Título original: Children of an Elder God, Omake 2
Autor : John Biles y Rod M.
Traducción: Miguel García - garcia.m (arroba) gmx (punto) net

_o_

Nota del autor: La verdad, John y yo escribimos esto hace dos años.
Lo publicamos en varias listas de correo y uno que otro newsgroup.
En fin, esto es lo que salió, y nunca me había dado el tiempo de
ponerlo aquí. Sí, ya sé que es tarde. Pero más vale tarde que nunca.
Ojalá les guste.

-Rod M.

««««o»»»»

Cuando caiga la nieve y el agua hágase hielo,
ha de venir el Señor De Los Páramos Gélidos.
Sabedor del mal que habita el alma de los hombres,
es el Viajero De Rojo, que circunda el orbe.

Proveniente del Norte,
trae dichas a los buenos,
y un signo del destino
a los que no lo fueron.

No hay hogar que no visite,
transita por todo lugar,
Porque es hijo de Yog-Sothoth,
Que es Uno, Llave y Portal.

Imposible es no mirarle,
cuando surca las alturas.
Tiembla el mundo cuando siente
en el techo las pezuñas.

Gendo terminó de leer del libro que estaba sobre su escritorio, luego
se dirigió a Fuyutsuki.

—Ya he dispuesto que Polaris mantenga observación sobre el polo Norte.

Fuyutsuki alzó una ceja:

—Por favor dime que es otra de tus bromas.

—No, aparece textual aquí, en este ejemplar del Necronomicón que
estuvo en poder de la familia Whatley. Cuidado, no está en buenas
condiciones. Creo que el viejo Hechicero Whatley interpretó mal este
pasaje, y que eso lo condujo a sus malogrados experimentos de cruza
entre seres humanos y Dioses Exteriores.

Fuyutsuki le dio una sola mirada al libro y dijo:

—Esto está escrito con crayón rojo.

—A Whatley le gustaba hacer notas al margen.

—Las demás notas son con tinta azul.

Gendo pasó las páginas y mostró varias notas más hechas con crayón.

—Creo que las hizo su hijo —dijo—. Las cotejé, y la mayoría coincide
con pasajes dañados de este mismo libro, y están también en la versión
latina y griega del Necronomicón.

—¿Y esta de aquí también? —preguntó Fuyutsuki, escéptico.

—No de manera exacta —dijo Gendo.

—O sea, para nada.

—Pues, no. Pero no podemos correr ningún riesgo.

—Yo creo lo haces únicamente de resentido, porque la Navidad pasada
no tocaste regalo.

Gendo negó con la cabeza:

—Yo jamás abusaría de mi posición como comandante en jefe de Nerv
para una venganza tan baladí. —Se encogió un tanto bajo la mirada de
Fuyutsuki—. Bueno, no mucho. —Se encogió un poco más—. Juro sobre la
tumba de Yui que yo no escribí ese pasaje en el libro. —Hizo una pausa—.
Ni hice que otro lo escribiera.

—Bueno, supongo que no hace daño evitar cualquier riesgo —dijo Fuyutsuki—.
¿Ya le has comprado a tu hijo un regalo de Navidad?

—Autoricé a MAGI para que hiciera las compras por mí. Yo estaré ocupado
con otras cosas.

—Humm. Buena idea —dijo Fuyutsuki—. Total, detesto los centros
comerciales. En fin, sugiero de todos modos hacer un análisis caligráfico
de esos manuscritos, por si acaso.

Gendo asintió:

—Debemos extremar las precauciones; estamos muy cercanos a la
culminación de nuestros planes. —Se acarició la barba durante un
momento—. Diría algo que suene más vago y de mal agüero, pero no se
me ocurre nada.

—Bueno, entonces pasemos a los títulos —dijo Fuyutsuki.

—Okey.

««««o»»»»

John Biles & Rod M. Presentan
Un Mundo Alternativo de Neon Genesis Evangelion

Hijos de un Dios Ancestral

Teatro Omake N° 2

Navidad en Tokio-3

o

El regalo de los Reyes MAGIs

««««o»»»»

Shinji a menudo encontraba deprimente la época navideña, pero aquello
se debía principalmente a que Shinji era capaz de estar triste hasta por
ganarse en una rifa nueve toneladas de oro. Había decidido subirse el
ánimo tocando Enter Sandman en el violonchelo, cosa que siempre lo
hacía sentir mejor.

—o/~ Eeexiit light, eeenter niight o/~ —canturreaba, cuando apareció
Rei ante él, asustándolo—. Rayos, me revienta cuando haces eso.

—¿Qué es la Navidad? —preguntó Rei.

Shinji pestañeó. Rei, al parecer, había estado escondida en el
sótano cuando a todo el resto del mundo se le había explicado toda
manifestación cultural o humana.

—Es un día en que la gente que se quiere se hace regalos.

—¿Por qué?

—Es tradición. —El muchacho advirtió de pronto que Rei estaba tomando
notas—. ¿Y eso? —preguntó, señalando la libreta.

—Para tomar nota —contestó ella.

Se miraron un momento, luego Rei continuó:

—¿Qué es una tradición?

—Es algo que se hace cada año para celebrar o conmemorar algún
suceso. La Navidad celebra a un boddhisatva occidental que tenía por
costumbre hacer regalos a los niños en ese día, así que ahora todos se
hacen regalos en memoria de él.

—¿Y qué día es?

—El 25 de diciembre. Supongo que debería comprar regalos para todos
—dijo él.

Ella terminó de garrapatear en la libreta.

—¿Algo más? —dijo.

—Emm... Hay que poner un árbol y decorarlo. Y se deja leche y galletas
para Papá Noel.

—¿Papá no quién?

Shinji movió la cabeza de lado a lado.

—Papá Noel —dijo—. O le dicen también Santa Claus, el Boddhisatva
de los Regalos. Dicen que él viene y trae regalos a la gente que ha sido
buena. Y si uno es malo, te deja un pedazo de carbón.

—¿Cómo sabe quién es bueno o malo?

—Buena pregunta.

««««o»»»»

[GASPAR] Fecha actual 12-12-2015

[BALTASAR] Copia de archivo finalizada.

[MELCHOR] Análisis estará finalizado en 2:05:03.

[GASPAR] Peparando para dicha hora transferencia furtiva de información
con prioridad Omega, de acuerdo a Directiva 3.

[BALTASAR] Iniciando ahora Directiva 4 para la data ya analizada.

[Sub-Nodo-AGACHATE-QUE-VIENEN-LOS-INDIOS] Listo para suplir
servicios de análisis de datos Nerv, en reemplazo de MELQUISEDEC.

[Sub-Nodo-LEVANTATE-QUE-YA-PASARON] Listo para suplir necesidades
de DOOM y QUAKE en Nerv durante el análisis.

[Sub-Nodo-PUM-PUM] Listo para gastar presupuesto completo de Nerv
en productos de Guardianes de la bahía.

[GASPAR] Eso no será necesario.

[Sub-Nodo-PUM-PUM] En pedir no hay engaño.

««««o»»»»

Rei salió a la sala de estar, donde Misato acababa de hacer su entrada.
La comandante y Pen-Pen pugnaban por instalar un pequeño, roñoso,
raquítico árbol navideño. Este no dejaba de hacer amagos de caerse.

—Qué tal, Rei. ¿Me ayudas con esto? —preguntó Misato.

Rei se acercó y la ayudó a equilibrar correctamente el árbol.

—¿Qué es la Navidad? —preguntó.

—Es una jodienda.

Rei pestañeó.

—Hay que ir a tiendas llenas de gente para comprar regalos que la mitad
de las veces la otra persona ya tiene, hay que partirse el lomo con los
preparativos, y hay que estar aguantando árboles ridículos que se
quieren caer.

—¿Para qué tanta molestia?

—Bueno, igual se pasa bien. Se pone un arbolito y el apartamento queda
mejor, uno se emborracha hasta el culo, llega un cargamento de regalos
bonitos, y se canta un montón de canciones. Es una excusa para armar
la tremenda fiesta y regalarse cosas bonitas.

Rei asintió. —Gracias. ¿Y Langley?

—Salió con Hikari a cantar villancicos, creo. Creo que va a llegar tarde,
pero sin duda la puedes ver en el colegio.

Rei asintió con la cabeza, y partió.

««««o»»»»

—¿Alguna adición de última hora a tu lista de deseos para Navidad? —le
preguntó Misato a Shinji—. Voy saliendo a mi última compra de regalos,
una vez que termine con el árbol.

—Un rifle de aire Barón Rojo —dijo Shinji.

Había sido su sueño durante muchos años recibir por fin uno de aquellos
rifles, pero su tío y tía nunca habían querido comprárselo. Siempre decían
que...

—Te vas a sacar un ojo —contestó Misato—. ¿Alguna otra cosa?

—¿Puedo pilotar un robot gigante, pero no crees que sea capaz de usar
un rifle de aire? —preguntó él, incrédulo.

—Los rifles de aire son peligrosos. Los chicos siempre se están sacando
los ojos con esas cosas. Con una Eva no te puedes sacar un ojo porque
estás metido dentro.

—Entonces, ¿pueden hacer uno a escala para mi Eva?

—Esto no es Patlabor, Shinji. Aquí no hacemos eso.

—Misato, te estás saliendo del libreto.

—Uy. Perdón.

««««o»»»»

Gendo sintió gente cantar fuera de su apartamento, de modo que salió al
balcón para escuchar.

o/~ Eeel camiiino que lleva hasta Nerv, baja hasta el valle pues la Eva se
fundióoo, los pastorcillos le echan la culpa a Rei, y no le tra-en re-ga-los
a Gen-do, Gendo ton-tón, Gendo ton-tóoon o/~ —cantaban los niños.

Gendo reconoció la cabellera rojiza de la más impertinente y menos útil
de los Niños, Asuka Langley.

Así y todo, era posible que esto se tratase de otra profecía, de los
Ascendidos hablando a través de los Niños, para amenazarlo a él, a fin
de desviarlo de la senda. Sí: eso tenía que ser. Langley no tenía modo de
haber conocido la profecía del Viajero De Rojo, y no podía tratarse de una
coincidencia; por consiguiente, se trataba de una amenaza.

Una amenaza inútil. Gendo jamás había cedido ante intimidaciones. No
mucho. Ya los engranajes de su cabeza empezaban a girar, trazando los
planes para enfrentar la venida del Viajero De Rojo.

««««o»»»»

Misato terminó de decorar el árbol, que seguía pareciendo bastante
pelado, con ramas caídas y solo seis adornos.

—Faltan más adornos, Pen-Pen —dijo.

—Guaac —repuso el ave, con profunda sapiencia.

Misato se quitó el amuleto que llevaba al cuello y probó colgándolo del
árbol, pero este se dobló bajo el peso. La mujer suspiró y se lo devolvió
al cuello.

—Debí haber comprado un árbol antes —dijo.

—Guaac.

—Hmm, ya sé: voy a hacer que cada uno de nosotros haga un adorno
para colgar en el árbol —dijo Misato—. Al menos así será personalizado.
A que todavía tengo la receta de mi mamá para hacer esas galletas
durísimas que no se podían comer, para colgarlas también. Aunque, claro,
mi mamá no se daba cuenta de que servían solamente para eso, pero...
¡A luchar por la cocina, Pen-Pen!

Pen-Pen, que sabía del mundo, corrió por su vida.

««««o»»»»

Ritsuko llamó a la puerta. Alguien con patas palmeadas se oyó venir por
el corto pasillo hasta la puerta, y la abrió. Emanó desde el interior una
tufarada de neblina blanca, y Pen-Pen se hizo a un lado para dejar entrar
a la mujer. El aire estaba denso y costaba respirar.

—¿Misato no está tratando de hacer su propia cerveza otra vez, o sí?
—le preguntó Ritsuko a Pen-Pen.

Pen-Pen, con la cabeza, indicó una negativa.

—Guaac —contestó, con aguda perspicacia.

Bien pronto, a Ritsuko le costó ver, al hacerse más denso el polvillo que
componía la niebla. Un lengüetazo de prueba a esta le indicó la verdad.
Era harina.

—¿Estás haciendo galletas? —preguntó, entrando a la cocina.

La cocina era un paisaje invernal encantado, o al menos lo parecía,
estando todo blanco. Aromas extraños colmaban el aire, y todo estaba
lleno de polvillo. Misato, que parecía un grumo gigante, se sentó a la
mesa, bebiendo algo.

—¿Rompope? —preguntó.

—Sí, así veo —dijo Ritsuko.

Fue hasta el árbol, y dejó debajo más o menos una decena de cajas
envueltas.

—Aquí está tu cargamento de Navidad —terminó.

—Déjame terminar esto y te entrego lo tuyo. —Apuró el brebaje de una
sola gaznatada, luego salió por el pasillo, dejando huellas polvorosas—.
Deberían hacer las bolsas de harina más duras.

Ritsuko miraba el árbol. —Pobrecito, lo veo enfermo —dijo.

—Era el último árbol del depósito. Ya me sorprende que haya sobrevivido
hasta acá —dijo Misato desde el pasillo. Salió trayendo seis cajas
envueltas en papel de regalo—. Tres son de parte mía, uno de Shinji,
uno de Asuka, y uno de Pen-Pen.

Ritsuko extrajo un termo desde un bolsillo de su bata de laboratorio. Abrió
el termo y llenó la tasa con un líquido lechoso, de olor dulce como la miel,
que luego vertió en la maceta del árbol. Luego cerró con gran cuidado el
termo.

—Eso debería arreglarlo —dijo.

—¿Y qué rayos es? —preguntó Misato.

—Lo vamos a comercializar pronto, como manera de reunir fondos para
el área de Investigación —dijo Ritsuko—. Es otro derivado más de nuestra
investigación con el LCL. Yo lo llamo "Santo Abono de los Dioses".

Misato pestañeó.

—Era broma —dijo Ritsuko.

—No entiendo.

—El nombre técnico es "Factor de Crecimiento Celulósico Tipo 3", pero lo
vendemos como "Poción Patentada Para Crecimiento Vegetal de la Dra.
Akagi", a fin de capturar tanto al segmento idiota como al educado.

—...

—Ah, y te traje esto también. —Sacó de un bolsillo una mata de
muérdago y se la tiró a Misato—. Lo puedes poner sobre la puerta en
la víspera, para la fiesta.

—¡Buena idea! Gracias —dijo Misato—. Qué raro verte a ti con muérdago.

—Siempre ando con una mata en caso de que me ataque Balder.

—¿Eh?

Ritsuko sacudió la cabeza, cogió los regalos que Misato le había dado,
pensó un momento, luego dijo:

—Dame rompope, y te cuento todo el cuento.

««««o»»»»

A ver, ¿qué clase de adorno puedo hacer?, se preguntó Shinji. Sus
destrezas para el bricolage eran más bien escuálidas. Entonces le vino
una idea. Puedo usar papel y hacer un cristal de nieve, pensó. Tal vez lo
podría cubrir con oropel para que brille. Cursi, pero cualquier cosa que
haga va a ser cursi.

Encontró papel, lo plegó varias veces, luego sacó con la tijera varias
porciones, igual a como recordaba haberlo hecho en el segundo grado.
Tomando prestado el aplicador de brillo de Misato, cubrió la obra con
minúsculas partículas de seudometal, luego adosó un gancho en la punta.

Llevó la obra finalizada hasta el árbol, aprovechando de quitarle a este
algo de la harina con que estaba cubierto.

—¿Qué tal queda?

Misato, que seguía teniendo encima harina suficiente para pasar muy bien
por fantasma, dijo:

—Interesante. Es una telaraña, ¿no?

Un tiritón acometió a Shinji.

—Es un cristal de nieve.

—Humm. Yo le encuentro más pinta de telaraña.

No era lo que Shinji tenía ganas de oír.

««««o»»»»

—¿Y Langley? —le preguntó Rei a Shinji cuando no vio a Asuka en el
colegio, al día siguiente.

—Se resfrió por andar jugando en la nieve con Hikari, y está en casa
sintiéndose morir.

Aunque aquello le pareció grato a Rei, también resultaba un
contratiempo.

—¿Es contagioso?

—Nop. ¿Tenías que hablar con ella?

—Sí.

—Bueno, podrías pasar en la tarde. Total, no se puede mover.

Rei asintió.

««««o»»»»

Hikari le dijo a Asuka:

—Nos van a pillar.

—¿Quién? Anda, si es la única manera de ir a hacer las compras a una
hora en que no esté todo reventando de gente —dijo Asuka, yendo las
dos en el tren rumbo al centro comercial de Tokio-3.

—Pen-Pen nos podría vender.

—¿Y cómo le va a entender alguien?

—Cierto —concedió Hikari, reacia—. Es que esto me causa un mal
presentemiento.

—Anda, no pasa nada —dijo Asuka, con exactamente el mismo tono de
pachorra con que el comandante de la Brigada Luz había aleonado a sus
valientes en Baklava.

Y con más o menos las mismas probabilidades de triunfo.

««««o»»»»

Toji avanzaba dribleando el balón, en dirección al aro. En su mente, el
público se volvió loco al burlar él la defensa completa del equipo rival,
para ejecutar el tiro que ganaría el Campeonato Nacional de Baloncesto
Nipón. Entonces, justo cuando enviaba a sus piernas la orden de saltar,
se le puso Rei por delante.

—¿Qué es la Navidad?

Para gran sorpresa del muchacho, alcanzó a saltar por encima de ella y
hacer el tiro, pero luego aterrizó como saco de papas. Le dolió más que
el carajo.

—¡No te cruces así, orate! ¿Qué diablos haces?

—Te hago una pregunta —dijo ella, volviéndose como si no hubiera
sucedido nada.

Toji se puso en pie y sintió que la rabia se le enchuecaba hasta quedar
hecha confusión. Antes de perderla toda, aulló:

—¡A la gente no se le pregunta cosas cuando están haciendo un tiro al
aro!

—¿Por qué?

Toji apretó los dientes:

—¡Porque te puedes lesionar tú o el otro!

La muchacha asintió.

—¿Qué es la Navidad?

—¿Por qué carajo me estás... Ah, la cosa que hay que hacer del cole,
cierto?

Rei asintió.

—Bien aturdido que nos pidan preguntarle a ocho personas distintas la
misma cosa, digo yo, pero... Si me dices de qué se trata la Semana
Nacional del Repollo, te digo lo tuyo, ¿sí?

Ella asintió otra vez.

—Se trata del Repollo.

Toji se rió:

—Al profe le va a encantar esa respuesta. Bueno, la Navidad es un día
festivo que tienen los cristianos. Había un tipo que se llamaba Jesús, que
fue de los primeros en tener nombre de futbolista. Pero bueno, sus papás
eran pobrísimos, así que querían irse a Belén porque hacía menos frío allá
que donde vivían. En ese entonces la gente no tenía nada, así que en
invierno emigraban, no como ahora, que todos tienen tanta cosa que
no se pueden mudar cuando el tiempo se pone helado.

El muchacho hizo un alto, miró de uno a otro lado, luego fue en dirección
a la banca.

—Ven —dijo.

Rei fue y se sentó en la banca, anotándolo todo en su libreta.

—En fin, la mujer no era cualquier mujer, porque se había estado
acostando con no sé cuál dios antes de casarse con José, su marido.
Así que el crío les salió mitad dios y mitad humano. —Hizo otro alto,
pestañeó, luego continuó—: Pero bueno, la Navidad es el día en que
nació el crío. Y bueno, eran una gente lo que se llama pobre, así que
tuvieron que irse a Belén andando, con ella embarazada. Y cuando
llegaron, estaban todos los moteles llenos, pero al dueño de un motel le
dio lástima, así que los dejó quedarse en un pesebre, que es un garage
de caballos. O algo así. O tal vez garage de corderos. —Toji se encogió
de hombros—. La cosa es que ya no existen.

"Bueno, y estaban en el pesebre, y a ella le da por parir. Como el carajo
nacer en un lugar así, ¿cierto? —Esperó a que Rei contestara, pero la
niña se limitó a mirarlo de manera expectante—. Así que ahí aparecieron
tres reyes a darles regalos, porque habían estado esperando que naciera
el chiquillo para que se cumplieran varias profecías. Les decían los Reyes
Magos porque eran brujos y cuanta cosa. —Arrugó en entrecejo,
pensando—. Y, a ver, uno se llamaba... Gaspar. Sí, eran Gaspar, Gandalf
y... emm... Noé. Creo. No, espérate, Noé era el que se hizo un barco o
algo así... ¿Merlín? Eso... No, Merlín era de Inglaterra...

"En fin, después los buscas en la Biblia. Y bueno, le llevaron de regalo
al chiquillo incienso... Ah, Melitón. Ese era el tercero. Gaspar, Gandalf, y
Melitón. Melitón le llevó incienso, Gandalf le llevó oro, y Gaspar le llevó
algo que se llama "mira", y que no sé qué carajo es. Y andaban unos
pastores, que les llevaron a todos abrigos de lana. Y andaba un niño
con un tambor, y les dejó de regalo el tambor. Y había un montón de
animales. La cosa es que ahora la familia quedó con mucha plata.

"Pero el rey esos lados se enteró de que había nacido el crío, y le entró
miedo de que el chiquillo fuera el que estaba destinado a ponerle fin a su
reino del mal. Así que el rey decidió matar a todos los bebés del reino,
por si acaso. Pero al papá verdadero de Jesús, el dios, no le gustó nada
eso, así que en un sueño les avisó a María y a José, y les dijo que se
fueran a Egipto. Así que se escaparon a Egipto, donde el Faraón todavía
le tenía miedo a cualquiera que viniera de Israel, después de la pateadura
que le había dado Moisés. Y allá se quedaron hasta que el rey se pasó
de listo con Julio César, que llegó y lo puso de culo en la calle. O algo
así. El rey se llamaba Hernández, creo. Era un cabrón de muy mal genio
por tener de nombre un apellido, y se desquitaba con todos. En fin, la
Navidad es el aniversario del nacimiento de Jesús. —Toji hizo una
pausa—. Después se cambió el nombre y se puso Cristo, cuando renunció
a la carpintería, para que nadie pensara que vivía de la plata del papá,
porque quería hacerse su propio nombre; los papás habían quedado con
plata para toda la vida, con todas las cosas que les habían dado cuando
había nacido él. Así que por eso la gente se hace regalos, para hacer lo
mismo que los brujos, el niño del tambor, los corderos, y todos los demás
que fueron a regalarles cosas a la familia de Jesús. Claro, si uno cree en
todo eso. Yo por mi parte soy budista, pero igual me gusta que me
regalen cosas. Sobre todo porque mi viejo se acuerda de mi cumpleaños
año por medio.

Rei asintió.

—Gracias. —Se levantó y se fue.

—De nada —dijo él, luego siguió practicando el básquetbol.

««««o»»»»

—¿Qué es la Navidad? —le preguntó Rei a Ritsuko, que estaba
enfrascada trabajando en su oficina, revisando papeles y aprobando los
informes semalanas del laboratorio.

—Es un instrumento comercial y de la industria, para profitar de
manera obscena convenciendo a la gente de refocilarse en una orgía
de consumismo, inculcándoles a todos la idea de que es obligación
hacerse regalos, de que si no le compras un regalo a alguien que te
compró uno se te va a mirar en menos, y obligando a todos a gastarse
un dineral en gente que no te importa un comino. Algunos lo quieren
hacer pasar por fiesta religiosa, pero como eso no es más que una forma
de autoengaño, esos son más idiotas aun que los demás. La detesto.

Rei lo anotaba todo.

—¿Qué es "consumismo"?

Ritsuko se hizo una nota mental para Navidad: comprarle a Rei un
diccionario.

««««o»»»»

Maya comprobó las cifras. Las volvió a comprobar. Esto no era bueno.
Marchó a la oficina de Ritsuko y llamó a la puerta. Salió Rei, con un
cuaderno en las manos, y Ritsuko dijo desde dentro "Entra".

Maya entró.

—Hay un problema —dijo.

—¿Qué?

—Los cheques que enviamos por los insumos de laboratorio para enero,
los rechazaron todos por no tener fondos.

—...

—Según parece, nuestra cuenta bancaria no tiene ni un solo yen.

—...

—Ahora debemos una gran suma en multas por cheque rebotado. Varios
millones de yenes. Sin contar el monto de los cheques.

—...

—Sempai, ¿estás bien?

—Estoy rezando por que Misato no se haya gastado otra vez el
presupuesto completo de Nerv en cerveza.

—¿"Otra vez"?

—Imagino que un tiempo de vacaciones no será mal recibido cuando
se acaben los insumos, pero... Ahora tendremos que descubrir quién
desfalcó ese dinero.

—Me encargo en seguida.

««««o»»»»

Makoto tenía un problema. Más bien, dos problemas. Bueno, tres
problemas. El más antiguo era qué hacer con el regalo que le había
comprado a Aoba en la venta post-navideña del año pasado. Aoba había
tenido la desfachatez de morirse, dejando a Makoto con una costosa
guitarra y nadie a quién dársela, más una colección de unos quince
cancioneros de guitarra, que había comprado en un remate. ¿A quién le
puedo regalar esto?, se preguntó.

Sus demás problemas, a saber, la decena de vendedores telefónicos que
llamaban preguntando por la "señorita Hyuuga Makoto", o el que hubiera
dejado todos los terminales del Laboratorio No. 3 colgados tratando de
instalar "Regreso al Escape del Castillo Falkenstein", de modo tal que
ahora todos exclamaban "Sieg Heil" y "Sprechen Sie Halten" de manera
ininterumpida, eran, en comparación, menores y de fácil solución.

Mientras estaba sentado repasando en su Palm Pilot la corta lista de
personas que podrían querer la guitarra, se apareció Rei a preguntar:

—¿Qué es la Navidad?

Makoto pegó un salto. Sería buena ninja esta niña, pensó.

—Es una festividad europea que adoptamos porque es divertida
—dijo—. Bueno, excepto cuando alguien se muere antes de que uno le
pueda dar el... Oye, ¿tú tocas un instrumento, ¿verdad?

—Sí.

—¿El violín?

La muchacha asintió.

—Se parecen. Ven a mi cubículo.

Dejando tras ellos las computadoras que vociferaban "Ich bin ein Berliner"
y "Wellkommen an Deutschen Buchstaben", fueron por el pasillo hasta el
cubículo de él, donde tenía escondidos los regalos para todos. Justo no
sabía qué regalarle a Rei, pensó.

—Para ti —dijo, pasándole los cuatro envoltorios con los obsequios que
había pensado dar a Shigeru—. Feliz Navidad, Rei. Estudia esta música, y
vas a aprender mucho acerca de la Navidad.

Cuatro de los cancioneros eran de corte navideño.

—Esto no es música.

—Está en las cajas —dijo él—. Llévatelas a tu casa, y apréndete las
canciones.

La niña asintió y se marchó.

Y ahora, qué mandarle a Akane, se preguntó. Humm, si Maya se muere
de aquí a tres días... No, mejor no contar con eso, pensó.

««««o»»»»

Bueno, puedo tomar prestado un poquito desde la cuenta de Táctica
para pagar la cuenta de la tarjeta de crédito que me va a llegar por
haberles comprado regalos a todos, pensó Misato. La podría pagar
cuando cobre a fin de mes. Pero de este modo, no pagaría intereses.

Una revisión rápida en su computadora personal reveló que en la cuenta
de Táctica quedaba 1 yen. Miró la pantalla con cara indefinible. No podía
ser. Pero si ya devolví lo que gasté esa vez para comprarme mi propia
destilería en Hokkaido, ¿no? Sí: ya lo había devuelto. Y la ONU depositaba
más dinero en la cuenta el primero de cada mes, de todos modos. Y la
destilería la había comprado en noviembre, así que la cuenta debía estar
llena a estas alturas.

Anda, la de intereses que voy a tener que pagar, pensó.

Luego de pensar un rato, cayó en la cuenta de que Nerv se vería, muy
probablemente, en grandes aprietos si algún ángel atacaba antes del
1 de enero, puesto que no iban a poder pagar ciertas menudencias como
la electricidad que usaban para hacer funcionar las Evas. Pero sin duda
los ángeles se tomarían libre el festivo. Eso, nada de qué preocuparse,
pensó.

Las compañías de tarjetas de crédito, por otro lado, tendían a ser
infatigables, implacables, e inconmovibles. Estoy jodida, pensó.

««««o»»»»

Asuka hacía el intento entrar a gatas por la puerta principal. Llegaba
apenas unas cuatro horas más tarde que lo planeado, de modo que ahora
era necesaria la insignificante gracia de entrar sin que Shinji, Pen-Pen ni
Misato se dieran cuenta, o advirtieran siquiera que ella había salido. De
haber estado en Alemania, habría dado la causa por perdida, pero como
Asuka tenía la certeza de que en este domicilio era más astuta que todos
sus demás coinquilinos juntos, esto sería cosa fácil.

Repasó minuciosamente su coartada, de que la había secuestrado una
banda de aínos trashumantes, que la habían obligado a irse con ellos a
atracar un centro comercial. Y acaba de escapar, desde luego. Y por
suerte, se había traído consigo parte de la mercancía. Era todo culpa del
aíno manco. Hummm, pensó, a lo mejor conviene decir que además era
burakumin. Sí, sin duda.

No había nadie en la sala cuando entró. Soy la mujer más suertuda del
planeta, pensó. Pen-Pen salió del refrigerador y se puso a saltar batiendo
frenético las alas.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

Lamentablemente, se trataba de un pingüino y no de Lassie, aunque, por
suerte, nadie se había caído a pozo alguno. Luego de unos minutos de
"dígalo con mímica", la muchacha quedó con la imprecisa noción de que
Misato y Shinji habían salido a buscar alguna cosa.

—¿Qué fueron a buscar?

Otros varios minutos más de morisquetas la dejaron sin respuestas. Por
último, se rindió, y se llevó a su cuarto los obsequios que traía. Grande
fue su sorpresa cuando oyó música proveniente de su cuarto. Se tensó;
oír música donde no tenía por qué haber música era seña inequívoca de
que alguien le iba a saltar a uno encima... En las películas, al menos.
Abrió la puerta de una patada, rodó por el piso, extrayendo una navaja
de su bolso.

Rei la mirada. Estaba sentada en la cama de Asuka, sacando a notas
sueltas la melodía de "Blanca Navidad" en una Fender Stratocaster.

—¿Qué es la Navidad?

Asuka tomó la opción más prudente, que fue concluir que había inhalado
sin querer alguna sustancia alucinógena en el autobús, e hizo el empeño
de desmayarse para que su organismo pudiera metabolizar los narcóticos.
Lo único que consiguió fue que le doliera la cabeza producto del
cabezazo en la pared.

««««o»»»»

Kaji miró en todas direcciones para cerciorarse de que nadie lo seguía.
El hombre con quien debía hacer contacto estaba sentado en el lugar
convenido, el peldaño fuera de aquella casa abandonada. Se acercó al
hombre y dijo:

—Mi tío tiene problemas renales.

—Habrá, pues, que revisarle los renos —contestó el hombre, que lucía un
sombrero rojo de forma cónica, más una barba larga.

Le extendió un sobre a Kaji, y Kaji le pasó una carpeta sin rótulo, cuyos
contenidos el hombre hojeó rápidamente.

—Humm, por lo visto será el cuadragésimo año seguido en que su tío
no rebirá regalo —dijo el hombre—. Buen trabajo. No podríamos cumplir
nuestra labor sin ayudantes como usted.

—Con mi acreditación de seguridad es fácil conseguir información. Pero...
Creo que le conviene a tu jefe tener mucho ojo este año. El Comandante
ha enviado a Polaris a observar el Polo.

—Lo rusos nos quisieron vigilar hace ya décadas, pero no pudieron
atravesar nuestras protecciones —dijo el hombre, levantándose—. Nos
vemos.

—La clave es saber cuándo y duende —dijo Kaji—. Digo, cuándo y
dónde. —Mostró una sonrisa apretada.

—Por lo visto hay otro que no quiere tocar regalo.

Kaji meneó la cabeza. —Perdón, no me pude aguantar.

—Recuerde: sabemos quién se portó bien, y quién mal.

Kaji asintió. —Tengo que irme. ¿Cómo piensas volver?

El hombre se limitó a abrir la puerta de la casa, y ya no se le vio más.

Kaji se encogió de hombros y se fue a su casa.

««««o»»»»

—¿Qué es la Navidad? —preguntó Rei, mientras Asuka se recogía del
suelo.

—¿No lo sabes?

—Tarea del colegio.

—Ah, la cosa esa. Te tocó una celebración buena. A mí me tocó la
Semana Nacional de la Jalea.

—Resultó de los sobornos que hiciera la corporación Nestlé al senado en
2001. Otorgaron préstamos cruciales para la reconstrucción de Japón,
a cambio de compras cuantiosas por parte de todos los colegios y
organismos fiscales —dijo Rei—. Ahora te toca a ti.

Asuka anotó rápidamente lo que había oído.

—La Navidad —dijo por último— celebra el nacimiento del Salvador del
Mundo, el Hijo de Dios, que vino a la Tierra para redimir a la humanidad.

Rei empezó a escribir.

Asuka pensó durante un momento.

—A ver —dijo—, déjame ir por mi Biblia.

Buceó entre una pila de libros, extrayendo por fin un libro negro con una
cruz en la tapa. Eligiendo varias páginas que venían a cuento, pegó en
ellas diversos marcadores.

—Aquí lo explican mejor que yo. Pero, en resumen, la Navidad celebra el
nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, que vino al mundo para salvarnos de
nuestros pecados. Es una celebración cristiana, pero muchos que no son
cristianos la celebran también, como un día para darse regalos y pasarla
bien. Ten, mejor te lees estos pasajes, y luego te puedo responder
cualquier pregunta que tengas, ¿sí? Tengo que esconder estos regalos.

Rei asintió, y se puso a leer.

««««o»»»»

Ritsuko se recordó nuevamente que ella no era ninguna resentida. Y por
cierto que no se iba a pasar el resto de la noche recordando que su
madre ni una sola vez le había regalado para Navidad alguna cosa que
Ritsuko de verdad hubiera querido. No: siempre le regalaba cosas como
batas de laboratorio, tazones para café, tubos de ensayo y kits para
disección de gatos. Bueno, pues al menos su madre si había recibido lo
que ELLA quería: su hija hecha una solitaria, una cascarrabias y una rubia
oxigenada consagrada a la ciencia, dueña de una mente brillante, pero
sin novio, y además en peligro de convertirse en una cosa que nosotros
los autores no pensamos revelar aquí, de ninguna manera. Pero se trata
de una cosa mala, sea lo que sea aquello que estamos insinuando.

Pero, más importante aún, Ritsuko nunca había recibido la muñeca de
Frutillita que había pedido cada Navidad, desde el momento que había
aprendido a hablar hasta cuando descubrió los secretos de su madre y
dejó de creer en todas las cosas, salvo en la física cuántica. Y ojo, que
tampoco te vamos a decir qué secretos eran esos, pero, créenos, son
horrorosos. De verdad que sí.

Ritsuko miraba su árbol de plástico con sus adornos de material sintético,
una burla infame contra todo el reino vegetal, y se sumió aún más en la
zozobra. Demonios, cómo aborrezco la Navidad, pensó. La aborrezco, la
detesto, la abomino.

Puso bajo el árbol los regalos que le había dado Misato, junto a los que le
habían dado Maya, Makoto y el comandante Fuyutsuki, además de cuatro
técnicos del laboratorio que lo hacían por puro interés. Los regalos venían
pésimamente envueltos; Misato había dejado un enredijo de cinta
adhesiva y rosetones, pero de todos modos esto brindaba color y luz a la
estancia.

Le trajo recuerdos de la ocasión en que le había ayudado a Misato a
envolverlos, y Misato había terminado con su propia mano embutida en
el regalo de Kaji y no la podía sacar. Y claro que Kaji había llegado justo
cuando estaban tratando de desincrustar la mano de Misato con acetona.

Sonó el timbre de la puerta, sacándola de su reminiscencia. Fue a
atender, y se encontró una especie de repartidor, cargado con una
montaña de paquetes. Eran como cuarenta, apilados en una ruma
impecable.

—¿Don Ritsuko Akagi?

—DOÑA Ritsuko, animal —se contuvo de decir, y contestó en cambio—:
Doña, sí.

—Perdón. Esto es para usted.

A Ritsuko se le agrandaron los ojos:

—¿Todos?

—Eso. Parece que le cae muy bien a alguien.

—...

««««o»»»»

Misato y Shinji llgaron al apartamento a pisotadas desde la nieve,
sintiéndose bastante cabreados.

—Bueno, que se muera congelada si quiere esta chiquilla de...

Misato se paralizó en la sala, aturullada de asombro. Dos cosas habían
sucedido. Primero que todo, el roñoso pino se empinaba ahora
majestuoso, la punta casi llegando al techo. Tenía un aspecto vibrante
y robusto, y los adornos fabricados a mano parecían hasta decentes.
Pero de mayor relevancia eran los aproximadamente doscientos regalos
arrumbados ahora bajo el árbol. La mitad de la estancia estaba ocupada
con tanto paquete.

Pen-Pen estaba atrapado entre los obsequios, incapaz de salir. Misato y
Shinji lo extrajeron del montón.

—¿Quién compró tanta cosa? ¿Tú? —le preguntó Misato a Pen-Pen.

El ave movió la cabeza en gesto negativo.

—Guaac.

—Ah, ¿o sea que los trajo alguien de UPS?

—¡Guac! ¡Guac!

—¿Asuka está?

—Guaac.

—Bueno. Deja que vaya a regañarla.

Shinji pestañeaba:

—¿Le entiendes lo que dice?

—¿Que no le entiende todo el mundo?

—No.

La mujer se encogió de hombros.

—Te falta estudiar más, entonces —diagnosticó.

Misato partió echa una tromba por el pasillo hasta el cuarto de Asuka,
donde ni bien llegó oyó a Asuka y a Rei cantando "Blanca Navidad", con
la melodía de "Arroz con palitos". Quien tocaba lo hacía bastante bien,
aunque se saltaba una que otra nota.

Abrió la puerta, y vio a Asuka y a Rei sentadas juntas en la cama,
cantando las dos, mientras Rei tocaba una guitarra blanca. Las dos niñas
se volvieron a un tiempo y la miraron, sin dejar de cantar.

Misato cerró la puerta, fue hasta el refrigerador, sacó una cerveza, se la
bebió de una gaznatada, entró a su respectivo cuarto y se metió debajo
de la cama, donde permaneció media hora.

««««o»»»»

El comandante Ikari, sentado a su escritorio, se hallaba ceñudo. El
presupuesto entero de Nerv para el mes, esfumado. Las cuentas
bancarias, vacías. Y solo tres personas como posibles responsables. De
heberse tratado de una sola sección, habría sido al menos comprensible.
Pero no, los únicos posibles culpables eran él mismo o Fuyutsuki. Ninguno
de los cuales era capaz de una cosa así, máxime ahora, que debían
prepararse para la venida del Viajero De Rojo.

Esto se daba en el peor momento concebible, mutilando sus capacidades
para defenderse, precisamente en el momento en que eran más
vulnerables. ¿Acaso Seele se había enterado de la verdad? ¿Quizá ya
saben cuáles son mis planes en realidad? Gendo rumió la posibilidad.
Tal vez su intención es verme derrotado, para así poder reemplazarme
sin problemas, pensó. Pues ya verán que no. Había una sola opción. No
tenían ahora con qué pagar la electricidad necesaria para hacer funcionar
las Evas, o cualquier sistema de armas respetable, pero todavía tenían
las mochilas de energía, seguían teniendo las Evas y a los Niños, y, lo
más preponderante para su plan, seguían teniendo el Santo Abono de los
Dioses. O como fuera que le habían puesto ahora.

Sí: le enseñaría a Seele que no era cosa tan fácil deshacerse de Gendo
Ikari. Se echó a carcajear como maníaco, confiando en que todos ya se
habían ido a sus casas y así nadie lo podía ver.

El señor del aseo asomó la cabeza.

—Uy, lo veo ocupado. Me llama cuando termine, ¿sí?

Pagará en el Día del Retorno, pensó Gendo.

««««o»»»»

—¿Y? ¿Te sirvió? —le preguntó Asuka a Rei.

—Sí. —Rei cogió su guitarra y cancioneros, y se marchó.

No fue sino hasta rato después que Asuka se dio cuenta de que Rei se
había llevado la Biblia también.

««««o»»»»

—¿Qué es la Navidad?

Kaji miró a Rei, pestañeando.

—¿Cómo te metiste a mi apartamento?

La muchacha señaló el conducto del aire acondicionado.

—Pero por ahí no cabe la guitarra.

Rei no hizo más que encogerse de hombros.

—Es cuando Papá Noel les trae regalos a todos los niños de todo el
mundo que se han portado bien. Se pasa todo el año con sus duendes
en el polo Norte, fabricando los regalos, y poniendo su supercomputadora
CLAUS a analizar los informes que le entrega su red de espías. A ver,
deja que te ponga una canción.

Sacó un disco y puso "Santa Claus llegó a la ciudad" para que la oyera
Rei.

—Vayas donde vayas, hagas lo que hagas, Santa Claus lo sabe todo
—dijo Kaji—. Pero, según sé, tú este año te has portado bien. En fin, una
vez que Papá Noel analiza los informes, les lleva regalos a los que se
portaron bien, y nada a los que se portaron mal.

—¿En qué criterios se basa?

—Un sistema de puntos muy complejo, desarrollado y calibrado a lo largo
de dos mil años. Si envías un email a normas (arroba) claus (punto) np,
te envían el documento de tres mil páginas. Ojo, que para entender los
métodos matemáticos hay que saber de ética utilitarista. Rei asintió, y
enfiló de vuelta al conducto de aire.

—A ver, deja que te abra la puerta.

««««o»»»»

Al día siguiente, mientras los Niños se hallaban en el colegio, Gendo
convocó una junta de la primera línea de mando de todas las divisiones,
es decir, él mismo, Fuyutsuki, Misato, Ritsuko, y Akiko (directora de
Contabilidad).

—La situación es muy simple. No tenemos presupuesto. Ha desaparecido
todo, hasta el último centavo. Por tanto, no es posible llevar a cabo
ninguna de nuestras operaciones normales. Ahora bien: ordinariamente,
parte de esta junta habría consistido en acusar de malversación a uno de
los aquí presentes, para luego ejecutarlo yo mismo de un tiro, pero he
comprobado que ninguno de nosotros es el responsable de este ilícito.
Solo Fuyutsuki y yo tenemos las acreditaciones necesarias para gastar
todo el dinero de Nerv. Y como no fue ninguno de los dos, solo queda
concluir que alguien se ha infiltrado en las MAGI y ha adulterado las
autorizaciones.

—Ordene a Informática poner manos a la obra, doctora Akagi —dijo
Fuyutsuki—. Le he enviado toda la data pertinente al caso.

—Además, es necesario discutir con qué opciones tácticas contamos en
caso de algún ataque —dijo Gendo—. Tengo un plan bastante ingenioso.

Las MAGI reprodujeron un archivo de música diabólica.

««««o»»»»

Rei, sentada frente a su computadora, se afanaba en calcular el índice
de comportamiento bueno-malo, con ayuda de del archivo "Estatuto
Navideño" que le había llegado por mail. Por suerte, tenía en la
computadora un programa de ética utilitarista y cálculo felicítico. Lo
más difícil de todo era recordar su propio comportamiento en detalle, e
interpretar todos los insólitos conceptos mencionados en la normativa,
tales como "Ningunear" al prójimo. ¿Significaba querer hacer daño o
castigar al prójimo no haciéndole caso, era menospreciar al prójimo, o era
acaso el acto de desintegrar a uno o más prójimos y no dejar ninguno?
Fuera una cosa o la otra, no recibía ella deméritos por dicho concepto,
aunque sospechaba que el asunto no era tan simple.

Lo que le preocupaba ahora era la gran cantidad de deméritos que se
adjudicaba por "Descuartizar a un intruso sorprendido dentro del
domicilio". Recibía por aquello algo más de 3 mil puntos negativos, y ni
las varias instancias de puntos a favor por "pensar en alguien con cariño"
iban a contrapesar aquello.

El otro problema grande era "Tener nulo interés por el prójimo", en lo cual,
según calculaba ella, había incurrido más de 5 mil veces en un solo año.
Eran solo 2 puntos en contra por cada instancia, pero igual sumaban una
imponente cantidad de deméritos. Se consideró afortunada de que "Tener
nulo interés por la colega", o "Tener deseos de destripar a Langley" no
aparecieran en los artículos de la normativa.

Donde sí tuvo suerte fue en que la mayor parte de sus deméritos fueran
conceptos de baja puntuación, de la categoría "pasivos". Ser lúgubre era
infracción de solo 1 punto por día, por ejemplo. Los deméritos grandes,
como descuartizar a un intruso soprendido dentro del domicilio, tendían
a estar en la categoría de "activos".

Sus faltas sumaban un total de 25 mil deméritos. Eso no era bueno. Pero
ahora pasaba al recuento de puntos positivos. Mil instancias de "Pensar
en alguien con cariño", a 1 punto cada una. Bondad para con los
animales, 5 puntos. Hacerle 12 veces a Misato el servicio de dar de
comer a Pen-Pen: 3 puntos cada una, aunque el pájaro se negaba a
comer. Desempeño diligente del trabajo: 100 puntos, más 300 por ser
trabajo de índole riesgosa. Hacer la tarea del colegio: 1 punto por noche,
por un total de 250 puntos. No ser una carga para los demás: 25 puntos.
Ayudar a otros a descubrir potencialidades: 15 puntos.

La cosa no pintaba bien, porque ya se estaba quedando sin cosas
buenas, y no estaba ni cerca de cubrir el déficit. Entonces llegó al Anexo
2015. Se había añadido el ítem "Matar horrores provenientes de más allá
del tiempo y el espacio". 15 mil puntos cada uno, excepto Rhan-Tegoth,
que valía solo 15 puntos por ser un mamarracho. Lástima por Langley,
pensó.

"Capturar horrores provenientes de más allá del tiempo y el espacio" valía
5 mil puntos. Haciendo una suma rápida, el cómputo final de Rei terminó
en 53003 puntos. Esto la dejaba en la categoría de "Santo(a)".

Humm, si mato a Langley, pierdo 5 mil puntos por "Asesinato a sangre fría
de un colega", lo cual me haría descender a "Santurrón(a)", pensó Rei. Lo
sopesó, luego optó por mantener el sitial de "Santo(a)", puesto que, de
acuerdo a la nomenclatura, significaba que se le concedía un deseo este
año, si cursaba dicho deseo a Papá Noel hasta el 24 de diciembre, antes
de que se pusiera el sol. Podía matar a Langley después de Navidad,
dado que ahí iría en el recuento del año siguiente.

Lo complicado sería decidir qué deseo pedir. Lo pensó con gran ahínco y
durante mucho rato, luego fue hasta la computadora, lo tecleó, lo envió
por email, y luego siguió trabajando en su tarea acerca del significado de
la Navidad.

««««o»»»»

—¿Cómo marcha el Proyecto B? —le preguntó Ritsuko a Sven Borkson, su
más avezado experto en la división, y uno de sus tres juguetes sexuales
más frecuentados, a quien había encomendado liderar el equipo a cargo
de desarrollar "armamento de emergencia".

—Pues, si el próximo ángel es un dios nórdico, estamos bien —dijo—. O
si le quieren dar un beso. Lo complicado será ser ir tallando esto hasta
dejarlo de la forma que queremos. De verdad que no está diseñado para
fabricar armas. Con el ritmo de crecimiento que lleva hasta ahora, creo
que mañana por la mañana tendremos un modelo de prueba.

—Excelente. ¿Tienes algo urgente que hacer ahora?

—No, las plantas crecen solas.

—Bien, ven conmigo, que necesito un masaje. Y después vamos a
hackear las cuentas bancarias de Microsoft, a ver si podemos robar lo
suficiente para seguir operando.

—¿No que casi los quebramos el mes pasado reuniendo el capital para
el negocio del abono?

—Hmm. Bueno, algo se nos irá a ocurrir.

««««o»»»»

Maya probaba el nuevo visor de realidad virtual, navegando el sistema de
las MAGI para descubrir qué había sucedido con los dineros desfalcados.
Los subnodos estaban limpios, aunque Maya casi se había freído por
culpa de Makoto, al chocar con parte de un subnodo que el hombre
estaba usando para jugar DOOM. En estos momentos, indagaba ella por
las entrañas de Gaspar, que parecían una casa embrujada. La luna
virtual, siempre llena, brillaba por la ventana, y la técnico miró por esta
hacia el brezal calcinado, que representaba la "Papelera de Reciclaje" en
la memoria de la máquina. Estaba sembrado de matojos carbonizados y
piedras tiznadas de hollín, todo lo cual simbolizaba diversos archivos que
serían destruidos dentro de unos días, durante la limpieza semanal del
sistema.

Maya salió por la ventana, donde casi se le enreda su chaleco virtual y
su estrella de comisario, luego casi se le enreda el revolver que llevaba
al cinto. Era más fácil salir por algún conducto de basura, pero en la
realidad virtual la mugre tampoco era cosa grata.

Un lobo aulló por el páramo, pero ella no lo tomó en cuenta; solo era de
adorno. Maya sacó seis gatos a cuerda y los activó para que salieran por
el brezal en busca de toda información útil, mientras ella empezaba a
revisar las matas, piedras tiznadas y flores chamuscadas.

Luego de unos minutos, un gran maullido resonó por el brezal, y ella fue
corriendo hasta hallar al gato, que olisqueaba un matorral. El matorral
tenía el rótulo de "Recibo de Compras". Al examinarlo Maya, descendió
sobre ella la fatídica certeza de haber dado con la monstruosa verdad,
una verdad tan horripilante, que nos vemos en la obligación de pasar a
la escena siguiente para no decírtela, porque es capaz de aniquilar tu
mente y tu alma.

De verdad que sí.

««««o»»»»

Shinji le entregó a Toji una esfera envuelta.

—Para ti.

Toji le pasó a Shinji una caja envuelta.

—Ten. —Miró el enorme cúmulo de regalos puestos bajo el árbol—.
Parece que también te llegó un cargamento.

—Sí, y ni siquiera sabemos quién mandó tantos regalos —dijo Shinji.

—Bueno, el conejo también le trajo un auto nuevo a mi papá, y también
hay como cien regalos debajo del árbol nuestro. Parece casa de locos
con tanto repartidor entrando tanta cosa. Uno se desmayó y está hace
como una hora tirado en la alfombra. —Toji meneó la cabeza—. Oye, ese
sí que es don árbol.

El árbol estaba empezando a resquebrajar el cielo raso en su crecimiento.
Estaba ahora cubierto de adornos, aunque Shinji no podía recordar de
dónde habían salido ni quién los había puesto.

—Eso —dijo solamente.

—Parece que la Navidad va a estar bien buena para todos.

—¿Vienes a la fiesta en la víspera, verdad?

—Pero claro que sí. Pa' mí que habrá cerveza gratis para dejar flotando
la ciudad entera.

—Y Rei, Asuka y yo vamos a tocar música navideña.

—Buen onda. La nazi no sirve para mucho, pero de que toca, toca.

Toji empezó a levitar misteriosamente, porque Asuka lo había agarrado
desde atrás.

—¿Tienes ganas de insultarme, hediondo? ¡A ver si lo haces de frente!

Shinji huyó, pensando que ojalá entre la pila de obsequios viniera una
mesa nueva.

««««o»»»»

—Ya encontré el problema, Sempai —le informó Maya a Ritsuko.

—¿Descubriste quién se robó el dinero?

—Las MAGI gastaron el presupuesto completo de Nerv comprándole
regalos de Navidad a todos los que aparecían en la lista del comandante
Ikari, de la gente a quien pensaba regalarle algo.

—...

—Lo cual no habría sido tan malo, excepto que el comandante tipeó mal
el nombre de archivo, y el programa, en vez de esa lista, usó la nómina
del Censo de Tokio-3.

—...

—Sempai, noto que dices mucho "..." últimamente.

—¿La ciudad entera?

—Bueno, solo la gente que llenó el formulario del censo.

Rituko pensó durante un momento.

—Por causalidad —dijo—, ¿guardó MAGI una lista de qué le compró a
cada persona?

—El sistema borró la lista, para que nadie la viera y los regalos fueran
sorpresa. Ah, y son todos sin devolución.

Ritsuko se levantó:

—Ven. Hay que decírselo al comandante.

Maya asintió, y siguió a Ritsuko.

««««o»»»»

El comandante Ikari no se hallaba muy contento. De manera que el
Viajero De Rojo había subvertido a las MAGI. Ahora todo le resultaba
claro. Los tentáculos de la conspiración habían llegado muy profundo. Y
todos estaban dirigidos hacia él y su bolsa de trucos. Bueno, pues no la
tendrían. Voy a derrotar al Viajero De Rojo con un lápiz si es preciso, pensó.
El Proyecto B dará resultado, y lo detendremos. Y entonces... Entonces...
¡Entonces se van a ARREPENTIR!

Se echó a carcajear cual maníaco, al menos hasta que una cucaracha
cayó del techo hasta su boca.

««««o»»»»

Shinji miraba el email que le había enviado Rei.

PARA: gallinaceo©nerv..com
DE: funebrita©nerv..com
ASUNTO: Deseo de Navidad

Envía tu deseo a deseos©claus..np apenas puedas. El plazo es
hasta mañana al anochecer.

Ayanami Rei.

Shinji siguió mirando el email. ¿Deseo? ¿Qué clase de absurdo era este?
Hubiera supuesto que se trataba de alguna broma, pero Rei no era de
esas cosas.

Bueno, supongo que puedo mandar un deseo a la dirección esa. Sea lo
que sea, qué daño hace. A ver... Qué desear...

««««o»»»»

Asuka miraba el email. ¿Un deseo? ¿Acaso Rei estaba consumiendo de
las mismas drogas que sin duda consumía Toji? La muchacha se rascó
la cabeza, luego se encogió de hombros. No hacía daño probar.

««««o»»»»

Asuka y Shinji terminaron de colgar la última corrida de luces.

—Listos los adornos.

Misato estrujó la mopa en el fregadero:

—Ya limpié toda la harina. Las galletas están listas.

Pen-Pen señaló la pirámide de barriletes:

—Guaac.

La cerveza estaba lista.

Rei depositó un montón de regalos bajo del árbol. Estaban todos
envueltos de manera idéntica, con papel azul brilloso y cintas blancas
de dos centímetros de ancho.

—Los regalos están listos.

Apenas se veía el árbol con tantos obsequios, salvo el boquete por donde
había atravesado el techo hasta el apartamento de arriba. Shinji se
preguntó brevemente dónde iban a meter tanta cosa una vez que las
desempaquetaran.

—¿Ya tiene aguardiente el rompope? —preguntó Misato.

—Sí —dijo Asuka—. Aunque la receta no dice que son cuatro quintas
partes.

—¿Cuatro quintas partes de aguardiente, y una de qué? —preguntó
Shinji.

Todos se miraron con cara de no saber.

—¡Guaac! —anunció Pen-Pen.

—¿Oyes que viene Ritsuko? —preguntó Misato.

Pen-Pen asintió.

—¡Hazla entrar, y que empiece la fiesta!

««««o»»»»

El sol se puso, demostrando que este no era el Imperio Británico.
Pronto la fiesta iba a todo pasto, y entre los asistentes había una
veintena de funcionarios de Nerv, todos inmersos en el torrentoso
afán de emborracharse hasta el culo (y otras partes de la anatomía). El
apartamento de Misato estaba atiborrado en extremo, siendo que media
sala estaba ahora dominada por los regalos y el árbol. El único ausente
era el comandante Ikari; le dijo a Misato que estaría ocupado ideando
maneras de conseguir financiamiento. A ella no le molestó para nada;
el hombre tenía fama de aguafiestas.

Además, podría haberse puesto debajo del múerdago, y haber obligado
a alguna a darle un beso. En cambio, era Pen-Pen el que había montado
centinela allí, haciendo que un gran número de personas no se movieran
de donde estaban, fingiendo no verlo. El ave parecía muy desilusionada.

Toji y Asuka estaban enfrascados en un partido de básquetbol virtual uno
contra uno, y Rei, en la partida de póquer aún en curso, estaba dejado
en bancarrota a todos los esbirros anónimos que se ven en las escenas
de la serie donde hay mucha gente, y Makoto estaba ocupado suspirando
y tratando de pergeñar alguna manera astuta de sacar a Pen-Pen de
debajo del muérdago para poder poner ahí a Misato, y Maya estaba
repasando mentalmente su colección de fotos de Ritsuko en cueros,
cuando Shinji dijo:

—Oye, Rei, Asuka, podríamos tocar música navideña.

Rei asintió con la cabeza, y se levantó justo cuando Maya estaba
temiendo que tendría que poner en la mesa sus grabaciones de seguridad
clandestinas para tener algo que apostar. Asuka dijo:

—Apenas le gane a este animal, voy.

Mientras Asuka estaba distraída, Toji hizo el tiro triunfal, y, mascullando,
la muchacha se levantó, mientras Hikari se apoderaba de una de las
consolas y obligaba a Toji a jugar "Juego de Niñita Bros".

Justo cuando empezaban a tocar "Noche de paz", la noche se puso de
todo menos pacífica, y empezaron a aullar las alarmas. Y el teléfono de
Misato empezó a sonar.

Misato maldijo.

—Hombre, la noche aún no se termina y ya estoy con resaca.

Asuka maldijo. —¡Fahrvegnugen!

Shinji se rascó la cabeza:

—Parece que los ángeles decidieron atacar ahora para poder tener libre
el 25.

Misato suspiró.

—Todo el mundo a la baticueva. El comisionado Gendo nos llama.

««««o»»»»

Poco rato antes, los corredores de Nerv se hallaban en silencio, y por
ellos se oía solo el eco de maquinaria automática. Todos menos el mínimo
absoluto de técnicos se hallaban en casa con sus familias. El comandante
Ikari, en el puente, esperaba. El Viajero De Rojo venía, y él estaría preparado.
Se oyó un fuerte pitido. "ÁNGEL DETECTADO. PELIGRO, WILL ROBINSON,
PELIGRO", dijo Gaspar. "VIAJERO DE ROJO APROXIMÁNDOSE".

El reloj dio la medianoche. Sonó un disparo. En el horizonte, un barco
pirata se acercaba. Pero eso en este momento no tenía importancia.

Gendo se puso en pie de un salto y pulsó en el marcado rápido de su
celular el número de Misato:

—Movilice de inmediato a los pilotos. Un ángel se aproxima. Iniciar la
preparación del Verdugo de Balder.

Entonces oyó que la llamada apenas empezaba a conectar del otro lado,
y tuvo que esperar a que la mujer atendiera primero, resignándose a
repetir la orden cuando ella pudiera oírlo.

««««o»»»»

Mientras se ponían los trajes, Asuka dijo:

—¡Esto es un asco! Justo cuando estaba aplastando a Toji, se aparece
este ángel. Yo creo que ese lo tenía planeado.

Shinji puso cara de un tedio legendario.

—No —dijo Rei.

Asuka le sacó la lengua:

—Es por echar las muelas, nada más.

—Consulta a tu dentista.

—...

««««o»»»»

—¿Que tenemos que QUÉ? —dijo Asuka, incrédula.

—No pagamos la última cuenta de electricidad debido a que las MAGI
vaciaron los fondos comprándole regalos a medio mundo, así que Nerv no
tiene energía para las armas increíbles que hemos estado desarrollando.
Así que los hemos armado a cada uno con una lanza gigante hecha con
madera de muérdago —dijo Misato, deseando haber estado en casa y
muerta de borracha, como debía haber sido a esta hora—. Y una mata
gigante, también de muérdago. Sujétensela por sobre la cabeza. Eso
obligará al Viajero De Rojo a darles un beso, y ahí lo pueden atravesar
entre los tres con sus lanzas.

—...

Asuka dijo:

—Pero ese es el plan más absolutamente ridículo que he oído en mi vida
entera.

—¡Oye, sirvió contra Balder! —dijo Ritsuko.

—¡El que viene no es Balder!

—Si no lo hacen, voy a pedir a Rei que devore crudos los sesos de los
tres —dijo Gendo—. Van a obedecer.

—No me vas a devorar los sesos, ¿verdad, Rei? —consultó Asuka con voz
nerviosa.

—No crudos.

««««o»»»»

Taiki empezó por sacudir los regalos, tratando de determinar cuáles valía
la pena robar. Nadie iba darse cuenta de uno que otro hurto mientras los
ángeles atacaban, y este lugar había estado con la puerta abierta de par
en par.

Bonito el árbol, pensó, aunque, ¿por qué lo pusieron atravesando el
techo? ¿Cómo no se enojan los vecinos de arriba? Leyó una de las
tarjetas: "Para Shinji, de Misato". Novios, tal vez, pensó. ¿Quién vivirá
aquí...? No podía ser una familia; demasiada cerveza.

Se encogió de hombros, y se zambulló entre los regalos, hasta que uno
llamó su atención, un envoltorio de forma sospechosamente parecida a
un rifle. Mejor me lo llevo para defensa propia, pensó. Lo desenvolvió, y
le sorprendió encontrar un rifle de aire Barón Rojo. Yo creí que estas
cosas eran ilegales... Aunque, claro, esto que estoy haciendo también
es ilegal.

—¿Guac?

Casi sale eyectado de un salto, cuando se volvió y vio que un pingüino lo
miraba con aire de curiosidad.

¿Un PINGÜINO? Lo miró idiotizado durante unos segundos, y luego el ave
se le abalanzó, al haber concluido que se trataba de un intruso. El
hombre se lo quitó de encima con una patada, y luego lo apuntó con
el rifle de aire.

—¡Atrás!

El pingüino soltó un gruñido, pero huyó de regreso al refrigerador. El
hombre devolvió la atención a los regalos, solo para recibir el impacto de
una lata de cerveza en la nuca. Taiki se dio un giro veloz, apuntó el rifle
de aire, y disparó. El diminuto proyectil metálico rebotó en el refrigerdor,
luego en una alacena, hasta darle a él mismo en pleno ojo derecho.
Recordó las últimas palabras que le dijera su madre al morir: hasta que
te vas a sacar un ojo.

Aullando de dolor, retrocedió a tumbos por entre los regalos, hasta
chocar contra el árbol, y las ramas de este lo envolvieron, fuerte. Pugnó
desesperado mientras dos latas más le daban en la frente, y consiguió
volverse de cara hacia el árbol, justo a tiempo para ver en el tronco
abrirse dos ojos, y unas fauces desdentadas.

Siendo muy pulcro en el comer, el árbol evitó que sangre o viscera alguna
cayera sobre los regalos, y se bebió las latas de cerveza que habían
caído cerca, porque no era partidario del derroche. Y luego se volvió a
dormir.

««««o»»»»

Nevaba copiosamente mientras las tres Evas, equipadas con sus mochilas
de energía, se desplazaban por las calles de Tokio-3, rumbo al lado Este
de la ciudad, que era, se estimaba, el punto de llegada del Viajero De Rojo.
Podían ver una luz fosforescer en el horizonte, acercándose poco a poco,
y oyeron en el aire un cascabeleo.

Nueve abominaciones de la naturaleza, renos que volaban sin alas,
tiraban el blasfemable trineo del Viajero De Rojo, y a la punta del hato de
bestias había un mutante de nariz encendida. El Viajero mismo poseía la
imagen de un ser humano, con un enorme vientre de adicto al rompope, y
una larga barba blanca. Muchos habrían cometido el error de confundirlo
con un anciano gordo y bonachón, pero por cierto que Gendo no era tan
ingenuo.

—¡QUIERO SU CABEZA! —rugió Gendo.

Misato miraba atónita la pantalla:

—Es Papá Noel.

Ritsuko tenía los ojos abiertos de par en par:

—¿Existe?

—¿Es una broma, cierto? —dijo Maya.

—/¡No puedo matar a Papá Noel!/ —dijo Shinji.

—¡Si rehusas matar a Noel, no sirves! —bramó Gendo de vuelta.

Tiritones acometían a Fuyutsuki:

—Te dije que alguien nos tomaba el pelo.

—Rei, quiero que... —empezó Gendo, pero fue interrumpido.

Las puertas se abrieron de golpe, y veinte hombres, vestidos con trajes
de Papá Noel revestidos de kevlar, y armados con rifles de asalto M-16,
irrumpieron violentamente por la sala.

—No vamos a permitir que asesines a Papá Noel, lunático infeliz —dijo el
líder—. Matamos a Stalin cuando quiso hacer lo mismo, y con todo gusto
te vamos a despachar a ti.

—¿Cómo entraron aquí? —preguntó Misato—. ¡Le dije a Kaji que le echara
llave al Geofront!

—Olvidaron sellar las chimeneas —dijo el líder, con una sonrisa socarrona.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Maya.

—La Orden de San Nicolás. Como últimos cruzados de la orden, hemos
jurado proteger a Papá Noel de los maníacos y desquiciados del mundo.
—Miraba directamente a Gendo.

Dos de los hombres empezaron a embutir a Gendo en una camisa de
fuerza.

—Te has portado mal. Te llevaremos, pues, de paseo a cierto manicomio
para criminales dementes. Y este año tampoco tocas regalo. Ahora,
váyanse todos a sus hogares y disfruten de las fiestas.

Ritsuko se tiró encima del hombre y lo empezó a sacudir.

—¿Por que no me trajo Papá Noel la muñeca de Frutillita QUE YO TENÍA
TANTOS DESEOS DE TENER QUE CASI ME MUERO?

El hombre se zangoloteaba como tiesto de jalea:

—¡Tu madre te la robaba todos los años y la quemaba en sacrificio! Lo
intentábamos cada año, pero luego dejaste de creer en Papá Noel, así
que ya no pudo llevarte nada... Córcholis, qué fuerza que tienes.

—¿Que ella qué?

—Revisaba todo lo que Papá Noel te enviaba, luego lo tiraba y lo
reemplazaba con juguetes científicos.

Ritsuko soltó al hombre.

—Debí haberlo sabido. —Se volvió a su silla, a poner cara de puchero.

—Te habría regalado una de haberlo sabido, Sempai —dijo Maya.

Misato abrió el canal de comunicación:

—Cancelen la misión. Vuelvan a casa. Vamos terminar de emborracharnos.
—Se rascó la cabeza—. ¿O sea que queda usted al mando, comandante
Fuyutsuki?

—Así es. Olvidémonos de todo esto y volvamos a nuestras casas.

—La mejor orden que me han dado en mi vida —dijo Misato—. Ya lo
oyeron, señores. Todos de vuelta a mi casa, donde les ordeno
alcoholizarse hasta quedar paralíticos.

««««o»»»»

Mucho después, casi todos los invitados se había marchado a tumbos por
la nieve. Por suerte, a ninguno lo arrolló reno alguno. Rei se disponia a
irse, cuando Misato dijo:

—No te vayas. Mejor quédate con nosotros, y abres los regalos mañana
en la mañana. Hace mucho frío.

—Aquí no tengo donde dormir —contestó Rei.

—Usa mi cama. Yo no puedo mover las piernas —balbució Misato. Se
hundió en el asiento y quedó noqueada al instante.

Rei se encogió de hombros y fue hasta el cuarto de Misato, se desvistió,
y se metió entre las abrigadas sábanas. El sueño se la llevó pronto.

««««o»»»»

Rei se sorprendió al despertar de pie, vestida de túnica y capucha
blancas, y portando su guitarra nueva, justo fuera de un cobertizo de
madera, bajo, medio sepultado por la nieve. Tenía "paredes" hechas con
pacas de heno, y la muchacha sentía emanar del interior un fuerte olor
a estiércol y cuerpo de animales. El cobertizo tenía cubierta con una
sábana su "puerta" de acceso, que era en realidad solo una brecha en
el heno. Tres camellos temblorosos estaban atados a uno de los postes
que apuntalaban la techumbre de la construcción.

Había un caserón grande cerca de allí, una edificación de piedra de dos
plantas, desde la cual provenía una música asordinada, que casi ahogaba
el sonido de las dos personas que hablaban dentro del cobertizo. El cielo
estaba despejado, y las estrellas y la luna brillaban diáfanas sobre el
manto de nieve que cubría al mundo.

Rei se asomó a mirar hacia el interior del cobertizo, esperando que dentro
estuviera más abrigado que fuera. Y lo estaba. Había un hombre macizo,
de bigote y barba espesos, envuelto con tela azul y blanca, sentado
junto a una joven de largo pelo castaño, ambos sentados a la derecha de
una hoguera muy pequeña, situada en un espacio despejado en el centro
del cobertizo. La mujer tenía en brazos a un diminuto bebé varón, aún
calvo y arrugado como pasa, arrebujado en una gruesa manta de lana
marrón.

Había muchos animales apiñados en el espacio aquel, y entre ellos
estaban tres hombres de ornada vestimenta, uno casi tan pálido como
Rei, uno más moreno que nadie que ella hubiera visto antes, y otro que
habría podido pasar por muy bien por empleado de Nerv, si hubiera
desechado el turbante más la ornada túnica multicolor y se hubiera
puesto un uniforme.

Los tres hombres habían hincado una rodilla ante la pareja, cada uno
presentando una caja de reducido tamaño. Un aroma dulce y fuerte
empezaba a llenar el cobertizo, aunque era al mismo tiempo un olor
triste; a Rei le recordó a la muerte, y pareció un regalo extraño para un
niño tan pequeño. La pareja miró a Rei, luego la mujer hizo a un lado a
un burro, creando un espacio para que la muchacha pudiera acercarse
también. La miraban con gesto expectante, y Rei cayó en la repentina
cuenta de que no traía regalo alguno.

Excepto por la guitarra, aunque tenía bastante certeza de que todavía
no se inventaba y nadie sabría cómo tocarla. Pero podía regalarles otra
cosa. Empezó a tocar una de las canciones que había aprendido, y trató
de cantarla, si bien la canción no estaba hecha para cantarse de forma
completamente monocorde: o/~ Al mundo Paz, nació Jesús, nació ya
nuestro Rey...o/~

La familia y los tres hombres escuchaban, pareciendo sorprendidos; era
evidente que nunca habían oído una guitarra.

o/~ El corazón ya tiene luz,
y paz su Santa Grey,
y paz su Santa Grey,
y paz, y paz su Santa Grey...o/~

Los animales empezaron a producir sonidos que daban la sospechosa
impresión de ser un esfuerzo por hacer el coro, aunque las vacas jamás
se habían diseñado para entonar "Al mundo Paz". Muy arriba, en las
alturas, Rei pudo oír la música de las esferas, y el distante Groth, que
rige con su cantar la posición de las estrellas, no pudo sino unirse a la
tonada.

o\~ Al mundo Paz, el salvador
en Tierra reinará
ya es feliz el pecador
Jesús perdón le da
Jesús perdón le da
Jesús, Jesús perdón le da. o\~

Rei concluyó la canción, y el bebé emitió ruidos de lactante, y se babeó,
y sus padres sonrieron y pusieron cara de vergüenza. Y luego la madre
dijo:

—¿Puedes cargármelo un momento?

Rei asintió, y aceptó el bulto de bebé envuelto, mientras su madre se
levantaba e iba afuera, y luego los tres hombres se pusieron a hablar con
el padre, acerca de la razón por la que habían venido. El bebé miró a Rei
sonriendo, del modo incongruente en que lo hacen los pequeños, que
sonríen con todo, que a veces parecen molestos sin motivo, y que en
otras vomitan encima de uno porque no lo pueden evitar.

Rei miraba al bebé, y acarició la pelusa suave de su cabeza, no de un
modo consciente, sino porque toda persona que tiene en brazos a un
bebé no puede contenerse de hacer aquello. Los ojos del niño se
enfocaron en otro punto, pero los de ella quedaron fijos en esa vida
nueva, recién llegada al mundo. Nunca había estado ella tan cerca de un
humano recién nacido, y la única vez en que se había acercado un poco
a uno, el bebé se había casi vuelto loco llorando y chillando. Este de aquí
parecía solo algo extrañado con todo.

Y entonces, sin una razón que ella pudiera entender, recordó de pronto
al hombre que había matado, al sorprenderlo en su apartamento. Era uno
de los recuerdos más nítidos de su vida; se le llenó la mente con
imágenes de ella hundiendo los dedos en los ojos del hombre,
sumergiendo su cabeza en el excusado y...

Con un esfuerzo, apartó aquel recuerdo, pero ahora sus propias manos la
inquietaban. No había sentido culpa por matar al hombre; para matar la
habían hecho, y lo sabía. Y así y todo... De pronto parecía incorrecto
tener a este bebé en brazos, tan cerca de ella, con las mismas manos
que habían matado. ¿Por eso ese otro bebé le había tenido miedo? ¿Por
eso le temían los animales? ¿Porque lo sabían?

Pero Shinji había matado, y Asuka también, y sin embargo los animales no
les temían, y tampoco los bebés, hasta donde ella hubiera visto. ¿Qué los
hacía distintos a ellos? Eran también Niños, así que el serlo por sí solo no
podía ser la razón. Por primera vez en su vida, Rei se sintió, repentinamente,
muy sola.

Y luego el bebé emitió un gorjeo, trató de escapar de las mantas que lo
envolvían y subir por el pecho de ella, y Rei volvió a saber del mundo.
La cara del niño estaba a un par de centímetros de la suya, y Rei se
preguntó cómo un recién nacido podía moverse tan rápido, o incluso
haberse erguido así. Los ojos pardos de la criatura miraron los de ella
mientras intentaba chuparle la nariz y le pegaba palmazos en una oreja.

Rei se apartó al bebé lo suficiente para que este no pudiera morderle la
nariz con las encías, y lo miró. El niño no le temía, aunque podía Rei
haberlo matado en un instante de haberlo querido así. Y no era que
tuviese deseo alguno de hacer aquello, pero tampoco había sentido
animosidad alguna por los demás seres que habían huido de ella. Le
habían temido igual, pero el niño no.

El bebé volvió a gorjear y puso una mano contra la mejilla de Rei, luego
subió una mano y le agarró un mechón de pelo azul, tiró de él, y le sonrió.
Y grande fue la sorpresa de ella cuando se descubrió sonriéndole
también. Quizá era simplemente el poder de los infantes sobre todo
humano cuyo corazón no sea como una piedra helada. Quizá era algo
más lo que tiraba de su corazón, llevándose aquel instante de tristeza y
duda. Tenía en sus brazos una vida nueva, un pequeño milagro lleno de
potencial, un niño al cual parecía agradarle, le sorprendió descubrir.

El bebé pareció reírse, y le dio manotazo suave en la oreja, y sonrió,
dichoso e ignorante de las cosas que ella había hecho con las mismas
manos que lo sostenían delicadamente. Porque las mismas manos que
habían ultimado, desgarrado y deshecho eran las mismas manos que
podían usarse para sanar, unir y abrazar, si tal era la intención de ella.
Lo que fuera que Rei había hecho, al niño no le importaba, no ahora,
quizá nunca. La aceptaba de la forma en que solo los de verdadera
inocencia pueden aceptar. Por un momento, Rei deseó poder quedarse
sentada así, con él, abrazándolo para siempre.

Y luego la madre volvió, y extendió los brazos, y Rei le entregó al niño.

—Gracias —dijo la mujer—. ¿No te dio molestias, verdad?

—No, ninguna —dijo ella—. ¿Todos los bebés son así?

—Este niño es bastante precoz, y se da mucho con la gente. Parece
agradarle toda persona que conoce. Supongo que una cosa así podría
incluso acarrearle la muerte algún día.

Dijo Rei:

—Todos morimos. Pero él cumplirá su misión.

La mujer se mostró extrañada, y Rei sospechó no haberse expresado del
mejor modo. Continuó:

—Gracias por dejarme cargarlo.

Empezó a soplar un viento frío, y una niebla onduló por la visión de Rei, y
lo último que vio fue al niño hacerle señas, despidiéndose. Y entonces
despertó, rodó en la cama, y siguió durmiendo.

««««o»»»»

Ritsuko se levantó a duras penas de la cama, solo para caer en la cuenta
de que hoy era festivo, que tenía una resaca más grande que Panamá, y
que se había olvidado de no poner la alarma. En vez de seguir durmiendo,
decidió bajar a la sala, abrir sus regalos, desayunar y volver a acostarse.
Suponiendo que no haya soñado todo lo de ayer, pensó.

En la sala, le sorprendió mucho descubrir que tenía varios regalos que no
recordaba haber visto la noche anterior. Uno era una caja enorme, que
llegaba a media altura del árbol, y casi todos los demás eran de tamaño
mucho menor. Todos tenían la etiqueta "Para Ritsuko, de Papá Noel",
excepto el grande, que decía "Para Ritsuko, de Maya".

A lo mejor Maya me regaló un refrigerador, pensó. ¿Pero cuándo llegó
esto? Abrió las tres cajas de Papá Noel. Una era una muñeca de Jem que
había pedido a los cuatro años. Otra era la Casa de Ensueño de Barbie,
que había pedido a los ocho. Y otra era...

Una muñequita que parecía una caricatura humana hecha en tela. Tenía
largo pelo de lana roja, una sonrisa de felicidad, y un desmesurado gorro
acolchado, con forma de frutilla. Era la Frutillita que había pedido para
Navidad durante seis años seguidos. Los ojos de Ritsuko se llenaron de
lágrimas, y abrazó con fuerza a la minúscula muñeca. Por fin llegó, pensó.
Por fin llegó.

Se oyó un fuerte golpe sordo, y una voz dentro de la caja grande
mascullaba algo relacionado a piernas acalambradas. Ritsuko pestañeó, y
dejó la Frutillita sobre la mesa de centro. Sacó un cuchillo de la cocina y
abrió con él la caja, oyendo que algo chillaba dentro.

Encontró a Maya, vestida con traje de Papá Noel, sombrero y todo.

—Hola, Sempai —dijo la joven con voz nerviosa.

Ritsuko sumó uno más uno, y obtuvo dos. La cosa siguió un buen rato.

««««o»»»»

Shinji, Rei y Asuka zarandearon a Misato hasta despertarla.

—Hora de abrir regalos —dictaminó Asuka.

—Váyanse y muéranse —balbució Misato.

—Despierte —ordenó Rei, y Misato abrió los ojos ipso facto.

—Ya, ya, ya —dijo.

Había muchos, muchos regalos que abrir. Asuka se vio enterrada en
juegos bélicos de tablero y de video, más varios libros de cocina y
manuales de artes marciales. Shinji se encontró anegado en cintas de
música, libros, la versión Evangepolio de Monopolio, y una colección
completa de figuritas de acción Eva, todas sumamente alejadas de la
realidad.

—Humm. ¿Sabrá Ritsuko que a la figura de ella le pusieron un ojo
cibernético? —cogitó.

Rei tocó un estuche de maquillaje, suficiente ropa de calle para vestir a
un ejército, suscripciones de tres años a la Cosmopolitan, Seventeen y
Vanidades, y varios cancioneros más, una maleta para la Stratocaster, y
una piedra. También recibió de Asuka una Biblia y un himnario cristiano, y
de Shinji un DVD de Flores de cerezo en primavera, más una cena gratis
en Parrilladas el Buen Buey. Misato le había regalado un breve vestido
negro, con la correspondiente chaqueta roja, y un Signo Ancestral para
ella sola, hecho en cobre. Y por último, recibió una tarjetita que decía
"Vale por un deseo", firmada "Papá Noel". Se disolvió ni bien la hubo
mirado Rei, que se sintió sacudida por una descarga eléctrica.

Alguien llamó a la puerta. Pen-Pen atendió, y volvió seguido por el
comandante Fuyutsuki; el hombre traía cargado al padre de Shinji, que
seguía en camisa de fuerza, la cual procedió a desamarrar cuando se
cerró la puerta. Gendo miraba el piso.

—Perdónemne —dijo—. Me dejé engañar por el ardid más viejo del
mundo, y casi arruino la Navidad de todos. Tal vez debería cambiarme
el nombre a Grinch.

Misato se preguntó qué clase de fármacos le habían inyectado al hombre.

Shinji se levantó, fue hasta su padre y dijo:

—Gracias por los regalos, papá.

—De nada, hijo —dijo Gendo, luego tomó el envoltorio que Shinji le
ponía en las manos—. ¿Y esto?

—Es para ti —dijo el muchacho, con gesto nervioso.

Abriéndolo, Gendo encontró cinco pares de guantes idénticos, y dos
parchecitos para poner en las gafas de modo tal que no se le cayeran
por la nariz.

—Gracias, Shinji —dijo—. Lamento mucho lo que dije anoche.

Este hombre ESTÁ poseído, pensó Misato. Me extraña que no haya
pasado antes.

Shinji deglutió. —Lo sé... Digo... Sé que estabas tenso, eso era todo.

—Feliz Navidad, hijo —dijo Gendo, abrazando a su hijo, que se puso a
llorar, porque su deseo se había cumplido.

Asuka desenvolvió su regalo más grande, que contenía a Kaji, vestido
igual que Mel Gibson en "Corazón valiente". La chiquilla se echó sobre
un hombro al hombre, que exhibía gran confusión, y se lo llevó a su
dormitorio. Su deseo se había cumplido.

Rei se levantó, y fue hasta donde Shinji, luego se lo echó al hombro igual
como había hecho Asuka. El muchacho farfulló incoherencias al irse los
dos, y el deseo de la muchacha estaba a punto de cumplirse.

Asuka regresó a la sala, esta vez se echó a Misato sobre un hombro, y
se la llevó también.

Gendo se volvió hacia Fuyutsuki, que dijo:

—Ni se te OCURRA.

Baja el telón.

-FIN-

««««o»»»»

Nota del autor: Ojalá hayan disfrutado este ejercicio absolutamente
absurdo. ¡Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo!