TITULO: LENTAMENTE

Serie: Yu-Gi-Oh!

Pairings: S/J Y/Y

CategorySlash/Yaoi.

Raiting: G, R.

DisclaimerYo no poseo a los personajes de Yu-Gi-Oh!. Ellos pertenecen a sus creadores y respectivos socios comerciales. Esta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.

TiempoDespués del Torneo en Ciudad Batallas.

En calidad de Universo Alterno.

Warning: Tal vez en un futuro la historia sea

Porque las cosas importantes de la vida llegan imperceptible y lentamente.

Testament and Election

-Esto tiene que ser una broma. Gritó el muchacho tras levantarse de un salto de su asiento.

-Créeme que yo pensé lo mismo en cuanto me enteré. Pero todo está aquí y lamento informarte que todo lo que te he dicho es verdad.

El joven volvió a sentarse, mientras sus manos tomaban una vez más los documentos esparcidos sobre el escritorio.

Sus ojos se movieron de izquierda a derecha más rápido de lo que solían hacerlo y al finalizar con su lectura no le cupo duda de que aquella era una grandiosa broma.

-Ayer por la tarde el abogado de tú padre…

-Padrastro. Corrigió el joven, lanzando nuevamente los documentos.

-Vino a verme. Prosiguió el hombre tomando asiento frente al muchacho que le miraba.- Trajo consigo un maletín repleto de documentos y entre ellos el testamento de Gozaburo.

-Que yo sepa él no dejó testamento. Murmuró el joven, girando su silla y dándole la espada al hombre que continuó hablando.

-Lo mismo pensé. Me pareció muy sospechoso, dada la manera en que tu padrastro desapareció. Pensé que era un truco, una nueva treta para quitarte tus derechos sobre Kaiba Corp, pero después de una larga charla con él, todo se esclareció.

-¿Entonces vas a decirme que mi padrastro en realidad dejó un testamento?. Indagó el muchacho con voz escéptica.

-Si, así es Seto.

Muy pocas personas podían pronunciar aquel nombre sin salir heridos y aquel hombre de mediana edad podía hacerlo. Siendo el principal abogado de Seto Kaiba, la "ofensa" estaba perdonada.

-Es inaudito. No lo concibo. ¿Y que dice ese dichoso testamento?. ¿Qué van a quitarme todo lo que durante años he construido?. ¿Es eso?. Cuestionó el muchacho de ojos azules, sintiéndose tremendamente impotente hacia esa noticia.

Se suponía que como "hijo" mayor del desaparecido Gozaburo Kaiba, Seto heredaba inmediatamente los bienes del hombre.

Debido a su repentina desaparición y al no encontrar impedimento para la transacción de bienes a su heredero, Seto tomó posesión de un imperio que hubo sacado adelante con dedicación.

Pero habiendo encontrado entonces un testamento, las cosas se complicaban.

Seto conocía perfectamente la mente de su padrastro y sabía que probablemente todo lo que había logrado hasta ese momento, podía perderse tan solo por culpa de un pedazo de papel descubierto.

El muchacho se negaba a ceder su Corporación a nadie. Él lucharía por ella, aunque de por medio estuviera un Testamento.

-Cálmate Seto. Necesitas hacerlo. Le aconsejó el abogado en tono conciliador.

-¿Quieres que me calme?. Pues tendrás que conformarte con mi ira. Respondió el muchacho al borde de explotar por el enfado.

-Si no te tranquilizas, no podré terminar de comunicarte lo que el abogado de Gozaburo me dijo.

El muchacho de ojos azules y de porte calculador tomó asiento al lado de su abogado. Él sabía ser paciente y prudente, así que decidió esperar a conocer todo el juego para entrar él en acción con una jugada que le concediera la victoria.

El abogado suspiró y buscó en su maletín el resto de los documentos que Seto había lanzado.

Ciertamente él no esperaba encontrarse ante la sorpresa de un Testamento legal por parte del antiguo dueño de Kaiba Corp. Aquello indudablemente resultaba desconcertante pero era la realidad y Seto tenía que admitirla aunque no le gustara.

-El abogado de Gozaburo me comunicó que este testamento lo diseñó meses antes de su desaparición.

Al parecer todos los años renovaba uno y este no fue la excepción.

-¿Pero porque tuvo que esperar hasta ahora para aparecer?. Indagó el muchacho, sintiendo el enfado crecer en sus venas.

-Fueron los deseos de tú padrastro. Respondió el abogado.

Se hizo un pequeño silencio, en el cual ambos hombres aprovecharon para respirar y tomar el aire suficiente para soportar lo que se avecinaba.

-Sabes que con este testamento te atiendes a lo que en él se dicta, ¿verdad?.

-No soy tonto Louis. Sonrió con ironía el muchacho.

-Así que antes de leer lo que aquí dice, te aconsejo que medites las cosas. Te falta un año para cumplir la mayoría de edad y tres más para ser mayor en el resto del mundo, así que sabes lo que arriesgas si actúas de manera…

-Habla de una maldita vez. No eres nadie para decirme que hacer o el como comportarme. Bramó el muchacho.

El abogado suspiró. Sin duda Seto Kaiba siempre sería su cliente más conflictivo.

Abrió entonces la carpeta negra en cuyo interior se encontraba una larga hoja de papel, sellada por el gobierno y firmada por cuatro testigos que Seto conocía a la perfección.

Aquello sin duda era real.

-Yo, Gozaburo Kaiba…

-Adelanta eso. Ordenó Seto, incorporándose para caminar un poco.

El abogado se apresuró en encontrar la parte importante dentro de las oraciones alusivas que el desaparecido Gozaburo había redactado en el testamento.

Para Seto era imperativo saber en que juego nuevo lo había metido su padrastro.

-"Ni en la tumba me dejas tranquilo. Maldito seas". Maldijo en el pensamiento, procurando prestar atención a las siguientes palabras de su abogado.

-Así y pues sedo todos mis bienes a mis hijos adoptivos, siendo Seto el encargado de manejar la herencia hasta que Mokuba esté en la edad de ayudarle y reclamar su parte.

El abogado hizo una pausa, mirando a un Seto que hasta ese momento se sintió conforme con lo que escuchaba.

-Aun hay más.

-Léelo entonces. Conociendo a la sabandija que era mi padrastro, esas palabras fueron pura hipocresía. Dijo Seto con sarcasmo en la voz.

El abogado solo asintió y se limitó a leer el resto de las oraciones.

-Mi última voluntad está escrita en estas líneas y solo deseo que las empresas que algún día fundé, permanezcan en el mercado y con las ganancias que van acorde a su posición.

Por eso, por propia libertad y estando en perfecto uso de mis facultades mentales, nombro a mi hijastro Seto Kaiba como albacea de mis bienes. Concediéndole a su hermano la parte correspondiente, como dije anteriormente, al cumplir este con la mayoría de edad requerida.

-¿Y?. Preguntó Seto, no conforme con lo que escuchaba.

-¿Por qué piensas que hay más?. Indagó el abogado, pendiente de la mirada azul que escudriñaba con ahínco.

-Porque sé perfectamente que Gozaburo era un hombre que podía tenerlo todo, menos intenciones provechosas para Mokuba o para Mi.

Si hubiéramos desaparecido en lugar de él, ten pon seguro que ese desgraciado Jamás nos habría buscado y si viviera, seguiría siendo la inmunda rata que siempre fue.

De él no puedo esperar nada bueno. Comunicó el muchacho con la voz más gélida que pudo conseguir.

El abogado tragó con dificultad, mirando el odio que su cliente le profesaba a su padrastro.

Pero no por nada Seto Kaiba era un genio y al igual que como si intuyera un buen negocio, escuchó el resto de aquel misterioso testamento.

-Solo una consigna complementaria pongo en este testamento y es para mi hijastro Seto. Habló el abogado evitando mirar a un seguramente molesto ojiazul.

-Si en este momento estás escuchando estas palabras, será porque he muerto antes de lo planeado y estas a cargo de la corporación.

Escucha con atención, pues tendrás que seguir al pie de la letra mis indicaciones, si es que quieres conservar las empresas, el capital y cierta fortuna extra que he acumulado a lo largo de los años y tengo convenientemente oculta.

No dudes que con eso podrás comprar diez empresas más si te lo propones, así que conociendo tú ingenio, pongo entonces mi debate sobre la mesa.

-Lo sabía. El desgraciado me puso una condición. Gruñó Seto, golpeando su escritorio con fuerza.- Al final te saliste con la tuya.

-¿Puedo continuar?.

-Hazlo, hazlo, entre más rápido me entere de lo que ese mal nacido me dejó, mas rápido encontraré una solución. Indicó Seto friccionando sus manos con fuerza.

-Para que tú, Seto Kaiba, conserves los bienes que ya conoces, tienes que hacer exactamente lo que indico.

Pedí exclusivamente que si llegaba a sucederme algo, este día te fuera entregada la primera parte de mi testamento, en el cual te daré la primera tarea que tendrás que cumplir al pie de la letra.

Mi junta especial de abogados estará en contacto contigo para saber que estás cumpliendo tú palabra y mis últimas encomiendas.

Ten en cuenta, Seto, que de no llegar a completar el trato que ahora te propongo, lo perderás todo. Desde tú posición, hasta Kaiba Corp, la cual pasará a fusionarse directamente con el inversionista de más alto capital.

Sé que pensarás las cosas con detenimiento, si sabes lo que te conviene.

Por ahora se te presentará en un sobre exclusivo, la primera de mis encomiendas.

Sé cuidadoso en tú elección. Me tiene sin cuidado el "género" que elijas. Más de ti depende todo.

Solo, elige, como te he enseñado. En el mundo de los negocios, el más fuerte es el que vence. ¿Qué es lo que un rey de ajedrez necesita para ganar?.

Tal vez sea una Reina...o su igual...

Solo una advertencia hay en este punto: Si te rehúsas a cooperar o no has elegido aun al cumplirse el plazo que estipulo, una fuente afina se verá en la necesidad de o elegir por ti o definitivamente retirarte tú posición.

Al cabo de unos días, tendrás en tus manos la segunda encomienda.

Que aproveches tu vida, Seto.

Firma, con las mejores intenciones: Gozaburo Kaiba.

Cuando el abogado terminó de leer, Seto Kaiba se encontraba en medio de una especie de transe, donde seguramente su cerebro maquinaba algún plan.

-Debo agregar Seto. Interrumpió el abogado con cautela.- Que si estás planeando alguna manera de salir de todo esto, pierdes el tiempo.

Tú padrastro estipuló claramente que en caso de que "contraatacaras", inmediatamente tu posición y capital iría a parar a manos de…

-Maldito desgraciado. Musitó Seto, transpirando odio por todo su ser.- No conforme con hacer de mi vida un infierno, ahora después de tantos años lo vuelve a hacer.

Como lo odio. Gruñó el muchacho, incorporándose para evitar la desesperación completamente.

-Se que ha sido un golpe duro pero…

-Tú no sabes nada. Interrumpió el muchacho con fiereza.- Si no estoy equivocado, ese idiota solo quiere probar mi capacidad y desempeño. Pero yo voy a demostrarle como a todo el mundo, quien es Seto Kaiba. No voy a intimidarme por lo que ese loco me ha dejado como "herencia".

Ya veremos al último quien ríe mejor. Sonrió Seto con ironía, satisfecho de contraatacar como mejor lo hacía: luchando.

Pero el abogado prefirió guardar silencio. Hasta ese momento su cliente reaccionaba considerablemente bien, pero aun quedaba el sobre misterioso cuyo contenido el ya conocía.

¿Cómo iba a reaccionar el joven empresario tras conocer el primer veredicto de su padrastro?.

Seguramente la tierra temblaría.

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La campana sonó exactamente en punto de la hora. Ni un minuto más ni un minuto menos.

Tal vez esto se hacía con la intención de continuar manteniendo las rígidas costumbres de la puntualidad en las escuelas. Por inculcar buenos modales en los alumnos o simplemente por molestarles, sobre todo a aquellos que ya era como regla general su retraso en la puntualidad.

-¿De nuevo llegando tarde señor Wheeler?.

El muchacho rubio de ojos café recibió el reto con toda la dignidad que le fue posible escudar tras sus gestos de arrepentimiento.

Para Joey Wheeler era ya un hábito el llegar tarde a la escuela y por ello era merecedor de los castigos que a diario enfrentaba.

Pero él tenía una buena excusa, solo que sabía no la comprenderían. Por eso se limitaba a ser reprendido frente a toda la clase como a un niño pequeño y que ha cometido una fuerte travesura.

-Que sea la última vez señor Wheeler. Ya me estoy cansando de solapar sus retrasos. Argumentó la joven profesora, que le indicó caminara aprisa hasta su asiento.

El rubio caminó rápidamente bajo la mirada risueña y acusadora de algunos compañeros. Así que al llegar a su asiento solo atinó a hacer lo que todos los días efectuaba: Hablar con su mejor amigo.

-Estuvo cerca, ¿verdad Joey?. Preguntó un sonriente Yugi.

-Ni que lo digas. Por poco y me veo en la oficina del director y ya sabes que me tiene amenazado de "muerte". Susurró Joey, riendo al recordar el rostro furioso del directivo.

-Deberías tomarte las cosas más en serio amigo. Un día de estos tú racha de "buena suerte" se terminará y entonces te expulsarán. Opinó el muchacho de cabello tricolor.

-Lo sé. Suspiró el rubio, apresurándose en sacar sus libros y bolígrafos.- Pero es necesario que haga…cosas antes de venir aquí.

Yugi guardó silencio. Siempre que interrogaba a Joey sobre el porqué de sus trabajos de medio tiempo matutinos, el rubio siempre lo evadía.

Ya fuera porque sus respuestas eran incoherentes o simplemente porque olvidaba responder.

El muchacho de cabello tricolor sabía que algo ocurría con su mejor amigo, pero no podía hacer nada si Joey no se lo permitía.

-¿Sigues en eso?. Fue todo lo que la curiosidad de Yugi pudo exclamar.

Joey subió el rostro y asintió con la cabeza. Después le sonrió al muchacho y continuó escribiendo lo que la profesora redactaba en el pizarrón.

Sin duda explicarle a Yugi o a sus amigos la razón de sus retrasos, sería sumamente difícil y duro para él.

Prefería entonces dejar las cosas como un mero gusto por dormir hasta tarde.

Yugi continuaba mirando a su amigo de al lado y no evitó suspirar por la impotencia.

Joey estaba amenazado. Algún retrazo más y automáticamente quedaría fuera de aquella escuela.

Solo les faltaba escaso medio año para concluir la preparatoria y no quería perder a Joey en esos momentos en los que contaba con él para concluir un bello ciclo.

-No te preocupes, ya encontraremos la manera de ayudarle. Escuchó Yugi que le susurraban y no tuvo que girar para saber a quien pertenecía aquella dulce y vibrante voz que hacía a sus cabellos erizarse.

Yugi solo asintió sin mirar a Yami y regresó a su tarea de continuar escribiendo.

Yami suspiró. Desde que tomara una posición individual en esa vida, Yugi había cambiado demasiado su trato hacia él.

El pequeño de cabellos tricolor se esmeraba más en prestar ayuda a los demás que en él.

Yami lo atribuía todo a un estado pasajero de ánimo, pero conforme los días pasaban y la indiferencia de Yugi crecía, el corazón del antiguo Faraón egipcio se comprimía con fuerza.

Él apreciaba en el alma a Yugi y pensando con sinceridad, no podía vivir alejado de él. Ya fuera por algún motivo, el pequeño era su complemento y este, se estaba rompiendo.

Pero al igual que con Joey, nada se podía hacer hasta que Yugi lo quisiera.

Yami suspiró y continuó mirando a su contraparte, sin la menor intención de poner atención a la clase.

Algebra no era exactamente la materia favorita de Joey, pero ciertamente le era de gran utilidad en la vida real.

En ese momento, se encontraba realizando una operación mental que incluía los gastos, el sueldo y todo lo que tuviera que ver con el factor monetario.

Sin duda estaba pasando por una mala racha de suerte y si continuaba atrasándose en las clases, jamás podría concluir su educación preparatoria.

Su deseo era el de superarse y el de ser alguien importante.

Comprobó que a pesar de lo que muchos opinaban, había resultado un recio contrincante en el afamado Duelo de Monstruos.

Un duelista fiero que luchaba hasta al final como en la vida misma, y que a pesar de lo que las personas pudieran pensar de su persona, él mismo demostraba que podía superarse.

Eso lo llevó instantáneamente a recordar a ciertos compañeros de clase.

Por un lado se encontraba Duke Deblin. El chico creador del duelo de Dados virtuales, le había molestado y pisoteado su orgullo, siendo este el factor más alarmante para meterlo en problemas.

Pero ciertamente el chico con el zarcillo de dado, comprobó con el tiempo que él era tan merecedor de respeto como cualquiera, y eso le hizo sentir tremendamente bien.

Pero por otra parte se encontraba el muchacho más frívolo e insensible que había conocido en su vida.

El chico que a cada paso le recordaba sus defectos y desgracias y que con el afán de enfurecerlo, lanzaba al aire cualquier palabra hiriente o apelativo que tenía que ver exclusivamente con canes.

Joey no comprendía porque ese afán en molestarlo, pero admitía, en el fondo, que cada frase que el recio Seto Kaiba le dirigía, iba inconcientemente hasta su cabeza y allí era procesada para regresar la ofensa y para en cierta forma, cambiar su persona.

El rubio reconocía que había madurado en ese tiempo.

Se había retirado del duelo de monstruos y se dedicaba a estudiar con empeño y a sacar adelante su pobre economía.

Gracias a que algunas personas, como Kaiba, que lo mantenían en la realidad de las cosas, había aprendido a no estallar o lanzarse a duelo con presteza. Había aprendido a meditar mejor las cosas y a buscar detenidamente los pro y contra de cada factor.

Se consideraba más analítico e inteligente, por lo que en lugar de gruñir cual "can", prefería ser astuto como "lobo". Aunque dada la especie de comparación, seguía siendo un "Canis-latra".

Gruñó ante su pensamiento y con instinto buscó a aquel ser que le había apodado tantas veces con horribles nombres de canes.

Pero para su sorpresa, el incorregible chico genio no estaba en su asiento.

Miró a su alrededor y no hubo rastro alguno de la estilizada figura del muchacho de ojos azules.

Aquello le pareció extraño, pues conocida era la obsesividad del moreno con la asistencia y más, con su molestia.

-Hey, Yug. Llamó despistadamente el rubio.

-¿Qué ocurre?. Cuestionó el muchacho con rapidez.

-¿En dónde se metió ese cretino aristócrata?. Fue la cuestión que Yugi no se esperaba.

Pero al igual que su amigo indagó a su alrededor, no encontrando señal de que ahí hubiera estado alguna vez el grandioso Seto Kaiba.

-Ahora que lo dices, no me había percatado de su ausenta. Susurró el muchacho de cabello tricolor, mirando a una Tea y un Tristán interesados en la charla.

-A mi ni me mires. Confesó el chico morocho y alto que era Tristán, regresando a su libro de álgebra.

-Lo siento Yugi, pero sabes que Kaiba no es santo devoto de mi fe. Sonrió Tea, regresando también a lo suyo.

Joey y Yugi se miraron unos momentos, para después regresar a sus deberes.

En realidad Yugi había aprendido también un par de cosas.

La primera, no insistir en indagar sobre Seto Kaiba

Y segunda, debía comenzar a preocuparse por él y no por los demás. No era egoísmo, simplemente debía comenzar a tener tiempo de claridad para él, pues siempre se preocupaba por otros y no de su persona.

En ese momento él también tenía dificultades.

-¿Yugi?. Llamó Yami, preocupado ante la indiferencia de su contraparte.

-No es nada Yami. Tranquilizó el muchacho sin girar y tan pronto como había salido de su ensimismamiento, regresó a él.

Eso ya no era del gusto del antiguo faraón, por lo que se prometió hablar seriamente con Yugi y aclarar la situación entre los dos.

Él también sufría y debía solucionar las cosas en el acto.

Joey volvió a enfrascarse en las operaciones matemáticas en su cabeza, pero extrañamente y a pesar de la antipatía que había entre él y el muchacho Kaiba, continuó preguntándose el porque el muchacho genio se había atrevido a manchar su impecable lista de asistencia, con una falta.

-"Asunto de ricos. Total, ¿a mi que me importa?". Fue su pensamiento final sobre el tema.

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-¿En verdad te encuentras bien Seto?. La voz angustiada de Mokuba se alzó entre el silencio de la habitación.

El mayor de los Kaiba asintió, sentándose al lado de su hermano.

-Solo estoy…confundido. Reveló con cansancio, pues había permanecido despierto toda la noche, pensando en el contenido del sobre que Mokuba tenía entre sus manos.

El niño de cabellos negros miró con pesar a su hermano.

Mukuba estaba conciente de que por ser Seto el mayor, tenía muchas más obligaciones de las que nadie pudiera imaginar; pero en ese momento sintió, que a su hermano le habían arrancado de las manos la libertad que él deseaba.

Seto no era más que un adolescente con la desgracia de ser Genio y por consiguiente dueño de un gran imperio.

Mokuba sabía que su hermano disfrutaba de la soledad para reflexionar sobre su vida y la manera en como tal vez algún día cambiaría.

Seto seguía siendo humano a fin de cuentas y soñaba como cualquiera.

Salvo su carácter, en lo demás y secretamente era "normal", con la diferencia de la apariencia.

El niño de cabellos negros se sintió impotente y muy acongojado hacia su hermano.

¿Qué podía hacer él, un simple niño para consolarle en ese momento?.

Nada, porque su hermano se lo impedía. Pero si podía permanecer a su lado hasta que Seto Kaiba se sintiera nuevamente seguro de enfrentar la vida.

Seto cerró los ojos y suspiró hondo. Le dolía el cuerpo y los ojos le ardían de cansancio. Pero se negaba a dormir, por miedo a continuar pensando en la primera indicación de su padrastro.

Ciertamente odiaba más, si era posible, al hombre que lo había adoptado y lo reiteró contables veces.

De un momento a otro su vida había cambiado y solo con la aparición del dichoso testamento del hombre.

Para Seto Kaiba no había imposibles, pero en ese momento los hubo. No podía hacer nada más que acatar las órdenes que se le habían asignado y resignarse.

El genio que controlaba Kaiba Corp no sabía el significado de esa palabra, pero por primera vez en su vida, lo aprendería.

-¿Seto?. Llamó Mokuba, preocupado por el repentino silencio de su hermano.

-Estoy bien, solo pensaba. Exclamó en tono conciliador el moreno.

-¿No hay nada que puedas hacer?. Indagó el niño, mostrando el sobre que llevaba entre sus manos.

Seto negó. Habría querido prorrumpir en insultos como lo hiciera el día anterior, pero por respeto a su hermano prefirió reprimirlos.

-Ese…hombre me ató de pies y manos. Solo me queda seguir sus órdenes para no perder la corporación.

-Pero Seto, él te está obligando a…

-Nada que alguien no hubiera pasado en mi lugar. Solo es una simple decisión como cualquier otra y asunto finiquitado. Exclamó el muchacho, acariciando los cabellos de su hermano y evitando darle demasiada importancia al asunto.

-No creo que sea tan simple. Te están quitando tu derecho a opinar y elegir.

Sabes que aceptaré lo que decidas, pero esto simplemente no puedo aceptarlo. ¿Por qué no declinas?. Preguntó el niño, utilizando el sofisticado vocabulario de su hermano.

Seto sabía que Mokuba no era tampoco un niño ordinario. Tenía mucha inteligencia y capacidad y supo que en cualquier momento, él podía hacerse cargo perfectamente bien de KC.

Pero él deseaba que su hermano viviera lo que a él le habían negado y por tal, no arriesgaría la integridad de la única persona a quien amaba en ese mundo.

-No puedo. KC es mi esfuerzo y mi mundo. Además…sería cobarde de mi parte. Si en el pasado hice lo que ese hombre me dictó y más, fácilmente ahora realizaré esto.

Así que no quiero más excusas, si te he permitido quedarte en casa este día, fue para que conocieras las circunstancias en las que me encuentro y sepas que no declinaré ni me arrepentiré de nada.

Mokuba asintió. Decidido algo, no había poder humano que hiciera cambiar a Seto Kaiba de opinión.

-Si es tú última palabra, la respeto hermano. Solo…al menos…elige bien. Añadió el niño, para posteriormente retirarse del estudio.

Seto solo sonrió con ironía.

El "elegir" bien o mal no era algo de lo que debía preocuparse, pues a su parecer, cada persona en ese mundo era indigno e in confiable.

-¿Señor?. Un hombre lo busca. Indicó el mayordomo tocando a la puerta del estudio.

-Ahora voy. Informó, mirándose en un espejo y tratando de arreglar un poco su imagen de desvelo. Nadie jamás lo miraría desalineado. De eso constaba su perfil de recio y fiero hombre.

Así que después de solucionar el "problema", se dirigió a conocer a su visitante, aquel que estaría a su lado como una sombra y solo para verificar que cumplía al pie de la letra "sus obligaciones" si es que no quería perder la empresa y a su hermano.

Cuando llegó a la sala, miró a un hombre de mediana edad, vestido de traje negro y de mirada penetrante.

Utilizaba anteojos.

-¿Seto, verdad?. Preguntó el hombre, tendiéndole la mano a un muchacho que solo gruñó en respuesta.

Odiaba ser llamado con tanta familiaridad por desconocidos.

-Mi nombre es Suichi Maky, y soy el hombre que tu padre eligió para que verificara tus actividades. Sonrió el hombre.

Seto habría querido gritarle unas cuantas cosas, pero después de una larga noche en vela, llegó a la conclusión de que por el momento efectuaría lo que le habían mandado. No podía arriesgarse a perderlo todo, pues mientras aun fuera menor de edad, corría el riesgo de que por falta de dinero le quitaran a Mokuba. Eso si no lo toleraría.

-¿Y que se supone que hará usted?. El muchacho de ojos azules no evitó la cuestión irónica.

-Ver que las cosas sean las más convenientes para ti, por supuesto. No podemos darnos el lujo de que introduzcas en la familia a cualquier persona. Sonrió el hombre.

-¿En donde quedó entonces mi "elección"?. Siguió interrogando el muchacho.- Por que según "él", tendría derecho a elección.

-Y lo tendrás, pero como ves, el tiempo es corto, por lo que en dado caso y espero no suceda, en caso de que no elijas, me veré en la penosa necesidad de elegir por ti.

-En cualquier caso, usted terminará eligiendo por mi. ¿O me equivoco?.

El hombre debía reconocer la inteligencia del muchacho, por lo que mentalmente le concedió un punto extra.

-Por el momento dejemos de lado lo obvio. Pasemos a la "elección". ¿Cómo lo harás?. Tengo entendido de que no eres muy sociable, ¿o me equivoco?.

El hombre extrajo de su maletín varios documentos, un bolígrafo y se dispuso a escribir mientras hablaba.

A Seto le recordó más un reportero que un abogado. Este pensamiento le asaltó de repente.

-¿Y la prensa?.

Él debía conservar su imagen, de lo contrario los años de esfuerzo se irían a la basura.

El hombre hizo un gesto con la mano, como dándole mínima importancia al asunto.

-De eso ya nos encargaremos cuando llegue el momento. Mientras tanto debes de concentrarte en lo que harás para elegir a la persona correcta. Recuerda que esto no es un juego.

-¿Y quien dijo que lo fuera?. ¿Cree que es muy fácil asimilar que mi padrastro me ha dejado como primera condición buscar una persona con la cual desposarme para toda mi maldita vida?. Y si eso no fuera poco, esa dichosa persona tiene que pasar por toda una revisión para ser aprobada, de lo contrario y cumplido el plazo que ese hombre me dio, usted, elegirá a la persona que estará a mi lado de por vida.

No hay esperanza de divorcio. NADA. Gritó el muchacho, descargando su frustración.

El hombre de anteojos le miró y negó con la cabeza.

-Créeme que esto es bastante difícil, pero así se decretó y…no podemos hacer nada. Lo siento mucho.

-Como sea. Murmuró Seto al borde del colapso nervioso. Lo que había pensado también era en suicidarse o huir, pero de cualquier manera saldría perdiendo.

No entendía aun lo que Gozaburo buscaba al unirlo de por vida a una persona.

No comprendía absolutamente nada, solo sabía que el hombre había vuelto a arruinarle la existencia y esa vez había sido para siempre.

-Sabes, haremos un trato. Déjame conocer a las personas con las que te rodeas y así disminuiremos una gran cantidad de personas.

Eres cotizado, atractivo….no dudo que alguien en realidad quiera casarse contigo.

Toma las cosas con tranquilidad, relájate, que yo efectuaré mis opiniones y al final…

-Lo ve todo demasiado sencillo. Rió el muchacho con sarcasmo.

-Es que es demasiado sencillo. Por ahora solo tienes que elegir a una persona, ya después nos enteraremos de lo que el señor Gozaburo dictó.

Por el momento no te ha pedido que fijes un día de boda o que lo anuncies a todos los medios. Solo te ha indicado una simple elección que cualquier persona haría. Sonrió el hombre, dándole un poco de lógica al asunto.

Pero Seto en lugar de relajarse, se tensó aun más.

Si hubo descubierto con anterioridad los planes de su padrastro, presentía que los futuros no diferirían demasiado a los actuales.

En ese momento pensó que en lugar de estar en clases, escuchando a los fastidiosos profesores, se dedicaba entonces a la búsqueda de esa persona que se atrevería a pasar con él el resto de su vida.

Seto sintió escalofríos por primera vez. Siempre había evitado relacionarse con las personas y no contempló jamás la posibilidad de casarse. Pero en esos momentos lo que debió elegirse unos años después, le agobiaba el alma con severidad.

¿Cómo sería entonces la persona que iba a estar con él?. ¿Cómo iba a ser su convivencia?.

¿Sería por interés o por…amor?.

La palabra simplemente le causó risa. Él no creía en el amor, pero en el fondo, quería creerlo.

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CONTINUAR

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Estoy de regreso con este par.

Espero que la historia sea de su agrado

KATRINNA LE FAY