Hola! Aquí llegó por fin el cuarto capítulo de SCARS! Espero que os guste tanto como los demás, o acabe de rematar la faena xD.

Tiene un tinte algo más dramático que el anterior, pero encontraréis alguna muestra de humor que como no, no puede dejar de acompañar a Gregory House. En este capítulo, he intentado reflejar en alguna que otra parte, la enorme inseguridad de Cameron ante sus propias decisiones, y el verdadero afán de Vogler por deshacerse de House. Espero haberlo reflejado medianamente bien.

Un último aviso, siento decir que a partir de ahora no podré actualizar con bastante rapidez, porque el colegio ha empezado y ya en primero de Bachillerato necesito conseguir la nota que necesito para la carrera… ¿La adivináis¡Medicina! Así que por eso, os pediría un poco paciencia. Aún así, prometo no abandonarlo. Tengo muchísimas cosas escritas a mano y el resumen de todos los capítulos de la primera parte.

Pero aún así, si mandáis muchos reviews, es posible que intente escaquearme un poco de estudiar y dedique algo de tiempo a la maravillosa escritura… (Chantaje, chantaje...xD)

Y ahora, no se hable más! Disfrutad con la lectura!

Besos!

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Capítulo 4

¿Culpable?

La puerta se abrió, y apareció tras ella un rostro menudo y arrugado, de brillantes ojos claros. Bajo el cráneo pelado, carente de todo cabello, un cuello alzado de color negro y blanco confirmaba su aspecto religioso.

En silencio, observó a la joven que apareció ante él, vestida modestamente y sin maquillar. Le gustó al instante, no se parecía en nada a aquellas muchachas que hoy en día se paseaban por las calles, con esas faldas que no les cubrían ni dos palmos, y esos trozos de telas de colores chillones por los que pagaban una barbaridad, que no cumplían su función, y hacía que todo hombre que se fijase sintiese un fuerte cosquilleo en el vientre.

Pero ella, no.

- ¿Necesita algo?- Preguntó amablemente.

La joven bajó la mirada, pasándose la lengua por los labios resecos. Tras la espalda, sus manos se retorcían con inquietud.

-Soy la… doctora Alison Cameron, vengo del hospital… por Jeremiah Ferguson.- Dijo, vacilante.

El religioso suspiró, y se pasó la mano por la cabeza, como si esperase acariciar una cabellera que ya no poseía. Su rostro había demudado toda expresión que no tuviera como protagonista a la palidez.

- ¿Cómo está?- Preguntó, con un toque de ansiedad.

Cameron respiró hondo, cruzando los brazos sobre su pecho.

- No muy bien.- Admitió.- Soporta espasmos muy violentos y dolorosos… y ayer sufrió el segundo paro cardiaco desde que se encuentra ya en el hospital.

El hombre bajó la mirada, con el gesto descompuesto. Sus manos, apoyadas sobre el picaporte de la puerta se crisparon por la angustia y la súbita debilidad que apareció en sus piernas. Su cuerpo anciano se tambaleó como un títere a merced de un marionetista.

- ¿Saben ya qué es?- Cuestionó, con la voz quebrada.

La mueca de la joven se torció en una súbita seriedad amarga.

- Creíamos que se podría tratar de tétanos, pero…-. Suspiró.- No mejora con los antibióticos y pensamos que quizás se trate de otra enfermedad infecciosa.

El religioso asintió con la cabeza, y consiguió sonreírle a medias, intentando mostrar algo que tuviese que ver con el agradecimiento. Cameron escuchó como las llaves tintinearon tras la puerta, con cierta impaciencia.

- Muchas gracias por haber venido hasta aquí para darme noticias.- Le dijo, a medida que retrocedía para cerrar la puerta.- Sus compañeros y yo estábamos muy preocupados…

La joven apoyó las manos en la madera del portón, impidiendo a que llegase a cerrarse. Tuvo que empujar con fuerza para que ésta no llegase a atrancarse del todo. Tragó saliva cuando la cara del hombre se asomó, con una súbita sospecha chispeando en sus ojos.

- Necesito entrar.- Dijo, casi en forma de ruego.

- ¿Perdón?- Estaba bien clara cuál iba a ser su respuesta.

- Necesito hacerlo.- Insistió, rogando al cielo que la dejase penetrar en la residencia sin demasiados contratiempos. Tenía que revisar bien el cuarto de Jeremiah si quería confirmar si realmente estaba enfermo de tétanos. House no sabía nada, ni siquiera la había escuchada aquella misma mañana, al alba, salir de su piso a hurtadillas. Pero si llegaba demasiado tarde al hospital, quizás sospecharía de ella…

El hombre le dirigió una expresión severa.

- Esto es un lugar privado, señorita. Una residencia de religiosos no es lugar para una mujer laica, como usted.- Contestó, intentando que sus frases sonasen de la manera más obvia posible.- Nunca ha entrado ninguna.

Cameron probó a lanzarle la mirada más inocente y suplicante que podían esbozar sus ojos claros. Hasta pestañeó con el afán de engatusarlo.

El hombre la miró durante un instante, pero se apartó al poco, incómodo. Parecía seguir en sus trece.

- Oiga…

- Se está muriendo.- Lo interrumpió, sin darle tiempo a que continuase la frase.- Y no sabemos por qué.

El portero asintió con dificultad, mientras le despachaba una mirada indescifrarle. Torció los labios en una mueca angustiada y cruzó los brazos, creando así una barrera entre él y la joven.

- Lo siento mucho. De verdad, pero…

Ella resopló, ladeando el rostro. Por todos los diablos, su compañero empeoraba cada vez más, se le había parado un par de veces el corazón, y estaba amenazado de sufrir nuevos ataques y problemas respiratorios… ¿y no la dejaba entrar por una simple cuestión ética?

Lo enfrentó con la mirada, impaciente, mientras, en su cabeza, volvía aquella imagen de hacía apenas cuatro días, en la que Jeremiah le daba las gracias por curarle algo que no tenía. También volvió el recuerdo de su mano sacudiéndose incontroladamente, de su pecho arqueándose tras recibir aquellas fuertes descargas eléctricas y de su brazalete de heridas, infectadas y hundidas, que aún adornaban tétricamente su muslo.

La cagaste, Alison.

Apretó los dientes, contrariada.

"Mierda"

No podía permitir que muriese. Consentirlo sería empeorar su diagnóstico equivocado y errar aún más en su falta.

El corazón comenzó a latirle con violencia en el pecho.

- Usted es religioso¿Verdad?- Dijo, notando la saliva demasiado espesa en su boca. Se sentía airada.- Hizo unos votos y se encerró en esta comunidad para sacrificarse por el resto de la comunidad. Su compañero se muere, y yo puedo encontrar lo que le está matando.- El hombre clavó su mirada en el suelo, cada vez más embarazoso por la situación.- Soy creyente aunque no tenga fe en Dios, pero me obligaron a leer la Biblia de pequeña, y sé lo que se dice en ella… Se muere, y podemos salvarlo. Solo tiene que llevarme el lugar en el que se encuentran los instrumentos que utiliza…

El religioso alzó la mirada, profundamente confundido. En ella había un brillo de reconcomio y aprensión.

- No sé de lo que me está hablando…

Las manos de la joven se cerraron con tanta fuerza, que sintió como las inexistentes uñas de sus dedos, se clavaban con firmeza en las palmas. La teoría de su supervisor sobre la que todo el mundo mentía, no le pareció tan disparatada como creyó en su momento.

- Por favor, no me mienta.- Le pidió, con seriedad.- Jeremiah no soportará ni dos días más si no logramos encontrar eso que lo está matando… enséñeme donde se encuentran los instrumentos que utiliza para mortificarse.

El hombre dio un paso atrás, exageradamente escandalizado.

- ¡Aquí no hacemos nada de eso, señorita!- Su tono era demasiado nervioso e iracundo. Lo delató en cuando entreabrió los labios para hablar.

Cameron arqueó las cejas, con una clara expresión incrédula.

- Maldita sea¿es qué no lo entiende?- Farfulló, sin poder soportar aquella hipocresía ni un segundo más.- Se muere. ¡Se muere!

El religioso dio un paso más atrás, e intentó cerrar la puerta. Rápidamente, la joven se apoyó contra ella, y la tranqueó, mientras escuchaba al otro lado de aquella gruesa lámina de madera los forcejeos del hombre por escapar de la incómoda situación a la que se estaba viendo sometido.

- A todos algún día nos tocará reunirnos en el seno de nuestro Señor…-. Respondió evasivamente.

La joven tuvo que emplear toda su fuerza para impedir que el portón se cerrara ante ella, y con él, todas las posibilidades de salvar al sacerdote.

- ¡Oh, claro!- Contestó, irascible.- ¡Dios estará muy contento cuando vea a uno de sus subordinados subir junto a él por culpa de un hermano!

La voz del religioso subió de tono y de volumen.

- ¡Me está acusando a mí¡Ustedes y Jeremiah son médicos¡Yo no les puedo ayudar! Soy solo un simple portero que…

Cameron parpadeó, perpleja ante tal respuesta.

- ¿Jeremiah es médico?

Dejaron de empujarse mutuamente tras un prolongado suspiro. La puerta se abrió por primera vez del todo, mostrando tras ella al hombre que, sudoroso y quejumbroso, guiñaba con fuerza los ojos para que las lágrimas que peligraban por salir al exterior, no lo hicieran. Ella lo observó en un silencio compasivo, mientras él trataba de calmarse. Cuando habló, lo hizo en un timbre lastimado y ahogado, burbujeante de arrepentimiento.

- Jeremiah llegó aquí después de abandonar la medicina… se portó muy bien. Curaba catarros, disminuía el dolor de las jaquecas, conseguía mitigar la fiebre… incluso logró salvar la vida de mi hermana después del accidente de coche…-. Sorbió por la nariz ruidosamente, y se llevó las manos a los ojos, frotándoselos con tembloroso desconsuelo.- Ha sido muy bueno con todos nosotros…

La joven suspiró y clavó con condescendencia su mirada en la empañada del portero.

- Y puede serlo aún.- Insistió, entornando ligeramente el rostro.- Solo tiene… que enseñarme los instrumentos que utiliza para…

- Sé para que los utiliza. No lo repita.- Le cortó entonces él, dándole la espalda.- Está bien, sígame y haga lo que sea con ellos, pero márchese después de aquí y déjeme en paz.

Cameron esbozó una sonrisa sincera mientras sus manos se introducían en su bolsa para buscar los guantes blancos esterilizados. Lanzó una última mirada sobre su hombro, como para comprobar que nadie la observaba. Pero aún era demasiado temprano, las farolas estaban encendidas y ni un alma poblaba la calle. Dejó escapar un suspiro, tranquila. No quería ni imaginar la mueca que trazaría House si descubría lo que estaba haciendo en aquel momento.

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Wilson se llevó las manos al vientre, sin poder aguantar ya más.

Se levantó de la silla de su despacho, abandonando la historia clínica de Wendy Mash en su escritorio. Tuvo que hacer acopio de su orgullo para no echar a correr a través del pasillo y abalanzarse como un poseso sobre la puerta del servicio masculino.

Así que, con su paso magnífico y seguro de siempre, lanzando amables sonrisas a todas las enfermeras y médicos que se le cruzaron, e intercambiando una desagradable expresión con una Julia Covan que no tardó en devolvérsela, llegó por fin al baño.

Con urgencia, abrió la puerta que comunicaba con él, y trastocó su suspiro de alivio por otro de sorpresa.

Al otro lado de la entrada, una figura lo saludó infantilmente con la mano.

- ¿Qué haces aquí?

House hizo una mueca irónica, y se dejó caer sobre la cisterna del retrete de la única cabina existente en aquella estancia.

- Nada, adoro los servicio. Me recuerdan a mi juventud-. Comentó, sin borrar su expresión.- Madre mía, la de pajas que hice en ellos pensando en la macizorra de la clase…

Wilson resopló, como siempre hacía cuando su amigo se iba por las ramas.

- ¿Podemos dejar el tema de tu vida sexual para más tarde y apartarte de ahí?- Le preguntó, notando como la vejiga amenazaba con estallar.- Los retretes están para… bueno, ya sabes para qué. Y las sillas existen para sentarse, así que quita el trasero de ahí y busca un asiento algo más adecuado.

House no se movió. Arrugando su entrecejo, dejó sus ojos libres para que vagaran por el blanco techo.

- Estoy pensando, en el caso del sacerdote…

El oncólogo soltó un gemido de angustia y arreó una patada al suelo, sin poder aguantar ya más.

- ¡Y por qué no reflexionas en tu despacho!- Casi chilló.- ¡Tanto coñazo le diste a Cuddy con él para luego no utilizarlo!

Su amigo suspiró, y se desabrochó el segundo botón de la camisa. Se sentía claramente hastiado.

- No puedo. Vogler me estará buscando por todo el hospital con una orden de despido en la mano…

Wilson tuvo que doblar las rodillas para no desplomarse. Se llevó las manos a la entrepierna. Si House no se levantaba en un segundo, lo agarraría del cuello y lo echaría de allí a patadas.

- ¡Por el amor de Dios¿¡De dónde has sacado esa ridícula idea!- Le espetó, rabioso.- ¡Desde primera hora, está encerrado en su despacho, preparando su próximo viaja a las Vegas!

El nefrólogo bajó la mirada hacia él, sorprendido.

- ¿Ah, sí?

Aquella vez no recibió respuesta, solo un resoplido de desesperación y las grandes y cálidas manos del otro hombre enroscarse en sus brazos. Acto seguido, se vio propulsado hacia el exterior de la cabina con rudeza.

- ¡Joder!- Protestó, cuando la puerta se cerró tras él con suma potencia.- ¡En vez de arrojarme por los aires, podrías haberme dicho que te estabas meando!

Casi sonrió cuando a sus oídos llegó una exclamación irritada desde el otro lado de la puerta. Sin embargo, no llegó a estirar del todo los labios. Las palabras de su amigo comenzaron a revolotear por su mente, sin un significado en concreto.

- Eh, Wilson…-. Comenzó a decir.

- ¿Qué quieres ahora, pesado?

El nefrólogo tragó saliva y cruzó los brazos, mientras se reclinaba sobre la pared,

- No he entregado los informes a Vogler.- Admitió.- Ni siquiera los empecé.

Hubo un instante de silencio, roto únicamente por el sonido que producían las aguas menores del oncólogo al caer estrepitosamente sobre la taza del retrete.

- ¿No?- Preguntó entonces el hombre, con incredulidad.- Pero si no los has entregado… ¿no debería estar buscándote?

House asintió, aún más atónito que su amigo.

- Debería.- Corroboró.

Otro momento en el que los dos quedaron mudos.

- Alguien debe de haber intercedido a tu favor.- Comentó entonces Wilson, mientras cogía el papel higiénico, liberado por fin de la enorme carga que había soportado.- Si no, no estaría en su despacho concretando la hora de su recogida con su helicóptero privado¿no crees?

El otro hombre suspiró, reflexivo.

- En cualquier caso¿quién podría haber sido para que lograse convencerlo?- Tomó el pomo de la puertas con ambas manos.- Tendría que ser alguien a quién él le tuviese demasiado aprecio como para…

Abrió la puerta, y los ojos mordaces de su amigo que se asentaron en los suyos, le dieron la respuesta involuntariamente.

- Mi Pimpollo.- Dijo House.

- ¡Qué¡Venga ya¿¡Cameron!

Wilson dio un paso atrás, súbitamente asqueado.

- ¿Por qué no?- El nefrólogo le dirigió una mirada locuaz.- Ayer, un poco más y se la tira.

- Vamos, no exageres.- Le replicó el oncólogo.- Solo le besó la mano.

House hizo una mueca.

- Ya, y la desnudó con los ojos.- Contestó, exasperado.- ¡Si se empalmó en cuanto la vio!

El otro hombre torció los labios, aún reticente por la extraña hipótesis del otro hombre. La simple idea de que fuese cierta, le revolvía las tripas.

- Además.- Volvió a la carga, con una nueva idea fortaleciendo su propia teoría.- ¿Por qué iba a hacerlo? No se habría acostado con él solo para pedir que no te despidieran… A ella no le gustas.

El médico esbozó una triste expresión mientras se llevaba las manos al corazón, como si lo acabasen de apuñalar a sangre fría.

- Has herido mis sentimientos¿sabes?

Wilson no le hizo caso, pero no cambió la expresión, aún repelido por la simple imagen de aquel jefe enorme y cruel, al lado de la tímida e indecisa Cameron.

- De todas formas.- Continuó House, atrayendo de nuevo la atención de Wilson.- Lo descubriré por mi cuenta.

El oncólogo adoptó una posición recelosa. Conocía de sobra las formas de investigación que elaboraba, y, en todas ellas, no había conocido aún ningún caso en que la verdad hubiese salido ilesa. Casi siempre se llevaba a quién se la proporcionaba por delante, hiriendo su orgullo, haciendo sonar sus cuerdas vocales más de lo necesario, o produciendo una copiosidad difícilmente controlable de lágrimas.

- ¿Cómo¿Preguntándole si han echado un polvo?

House arqueó las cejas, considerando divertida la idea.

- Por supuesto, sería una escena interesante.- Comentó, socarrón.- Yo le preguntaría¿cómo te sentiste anoche, con la tranca de Vogler entre tus piernas feligresas? El problema vendría después, cuando Cuddy se enterara y acabase persiguiéndome por el hospital con una ametralladora en las manos…

Wilson se echó a reír, sin poder evitarlo.

- Aunque quizás cambie de plan. Resultaría un poco embarazoso para la Pimpollo…-. Pero de pronto, el nefrólogo se detuvo y sonrió, al venirle una imagen muy tentadora a su trabajada mente.- Aunque lo primero mola mucho. Eso de tener a Cuddy corriendo detrás de ti con un arma, da un montón de morbo…

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TOC. TOC.

Dos golpes secos, aunque suaves, le hicieron apartar la vista de su ordenador y clavarla a desgana en la puerta que acababan de golpear.

- ¿Quién es?- Preguntó, molesto por la interrupción.

Una voz femenina le habló desde el otro lado de la estancia.

- Lisa Cuddy.

Él suspiro, apesadumbrado. Posando su mano oscura en el ratón, echó un último vistazo a la página erótica con la que se había estado deleitando durante los últimos veinte minutos, y la cerró, cambiando por instantes los enormes pechos de una rubia despampanante por el tranquilo paisaje otoñal de su salvapantallas.

A pesar de que la directora del hospital le traía sin cuidado, no podía permitir que pensase que él, Vogler, el némesis de House, el magnate farmacéutico, era un simple pervertido frente a un ordenador.

Las apariencias había que conservarlas, siempre.

- Pase.

Lisa Cuddy surgió tras la puerta como Venus entre las aguas, eso sí, algo más mayor y vestida con un caro traje celeste y rojo de Chanel. En sus labios pintados, lucía una sonrisa que difícilmente podía esconder. Había triunfo en ella, lo despedía a través de todos los poros de su cuerpo.

Vogler la recibió con una desdeñosa mueca.

- Vaya… parece que consiguió someter a House bajo su yugo.- Comentó, casi a regañadientes. Ella marcó aún más su expresión, irradiando orgullo femenino.- ¿Cómo lo hizo¿Se acostó con él?

Ni siquiera un comentario así podía disgustarla. Los informes de House estaban en su mesa, revisados y sin una sola frase que corregir, ordenados por fecha y escritos eficientemente a ordenador. Tal y como lo había ordenado él.

Imposible. Era incapaz de borrar aquel brillo de sus ojos, aquel destello que demostraba a aquel hombre de cincuenta quilos de más, lo que valía. Mantuvo la sonrisa intacta mientras se acercaba al escritorio y se sentaba con elegancia sobre la silla que se encontraba frente a la del empresario.

- No quiere perder su empleo.- Contestó, con calma.

Vogler resopló.

- Ya, bueno… eso ya se verá.- Se volvió hacia la pantalla del ordenador, y observó con lujuria como, junto al botón de inicio, la ventana que minimizaba la página web que con tanta atención había estado disfrutado, le hacía un guiño.- Ahora, si solo ha venido a decirme eso… estoy muy ocupado, y me gustaría acabar con…

- ¿Qué quiere decir con que ya se verá?- Le interrumpió ella, frunciendo por primera vez el entrecejo en aquella mañana.- Ha hecho lo que le ha pedido¿qué mas quiere?

El empresario la fulminó con la mirada, mientras sus manos se cruzaban en torno a su ancho vientre.

- Que un día me entregue los informes en orden no quita la posición desobediente que ha adoptado durante toda su vida en este hospital.- Respondió, con severidad.

Cuddy marcó aún más su estupefacta y furiosa expresión. Aquello si era algo que podía arrebatarle la felicidad que había conseguido en aquel día.

- Usted se los pidió, y él…

Vogler dio un fuerte puñetazo a la mesa, acallándola al instante.

- ¡Maldita sea¿¡Es qué no lo entiende¡Me importa un bledo que mantenga sus obligaciones en orden!- Vociferó, embravecido.- ¡No estaré en paz hasta que consiga echar a ese maldito médico!

La mujer palideció, atónita.

- ¿Cómo?

- Pensé, doctora, que con su alto coeficiente intelectual, se habría dado cuenta desde el principio… pero ya veo que me equivoqué.- Le lanzó una mirada significativa, llena de desprecio.- Solo estoy esperando a que cometa un error, uno solo… para echarlo a patadas a la calle.

Cuddy sintió como sus puños se tensaban.

- Usted no puede hacer eso…

Vogler le sonrió, con aquella mueca hipócrita que tanto odiaba.

- Querida, no sea ingenua, por supuesto que puedo…

- ¡Hay muchos médicos aquí que no se lo permitirían!- Replicó, alterada.

- Supongo, pero yo sé que está conmigo…-. Continuó hablando, en tono altanero e irrefrenable.- Una cabeza tiene que rodar, usted decide cual.

- No dejaré que sea la de House.- Cuddy sonrió, gloriosa, y sus ojos le lanzaron una mirada desafiante.

- Entonces será la de su sobrina.

La mujer ahogó una exclamación, y estuvo a punto de levantarse de su asiento para abalanzarse contra él. No obstante, consiguió controlarse a tiempo y esbozar la expresión más letal que le permitían sus elegantes y bellas facciones.

- No entiendo por qué habría de hacer eso…-. Su voz tembló de pura ira.

Vogler se recostó sobre el respaldo de su sillón de piel, y con tranquilidad, abrió el cajón principal de su escritorio, extrayendo de él un par de papeles escritos a ordenador.

La mujer notó como su rostro se demudaba sin que pudiese evitarlo.

- Tuvo poco cuidado en esconder una parte del historial clínico de su sobrina… mal hecho.-. Sonrió con crueldad, cuando comprendió que Cuddy era demasiado orgullosa como para replicar y acatar una posición tan hipócrita.- Ya lo sabe… usted decide. En cuanto House cometa un error, por mínimo que sea, tendrá que elegir que cabeza cortar. La estimable e inteligente de su nefrólogo, o la de su encantadora y bonita Alison…

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Cameron abrió la puerta con cautela, cerciorándose antes de que nadie pasaba por el pasillo en aquel momento. Al comprobar que estaba totalmente desierto, se atrevió a asomar la cabeza al interior del servicio masculino con todo cuidado.

Casi gritó cuando descubrió la figura de House de espaldas a ella, inclinando con indolencia su pelvis hacia la taza del retrete. Se quedó helada, incapaz de reaccionar, mientras en sus oídos se colaba el sonido del agua cayendo desde una gran altura.

Dio un paso atrás, intentando que su entrada pasase desapercibida. Sin embargo, cuando retrocedió, su talón golpeó con fuerza contra el marco de la puerta, arrancando de él un sonido cortante y seco, lo suficientemente potente para que atrajese la atención de su supervisor.

Con las cejas arqueadas por el sobresalto, se volvió hacia ella y ahogó una exclamación entrecortada.

- ¡JODER!- Protestó, subiéndose a toda prisa la cremallera de los pantalones.- ¿Eres hermafrodita o qué?

La joven enrojeció, y se apresuró en darse la vuelta, con la vista fija en el suelo.

- Lo… lo siento…-. Balbució, sintiendo las mejillas tan cálidas como el fuego.- Pero estaba buscándote y Wilson me dijo que viniese aquí…

House suspiró, mientras se volteaba para encarar a su pupila. Con presteza, tiró de la cadena y esperó a que dijese algo.

Cameron tragó saliva, y alzó la mirada de las baldosas oscuras del baño.

- He comprobado cuál era la bacteria de la herida de Jeremiah.- Comenzó a decir, algo reticente.- Es la Clostridium tetan. Definitivamente, tiene tétanos.

El médico parpadeó, algo asombrado. No obstante, no permaneció demasiado tiempo con esa expresión. Tres segundos después, ya la había metarfoseado en una repleta de recelo y perspicacia.

- No me digas… ¿Y se puede saber cómo lo has justificado¿Ha sido tu impresionante poder de deducción, o es que has sido pitonisa en una vida anterior?

Ella se pasó la lengua por los labios, al notarlos resecos. Sabía que si contestaba a aquella pregunta se delataría así misma. Dios¿por qué no podía echar una ojeada a los resultados de las pruebas y no querer encontrarle una explicación sobre el cómo había realizado esos análisis?

Suspiró.

- Hice un cultivo de una de las heridas, y, al dar positivo, la comparé con las otras bacterias que encontré en…-. Rectificó.- Entre sus cosas.

House sonrió, de una forma particularmente elocuente.

- Con la bacteria que encontraste en el suelo de su residencia¿me equivoco?

Cameron se mordió la lengua, contrariada, pero no se atrevió a replicar. Con los ojos de vuelta al suelo, escuchó a su supervisor resoplar con impaciencia.

- Mira que eres tonta…

La joven alzó de nuevo la mirada, dolida.

- ¡Estaba preocupada¿Vale?- Contestó a la defensiva.- Quería comprobar si realmente estaba enfermo de tétanos…

House rió, casi con crueldad.

- Y una mierda.- Le dijo.- Te sentías culpable.

Ella torció los labios, sin atreverse a replicar.

- Por lo de tu cagada con lo de la gastroenteritis¿me equivoco?

La aludida sacudió la cabeza, pero siguió sin pronunciar palabra. El médico no apartó la mirada de su pupila, dejando escapar un bufido exasperado.

- Mira, está muy bien que el otro día me echaras huevos y todo ese rollo. Me gustó.- Le lanzó una mirada ceñuda.- Pero joder, si los tienes para encararme, tienes que tenerlos también para no echarte atrás y aceptar tu equivocación.

Cameron asintió con dificultad, y se llevó las manos al cuello, dejando caer la cabeza hacia atrás. A través de sus ojos vidriosos, pudo entrever el techo con dificultad, como si lo estuviese contemplando a través de una capa de agua. Apretó los labios, y deseó que las incipientes lágrimas desapareciesen de sus pupilas antes de que una nueva descarga de palabras la obligasen a derramarlas.

Deseó no ser tan voluble y débil ante una crítica.

El hombre apartó la mirada. Había llegado a avistar los ojos demasiado brillantes de sus pupilas justo antes de que ella los clavase en el techo. No quería producir una inundación en el baño, y mucho menos, una reprimenda de Cuddy fácilmente evitable. Así que, en silencio y con el rostro arrugado en una irremediable paciencia, esperó a que Cameron se calmara.

Tuvo que aguardar un minuto entero hasta que la voz de su becaria volviese a llegar a sus oídos, en un tono más débil y bajo que de costumbre.

- ¿Qué hacemos entonces con el paciente?

El médico meditó la respuesta.

- ¿Has averiguado algo más en tu visita a la residencia?- Preguntó, al cabo de un instante.

La joven frunció el ceño, intentando recordar. Cinco segundos después. Sacudió la cabeza con frustración.

- Nada importante… el portero solo me dijo que antes de dar sus votos, ejercía la medicina…

House abrió los ojos de par en par.

- ¿Nada importante¿Eso crees?- Le cuestionó arqueando las cejas con exageración.- ¿Te parece normal que un tío, después de tantos años desgastándose los codos, estudiando y haciendo prácticas, acabe por meterse a cura? O se le apareció la Virgen María o tuvo una cagada de las que hacen época…

La joven parpadeó, confusa, sin entender del todo el por qué del súbito interés de su supervisor por aquel aspecto del pasado del paciente.

- ¿Y eso qué mas da?- Preguntó, atrayendo su atención.- No tiene ninguna relevancia clínica…

House le sonrió, no solo con la boca. También con la mirada.

- Craso error.- Le contestó drásticamente. Marcó aún más su mueca y señaló con el dedo índice en dirección a la puerta.- Ve y dóblale la medicación.

Cameron asintió, apresurándose en cumplir la orden. No obstante, a mitad de camino a la salida, la voz de él la hizo detenerse.

- No andas con las piernas abiertas…

- ¿Cómo?- Se volvió hacia el médico, que con la vista clavada de sus caderas a sus pies, parecía verla a través de rayos X. Tenía que haber escuchado mal.

- No andas con las piernas abiertas.- Repitió, como si no pudiera creérselo. Torciendo la boca en un gesto incrédulo, subió sus ojos hasta los confundidos de su pupila.- Entonces…¿ayer no te acostaste con Vogler?

Cameron abrió la boca de par en par.

- ¡QUÉ!

House suspiró, cansado de remachar las frases más de lo estrictamente necesario.

- Qué si no echaste un polvo anoche con el jefazo, con nuestro gordito preferido, con el todopoderoso empresario, con el negrazo… como prefieras llamarlo.

La joven tuvo que sacudir la cabeza para poder reaccionar. Molesta y patidifusa ante tal pregunta, fulminó al médico con su orgullo femenino.

- ¡No¡Por supuesto que no!- Exclamó atropelladamente, con repulsión.- ¡De dónde has sacado esa idea!

House estiró los labios, moviendo la mano para restarle importancia al asunto.

- De ningún lado. Solo era una hipótesis de mi propia invención.

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Jeremiah Ferguson suspiró con amargura, y echó un vistazo a la pequeña maceta que yacía en la mesilla de noche, regalo de sus compañeros de la congregación. Al igual que él, parecía empeorar cada día más. Ironías de la vida.

Se sentía cansado, agotado de tener aquellas agujas clavadas en su piel y aquellas sondas en el interior de su cuerpo. Había sido médico, pero muy pocas veces paciente. En aquel momento, era cuando realmente los comprendía.

Miró hacia la ventana, y sonrió con amargura al descubrir a la lejanía una masa de cirros oscuros y negros, cargados de agua y electricidad.

Aquella noche habría tormenta, pero deseó hallarse fuera, en el exterior cuando aquello ocurriera. Sentir la fresca lluvia inundando su rostro y empapando su uniforme de paciente, podría devolverle quizás, alguna esperanza que no estuviese del todo perdida.

De pronto, el aire se detuvo en su tráquea, incapaz de llegar a sus pulmones. Boqueó, incapaz de respirar, e intentó llevarse las manos a la garganta. Pero no pudo, porque de nuevo, un fuerte espasmo le hizo mover violentamente su brazo, obligando a que golpease, sin quererlo, la pared. Escuchó un crujido extraño, y la muñeca, convulsa, se balanceó desde un extraño ángulo.

Intentó gritar, para pedir auxilio, o simplemente liberar ese dolor lacerante que lo arañó hasta las entrañas.

Clavó los ojos en el techo, incapaz de hacer algo más, y deseó entonces que todo aquel sufrimiento acabase, que el dolor desapareciese, que su propia existencia llegase a su fin.

Cerró los párpados. Quizás tuviese suerte y nadie le escuchase. Medio minuto más y…

- ¡Maldita sea¡Se nos va!

Una fuerte voz masculina le hizo volver a la vida. Pestañeó, y vio junto a él a un hombre maduro, de brillantes ojos azules que lo fulminaban con delirio.

- ¿Es usted imbécil o es que se quieres suicidar?- Le espetó, con agresividad.- ¡Por qué coño no ha llamado a la enfermera!

El sacerdote solo sonrió, y se dejó arrastrar por el río de narcóticos que lo hundió en un profundo sueño.

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- ¿No puedes dormir?

La voz de Wilson lo sacó de sus pensamientos. Incorporándose del sofá, lanzó una mirada desdeñosa a su amigo adormilado que lo observaba tras una maraña de bostezos.

- Que va.- Ironizó.- Estaba trazando un plan sobre cómo acosarte cuando estuvieses en la cama…-. Lo miró de reojo, sonriendo.- Pero ya veo que no voy a poder llevarlo a cabo.

El otro hombre suspiró, y, con pesadez, se dejó caer sobre el diván, con los párpados entrecerrados. Soltó un largo bostezo antes de contestar.

- Llevas más de dos horas rasgueando las cuerdas de la dichosa guitarra…¿cómo quieres que duerma?- Le dijo, levemente fastidiado.

House chistó, y acarició con su callosa mano la hermosa cubierta azabache y perla de su instrumento eléctrico, apoyado como un fiel can a sus pies. En su rostro, había una expresión cansada que marcaba más de lo necesario sus incipientes arrugas.

- No sé lo que le pasa…-. Murmuró, tras un momento en silencio.- Le hemos hecho todo tipo de pruebas, y todas apuntan al Tétanos, pero…

El oncólogo lo observó de soslayo.

- ¿No mejora?

El médico sacudió la cabeza, recostándose a la vez sobre el amplio respaldo de blando cuerdo de su sofá. Pareció meditar la respuesta.

- Se me está escapando algo, y no sé que…-. Se detuvo, con la vista clavada en una maceta cercana a la estantería. Frunció el ceño con disgusto.- Joder, Jimmy. ¿Ya se te ha vuelto a olvidar regar la dichosa planta?

El médico miró hacia el pobre vegetal, mustio y caído, que parecía tener apenas fuerza de tenerse sobre su tallo. Resopló con fuerza.

- No me eches la culpa a mí.- Replicó.- Seguro que ha sido Helena. Siempre que viene a limpiar la casa, fumiga esa estantería una barbaridad. Algo habrá caído en la maceta…-. Se frotó los ojos, intentando apartar el sueño que quería hacerse dueño de su cuerpo.- Por cierto¿has visto hoy a Cuddy? No ha salido hoy durante todo el día de su despacho…

- Que le den a Cuddy.- Lo interrumpió con brusquedad House.

Wilson se volvió hacía él, reparando en la enervada expresión que se dibujó en su agotado rostro. Se incorporó a toda velocidad, sintiendo como el corazón propulsaba con fuerza y determinación la sangre, por cada vena y arteria de su cuerpo. Sus ojos despidieron un fulgor turquesa, y sus arrugas se marcaron con fría inteligencia.

- Ya lo entiendo…

Wilson lo miró, confundido.

- ¿Qué es lo que entiendes?

El hombre no respondió. A paso rápido, se dirigió al agujero de la pared, y asomó la cabeza por él sin ningún atisbo de pudor o educación. Su amigo suspiró, dejando que sus manos se moviesen solas hacia las orejas. Sabía lo que iba a hacer.

El nefrólogo cogió aire y gritó a todo pulmón.

- ¡PIMPOLLO!

No hubo respuesta, solo el eco de la voz del hombre disolviéndose en el silencio.

Sin amilanarse, volvió a llenar los pulmones de oxígeno.

- ¡HEY!- Con su propia estantería, golpeó con fuerza la pared, produciendo un sonido hueco y potente.- ¡PIMPOLLO¡EN PIE!

Aquella vez si se escuchó algo. Un murmullo ahogado a lo lejos, una maldición ahogada, quizás. Sin embargo, no era suficiente para él.

- ¡EH¡LEVANTA EL CULO DE UNA CONDENADA VEZ DE LA CAMA!

El oncólogo bufó por lo bajo, molesto ante tanto griterío.

- Oye, House, la comunidad de vecinos ya está buscando motivos con los que desahuciarte…-. Le dijo, entornando el rostro amenazadoramente.- Ya tocas tu guitarra eléctrica a las tres de la madrugada, pones la pelis pornos tan fuertes que hasta los pobres niños de los dos pisos inferiores se enteran, y te traes noche sí, noche no, compañía no demasiado recomendable…

El aludido se volvió hacia él, con un fingido gesto aterrorizado pendiendo de sus rasgos.

- Oh, sí… tienes razón.- Dobló los labios en una curva descendente, como un niño haciendo pucheros.- A partir de ahora seré bueno…

Wilson se volvió a recostar sobre el sofá, sabiendo que todo intento era desesperado.

- Aún así…-. Comenzó a insistir.

Una voz femenina, precedida por una hilera de pasos golpeados con furia contra el suelo, ronca a causa del súbito despegue de las cálidas sábanas, no dejó que acabase la frase.

- ¿Se puede saber a qué viene esta prisa por llamarme?- Cameron, vestida con un pijama a rayas celeste y blanco, fulminaba a ambos con los ojos parpadeantes. Sobre sus turbias pupilas, su larga cabellera oscura se había convertido en una masa color café difícil de desenredar. Henchida de rabia y furor, clavó su clara mirada en la de su supervisor, que se la devolvió con una nota burlona.

- Tienes un humor estupendo por las mañanas, querida.- Observó, socarrón.

La joven señaló iracunda con el dedo índice el reloj de su salón antes de contestar.

- ¡Son las tres de la mañana¡Aún quedan más de cuatro horas para que amanezca!- Replicó. Bufando por lo bajo, cruzó los brazos sobre su pecho, esperando una respuesta, que fuera medianamente plausible. Viniendo de House, estaba segura de que no sería lo que recibiría.

- Una hora estupenda para salvar enfermos.- Dijo él, sonriéndole mezquinamente.- Ponte lo primero que encuentres y ve al hospital.

Cameron puso los ojos en blanco y retrocedió un paso. Su ceño acabó por fruncirse del todo.

- ¿Por qué?- Preguntó, sin entender.- No tenemos que estar ahí hasta las nueve…

House le dedicó una expresión exasperada. Sin contestarle aún, se dirigió a largas zancadas hacia el perchero y agarró la chaqueta de cuero y el casco que colgaban de él.

- No me pongas pegas.- Comentó, mientras quitaba el pestillo de la puerta de entrada y abría la puerta con presteza.- Voy a salvar a tu hombre de Dios…-. Le lanzó un guiño cómplice antes de añadir la última frase y desaparecer tras el portón .- Y a hacer que no te sientas culpable.

La puerta se cerró, abandonando a Wilson y a Cameron estupefactos, tal y como siempre conseguía dejarlos House. Se miraron entre sí durante un segundo, intercambiando una curiosa mirada. Acto seguido, ambos se echaron a reír con estrépito.

- A lo mejor me equivoco, pero…-. Comenzó a decir la joven, sin llegar a controlar del todo las carcajadas- Se ha ido en pijama y zapatillas¿verdad?

Wilson asintió con torpeza, incapaz de aguantar las risas.

- Está redomadamente loco.

Cameron asintió, aún sonriente. No supo por qué, pero de pronto, una expresión suave, cálida, pareció brillar con luz propia en su adormilado rostro.

Voy a salvar a tu hombre de Dios… Y a hacer que no te sientas culpable.

Sí, redomadamente loco. Pero brutalmente humano.

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Bueno, pues hasta aquí llegamos por hoy y a saber durante cuanto tiempo xD! Espero que aunque no haya sido tan cómico, os haya gustado de todas maneras. Lo he descuidado un poco, he de admitirlo, porque he estado preparando todo para el inicio del curso y lo he hecho con un poco de prisa para que no me cogiera el toro. Quería meter en este capítulo el desenlace del sacerdote, pero como siempre, se me fue el número de páginas y ya me pareció suficientemente largo. No quiero aburriros. ;)

Como siempre, agradecer a todos aquellos que me han enviado un review, y que, por favor, que sigan haciéndolo, son el aliento para continuar los fanfics!

Squalifj: Espero que la espera haya valido la pena! Besos!

Natyteresa: Hola! Respecto a lo de House y Cuddy... bueno, habrá algo, pero no aparecerá nada de ellos directamente hasta en la segunda parte, y para eso queda mucho... respecto a los sentimientos de Cuddy, ya se verán más próximamente. Me alegro de que te haya gustado el capítulo, espero que este también lo disfrutes y me escribas para darme tu opinión! Besos!

Mae-chan: Que bien que entendiste lo del baile de San Vito! Estaba algo así por si la gente no lo entendía... Muchas gracias por los ánimos, espero que este capítulo también te haya gustado. Besos!

Hikaru-forever: De verdad que te cae mal Julia? Es buena persona en el fondo, ya la verás... ma gustao tanto U.U y O.O, jajaja! Y bueno, rollo habrá pro bastante más aldenate, me gustan que los romances sean reales, y no aparezcan en el segundo o tercer capítulo de la historia, aunque tú eso ya lo sabrás ;). Muchos besos y espero que sigas leyendo!

Hameron: Definitivamente me pones roja como un pimiento! Pero no me queda más que ser domesta, ojalá mis guiones y escritos fueran los de David Shore, en todo caso, por ver a Hugh Lauirie de cerca xD. De todas formas, muchas gracias por tantos ánimos que me das! Espero que sigas leyendo y me sigas mandando tus opiniones! Ah! Y felicidades por tu fic ;) a ver cuando lo continuas! Muchos bsos!

H-C Forever and ever: Sí que te gusto lo de Terminator... esa frase también me hizo gracia al escribirla xD. Ya verás el por qué misterio de los formularios escritos no por House... ya verás lo que pasa. Besos!

HouseCamy: Buenas! Sí, voy a hacer una pareja y más, y tranquila, a Wilson no pienso dejarlo solo. Es si segundo personaje favorito y lo quiero demasiado como para dejarlo solo... te aseugor que no te esperas con quién acabará xD. Besos!

Laia Borne Black: Hola! La verdad es que lo de la frutariana lo saqué de Notting Hill, la vi hace unos años, y no se por qué, esa escena me vino a la memoria. Como me acuerdo que me partí de risa cuando la vi, creí ponerla en el fic porque valía realmente la pena. Ya ves como Vogler está convencido en echar al pobre House... ya verás como acaba al final todo eso. Y sí, a Cameron sí que le dio repelús cuando Vogler le besó la mano, yo me hubiese quedado O.O O.o... Bueno, besos y espero que me vuelvas a escribir!

Y bueno, hasta aquí se llega hoy xD!

Espero que seáis buenos y me sigáis mandado reviews que me animen a soportar este horrible curso que empieza para mí xD... y para que consiga continuar la historia!

Recordad: Un fanfic con reviews es un fanfic feliz!

Muuuchos besos!