ella volvieron a dirigirse la palabra durante el resto del viaje. Ambos se hundieron en sus propios pensamientos.

Rei pensaba repetidamente en aquellas palabras que le brindaban un poco de esperanzas.

Incluso estaba comenzando a creer que si se negaba a asarse entonces podría volver con su torpe chica nórdica. Aunque esto estuviese fuera de cualquier razonamiento lógico, aquellas palabras que escuchó en ese sueño le daban la sensación de certeza de que Rad volvería.

Rei siguió pensando que hacer, aun tenia tiempo. Después de todo, el viaje en carruaje sería largo.

-

El tiempo corría y el carruaje de la princesa se acercaba más a la catedral. La misión se estaba atrasando y eso fue lo que los soldados frente a la puerta de la torre les hicieron saber al grupo de Radhamis y Häggen.

El comandante del nuevo grupo de soldados se rió al ver al maltrecho grupo de soldados de Feagris.

Rieron mas fuerte al ver el estado en el que se encontraba Radhamis.

"Felicidades. Lograron rescatar a su bestia de la celda, pero ¿realmente esperan llegar a la catedral en ese estado? Nuestros soldados están situados a lo largo de todo el camino a la catedral. Son sesenta kilómetros de viaje a caballo . Me pregunto cuanto tardarán en llegar teniendo que enfrentarse a un grupo de quince soldados cada dos kilómetros. Claro eso suponiendo que puedan matarnos a todos y comenzar el camino a la catedral."

El comandante miró fijamente a Radhamis quien al parecer estaba de nuevo sufriendo el dolor de la metamorfosis de su cuerpo. Los soldados de Labensrau vieron eso como la oportunidad para atacar a los soldados de Feagris, su comandante estaba al borde del colapso y los demás estaban heridos y cansados, eran seis soldados y ellos un grupo que rondaba los quince donde todos ellos usaban magia y arcos.

No dijeron más y entonces el grupo completo de Labensrau entró en la torre decididos a acabar primero con Radhamis y la quimera, pues eran los elementos más peligrosos del grupo de Feagris y para suerte de los soldados enemigos ella y la quimera eran los elementos más heridos.

Häggen y Nibenwen adivinaron las intenciones del grupo enemigo y se apresuraron a ponerse frente a su general. Al parecer la trampa en la que habían caído era más grande de los que esperaban.

"Espera Häggen" Dijo Radhamis con un tono de voz peligrosamente firme.

Su dos compañeros que estaban al frente y los soldados enemigos notaron como de pronto el semblante de su General había cambiado.

La expresión de su rostro estaba vacía, sin embrago sus ojos estaban llenos de ira, su esclerótica estaba ahora ennegrecida y el hermoso color verde de sus ojos se había transformado en un rojo brillante que dejaban ver bien la reptiliana pupila negra de sus ojos.

En su espalda estaban aquellas protuberancias bajo su piel que amenazaban con romperla en cualquier momento.

Su espalda sangraba, sus ojos lloraban lagrimas sanguinolentas y de sus oídos y comisuras de los labios caían finos hilos de sangre que resbalaban por su rostro y caían al suelo en forma de pequeñas gotas.

La ira, la frustración y el dolo tan grande que sentía en esos momentos le habían llevado a un estado de ira irracional donde lo que más deseaba era desgarrar en pedazos a aquellos soldados que se interponían en su camino... y así tenía pensado hacerlo.

Radhamis bajó del lomo de la quimera y avanzó con dificultad hasta estar junto a Häggen y Nibenwen.

" ¿Qué es esto¿Una bestia que apenas y puede moverse va a terminar todos nosotros?" Dijo el comandante burlonamente mientras desenvainaba su espada.

Los demás soldados confiados también alistaron sus arcos y bastones.

Radhamis sonrió ampliamente, dejando entrever como sus colmillos había crecido y ahora sobresalían un poco de los demás dientes.

Häggen jamás había visto a Radhamis asi, realmente en este estado ella parecía más un dragón que un humano...aunque ahora que la veía un hecho muy importante se hizo evidente para Häggen; Radhamis nunca fue humana.

" Veamos si te sigues riendo así cuando corte tu cabeza y se la lleve a tu príncipe como regalo." Esta vez fue el turno de Radhamis de sonreír sádicamente y reír.

La amenaza de Radhamis habría pasado por una amenaza vacía de una soldado fanfarroneando pero al verla con esa apariencia y esa sonrisa sádica y confiada esa amenaza tomaba peso.

Al comandante enemigo le había pesado la amenaza de "la bestia" que tenía frente a él y ordenó a sus arqueros disparar contra ella y sus soldados.

De entre los zumbidos de la lluvia de flechas surcando el aire sólo se escucho la voz de Radhamis gritar:

"¡Heledh ram'!"

Pasó el primer descargue de flechas y el comandante ordenó cesar los disparos para ver cuantos soldados de Feagris quedaban.

Enorme fue su sorpresa cuando vio a todos los soldados de Feagris intactos detrás de Radhamis quien tenía los brazos abiertos y una sádica sonrisa dibujada en su rostro.

Mientras el comandante enemigo trataba de encontrar alguna herida en sus enemigos notó que todas las flechas estaban rotas y tiradas a un metro de distancia de el grupo, como si se hubieran topado con una pared invisible que repelió las flechas.

El comandante, frustrado ordenó una vez más disparar más flechas contra ellos, lo hicieron una y otra vez, pero el resultado siempre fue el mismo. Todas las flechas se detenían completamente y se rompían a un metro de distancia de Radhamis.

Häggen hasta entonces sin entender que sucedía comprendió lo que estaba haciendo Radhamis al mirarla. La posición de Radhamis; de píe y con brazos extendidos hacia los lados, las flechas rompiéndose y cayendo al suelo a tan solo un metro de distancia de ellos,

Häggen miró hacia donde estaba la general y pudo ver por un segundo un reflejo en el aire a un metro de distancia de ella. Era como ver el reflejo de la luz sobre el agua. Esa era una pared de defensa, un encantamiento avanzado de los últimos que se vieron en la academia militar. El mantenerla por periodos largos de tiempo es sumamente agotador ya que esa técnica consume enormes cantidades de energía de quien la use.

Sin embargo Radhamis la esta usando y la ha mantenido repeliendo todos los ataques de flechas del enemigo sin esfuerzo aparente.

Häggen recuerda que ella antes no podía mantener esa pared por mas de un minuto. ¿Qué era lo que le estaba dando fuerzas a Radhamis? Hacia unos momentos apenas podía mantenerse sobre la quimera.

El tercer ataque había terminado y la pared seguía protegiéndolos, Radhamis no parecía tener intención de quitarla.

Häggen trataba de entender porque Radhamis se limitaba a poner la pared y no a atacar.

Häggen notó que Radhamis miraba con atención a los arqueros enemigos, Häggen los miró también y noto como la cantidad de flechas en sus bolsas iba disminuyendo con cada ataque.

Las flechas no tardaron demasiado en acabarse y una vez que Radhamis confirmó aquello canceló la barrera.

El comandante ordenó otro ataque con flechas pero sus arqueros ya no tenían mas que lanzarles. Radhamis bajo los brazos y caminó lentamente hacia el frente, su dura mirada encima del comandante.

La bestia se detuvo y puso su mano derecha al frente como su sostuviera algo en la palma de su mano.

"Kaivo Tilaien." Dijo ella mientras miraba al comandante ahora inmóvil ante el agarre de tres de sus cadáveres verdes.

Su mano comenzó a rodearse de un extraño vapor verde, al igual que el área donde estaba el grupo de soldados de Labensrau.

Ninguno de los soldados pudo moverse más desde que el vapor verde impregnó el área.

"Q-que es esto?" Preguntó asustado el comandante cuando intentó moverse inútilmente.

El denso vapor verdoso que flotaba en el suelo comenzó a despedir un hedor pútrido y poco a poco fueron materializándose putrefactos cadáveres que jalaban las ropas y armaduras y se aferraban con fuerza a los cuerpos de los soldados enemigos.

Nibenwen y Häggen a su general murmurar mientras veían a los otros soldados siendo inmovilizados por una decena de cadáveres putrefactos. ¿Estaba dándoles ordenes a las materializaciones de humo verde?

Los murmullos de Radhamis terminaron y en voz firme y clara les dijo a sus arqueros:

"Preparen las flechas."

Su subordinados miraron a su general con incredulidad.

¿ Dispararle de frente a alguien que no puede moverse ? Ellos desconocían a la chica frente a ellos, la Radhamis de siempre no se aseguraba que sus enemigos estuvieran indefensos para después matarlos...

"Ellos nos tendieron una trampa primero, no merecen otra cosa." Dijo Radhamis como si hubiera escuchado lo que pensaban.

"Preparen las flechas." Repitió ella.

Sus soldados no tenían mas alternativa que obedecer a su general, después de todo esas eran sus ordenes y ellos, los soldados, no pueden hacer otra cosa que seguirlas.

Nibenwen y los arqueros que quedaban del grupo tensaron una flecha en sus arcos y ballestas.

" Cárguenlas con Aiglos pilin." Radhamis dio la segunda orden en el mismo tono firme y frío de antes.

Los arqueros obedecieron y al unísono se escucho la voz de los arqueros decir el nombre de aquel encantamiento que haría de los soldados frente a ellos unas quebradizas estatuas de hielo.

"Maten a los soldados... no toquen al comandante." Ordenó Radhamis, diciendo lentamente la ultima parte de esta. Sus ojos rojos aun fijos en el comandante del grupo de Labensrau.

"Disparen." Al momento que escucharon aquella orden, una pequeña lluvia de flechas surcaron el no muy largo espacio entre ellos y los soldados enemigos.

Las flechas les hirieron, e inmediatamente se convirtieron en estatuas de hielo.

Uno a uno fueron convirtiéndose en estatuas, hasta que sólo quedó el comandante.

Los cadáveres no cesaron en su jaloneo constante y poco a poco fueron desbaratando las estatuas, los pedazos de los cadáveres helados fueron cayendo al suelo.

Hasta que de los catorce soldados solo quedaban pedazos de gélida carne quebradiza, que humeaba al contacto con el aire menos frío.

Aún cuando la sangre estuvo congelada, el hedor de esta impregnó la torre. Lo cual parecía incitar aun más a Radhamis a hacer lo que planeaba.

Ella se acercó al comandante y a la pila de pedazos de carne, empuñó la espada del hombre inmovilizado y la desenvainó.

Sus ojos más roji-negros y sus pupilas eran ahora mas reptilianos que hacía unos instantes, estaban posados en él con singular alegría enfermiza.

El comandante palideció. Ella había terminado con su grupo y ahora solamente quedaba él.

"¿La situación ya no es tan graciosa ahora, no es así?" Preguntó ella mientras observaba bien al comandante, sonriéndole con sus colmillos sobresaliendo de entre sus labios.

Repentinamente, la sonrisa desapareció de su rostro y un gran odio podía vislumbrarse en sus ojos y su iracunda expresión... alzó la espada del comandante, con el filo dirigido hacia su cuello antes de hablarle con desprecio.

"Ahora si me lo permite, tengo una boda a la cual asistir..."

Radhamis blandió la espada con fuerza... y sólo se escucho el sonido sordo de algo que cayó al suelo...

Rei vio, con tristeza, las majestuosas rejas de intrincada herrería y mármol blanco que guardaban a la enorme catedral de cantera blanca donde seria casada a la fuerza.

Todo el lugar estaba adornado con listones de seda blanca y flores del mismo color.

En las rejas estaba el emblema de la familia real; un cuervo sobre un escudo rojo y amarillo. Este estaba forjado con cobre y oro y estaba en medio de las rejas partiéndose en dos cuando la reja era abierta de par en par.

Grandes cantidades de gente se habían reunido, y esperaban dentro de la catedral. Lo sabía por la gran cantidad de carruajes y caballos que había en el área cerca de las rejas.

La boda de la futura reina después de todo, debía ser un magno evento al cual no podían faltar aquellos con abolengo suficiente para codearse con las clases mas altas del reino.

Algunas personas estaba emocionadas, y otras no parecían estarlo pues este grupo estaba conciente de que era el heredero de Labensrau con quien se casaría la princesa. Lo más probable el reino perdería su soberanía y pasaría a ser una colonia del nuevo imperio de Labensrau, pero aún así estaban allí presentes, dispuestos a mantener su posición social aún cuando cambiase la estructura política del reino. Sea como sea, ellos sobrevivirían al cambio.

Rei envidiaba eso, que no daría por ser solo una cortesana y no la heredera a la corona del reino...Podría huir lejos, al lado de la única persona en la que podía pensar en aquellos momentos...su dulce Radhamis.

Miró a toda esa gente esperando poder verla, miró la majestuosidad de la catedral y del evento... miró su vestido...y recordó quien la estaría esperando al frente del altar... No pudo evitar que las lagrimas le llenaran los ojos mientras se miraba en el cristal de la ventana del carruaje.

Todo estaba mal, ella no quería nada de esto. Ella no quería a un elegante príncipe, ni una boda majestuosa, no quería ese vulgar vestido que estaba usando y mucho menos quería a toda esa gente que no conocía el día que se supone debiera ser uno de los mas felices de su vida... Ella quería a su simple y callada Mavoriana, quería desposarla en las ruinas del bosque de la montaña donde estaba el castillo, quería usar el vestido de su madre el cual había guardado tan celosamente por años...

Se sentía miserable...

Minako, había visto los ojos de Rei y procedo a posar una de sus manos sobre el hombro de la princesa.

De poco sirvió...

El carruaje se detuvo, era hora de salir y recibir las felicitaciones y buenos deseos de la gente presente.

El rey, hizo de cuenta que no había notado las lagrimas en los ojos de su nieta, le dolía tenerla en esa situación pero el sabía que todo esto era por un bien mayor.

Abrieron la puerta.

Lord Siegfried la había abierto, pues el y un grupo de soldados escoltarían a la princesa y al rey.

Primero bajaron el rey y Minako, Rei fue la ultima en bajar. Vio el esplendor del lugar, notó que además de la multitud habían tropas armadas apostadas en los alrededores.

¿A quienes esperaban atacar? Ya la tenían a ella y a su abuelo. Ella estaba ya a tan solo unos momentos de casarse con Yuuichiro.

Bajó del carruaje con la ayuda de Siegfried y notó que el también estaba armado y con semblante serio y a parecer alerta, pero al mirarle le dio una pequeña sonrisa mientras le decía algo al oído cuando ella bajaba.

" Si usted lo desea, nosotros iríamos a la guerra contra ese ejercito. Sólo cómprenos algo de tiempo."

Miró hacía las multitudes de gente, las cuales no había visto con detenimiento y reconoció algunos rostros de los soldados, pues les había visto en la academia las veces que visitaba a Radhamis.

Algunos estaban vestidos con el uniforme pero una gran mayoría estaban vestidos de civiles sin embargo estaban armados, lo sabía por que había logrado ver empuñadoras de espada asomarse un poco bajo los largos abrigos que las escondían de la vista de los soldados.

Ahora entendía porque había tanta gente reunida.. pero ¿Que es lo que estaba pasando?

Las palabras que había escuchado en su sueño parecían estar empezando a tener sentido.

Lo que no tenía sentido alguno era el ir a guerra con Labensrau...

Rei caminó al frente dudando de que debía hacer, tan absorbida estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de que su abuelo había entrelazado su brazo junto con le de ella y que estaban avanzando lentamente hacia el altar hasta que tuvo la aplastante catedral frente a ella.

Las escalera que llevaban hacia dentro estaban a tan solo unos cuantos metros. De pronto se paralizo y no pudo caminar más.

El miedo de pronto se apodero de ella. Cada que se acercaba mas, mas se daba cuenta de la magnitud de lo que estaba por acontecer...

Tendría que ser mangoneada por Yuuichiro ya que su ejecito era mas fuerte, tendría que compartir su cama con él y dar a luz a sus hijos. Tendría que soportar durante el resto de su vida el que él la hiciera suya cada que lo deseara...

Su abuelo tuvo que jalarla disimuladamente para que siguiera avanzando.

Ya estaba entrando a la catedral , el altar ya era visible y también la figura del hombre con quien se casaría.

Las lagrimas nuevamente se abrieron paso a sus ojos ya vidriosos, un par de ellas recorriendo su rostro, el cual ya estaba cubierto por un velo nupcial.

El miedo y la tristeza la hacían respirar con dificultad mientras veía horrorizada a Yuuichiro y al sacerdote frente a ella.

Mientras mas se acercaba mas podía ver la mirada lasciva y victoriosa de príncipe de Labensrau sobre ella.

" I' ento tari sa bragorge a sanien ryie isi rya verno'... La princesa está arrepintiéndose.."

Ryële y Lafurne se encontraban presentes, presenciando la miseria de la princesa desde las sombras en los pasillos volados a unos metros sobre el suelo, sostenidos por ricas columnas de mármol blanco con plata incrustada.

La princesa llegó al altar, donde fue entregada por su abuelo al príncipe a quien ella miró con horror.

Su mirada al verla y tomarle la mano estaba llena de una gran satisfacción mezclada con lujuria.

Tanto años la había deseado y ahora por fin la tenía...

Rei notó que al contrario de lo que ella pensaba, Yuuichiro no la veía ni con amor ni con admiración. La vea como un trofeo, un objeto que por fin llegaba a sus manos para ser usado...

La ceremonia comenzó y durante el transcurso de esta Rei comenzó a temblar, demasiado asustada como para hacer otra cosa.

Ryële emergió de dichas sombras y se acercó al bajo pretil del pasillo elevado. Sus brazos hicieron el mismo movimiento que evocaba el tensar de un arco imaginario para disparar una flecha, y mientras hacía esto un arco y una fleche hechos de una luminosa luz blanca se materializaron en sus manos.

" Lau rya a' quorin e' nwallma, ten' rei sa nid quel faarea ten' i' tigin. Rato im nauva son rya cel' tuulo' rya nwallma, iire i vera methedea. Dejémosla ahogarse en su tristeza un rato, pues no es digna de la bestia... La sacaré de su miseria, en cuanto termine la ceremonia " Ryële preparó la flecha y esperó. Decidida a atravesarle el corazón a la princesa en cuanto esta aceptase a ese hombre como esposo.

Lafurne entonces miró al príncipe.

"¿Noss nauva gurth i ernil isi cre isi i harana? Mataremos al príncipe al igual que al rey ¿No es así?"

Ryële hizo un pausa antes de contestar.

"I harana uma, dara nid i ernil. Im tyav da aina her' berien rye.Al rey si, pero al príncipe no, está protegido por un poder divino. "

Pasó el tiempo y la ceremonia transcurrió sin contratiempos.

Siegfried quien estaba fuera de la iglesia vigilando a sus hombres y a los del Yuuichiro, comenzaba a ponerse nervioso.

No faltaba mucho tiempo para que la ceremonia llegara al tiempo de consumación y aun no habían señales de Häggen y su grupo.

De ser necesario el y sus soldados tendrían que ser los que detuvieran la boda y se llevasen a la princesa lo mas lejos posible de el príncipe...

Un grupo de soldados de Feagris, disfrazados de civiles, se quedaron afuera con l excusa de que no cabía tanta gente dentro.

Siegfried cerró los portones de la catedral, ganándose la atención de los soldados de Labensrau.

"Dim' ram'" La mano derecha del padre de Häggen comenzó a brillar con luz dorada, con esa mano tocó la puerta de acceso y los bordes de esta brillaron como la mano de Siegfried.

Un par de soldados enemigos se acercaron a él ,demandando saber que era lo que estaba haciendo.

Siegfried los miró y desenvainó su espada frente a ellos.

Tomando aquel gesto como un reto, ambos soldados le atacaron al mismo tiempo, llegándole por los lados.

Un veterano de guerra como él no tuvo problema en terminar rápidamente con un par de soldados rasos.

Los cuerpos cortados de los soldados vencidos cayeron al piso de mármol y cantera. Lo cual hizo enfurecer al resto de los soldados enemigos quienes en ese momento desenvainaron sus espadas.

Se llevaron una gran sorpresa cuándo los "civiles"que estaban afuera desenvainaron sus espadas también y formaron filas detrás de Siegfried.

Al parece la cantidad de soldados era mas o menos igual, no habían tropas de no muertos por parte de los enemigos, Labensrau estaba guardándolos en caso de tener que invadir Feagris.

"Estúpido, hay muchos más de nosotros dentro de la catedral que escucharan el ruido de la pelea y vendrán."

Siegfried posó su mano derecha e la hoja de acero de su espada y esta comenzó a brillar con una luz intensa y rojiza.

" Nar megil." Dijo él enorme hombre rubio sin molestarse en contestar a alguno de los comentarios del soldado enemigo.

"No los escucharán los de adentro, la puerta tiene un sello de silencio y es por eso que brillan los contornos. Pero un montón de campesinos como ustedes obviamente no lo saben. Tanta es la necesidad de Labensrau de engrosar sus filas en el ejercito que reclutan campesinos sin chiste."

Lloyd emergió de entre las filas de soldados uniformados, desenvainando su espada mientras fanfarroneaba, tratando de ocultar de alguna manera su nerviosismo.

"Deberían agradecernos por ello, de esa manera ni sus compañeros ni su señor no los oirán chillar como puercos en el matadero."

Los soldados de Feagris sacaron sus armas y la pelea en el atrio de la catedral comenzó, pero los gritos y el choque de las espadas y las flechas con las armaduras no se escucharon dentro.

No pasó mucho tiempo antes de que en le cielo se vislumbraran una quimera volando hacia la catedral y varios soldados vestidos con el uniforme rojo de Feagris a caballo acercándose a las rejas.

Rei no podía hacer mas que mirar con terror al sacerdote frente a ella que proseguía tranquilamente con el ritual de bendecir su unión.

Las bodas de Gahiel eran diferentes, el sacerdote o sacerdotisa de la orden de la semi-deidad de cada reino oficiaba la ceremonia de bendición, la cual no duraba mas de una hora. Hora en la cual las cabezas de los futuros esposos se ungían con aceites provenientes de plantas sagradas cultivadas en el monasterio de la región.

Se les pasaba un humo de incienso de olor dulzón para purificar su unión.

Un lazo de flores les ataba a ambos, como símbolo de su matrimonio.

Finas coronas de plata les eran puestas en la cabeza y para finalizar el matrimonio debía ser consumado apenas terminase la ceremonia.

En las iglesias y catedrales siempre había una habitación donde los novios consumarían su matrimonio. A los ojos de la diosa Fahdiel y de los semidioses.

No habían aceptaciones ni afirmaciones al final de la ceremonia para que los novios fuesen proclamados marido y mujer. Ambos debían entrar en la habitación, si los dos entraban eso significaba que se aceptaban como esposos y que entonces consumarían el matrimonio.

Los invitados esperarían dentro del recinto, la salida de la nueva pareja para entonces felicitarles.

Minako se acercó con la corona de la princesa en un cojín rojo con bordados negros que formaban el escudo de armas de la dinastía a la que Rei pertenecía, un cuervo negro.

Un vasallo de Yuichiro hizo lo mismo, solo que el cojín donde estaba la rica corona formada con filigranas de plata entrelazada era de color café con bordados blancos, siendo el emblema de su dinastía un chacal blanco.

El sacerdote estaba recitando las ultimas bendiciones a los dioses antes de que los novios pasaran a la habitación de la consumación para unirse en matrimonio.

Los minutos pasaron y la hora de ir a la habitación había llegado. Rei podía sentir el peso de la lasciva y victoriosa mirada del hombre con quien la estaban casando encima de ella.

La flecha de luz de Mujer de túnica negra apuntaba a su cuello, esta vez con la cuerda del arco bien tensada y lista para dispararse.

Wiccan, quien estaba presente miró furtiva y preocupadamente hacia la puerta de entrada.

¿Qué demonios los estaba atrasando? Pensó aquel hombre mayor con impaciencia. Volteando su mirada hacía el altar.

Yuichiro se había levantado ya del reclinatorio, pero Rei no lo había hecho.

Cuando las lagrimas fluían de sus ojos y caían de su rostro fue cuando escucho de nuevo la voz de aquel sueño, pero esta vez no era ella recordando. Era la voz que nuevamente le hablaba directo a su mente.

" ¿Es esto lo que deseas?" Fue la sencilla pregunta que hizo echo desde lo profundo de su conciente.

"No." Dijo la princesa en un tono de voz apenas audible pero lo suficiente como para hacer voltear a Yuuichiro y al sacerdote que no estaban lejos en lo absoluto.

" ¿Qué es lo que deseas entonces? "

"Deseo ir con Radhamis... No me importa donde."

"¿Qué es lo que te detiene?"

Rei se quitó la corona de la cabeza y la miró con desprecio.

"El peso de cargar con esta corona... La gente que él mate si me niego será responsabilidad mía."

Los murmullos de Rei fueron haciéndose más y más audibles y varios invitados de las primeras filas comenzaron a mirar de manera confundida al príncipe.

"Mira bien al hombre que tienes a tu lado. ¿No mataría a esa gente de cualquier manera para engrosar sus filas de muertos vivientes¿Te obligaría a casarte con él de esta manera si te amara?"

Rei se levanto lentamente del reclinatorio y miró de frente a Yuuichiro.

"Si lo haría... Solo desea usar mis tierras y a mi gente, no desea casarse conmigo mas que por capricho y conveniencia."

El tono de voz de la princesa ya era normal, pero ahora más que responderle a la voz en su mente, le hablaba al príncipe de Labensrau, sus ojos fijos en él.

Su abuelo miraba incrédulo a su nieta, quien hacia tan solo unos momentos era incapaz casi de caminar.

"Mi gente no querría morir y ser parte de tu ejercito, preferirían una muerte mas digna que esa."

El rostro de el príncipe ya no se veía tan apacible y orgulloso de si mismo como antes, y la princesa ya no estaba asustada. Después de todo ella era la orgullosa princesa del reino de las llamas, nadie la haría ceder ante aquello que detestase.

"Niégate y tendrás de regreso a la bestia, acepta y la perderás a ella y todo lo que poseas."

Rei tomó aire y exclamo con la suficiente firmeza como para que todos los presentes la oyeran.

"¡No me casare! Prefiero morir en el campo de batalla con mi gente que compartir mi vida y cama contigo.

Miró con rabia el príncipe al rey de Feagris, quine estaba tan anonadado como los demás presentes a excepción de los soldados vestidos de civiles, que ahora más que nunca estaban decidido a sacar de ahí a la princesa, pues habían sido testigos de la fuerza de su futura reina.

Los Soldados de Feagris que estaban dentro de la catedral se pusieron de pie desenvainando espadas y acercándose rápidamente la altar.

Pero desafortunadamente Yuuichiro fue el primero en llegar a la princesa y en sujetarle del cuello con fuerza con una mano mientras la otra iba hacia su bota, de donde sacó un puñal.

" ¡Así es como lo ha querido la perra de tu hija Saekaki¡Esto es la guerra entre nosotros , los matare a todos y uniré sus cadáveres a mi ejercito y empezaré con tu hija!"

Los soldados de Feagris fueron también interceptados por otro grupo de Labensrau que acompañaban a su señor.

Los ojos de la princesa se fijaron con temor en el arma escondida del príncipe, y en lo único en que pudo pensar era en que talvez no pueda volver a ver a Radhamis...

La mujer de negro dejó de tensar el arco, no podía creer que la derrotada princesa se recuperara de la forma en que lo hizo. La situación había cambiado completamente.

Miró a su alrededor ,pero no pudo encontrar a su compañero cerca.

"Lafurne..." De pronto las cosas empezaron a tener sentido para ella... Miró a la princesa con enojo, no había sido que ella sola hubiese salido del estado en el que estaba, Lafurne le había ayudado.

Ya no tenía importancia, el príncipe tenía a al princesa y estaba a punto de matarla.

Decidió quedarse donde estaba, escondida entre la penumbra de los corredores a ver como se daban las cosas.

Nadie se dio cuenta de cómo se estaba moviendo la puerta de entrada, como si estuviese siendo golpeada con una fuerza enorme.

El príncipe alzó en alto la mano con la filosa hoja de metal apuntando al cuello de la princesa y dijo:

"Si no puedes ser mía, entonces tampoco serás de esa perra nórdica."

El rey fue sujetado mientras gritaba, por un par de los soldados de Yuuichiro que le acompañaban.

Yuuichiro comenzaba a impulsar su brazo con fuerza hacia e frente cuando la puerta maciza y vieja de madera de la entrada se hizo añicos, levantando una gran polvareda de donde salieron disparadas un par de flechas que atravesaron acertadamente la muñeca y antebrazo del príncipe haciéndolo tirar al suelo su arma.

Él retrocedió mientras sujetaba su brazo herido y sangrante con el otro. Las flechas atravesándole la carne.

Desde detrás de la polvareda que caía al suelo se oyó el rugido de un enorme león, y varios soldados con el uniforme de Feagris y otros mas vestidos de civiles armados con ballestas y espadas entraron en la catedral, rodearon el área rápidamente y entablaron batalla contra el frente de soldados enemigos que evitaban el paso hacia el altar, quienes fueron eliminados en poco tiempo debido a la diferencia numérica.

Los civiles asustados comenzaron a correr hacia las salidas este y oeste de la catedral y comenzaron a huir rápido del lugar.

Después de que los soldados de Feagris hubiesen entrado en la catedral una gran silueta comenzó a vislumbrarse entre el denso polvo mientras un extraño sonido de metal arrastrándose contra el suelo comenzaba a hacer echo dentro de la catedral.

La cabeza de un enorme león herido y cubierto en sangre emergió de entre la neblina de polvo infundando miedo entre los soldados y desafortunados civiles aun presentes, pero fue su jinete quien hizo entrar en pánico a el rey y al príncipe.

Túnica negra rasgada, tez pálida como la nieve , figura indiscutiblemente femenina y expresión iracunda...

"Ryële..." Dijo el rey apenas pudiendo murmurar, del pánico que sentía... Después de todo ella había venido para tomar su cabeza.

Todo había salido mal.

Un masivo mandoble cubierto en una mezcla de sangre fresca y seca se arrastraba sobre el piso de mármol mientras era sujetado por la jinete. Quien estaba aun más cubierta de heridas y sangre.

Wiccan pudo entonces darse cuenta de que quien montaba a la quimera no era Ryële.. sino Radhamis. La diferencia de coloración de piel ,cabello y ojos. Además la presencia de Radhamis no infundaba un sentimiento de divinidad, en estos momentos ella no infundaba otra cosa que no fuera terror.

El rey también se dio cuenta de ello al ver la diferencia de color en los ojos. Eran verdes y reptilianos, era Radhamis comandando al ejecito que se supone le obedecía a él.

Su aterrada expresión no cambió en lo absoluto.

"¿Qué es lo que está haciendo aquí?" Murmuró el rey mientras veía pasar muy lentamente a Radhamis montada en su quimera, sosteniendo su espada en una mano, que de seguro le había quitado a alguno de los enemigos derrotados de afuera, y en la otra sosteniendo de algo que parecía ser cabello a un objeto ovalado y sangrante.

Tanto Yuuichiro como la princesa se dieron cuenta de quien estaba caminando por el pasillo central.

Rei se llenó de alegría por unos momentos, ella había regresado. La alegría que sintió se esfumo por completo al verla mas de cerca.

Su expresión era fría y sus ojos no tenían ya la melancólica expresión de siempre, eran ahora sádicos, llenos de una obsesión enfermiza de descuartizar a todo aquel que portara el uniforme del reino enemigo.

Sus desgarradas ropas estaban empapadas de sangre en varias partes, dejando entre ver también sus heridas. No podía decirse si la sangre en sus ropas pertenecía a ella o a los soldados que seguramente le habían inflingido esas heridas antes de morir por aquella masiva espada que dejaba marcas de sangre mientras era arrastrada.

Algo andaba mal, esta no era su Radhamis de siempre, era la de la visión que tuvo hacía varios dias.

"¡Idiotas¡Que están haciendo¡Pónganse en formación!" Yuuichiro se había levantado del suelo y le ordenaba a los arqueros restantes ponerse en una fila y disparar contra los soldados de Feagris.

¿Qué había pasado con todos los soldados que había enviado para impedir que llegara ella hasta aquí? No lo sabía.

Los arqueros pronto se formaron frente a su príncipe debajo de los tres escalones del altar.

"Antes de que te mate, quiero que me respondas que fue lo que hiciste con los enviados que mande a detenerte."

Dijo Yuuichiro antes de dar la orden de disparar contra ella, Häggen y los otros soldados. No había miedo en su tono de voz aunque él tan solo tuviera un puñado de arqueros y los soldados de Feagris le superaran en numero.

Radhamis no respondió, se limitó a clavar el mandoble en el piso, haciendo una pequeña quebradura en una loseta mármol y alzó en alto el objeto peludo en su mano izquierda.

La impresión de los soldados enemigos cuando vieron lo que Radhamis tenía en su mano les obligó a desconcentrarse y a dejar de tensar su arco y apuntar.

La cabeza cercenada y sangrante de el general de la división de soldados humanos de Labensrau.

El corte no había sido limpio. Ya que aun tenía un par vértebras rotas que sobresalían del cuello, como si esta hubiera tenido que ser arrancada para separarla de cuerpo después de no poder propinar un buen tajo.

La expresión fijada en el rostro de la cabeza del general era de pánico, con los nublados ojos bien abiertos mirando hacía arriba.

Radhamis volteo a todas las direcciones para que todos los presentes pudieran ver su trofeo: la cabeza de su enemigo, el general humano de las tropas de Labensrau. Una vez hecho esto ella miró a Yuuichiro... y lanzó la cabeza del general por encima de las filas de arqueros, la cual cayó a los pies de el príncipe quien rápidamente se cubrió la boca y retiro la mirada.

Rei, después de mirar la cabeza cercenada miró con terror como una casi imperceptible sonrisa de satisfacción se dibujaba en el frío rostro de Radhamis al ver la reacción de Yuuichiro.

"¿Estás seguro de querer entrar en guerra con un ejercito comandado por una bestia nórdica? Esta es sólo una muestra de lo que les haré a tus tropas en el campo de batalla."

Dijo Radhamis seriamente pero con ciertos tintes de burla antes de comenzar a murmurar algo que nadie mas que sus soldados y ella podían escuchar.

Yuuichiro se enfureció.

"¡Maldita perra¡Disparen¡Matéenla!" Ordenó Yuuichiro sólo para encontrarse con que había un extraño vapor verde a los pies de su fila de arqueros que les impedía moverse.

Los cadáveres formados del vapor no tardaron en materializarse y aprisionar a los arqueros enemigos en su agarre.

Ahora fue el turno de Radhamis de ordenar a sus arqueros que formaran una fila frente a ella.

"Preparen las flechas." Dijo ella a sus soldados, quienes obedecieron de inmediato y tensaron sus arcos con las flechas listas.

"Kaivo tilaien."

Radhamis al decir esto hizo un gesto con su puño frente a ella, el cual tenía a su alrededor el mismo vapor verdoso. Comenzó a subirlo mientras seguía murmurando las ordenes a los cadáveres, al momento que hacia eso el vapor levantaba a los inmóviles arqueros de suelo. Manteniéndolos suspendidos en el aire mientras forcejeaban con los cadáveres.

"Apunten."

Rei pudo ver a Radhamis, la sonrisa de satisfacción se había borrado de su rostro. Ahora solo se veía vacía, como si en realidad no deseara hacer lo que estaba apunto de llevar acabo.

Miró a los arqueros, y pudo a ver a Häggen, a Siegfried y a los demás soldados.

Todos tenían esa misma expresión mientras seguían las ordenes.

En ese momento ella se dio cuenta de algo que había escapado su comprensión durante todo el tiempo que ella había tratado con todo ellos.

Häggen, Siegfried y sobre todo Radhamis, eran soldados y matar al enemigo es lo que se supone deben hacer. Desde pequeños se han entrenado física y psicológicamente para eso, ellos no son como ella.

"Disparen." Yuichiro y Rei vieron con horror como las flechas volaban a gran velocidad hacía el centro de los pechos de los arqueros enemigos y como estos poco a poco iban dejando de forcejear mientras las flechas, una a una, iban penetrando en su cuerpo.

Radhamis dejó de murmurar una vez que los arqueros hubiesen muerto, y estos cayeron al suelo una vez que el vapor se desvaneció, haciendo un ruido sordo al chocar con el piso.

Los soldados de Feagris habían aniquilado a los soldados activos de Labensrau y Rei se encontraba horrorizada ante tal acto. Jamás había presenciado la muerte de alguien y menos de manera violenta.

Ahora sólo quedaba Yuuichiro.

Radhamis bajó de la quimera y desclavo su espada del piso. Comenzó a caminar hacia el acorralado príncipe, con las tropas detrás de ella.

Rei se apresuro a alejarse del príncipe.

"Escoge ahora, o ordenas a tus tropas irse y te dejamos ir después de que se vayan o mueres aquí mismo." Dijo Siegfried parándose al lado de Radhamis.

Yuuichiro comenzó a reir.

"¿Que es tan gracioso? Contigo muerto tus filas de no muertos volverán a ser solo cadáveres." Preguntó él.

"¿Realmente crees que soy tan idiota como para hacerlos a todos mis sirvientes directos? Cada escuadrón de no muertos es sirviente de cada comandante, quien a su vez me es fiel a mi. Aunque yo muriera, mis tropas vendrían de todas maneras a aplastarlos.

No sólo tengo no muertos bajo mi mando... y tampoco estoy solo." Yuuichiro volvió a reírse de las tropas de Feagris antes de volver a hablar.

"Idiotas, en tres dias regresaré y acabare con esta mierda de reino y lo haré pedazos. Yo, de todas formas tendré a tu princesa una vez que te mate."

Yuuichiro rompió las flechas incrustadas en su brazo y se las sacó, con el otro brazo creó una esfera de luz negra y morada la cual acercó su pecho. La esfera le envolvió y dentro de poco se desvaneció junto con el príncipe de Labensrau.

Pero cuatro enormes bestias aparecieron después de que Yuuichiro se desvaneciera.

Eran justo como las que el rey había visto en la visión que le había mostrado la mujer de túnica negra, solo que estos tenían los mismo brazaletes que usaba la quimera de Radhamis.

Radhamis quedó sin habla al ver a aquellas criaturas.

"Morin hos..." Dijo ella, quedando de manifiesto que esta no era al primera vez que las veía.

La voz de Yuuichiro se oyó claramente dentro de la catedral aunque el ya no estaba allí.

" Mientras pasan estos tres días les dejo algo para que se entretengan. Es sólo una pequeña muestra del poder que está detrás de mí."

Las dos criaturas negruscas tenían cornamentas y usaban taparrabos hechos de piel de animales de largo pelaje y estaban armados con grandes hachas afiladas. Tenían ojos rojos y cuerpos musculosos y altos que les permitían mover con mucha facilidad aquellas hachas enormes.

Los ojos rojos de ellos no tardaron mucho tiempo en fijarse sobre Radhamis y la princesa como sus blancos de ataque.

Rei retrocedió al ver a tan extraña criatura acercársele alzando su hacha, el filo apuntando directo a su pecho.

Radhamis ignoró a la otra criatura que se dirigía a ella y corrió con su princesa tan rápido como el cargar su masiva espada y el inmenso cansancio que sentía le permitió.

Alzó su espada sobre su cabeza y propinó un corte vertical que el morin hos evadió pues este corte había sido demasiado lento.

Con semejante espada, ella estaba en desventaja.

Ella llevaba una malla de acero bajo su pesada túnica negra, y también una armadura de placas para las piernas mientras que ambos Morin hos no llevaban mas que su hacha y un taparrabo de piel.

Pero Radhamis se dio cuenta de eso demasiado tarde.

Había logrado ponerse entre Rei y uno de los morin hos. Pero estaba abierta a recibir un ataque pues tardaría mucho en volver a preparar su espada para cortar.

El morin hos la atrapó, puso una mano sobre su cuello, la alzó del suelo sin mucha dificultad y comenzó a ahorcarla.

Siegfried, Häggen y algunos soldados comenzaron a dispararle flechas al otro Morin que Radhamis había evitado mientras que otros corrían para ayudar a Radhamis con el otro y sacar a la princesa de ahí.

Radhamis intentó usar su espada para cortar al morin hos pero este se dio cuenta de las intenciones de la Mavoriana y con su hacha le cortó de un solo tajo el brazo un poco mas abajo del codo.

Radhamis intentó gritar de dolor pero la mano de su enemigo le tenía bien oprimido el cuello y no había aire que pudiera salir o entrar a sus pulmones, fue Rei la que grito al ver lo que le había ocurrido a Rad.

Gracias al intenso dolor de tener un miembro de su cuerpo cercenado de a tajo, la falta de aire, y el agotamiento de haber pasado tres dias fuera de su cuerpo y de haber peleado tanto, Radhamis se desmayó.

El morin la aventó hacía un lado, estrellándola contra la pared, donde dejó una marca de sangre antes de caer pesadamente al suelo.

Poco a poco el morin fue entonces acercándose Radhamis Alzando su hacha en alto.

Los soldados llegaron y trataron detener al morin hos.

Era como ver a un grupo de niños pelear con un adulto ya que fácilmente esa criatura alcanzaba dos metros treinta de altura y era mucho mas musculoso y masivo que cualquiera de los presentes.

Fácilmente los hacía retroceder con cada golpe que les propinaban.

Rei tenía la mirada fija en Radhamis, no sabía si aquel monstruo que parecía un enorme toro la había matado o no.

No la veía respirar, solo veía como salía la sangre del muñón que tenía en el brazo que el monstruo había cortado.

Rei comenzó a caer en una terrible desesperación.

¿Le habían arrebatado ya a Radhamis?

La princesa se levando del suelo donde estaba y se puso de pie.

Creó un arco y una flecha de fuego y la lanzó al morin hos hiriéndolo en el pecho, pero a parecer no lo suficiente como para matarlo.

El cuerpo inconsciente de Radhamis comenzó a transformarse de nuevo al igual que en la torre. Las protuberancias que amenazaban con el romperle la piel de la espalda regresaron a su punzante magnitud esta vez un poco mas puntiagudas y grandes.

Abrió los ojos y estos ya no eran verdes y blancos en la periferia, era rojos y negros.

Poco a poco se fue poniendo en pie y alzó sobre su cabeza el brazo que aun le quedaba.

"Aiglos... etah" Dijo Radhamis mientras intentaba recuperara aliento por el dolor que sentía en su cuerpo y una gran punta alargada de hielo como una estalactita se formó en su mano.

La lazó a la espalda del morin, atravesándolo completamente.

Esta vez fue el turno del monstruo de gritar de dolor y caer al suelo.

Radhamis entonces tomó el extremo de su brazo cortado con cu mano y miró como del hueso comenzaban a salir filamentos que iban alargándose, ramificándose y engrosándose, formando nuevamente un hueso con dedos y articulaciones. Los mismo ocurrió con las fibras de los músculos y tendones, fueron alargándose desde donde fuero cortadas y uniéndose con el hueso.

Pronto los dedos comenzaron a moverse ligeramente. Las venas, arterias y nervios comenzaron a regenerarse y a ramificarse sobre los músculos.

Rei y los soldados que peleaban con la quimera caída miraron la increíble regeneración del brazo de la chica de Mavoria.

Pronto la piel volvía a cubrir el miembro en formación de Radhamis y ahora parecía como si jamás hubiese perdido el brazo.

Radhamis se acercó al morin hos, tomando su espada y quitando el brazo muerto del mango.

La empuño y blandió como no lo había hecho hasta ahora. Con una ligereza y facilidad tal, que pudo alzarla rápidamente y clavarla en el pecho de la bestia, justo en el corazón matándola casi instantáneamente.

Siegfried y Häggen habían logrado mantener ocupada al otro morin pero este la ver muerto a su otro compañero corrió contra Radhamis quien rápidamente desclavó su espada del cuerpo del otro morin y le propino un buen corte en el pecho que hizo retroceder al monstruo varios pasos.

Pero la visión de Radhamis ya no estaba mejorada como antes, ahora era borrosa no importando cuanto intentara enfocarla. Sus ojos estaban volviendo a ser verdes como antes y las protuberancias en su espalda estaban desapareciendo bajo su piel.

El cuerpo de Radhamis detuvo la metamorfosis debido al desgastado estado en el que se encontraba.

El morin hos contraataco embistiendo a Radhamis, su hacha en alto, la cual estaba manchada ya con la sangre de algunos soldados.

Ella no pudo moverse, apenas y podía enfocar al morin frente a ella, sólo veía una gran mancha negrusca moviéndose.

Intentó blandir el enorme mandoble para defenderse, pero apenas puso arrastrarlo y el hacha ya venía con fuerza a la cabeza de la chica nórdica.

"Calim pillin' ros." Un voz desconocida para la gran mayoría se escucho, al tiempo que una lluvia de flechas al parecer hechas de luz atravesaban al morin hos reduciéndolo a una masa de carne y huesos rotos que iba cayendo al suelo.

Siegfried fue el primero en buscar y encontrar la fuente de aquel ataque.

Una mujer envuelta en una túnica negra con una capucha que le cubría el rostro con las sombras que esta proyectaba.

Aún tenía el arco de luz formado en la mano y estaba mirando fijamente al rey, quien podía escuchar su voz en su mente.

El mismo acento pesado con el que la chica de túnica negra le había hablado siempre resonaba en su mente sin que ella tuviera que mover los labios ni proyectar su voz.

" Tú lo decidiste de esta manera, en tan solo tres día las la bestia completará su metamorfosis y en su despertar será cuando mueras y tome tu sangre ..."

El arco de luz desapareció y junto con el la dama de negro.

Radhamis, no aguantó mas y mientras veía a aquella mujer, se desvaneció y cayó al suelo inconsciente.

Pasaron varios minutos.

Y sólo pudo sentir como era cargada y puesta sobre el lomo de su quimera antes de quedar completamente inconsciente .