COMPROMISO POR HONOR

COMPROMISO POR HONOR.

Fanfiction por Lita Kino

Los personajes que intervienen en este Fanfiction tienen los derechos reservados de Nobuhiro Watsuki.

Capítulo 10: El chico de papá.

- Aoshi... –había susurrado una soñolienta Misao una madrugada de tantas, mientras se volvía en su futón. Vio que el apuesto ex Okashira se disponía a levantarse, no sin antes volverse hacia ella y acariciarle rápidamente el rostro. Salió de la habitación, cerrando tras él la puerta corrediza y se dirigió hacia la habitación contigua.

Hubiese parecido una típica habitación japonesa de no ser porque había un elemento que claramente no pertenecía a la conservadora cultura: Una cunita de cedro tallada, circundada por delicados cortinajes. Y dentro de ella, entre las suaves mantas, un pequeño bebé se revolvía y lloraba con toda la capacidad que sus pulmones rendían.

Apartó las cortinas y tomó con suavidad al bebé entre sus brazos. Por la forma en la que lloraba, él sabía que no tenía hambre. Y al parecer tampoco estaba mojado.

- Seguro solamente querías llamar la atención, ¿no? –dijo el ninja casi en un susurró, mientras comenzaba a pasearse de lado a lado por la habitación, sosteniendo al pequeño. Esto pareció calmar un poco al bebé, que se quedó contemplando con sus ojitos azules intenso al rostro de su padre, mientras éste no podía evitar esbozar una leve sonrisa.

Mientras observaba a su hijo, recordaba claramente aquella tarde, cuando él y Misao habían regresado a casa luego de que prácticamente se habían fugado, hacía ya casi un año, en la primavera. Okon y Omasu se habían lanzado sobre ella, primeramente al ver su brazo lastimado y, luego de ello, interrogándola acerca de lo que había sucedido. Él, como siempre, había preferido alejarse del lugar y el bullicio y más aún al saber que su dulce mujercita iba a relatar lo que había sucedido en las últimas semanas.

Desde los jardines pudo escuchar los gritos y exclamaciones de las mujeres, en la medida en la que Misao iba relatando los hechos. Era una suerte que sintieran tanto respeto –o temor- hacia él: De esta forma sabía que no le harían comentarios incómodos al respecto, como lo hubiesen hecho en el caso de Battousai o cualquier otro.

- Aoshi, muchacho... –escuchó una voz tras él. Sin necesidad de volverse, supo que era el anciano Okina.- Me alegra ver que finalmente han vuelto.

Aoshi solamente asintió. El anciano se quedó esperando a que dijera alguna otra cosa, pero al observar que no lo haría, soltó una tosecilla y agregó:

- ¿Y bien?

- ¿Qué cosa? -pareció salir el apuesto hombre de sus pensamientos.

- ¿Qué sucedió en todo este tiempo? –la mirada del anciano tomó cierto brillo que podría interpretarse como... ¿picardía?

Aoshi dedicó al anciano una mirada tan gélida que podría haber congelado el mismísimo infierno. Decidió que lo mejor sería retirarse al templo a meditar un momento, no son antes decir en un tono leve, aunque perfectamente audible para el anciano ninja:

- Figúratelo...

Luego de eso, las cosas habían seguido el curso que debían de seguir. Llegó el tiempo en el que Misao quedó completamente sana y pudieron retirar la escayola de su brazo. Inmediatamente comenzó a hacer algo de entrenamiento ninja con su flamante esposo, para recuperar la agilidad del brazo perdida a causa del tiempo que pasó inmóvil y el accidente.

- Estás pálida... –dijo Aoshi a su esposa una mañana de tantas mientras entrenaban.

- No es nada... –dijo ella. Su respiración era agitada, demasiado para el poco tiempo de entrenamiento que llevaban... cuando de pronto, se desmayó.

Aoshi llegó justo a tiempo para evitar que cayera en el duro suelo de madera. Decidió llevarla cargando hasta la habitación.

- ¿Qué pasó? –balbuceó, al volver en sí.

- Te desmayaste... –fue todo lo que dijo el apuesto ninja. El rostro de Misao estaba pálido como la cera.

- Pero... ¿por qué? –se preguntó, incorporándose.

Aoshi ya se figuraba una muy posible razón. En estos meses que habían convivido como verdadera pareja, Misao en ningún momento había sufrido de los malestares propios de las mujeres durante su ciclo natural.

Y no se equivocó.

- Felicidades, señora. –dijo el medico al que consultaron.- Está usted embarazada.

El médico no había terminado aún de mencionar estas palabras cuando Misao sintió los brazos de su apuesto esposo rodearla en un tierno abrazo. Tardó un poco en reaccionar, atónita por el repentino gesto, pero cuando lo hizo, apoyó su rostro en el pecho de Aoshi, sintiendo perfectamente el acompasado ritmo de los latidos de su corazón. Ahora se sentía más unida a él que nunca, mientras apoyaba una mano en su vientre. Casi podía sentir en su interior cómo esa nueva vida, fruto del amor de ambos, iba floreciendo poco a poco.

Sin lugar a dudas, podía afirmar que no necesitaba nada más para ser feliz.

Misao se sentía ahora una mujer plena. Okashira de los Onniwabanshuu, esposa del único hombre al que había amado y futura madre del hijo de ambos. La vida le había dado todo lo que necesitaba e incluso algunas cosas más.

XXX

Okon y Omasu soltaban grandes lagrimones mientras abrazaban a Misao, pero nadie lloraba tanto ni la abrazaba tan fuerte como Okina.

- Mi ángel... –exclamaba.

- Okina, la estás aplastando. –dijo Omasu, enjugándose las lágrimas con un pañuelo.

- Discúlpame. Es que me siento muy feliz. ¡Quién diría que este pobre anciano viviría para ver la hermosa Misao convertirse en madre!

- No exageres, Okina. Siempre has sido fuerte como un roble. –Exclamó Shiro, dándole una palmada en la espalda. No se dio cuenta de que esa palmada fue demasiado fuerte hasta que vio al anciano caer de bruces.

En un rincón, apoyado silenciosamente contra la pared, Aoshi observaba la escena.

Nunca en su vida se había imaginado que las cosas desembocarían de esta manera. Hacía tan sólo un par de años, no habría podido figurarse ni siquiera levemente que se casaría y tendría un hijo. O una hija. Ni mucho menos que la compañera de su vida sería Misao, aquella niña que había quedado a su cuidado hacía tanto tiempo.

Sin duda alguna, Kami-sama había sido muy generoso con él, quien durante mucho tiempo entregó su alma a la oscuridad.

- Vaya, muchacho, ni siquiera tú puedes negar que te sientes muy feliz. –Dijo Okina acercándose a él y sacándolo de sus pensamientos.- Y lo digo porque tu mirada ha cambiado totalmente.

Aoshi no pudo más que darle la razón al anciano.

Esa tarde, se organizó en el Aoiya un pequeño banquete para celebrar la llegada del nuevo miembro de la familia, el cual comenzó siendo una velada tranquila y amena... para convertirse en una borrachera por parte de Okina.

- Bueno, creo que lo mejor será que nos retiremos. –dijo Aoshi respetuosamente, poniéndose de pie.

- NOOOOOOOOO –dijo Okina.- ¡No se vayan! Aún podemos seguir celebrando ¡hip!

- Ya basta de celebraciones para ti, anciano. –dijo Kuro, mientras cargaba al anciano Onniwabanshuu y lo conducía a su habitación.

- Bueno, Misao. Ahora tienes que cuidarte mucho. –Dijo Okon.

- Cierto. –Recalcó Misao.- Por eso estábamos pensando en ayudarte con las labores de tu casa.

- No se preocupen, chicas. –Sonrió Misao.- Aún puedo hacerlas yo.

Se despidió de ellas y caminó junto a Aoshi hacia la entrada de su casa. De un momento a otro, sintió como los fuertes brazos de Aoshi la alzaban para cargarla y llevarla directamente a la habitación.

Las semanas pasaban como un suspiro mientras la joven pareja disfrutaba de esta nueva experiencia. Aunque las cosas se complicaron un poco al cabo de un par de meses.

- Me temo, Shinomori-san, -observó el doctor, tras una visita por algunos malestares que incomodaban a Misao.- que su esposa deberá guardar reposo.

- ¿Hay algún problema con el bebé? –preguntó preocupado Aoshi.

- En este momento no. Pero el cuerpo de Misao está comenzando a dar advertencias de que, si no guarda reposo, su embarazo podría volverse altamente riesgoso.

Según lo que Aoshi entendió de la posterior explicación del doctor, el menudo cuerpo de Misao podría no soportar de muy buena manera el embarazo. A pesar de estar en excelente condición física gracias al ejercicio, gestar un nuevo ser humano era algo que podía llegar a sobrepasar su capacidad corporal, dado su bajo peso.

- ¿Estás diciéndome que podría perder a mi bebé? –preguntó Misao, cuando Aoshi volvió a la habitación con ella luego de que el doctor se hubiese marchado.

- Nuestro bebé. –Corrigió Aoshi. Luego de una breve pausa, continuó:- El doctor no dijo que existiese riesgo en este momento, pero para prevenir que el embarazo se vuelva peligroso, debes guardar reposo.

Aunque en otras condiciones hubiese sido muy difícil, por no decir casi imposible, que Misao guardase reposo, en esta ocasión siguió religiosamente la indicación del doctor. Misao pasaba largas jornadas en su habitación o sentada en el jardín y se había obligado a sí misma a buscar otro tipo de pasatiempos. Y eso si fue un verdadero reto.

Los primeros días, Omasu le facilitó algunas novelas occidentales que habían sido traducidas gracias a la afluencia de extranjeros en el país. Se trataban especialmente de novelas inglesas, por lo que Misao pasó un par de semanas muy entretenida a Jane Austen. Sin embargo, los cambios hormonales que su cuerpo sufría la habían vuelto sensible, por lo que en ocasiones, cuando Aoshi entraba en la habitación, la encontraba lagrimeando silenciosamente.

- ¿Sucede algo? –le preguntó preocupado la primera vez que se encontró con dicha escena.

- Es este individuo, que le hizo creer a Marianne o como se diga, que la amaba, pero ahora va a casarse con otra mujer por dinero…

Aoshi tardó un momento en comprender que se trataba del libro que estaba leyendo.

- ¿Cómo pudo ser tan malvado? Ahora ella sufre y llora por su culpa… Pobrecilla… No es su culpa ser pobre. De verdad es terrible que existan tipos como… uhm… ni siquiera sé cómo se pronuncia… pero que juegan con los pobres sentimientos de los demás…

Algo le había comentado el doctor acerca de los cambios de humor o la excesiva sensibilidad que podía sufrir durante el embarazo, por lo que Aoshi fue bastante comprensivo. Pero a la tercera ocasión en la que se encontró con una escena similar (por algo sobre un hombre orgulloso al que Misao se imaginaba enormemente parecido a él y que había interferido con el romance de su mejor amigo), decidió que era tiempo de buscar la manera de que su tierna mujercita encontrase otro entretenimiento.

Okon, al ver el pálido rostro de Omasu mientras relataba la manera en la que Aoshi había llegado por la noche con una mirada asesina a devolver todas las novelas que ella le había prestado a Misao, pensó en otra labor a la que Misao se podría dedicar.

- ¿Coser? –Exclamó Misao.- ¿Yo?

- Claro. Es una cosa muy fácil. –le afirmó Okon.

- Tú sabes que nunca en mi vida he tomado una aguja…

- Siempre hay un momento para empezar.

XXX

El bebé estaba dormido ya. Aoshi lo volvió a colocar con la misma delicadeza con la que lo había sacado de su cuna y se detuvo un momento para observar los cortinajes que la rodeaban. Podía ver las puntadas desiguales en algunos lugares, pero si lo comparaba con el resto del ajuar que Misao había elaborado con la ayuda de Okon, podía apreciarse cómo estas puntadas habían mejorado grandemente hasta volverse costuras firmes. Al guardar el debido reposo, su embarazo no había sufrido de complicaciones y había dado a luz, aunque por cesárea, a un niño realmente hermoso.

Regresó a su habitación y sigilosamente se metió en su futón. Había cerrado a penas sus ojos cuando notó los tibios labios de Misao posarse delicadamente sobre los suyos, en un suave beso. Las miradas azules de ambos chocaron en el momento en el que Aoshi abrió sus ojos de nuevo

¿Qué se puede escribir sobre la felicidad? Un relato feliz no resulta realmente interesante. Aoshi y Misao eran felices. Se amaban mutuamente y su amor se había materializado en su hijo. Quizás algún día vendrían más hijos a hacer crecer la familia, pero por el momento, todo estaba bien de esta manera.

En verdad se daban cuenta de lo privilegiados que eran. Hay quienes se pasan la vida entera buscando el amor sin notar que lo han tenido siempre frente a sus narices hasta que la es demasiado tarde. Pero para ellos había sido a tiempo. Más bien para Aoshi, puesto que Misao siempre había tenido la conciencia de que amaba profundamente a aquel hombre de la fría mirada, al que había sido su protector, su maestro…

Eran privilegiados.

FIN.

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Después de tanto tiempo recibiendo maldiciones, amenazas y demás, subo el último capítulo de Compromiso por Honor.

Siento que hay algo que falta, pero bueno...

Quiero agradecer a todas las personas que han leído esta historia. A pesar de que mucho tiempo ha pasado desde la última vez que actualicé algo, sigo recibiendo de tanto en tanto palabras de ánimo y eso me reconforta y me anima a hacer aunque sea un poquito de tiempo para escribir. Pero aún así, la vida adulta nos absorve... En fin. Sigo escribiendo fanfiction, con la diferencia de que no pienso publicar nada que no termine, pare evitar estas penosas esperas.

Cuídense mucho y espero que este final, aunque corto, les haya gustado por lo menos un poquito.

Lita Kino.