¡Muchas gracias por los reviews!

¡Ya está aquí! ¡Sí! ¡Hice una apuesta y la he cumplido! ¡Tomad ya! ¡¡Presentación de la planta 11 y..Renji de streaper!

Antes de nada…¡¡FELICIDADES, MERICHUEL! Eres una beta tocanarices, una deshi ni baka en potencia…pero si es tu cumple es tu cumple. ¡Disfruta!

En este capítulo agradecimientos especiales a Hecate, una maravillosa persona de Bleachsp, mi publicista, que está ahí siempre que la necesito, sea para lo que sea y ha sido mi inspiración, mi musa, para este capítulo (le he plagiado de cosas... XDD) ¡Eres de lo mejor, ninia!
Bueno, qué cojones, lo digo directamente: este capítulo es para ti (sin olvidarnos de la cumpleañera) ya que tú eres de las que mas lo disfruta y eres la que tiene el mérito (tú y el jugo de Shuu XDD)

Espero que os entretengáis y que, sobretodo a los que tengan espíritu de 11 ahí escondido, os guste.

¡Warning! Este fic contiene varios guiños al FC de Yumichika y al de Hisagi de BleachSp. No me demandéis por plagio, que lo he avisado.


Capítulo II: Échale valor.

-Más a la derecha, con más sentimiento, deje que fluya. ¡Oh, sí, la cámara le adora!

-¿Acaso hay alguien que no me adore?

-¡Por supuesto que no, señor! ¡Perfil, perfil! ¡Sí, perfecto! ¡Con esta luz parece que hay un alo que le circunda!

Un flash le iluminó la pálida piel durante un instante. En seguida la habitación se sumió en las penumbras. Otro flash. Se giró para quedar frente a la cámara fotográfica. Flash.

Ostia, ¿acaso los flashes no deterioraban las obras de arte?

-¡Para!-ordenó, no queriendo tentar a la suerte.- Ya basta por hoy.

Aramaki Makizou apagó enseguida la cámara con la que lo había estado fotografiando durante gran parte de la mañana y sin cuestionarlo se fue rápidamente a avisar a los que minutos después tendrían que filmarlo grabando el próximo anuncio de la compañía Seiretei. Se sacudió los brillantes cabellos de ébano y dirigió sus ojos plateados hacia la ventana de la habitación en la que se encontraba. Llovía.

Mierda, el alisado.

Una estrella como él no podía permitir que la jodida lluvia le destrozara su estilizado peinado, maldita sea.

-Yumichika-sama, si le parece bien empezaremos ya a grabar...- se atrevió a decir Aramaki, aunque la mirada del quinto representante de la 11º planta tenía una expresión no muy amistosa en la cara.

La sala de la undécima planta acondicionada especialmente para las sesiones fotográficas y la grabación de publicidad para la Seiretei estaba repleta de trabajadores trajinando material. Yumichika, imagen de la empresa, se encontraba en ese instante delante de un gran panel de color blanco impoluto. Su esbelta figura resaltaba frente al panel claro.
Pantalones negros de Armani, y una camisa del mismo color, entreabierta, había obligado a desalojar la sala de las típicas trabajadoras femeninas de otras plantas que aparecían cada vez que Yumichika tenía que grabar algo.
Nadie podía grabar un anuncio ni hacer una sesión de fotos decente si se oían grititos histéricos de fondo.

Y es que Yumichika lo valía. Él y su peinado, claro.

-¡De eso nada! ¡Tráeme un capuchino, una botella de agua mineral y un paraguas!

Maki-Maki pareció encogerse sobre sí mismo ante la expresión fiera de su jefe.

-¡Y que el capuchino sea espumoso; que aquí le llamáis capuchino a cada cosa…!

Sin embargo se oyó una voz punzante y fuerte que consiguió que Yumichika se olvidara de su capuchino, su agua y su paraguas por un rato.

-¡¡YUMICHIKA, ¿AÚN NO ESTÁ EL ANUNCIO! ¡¡EL PRESI SE ESTÁ CABREANDO!

El aludido adquirió un curioso tic en la comisura derecha de su boca y se giró para encarar a Ikkaku, enfadado, aprovechando para que su magnífico cabello ondeara como lo haría en un anuncio de champú. Frunció el ceño y puso en su cara una mirada de suficiencia para soltarle un buen discursito al tercer representante. Éste le estaba prestando atención a una libreta que llevaba entre las manos.

-A ver si lo entiendes, calvo tocanarices: si gritas me enfado, si me enfado me salen arrugas en mi aterciopelada piel, si me salen arrugas me tendré que comprar más cremas de Aloe Vera, si me compro más cremas de Aloe...

-¿Y para cuándo lo tendréis?- preguntó Ikkaku al hombre del bigote pasando olímpicamente de las especulaciones al estilo "efecto dominó" de Yumichika.- Necesitamos esa campaña publicitaria para el lunes.

-Hoy íbamos a grabar.- se apresuró a contestar Aramaki.

-Bien, ve al despacho del presidente a informarle del proceso de grabación.- le dijo Ikkaku, anotando algo en su libreta.- Y dile que hay una reunión de presidentes mañana por la tarde. La ha convocado el presidente Yamamoto por un error de contabilidad de la planta 3 o qué-sé-yo.

-¿Y s-seguro que tengo que ir yo? El presidente suele estar más irritable los lunes por la mañana y…bueno…-empezó a balbucear.

-¿Acaso no te paga la planta un seguro contra accidentes laborales?- le replicó el ejecutivo rapado- Si no lo haces no te sale rentable. Venga, andando.

-...Y si la mafia rusa me persigue después de que le robe el dinero a su capo para no tener que vender un riñón y me hace un corte en mi preciosa cara, ¡la empresa quebrará! ¿Lo has entendido? Por eso no tienes que gritar.

-¡¡A VER, LOS CÁMARAS PREPARADOS!

-…Te odio, Ikkaku.

-¿Huh?

-º-º-º

Cluc-cluc.

"El grifo gotea"

Cluc-cluc.

"Creo que llamaré a un fontanero…"

Cluc-cluc

"Y le asesinaré después de que me lo arregle para no tenerle que pagar. Sí, esa es una buena idea…"

Cluc-cluc

"…Las cárceles ya no son lo que eran…"

Cluc-cluc

"..Dan tres comidas diarias y todo…"

-Renji, en serio, lo único que necesita este fregadero son unas vueltecitas a la tuerca. No hace falta que te pongas de esta manera.

'La manera' a la que se refería Hisagi era la posición abatida que tenía Renji, con la frente pegada a la mesa y los brazos tendidos sobre ella. Éste bufó, irritado por no poder tener ni un minuto de autocompasión. Levantó la vista hacia Hisagi y le preguntó, intentando no sonar demasiado angustiado:

-¿Tienes ya el tanga?

-Estás impaciente, ¿eh?

Renji levantó los ojos, dándose cuenta de que encima de la mesa no había ningún objeto que pudiera arrojar al vicepresidente de la 9. Dadas las circunstancias decidió ignorar la puya.

-Sí, lo sé, Renji. Tú querías el tanga para ayer, ¿verdad? Te hubiera encantado lucirlo frente a las féminas hambrientas del garito de ayer, ¿a qué sí? Bueno, pues te tendrás que conformar con la baby-chappy de esta noche.- ¿a alguien la parecía gracioso "baby-chappy"? Pues al parecer a Hisagi sí.- Así que ¿por qué no vas calentando motores? Aunque está visto que sabes contonearte sin calentamiento prev…

PLAF.

-Cállate, estúpido. Ni me lo recuerdes.

Hisagi, mientras se masajeaba la mejilla derecha, se preguntó de dónde había sacado Renji ese reloj de mesa.

-Venga, no te pongas victimista, hombre. Bueno, yo me voy. Tengo que ir a recoger una cosa a la planta 11. ¿Te imaginas? Me usan como mensajero. Y odio esa planta. Tú me entiendes- se apresuró a añadir, al recordar que Renji había pertenecido a esa sección en un pasado.- es que no hay manera con ellos, claro. Sobretodo con el narcisista plumífero…

Renji no había variado un ápice su expresión y a Hisagi no le gustaba sentirse ignorado, así que se giró, se despidió agitando la mano y salió del piso de Renji, cuyo alquiler debía desde hacía ya dos meses.
Sacudió la cabeza, cerrando los ojos, intentando olvidar el ridículo y el bochorno de la noche anterior, aunque dudaba que se le pudiera ir de la cabeza algún día. Para olvidarlo tendría que llegar a anciano.

Sí, llegaría a viejo y el alzheimer haría el resto.

Flash-back

Los focos de colores se proyectaban sobre su piel y su pelo, ocultando su verdadero color. La semipenumbra del local no impedía ver el brillo de los anillos de matrimonio que lucían algunas clientas en las manos.
El escenario estaba iluminado tenuemente y la música repetitiva le perforaba los tímpanos continuamente.
Odiaba eso.

-Bueno, Renji, ¿cuándo sales?

Se abstuvo de contestar, sabiendo que lo haría con una palabra malsonante.

Estaban ahí. Era la primera noche de Renji trabajando en un Boys, donde un grupo de féminas desesperadas se peleaban para poder magrear al género. Y Renji no se acababa de decidir: no se sentía capaz de subir al escenario (en ese momento ocupado con un bombero de dudosa autenticidad) y bailar. Era simplemente que no podía.
Llevaba media hora agarrado a una cortina de la izquierda del escenario, temiendo que sus piernas arrancaran a correr hacia el centro de atención en cualquier momento, a pesar de que, de no haberse cogido, sus piernas hubieran corrido en dirección contraria.

-Buf, tío, eres imposible. Anda, con lo que me ha costado encontrarte un trabajillo en este local…

-Esa es otra- bufó Renji.-No puedo concentrarme sabiendo que tú me lo has conseguido. ¿Exactamente de qué conocías el local?- le preguntó inquisitivamente.

-¿En qué sitio se pueden dignar a tatuar un 69 en la cara a un niño de 13 años?

-Oh, vaya. O sea, condiciones sanitarias 0.

-Psé, es un lugar pijo, ¿eh?

Renji sacudió la cabeza alejando cualquier interés que pudiera tener en otro tatuaje en la cara.

-No, no y no. ¡Dios, no me quiero quedar sin dignidad!

-¡Ni dios ni la dignidad te pagarán el alquiler, cateto! Anda, sal ahí and do your best. –la sonrisa que le mostró Hisagi no le dejaba lugar a dudas: esa noche iba a reír hasta que su diafragma se quedara hecho trizas.

Cuando iba a repetir por enésima vez en esa noche "He dicho que no y es que no", algo le hizo parar en seco. Un brillo plateado, diferente a los de los anillos de las mujeres que se hallaban animando fervientemente al streaper, le revolvió el estómago.
Alguien acababa de entrar en el local. El portero se había hecho respetuosamente a un lado y esa persona, franqueada por dos hombres enormes, avanzó con paso firme.
Era una figura vestida en un traje negro, en cuya espalda había un bordado plateado.

El símbolo distintivo de un presidente de la compañía Sereitei.

Vio como se abrió paso entre las mujeres y, antes de que pudiera verle la cara oculta por la penumbra, desapareció a través de una puerta que llevaba al backstage, dónde sus dos acompañantes se situaron uno a cada lado de la entrada.

Seguratas. Y no unos cualquiera; eran un par de armarios empotrados de dos puertas.

Hm.

Le picó la curiosidad. Hisagi y él se miraron. Un presidente de la Sereitei en ese local (porque o era un presidente o un cargo importante, ya que el despliegue era exagerado). A esa hora. Escoltado por dos gorilas.

Interesante.

-¿Sabes de alguna planta que tenga un local de este tipo entre sus negocios?- preguntó como hipótesis.

Hisagi negó con la cabeza, extrañado.

En la mente de Renji se abrieron nuevas puertas, hasta entonces cerradas con candado ¿Corrupción? ¿Blanqueo de dinero? Tanto secretismo no podía esconder nada bueno.
Uno de los dos escoltas se miró la muñeca, consultando la hora.
Je, cojonudo.

Se imaginó a sí mismo descubriendo una trama de corrupción en la empresa. La trama que había mencionado el periodista por el que había perdido el empleo. Menuda ironía.

Sonrió sardónicamente de forma altanera. Toma ya, Byakuya, encaja este revés.

¿Sería otra vez contratado si descubría el pastel? O podría vender una exclusiva. O ir a la policía y…
Venganza. Vendetta.

-Hisagi, vamos.

-¿Ein?

-Hisagi, no seas un acojonado. Venga, vamos.

-Renji, ni sé si lo has notado, pero suponiendo que quieras entrar ahí… Al backstage… ¿Por dónde piensas ir?

Ouch. Esas palabras cayeron sobre Renji como una jarra de agua fría. Sondeó la situación con la mirada: podía bajar del lateral del escenario para cruzar el local y entrar por la puerta. Pero eso le dejaba frente a dos seguratas con un inmenso parecido a King Kong.

-Por ahí no podrás- le dijo el chico del 69 en la cara a su amigo.

-Lo sé.- le espetó bruscamente, oteando el horizonte en busca de alguna otra entrada a la sala del backstage en la que se debía encontrar su objetivo.

-Pero por ahí sí.

El pelirrojo dio un respingo. Posibilidades. Irguió la cabeza para seguir la dirección del dedo de Hisagi y se quedó de piedra.
No podía ser. Era imposible.

-Perdona, creo que te estás equivocando de dirección.- replicó, intentando creer que su amigo había empezado a bizquear y se equivocaba de orientación.

-Que no. Es por ahí.

El ex vicepresidente de la sexta planta le dirigió una mirada de incredulidad mientras se apoyaba en una pared, con los ojos muy abiertos.

Hisagi señalaba al escenario, con una mueca torcida semejante a una sonrisa cínica.

-Venga, Renji, échale valor.

-º-
-¿Una reunión?

No era agradable, no era relajado.

-No me da la puta gana ir.

Daba miedo.

-C-como quiera, taicho.-muchos de los trabajadores se dirigían a él como capitán, cuadrándose y haciendo el saludo militar.- Como quiera.

El despacho parecía más bien una sala para reuniones de estrategia de combate: la mesa estaba llena de fisuras, como si hubieran sido hechas clavando un cuchillo a un lugar determinado de un mapa, y había armas, sobre todo katanas, colgadas de las paredes. La gente solía decir que al presidente de la 11º planta le gustaba deleitarse comprobando la finura de las katanas colgadas.

Mariconadas.

Cualquiera que desenfundara cualquier espada vería que está maltratada, llena de muescas y, en algunos casos, sucia.
Nadie se atrevía ni a preguntarse si era sangre seca o si tan solo era barro que le daba pereza limpiar a Zaraki.

-Maldita sea, ¿qué le pasa a este trasto?- saltó de repente Kenpachi, golpeando el monitor de su ordenador.- Menuda chapuza, no se enciende. ¡Enciéndete, cabrón!- evidentemente, el pobre ordenador ni se inmutó.- Ah, cómo, ¡¿Te atreves a desafiar mi autoridad!

El hombrecillo vio cómo su...Taicho cogía una de las espadas que tenía en las paredes al azar, aparentemente con la intención de hacer pedazos su ordenador. Ese con la pantalla plana más nítida y con más definición de la planta… ¡No, no podía dejarle hacerlo!

-Em..Taicho… creo que el problema se llama "sin enchufar".

Él frunció el ceño, mirándolo con las pupilas chispeando, anhelando sangre.

-¿Qué has dicho?

El pobre empleado se agachó enseguida para enchufar el cable del ordenador a la corriente. Después se incorporó, mientras su jefe encendía al fin su pc. Éste le dirigió una última mirada mortal y miró la pantalla.
Prácticamente todos los empleados de cierta categoría de la empresa tenían a su ordenador como oro en paño; era, quizá, algo demencial- Sin embargo era así. Les ponían nombres a sus ordenadores, los usaban como arma (tanto para ligar como para enviarle un virus al de al lado) y los mimaban como si estuvieran vivos. Sin embargo, Kenpachi nunca había usado uno. Para nada. No sabía nada de ordenadores; era un completo negado para la informática.
Pero claro, el problema vino cuando un graciosote le envió un virus MUY tocanarices.

Zaraki apagó de pronto el ordenador, bruscamente, prácticamente aporreando el botón. Apartó de un manotazo varios papeles que había sobre su mesa y miró de nuevo a Aramaki, preguntándose por qué seguía aún allí y por qué no había dejado el plato que llevaba ya sobre la mesa.

Tragando saliva decidió insistir.

-Señor… ¿Entonces qué digo? ¿No va a ir a la reunión? Er… ¿Y cómo se lo comunico a los demás taich…presidentes, señor? Creo que debería presentarse.

-No iré. Es una puta tontería.

Aramaki dejó lentamente el plato con las palmeritas de chocolate diarias que se tomaba su presidente sobre el escritorio maltratado, con algo de miedo y después encaró a Kenpachi, dispuesto a aguantar su mirada.
Su aspecto era tan fiero que creyó que sus piernas flaquearían, pero como siempre, su espíritu de 11 consiguió que no cayera redondo al suelo.

-¿Y quién coño está tocando las castañuelas?

-¡Son los dientes de Maki-Maki, Ken-chan!

Una pequeña bolita rosa, mofletuda y con una sonrisa que no le cabía en la carita saltó al escritorio de Kenpachi, con toda confianza, moviéndose con seguridad entre los bolígrafos descolocados y los afiladísimos abrecartas que estaban clavados en la mesa, hundidos varios centímetros en la madera. Debía de haber estado escondida bajo la mesa (o dentro de algún cajón) durante todo ese tiempo.

Aramaki palideció. Como siempre que los veía juntos, se preguntó cómo podían estar tan unidos siendo prácticamente antítesis.
Kenpachi ni parpadeó. Siguió impávido matando lentamente a su pobre subordinado con la mirada, planteándose seriamente echarlo de su despacho amenazándolo con la katana colgada a su derecha ¿O impondría más con la de la izquierda, que era más larga pero que cortaba menos?

Yachiru hizo una breve batida del lugar con los ojos castaños, como si de un radar se tratara. Al no encontrar nada interesante y/o divertido, aparte de Maki-Maki, al que tenía ya muy visto, decidió escrutar la cara surcada de cicatrices de su presidente, buscando a un compañero de juegos o un tema de conversación.

-¿Qué te pasa, Ken-chan?

Nadie se había atrevido nunca a reír o a comentar algo sobre la cuestión de que al final de cada frase, Yachiru incluía un "Ken-chan" de lo más entusiasta. Ocurría lo mismo con el peinado del presidente o con sus cascabeles. ¡A ver quien se atrevía a decirle que se los quitara, que daban vergüenza ajena!

-¡Esos idiotas quieren que vaya a una reunión!- le contestó como si hablara a un colega, a un igual. Aunque a pesar de que Zaraki había suavizado un poco el tono, Maki-Maki se sorprendió de que la potencia pulmonar de ese hombre no arrastrara varios metros el cuerpecito de la vicepresidenta.- Es asqueroso y aburrido. Y no hay caramelos- añadió, para que Yachiru supiera lo que se le venía encima.- No me la puñetera gana ir. No iré.

Ella frunció el ceño de forma graciosa. La perspectiva de pasarse varias horas sin caramelos para comer se le antojó inhumana. Yachiru bajó la cabeza, en un gesto serio de conocimiento de causa, cruzó sus bracitos delante de su pecho e hinchó las mejillas, irritada.

-Putos gentuzos…

-Puta gentuza, Yachiru. Puta gentuza.- le corrigió él, con una paciencia inédita entre sus subordinados.

-Eu..taicho..no creo conveniente que le enseñe estas palabras a Yachiru…Em.. No es ético…

Kenpachi se decidió por la katana de la derecha.

º-º-º-º-º

Flash Back (segunda parte)

Entrar en el escenario, contonearse un momento y después llegar hasta la otra esquina. No era muy difícil. De hecho, era relativamente sencillo.
Si no fuera por qué iba a tener a un montón de tías metiéndole dinero por donde no debería entrar.

Estaba nervioso, rojo de la vergüenza y sólo deseaba no avanzar, pero sus pies y sus planes de una vida sin tener que vender su cuerpo le traicionaron. Le dijo a un atónito Hisagi con voz rota "Cuando acabe, sígueme" y entró con paso firme al escenario.

Al momento se levantó un murmullo de expectación y cayeron sobre él multitud de grititos, clavándosele en el cerebro como un enjambre de abejas irritadas.

Encima oyó murmurar a Hisagi, a sus espaldas, con un tono entre burlón e incrédulo:

-Ah, pero ¡no me digas que lo vas a hacer!

"No, me voy a ir a hacer un cursillo de Ikebana. ¿A ti que te parece?"

-¡Mira, mira, un ejecutivo! Jiji, este uniforme sí que es original aquí. Creía que ahora tocaba un leñador. ¡A por todas, guapo!

En ese mismo momento quiso huir de nuevo.

"Bailaré 30 segundos y desapareceré por la otra parte del escenario", se dijo, "Venga, resiste"

-¡Yuju, ejecutivo! ¿Qué te parecería comprobar mi base de datos? ¡Y bien a fondo, ¿eh!

Justo en ese instante supo que no aguantaría ni 10 segundos sin hacerse el harakiri por los nervios. Al menos entendió cómo se sentían las mujeres que pasaban por delante de una obra y algún trabajador les soltaba una de sus gracias.
Se acercó al centro, indeciso, sabiendo que si cruzaba corriendo el escenario llamaría demasiado la atención. Una mujer le agarró una pierna. Otra le empezó a estirar los pantalones.

Ay la madre.

Renji juraría que oía a Hisagi reír. O asfixiarse. O las dos cosas.

"¿Qué hago? ¿Qué hago?"

-¡Quítate la ropa!

¿Cómo? ¡Ah, no, él no se iba a quitar nada! ¡No, ni lo sueñes, maruja! Si lo único que quería era..!

-¡Sí, eso! ¡¡Quítatelo todo, macizo!

Vale, ¿dónde coño se metían las embolias cuándo uno las necesitaba? Tuvo una fugaz fantasía: él en la Uvi móvil de la entrada, sin mujeres histéricas rodeándole, con un médico inyectándole morfina… Sí…

-¡Uhu! ¡¡Es un pelirrojo! ¡¡Los pelirrojos son los más fogosos!-gritó una.

Y ese comentario sirvió para avivar a las hembras desquiciadas del local.

-¡Quita tus ojos de él, zorra! ¡¡Yo le he visto primero!- exclamó otra.

¿Qué pasaba en ese sitio? Joder, si querían entretenerse, ¿por qué no se iban a mirar algún programa del corazón?

"En fin."

Renji se santiguó internamente y bebió un trago de whisky que alguien había dejado en medio del escenario (probablemente del anterior bombero). Le quemó la garganta y el esófago, pero no le importó. Sintió que sus músculos se volvían ligeros y que su pudor desaparecía en los entresijos de su intestino. Bebió otro trago.
Renji nunca había resistido bien el alcohol.
Aflojó el nudo de su corbata (el moreno había insistido en que fuera vestido cómo lo haría en un día normal en la empresa) y se desabrochó el primer botón de su camisa. Al fin pudo respirar.
Cerró su mano en torno al frío metal de la barra vertical e hizo lo único que podía concebir en ese momento: contonearse al ritmo de la música.
No supo exactamente cuánto tiempo estuvo ahí arriba, con las mejillas escarlatas, en parte por el alcohol en parte por la vergüenza que no acababa de desaparecer. Era como si un extraño manipulase su cuerpo a su antojo, como si él se moviera al son de un titiritero bromista. El ambiente se volvió por unos minutos dulzón y espeso. Los colores de los focos se le antojaban muy luminosos y excitantes. Eran preciosos, llamativos, tridimensionales. Pero en ese momento sólo existían él, su barra y su ropa…
…de la cual sólo quedaban sus pantalones.

Las chicas gritaban.

Oh, yeah, babies.

Con una mano pegada la barra dio una vuelta, extendiendo el brazo libre para que las clientas le pudieran tocar.

Entonces gritaron más.

Y en ese momento, los decibelios le devolvieron a la realidad.

Abrió los ojos que había cerrado durante su giro al más puro estilo "Cantando bajo la lluvia" versión picante y vio un mar de brazos que se estiraban para llegar donde él se encontraba.

¿Huh?

Un momento, un momento, aguantad ahí un momento.

¿Qué está pasando aquí?

¡NO!

Tomó conciencia de la situación de nuevo. Se dio cuenta de que estaba en el escenario, se encontraba medio desnudo, llevaba ya unos 10 minutos en vez de 30 segundos y tenía a 30 tías metiéndole dinero por donde definitivamente NO debería entrar.

-¡AAARGH!

Se deshizo del agarre de varias clientas desesperado, recogió rápidamente sus pantalones (que una mujer se había encargado de arrojar bien lejos de él) y desapareció por la otra parte del escenario.

Sintió la oscuridad al salir de la zona iluminada y la acogió como a un refugio. Se agarró a una de las cortinas rojas del telón, jadeando de la impresión. Quería morirse, quería esfumarse, volatilizarse. Pero ya había cruzado.
Volvió su mirada al escenario, donde esperaba ver a Hisagi. Sin embargo, un policía sin placa estaba ahora representando su show. Mierda, ¡Hisagi se había acojonado! ¡Mal amigo, traidor! Renji apretó los dientes, contrariado, decidiendo ir solo a averiguar el asunto sospechoso.
Nota mental: quitarle el 69 de la cara a Hisagi a cuchilladas.
Sin embargo sintió una corriente de aire a su espalda. Movió un poco el cuello hacia la derecha, extrañado, pero de repente sintió una mano posarse sobre su hombro izquierdo. Se quedó quieto unos instantes, mientras notaba cómo su sangre se congelaba en sus venas por el susto.

-¡¡Hostia!

Se dio la vuelta rápidamente, girando su cuello tan bruscamente que casi se hizo daño. No supo qué esperaba encontrarse detrás. ¿Algún segurata que se había olido sus intenciones? Quedó completamente girado con el puño en alto, preparado para defenderse si era necesario.

-Relájate, Karate kid.

Sin embargo parpadeó confuso al ver delante de él a un Hisagi sonriente.

-¿Eh?

Parpadeó de nuevo, creyendo ver un espejismo. Se volvió a mirar la otra parte del escenario y la vio vacía. Se volvió a girar y miró de nuevo a Hisagi. Repitió lo mismo otra vez.

Oh, no, ¡¡no podía ser que hubiese vuelto al mismo sitio de dónde había salido! ¡¡No, no! ¡No podía ser!
¿Los 4 (o 5 o 6) tragos de whisky habían hecho que errara la dirección cuando tuvo que cruzar? Es decir, ¿había acabado tan mareado que había olvidado si había entrado al escenario por la derecha queriendo ir a la izquierda o viceversa?

¡Acaba de perder su honor, acababa de ganar una experiencia bochornosa que le acompañaría el resto de su vida! ¿Y para qué? ¡¡Para hacer el ridículo más espantoso! ¡¡El indio! El…¡¡ejecutivo picantón!
Antes de que pudiera llevarse las manos a la cabeza y empezar a arrancarse el pelo, Hisagi se le adelantó, conteniendo la risa, con los ojos chispeando de diversión.

-Renji, no te lo había dicho porque parecías tan...- hizo una pausa, en la que torció más la boca intentando encontrar la expresión adecuada.- en tu salsa ahí arriba que me pareció fatal interrumpirte para decirte que había otra manera de llegar aquí. Estamos en la otra parte del escenario ya.

-Oh, por un momento pensé que…Buf, menos..

mal.

….

¿¡QUÉ?

-¿¡QUÉ?

Cuando se dio cuenta había empezado a estrangular a Hisagi, que ya no podía ni liberarse de su agarre ante ataque de risa histérica que llevaba encima. Cuándo algo hizo 'click' en su cerebro ya era tarde: el supuesto presidente de la Sereitei ya se había ido, llevándose a sus gorilas con él.

Entonces apretó más los dedos que obstruían el cuello de Hisagi.

Fin de Flash Back

º-º-º-º-º

Yumichika agitó la mano, quitándole importancia a los riesgos de jugar en bolsa con la empresa. Miró a la cámara, entrecerrando un poco los ojos por la luminosidad del foco.
"Los de iluminación la han cagado estrepitosamente" pensó.
Sonrió, enseñando una hilera de dientes perlados, dándole confianza al que iba a ver ese anuncio.

-Sé listo.- empezó, modulando su timbrada y melodiosa voz para que sonara lo más incitante posible. 'Si no convencemos a los hombres, al menos convenceremos a las mujeres y a los homosexuales', había dicho el presidente Yamamoto una vez.- La compañía Sereitei te garantiza lo mejor de lo mejor para...

-¡¡¡GROAAARGHH!

Absolutamente todo el equipo de grabación pegó un salto del susto ante tal rugido. Un cámara se quedó tan blanco como la tiza y el director que dirigía el anuncio cayó de su silla. Un técnico de iluminación estuvo a punto de dejar caer un foco sobre Yumichika, que seguía en el centro del plató, desconcertado.

En la puerta se hallaba él. Kenpachi Zaraki, con Yachiru en su espalda asomando su carita por encima de su tintineante peinado, miraba con ojos voraces a todo ser vivo del plató. Tenía la expresión desencajada y en su cara se leían perfectamente las palabras "Vais a tener todos una horrible muerte violenta".

-¡¿QUIÉN HA SIDO!

Nadie se atrevió a pronunciar ni un tímido '¿Qué?'

-¿¡QUIÉN LAS HA ROBADO?- ante el desconcierto y el pánico general, se vio obligado a concretar-¡¡MIS PALMERITAS DE CHOCOLATE! ¡¡NO ESTÁN! ¡¡LAS TENÍA EN MI DESPACHO, CABRONES, Y AHORA YA NO ESTÁN! ¿¡QUIÉN? ¿¡QUIÉN VALORA TAN POCO SU VIDA COMO PARA ROBAR MIS PALMERITAS?

Yumichika se llevó una mano a la frente.

-"Otro anuncio jodido".

Ikkaku se abstuvo de comentar nada, negó con la cabeza y se acercó a Yumichika, que estaba aún en el centro del plató siendo apuntado por una enorme cantidad de focos, para hablar con él sobre cuándo tendrían que grabar otra vez el anuncio, ignorando los gritos desbocados de Zaraki.

-¿¡QUÍEN –PIIIII- SE HA COMIDO MIS –PIIIII- PALMERITAS, EH? ¡¡TODOS SOIS UNOS HIJOS DE -PIIIIIII- Y UNOS -PIIII, PIIIII-! ¿¡Y POR QUÉ –PIIIIIII- SALE ESTE –PIIIII- "PI" CADA VEZ QUE DIGO –PIIIIIIIIIIIIIIIIIII-!

-Eu..jefe... es que esto es un plató de televisión..la censura..-se atrevió a decir Aramaki, con las rodillas ya rozando el suelo y temblando como una hoja otoñal.

Zaraki dirigió sus pupilas hacia ese hombrecito, con una cara mortalmente seria y desencajada, mientras Yachiru gritaba "Maki-Maki" a su subordinado, divertida.

-¡¡Me cago en la –PIIIIII- censura de los –PIIIIIII-!- y luego, pareciendo reparar por primera vez en el hombre del bigote atinó a decir.- ¡¡Tú!

A Maki todo el color que le quedaba en la cara se esfumó.

-¡TÚ! ¡HAS SIDO TÚ!

Mientras entre Zaraki y Maki-Maki se desarrollaba una secuencia de "Si te detienes te mato", el personal se vio obligado a volver a colocar todo en su sitio después del susto. Algunos aún llevaban una mano en el corazón, que palpitaba desbocado.
Yumichika, aburrido y fastidiado, se estaba dedicando a enumerar sus cualidades, tanto físicas como psicológicas.

-…Y es que soy incomparable, inconfundible….

-Y por eso te tenemos siempre en casa, no te jode. ¿Qué eres? ¿Un Ferrero Rocher?

-¡Ecs, no! Eso tiene imperfecciones. ¿Acaso ves tú aquí alguna imperfección? ¿Una mancha? ¿Un grano? ¡No!

-Tsk, ¿crees que eres perfecto?

-Bueno, en realidad no, mi único defecto es la modestia.

Antes de que Ikkaku pudiera replicar con un hiriente comentario, una voz se alzó por encima del barullo de la persecución de Zaraki.

-Ey, ¿Tenéis ya el anuncio hecho?

Yumichika entecerró los ojos plateados ante el sonido de esa voz. Volvió la cabeza lentamente, sabiéndose de memoria cada rasgo arrogante de la cara de Hisagi.
Éste iba despeinado y con pinta de haber recorrido varias plantas a pie durante toda la mañana. Oh, es verdad, los ascensores no eran muy fiables, realmente. Algún día tendrían que arreglarlos
Shuuhei también le dirigió una mirada no muy amistosa.

Entre los dos saltaban chispas, y no de atracción, precisamente.

-¿Aún no? Vengo siempre al menos 5 veces para recoger las cintas de los anuncios siempre antes de que los acabéis. ¿Respetaréis alguna vez el plazo de entrega? Me siento estúpido.

-No me digas… Bueno, al menos en tu fuero interno lo admites. Eso es el primer paso para liberarse de la estupidez.- se apresuró a comentar Yumichika, limpiándose las uñas con la chaqueta elegantemente.

Hisagi afiló su mirada.

-Anda, ve a darte tu sesión de rayos UVA al solarium, que si tomas el Sol se te estropeará la piel.-le dijo Hisagi, con una sonrisa socarrona bailando en su ahora tenso rostro.- Es que eres tan delicado que a veces se me olvida que eres de la 11º planta, vaya por dios.

-¿Y qué tal si tú te decides por quitarte ya esos tatuajes de la cara? Si todos sabemos que son los de quita y pon que venden en el supermercado de la esquina. ¿O es que acaso está hechos con rotulador?-pronunció, forzando en su cara una mueca de la jovialidad que se le estaba escapando de entre los dedos.- ¡Claro, de ahí tus paridas! La tinta se te filtra por los poros y te afecta las neuronas. Es lo que tienen los productos químicos.

Ambos tenían ahora el ceño fruncido y la mirada ardiendo de irritación.

-Mis tatuajes son auténticos. Me los hicieron causándome un dolor que tú jamás podrías soportar, porque no opinas que no es 'cool'. Me dan el estilo y el morbo que a ti te falta. ¡Si hasta me contaron que parecía que te habías colocado después de beber algo de mi Jugo de Shuu!

Yumichika pensó que si el Jugo de Shuu fuera Hisagi exprimido, se lo bebería con satisfacción y regocijo.

-Son tus fans, que le ponen demasiada teína. Ah, y el color de mi tez es natural. Los hay que nacemos así, de la mano con la perfección, sin necesidad de añadir nada. No necesitamos complementos artificiales, como esas porquerías que llevas en la cara porque no eres suficientemente guapo.

-Claaro, y las plumas surgieron por obra y gracia del señor.

-Eso no tiene nada que ver. Son mi esencia, no un burdo intento de parecer mejor. ¡Yo no puedo ser mejor de lo que soy ahora!

-Resulta que no he especificado a qué plumas me refería, ¿sabes? Mientras el físico de algunos rinde trayendo al nido a varios pichoncitos, el de otros está inactivo... ¿Será porque el macho gavilán es en realidad un pavo real que busca a un faisán que esté a su gusto?

Después de los alardes de Hisagi como ornitólogo, Yumichika alzó el tono de voz, enrojeciendo de rabia.

-El pavo real se reserva el derecho a mostrar el espectáculo del despliegue de sus maravillosas y bellísimas plumas a unos pichones selectos y bien escogidos, Y, por supuesto, en privado.

Mientras Hisagi y el 5º representante de la 11 se miraban cada vez con más odio, Ikkaku, que no suele captar ni indirectas ni sutilezas, creía que se hablaba de National Geographic.

-Em..¿A qué ha venido ahora poneros a discutir sobre aves?- preguntó perdido.- Además, todo el mundo sabe que entre el macho gavilán y el pavo real hay rollito.

-¡¡TÚ CALLA!- gritaron ambos al unísono.

Los técnicos de luz y sonido miraron de arriba abajo la escena. Por una parte estaba el temible Zaraki, que perseguía con una sonrisa caníbal en la cara a un hombrecito con bigote. Yachiru reía a pesar de se podría caer en cualquier momento debido a los movimientos bruscos de Kenpachi. Desde luego, esa niña se adhería como una lapa.
Por otra parte estaban Yumichika y Hisagi enzarzándose en una cruenta batalla verbal, usando metáforas con plumíferos cada vez más enrevesadas.
Ikkaku, que les había parecido el más sereno, bailaba ahora una danza desconocida a la que había bautizado como "la del trabajo bien hecho" (es decir, orquestar el trajín de material con una extraña coreografía).

En ese momento, prometieron que, por mucho dinero que les ofreciera el presidente del la primera planta, nunca más volverían a grabar algo en la planta 11.

Si las dotes de observación de Zaraki no se nublaran como una mañana en Londres
cuándo éste se queda sin sus palmeritas, quizá se hubiera dado cuenta de un detalle de importancia. Cuando alargó la mano hacia el plato que había dejado en su escritorio, descubrió desesperado que de sus palmeritas tan sólo quedaban unas migajas y dijo al aire "Voy de caza", se hubiera podido dar cuenta de todo cuando su vicepresidenta, rauda, saltó a su espalda.
Yachiru tenía la cara manchada de chocolate.

En fin, igualmente Maki-Maki tiene que amortizar su seguro laboral contra accidentes, ¿no?

-º-º-º

No os quejaréis, ¿eh? Qué largo, por Dios.

¡Venga, venga, ahora gritad bien alto conmigo!

Si no hay reviews, no hay historia.

Noo, ¡más alto, amuermados!

¡Si no hay reviews, no hay historia!

¡Que no se oye!

¡¡SI NO HAY REVIEWS, NO HAY HISTORIA!

Pues eso ¡Bye bye! XD

Se despide cortésmente agitando la manita al más puro estilo Gin

Yuna Aoki