EPÍLOGO
¿Y qué pasó al final? , se preguntará el lector que haya seguido a Harry y sus amigos durante este tiempo. Bueno, es sabido por todos que los magos gozan del privilegio de vivir unos años más que los muggles y Harry vivió muchos veranos adicionales, hasta él se sorprendió.
A los pocos meses del nacimiento de Harmony, Ron y Libby dieron el gran bombazo, se casarían a mitad del otoño. La fiesta fue por todo lo alto, tal como lo deseó (o más bien lo exigió) Libby. Asistió muchísima gente, la gran mayoría familiares de la pareja. Pese a que Harry había conocido a los padres de la novia en el bautizo de Harmony, fue muy interesante socializar con la familia muggle de la chica; sin duda alguna las raices brasileras de la madre mezcladas con las australianas del padre producían una fusión letalmente explosiva llamada Libby y Eprham. Abba, la prima que habían conocido en su viaje a Australia había crecido mucho, ahora no se dejaba imponer tan fácilmente de su madre, como típica adolescente. Los abuelos de Libby también asistieron, cargando con gatos y gallo. Transcurrido el tiempo y antes de que Harmony cumpliera el primer año, Libby dio a luz unos gemelos bien regordetes a los que ella y Ron llamaron Brian y Gretel. Nombrando a Hermione como madrina de la niña y a Harry como padrino del niño, porque todo tenía que quedar en familia.
Harry y Hermione también se casaron, pero lo hicieron años después, cuando sus hijos crecieron un poco y tuvieron el tiempo suficiente para planificar la ceremonia y el viaje de bodas. Su unión fue el verano antes de que James cumpliera diez años, a orillas del mar. Fue una ceremonia bastante privada por gusto de ambos; pese al paso del tiempo, la comunidad mágica aún tenía mucho interés en conocer cosas de su vida. Por esa razón, sólo los acompañaban las personas más allegadas, como los padres de Hermione y Ron y Libby. El vestido no fue el típico blanco inmaculado, en lugar de eso Hermione prefirió un vestido más sencillo, estilo estraple, largo y de corte sirena, con el cabello lizo y en una baja coleta, un ramo de florecientes rosas blancas era su aderezo. Al igual que ella, Harry iba vestido de blanco arena en pantalón y camisa, e imitando a sus invitados, ambos estaban descalzos. La ceremonia en sí fue sencilla y romántica y cuando llegó el momento del intercambio de las alianzas Harry recordó más que nunca a sus padres, deseando con todo su corazón que estuvieran en ese momento tan especial.
Los años pasaron con rapidez y pronto llegó el tiempo en el que James ingresaría a Hogwarts. Pese a que recibió su carta nueve meses antes del ingreso, fue el más entusiasmado en comprar los libros de inmediato. Prácticamente los devoró en seis o siete ocasiones, pese a que Harmony le exigía pasar más tiempo con ella y con Frederic para jugar. Al momento de abordar el expreso a Hogwarts tenía aprendido todos los textos del año, sólo le hacía falta practicar con su varita de núcleo en pluma de fénix. Para todos fue una agradable sorpresa enterarse que Simón, su amigo del colegio, también era mago. Ambos niños fueron asignados a Gryffindor. Mádison, la hija de Ralph, también ingresó ese año; ella fue asignada a Slytherin. Un año antes de que James egresara del colegio Harmony ingresó en el y el sombrero seleccionador la envió a Gryffindor, al igual que Amelie, la hija de Bill y Fleur. Desde que comenzaron a caminar las niñas se hicieron grandes amigas.
Cuando los chicos regresaron a casa para las vacaciones de verano y transcurrida la mitad de ellas Hermione dio a luz otro bebé, al que nombraron Ben.
Con el pasar de los años Harry y Hermione se quedaron solos. Sus hijos formaron vidas aparte y pasaron más tiempo envejeciendo al lado de Ron y Libby que con ellos.
Harry dormía en una hamaca del jardín. Aquella calurosa mañana Clive y Jane lo estaban visitando. La chica, casi adulta, escuchaba con devoción los relatos del fantasma Frederic, Harry no sabía si le contaba a su bisnieta alguna de sus hazañas o las de algún otro mago de su juventud. Frederic era el único que quedaba en la casa haciéndole compañía permanente, entre sus tres hijos se turnaban para pasar cortas temporadas con él. De pronto escuchó una voz susurrándole al oído, se sorprendió de que Jane no le informara de la presencia de aquel extraño.
-Hola, Harry ¿sabes quién soy?
Harry abrió los ojos con lentitud. Lo miró.
-Si, lo sé – susurró luego de unos segundos.
Al parecer Jane se había alejado con Frederic, seguramente en busca de su padre, porque no la escuchó cerca. Reparó en la presencia del extraño. Un cabello castaño oscuro completamente rebelde y lentes redondos lo caracterizaban.
-Si, papá… ¿dime?
-Tengo una pregunta para ti… ¿quieres venir?
Harry lo meditó durante unos segundos. No podía dejar sola a su familia, a sus hijos, sus nietos, sus bisnietos.
-Ellos estarán bien – le dijo James como si hubiera leído sus pensamientos –. Tu y Hermione lo hicieron de maravilla. Entonces, ¿vienes?
No lo dudó más y se levantó. Con mucha dificultad caminó por el jardín. El cuerpo pesaba demasiado. Aprovechando que junto al invernadero de Hermione había una cómoda silla se sentó para descansar por unos segundos y recuperar un poco de aliento. Luego volvió a levantarse, estaba liviano, ágil. No le importó dejar su cuerpo dormido sobre la silla.
-Muchos te esperan – afirmó James con una sonrisa.
Harry no dijo nada. Estaba feliz por volver a ver a su padre.
Caminaron algunos minutos más y luego la vio; una mujer joven, alta y pelirroja le sonreía, sus ojos verdes brillaban con especial alegría. Sintió vergüenza, mucha vergüenza de que lo vieran tan viejo.
-La espera fue muy larga – le dijo Lily –. Pero, por fin estás con nosotros.
-Perdón – repuso Harry con timidez.
Lily le acarició la mejilla con ternura; quizás fuera por la muerte, pero no sentía sus arrugas.
-Tenías un destino que cumplir – observó su madre –. Sigue caminando, tus amigos te esperan.
Harry abrazó a sus padres por largo rato, se sentía tan a gusto en su compañía que difícilmente se separó.
Tal cual su madre se lo aconsejó, caminó un par de minutos más (aunque se puede decir que en el infinito no existe el tiempo). Al pie de una colina, sentados en el césped estaban Ron, Hermione y Libby. Se veían jóvenes, muy jóvenes y conversaban tranquilamente. Los tres lo miraron y sonrieron a la vez cuando se acercaba. Hermione se levantó con rapidez, lanzándose a sus brazos.
-Te extrañé mucho – susurró Hermione.
-Seis años no deben ser mucho en la eternidad.
-Cuando estás en compañía de Ron, si.
Ambos rieron ante aquel comentario. El pelirrojo se acercaba.
-Los chicos están bien – le informó Harry a Hermione –. Ben se quedó con Crookshanks. Está muy viejo, ¿sabes? Se quedó ciego… Harmony y su familia llegarían dentro de dos semanas, pero…
-Te tardaste, compañero – interrumpió Ron, dándole unas palmaditas en la espalda –. Seis años en la eternidad con ellas son suficientes. Juntas son invencibles.
El trío se acercó a Libby, quien por discreción se quedó donde estaba. Su propia muerte le afectó bastante.
-¿Te aburres? – le preguntó Harry.
-No – contestó –, pese a que aquí no hay nada que hacer y a que no tenemos cuerpo que incite las necesidades.
Ron le tomó la mano y la ayudó a levantarse. Ambas parejas caminaron cogidas de las manos.
-¿Y qué vamos a hacer durante todo este tiempo? – quiso saber Harry.
-Conocer – dijo Ron.
-Dicen que todas las respuestas las conoces luego de la muerte – siguió Hermione –. Eso es lo que hacemos todo el tiempo.
Para aquellos que se mueren por saber cómo fue la vida de James, Harmony y Ben… Bueno, eso es otra historia.