Bueno, este es el primer fic de el mundillo de harry que publico, asi que por fa sean buenos :P

El fic empieza en el que sería el tercer año de harry en hogwarts, y aunque al principio puede parecer un poco "seria" la trama, según avanza se va…mmm liando peculiarmente XP asi que si hay alguna pregunta no duden en hacérmela!

Se supone que es un fic romantico pero bueno, a estas alturas no me atrevería a asegurarlo, igualmente espero que les guste y por fiiiii, dejenme un review!

El por qué del titulo de este fic se resolverá mas adelante (aunque la palabra lo dice todo XD) este trasto se sigue tragando los guiones cuando quiere asi que usare algunos simbolitos como este > , que conste que no es culpa mia -.-

Los personajes que todos sabemos no me pertenecen y bla bla….

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Capitulo 1: Los problemas nacen, crecen, se multiplican y permanecen.

La biblioteca se sentía fría y solitaria. Las grandes mesas de madera oscura descansaban en silencio en la penumbra, rodeadas de las altas estanterías repletas de libros que no seguían ningún tipo de orden y que volvían locos a los pocos estudiantes que aparecían por el lugar.

Y es que en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, ningún estudiante pisaba la biblioteca ahora que las vacaciones de navidad estaban tan cerca, a excepción por supuesto, de una de las mentes más aplicadas de la afamada escuela, Hermione Granger.

Pero no era ella, quien ocupaba su sitio en un viejo banco, sino otra jovencita de quinto curso que con un suspiro profundo, tomó asiento provocando que la madera rechinara bajo su peso.

La única presencia que la acompañaba era la bibliotecaria. La señora Pince, una mujer de cara afilada y mirada centrada en un libro de dudoso contenido, permanecía a medias oculta tras el expositor de la entrada, como si fuera un ave rapaz a punto de abalanzarse sobre su presa.

Irene Brennan, era el nombre de esta alumna de pelo oscuro y piel blanca en extremo, que con una mueca repasaba un libro de transformaciones. Odiaba estudiar a primera hora de la mañana, pero leer en calma se había vuelto una misión imposible en la sala común de gryffindor, sobretodo ahora que los gemelos Weasley parecían estar especialmente imaginativos.

> Que buen día- susurró, lanzando una mirada lánguida a la ventana.

En realidad lo que más deseaba en ese momento era volar en escoba. Si no tuviera los reflejos de un bubotuberculo, probablemente habría entrado en el equipo de quidditch.

Angelina, su compañera de habitación, le había dicho a menudo que solo le hacía falta práctica. Por supuesto ella sabía que solo lo decía para hacerla sentir mejor.

> Basta de estudio por hoy- exclamó repentinamente demasiado alto, recibiendo una mirada desagradable por parte de la señora Pince.

Aunque no había transcurrido ni media hora desde que había entrado, la joven bruja no dudó en dejar sus cosas en la biblioteca y salir a los terrenos del colegio, donde podría disfrutar del aire frío y el sol de la mañana.

El cielo estaba despejado, algo realmente inusual para primeros de diciembre, pero eso le daba al día un toque especial.

Irene recogió su escoba y corrió al campo de quidditch para volar unos minutos, lo habría hecho allí mismo pero ahora que los dementores rondaban por el colegio, no quería arriesgarse.

El lugar estaba desierto, y cuando se elevó algunos metros por encima del graderío, pudo comprobar que tampoco había nadie en los terrenos. Tan solo la cabaña de Hagrid parecía tener algo de actividad.

Sonrió mientras daba algunas vueltas sobre su Nimbus 2000, y respirando "libertad".

Pero su felicidad no duró demasiado, pues algo se movía en el campo, bajo ella. Al principio pensó que era algún jugador que venía a entrenar, pero se percató de las negras vestimentas y no era un uniforme de quidditch precisamente. No tuvo demasiado tiempo para reflexionar sobre quien podría tratarse, pues sintió un frío intenso y un extraño silencio pareció caer.

Escuchó una canción, pero ésta provenía de su cabeza, y apreció como todos sus miembros empezaban a temblar, como si hubiera sido hechizada por el encantamiento piernas de gelatina.

Ni siquiera se percató cuando sus dedos dejaron escapar el palo de la escoba y se dejó caer.

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> Vamos, pequeña, aguanta un poco.

La joven bruja escuchaba voces, y se forzó a abrir los ojos a pesar que le costaba mucho esfuerzo. Sentía como si le hubiera dado una paliza el sauce boxeador.

Al principio solo vio el cielo azul, pero pronto, entró en su campo de visión el rostro viejo y de ceño fruncido de la señora Pomfrey.

> ¿Qué?- murmuró, forzando sus cuerdas vocales.

No hables, pequeña, tranquila.- susurró la enfermera, que con su varita había conjurado una camilla en la que la llevaba.

En aquel momento, se percató de la presencia de alguien más. Un hombre de pelo castaño y gesto cansado que hablaba con voz ronca.

> Pronto llegaremos a la enfermería, no te preocupes.- dijo con calma.

Irene se sorprendió al ver a su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, pero no fue capaz de preguntar, ni siquiera de mover su cara para mostrar gesto alguno.

En silencio, se preguntó qué había pasado, ya que no estaba segura.

No supo cuanto tiempo transcurrió hasta que llegó a la enfermería y volvió a caer en un sueño profundo, que estaba más cerca de la inconsciencia. Tan solo, cuando abrió los ojos, se encontró con el techo de piedra mientras su cabeza descansaba en una blanca almohada.

> ¡Irene!

La joven, volvió la mirada a las dos compañeras que se encontraban junto a su cama.

> Hola Katie, Angelina.

> ¿Cómo te encuentras?- preguntó Katie Bell, con una sonrisa de alivio.

> Bien, aunque algo adolorida.

> Vaya susto, cuando el profesor Lupin nos dijo lo que había pasado casi nos dio un infarto.- interrumpió Angelina- creímos que habías quedado como Harry en el partido contra hufflepluff.

Irene parpadeó, recordando lo que le había sucedido al buscador de gryffindor en aquel partido. Una caída desde veinte metros de altura, por culpa de un montón de dementores. ¿Eso era lo que le había sucedido a ella?

> ¿Un dementor?- murmuró más para sí que para sus amigas.

> El profesor Lupin dijo que había un dementor en el campo mientras volabas y por eso caíste- dijo Katie- ya es la segunda vez, y el director parecía muy enfadado durante el almuerzo.

> ¿Dumbledore sabe que me caí?- dijo Irene, sorprendida de tener tanta atención sobre sí.

> Sí, y a estas alturas ya lo sabrá todo el colegio- dijo Angelina, con una mueca.

> Creo que vas a tener que dejar la escoba por unas semanas- sonrió Katie, tendiéndole a la muchacha un pedazo de chocolate- Toma, come.

Irene la interrogó con la mirada.

> El profesor quería que nos asegurásemos que comías chocolate.

La chica sonrió ligeramente y comenzó a comer despacio.

> McGonagall no tardará en venir, nos dio permiso para quedarnos pero no quería que te molestáramos demasiado - dijo Angelina, con un gesto de ligera exasperación.

> Vosotras nunca molestáis chicas- sonrió Irene- por cierto ¿qué hora es?

Creo que las seis.

> Tan tarde!- exclamó la bruja sorprendida.

> Sí, te has perdido todas las clases del día. Y creo que hasta Snape te perdonará esta vez- rió Angelina.

> ¿Dónde está madame Pomfrey? Me gustaría volver a la habitación.

> Iré a buscarla- se ofreció Katie, desapareciendo tras las cortinas.

> ¿Seguro que estás bien?

Irene asintió con la cabeza.

> Alicia te ha tomado los apuntes de Historia de la Magia, deberías estar agradecida, ya sabes lo que le cuesta mantenerse despierta con Binns. Los demás podemos dártelos Katie y yo.- sonrió Angelina.

> Gracias, sois muy generosas.- sonrió ella.

En apenas unos segundos, la enfermera apareció y dio una sonrisa fugaz a su paciente.

> Ya puede volver a su habitación señorita Brennan, pero no haga demasiados esfuerzos y tome algo de chocolate – habló con voz severa.

Irene sonrió ampliamente y se incorporó para bajar del camastro. Katie y Angelina la escoltaron hasta la sala común.

Al entrar, y después de que varios de los retratos del pasillo le dijeran cuanto se alegraba de que estuviera bien, todos los gryffindor se volvieron a mirarla y algunos de los chicos de quinto, fueron a su encuentro.

> Hey Irene, que bien que estás de una pieza- dijo Fred Weasley, acercándose junto con su gemelo.

> Sí, gracias.- respondió con una mueca.

> ¿Tu caída fue tan espectacular como la de Harry?

> ¡Fred!- protestó Katie.

> Solo queríamos saber. Además para que veas que somos buenos muchachos- sonrió George- te hemos traído un regalo.

Irene parpadeó sorprendida cuando el pelirrojo le tendió una pequeña caja de color pardo.

> Una cuidada selección de los mejores artículos de Zonko- dijo Fred, sacando pecho en pose orgullosa.

Irene estuvo a punto de soltar una carcajada, pero tenía que admitir que era un regalo muy propio de ellos, así que tras darles las gracias les prometió que haría un buen uso de tan apreciado presente.

> Te hemos traído tus cosas- dijo Alicia Spinnet, que se había colocado a su lado- suerte que Hermione Granger nos dijo que había visto tu mochila en la biblioteca.

Es cierto, había olvidado que la había dejado allí.

> ¿Qué tan fuerte te golpeaste la cabeza?- dijo George, con una mueca divertida.

> Tan fuerte como puedo golpearte la tuya- respondió Irene con burla.

Los gemelos rieron.

> Por cierto, "el premio anual" quería hablar contigo- dijo Fred – creo que le robaste algo de atención y ahora estará enfadado.

Las chicas rieron ante la peculiar mención de Percy Weasley.

Después hablaré con él, ahora si no os importa me gustaría ir a cenar, realmente me muero de hambre.

> Pues vamos!- exclamó Katie, y casi todos los gryffindor de quinto curso salieron a tropel hacia el Gran Comedor.

Cuando la joven bruja descendía por las escaleras, se detuvo momentáneamente. Se había quedado rezagada y sus amigos ya habían desaparecido por el corredor, se habría apresurado a alcanzarlos si no hubiera visto a su profesor caminando con paso calmo a escasos metros.

> ¡Profesor Lupin!- exclamó Irene a viva voz.

El susodicho detuvo su paso y giró la cabeza para luego sonreír levemente.

> Ah, señorita Brennan ¿cómo se encuentra?

> Bien, gracias.

> Me alegra saberlo. Debería tener más cuidado, sobretodo con los dementores…pero no voy a echarle un sermón – dijo, con sonrisa cómplice- me temo que la profesora McGonagall ya lo hará por mí.

> Supongo que sí- suspiró ella- de todas maneras, muchas gracias profesor. Si no hubiera estado allí, probablemente no lo habría contado.

> No me agradezca, madame Pomfrey fue la que hizo todo el trabajo.

Irene asintió con la cabeza, pero le sonrió.

> Bien, ahora convendría que fuera a cenar.- dijo Lupin – y tome, no olvide tomar un poco.

La joven bruja observó con sorpresa como su profesor depositaba un par de chocolates en su mano. Lupin sonrió una ultima vez ante de continuar su camino por el corredor, mientras Irene, clavada en su lugar, le observaba alejarse. Parecía que lo hubiera visto por primera vez.