Solo dos cuerpos, jugando a amar.
Juntos en la oscuridad,

fuimos queriendo cada vez más.
Nada podía cambiar,
el paso del tiempo nos quiso alejar.

Sentía frío, demasiado frío. Desde la última vez que lo había visto, sus noches eran un témpano que la asediaban sin dejarla conciliar nunca el sueño. Y si por esas casualidades se llegaba a dormir, la pesadilla de lo vivido aquella noche en Hogwarts la hacía despertar echa un mar de lágrimas.

Aún podía recordar esos resplandecientes cabellos dorados que caían por sus pronunciados pómulos, rozando de vez en cuando con su respingada y refinada nariz, producto del vaivén de sus andar. En su mente estaba grabado aquel perfecto cuerpo blanquecino desnudo que tuvo la oportunidad de ver tantas veces; aquellos pectorales tan firmes, aquel abdomen tan marcado, aquellas espalda tan ancha, aquellos brazos tan fuertes… Aquel único cuerpo con el que se había podido sentir segura alguna vez. Aún podía imaginar el brillo que aquellos grisáceos ojos la desnudaban completamente; pero aquel calor que le producía ya no lo recordaba… Desde hacía tres años que ese calor, que solo los ojos de Draco le daban, se había esfumado.

Se levantó de su cama con pesar y tristeza en su corazón, sin siquiera percatarse en mirar el reloj que se encontraba en el velador.

-Seguramente aún es de madrugada…- pensó, recordando que siempre era lo mismo; se despertaba a mitad de la noche luego de la acosadora pesadilla, abría las cortinas perezosamente y se encontraba con un vecindario sumido en la oscuridad, a penas alumbrado por los escasos faroles que tenía la calle.

Antes de poder confirmar sus sospechas, la exinanida resonancia del teléfono la desvió de su monótono recorrido.

-¿Aló?- dijo desganadamente, mientras pensaba en quién demonios había osado descaminarla de su reincidencia a la cual estaba acostumbrada.

-¡HERMS!-

-¡Merlín, Luna, no tienes por qué gritar!...- le regañó, puesto que hacía ya mucho tiempo que había enseñado a la rubicunda a usar aquel extraño aparato para ella.

-¡Oh!... Lo siento.- dijo apenadamente la muchacha. –Es que aún no logro acostumbrarme a esta… cosa… rara…- siguió disculpándose, mientras que la castaña escuchó un fuerte sonido proveniente del auricular.

-¿Cuántas veces te he dicho que no hay en enrollarse en el cable para establecer comunicación?- le volvió a reprochar, pero ahora aburridamente. -¿Sucedió algo?... ¿Por qué me llamas a éstas horas, Luna?-

-¿A estas horas?- preguntó extrañada la interlocutora. -¡Pero Herms, si son las once de la mañana!... ¿De nuevo tomaste esas pastillas para dormir?-

-Y bueno¿para qué llamaste?- desvió el tema, puesto que ya eran varias las personas que se oponían a que ella usara somníferos para intentar conciliar el sueño… Pero en vez de ser conciliador, le resultaba un verdadero tormento el dormir.

-¿ACASO OLVIDAS QUÉ DÍA ES HOY?-

-¡No grites!... Y no, no sé que día es hoy. Me da lo mismo si es lunes, viernes, jueves… ¡Qué demonios me importa!-

-Pero, Hermione… Hoy… sale de Azkaban.-

Si bien creía que ya no sentiría nunca más los latidos de su corazón; en ese momento, por culpa de aquellas palabras, su palpitar comenzó a tornarse violento. Un atormentador nudo comenzó a formarse en su garganta; un lazo que quería explotar desgarrándole lo poco que le quedaba de alma. Sus ojos comenzaron a humedecerse… ¿Humedecerse?. ¡No!. Comenzaban a inundarse…

-¿Qué?- preguntó con un hilo de voz, que se entremezclaba con un sollozo doliente.

-Sí, Herms…- confirmaba Luna desde el otro lado del teléfono. –Hoy se cumple su condena.-

¿Cuándo su vida se había desprendido del entorno?

¿Cuándo su vida se había vuelto tan cruel?

¿Cuándo su vida se había vuelto tan solitaria?

Si bien, Harry y Luna la visitaban constantemente; un vacío la acompañaba por doquier. Tampoco Crookshanks estaba junto a ella; se lo había regalado a la rubicunda, dado que ni siquiera había tenido las fuerzas para cuidarlo. Para la castaña, los días eran iguales: daba lo mismo si a uno lo llamaban sábado y a otro miércoles, era igual si a un mes lo llamaban octubre y a otro enero… Después de que Draco la abandonara, su vida no tenía sentido alguno.

-¿Herms, sigues ahí?- preguntó Luna, después de unos minutos de silencio por parte de las dos. -¿A qué hora te paso a buscar?-

-¡No, Luna!... No iré.-

-¿CÓMO?... ¿CÓMO QUE NO IRÁS?-

-Lo que escuchaste… No pienso ir.- confirmaba la castaña.

-¡Pero Hermione…!-

-¡Pero nada!... No creo que pueda mirarlo a los ojos. ¡NO PUEDO!... ¡NO QUIERO VERLO!-

-Hermione… él te está esperando. Él sabe que no fue tu culpa. Sabes bien que si hizo todo lo que hizo, fue por ti. Únicamente por ti… ¿Aló, Herms?-

Pero la muchacha había cortado. No, no debía ir. No, no podía ir. No era capaz de enfrentar aquella mirada otra vez más; no después de todo lo sucedido… De todo el tiempo que había pasado.

Sintiendo como sus mejillas se humedecían aún más de lo que estaban, se encaminó hacia el baño… Después de todo, le era una costumbre entremezclar sus lágrimas con el agua.

Abrió la llave de la ducha, y dejó que sus pensamientos se fueran por el drenaje en conjunto con la caliente agua que caía por su cuerpo. Tiritaba… Sí, tiritaba. Pero no de frío… Ni siquiera sabía explicar el por qué de aquellas convulsiones que sentía.

¿Es que acaso tan temerosa era para confrontar aquel hombre?

¿Es que acaso la culpa de lo sucedido aún no abandonaba su frágil cuerpo?

¿Es que acaso no tenía valor alguno para enfrentar aquella mirada…?

No, no podía ser tan patéticamente cobarde como para no ir a su encuentro… Después de todo, había estado esperando por tres años oír de sus propias palabras todo lo sucedido. Sí, había deseado eso desde la noche en que había pasado el trágico desenlace. Y no, no se conformaba con lo que Dumbledore, Harry o Mcgonagall le habían dicho. Pero, más que aquello, quería que el muchacho la perdonara, ya que todo lo que había sucedido… Era única y exclusivamente culpa de ella.

-Quiero que él me lo diga todo… Quiero pedirle perdón.-

Apresuradamente salió de la ducha y comenzó a prepararse para aquel encuentro que había anhelado desde hacía ya mucho tiempo. Sacó del armario lo primero que encontró, sin siquiera percatarse que había tomado calcetines distintos… En ese momento, lo único importante era verlo.

Y nuestro amor pudo más.

No supo cómo ni cuando había llegado a aquel lugar; pero se encontraba ahí. Era un lugar sombrío y atemorizante. Sí, sentía como cada vello de su piel se erizaba sin que siquiera corriera la más mínima brisa de viento. No sabía si aquel lugar provocaba su malestar, o su futuro reencuentro con el muchacho al cual había estado esquivando por tanto tiempo.

A lo lejos divisó un par de figuras muy reconocidas por ella; nunca olvidaría aquellos cabellos rebeldes, que por más que quisieran ser dominados, no se dejaban. Lenta y dudosamente se fue acercando hasta Harry, mientras veía como Luna conversaba con un señor de avanzada edad, al mismo tiempo en que le pasaba unos papeles.

Lentamente le tocó el hombro a su amigo, el cual profirió un pequeño salto dado el susto.

-Vi…viniste.- tartamudeó, sorprendido por tener enfrente a la castaña. La aludida asintió con pesadumbre, para luego abrazar escuálidamente a Harry.

El moreno la contuvo con todas sus fuerzas, puesto que si no lo hacía, bien podía la castaña desvanecerse. Lo dolía en lo más profundo del alma ver en lo que su amiga se había convertido: era una mujer hermosa, pero que era opacada por la sombra de la soledad y tristeza. Si bien nunca había sido muy sociable en su época escolar, ahora su mundo se reducía a su apartamento, su trabajo como redactora del Profeta, Harry y Luna. Nada más, nadie más.

-¡Hermione!- alzó la voz Luna al ver a la muchacha, abrazándola por la espalda instintivamente. -¿Te encuentras bien?-

¿Pero qué clase de pregunta era esa?... Desde hacía tres año que el bienestar la había abandonado, al igual que todo lo relacionado con sentimientos positivos. Era una sombra, un espectro que deambulaba por obligación buscando un rumbo en su vida. Rumbo, que sabía… Que nunca iba a encontrar.

-¿Señorita Lovegood?- llamó calmadamente el viejo hombre. –Ya puede ir a buscar al joven.-

¿Miedo?. ¿Vergüenza?. ¿Ansias?... No sabía qué diablos era lo que sentía; pero sintió su pecho oprimirse, al mismo tiempo en que sus cuerdas vocales pedían a súplicas profesar el grito más desesperado que se hubiese oído alguna vez.

Solo Harry la sostenía entre sus brazos, mientras escuchaba como la rubicunda la llamaba. Pero el muchacho no la soltaba; no. No podía, sabía que debía mantenerla entre sus brazos.

Aún sintiéndose desfallecer, Hermione se soltó de Harry, quien seguía manteniéndola agarrada de su brazo derecho.

-Estoy bien, Harry…- murmuró, sintiendo como su corazón luchaba por abandonar su cuerpo.

Sabiendo que le mentía, el moreno asintió con una sonrisa lastimera. Juntos, se unieron al andar de la muchacha de cabellos dorados, que iba a paso veloz al encuentro que los tres habían deseado por mucho tiempo. Aunque, claro, con motivos diferentes.

A medida que avanzaban por el lúgubre pasillo que los llevaría a su destino, los ojos de Hermione comenzaron a nublarse, mientras que miles de imágenes sucedidas aquella noche terrible de febrero se agolpaban en su mente.

"¿Malfoy?. Necesito hablar contigo…", "Error: no soy Malfoy, sangre sucia…", "¡QUE SOLO YO PUEDO ESTAR CONTIGO!".

Inconcientemente caminaba, sintiendo como por un lado Harry la jalaba del brazo, mientras que del otro, Luna ejercía fuerzas. Pero no, ella no estaba ahí. Se encontraba reviviendo todo lo ocurrido el día en que el alma la dejó para siempre…

"¡Crucio!", "Prepárate, Malfoy… Porque esta noche no fue hecha para que los dos la contempláramos…", "Recoge tu varita y decide…", "¡YO NUNCA TE VOY A AMAR COMO LO AMO A ÉL!", "¡Despídete, hijo de puta!... ¡AVADA KEDAVRA!".

Tambaleó escandalosamente al recordar lo que había podido vislumbrar a duras penas, debido al mareo que la había asediado ese día por el golpe que el pelirrojo lo había dado.

Sin duda alguna, la escena más terrible que hubiese presenciado jamás.

Harry la agarró por la cintura, mientras que Luna la soltaba para ir a abrazar y recibir con un dulce beso en la mejilla al muchacho que ahora gozaría de libertad. Libertad que injustamente le habían usurpado…

Y ahora estoy frente a ti, amándote.

Levantó su vista inmediatamente… y lo vio. Y sintió temor; bajó su vista, sintiendo pavor al pensar que aquel muchacho la rechazaría por estar ahí, frente a él, después de que todo lo que había sucedido había sido a causa de ella.

Un pequeño rayo de luz iluminaba su escuálido rostro, mientras que sentía como aquella mirada se posaba en su débil cuerpo, haciendo que millares de descargas eléctricas recorrieran cada célula de su figura. Sí, esa mirada otra vez. Ese calor que hacía siglos que no sentía, ese calor que la había abandonado, llevándose lo poco y nada que le quedaba de vida. Pero lo sentía perfectamente, sentía como todo volvía a tener sentido alguno, sentía como su alma volvía a su cuerpo, sentía como su existencia comenzaba a llamarse vida otra vez, sentía que lo amaba más que nunca…

-Granger…- susurró el muchacho, que seguía manteniendo sus ojos fijos en ella.

¿Por qué él?... ¿Por qué solo sus labios podían pronunciar tan perfectamente su insignificante apellido?.

Mi corazón, no puede esconder:
Que yo sin ti, no se querer.
Vuelvo a vivir…
A tu lado el amor, que soñé.

La aludida no se inmutó; sintió como toda su cobardía paralizaba su inconsistente cuerpo trigueño. No podía moverse; sus músculos le estaban jugando una pésima pasada. ¿No podía o no tenía el suficiente coraje para enfrentar aquella mirada gris?.

-Eh…Harry, creo que es mejor que los dejemos a solas.- inquirió Luna, a medida que el aludido moreno soltaba con delicadeza a la exinanida muchacha.

Se maldijo mil y un veces. Maldijo a Harry y a Luna también, por dejarla sola frente al muchacho. Estaba en una lucha sin piedad; intentando no levantar la mirada, no encontrarse con aquellos ojos que seguramente la mirarían acusadoramente. Mientras que, su cuerpo no respondía… No, no la dejaban salir corriendo de aquel lugar y alejarse del peor de sus tormentos… Y a la vez, de su mayor felicidad. Sumergida en sus maldiciones y su pugna por liberarse, sintió que los vellos se le erizaban una vez más, al sentir como la fría mano del muchacho le rozaba la mejilla.

-Granger…- volvió a llamarla una vez más. Al no encontrar respuesta alguna, levantó el rostro de Hermione por la barbilla, obligándola a toparse con sus grisáceos ojos.

Pronto su cuerpo caería al suelo; lo podía sentir perfectamente. Ver de nuevo aquellos ojos marrones por los que tanto había luchado siempre habían sido su punto débil. Y ese aroma… Esa fragancia de vainilla era, sin duda alguna, el mayor afrodisíaco para él.

¡Y, Merlín, sí que había luchado!... Había sido capaz de dar hasta su propia vida por ella. ¡Oh sí!... Había cambiado el rumbo de su destino, había roto con cualquier barrera que le hubiese impedido amarla con todas las ansias con que lo hacía, hasta había acabado con la vida de su propio padre. Sí, todo por ella, por la Gryffindor, por la castaña, por Hermione Granger… Su Hermione. Y no, esta vez no dejaría que nada arruinara sus vidas. Habían luchado, llorado crudas lágrimas y hasta sangrado por su puro amor. ¡No!... esta vez no habría nada ni nadie que los separara.

-Granger, yo…- comenzó a titubear, sin saber exactamente qué decir en aquel momento.

-Malfoy, yo…- balbuceó al mismo tiempo que el rubicundo.

Una sincera sonrisa se produjo entre ambos; mientras que cada uno por su lado comenzaba a tiritar ante el contacto físico, la conexión de miradas y el vínculo de palabras que sostenían. Pero las palabras no fueron necesarias para apaciguar los anhelados y atemorizantes sentían.

Draco atrajo hacia sí a Hermione, abrazándola como tantas noches durante sus tres años en Azkaban lo había soñado. Sintió como ella se aferraba a su cuerpo, como si fuese a caer por un abismo sin fondo. Aquel aroma, aquel calor, aquella muchacha…

Sola en mi cuarto sin tu calor,
fui conociendo el temor.
Te quise tanto, mi alma te di.
Hoy que regresas a mi.

En sus planes nunca estuvo el llegar a coincidir algún día en la misma escuela; nunca imaginaron que ella sería amiga de Harry Potter y que él sería el hijo del mortífago más fiel a Voldemort. Nunca pensaron que vivirían durante años una inagotable lucha por demostrar quién era mejor; nunca creyeron que ambos destacarían por sus destrezas, llegando a ser ambos los Premios Anuales. Ninguna vez se les cruzó por la mente que compartirían una sala común, la cual había sido testigo de las fugaces miradas que se dirigían en silencio. Aquel apaciguador silencio que los vio besarse prohibidamente tantas veces. Jamás creyeron que algún día compartirían el mismo sentimiento, que por temor nunca se confesaron a tiempo.

Más aún, nunca imaginaron que el rubicundo, al momento en que Ronald Weasley le lanzaba un hechizo imperdonable, había alzado su mano, poniendo sus últimas fuerzas sobre la varita que sostenía el pelirrojo, para así doblegarla e introducírsela en el corazón... Para que así, Draco acabara con la vida del muchacho que alguna vez había sido el mejor amigo de la castaña. Mientras que Hermione, dado su nublada vista, había proferido un grito de terror… sí, su vista le había hecho una cruel broma. La más cruel de todas, haciéndole creer que perdía para siempre al causante de su existencia. Y por más que había sido en su propia defensa, nadie había creído que un muchacho tan bonachón como Ronald Weasley fuese tan macabro… ¡Pero qué equivocados que estaban!.

Pero las dudas de todo lo sucedido no tenían lugar aquella, no. Ahora lo único que importaba era abrazarse, besarse y pensar en el futuro que el destino les deparaba. Si bien nunca supieron cómo había sucedido todo, lo único que podían asegurar era que nada los separaría… Nunca, nunca más.

-Te amo, Hermione.-

-Te amo, Draco.-

Dijeron aquella frase al unísono, mirándose a los ojos. Pero no sonrieron. No. Las palabras, las risas, el aire… Todo eso sobraba. Todo aquello estaba demás. Solo un simple y ansiado beso bastaba. El primer beso después de tres años, el primer antídoto a la destrozadora vida que les había tocado vivir. Unieron sus labios, compartiendo tantos recuerdos y secretos como tantas veces lo habían hecho. No, aunque el mundo se estuviese cayendo a sus alrededor, no importaba. Se habían esperado por demasiado tiempo, perdido cada uno en sus solitarias vidas, en sus tristes pesares. Pero ahora se tenían de nuevo el uno al otro, se tenían para no volverse a separar jamás. Por más duros que fueran los tiempos, lucharían otra vez… Con más fuerzas aún que cuando lo habían hecho hacía tres años. ¡Sí!... Si antes habían estado dispuestos a darlo todo por el otro; ahora eran capaces hasta de dar lo que no estuviese al alcance de sus manos. Ahora sabían que solo junto al otro podían respirar, sentir, reír, llorar… Solo junto al otro podían vivir. ¿Qué más que su compañía necesitaban para ser feliz?... nada. Y ahora que todos los que habían opuesto resistencia alguna contra su amor, habían perecido en la batalla, era perfecto. Sí, ambos tenían bien claro que comprarían una casa en el campo, que tendrían tres hijos, que verían a sus nietos correr por el jardín, mientras que su fiel canino apodado Tim les haría compañía…

Se llena el vacío, se apaga el dolor.
Hoy tengo tu amor.

La paz había vuelto a sus mentes, el alma había vuelto a sus vidas, el amor estaba más vivo que antes. Nunca más tendrían que mantener caretas frente a los demás. Gryffindor versus Slytherin, Granger contra Malfoy, leona versus serpiente, castaña frente a rubicundo, sangre sucia contra sangre limpia…. No, nunca más eso. Desde ahora y en adelante serían dos muchachos que profesaban el amor más puro jamás. Aquellos dos jóvenes que habían luchado contra viento y marea por lo que sentían, debatiendo en la más cruel batalla de todos los tiempos. Desde ese momento y para siempre serían solo Hermione y Draco, aquellos dos enemigos que comprendieron que el futuro no estaba definido, que al destino se le podía doblegar la mano, que su amor podía más allá que cualquier barrera.

Desde ese momento en adelante, serían por siempre solo…

Ella y él.


AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! ME VOY A MATAR! MALDITO FIREFOX!... Merlín! Tenía casi todos los reviews respondidos para ustedes y apreté sin querer un botón y todo se fue al olvido¡DIOS! ... Argh...

En fin, son las 2:03 am y mañana tengo universidad... Así que subo el chapter... (a todo esto; que bien que cayeron pensando en que Draco había muerto¿eh? xDDDDDD.. SORPRESA:P)... Y mañana subo uno especial agradeciéndoles profundamente todo el tiempo que han seguido mi historia y todas las palabras hermosas que me han regalado a lo largo del fic. A sí, y mañana tb demandaré a Fireworks por hacer sus opciones tan vulnerables! ... Jum >:(...

Besos y Saludos a todos y cada uno de ustedes... Nunca olvidaré sus bellas palabras (ok, ok...No me acordaré de todas las palabras, pero sí de sus consejos y sus ánimos... Porque, chicos, ustedes son lo máximo).

Saludos, y mañana les respondo

Agatha Black Malfoy.