Todo llega a su fin. Aquí tenéis el larguísimo último capítulo de esta secuela entrañable. Aunque hacía meses que lo tenía escrito, me daba pena colgarlo porque eso significa cerrar ya para siempre el NejixSakura. Algunos me han preguntado que por qué no escribo otra historia de esta pareja, pero es que no puedo: para mi, Neji y Sakura solo pueden enamorarse de una manera, y ya he escrito esa historia. No podría inventarme otra, porque El Blanco Invierno me acompañó durante mucho tiempo y le tengo tanto cariño que para mí es como si fuera canon.
Os agradezco desde el fondo de mi corazón vuestro cariño e interés por esta historia. Está escrita para vosotros, de una fan a otros fans. Gracias, de veras.
En este capítulo han pasado 12 años ya. Himari, la hija de Neji y Sakura, tiene ya 15 años, e Ishida, 16. Ambos están en el mismo equipo con el hijo de Kiba, Tsume. Y por supuesto, su maestro es...Rock Lee! En este capítulo, que por cierto es bastante largo, presenciaréis los dos días en que la vida de Himari e Ishida cambia radicalmente: pasan de verse como hermanos a verse como chico y chica.
Espero que os guste ;). Dejadme un review como despedida!
-¿A qué vienen esas caras pochas?
-¿A que estamos a 38 grados, quizá?- sugirió Ishida, secándose el sudor de la nunca con la tela de la bandana.
-¡POR DIOS, QUÉ ARGUMENTO ES ESE!- estalló Lee.
Los tres se miraron, participando del mismo pensamiento.
Ya empieza.
Y efectivamente…
-¡SOIS JÓVENES Y BELLOS, EN LA FLOR DE LA VIDA! Y HACE UN DÍA ESPLÉNDIDO DE VERANO PARA EJERCITAR VUESTROS CUERPOS ADOLESCENTES!
-Yo me voy a sentar- gruñó Ishida, apretándose las yemas de los dedos contra la frente- Me estoy mareando.
-Sensei…¿no podemos ir a entrenar al bosque, como todo el mundo, en vez de estar aquí, a campo descubierto?- intercedió suplicante Himari, erigiéndose en la última esperanza del grupo siete.
- Podríamos ir al río, al agua fresquita- propuso Tsume, pasándose la lengua por los labios resecos-Además, tengo que mear.
-¡No te atreverás a mearte en el río mientras yo esté en él, cerdo!- saltó Himari, amenazadora.
-Chicos, chicos…calma- intervino Lee, con una sonrisa de satisfacción que le llegaba de oreja a oreja- ¡He tenido una gran idea!
Los tres le miraron, expectantes. Tsume incluso detuvo su jadeo.
-¿Cuál?- preguntó Ishida, con desconfianza. La última de las grandes ideas de su maestro había sido dar vueltas a la villa a la pata coja para estimular sus jóvenes cuerpos.
-¡ Iremos al río a practicar las técnicas de agua!
-QUÉ?- saltó Tsume, indignado- PERO SI HA SIDO IDEA MÍA!
-Cállate, estúpido- le espetó Himari, dándole un codazo. Se adelantó hacia su maestro y sonrió con exquisita dulzura- Qué gran idea, Lee-sensei. Sólo podría ocurrírsele a usted.
-Todo es poco para mis estudiantes- repuso Lee, con un suspiro- Ishida, Tsume, en marcha. El último que llegue tendrá que hacer 16000 flexiones!
¿16000 flexiones¿No puede poner castigos razonables? se preguntó Ishida, arqueando las cejas con descrédito mientras caminaba pesadamente tras Tsume.
El agua del río destellaba invitadora bajo el rutilante sol matinal. Los tres compañeros se sentaron en la baranda del puente a quitarse las sandalias y acto seguido se dirigieron hacia la orilla, donde Lee les esperaba en un flamante bañador verde.
-¿Qué hacéis tan vestidos?- preguntó, frunciendo el ceño- Quitaos la ropa ahora mismo! Esto va a mojar, chicos!
Los tres se miraron, perplejos.
-Yo no he traído bañador- objetó Himari- Y no pienso quitarme la ropa- añadió, por si acaso consideraba alguien aquella posibilidad.
Ishida soltó un resuello.
-No podré sobrevivir a la decepción.
- ¿Qué es esta animadversión de tan buena mañana?- se escandalizó Lee- El sol brilla y el agua nos llama! Tsume, eso es. No, no hace falta que te desnudes entero. Basta con que te quedes con el pantalón. Ishida, tres cuartos de lo mismo. Y tú…
Himari se cruzó de brazos.
-No me voy a quitar la ropa- repitió, y sonó a advertencia.
-Por supuesto que no, querida alumna. Has de preservar los tesoros de la juventud a buen recaudo- asintió Lee, pensativamente.- Veamos…
-¿Tesoros?-se rió Ishida entre dientes-¿Qué tesoros? Me parece que nuestra Himari está pobre al respectoAY!- aulló, frotándose el brazo que había recibido el impacto de la sandalia de Himari- ¡Qué haces!
Himari ignoró su reacción y batió las pestañas candorosamente en dirección a su maestro.
-Quítate todo lo que la decencia te permita, querida- dijo Lee, aflautando la voz- No te sientas cohibida por nuestros atléticos cuerpos. Somos jóvenes sanos.
- De acuerdo- musitó Himari, sin saber muy bien cómo tenía que interpretar esa frase.
Se apartó algunos pasos de ellos y se quitó la bandana y el portakunais extra. Por el rabillo del ojo, vio a Tsume armar griterío y echarle agua a un apático Ishida, frustrando su intento de entrar en el agua progresivamente. Su comportamiento era irritantemente pueril.
Nadie diría que tienen dieciséis años, observó, arqueando una ceja.
Se miró. Tenía que quitarse el kimono, aunque ellos significara quedarse sólo con los pantalones pirata y la camiseta de rejilla reglamentaria. Tras breves momentos de duda, se despojó finalmente del kimono. Bajo la rejilla llevaba sólo la ropa interior blanca. Himari deseó con todas sus fuerzas que no se notara demasiado.
- HIMARIIIIII- oyó que la llamaba Tsume, chapoteando ruidosamente y salpicando a Ishida- Vamos! Ya he hecho pis!
- ¡No jodas, imbécil!- restalló la voz de Ishida, y le oyó revolverse en el agua.
- Pero si no lo he hecho aquí- replicó Tsume.
- Más te vale-advirtió Himari, acercándose hacia ellos lentamente. Al notar sus ojos fijos en ella, se sonrojó y cruzó instintivamente los brazos sobre el pecho, incómoda. Sin mirarles, comenzó a entrar lentamente en el agua, sorprendida de lo fría que estaba pese al calor que hacía.
-Bueno- dijo Lee, con el agua por los hombros- Vamos a calentar con un jovial juego que me enseñó mi ilustrísimo maestro, Gai.- hizo una pausa para enjugarse una lágrima de la emoción- Él sabía que la mejor manera de abrir una buena sesión de entrenamiento es el sano divertimento del juego en equipo, así que he aquí lo que haremos: yo tengo un pergamino que vosotros tenéis que quitarme. El que lo consiga pasará a ser el portador, y entonces los otros dos se enfrentarán a él.
Ishida meneó la cabeza.
Vaya juego más infantil.
- ¿Cúales son las reglas, señor?- oyó que preguntaba Himari, diligente como siempre.
-Las reglas son que no podéis salir del agua, y que el pergamino no puede ser sumergido, porque se perdería. Si se pierde, tendréis que dar 800 vueltas a Konoha haciendo el pino.- sus dedos esbozaron un OK y su dentadura lanzó un destello cegador- ¿Preparados?
Una sonrisa predatoria iluminó los rasgos de Himari. Le encantaban esas cosas.
-YA!
Como si de un maremoto se tratara, los tres se abalanzaron sobre Lee, revolviendo el agua en un violento torbellino.
-Agárralo, Tsume!- ordenó Himari, nadando como una flecha en dirección a su maestro.
Tsume inició un movimiento giratorio muy rápido; la versión acuática de la famosa técnica de la familia Inuzuka. Lee, cuya habilidad no era la natación precisamente, tenía serias dificultades para mantenerse a flote en la espiral. Tragaba agua contínuamente, pero lograba esquivar las garras de su alumna. Entonces entró Ishida. Echando mano también de la técnica familiar- El kage mane no jutsu- usó la sombra del oleaje para retener a Lee.
-Aumenta la rotación!- gritó Himari.
Tsume obedeció y la violencia del giro se incrementó, hasta que, obligado a nadar para no ahogarse, Lee soltó momentáneamente el pergamino.
Ishida se abalanzó raudamente sobre él, pero aún no había llegado el día en que una Hyuuga perdiera. Pisándole la cabeza, Himari se dio impulso y le arrebató en el último segundo el preciado objeto.
-¡Se puede saber qué haces?- gritó Ishida, escupiendo agua. El pelo se le había soltado y chorreaba ante sus ojos coléricos- Podrías haberme ahogado!
Los pálidos ojos de Himari destellaron de excitación.
- ¿No sabes perder, Ishida kun?-le espetó, alejándose de él con el pergamino firmemente preso en la mano- Ven a buscarlo si tienes agallas.
Ishida masculló una maldición y se abalanzó sobre ella, nadando frenéticamente en pos de la escurridiza genin.
A sus espaldas, se oyó la quejicosa voz de Tsume:
- Esto…Lee-sensei se ha desmayado…
- Deberías atenderle, Ishida-kun- dijo Himari burlonamente, sin detener su huida- Creo que eres mejor enfermera que ninja.
- Maldita creída. Más te vale que corras- masculló Ishida. Sus ojos dorados se habían convertido en dos pozos llameantes. Se sumergió y comenzó a nadar con todas sus fuerzas. Sus brazadas cada vez eran más rápidas y más poderosas. No en vano era el mejor nadador de la villa.
Himari le sentía pisarle los talones y comenzó a dirigirse instintivamente hacia la orilla, en un intento desesperado de escapar. Perder no entraba en sus esquemas. Antes prefería ser descalificada que derrotada.
Mierda, maldijo para sus adentros. Lo tenía justo a su espalda. Himari cerró los ojos y reforzó su velocidad, pero el pergamino le impedía dar bien las brazadas.
Presa del pánico, sintió que Ishida la agarraba del pie.
- No!- gritó, lívida, y pataleó violentamente hasta deshacerse de él.
Con el último aliento, se abalanzó sobre la orilla, lista para salir del agua, pero se quedó lívida al constatar que la arena mojada se había convertido en barro y su resbaladiza textura repelía sus frenéticos intentos de salir del río.
Mierda, mierda.
Agarrando el pergamino como si le fuera la vida en ello, apretó los dientes y hundió desesperadamente el brazo en el lodazal, izándose hacia la orilla.
- No tan rápido- restalló la voz de Ishida a sus espaldas.
Himari se volvió y ahogó un grito al sentir sus manos cerrarse en torno a su pierna y tirar violentamente de ella hacia abajo, intentando arrastrarla de vuelta al agua.
- ¡Suéltame, subnormal!- le gritó, revolviéndose como una furia. Alejó la mano en la que atesoraba el pergamino fuera de su alcance y trató de retener su forzado descenso hacia el agua.
Ishida volvió a tirar de ella, esta vez con más fuerza, arrastrándola hacia abajo hasta aprisionarla con las piernas. Su pecho se agitaba violentamente por el sobreesfuerzo realizado.
-Ya que no te ha importado pisarme la cabeza, no te importará que me siente encima de ti – jadeó, alargando el brazo hacia la mano que sostenía el pergamino.
-Piérdete- le siseó ella, furiosa. Intentó soltarse, sin éxito. El barro se había impregnado en su piel, volviéndola resbaladiza, viscosa, y no conseguía agarrarle para detenerle.
Ishida masculló entre dientes una maldición y estrechó la pinza de sus piernas en torno a ella.
- Estate quieta, maldita sea- gruñó, y se cirnió sobre ella para alcanzarle la mano del pergamino.
Himari redobló sus esfuerzos e intensificó su lucha contra el cuerpo de Ishida , que la aplastaba contra el lodo y le impedía respirar. Sentía sus dedos golpear su mano, instándola a que lo soltara, pero no estaba dispuesta a hacerlo. Revolviéndose furiosamente, abrió las piernas y rodeó la cintura de Ishida, golpeándole furiosamente con ellas. La presión de Ishida en su mano se intensificó, así como la lucha de Himari contra él. Su pequeño cuerpo enlodado resbalaba contra el de él en una desesperada fricción, un auténtico combate cuerpo a cuerpo.
Maldita obstinada.
Ishida entrecerró los ojos y apretó los dientes, abriéndole uno por uno los dedos de la mano para cogérselo. Se sentía algo mareado. Pese a tener el cuerpo frío por el agua, comenzó a sentir un inexplicable calor trepándole por las entrañas, como una fiebre repentina. Cerró los ojos un segundo sin detener aquel movimiento, tratando de determinar qué era lo que sentía. Las piernas de Himari le atenazaban la cintura, pataleándole en la espalda, intentando impedir su avance, y cuanto más se movía, más se intensificaba esa sensación extraña. Abrió los ojos y la vio mirarle colérica, con los labios entreabiertos por la respiración exaltada y el cuerpo brillante y húmedo por el lodo.
No pensaba rendirse. Tendría que haberlo sabido. Himari no era de las que daban su brazo a torcer.
Se movía con insistencia, agotando sus últimas fuerzas en impedir que él ganara. Ishida jadeó, confuso. Sentía su estómago agitarse bajo el suyo desnudo, sus muslos abiertos en torno a su espalda, atenazándola. El calor de sus pechos bajo aquella ropa interior que antes era blanca y que ahora estaba empapada y enlodada. La sentía, por primera vez, como una presencia física concreta, brutalmente cálida y consistente bajo su cuerpo.
Aturdido, Ishida le soltó la mano. El movimiento de sus caderas le hacía sentir escalofríos. Apoyó un brazo junto a ella y cerró los ojos, tratando de entender aquella confusa sensación de placer recién descubierta. Sus ojos castaños la contemplaron como si no la hubieran visto nunca.
Himari se dio cuenta. No dijo nada, pero su expresión fue suficiente. Se ruborizó intensamente al percatarse de lo que estaban haciendo. Fue como una revelación inesperada, un giro de 180 grados a los acontecimientos, a todo lo que había sido hasta ahora. El torso desnudo de Ishida, totalmente cubierto de barro, se apretaba contra el suyo y la hacía sentir extrañamente lánguida y avergonzada a un tiempo. El rostro de su compañero tenía manchas de barro por toda la cara y un rasguño en la mejilla, pero lo peor era su mirada de culpabilidad. Himari lo sentía, allí, entre sus piernas, sentía la diferencia, el fin inevitable de la infancia.
Incapaz de mirarle, Himari le apartó bruscamente.
-¡Cerdo!- insultó, con los ojos llenos de lágrimas.
La vuelta a casa fue un infierno. No sólo por su deplorable aspecto- estaba complemente cubierta de lodo - sino por la profunda vergüenza que sentía. Temía que las personas con las que se cruzara distinguieran en sus ojos el humillante estigma, lo inmunda que se sentía tanto por dentro como por fuera.
¿Por qué había tenido que ocurrir? Himari no era estúpida; su madre ya le había explicado de dónde venían los niños y los misterios de la sexualidad masculina. El problema residía en que nunca había pensado en Ishida como un chico. Era Ishida Nara, el hijo de Shikamaru e Ino, la mejor amiga de su madre, y el chico con el que había crecido y compartido buenos y malos momentos desde que tenía uso de razón. Himari no podía contar las veces en que al jugar o pelearse se habían agarrado y habían caído al suelo, el uno encima del otro, revolviéndose y alborotando como dos cachorros. Ishida aún tenía en el brazo la marca de un mordisco que le hizo ella cuando tenían nueve años. En todos los aspectos, se habían criado como hermanos.
Y sin embargo, todo había cambiado de repente.
Himari se detuvo ante la puerta de su casa y suspiró. El plan era entrar rápidamente y escabullirse hacia el baño para limpiarse antes de que nadie pudiera interrogarla. Temía especialmente encontrarse con su padre y que él viera en sus ojos lo que había sucedido.
Salió Shikaro a abrirle la puerta.
-Cielos- murmuró, frunciendo el ceño al verla convertida en el monstruo del pantano- Vuestra madre pondrá el grito en el cielo cuando os vea así.
Himari tensó los labios, sin mirarle.
-¿Están los dos en casa?
Shikaro asintió.
-Su padre la aguarda para el entrenamiento, Himari-sama. Dése prisa.
Por favor, que esté en el jardín. Por favor, rogó fervientemente mientras se deslizaba en el interior de la casa, embarrando el tatami a su paso.
-¡Pero Himari, mira cómo vienes!- resonó la voz de su madre a sus espaldas.
Himari se volvió lentamente, con la expresión de ratón atrapado, y encaró a su madre. Sakura había puesto los brazos en jarras y contemplaba su desastroso aspecto con una mueca de incredulidad.
-Ve..vengo del río- balbuceó, sintiendo que comenzaba a sudar.
-¿Ha llegado ya Himari?-la voz de Neji les llegó desde el jardín.
El corazón de Himari se aceleró al oír a su padre entrando en la casa y dirigiéndose hacia ellas tranquilamente.
-Hace media hora que espero, Himari- dijo, ignorando la pinta de su hija- Sabes que detesto la impuntualidad. ¿Te has entretenido con Ishida?
La pregunta fue inocente, pero bastó para que Himari diera rienda suelta a su frustración.
-NO!- estalló, y corrió hacia el baño, dejando atónitos a sus padres.
El portazo les informó de que no eran bienvenidos.
Perplejo, Neji miró a Sakura, esperando una interpretación femenina de lo que acababa de suceder.
-No me mires así –murmuró ella- Yo sé lo mismo que tú.
-Creo que será mejor que vayas a hablar con ella- murmuró Neji- Creo que estamos ante uno de esos "problemas de mujeres".
Sakura asintió lentamente.
-Está en la edad- admitió- Es posible que le haya pasado algo con algún chico.
Neji encendió el piloto de alarma.
-Un momento- dijo, sombrío-Yo no he mencionado en ningún momento lo de los chicos. He dicho "problemas de mujeres". No tiene por qué ser necesariamente cuestión de hombres. Es demasiado pequeña para eso- remató, casi para convencerse más a si mismo que a su mujer.
Sakura sonrió, incrédula ante la obstinada cerrazón de su marido.
- Por Dios, Neji. Tienequince años. ¿En qué mundo vives?- meneó la cabeza y se dirigió hacia el baño.
Neji se quedó en silencio, en mitad del pasillo, preguntándose en qué momento había perdido la autoridad en su casa.
Sakura llamó con suavidad a la puerta del baño.
-Himari…
No obtuvo respuesta. Sakura oía el agua del baño y sobre el chapoteo, el perceptible llanto de su hija.
-Himari, voy a entrar- advirtió, preocupada. Himari nunca lloraba, ni siquiera cuando se hería en el entrenamiento. Tenía que tratarse de algo serio.
Al no hallar resistencia, empujó suavemente la puerta del baño y entró, recibida por una nube de vapor. Antes de cerrar la puerta tras si, vio que Neji se había situado frente a ella, con la mirada preñada de consternación. Sakura le sonrió, para tranquilizarle, y encajó la puerta.
Si Himari se había percatado de la entrada de su madre, no dio muestras de ello. Estaba sentada en el baño, con el agua mugrienta a la altura del pecho y restregándose los brazos con tanta violencia que podría desollárselos en cualquier momento. Su rostro estaba rojo, por el calor y por el dolor, y las lágrimas rodaban por sus mejillas hasta unirse al agua del baño.
Sakura se acercó suavemente y acarició el pelo empapado de su hija.
-Himari…¿Qué te ocurre?
Himari no contestó. Siguió restregándose los brazos y las piernas mecánicamente, como si se hubiera vuelto sorda. Sakura la detuvo.
-Te vas a hacer daño- dijo, con firmeza. Le apretó la mano, obligándola a soltar la esponja. Himari no la miró. Tenía los ojos entrecerrados, fijos en sus rodillas, que sobresalían del agua como dos pequeñas islas.
Sakura apretó los labios, preocupada.
-Himari…por favor…háblame. ¿Has discutido con alguien?
Por primera vez, Himari la miró. Sus blancas pupilas estaban enrojecidas por el llanto y la melena violácea le pendía, oscura, sobre el rostro.
-No- dijo, con la boca fruncida en un gemido.
Sakura suspiró de alivio. Al menos había abierto la boca. Con suavidad, le apartó los mechones húmedos del rostro, peinándola con los dedos mientras le sonreía dulcemente.
-Pero algo ha tenido que pasarte- insistió- Si no, nunca habrías venido llorando. Papá está muy preocupado.
Casi podía oír a Neji moverse en círculos en el pasillo, como un tigre enjaulado.
-No se lo digas a papá- suplicó Himari, corroída por una vergüenza que Sakura jamás había visto en ella.
-¿Qué es lo que no tengo que decirle, cielo?- preguntó con delicadeza.
Himari no respondió. Volvió a fijar la mirada en el agua.
-¿Ha sido en el entrenamiento?
Sin mirarla, Himari asintió lentamente.
-¿Te ha hecho enfadar Tsume otra vez? –tanteó Sakura.
Negativa. Sakura tragó saliva. Sólo quedaba una posibilidad entonces.
-Entonces…¿ha sido Ishida?
Bingo, pensó cuando vio el rostro de Himari alzarse tímidamente y mirarla con inseguridad. Los ojos de su hija transmitían muchas cosas, pero de entre todas, destacaba un profundo desasosiego.
- ¿Te has peleado con él?
Himari se cogió las rodillas con los brazos.
-No- murmuró.
Sakura arqueó una ceja.
-¿Entonces? Si no me lo dices, no puedo ayudarte, cielo…
El labio inferior de Himari se estremeció en una mueca sospechosamente parecida al puchero.
-Él…él no es el mismo ahora- consiguió decir, dolida. Su mirada no se apartaba de sus rodillas- Hoy en el río…estábamos entrenando, como siempre. Teníamos que conseguir un pergamino que tenía Lee-sensei. Yo lo he cogido e Ishida me ha perseguido.
Se detuvo, dubitativa. No osaba mirar a su madre. Sakura sonrió con benevolencia. Intuía de qué se trataba, pero prefería oírlo de sus labios.
- ¿Y entonces?-la animó a proseguir.
Himari se abrazó los costados.
-Él quiso arrebatármelo y yo no me dejé, y cuando forcejeábamos, él…él…
-Tuvo una erección- terminó Sakura.
Himari tragó saliva y asintió.Se había puesto roja, y no del calor del agua.
-Sí.
Sakura se mordió la lengua para no reírse. Era demasiado alivio saber que sólo se trataba de eso. Había imaginado cosas infinitamente peores.
-Bueno, Himari- dijo, sonriendo con dulzura-Sabes que es algo normal en una situación así. Escapa al control de cualquier hombre, e Ishida no iba a ser menos- añadió.
-Ése es el problema- dijo Himari, meneando la cabeza, como si no pudiera entenderlo- Ayer Ishida no era un hombre. Era…era Ishida, mi amigo, mi compañero, el…el mismo con el que me he peleado cientos de veces. Ayer era todo normal pero hoy de repente …es… es un hombre.- soltó un resuello y la miró ansiosamente- ¿Entiendes lo que quiero decir?
Sakura sonrió.
-Perfectamente, cielo. Comprendo que es un gran cambio y que ha sucedido de repente. Tarde o temprano tenías que darte cuenta de que ir con chicos no te convierte en chico. Eres una mujer, y hoy Ishida se ha dado cuenta…y tú también. No debes darle más importancia- explicó.
Himari se llevó las manos a las mejillas.
-Me sentí…avergonzada. Sucia- añadió, elevando su pálida mirada hacia su madre- Me sentí mal.
Sakura asintió, comprensivamente.
-Claro, pero sólo porque es la primera vez que te ocurre algo así. No es culpa tuya, y no debes culparle de una reacción que él no domina. Puedo asegurarte que cualquier otro chico en esa situación habría reaccionado de manera similar, así que no te sientas mal- concluyó.
Himari asintió, visiblemente más tranquila. Con todo, su expresión aún reflejaba el conflicto que se libraba en su interior.
-No sólo es eso- musitó, tan bajito que Sakura tuvo que hacer un esfuerzo para oírla- Cuando…cuando ocurrió…me sorprendí…y me avergoncé- confesó. Sus mejillas se ruborizaron profundamente- Pero… me… me gustaba lo que sentía- admitió.
Sakura se rió suavemente.
-Y a quién no, cariño- se inclinó sobre la bañera y la abrazó, empapándose las mangas del kimono- Lo raro sería que no hubieras sentido nada. Además…Ishida es muy guapo- dijo, guiñándole un ojo-Y es muy inteligente.
- Nunca me he fijado en eso-admitió Himari, confusa- Pero no sé qué hacer. Va a ser muy raro verle. No sabré cómo mirarle después de esto.
-Pues como siempre, Himari, Sólo ha cambiado tu perspectiva, pero Ishida sigue siendo el mismo- le aseguró con una sonrisa.
Himari suspiró. Movió el brazo en el agua, agitando su superficie.
-No se lo dirás a papá…¿verdad?- preguntó, preocupada.
-Claro que no- se rió Sakura.
Ishida es demasiado joven para morir, pensó, saliendo del cuarto de baño y cerrando la puerta cuidadosamente.Neji detuvo su errático deambular y la miró, expectante.
-¿Y bien?- le miró las mangas mojadas- ¿Y eso?
-Oh- Sakura sonrió y se escurrió las mangas- Nada.
Neji frunció el ceño.
-¿Qué te ha dicho¿Qué le pasaba?
-Nada- repitió ella, y se echó a reír al ver la expresión frustrada de Neji- Nada que te pueda contar.
-¿Cómo que "nada que me puedas contar"¡No me excluyáis de esto!- exclamó, sus ojos brillantes por la indignación- Merezco saberlo. Soy su padre y estoy preocupado por ella.
-Precisamente por eso no debes saberlo- sonrió ella, y antes de que Neji siguiera protestando, se puso de puntillas y le besó largamente.
-Esto no te exime de contármelo- advirtió él, cuando sus bocas se separaron.
-¿Me lo vas a sonsacar?- Sakura arqueó una ceja, divertida.
Los ojos de Neji relucieron en la penumbra del pasillo.
-Conozco muchas maneras de hacerte confesar- murmuró, acercándose a ella.
-Oye, papá…
Shikamaru abrió un ojo perezosamente y miró de reojo a su hijo.
-Oh no, Ishida- resopló- esa manera de aproximarte a mi me hace pensar que vas a hacerme una consulta sobre sexo o mujeres, si es que una cosa excluye a la otra.
Ishida se detuvo, congelado. ¿Por qué tenía que dar siempre en el blanco? Le echó una mirada fulminante. Sentía que el rostro le ardía.
-¡No es nada de sexo!- replicó, indignado.
Shikamaru suspiró ostensiblemente.
-Qué mal- murmuró lacónicamente- Era más fácil que hablar de mujeres.- sin incorporarse, volvió la cabeza y le preguntó, con los ojos entrecerrados por el sol- Porque es sobre una mujer, verdad?
Ishida apartó la mirada, incómodo.
-Supongo.
Shikamaru volvió a suspirar.
-Está bien, hijo- palmeó el tejado a su derecha, indicándole que se sentara- Dispara.
Ishida se acercó y se sentó en el tejado, junto al cuerpo de su padre. Shikamaru se pasaba horas enteras allí tendido, contemplando las nubes moverse caprichosamente por el firmamento. Su madre le había dicho muchas veces que mirar las nubes era la máxima aspiración de su padreen la vida. Al menos era mejor que pasarse la vida cotilleando con toda mujer de la villa, concedió Ishida para sus adentros.
Contempló el rostro sereno de su padre, con la sombra azulada de la barba de dos días y el cabello recogido en una prieta coleta. Sólo algunos finos mechones sueltos se mecían plácidamente con la brisa.
-¿Y bien?
Ishida carraspeó.
-No es para mí- aclaró, nervioso- Es... para un amigo que no se atreve a preguntarlo en casa.
- Qué casa tan afortunada- murmuró Shikamaru. Las comisuras de sus labios se alzaron en una leve sonrisa divertida- ¿Y qué atribula a tu silencioso amigo?
-Pues…-arrancó una brizna de la hierba que crecía entre las tejas y la retorció inconscientemente- Digamos que está en un equipo de tres personas y una de ellas le resulta especialmente molesta.
-Molesta no es una manera bonita de referirse al género femenino, hijo- suspiró Shikamaru- Más vale que tu madre no te oiga decir eso.
Ishida sintió que se ponía rojo de nuevo.
-Bueno, es una chica, es cierto- recobró la compostura- Y digamos que es…un genio. Ya sabes; viene de una gran familia, tiene un gran control de chakra …
-Y se cree que puede ir dando órdenes a diestro y siniestro- interrumpió Shikamaru.
-Sí- asintió Ishida, mirando con sorpresa a su padre- ¿Cómo lo sabías?
-Porque tu madre hacía lo mismo, y no necesitaba ni la gran familia ni el gran control de chakra para justificarlo- respondió Shikamaru, pero sonrió ligeramente al recordar aquellas pullas que le lanzaba Ino cuando tenían quince años.
Ishida frunció el ceño.
-Es una arrogante y una pedante; se pasa el día dándole órdenes y arrastrando al equipo de un lado para otro, como si fuera un sargento o peor aún, Hibiki Morino.
- Suena duro- convino Shikamaru- ¿Por qué tu amigo no se rebela y simplemente le dice que le deje en paz?
-Ojalá fuera tan sencillo-gruñó Ishida, tirando la hierba con rabia.
Shikamaru se puso serio.
-Sabes, hijo, un hombre sólo se deja mandar por dos mujeres: por su madre y por la que le gusta.
Ishida le lanzó una mirada suspicaz.
-No le gusta esa chica.
Shikamaru sonrió.
-Yo no he dicho nada al respecto. Me he limitado a señalar un hecho.- miró a su hijo de reojo y añadió- Es posible que ni él sepa lo que siente por ella.
Ishida se quedó lívido.
-¡No digas estupideces!- saltó, con demasiada vehemencia.
Shikamaru arqueó una ceja y volvió a cerrar los ojos. La sonrisa no se había borrado de su rostro.
-Ah, este es un día memorable. El día en que se acabó la paz para siempre.
Ishida le miró de reojo.
-¿Y ahora a qué viene eso?
-Oh, a que estás enamorado y eso significa que tendré que ir a hablar con Neji para que te deje acercarte a menos de dos metros de su hija- miró a su hijo, que se había quedado blanco, y sonrió- Porque asumo que la chica en cuestión no es ni más ni menos que Himari Hyuuga, no?
-No es verdad- balbuceó Ishida, nervioso.
Shikamaru puso los ojos en blanco.
-Mientes tan mal como yo. Hazte un favor y ve a tu madre a que te dé clases al respecto. A mi desde luego no podrías engañarme con tu nivel actual.Además-le guiñó un ojo con picardía- Himari está muy bien. Tiene un buen par de..mm.olvídalo-carraspeó-. En fin, que es normal que te guste. A mí también me gustan las mujeres mandonas. Debe ser genético.
Ishida bajó la vista. Nunca había sido tímido, pero por algún motivo, las palabras se le resistían cuando se trataba de hablarle a su padre de ella.
-No sé lo que siento-admitió finalmente, frunciendo el ceño.- Me saca de quicio casi todo el tiempo. No aguanto ni su suficiencia, ni la manera que tiene de disponer de la gente para lo que le viene en gana, como si todos fuéramos sus subordinados. Cuando el entrenamiento acaba y por fin vuelvo a casa, es como el paraíso: la tranquilidad después de la tormenta.
Shikamaru asintió, pensativo, y sonrió levemente, adivinando lo que venía a continuación.
-Pero…
-Pero el otro día Tsume me dijo que Nanae y Toshi se…habían liado- explicó Ishida, sintiéndose cada vez más incómodo bajo el aparentemente casual escrutinio de su padre.
-Esas cosas pasan- concedió Shikamaru.
Silencio. Casi se podía oír el ruido del engranaje mental de Ishida trabajando a toda velocidad.
-Lo sé. Pero…tú crees que ella…?- dejó la frase inacabada- No lo pregunto porque me guste, sólo es curiosidad- se apresuró a añadir.
-Formula la pregunta, Ishida, y te la responderé- replicó Shikamaru, con cierto hastío.
El joven se puso rojo. Joder, esto es tan problemático. Y encima no me lo está poniendo fácil, gruñó para sus adentros.
-¿Crees que ella también se ha liado con alguien?- espetó.
-Mal, Ishida- irrumpió Shikamaru- La pregunta es: "Papá, por qué me sienta como un tiro el hecho de pensar que Himari haya podido besarse con otro que no soy yo, pese a que por supuesto, ella no me gusta nada y es más, la odio?"- arqueó una ceja- ¿Tengo razón?
Ishida bajó la vista.
-Supongo que sí- sus ojos castaños refulgieron con el sol del mediodía, molestos-No entiendo por qué me sucede. No siento nada por ella. Estar junto a ella significa plegarse contínuamente a sus caprichos. Sin embargo, cuando pienso en que ella también se besará con otro…me siento…
-Traicionado?- sugirió Shikamaru.
Ishida suspiró. Su joven rostro se contrajo en una expresiva mueca.
-Es sólo que siento que ...que ella no tiene derecho a ser...dulce con otras personas, cuando el que está siempre aguantándola soy yo! No..no es justo- hundió la cabeza entre los brazos y suspiró- ¿Por qué tiene que ser todo tan problemático?
-Bueno, esto es el amor, Ishida- suspiró Shikamaru.
Ishida levantó la cabeza y le miró con recelo.
-¿Cómo se sabe si uno está enamorado?
Shikamaru se quedó pensativo.
-Es fácil, hijo. Imagínate que ves a Himari besarse con…Tsume. ¿Cúal es tu primera reacción?
- Partirle la cara- respondió Ishida automáticamente.
Shikamaru se incorporó pesadamente y le dio una palmadita en la espalda.
-Felicidades, hijo. Estás enamorado. Ahora empiezan los problemas.
Ishida le miró confundido.
-¿Qué problemas?
-Los que acarrea cortejar a la única hija de un padre con una visión de 360 grados.
Ishida se llevó una mano a la frente al recordar la imponente figura de Hyuuga Neji. Genial, gruñó para sus adentros. Justo lo que le faltaba.
Las palabras de su padre le acompañaron durante todo el día, acrecentando su nerviosismo a medida que se acercaba la hora de ir a entrenar con ella. Ese día precisamente Lee se había marchado de misión y Tsume seguramente aprovecharía la coyuntura para escaquearse. Le dejaban solo ante el peligro.
¿Por qué estás tan nervioso? Ella no sabe nada, y por lo que a ella respecta, sigue siendo la misma de ayer. Exactamente la misma Himari que conoces desde hace años, así que no permitas que una charla con tu padre te haga verla de diferente manera. Esa bruja lo notaría. Ya sabes que lo ve todo.
-Ishida, llegas tres minutos tarde- le sobresaltó una voz a sus espaldas.
Éste pegó un respingo y se volvió para encontrar a Himari mirándole de hito en hito.
-¿Vas a cortarme la cabeza por ello?- repuso él, apelando a toda la falsa tranquilidad que podía aparentar.
-Pff. Para lo que te sirve puedes conservarla- repuso Himari, sin pestañear- No creo que fuera una gran pérdida.
-Gracias, yo también te he echado de menos- replicó Ishida, mordaz. Se dispuso a comentar algo acerca de su aspecto, pero se contuvo.
Había algo extraño entre ellos, algo no declarado, como una barrera que flotaba en el ambiente y que no podía traspasar. Habitualmente él le habría contestado y ella a su vez le habría replicado, iniciando una batalla de ingenios que se habría prolongado hasta que ambos tuvieran que marcharse a sus respectivas casas. Sin embargo, ahora era imposible. Se sorprendió temiendo decir algo que la incomodara, como si tuviera miedo de herirla, como si no fuera la Himari de siempre sino una desconocida.
Es tu estúpida imaginación, se recriminó a si mismo. Tenía que serlo. Con todo, la expresión inusualmente pudorosa de su rostro en aquellos momentos le recordó automáticamente a la que había lucido en la caída que ambos habían protagonizado en el río. Él se había sentido extraño, muy extraño. Casi tan extraño como ahora.
Y qué silencio.
La sospecha cruzó su mente.
¿Era posible que ella hubiera hablado de eso con…su madre? Básicamente, no imaginaba a NejiHyuuga contándole el cuento de las abejas y el polen. De hecho, no estaba seguro de cúanto sabía Himari acerca de ello, pero a juzgar por su reacción el día del río, sabía lo suficiente.
-Vámonos a la arboleda- dijo ella de pronto, secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano. Se volvió él y añadió bruscamente- Aquí hace un calor insoportable. Venga, lentorro.
Como siempre, Ishida suspiró y la siguió resignadamente, desechando cualquier idea de rebelión. Eran las seis de la tarde y el trigo a su alrededor brillaba como una marea dorada, meciéndose suavemente con la brisa que traía el olor de los melocotoneros. Todo en aquel momento se veía dorado bajo el cálido bruñido crepuscular: la piel de la cintura de Himari al moverse, sus propios pies al seguirla, sus pestañas entrecerradas por el exceso de luz.
Entre los árboles se estaba bien. Ishida se recostó pesadamente contra el nudoso tronco de un viejo olmo y la observó sacar de su pequeño portakunais dos rollos de vendas. Al parecer tocaba entrenamiento de chakra hoy.
-Vamos a ejercitar el chakra otra vez?- preguntó él, monótonamente. No sabía por qué preguntaba, si ya sabía de antemano la respuesta.
-Por supuesto- respondió Himari, intransigente- Y nada de malas caras.
Ishida soltó un ostensible suspiro y se hundió las manos en los bolsillos, como digno hijo de Nara Shikamaru.
-Sabes,a veces creo que podrías ser un poco más suave. No es normal que vayas siempre tan crispada- le dijo-Podrías ser un poco más…
Himari le lanzó una mirada incisiva.
-Un poco más qué.
Ishida se encogió de hombros. Mujeres. Siempre a la defensiva.Se movió, incómodo.
-No sé. Un poco menos…tú. Fíjate en Nanae, por ejemplo. Ella…
-¿Nanae?- Himari soltó un bufido y meneó la cabeza- Es tontísima. ¿Sabes lo que me contó antes Tsume? Nanae y Toshi se besaron el otro día y desde entonces está aún más estúpida de lo que es corriente en ella.
Ishida no pudo evitar sonreír ante aquella salida tan típica de su amiga.
-No sé qué tiene de especial dejar que alguien te babee. Y entiendo menos aún que una pueda perder hasta tal punto su…- Himari tiró de las vendas hacia abajo, irritada- su dignidad, sólo porque vaya alguien y te bese. Es ridículo. Yo desde luego no perdería el norte por algo tan nimio.
Ishida dejó escapar una carcajada de suficiencia. Se sentía tan aliviado que podría haber gritado de alegría.¡Nunca la habían besado!Se enderezó ligeramente contra el tronco, apoyando sus bronceados antebrazos contra la madera y los ojos burlonamente fijos en ella.
-Sí, claro- resopló-Quién se cree eso. Ser besada es todo lo que una chica sueña.
Himari se volvió para fulminarle con la mirada.
- Yo no, puedo asegurártelo- volvió a centrar su atención en las vendas de su brazo-A mi no me importa eso. No es nada del otro mundo además- añadió, altanera.
Ishida ladeó la cabeza. Sus afilados ojos oscuros se habían entrecerrado, divertidos.
- ¿Ah si¿Y tú cómo lo sabes? No te han besado en la vida.
Himari soltó un resuello de indignación. A pesar de la fuerte luz del sol, Ishida percibió que se había puesto roja. Con todo, era Himari. Ahí estaba, con los puños prietos, ignorando el furioso rubor de sus mejillas, con la nariz orgullosamente alzada.
- Qué sabrás tú de quién me ha besado. No tienes ni idea.
-Oh, discúlpame- sonrió Ishida, con los ojos brillantes por la risa- No estaba al tanto de tu vastísima experiencia.
-Mal informado estás. Una pena- comentó Himari, apartando la mirada. Harta de pelearse con las vendas, las tiró al suelo y se dispuso a comenzar el entrenamiento. Sin embargo, la voz de Ishida a su espalda la sobresaltó.
-¿Y si te beso yo?
Himari se volvió, sintiendo que el rostro le ardía, y le dio un empujón para recuperar su espacio personal.
-Qué más querrías- bufó, pero en suvoz había aparecido un ligero tartamudeo.Retrocedió un paso.
-Sólo preguntaba. Como eres una experta he supuesto que no te supondría ningún trauma- repuso él,dando otro paso en dirección a ella ymordiéndose la lengua para no reírse al veranteel visible azoramientode Himari.
- No he dicho en ningún momento que lo fuera- recapituló ella, súbitamente prudente. Dio otro instintivo paso atrás.- Sólo he dicho que tú no sabes qué hago o dejo de hacer. Sólo eso- insistió.
Ishida cruzó los brazos y dejó escapar una carcajada.
-Entonces admites que realmente no tienes la menor idea sobre el tema, y que por tanto no sabes cómo reaccionarías? Admítelo por partes, por favor. Tanta sinceridad de golpe me mataría.
Himari cerró los puños.
-¿Qué tonterías estás diciendo?- apretó los labios en una tensa línea, y le espetó- No tengo nada que ocultar. Al contrario que tú, tengo una dignidad. ¿Quieres verlo?-se puso los brazos en jarras, desafiante, y entrecerró los ojos- Bésame si te atreves, listo. No me importa.
De pronto, la mirada de Ishida pareció oscurecerse, como si se hubiera vuelto amenazadora. Descruzó los brazos y caminó lentamente hacia ella, con una peligrosa sonrisa en los labios y el corazón súbitamente alterado. La expresión triunfal de Himari se evaporó al verle avanzar y fue retrocediendo lentamente hasta que su espalda chocó con un árbol.
-Parece que te falta campo para retroceder, Himari- murmuró él, apoyando el antebrazo en el árbol, a un lado de su cabeza. Las comisuras de sus labios se irguieron en una sonrisa maliciosa- Ten cuidado. Gente que te conociera menos podría pensar que estás asustada.
Himari tragó saliva. De repente se sentía pequeña, minúscula contra el árbol, cubierta por la larga sombra de Ishida y su no menos largo cuerpo. Pero una Hyuuga es una Hyuuga. Alzó la cabeza, desafiante, para encontrar sus afilados ojos castaños.
-Vaya tontería- respondió, con menos convicción de la que quisiera.
Ishida no dijo nada. Apoyado en el tronco, deslizó una mano bronceada por la pálida mejilla de Himari y volvió su rostro, acercándolo al suyo. Bajo su palma, la sintió temblar en el momento en que sus labios se posaron sobre los suyos, cálidos, lisos. Apenas duró un segundo; casi ni se podría llamar beso. Ella había cerrado los ojos.
Él se apartó.
- ¿Y bien?
Ella se encogió de hombros.
- Si por esto hay que volverse estúpida, no merece la pena. No he sentido nada- mintió.
Ishida se había quedado pálido.
-Eres capaz de mentir incluso ahora, idiota…-se maravilló.
Ella tragó saliva. Todo su cuerpo estaba en llamas; ardía con la proximidad de Ishida y con la pequeña y abrasadora huella que había dejado en sus labios. No le miró.
-¿Es que acaso sabes hacerlo mejor?-le preguntó, casi en susurros.
Por toda respuesta, Ishida la aferró y la besó de manera devoradora, poniendo los cinco sentidos en uno solo. Su cálida lengua invadió su boca con avidez, dispuesta a saquearla por entero, empujándola, desafiándola. Ella ahogó un gemido de sorpresa y le permitió hacer. Sintió una llamarada prender en su interior, un incendio que se propagaba por toda su piel y que la hacía sudar y temblar. Del ímpetu ambos cayeron a la hierba, entrelazados, moviéndose con la torpe pero violenta sensualidad del deseo recién descubierto.
Himari no podía pensar, ni recordar qué había sucedido segundos antes. Todo su cuerpo era un incendio y consumía el poco raciocinio que le quedaba. Se movía ansiosamente contra Ishida, sus manos recorrían con avidez su musculatura, testando, comprobando cúan diferentes eran y lo bien que encaban, como si hubieran sido diseñados para abrazarse. Le sentía como un gran engranaje, los músculos fluyendo bajo sus dedos, moviéndose como un felino sobre ella. Sus bocas no rompían aquel beso furioso, estremecedor, aquella anhelada invasión de la intimidad del otro.
Himari sintió que los dedos de Ishida, calientes como el hierro recién forjado, reptaban por su estómago agitado y se posaban sobre su pecho. Su respiración se aceleró al notar que la mano se abría sobre él, sopesándolo, acariciándolo, estremeciéndolo. Himari le miró, aturdida por aquella caricia en tierra desconocida. Las pulsantes pupilas doradas de Ishida despedían un brillo indómito mientras ahondaba la caricia y cavaba por su cuerpo el sendero de su propio deseo. Himari le rodeó con las piernas, tal como había hecho el día del entrenamiento en el río, pero esta vez era para atraerle, para prolongar aquella extraña sensación, tan dolorosa y placentera al tiempo.
Al verla mirarle con deseo, Ishida sintió que el corazón le daba una punzada de felicidad.
Su padre tenía razón acerca de estar enamorado.
Esas cosas se sabían.
En una rama cercana un mirlo emitió un tímido canto. El del final de la primavera y el inicio del verano.
¡El amor adolescente! (suspiro)...vosotras os habéis enamorado alguna vez de vuestro mejor amigo? Cuando os disteis cuenta? Contádmelo en este review de despedida! Vamos chicas, a ver si con suerte llegáramos a las 180!