Los personajes no me pertenecen, sino a Christy Hui. La imagen tampoco es mía, la encontré en internet. La historia si es mía. Cualquier copia y reproducción de esto sin mi autorización es un PLAGIO.

Si quieren entender mejor el fic, vayan a mi perfil y lean el One Shot "La Cueva",ya que eso fue lo que pasó justo antes de esta historia.

Disfruten. Reviews con cuenta registrada responderé con gusto.


7.

Kimiko se acercó con intención de auxiliar a Wendy, que la rechazó enojada y le propinó un golpe en el estomago con un tubo que vio olvidado a su lado. Kimiko retrocedió al instante y en esos momentos sintió como todas las fuerzas se le iba.

—No mi hijo —cerró sus ojos—. Chase…


Como si fuera un llamado, un potente rayo le atravesó a Chase por toda la espina dorsal. Sintió el poder fluyendo por su pecho, en una alerta. Había algo que no andaba bien, por su mente pasó de repente la imagen de Kimiko y eso fue todo para que el instinto se disparara en forma de adrenalina por su cuerpo.


Kimiko abrió los ojos y vio a Wendy. Por un momento sus ojos se llenaron de ira, y lanzó llamaradas alrededor de ella. Rápidamente se formó un aro de fuego alrededor de Wendy, que cada vez se encogía más y más a su alrededor.

—¡Maldita zorra!

—Es todo. De verdad hubiera querido que las cosas fueran de otra manera —se despidió Kimiko con tristeza, dándole una última mirada antes de dar media vuelta para irse.

Wendy trataba en vano de buscar cómo salir mientras gritaba desesperadamente. Era una barrera enorme de fuego que le impedía moverse siquiera y el aire ya escaseaba. Con un último insulto, sintió que su piel ardía y todo se desató en su cuerpo.


Kimiko iba caminando pesadamente. Sentía como a cada paso su cuerpo perdía fuerza y el piso se movía, o quizá era ella que estaba perdiendo coordinación. Sudada frío, inhalando y exhalando repetidamente intentando controlar los espasmos de su vientre como le había instruido la ginecóloga en caso de una emergencia. En ese momento, miró hacia abajo sintiendo un líquido bajar desde la entrepierna, y comprobó con horror lo que pasaba: se le había roto la fuente.


Por segunda vez en siglos, Chase estaba desesperado. Buscaba a Kimiko, primero en la casa y después como energúmeno con las calles. No la había encontrado aun y en ese punto estaba más que dispuesto a incinerar toda la ciudad con tal de localizarla.


Kimiko empezó a llorar, y no supo si era por el dolor de las contracciones o por el temor de no conseguir dar a luz a su hijo, lo más preciado que tenía. No lo soportaba más y cuando estaba a punto de gritar para pedir ayuda, apareció Chase como bajado del cielo. En cuanto él la vio, prácticamente saltó a su lado y la cargó sin mayores miramientos para llevársela a máxima velocidad al primer lugar que encontrara.

—Ya es hora —fue lo único que pudo decir Kimiko entre gemidos lastimeros, ante la mirada feroz de Chase. Luego todo se volvió negro.


Kimiko se encontraba llorando sin consuelo, demasiado abatida como para detenerse. Toda la situación era demasiado para ella. Cargar con toda la culpa, todo el peso de no haber actuado antes. Y que ahora ya era demasiado tarde: acababa de saber que había perdido a su bebe. El recuerdo le llegó a la mente tan real que el aire se le acabó: No pudo llegar a tiempo. No pudo hacer algo por su hijo ¡Su niño! Ella que deseaba tanto a su bebé en sus brazos para amarlo incondicionalmente, para educarlo y enseñarle de todo. La labor de parto luego de romper aguas fue aparatosa, y los médicos hicieron todo lo que pudieron. Tuvieron que sacrificarlo a él para que Kimiko pudiera salvarse. ¡Cuánto hubiera preferido que ella muriera en lugar de su hijo! Desafortunadamente él ya no tenía salvación. Aunque Kimiko tuviera ocho meses de embarazo, Leroy aun estaba demasiado joven como para salir al mundo, y ya estaba a punto de morir cuando los médicos tomaron cartas en el asunto.

Kimiko siguió llorando en aquella habitación blanca y vaporosa en la que no había nadie ni nada más que ella. Lloró, maldijo y sufrió en silencio, sin nadie ahí para consolarle. Sólo quería olvidar todo lo sucedido, con la culpa carcomiéndola y sin saber siquiera cómo es que podría ver a Chase a la cara de nuevo y decirle la trágica noticia. ¿Por qué tuvo que insistir en ir a Japón? ¿Por qué? Lo que al principio le había parecido una genial idea para convivir con muchas personas alegres y queridas… sólo había sido el desenlace de una horrible tragedia, producto de dejar entrar a ese ser despreciable que era su prima, en su vida.

—¡No! —gritó Kimiko, abriendo los ojos de golpe y respirando profusamente. Lo primero que vio fue un techo blanco, y al intentar incorporarse para sentarse, un profundo dolor le atravesó el vientre. Tenía aun rastros de lágrimas y no recordaba mucho de qué estaba sucediendo, pero la voz de alguien la sacó de sus pensamientos.

—Veo que ya esta despierta, señorita Tohomiko —saludó su ginecóloga, acercándose a ella con una expresión cansada, pero feliz—. Fue muy fuerte durante la operación.

¿Qué?, se preguntó Kimiko, mirándola desconcertada. ¿Qué había sido real y qué no? ¿Había sido un sueño lo que acababa de suceder o esto lo era? La doctora debió haber adivinado su gesto porque le puso la mano en el hombro de manera conciliadora.

—Está todo bien, Kimiko —se permitió tutearla debido a la situación—. Te hicimos una cesárea exitosa y tanto tú como tu hijo están perfectamente estables. Felicidades.

Fue hasta ese momento que Kimiko finalmente se permitió respirar de nuevo. Y lloró una vez más, sólo que esta vez era de total felicidad.


El tiempo volvió a transcurrir rápidamente para ellos. Cuatro meses desde que había nacido el hijo de Chase Young y Kimiko Tohomiko. Era un pequeño muy adorable: A simple vista podía notársele las facciones de su cara, muy parecidas a las de su padre, con la mata de pelo negro y los ojos ámbar. Aun se encontraban en Japón, y ya tenían planeado regresarse finalmente a China mañana mismo. Con el nacimiento de Leroy, Kimiko no había tenido el corazón para alejarlo de sus abuelos, y necesitaba buenos cuidados al principio que en la mansión de Chase sería un poco más complicado.

Chase había accedido sólo por el bienestar de Kimiko y Leroy, pero había acordado que tenían que regresar a China, donde ya habían decidido quedarse indefinidamente. En ese momento, Kimiko estaba sentada en una silla recargando su codo en una mesa del fondo de la habitación. Miraba distraída la cuna de su hijo: Su pequeño tesoro estaba dormido. Empezó a recordar lo más importante que había sucedido. En tan poco tiempo habían nacido ya los hijos de sus amigos y compañeros de lucha.

Jake, viviendo junto con sus padres Hana y Omi en una pintoresca ciudad de Italia. Seguía igual de alegre y enérgico que cuando lo vio por primera vez. A pesar de todo era un niño muy lindo. Con facciones de sus dos amigos: Cabello grisáceo y ojos negros.

Kimiko solo rogaba que su hijo no saliera igual de adusto que Chase. Por otra parte, Clay no se había quedado atrás. Recientemente instalado en su tierra natal: Texas, y con una hija que apenas y contaba con unos meses menos que Leroy. Clay ya estaba pensando en las enseñanzas que le dará a su progenitora, y Kimiko también esperaba a que la pequeña saliera con buen carácter para poder seguirle el paso a su padre. Desde que ella la vio, supo en ese instante que era idéntica a su madre, Samantha: Cabello castaño claro y ojos azul cielo.

Raimundo, después de un tira y afloja con Keiko, finalmente había tenido sus asuntos con ella, hace cuatro meses, para tan sólo enterarse después que estaba embarazada. La semana pasada habían descubierto que sería niña, a quien nombraron Isis en honor a la abuela materna de Keiko. Tenía los ojos avellana como la orgullosa y feliz madre, y la piel bronceada y el rebelde cabello color chocolate tan característico de Raimundo. Era toda una preciosa mezcla de dos culturas.

Incluso el Maestro Fung conoció a su nieto por primera vez: Zackary, que vivía en Londres, y mostraba ser un niño con un gran respeto por los demás y buenas maneras. Incluso a su tierna edad ya se le había previsto en enviarlo al templo con su abuelo para comenzar a acostumbrarse a ser un dragón en entrenamiento. De cabello castaño oscuro y ojos azul eléctrico.

Su mente dejó de divagar y se levantó de donde estaba. Salió de la habitación y fue a la planta baja de su casa por un vaso de agua. No pudo advertirlo, pero de la ventana del cuarto de su pequeño hijo se vio aparecer una sombra, que era la silueta de una persona sonriendo de manera torcida. De su bolsillo saco una caja de cerillos y un bote de gasolina.

Kimiko estaba en la cocina tomando agua sin preocupación. Al menos, hasta que escuchó un ruido en la habitación de su hijo. Sin pensarlo dos veces, tiró el vaso al suelo y subió rápidamente al cuarto. Cuando entró, un fuerte olor a gasolina la recibió. Se tapó la boca y nariz casi al instante porque odiaba el olor. Su mirada recorrió la enorme habitación completamente, buscando la fuente. Encontrándose en el proceso una silueta entre la penumbra del cuarto.

—Después de tanto. No creí verte de nuevo, Kimi.

—No puede ser…—Kimiko reconoció la vos al instante—, ¿Wendy?

—Así es —la aludida encendió la luz de la habitación, y fue en ese momento que Kimiko miró horrorizada a su prima.

La chica que ella conoció no era la que se encontraba ahí. Ahora: veía un rostro deforme y un cuerpo quemado. Los mechones pelirrojos que antes brillaban y caían arrogantemente en la espalda de Wendy habían sido sustituidos por unos pocos cortos y prolijos. Casi no tenia cabello y su rostro, antes de color dorado y facciones perfectas fue cambiado por uno quemado y arrugado. Apenas y se le notaba donde estaban sus facciones. Al igual que sus ojos verdes, su cuerpo ya no era de color dorado ni perfecto: Sino un cuerpo con cicatrices y marcas que ambas sabían nunca se quitarían.

Wendy se molestó aun más cuando se dio cuenta que Kimiko la miraba, tan hermosa y perfecta como siempre lo había sido.

—Veo que ya notaste el cambio —habló Wendy de forma desdeñosa—. ¿Ves esto? —apuntó hacia su cara—. Esto lo hiciste tú… ¡TU ARRUINASTE MI VIDA! —le reclamó acusadora.

—Si tu no hubieras hecho todo lo que me hiciste yo no te hubiera atacado —espetó tranquilamente—. Después de lo que me intentaste hacer, investigamos y descubrimos que mataste a tus padres. ¿Cómo pudiste? Trataste de matarme a mí, a mi hijo y arruinar mi vida. Tú sola te ocasionaste eso.

—¡NO¡ —gritó Wendy de vuelta, histérica—. ¡TU ME DESTRUISTE! ¡POR TU CULPA YA NINGUN HOMBRE ME ADORA! —fue tanto su grito que Leroy se despertó llorando. Ella dirigió su mirada a la cuna. Estaba furiosa—. ¡ESTE MOCOSO SUFRIRÁ EL MISMO DESTINO QUE YO!

Y sin ningún aviso, encendió un cerillo rápidamente y lo lanzo a la cuna. Fue entonces cuando salió de la casa por la ventana, en un gesto que claramente notaba que ya lo tenía todo preparado. En cuanto el cerillo cayó en la cuna esta se incendio en segundos. Kimiko reacciono rápido y corrió hacia la cuna para apaciguar el fuego. No pudiendo evitar que sus pensamientos la traicionaran.


Chase se encontraba meditando en un templo a las afueras de China, a cincuenta minutos en automóvil. El ambiente era silencioso y relajado, y estar ahí era como un oasis para las personas que disfrutaban de estar en comunión con su cuerpo. Y como si tuviera un interruptor que se activaba cada vez que algo sucedía con Kimiko, abrió los ojos de sorpresa tan sólo un segundo antes de salir corriendo transformado en lagarto, de regreso a la mansión Tohomiko.


Kimiko se encontraba frente a la cuna. Miraba entre sorprendida y aliviada lo que estaba pasando: Su hijo emanaba una extraña aura de color rojizo-café que ella definitivamente no había hecho para protegerlo, o al menos no conscientemente. Leroy sonreía tiernamente pareciendo que no notaba lo que acababa de pasar. No había ningún rastro de quemadura o daño en su frágil cuerpo. El aura que lo rodeaba iba desapareciendo poco a poco hasta no dejar ningún rastro, y fue entonces que Kimiko tomó a su niño en brazos y lo llevó a su habitación. Debía hacer una llamada urgente al templo Xiaolin.

Cuando Chase llegó, buscó desesperadamente a Kimiko y Leroy, encontrándolos en la habitación del bebé. Lo drásticamente diferente era la cuna y lo que estaba su alrededor quemado de igual modo. Se lanzó prácticamente sobre Kimiko, abrazándola. Estaba agradecido que no le hubiera pasado nada malo. Sin embargo, quería respuestas. Y las quería ya. Kimiko notó la mirada de Chase y suspiró. Comenzó a explicarle con lujo de detalles lo que pasó con su hijo y también las recientes sospechas que tenía.

—Debo ir al Templo Xiaolin —terminó de relatar con preocupación. Hizo una pausa y volvió a hablar—. El maestro Fung dijo que cuanto antes fuera, mejor —observó cómo Chase no oponía resistencia, más bien, como si estuviera pensando en algo.

—Bien, junta lo que vayas a llevarte —caminó algunos pasos, dándole la espalda—. Yo debo arreglar unos asuntos aquí antes de partir.

Kimiko observó claramente como Chase apretaba los puños y sin más salía de la habitación donde se encontraban. Sospechó entonces, que planeaba algo y no descansaría hasta lograrlo.


Kimiko salió de Japón muy temprano al día siguiente, para llegar a una hora decente al templo. Admitió que fue un viaje pesado pero las respuestas lo valdrían. Leroy dormía en esos momentos. Cuando por fin llegó a China, se trasladó lo más rápido que pudo al templo Xiaolin. Cuando menos se lo esperó ya estaba de pie frente al templo con su hijo en brazos. El maestro Fung, que en esos momentos se encontraba viendo las flores de su jardín, se percató rápidamente de la figura de su Ex Aprendiz Xiaolin: Ahora Dragón del Fuego. Una sonrisa fraternal se formó en su rostro.

—Me alegra verte de nuevo, Kimiko.

—A mí también, Maestro Fung —Kimiko lo abrazó cual hija abraza a su padre—. Vine aquí porque… —pero fue interrumpida por el venerable anciano.

—Primero pasa: Ahí me explicaras todo. Yo también tengo algo que revelarte —le sonrió fraternalmente. Su Ex Pupila le obedeció, dirigiéndose entonces a la que una vez fue la cocina para ella. Unas ves estado ahí, el Maestro Fung fue el primero en hablar—. Me dijiste que había pasado algo con el pequeño Leroy, cuéntame que sucedió —habló con vos pausada.

Kimiko no perdió tiempo.

—Salió ilesa de cualquier daño —miró a su Ex Maestro—. Además: Lo rodeaba un aura muy extraña de color rojo. Yo sospecho que… —sin embargo, su oración nuevamente fue interrumpida.

—¿Tiene habilidades Xiaolin? —completó con una pequeña sonrisa.

—Si —confirmó.

—No me sorprende. Considerando que es hijo de dos dragones Xiaolin. Además no es el único que podría desarrollar un elemento.

La mirada confusa de Kimiko le dio a entender que no comprendía lo que decía.

—Lo más seguro es que Adi, Isis y Jake muestren signos de poder controlar un elemento Xiaolin —observó la mirada alegre de la japonesa, y sonrió—. Incluso mi pequeño Zack podría —hizo una pausa, recordando algo—. Sabes, Kimiko, es muy extraño que tu hijo haya sacado a flote sus habilidades, considerando la edad que tiene —divagó en sus pensamientos por unos instantes—. Y también, no serán los únicos —La portadora del fuego lo escuchaba atenta a lo que pudiera decir. Se sorprendió por las palabras. Realmente no conocía a algún que tuvieran familia con poderes basados en elementos. Cabía también la posibilidad que no fuera con procedencia de algún dragón Xiaolin. O también: Que no fueran del lado Xiaolin—. Quiero que guardes un secreto —la miró. Confiaba ciegamente en ella. Sabía que podría ayudarlo—. Algo que te concierne y que tendrás que afrontar.

Ella lo miró curiosa. El Maestro Fung se levantó y comenzó a caminar, y lo siguió de forma casi instantánea.


—Entiendo. Supongo que lo veré en otra ocasión —dijo Kimiko, caminando hacia la salida del templo con su hijo en brazos y su Ex Maestro a unos pasos detrás de ella.

El Maestro Fung asintió.

—De igual modo: Sabes que siempre eres bienvenida aquí —sonrió fraternalmente.

Kimiko sonrió agradecida y lo abrazó con genuino cariño.

—Por favor, manténgame informada si algo más pasa.

Fung asintió de nueva cuenta.

—Cuídate mucho Kimiko. Y cuida también a Leroy —llevó una de sus manos a la pequeña cabeza del niño, acariciándola un poco. El pequeño balbuceó algo inentendible pero se escuchaba alegre.

—Téngalo por seguro —acarició la mano de su hijo con el dedo índice. Leroy tomó el dedo entre su pequeña mano. Apretándolo lo que podía para su edad.

—Dile a Chase que no haga cosas de las que se puede arrepentir después.

—Creo que ya es algo tarde para eso —sonrió divertida—. Pero igual le diré.

—No lo olvides Kimiko…

—No se preocupe. No se sabrá hasta que sea el momento.

—Sabía que podía contar contigo —se inclinó un poco a modo de reverencia. Al igual que como lo hicieron sus Ex Pupilos hace ya algunos años.

Kimiko le devolvió la inclinación.

—Ya debo irme.

—Esperare el momento en que ustedes vuelvan a pisar el templo. Junto con los nuevos aprendices de dragón.

—Yo también Maestro Fung. Yo también —repitió sonriendo de manera nostálgica, dándose media vuelta para salir de ahí.


Kimiko abrió la puerta de su casa con lentitud. Suspiró y subió las escaleras, dirigiéndose al cuarto de su hijo. Cuando entró se sorprendió de ver una cuna nueva, y no había ningún rastro de que había pasado algo malo en la habitación.

Qué rápido —pensó Kimiko, y se encamino hacia la cuna. Esta era de un color rojo brillante que le pareció de muy buen gusto. Dejó a su pequeño ahí y lo tapó, luego buscó los muñecos con los que usualmente dormía y recordó amargamente que también se quemaron. Escuchó entonces un ruido proveniente de la puerta de la habitación y volteó su cara hacia atrás, sorprendiéndose de ver a Chase parado en el marco de la puerta, mirándola fijamente junto con una sonrisa que no pudo identificar bien—. ¿Qué?

Chase negó, acercándose a Kimiko.

—¿Cómo te fue con el viejo Fung?

—Leroy será un próximo Dragón Xiaolin —sonrió cuan madre orgullosa.

—¿Sólo eso? —preguntó impaciente. ¿En serio se había tardado tanto para esa respuesta tan corta?

—Si —contestó aparentemente despreocupada. Decidió cambiar un poco de tema—. El Maestro Fung me mandó a decirte algo.

—¿Qué?

Kimiko sonrió enormemente y acortó la distancia que había entre ellos, abrazándolo con tras el cuello, y le susurró.

—Que no hagas cosas malas.

Chase sonrió pícaro, con una idea nada santa en su cabeza.

—Por supuesto, tendré que desobedecerlo —la tomó de la cintura con ambos brazos a modo de jaula.

—Ah sí, ¿Por qué? —preguntó Kimiko fingiendo inocencia. Le encantaba cuando se ponía de ese modo.

Chase sonrió aún más.

—Estaba pensando en darle una hermana a Leroy —pegó su frente con la de ella—. Podríamos ponerle Catherine, como tu madre.

Aquello le provocó un recuerdo de su conversación con Fung a Kimiko, y sonrió para alejar esos pensamientos.

—Convénceme.

Chase la besó lentamente como respuesta. Mientras la tomaba entre sus brazos para cargarla de modo nupcial y así dirigirse a la habitación que comparten, dispuestos a no salir en un buen rato.


—¿Te había dicho lo apetecible que te ves así? —le pregunto Chase de repente. Ambos estaban acostados en la cama. Él abrazándola por la espalda, mirando el largo y suelto cabello negro de Kimiko, y ella mirando al techo con las manos entrelazadas con las de Chase.

Kimiko se encogió de hombros.

—Quizá. No recuerdo.

—Ya veo —sonrió cómplice, recordando entonces algo importante—. ¿Viste la remodelación de la habitación de Leroy?

Kimiko asintió.

—¿Eso fue todo lo que hiciste desde que me fui? —preguntó suspicaz.

Chase negó.

—Hice algo más, mucho más importante —no pudo evitar sonreír de manera victoriosa. Volteó el cuerpo de Kimiko, quedando frente a ella, y la beso lentamente—. Ya no volverá a molestar —susurró muy bajo, sonriendo contra los labios de Kimiko.

—Me encargare de hacerte que me expliques luego —correspondió con entusiasmo, continuando con aquel juego de besos lentos y a la vez fogosos.


Kimiko observó el reloj colocado en la pared que tenía enfrente, marcando exactamente las 7:48 AM. Sonrió, acomodándose mejor en el asiento del desayunador, contando que aun quedaba un par de horas antes de partir al aeropuerto e irse a China. Bebió un sorbo de su café y continúo con su labor de leer el periódico, pasando de hoja en hoja.

—No hay nada importante —se dijo a sí misma, hasta que algo muy singular llamó su atención. Leyó más detenidamente, observando la imagen. Sus ojos se abrieron enormemente cuando todo encajó y se levanto del asiento rápidamente, dirigiéndose a las escaleras hasta llegar a la habitación que compartía con Chase. Abrió la puerta de un portazo y unos segundos antes de gritar observó a Chase terminar de cambiarse después de haberse ejercitado y duchado—. ¿¡Que significa esto!? —le dijo desde la puerta, sosteniendo a la altura de su cabeza el periódico con ambas manos.

Chase volteó a mirar sin mucha importancia al asunto, y se quedó sentado en la cama.

—¿Qué tiene el periódico de interesante?

Kimiko se sentó en la cama y le mostró la página del periódico que había llamado su atención. Cuando Chase finalmente la vio, bufó.

—¿Qué tiene? —la miró con una ceja arqueada.

—¿Así que de esto estabas hablando ayer? ¡Pensé que la habías asesinado con tus propias manos! —exclamo, entre sorprendida y feliz.

Chase se encogió de hombros.

—Te prometí que no lo haría directamente.

Kimiko lo golpeó suavemente en el hombro y volvió a ver la página del periódico para asegurarse que no fuera mentira. Sonrió aun más. La nota del periódico no era ni más ni menos que una noticia sobre la mismísima Wendy. Con letras grandes como título: "ARRESTADA POR OLA DE CRIMENES". Y en el contenido del texto el futuro de la chica que volvió su llegaba a Japón una molestia.

"Gracias a las recientes pruebas anónimas de un ciudadano, la ex modelo y reina de belleza está en el reformatorio con motivo de sus recientes crímenes cometidos: Intento de homicidio, homicidio en primer grado, violación de la propiedad privada y abuso de confianza. Así como los anteriores crímenes que se suman a su lista negra: Chantaje, robo y consumo de drogas. Ha sido declarada oficialmente culpable y como tal, se le impondrá pena de muerte.

Kimiko dejo de leer en ese momento. Lo demás no era muy relevante en la noticia. Suspiró feliz, tumbándose a la cama. En definitiva: Ese día había empezado muy bien.


Fin.


Listo. Esta historia ha sido reeditada por completo. Ya puedo morir en paz, jé. Me encantaría recibir sus opiniones en forma de Reviews acerca de qué les parece.

¡Hasta la próxima! Besos, Higushi.

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