Disclaimer: Nada es mío, todo pertenece a otra gente y/o otras empresas y lo único que yo consigo es desgastar mis neuronas y las teclas del teclado.

Stand by my side

Prólogo

Un joven de unos diecisiete años miraba lánguidamente, con ojos aburridos, a través de un amplio ventanal que daba a un suntuoso jardín. Estaba recostado en un sillón, con la cabeza descansando ladeada sobre uno de sus hombros. Unas gafas de pasta enmarcaban sus ojos marrones pero no escondían en absoluto el rostro hermoso del joven, que suspiraba y gruñía repetidamente.

- James, esto ya era lo último que tu abuela y yo podíamos consentir- delante de él, un hombre ya mayor y de semblante severo le miraba acusadoramente- Estamos hartos de que te empeñes en arruinarte la vida- el hombre se acarició la barba con un gesto de tristeza - ¿Qué demonios te pasa?

- Nada- contestó el muchacho sin dignarse a mirar a su abuelo

El hombre se dejó caer en un sillón enfrente del de su nieto.

- No sé ya cuantas cartas de advertencia me han enviado tus profesores, James. Parece que este año no te has contentado con hacer simples travesuras…

El muchacho siguió mirando por la ventana, sin pronunciar ni una palabra.

- La muerte de tus padres tampoco fue fácil para nosotros- dijo al cabo de unos minutos el hombre mayor- ¡Pero yo no me dedico a poner en peligro la vida de un compañero dándole poción de adormideras!

- Fue una broma- murmuró amargamente el joven, cuyos ojos habían brillado tras la mención de sus padres.

- El señor Snape casi muere James.

Pese a que a James la muerte de Snape le importaba más bien poco, decidió ahorrarse el comentario.

- No volverá a pasar- susurró el muchacho.

- Por supuesto que no volverá a pasar. He tenido que sudar tinta para que no te expulsaran ni a ti ni a Remus ni a Sirius, pero ten por seguro de que no volveré a dar la cara por ti si te sigues comportando de este modo.

James exhaló un fuerte suspiro y se levantó del sillón, dando por finalizada la discusión.

- Siéntate que aún no he acabado- exclamó el hombre autoritariamente, mientras James se dejaba caer pesadamente de nuevo sobre el sillón- Como castigo, te pasaras el verano trabajando en el Club de Campo.

- ¿Qué?- exclamó James levantándose enfurecido del sillón- ¡No pienso trabajar, es el último verano libre que me queda!

- No es una sugerencia, James Potter- contestó fríamente su abuelo

- ¡Te he dicho que no volveré a hacer algo así!- dijo el joven agresivamente

- Y yo te he dicho que trabajarás. O eso o despídete de la escuela para siempre. Y espero que seas un trabajador competente

James miró enfurecido a su abuelo, que aguantó impasible. Apretó los puños.

- Perfecto… ¡Jodidamente perfecto!- exclamó mientras salía de la habitación dando un portazo.

El señor Potter se quedó mirando la puerta por la que había salido su nieto unos segundos, antes de suspirar con tristeza. Esperaba que James volviera a ser el chico que había sido siempre.

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Lily Evans salió de casa a las siete de la mañana el primer día de las vacaciones de verano. Llevaba su melena roja trenzada y se estremeció levemente al salir al exterior. Todavía no calentaba el sol. Cerró la puerta de casa y se dirigió hacia la acera. Tras vigilar que no hubiera nadie en la calle, cosa normal dada la hora, sacó su varita mágica. Al instante, un autobús morado se detuvo delante de ella.

- Buenos días Ernie- saludó la muchacha al ayudante del conductor después de pagar el billete- ¿Aprobaste el examen?

El hombre negó disgustado.

- Estos examinadores cada vez son más quisquillosos… sólo porque me llevé por delante un camión muggle, pensaron que no era apto…

Lily rió y le dio una palmadita.

- Bueno, la próxima vez será.

Restregándose sus ojos verdes, víctima aún del sueño, buscó entre las butacas un sitio libre. Encontró uno al lado de una chica que le sonaba de la escuela.

Lily sonrió y se sentó a su lado.

- Hola- saludó alegremente.

La otra chica, de pelo corto y castaño y mirada huraña, la miró de arriba abajo antes de volverla a ignorar completamente. Lily levantó las cejas sorprendida y un poco avergonzada. Según sabía la joven se llamaba Meaghan McCormack, y pertenecía a la casa de Hufflepuff. Siempre se la veía sola por la escuela y la rumorología popular sostenía que era medio vampiro. Lo fuese o no, no parecía muy contenta con la compañía.

Aunque el trayecto no superó los veinte minutos, a Lily se le hizo interminable, de tan nerviosa como estaba. Era su primer día de trabajo y quería causar buena impresión. Se había puesto incluso unas gotas del perfume de su madre porque oler como ella le hacía sentirse más segura de si misma. Gracias a su perfecto historial, el director Dumbledore no había tardado ni un día en conseguirle un empleo de verano cuando ella fue a pedirle ayuda. Ahora sólo tenía que esforzarse al máximo.

Cuando bajó del autobús no pudo evitar una exclamación de sorpresa. A diferencia del resto de construcciones mágicas, el Club de Campo no estaba camuflado detrás de un andrajoso cubo de basura o debajo de una mugrienta calle llena de porquería. Estaba a las afueras de un pequeño pueblo de la costa y contaba con un interminable arsenal de encantamientos que mantenían lejos a cualquier muggle despistado o curioso que se acercase por la zona. Su aspecto era impresionante, un hermoso palacio de inspiración renacentista rodeado de un muro impenetrable escalado por enredaderas y parras muy tupidas.

Lily llamó a la pequeña puerta escondida entre la vegetación y sólo entonces se dio cuenta de que Meaghan estaba justo detrás de ella

- Llegáis tarde- una voz masculina y chillona les dio este cálido recibimiento- Que no se repita.

El propietario de la voz, un hombre rechoncho, calvo y con un ridículo bigotillo engominado las invitó a pasar con un gesto brusco y le dio a cada una un pesado paquete. Justo cuando Lily le iba a decir que aún faltaban tres minutos para la hora de entrada, el hombre la volvió a cortar

- Soy Maurice d'Husard- Batiste, el director- se presentó el hombrecillo hinchando el pecho y sin mirarlas- Ahí tenéis vuestros uniformes. Cambiaos y dirigios rápidamente a las cocinas. Paulette os dará las instrucciones.

Y dicho esto el hombrecillo desapareció por una escalera lateral, dejando a las dos chicas perplejas, en medio de un recibidor vacío y desprovisto de muebles.

- ¿Y dónde quiere esa albóndiga que nos cambiemos?- preguntó Meaghan, más para ella misma que para Lily.

La pelirroja sonrió azorada y miró dentro del paquete. El uniforme constaba de una falda recta y una blusa, ambos azul celeste, y un delantal de color blanco.

- ¿Buscamos la cocina?- propuso la pelirroja con una tímida sonrisa.

Meaghan suspiró resignada.

Lily sintió que ese no era el buen comienzo que deseaba tener

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- James no puede ser tan horrible

- Sirius, tengo 17 años y me van a encerrar a jornada completa en un Club de Campo sirviendo piñas coladas a mujeres que necesitan llevar bragas de cuello vuelto para no desparramarse en el suelo.-contestó James en un susurro irritado

Sirius, un chico alto y moreno, de un atractivo incuestionable, hizo una mueca de asco. Ambos estaban desayunando en un refinado salón de la mansión de los abuelos de James.

- Siempre te pones en lo peor… piensa en las tías buenorras que te pedirán que les pongas crema- dijo alzando las cejas de forma sugerente

James pareció considerarlo.

- Igualmente, no compensa- suspiró- Yo estaré encerrado mientras tú y Remus os tocáis las narices.

- Ahí te equivocas.- le corrigió Sirius apuntándole con una cucharilla- Remus empieza hoy a trabajar en la librería y yo voy a descargar cajas en un supermercado muggle.

James le miró interrogante.

- No pretendo vivir de tus abuelos, tío. Tarde o temprano tendré que independizarme… además, tu abuelo "me sugirió" a golpe de varita, que buscara algo que hacer… Todos estuvimos involucrados en lo de Snape.

James volvió a suspirar y luego emitió algo parecido a un gruñido. Ese verano, el que prometía ser el verano de su vida, lleno de juergas y de gamberradas, se había convertido en un fiasco.

- Señor- una voz femenina interrumpió la conversación de los dos chicos. Una mujer uniformada de negro y recta como una vara les miraba desde la puerta- Me permito la licencia de recordarle que llega tarde al trabajo.

James miró el reloj enfadado y sin dar las gracias ni despedirse, desapareció en la chimenea.

Sirius se levantó de su silla meneando la cabeza.

- No se lo tengas en cuenta Dorothy- dijo sonriendo, la criada asintió sin cambiar la expresión de la cara- Yo también me voy. Buenos días

Y el guapo moreno se fue por dónde instantes antes lo había hecho su amigo.

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Tomando la escalerilla por donde había desaparecido su rechoncho jefe, Lily y Meaghan salieron a un amplio pasillo decorado con ese gusto clásico que nunca pasa de moda. El pasillo estaba desierto y no se oían voces por ningún lado. Lily no sabía hacia donde ir, pero Meaghan caminaba con decisión, así que la siguió, intentando borrar de su mente la imagen del hámster asustado que parecía en esos momentos.

La Huffie torció a la derecha para bajar unas escaleras blancas, de mármol travertino, que daban a una puerta doble sin maneta. Meaghan la empujo y Lily abrió los ojos con sorpresa: estaban en la cocina.

¿Leslie Evans y Meaghan McCormack?

Una mujer de rostro severo, rodeada de jóvenes que vestían el mismo uniforme que les habían dado a ellas, las miraba por encima de sus gafas sin montura.

- Si señora, pero es Lily, no Leslie- contestó la pelirroja

La mujer la miró contrariada.

- Las chapas de identificación están ya hechas, así que a partir de ahora te llamas Leslie- Lily iba a abrir la boca para protestar pero le mujer dejó de prestarle atención. Meaghan le dio un golpecito en el hombro para que la siguiera y se acercara al grupo- Yo soy Paulette Mittens, y quiero que me llaméis así: Señora Mittens. No tolero la laxitud en el trato. Después del señor Maurice d'Husard-Batiste, soy la máxima autoridad, así que procurad satisfacerme.

Lily tragó saliva nerviosa. Su amiga Susan le había prevenido sobre esto, pero pensaba que bromeaba. Esa mujer hablaba como una negrera. El mundo de los brujos, elitista de por sí, se volvía más elitista aún cuando se trataba de gente de familias poderosas e influyentes. Lily era hija de muggles y Susan le recomendó que mejor no dijera nada al respecto. Sabía que Dumbledore había tenido que usar toda su influencia para que la aceptaran. Necesitaba el trabajo y estaba muy bien pagado, o eso pensaba antes de conocer a la señora Mittens, que seguía dándoles instrucciones. Aguantar a esa bruja no estaría bien pagado ni con todo el oro de Moscú.

Cuando la señora Mittens acabó de hablar, una chica pecosa les dijo a Lily y a Meaghan dónde podían cambiarse. Las dos estaban destinadas a hacer turno de día en el bar de la piscina y de tarde en el comedor interior. Eso alivió a la pelirroja, el año pasado había trabajado en la cafetería de un hospital de Surrey, al menos tenía algo de experiencia.

Justo cuando entraron de nuevo en la cocina, ajustándose el delantal, alguien entró por donde lo habían hecho ellas. Un chico alto, de pelo revuelto y mirada traviesa.

- Potter…- susurró Lily parándose en seco ¿Qué hacía él allí?

- Vaya, un holgazán…- dijo en tono socarrón la señora Mittens- ¿Me da su nombre caballerete?

- Potter, James Potter- contestó él con su insolencia típica.

La expresión de la mujer cambió por completo, tornándose afable y empalagosa.

- ¡Vaya señor Potter! Le esperábamos, espero que no haya tenido problemas en el viaje…

James hizo un gesto negativo con la cabeza y mientras la señora Mittens le daba su uniforme y le indicaba su nuevo trabajo, Lily miraba la escena sin poder cerrar la boca de asombro.

- Las cosas funcionan así en este mundo podrido, Evans- le dijo Meaghan en un susurro, empujándola fuera de la cocina- acostúmbrate y no te quejes si no quieres que te pongan de patitas en la calle.

Lily frunció el ceño, contrariada, pero sabía que la chica tenía razón. El apellido Potter hacía las cosas mucho más fáciles. El abuelo de James era el hombre de negocios más influyente de toda Inglaterra. Se ajustó la chapa metálica donde se podía leer "Leslie Evans" y suspiró.

- Si llego a saber que Potter vendría aquí a trabajar…- murmuró amargamente

Meaghan la miró pero como de costumbre no dijo nada.

La pelirroja mientras rezaba para que James estuviera lejos de ella. Las cosas no serían peor en el infierno.

James vio de reojo como Lily salía de la cocina y sonrió para sus adentros. La pobre florecilla de honor mancillado… Había estado enamorado de ella. Pero cuando murieron sus padres, su concepto de afecto se tornó muy relativo: las chicas servían sólo para una cosa y Lily no era una excepción. Pese a la fama que había empezado a ganarse James con las chicas, Lily aceptó salir con él, quizás porque sabía lo de sus padres del muchacho y sintió que se lo debía. Todo fue muy bien, la cena, el paseo, el beso en la entrada… hasta que James decidió que ya había hecho durante suficiente rato el papel de caballero y quiso convertir a la pelirroja en una más. Lily, dolida y confundida por su actitud se negó, pero eso no evitó los rumores, alentados por el propio James que quería vengarse de ella. Él sabía que le había hecho mucho daño, pero eso no importaba… pocas cosas importaban.

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- Un batido hipocalórico y dos cervezas, Evans- Meaghan se apoyó sobre la barra del bar mientras Lily, que estaba fregando los platos, se apresuraba a servir lo que le había indicado su compañera.

- ¿No pueden usar magia para hacer estas cosas?- resopló la pelirroja secándose la frente.

- No sería tan "exclusivo". Quiere demostrar que tiene suficiente dinero como para poder pagar a la gente para que mastiquen por ellos- contestó Meaghan tomando de nuevo la bandeja, sin cambiar su gesto adusto- Será mejor que no te oigan quejarte.

Lily resopló indignada y siguió fregando con ímpetu los platos. Mientras, observaba con envidia a los magos y brujas que se remojaban despreocupadamente en la piscina y tomaban sus dry-martinis bajo las sombrillas. Quedaba muy claro cuál era el sitio de cada uno.

- ¿Qué tal Lily?

La pelirroja se giró reconociendo la voz, con una mueca de furia contenida dibujada en la cara.

- Estoy trabajando, Potter- contestó mirándolo desdeñosamente y retomando su trabajo- Como deberías estar haciendo tú.

- Tengo un descanso, no me necesitan en recepción- dijo el muchacho sonriendo y moviéndose por la barra de manera que quedaran cara a cara. Lily resopló. Por supuesto James trabajaba menos que un aparato de aire acondicionado en un iglú y ganaba lo mismo que ella- Pensé que te gustaría verme

- Pensaste mal- contestó secamente, apartando con un gesto brusco la mano de James que pretendía acariciarla.

El chico rió alegremente.

- Bueno, por suerte hay chicas menos estrechas que tú por aquí- contestó él poniéndose las gafas de sol y alejándose con paso seguro hacia un grupo de chicas que Lily conocía de la escuela. A los dos minutos todas le rodeaban embelesadas e intentando captar su atención. Lily lo miraba todo con reprobación.

- Lástima que ese capullo sea tan bueno en Quidditch- murmuró Meaghan que había vuelto y miraba en la misma dirección que Lily, que parecía sorprendida- Dos zumos de naranja naturales.

Lily asintió y miró el reloj. Dentro de poco tendrían que empezar a servir comidas. Se sentía como si un camión con remolque le hubiera pasado por encima y aún le quedaba la mitad del día.

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El turno de restaurante fue, si cabía la posibilidad, aún más agotador. Esta vez le tocó a Lily también ir sirviendo las mesas, soportando las miradas airadas de los magos petulantes que no la miraban a los ojos cuando pedían, dando la sensación de que le hablaban al vacío. No podían descansar ni un minuto porque la señora Mittens observaba todo desde un cómodo sillón, colocado estratégicamente en una de las esquinas del enorme comedor.

Para animarse Lily se imaginaba una hucha en la que caía un silcke cada dos minutos, que era exactamente lo que ella ganaba. Tampoco podía buscar consuelo en Meaghan, que seguía tan hermética como por la mañana, no parecía buscar conversación.

Por suerte James no hizo acto de presencia durante la tarde, sólo le vio cuando ya estaba a punto de marcharse, masajeándose las doloridas piernas. Él le mandó una mirada se soslayo y comentó algo con otro empleado, que rió abiertamente. Lily trató de evitar ponerse roja.

Se levantó y salió enfurecida del ya odiado Club de Campo, pidiendo al cielo que el tiempo pasara más rápido.

En el autobús volvió a coincidir con Meaghan, con quien ya no intentó hablar.

Un día de trabajo había conseguido deprimirla.

Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue limpiarse las lágrimas silenciosas que había derramado a escondidas en el autobús y plantar una maravillosa sonrisa en sus labios. Petunia no estaba, así que por lo menos se ahorraría una discusión. Subió al piso de arriba y entró en la habitación del fondo del pasillo.

- Hola mamá ¿Qué tal te encuentras?

La habitación estaba en la penumbra, alumbrada sólo por la lamparita de la mesilla de noche, que iluminaba a una mujer incorporada sobre unos almohadones. Estaba extremadamente delgada, pálida y su pelo era casi blanco. Lily se acercó a darle un beso.

- Muy bien- contestó la mujer, pero a juzgar por el trabajo que le costaba hablar no era cierto- Siéntate y cuéntame qué tal tu trabajo.

La madre de Lily sonreía cándidamente y la pelirroja hacía esfuerzos por sonreír y no echarse a los brazos de su madre llorando. No podía hacer eso.

- Te lo cuento mientras te lavo el pelo ¿vale?- dijo la muchacha

- Oh Lily…- protestó la mujer

- Mañana Vernon te llevará al hospital ¿no querrás que el doctor te vea hecha un desastre no?

La mujer sonrió y se calló para sí misma su opinión. Sabía que con baño o no, estaba hecha un desastre, pero era mejor no hacer ese tipo de comentarios.

Lily lleno una jofaina de agua y la acomodó para que su madre no tuviera que ir al baño. Mientras le masajeaba el pelo le contó que el trabajo era genial, que los compañeros eran muy simpáticos y que se lo había pasado muy bien. La señora Evans asentía, feliz por su hija.

Petunia no tardó en llegar y subió la cena para las tres, ella también se alegró por su hermana, aunque sólo gruñera mientras Lily hablaba. Las apariencias eran las apariencias, pero ambas sabían que no podían perderse también la una a la otra

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James fue al Caldero Chorreante antes de ir a casa, para ver a sus amigos. Remus, Sirius y Peter estaban ya allí, acompañados por algunas chicas con las que solían ir.

James pidió una cerveza y se unió a ellos.

- ¿Qué tal señor camarero?- preguntó Sirius

- Pues no tan mal- contestó James- Muy aburrido, pero sólo tengo que quedarme en la recepción. Además, la monitora de hípica está buenísima, y si me aburro puedo molestar a Evans.

- ¿Esa pelirroja frígida y sosa?- preguntó una de las chicas, muy morena y exuberante

- La misma, Sylvia- contestó James con una sonrisa

- ¿No te parece que ya ha sido suficiente?- preguntó Remus, intentando no sonar autoritario. Lo cierto es que no le gustaba ver a nadie abusando de alguien más débil.

James hizo un gesto para quitarle importancia.

- Sobrevivirá. ¿Y vosotros qué tal?

- Bien- contestó Sirius- Somos 3 mozos y 30 cajeras… eso sale a 20 tías para mí y cinco para cada uno de los otros dos - dijo sonriendo y provocando la carcajada de sus amigos- Ya tengo dos citas.

Las chicas que estaban hablando de otra cosa miraron a Sirius de reojo. No podían dejar que se escapara de su redil. Anne, una rubia menudita sin muchas luces, posó una mano en la pierna de moreno

- Tres-dijo levantando las cejas sugerentemente

Remus miró al techo intentando ocultar su desprecio por la chica mientras Sirius le regalaba a Anne una de sus sonrisas llena de dientes.

- Yo no he tenido mucho trabajo, pero mi jefe es muy simpático. Un poco pesado, pero simpático-explicó el licántropo, que había asistido a un simposium de cuatro horas improvisado sobre cebos y anzuelos. El dueño de la librería era muy aficionado a la pesca.

Después de tomar un par de cervezas más, Sirius y James se despidieron para ir a cenar.

Los señores Potter esperaban ansiosos a su nieto, que como seguía enfadado no les hizo ni el más mínimo caso y se encerró en su cuarto, seguido por Sirius, que encogía los hombros a las preguntas mudas de los abuelos de James

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Tatatachán! Y aquí estoy de nuevo, después de unas merecidas vacaciones (o no) y dos días antes de lo previsto. Sé que he desaparecido prácticamente del todo y que no he dado noticias en ningún lado, pero es que necesitaba una temporada de respiro y oxigenación mental. Mi acceso a internet, por otro lado, ha sido bastante pobre y escaso, sólo he consultado el correo y muy de vez en cuando. He recibido mensajes vuestros acerca de no sé que de que no se pueden contestar reviews, no los he vuelto a enviar porque mirando las listas he visto que ya no tenía a quién! Agradecería que me explicarais las novedades al respecto, sino se puede contestar seguramente podamos encontrar una forma alternativa…

Bueno, sólo espero dos cosas. Que os guste este nuevo fic (que no será muy largo, para que no os canséis, ya os aviso de que va a ser un poco más serio, y este primer capítulo es un poco aburrido) y que vuestras vacaciones hayan sido tan buenas como las mías o mejores.

Un besito a todos, siempre vuestra

Henar