A golpe de recuerdo.
Prólogo.
De izquierda a derecha y de arriba abajo, Sirius Black empujaba la comida de su plato con el mayor gesto de asco posible. Remus lo observaba jugar con su desayuno, el elegante rostro apoyado en una mano, la taza de café intacta frente a él.
Según había entendido por lo que una linda joven de tercero, Andrómeda – que era prima de Sirius- les había dicho, toda la familia del niño hasta ese momento había sido Slytherin, y su primo había estado seguro de serlo. El niño observó como casi imperceptiblemente la mirada del Black se iba hacia donde estaba el estandarte de verde y plata, más específicamente hacia donde estaba una niña muy parecida al Gryffindor, con el cabello negro y los mismos ojos grises también viendo con algo de añoro hacia él y hacia la alegre Andrómeda, que bromeaba con algunos de sus compañeros, feliz de su regreso a Hogwarts.
Él suspiró levemente, recordando las palabras de su madre de comer con educación, seguro de que no hablaría nunca con nadie. Del otro lado de la mesa uno de los otros niños que habían sido seleccionados para la casa del león hacía reír a una linda alumna de séptimo haciendo malabares con su comida.
Remus volvió a suspirar, tomando un pequeño sorbo de su taza de chocolate caliente.
-Disculpa, ¿podemos sentarnos? –
La amable voz pertenecía a Lily Evans, una de sus compañeras de grado y casa por siete años, de apretadas trenzas rojas y grandes ojos verdes. A su lado estaba su otro compañero de habitación, Peter Pettigrew. No había podido hablar mucho con el niño porque Sirius había exclamado que se quería dormir ya. Después de todo habría sido grosero seguir charlando, pero el niño le había agradado.
Iba acompañado de una linda niña de grandes ojos verdes con las trenzas muy apretadas, que observaba disimuladamente como la comida aparecía en la mesa, sorprendida. No la recordaba realmente, pero la corbata roja y dorada la delataba como compañera suya.
Viendo que sus compañeros seguían esperando, Remus dejó su taza rápidamente (derramando un poco) para levantarse.
- Claro… - dijo levemente, tratando de sonreír.
- Muchas gracias. – dijo la niña suavemente. Peter entonces se retiró lo suficiente para que Lily se sentara, para luego sentarse a él, con unos modales que en un principio no pensó que el niño fuera a tener.
Sonrió entonces.
- Buenos días, Peter. Tú eres Lily Evans, ¿cierto? – preguntó gentilmente.
El niño rubio le sonrió leve y tímidamente. – Hola… Lily me ayudó: me extravié.
- Lo siento mucho. Cuando terminé de arreglarme todos seguían dormidos, o te hubiera esperado.
- Está bien, de verdad.
- De cualquier manera, si lo deseas, mañana puedo acompañarte.
- Me gustaría mucho. – dijo levemente, los ojos brillantes de alegría. Probablemente, pensó Remus, era como él, que había pensado que iba a estar siete largos años en el colegio sin hablar a nadie.
Lily, mientras tanto, se había quedado quieta, la boca cómicamente entre abierta al ver como la comida aparecía mágicamente en el plato.
- ¿No es asombroso esto?
- ¿Qué? – preguntó Remus con una sonrisa.
Lily empezó a hablar, pero entonces una de las manzanas con las que el otro chico – Potter, si no se equivocaba- hacía malabares se resbaló de sus dedos, el chico se lanzó hacia delante, tratando de atraparla, pero ley de Murphy mediante, cayó con un fuerte '¡splash!' en la comida de Lily, embarrándola por completo, a Peter y a él también, e incluso al muchacho Black un poco.
- ¡Lo siento, lo siento mucho, fue un accidente! – dijo Potter, rápidamente sacudiendo las sobras de comida del pecho de la niña, que siguió poniéndose horrible y peligrosamente roja.
Lily volteó a ver su túnica, completamente arruinada, y luego al chico, que finalmente se dio cuenta que parte del cuerpo de la niña estaba tocando, y arriesgó una sonrisa, retirando las manos.
La bofetada que siguió debería de haber pasado a la historia. Mientras la chica Evans se iba, asemejando con mucha seguridad a un troll pelirrojo de metro y medio, James, la mano en la mejilla, la seguía con la mirada un poco perdida.
- Vaya… es linda.
Remus vio a Sirius, que parpadeaba confundido, volteó a ver a Peter, quien luchaba por controlar una sonrisa, y perdió la batalla, teniendo que taparse la boca con la mano para no romper en carcajadas.