Bueno, esta es la primera historia que subo. Estoy nerviosa, vaya. Así que no diré nada más, salvo que después de leer durante mucho tiempo las historias de los demás, me atrevo a poner una mía. Sin pretensiones, por escribir.
Gracias por leerlo, si es que decides hacerlo.
Y, por si acaso, sólo me pertenecen los personajes que no reconozcais y el animal de compañia (que tampoco me pertenece y es real).
-¡Potter! -el grito resonó en la torre Griffindor. Los alumnos de la sala común se encogieron de miedo y giraron lentamente la cabeza hacia la prefecta furiosa – ¿Donde está Potter? – Rugió. Todavía mas encogidos, señalaron un sillón cercano al fuego de la sala del que sobresalían un par de piernas.
La prefecta, en dos zancadas, atravesó la sala común hasta llegar al sillón y volvió a gritar¡POTTER! El par de piernas se sobrecogió y un muchacho de gafas y pelo negro revuelto se levantó de golpe, asustado.
-¡Evans¿Qué mosca te picó?
-¡Tú¡Tú¡Pedazo de bruto¡Otros doscientos puntos¡Doscientos! McGonagall le quitó otros doscientos puntos a la casa por vuestra maldita broma. De mal gusto, por cierto. ¡Es la tercera vez esta semana! – la gente volvió a sus asuntos, otra pelea más entre Potter y Evans, ya no tenían tanta gracia como al principio. Mucha gente creía, incluso, que habían perdido fuerza. Todo el mundo sabe que la violencia de una pelea es proporcional a la ira acumulada, y a estos dos no les daba tiempo a acumular nada.
- ¿Doscientos puntos¡McGonagall esta loca! Pero si eran unos simples Slytherins. Apuesto mi brazo a que le hizo gracia verlos a topos. Y apuesto el otro a que a ti te hizo más gracia –Respondió con su tono de autosuficiencia tan característico.
- Te acabas de quedar sin ambos brazos, Potter. El día que me haga gracia una de tus bromas, aceptaré ir contigo a Hosgmeade – muchas cabezas se giraron hacia ellos, eso era interesante. Mucho más interesante que los insultos. Por todos era sabido que el chico le había pedido ir con él a Hosgmeade muchas veces sin conseguir que aceptara.
- No sabes lo que acabas de decir, Evans – respondió Potter con una sonrisa maliciosa en sus labios.
- Borra esa estúpida sonrisa, sé muy bien lo que digo. Nunca conseguirás hacer una broma que me haga reír, ni siquiera sonreír. Ni lo intentes siquiera, porque McGonagall te está vigilando nada contenta. ¡Estarás castigado toda tu vida, de eso me encargaré yo! – amenazó la prefecta, temiéndose que no surtiría ningún efecto y que había metido la pata un poco. De reojo miró a sus amigas, que observaban la escena desde la puerta. Sus caras confirmaron su teoría, había metido la pata, mucho.
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- No sabes lo que haces, no sabes lo que haces...bla bla bla, será imbécil – decía Lily Evans imitando la voz de Potter, mientras subía las escaleras de la torre de las chicas – Ah... pero como intente algo. Ahí sí que se va a enterar. Lo vigilaré. No dará ni un paso sin que yo me entere¡incluso cuando vaya al servicio lo sabré!
- No podías poner otro ejemplo, tenías que hablar del servicio. Cuando se va al servicio, no se piensan estrategias para bromas – comentó una chica morena que subía delante de Lily.
- En mi opinión, Marianne, los grandes estrategas de la historia idearon sus victorias en el servicio –contestó Lucie, otra de las amigas de Lily. Iba detrás de Lily por precaución, nunca se sabía cuando podría correr y atacar a Potter.
Lily y Marianne se pararon a mirar a Lucie – ¡Oh venga! No me miréis así, estoy en lo cierto. Seguro que Napoleón era estreñido y pasó muchas horas en el servicio.-
-Sí, sí, claro. ¿Y con Troya también pasó, no?
- No mujer, esa idea surgió de entre los brazos de un jovencito griego. No leéis historia.
- Te creemos Lucie, ya nos enseñarás de donde sacas la información¿eh? Ahora a lo que vamos, yo sola no puedo vigilar a Potter. Mi idea, que no saqué estando en el servicio – Lily se adelantó a Lucie- es que intentéis acercaros a sus amigos y los vigilemos a todos.
Lucie y Marianne se miraron asustadas, no entraba en sus planes acercarse a más de un milímetro de los Merodeadores. En realidad, a alguna si que le gustaría acercarse, pero no para vigilar precisamente.
Lily las miraba intensamente con ojos de bambi, cuando estaba a punto de hacer pucheros, Lucie habló:
- Cuenta conmigo, pero no lo hago de manera altruista. Quiero algo a cambio y no será fácil de conseguir. Al fin y al cabo, me estas pidiendo que me acerque a Lupin sin que me de por besarle el cuello.
Lily contuvo un grito de alegría y esperó pacientemente a la respuesta de Marianne, pero esta sólo se dio media vuelta y siguió subiendo hacia su habitación. Lucie le hizo un gesto a Lily para que no la atosigara, la prefecta suspiró con resignación.
- Te dirá que sí, ya lo sabes Lily.
-Por cierto, Lucie –comentó Lily de manera despreocupada antes de entrar en la habitación de las chicas de séptimo curso –nadie dijo que tuvieras que vigilar sólo a Lupin.
–Mierda –Gruñó la chica después de darse cuenta que había sido descubierta.
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-Vuelve a repetirme lo que te dijo Evans – pidió Sirius Black, estaba sentado junto al lago tirando piedrecitas al agua. En realidad, esperaba que saliera el calamar y así animar la tarde.
- ¿Otra vez? Te lo resumo en un único concepto: me retó.
-Lo que me extraña es que Lily haya sido tan bocazas. Generalmente sabe como tratarte, mejor dicho: pararte los pies – dijo Remus Lupin mientras se arrebujaba en su capa y maldecía a Sirius por haberse empeñado en bajar al lago en pleno Noviembre –Debía estar muy cabreada para no pensar lo que decía.
- Lo estaba, lo estaba. Tanto que me dio a entender que además de la vigilancia de McGonagall, ella misma se iba a encargar de que me castigaran a la más mínima. Me halaga tanta preocupación. Eso es interés por mí.
- Cuánto optimismo, si esa pelirroja me amenazará como a ti, huiría del país – confesó Peter Pettigrew. Mientras hablaba no notó como un tentáculo, con una morfología muy parecida a la de un calamar, le agarraba por un pie. En realidad si lo notó, pero no procesó los datos hasta que se encontraba a varios metros por encima del agua y no pudo gritar hasta que sus amigos lo sacaron del agua empapado.
- Como sea, creo que vamos a tener a tres chicas observando cada uno de nuestros movimientos. Es interesante¿verdad Remus? – comentó despreocupadamente James, al entrar en el castillo con un Peter mojado y enfadado con Sirius que pedía perdón por haber hecho enfadar al calamar.
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Lily miraba de reojo todos los movimientos de James Potter durante el desayuno al día siguiente. Se había levantado temprano, mucho antes de que abrieran el gran comedor y había elegido un lugar estratégico al final de la mesa Griffindor para ver sin ser vista. Sin embargo, Potter también había bajado temprano esa mañana y cuando el apareció en el comedor Lily se encontraba sola mirando el Profeta. La saludó con una gran sonrisa de autosuficiencia retando a la prefecta pelirroja, ella le gruñó a modo de respuesta.
Desayunó sola, porque cuando, al fin, bajaron sus amigas adormiladas; ninguna cambió su sitio habitual por el lugar donde Lily se había sentado: la zona de los de primero. Suspiró enojada ignorando el beso que le lanzaba Potter desde la otra punta de la mesa e intentó poner orden entre los chiquillos de once que había comenzado una guerra de migas de pan. Qué juventud, ya no les intimidaba la presencia de la prefecta sentada entre ellos.
Al otro lado de la mesa Lucie intentaba mantener una conversación seria con Marianne, observando de paso cada movimiento de Dumbledore, por el que tenía verdadera admiración, y con el ojo que le quedaba vigilaba los movimientos de Lupin. Tal y como le había prometido a Lily.
–No tienes que acercarte a él –le explicaba en susurros –Solamente observar sus movimientos. Con Black es fácil, él tiene dos ocupaciones: una ligar y otra gastar bromas.
Marianne no respondía, se limitaba a mirar lo que estaba comiendo. Pretendía usar su técnica disuasoria número uno cuando algo no le gustaba: dejarlo pasar, hasta que pasaba del todo. Tal vez las dos locas que tenía por amigas se olvidaran del asunto "Vigilancia a los Merodeadores" para que ella pudiera seguir con su vida normal.
-En cambio Lupin es más difícil –Lucie seguía hablando –Tiene una gama más amplia de ocupaciones e intereses. Fíjate que no sólo estudia, si no que da clases particulares a los que andan retrasados en Runas y, lo más apasionante, es capaz de leer libros.
–Tu interés por él parece meramente científico –A Marianne le resultó imposible retener la frase cargada de ironía.
–Exacto, será mi estudio del mes: Comportamiento de los hombres en un entorno social jerarquizado y lleno de féminas –Marianne movió la cabeza, ahí estaba de nuevo la mente científica de su amiga. Lucie miró a su objeto de estudio, estaba leyendo el Profeta al otro lado de la mesa. Sirius Black le hablaba muy concentrado en su comida y Remus asentía de vez en cuando la cabeza. Lucie no supo si escuchaba de verdad a Black o lo ignoraba deliberadamente.
–Y a mí por que me tiene que tocar Black –protestó Marianne –Decídselo a otra, Mandy Ternasay estaría muy interesada.
–Tú no –Afirmó Lucie.
–No, yo no. Terminé bien cansada de la personalidad Black.
–Que Regulus sea idiota, no quiere decir que Sirius también –Rebatió Lucie –Además eso te pasa por relacionarte con Slytherins y para colmo amigos de Malfoy.
– ¿Me lo vas a recordar toda la vida? –Lucie asintió observando como Dumbledore salía del comedor haciéndole un gesto con la cabeza. Ella le respondió con una sonrisa.
–De mayor quiero ser como él –aseguró.
– ¿Vieja y con barba? –Se burló Marianne –Deberías mirarte esa obsesión por nuestro director.
– ¿Vas a ayudar a Lily, entonces? –Le preguntó cambiando de conversación hábilmente –Mira que no queremos verla paseando por Hosgmeade del brazo de Potter.
Marianne volvió a concentrarse en el último bacón que le quedaba para terminar el desayuno. Suspiró un par de veces y se lo metió en la boca. Tardó un rato en responder porque se dedicó a saborearlo cómo si fuera el último bacón de su vida.
–Está bien, pero –Lucie reprimió un gesto triunfal –Le diremos a Miranda que nos ayude y –Se levantó de la mesa con la mochila para ir a clase –tu y yo nos turnaremos. No quiero que vigilar a un Black me reblandezca el cerebro.
Lucie la siguió sonriente -¿Y que hacemos con Pettigrew? –Preguntó de repente. No se había dado cuenta de que eran cuatro los Merodeadores.
-¿Por qué crees que se lo vamos a decir a Miranda?
–Chica lista.
Remus Lupin siguió con la mirada a las chicas hasta que desaparecieron por la puerta, dejó con calma el periódico sobre la mesa e intentó captar la atención de James que mandaba besos a Lily. La chica estaba furiosa, pero no parecía querer levantarse de la mesa hasta que ellos no lo hicieran primero.
–Sirius, la próxima vez que intente escuchar lo que dicen las amigas de Evans –James atendió al momento a las palabras de Remus –No me cuentes los detalles de tu última cita.
-¿Estabas escuchando? –Remus levantó una ceja con un gesto de "¿acaso lo dudabas?". Sirius sonrió malicioso –Qué bien te hemos enseñado.
-¿Y bien? –Preguntó ansioso James. Los cuatro Merodeadores juntaron las cabezas, Lily lo vio y se le subió la mosca a la nariz. Se permitió el lujo de llegar tarde por una vez en siete años a la clase de Encantamientos, su preferida.
–Parece que Gilmore no estaba muy interesada en vigilarte, Canuto –Comenzó y Sirius hizo un gesto de incredulidad total.
–Imposible, TODAS las chicas me quieren vigilar.
–Esta no –Respondió Remus con una sonrisa –La rubita, Marlin, la intentaba convencer –Hizo un gesto de desagrado –Ella me va a vigilar a mí.
– ¿Te molesta que una rubia mona te vigile? –Preguntó Peter, sin entender.
–Me molesta que me considere un espécimen a estudiar –Contestó visiblemente molesto –Ha dicho textualmente "incluso es capaz de leer libros".
Sus amigos aguantaron una carcajada. Lupin continuó –Y luego dijeron que para vigilar a Peter le pedirían ayuda a una tal Miranda –Al chico regordete se le iluminaron los ojos ante la idea de ser perseguido por una chica.
–Ya nos han repartido –Resumió James –Y ya deben tener un plan.
–No creo –Los demás miraron a Lupin extrañados –Si lo tuvieran, no estaría Lily Evans vigilándonos bastante cabreada porque llega tarde a Encantamientos.
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Lily efectivamente llegó tarde a Encantamientos. Por suerte el profesor hizo la vista gorda con su alumna favorita y sin ningún percance se sentó al lado de sus amigas. Los Merodeadores no tuvieron tanta suerte, aunque no les importó demasiado la reprimenda.
–Gracias por ayudarme con la vigilancia –les siseó con ironía mientras abría el libro por la página correcta. Marianne se apresuró a apaciguar el malhumor de la pelirroja.
–Te vamos a ayudar las dos –Susurró –Pero no me acercaré a dos metros de Black.
–No es Regulus –Lily miró a Lucie buscando apoyo, pero está estaba inmersa en el nuevo encantamiento que les explicaba el profesor.
–Un Black es un Black, si son familia por algo será –El tono de Marianne no admitía discusión. Aun así Lily se permitió una ligera objeción.
–Pues uno está en Griffindor y el otro en Slytherin –Cogió su varita cuando el profesor lo ordenó –Necesitamos un plan. No podremos asistir a todas las clases y vigilarlos.
-Bien, chicos –Ambas atendieron a lo que decía el profesor -Si ya habéis cogido la varita vamos a probar el encantamiento rastreador –Lily y Marianne se miraron con una bombillita encendida encima de sus cabezas – No olvidéis el movimiento de la varita.
Las dos chicas se volvieron a mirar por si alguna había atendido a la explicación, estaba claro que no. Dirigieron sus miradas hacia Lucie que movía la varita con soltura y apuntaba a su tetera.
–Página trescientos cuarenta, Encantamiento rastreador, sexta línea –Les dijo sin mirarlas. Después sonrió con malicia –Ya tenemos plan.
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La vida de los Merodeadores no sufrió ningún cambio drástico a pesar de la vigilancia de las chicas. Al principio el control fue tan intensivo que no podían moverse tranquilamente; sin embargo, ellas habían conseguido que se acostumbraran a encontrarlas en la biblioteca, en el comedor o junto al lago, aparentemente desinteresadas por lo que hacían o hablaban. Únicamente Peter parecía decepcionado al no sentirse perseguido por los pasillos. Sin embargo, los chicos no alcanzaban a entender cómo adivinaban el lugar dónde iban a estar. Incluso cuando se reunían en secreto en algún servicio, se cruzaban a la salida con alguna de ellas que les miraba con una sonrisa descarada.
Quizá el cambio más importante fue el día en que Peter adoptó una gata que encontró perdida por los pasillos de Hogwarts, los demás la aceptaron como una más y ella campaba a sus anchas por la habitación de los Merodeadores. Sin embargo, Remus se sorprendía a veces observando con detalle los movimientos de la gata con desconfianza.
Faltaba una semana para Navidad y los Merodeadores decidieron quedarse a pasarlas en el castillo. No se sorprendieron al saber que ellas también se quedarían, pero si que les mosqueó el hecho de que supieran sus intenciones cuando no lo habían comentado con nadie.
–Alguna razón tiene que haber para que lo sepan –Sirius le guiñó el ojo a una Ravenclaw de sexto que pasaba a su lado camino de la salida del gran comedor. Ella se sonrojó entre las sonrisitas de sus amigas -Nos espían.
–Eso ya lo sabemos, Sirius –Gruñó James, llevaba casi un mes sin gastar bromas, la idea de que Evans lo estuviera vigilando constantemente impedía que tuviera ideas y eso lo hacía ponerse de malhumor. Se revolvió el pelo instintivamente por si Evans lo miraba, para molestarla – ¿Tú que piensas Remus? Ahora que hablas tanto con Marlin, le habrás sonsacado algo.
El chico gruñó igual que James –Esa chica es un misterio –Resopló y pinchó con evidente cabreo el filete de su plato –Unos días no me dice nada y otros me hace un interrogatorio digno de un Auror.
– ¿Sobre nosotros? –Se interesó Peter mientras guardaba algo de comida para su gata adoptada.
–No, sobre mí –Respondió frustrado. Los demás sonrieron.
–Le interesarás –Afirmó Sirius. Remus lo fulminó con la mirada –Hazme caso, para eso soy un experto.
–Te equivocas. Me pregunta cosas, me observa y consigue que me sienta cómo un saltamontes debajo de una gran lupa –Remus se estremeció –Y eso no es lo peor, apunta mis respuestas en una libretita.
–Tío, le gustas.
–Sirius, está loca –Se desesperó Remus.
–Cambia de táctica –Le aconsejó James.
-Táctica –Repitió Remus sin entender.
– ¡Claro! –Continuó Sirius, leyéndole el pensamiento a James -Seguro que te habla y te aturrullas. Ella está acostumbrada a atacar y que tu te defiendas. En el momento que te intereses tú por algo suyo y, escúchame bien, la trates como tú sabes hacerlo, caerá en tus redes de lobo pervertido.
–Pero yo no quiero que caiga en mis redes de lobo pervertido –Repuso Remus.
-¿Por qué?
-Porque, uno: no soy un lobo y dos: no soy un pervertido –Le explicó con la paciencia que se tiene con un niño de cinco años.
– ¿Te has dado cuenta de que no has negado que te pueda gustar Lucie Marlin? –Preguntó Peter en un momento de especial lucidez. Remus abrió la boca para rebatirle, pero en ese momento Lucie lo miró desde el otro lado de la mesa y sólo pudo cerrar la boca, colorado.
–Lunático, amigo mío, hazla que caiga en tus redes de lobo pervertido.
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Marianne caminaba en círculos por la habitación, realmente molesta. Lucie estaba sentada en su cama con dosel con los brazos cruzados mirando amenazadoramente a la prefecta pelirroja.
–De modo que, –El tono de voz de Marianne era amenazador -si entiendo bien, has decidido por unanimidad contigo misma que las tres nos quedábamos en Hogwarts por Navidad¿Cierto?
–Si –Contestó Lily con un hilillo de voz, miraba con insistencia las pelusas de la alfombra esperando a que pasara el chaparrón.
–Y entonces nos has apuntado en la lista de los que no tomarían el tren de regreso a casa.
–Si.
– ¡Por las barbas de Merlín¿Cómo pudiste? –Explotó Marianne, Lucie seguía silenciosa observando la escena. Le costaba explotar de la misma manera que Marianne cuando se enfadaba.
– ¡Lo hice en nombre del honor! –Contestó Lily mirando ahora a los ojos de su amiga.
– ¿Del honor de quien? –Preguntó secamente Lucie, intentado que Marianne no gritase.
– ¡Del mío y de mi salud mental! –La que gritó fue Lily –Potter me saca de quicio.
–Eso ya lo sabemos.
–Justamente por eso tenemos que pillarlo con la masa y terminar con esto ya –Gritó de nuevo Lily fuera de sí. Se hizo el silencio en la habitación.
–Está bien –Concedió Marianne después de un rato meditando –Nos quedamos, ya no hay otra opción. Pero ten por seguro que mi regalo de Navidad será una explicación más convincente –Y salió dando un portazo de la habitación. Lily miró a Lucie buscando apoyo, pero ella la ignoró.
Marianne se dejó caer en el sofá más cercano a la chimenea de la Sala Común de Griffindor con un humor de perros. Estiró los pies hacía el calor del fuego encendido pensando que, en realidad, no le molestaba tanto tener que quedarse a pasar las Navidades en el castillo. Tampoco tendría un gran recibimiento en casa y no estaba segura de poder soportar las interminables comilonas familiares. Lo que en realidad le enfadaba era la extraña actitud de Lily desde la puesta en marcha del "Plan: Vigilancia a Potter". Estaba obsesionada con el chico y a Marianne aquello ya no le parecía normal. Lily Evans estaba les estaba ocultando algo.
Los Merodeadores se sentaron en la esquina opuesta del sofá en el que estaba sin notar su presencia. Marianne sonrió confiada, al fin habían conseguido que ellos las aceptaran como parte del mobiliario del castillo. Al final Lucie había tenido razón con su teoría. "Como con los grandes simios, si conseguimos que se acostumbren a nuestra presencia, conseguiremos espiarlos sin que nos rechacen. Se confiaran" había dicho con su tonillo de científica loca mostrándoles un libro de primates.
La chica aguzó el oído y se acomodó en el sofá cerrando los ojos, haciéndose la dormida. Se aplaudió por sus dotes naturales de espía. Al rato, suspiró aburrida, los chicos no decían nada interesante, hablaban de Quidditch y de alguna que otra chica del colegio. Sirius centraba ahora la atención de sus amigos disertando, un monologo total, sobre las diferentes maneras de mover el trasero al andar de las chicas del colegio. Peter escuchaba absorto acariciando a la gata atigresada que ronroneaba sin ningún pudor tumbada entre las piernas de Peter y Remus. Marianne chascó la lengua y levantó una ceja con escepticismo ante los comentarios de Sirius sobre las chicas.
-Black –Lo llamó sin moverse de su asiento, rompiendo la norma número uno de su estrategia de vigilancia: Pasar inadvertidas para ellos. Sin embargo, le estaban molestando sus comentarios –¿Te has planteado alguna vez suicidarte por el bien del mundo? –Dos segundos después Marianne se mordía la lengua; no había querido ser tan brusca y tampoco tenía la intención de empezar una pelea verbal, eso era asunto de Lily y James. Sirius se calló y, junto con sus amigos dirigieron sus miradas a la chica.
-¿Decías? –Le preguntó el chico sin saber muy bien a qué se refería. Marianne suspiró.
- Decía que deberías hacernos un favor y librarnos de tu presencia –La Sala Común de Griffindor estaba en silencio, los pocos compañeros de casa que estaban por allí aguardaban expectantes al desarrollo de los acontecimientos.
- ¿Mi presencia te molesta?
–Tal vez tu presencia no. Sólo me molestas cuando hablas –Respondió Marianne –Estás más mono callado e intentando ser sexy. Creo que si alguna vez me preguntaran si conozco el modelo masculino de la estupidez, te señalaría a ti. Sin duda alguna.
-¿Eso es todo lo que me tienes que decir, Gilmore? –Contestó Sirius conteniendo su enfado. Los mirones de la Sala Común dejaron un escapar un gruñido de decepción, no era una pelea en toda regla.
–Si, creo que nada más –Zanjó Marianne y se encaminó a su habitación, la tarde ya había sido lo suficientemente emocionante.
–Estupendo, me alegra que te hayas desahogado –Sonrió Sirius con malicia –Pero creo que te has equivocado de Black. Estoy seguro de que Regulus deseará escucharlo.
Marianne se mordió el labio, pero mantuvo el aplomo suficiente como para darse la vuelta y contestar.
-Todos los Black son iguales –Y despareció por las escaleras hacia su habitación. Los Merodeadores miraron a su amigo con precaución. Marianne Gilmore había metido el dedo en la yaga. Aunque poca gente conocía la realidad de la situación de Sirius con el resto de su familia, esta no era muy buena. Sirius Black provenía de una de las familias de sangre pura más importante del mundo mágico y, como suele pasar, a él le había tocado ser la oveja negra. Pocas veces estaba de acuerdo con las decisiones de su madre, una viuda amargada y autoritaria, además de tener una nula relación con su hermano menor, Regulus Black. De todas las cosas horribles del mundo con las que le podían insultar, acusarlo de parecerse demasiado a un Black típico, era la peor.
–Sirius –James se acercó a su amigo que miraba al suelo, herido –No le hagas caso.
–En realidad tiene razón, James –suspiró –Siempre seré un Black.
–Gilmore es una amargada –Aseguró Peter intentando animar –Tengo entendido que no soporta el apellido Black desde que salió con Regulus.
–Eso le pasa por salir con el Black equivocado –Sonrió Remus dándole un codazo a Sirius. Siempre le inquietaban los escasos momentos en los que Sirius se venía abajo. Remus siempre se apoyaba en él y en James para superar sus inseguridades, resulta difícil ayudar a quien confías tu seguridad. Sirius esbozó una sonrisa por el comentario de Remus, se fue ampliando a medida que daba forma a la idea que tenía en mente.
–El Black equivocado –Repitió lentamente. Después los miró con una sonrisa irresistible marca Sirius Black –Tendré que enseñarle cómo es este Black.
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