Sentía latir su corazón, también como la sangre fluía por todo su cuerpo. Pero no podía moverse. El hechizo lo tenía inmovilizado y el asistía horrorizado ante lo increíble y desorbitado de la historia. Sus ojos viajaron de uno a otro, y suplicó a Merlín tener la fuerza para romper el hechizo. No pudo hacerlo.

No quieres hacerlo muchacho – la voz sonaba cansada.

- un ligero temblor en la mano que sujetaba con fuerza la varita, fue la única respuesta que obtuvo.

Aún hay un camino. Estás a tiempo de cambiar.

No… ya no… - la voz se le quebró – Ya nada importa – agachó la mirada un segundo y apuntó con decididamente.

Muchacho… - susurró antes de caer de rodillas – Aún estás a tiempo, podemos ayudarte.

Nadie puede… ya no – creyó ver tras aquellos ojos grises una lagrima, pero el rubio torció la cara y no vio más que el rayo verde salir disparado hacia el viejo director – Avada Kedavra

¡NO! – gritó con todas sus fuerzas. Respiraba deprisa, el sudor empapaba su cuerpo y podía moverse. Ya no estaba allí.

Tres años habían pasado. Casi uno y medio de guerra, y los tres llenos de pesadillas. En realidad llenos de la misma, que se repetía noche tras noche, y que conseguía hacer de sus noches un suplicio.

Retiró las sabanas hacia los pies de la cama, y se quedó tumbado observando el techo de la habitación durante varios minutos, girando el rostro observó en el despertador digital que apenas eras las cuatro y veinte de la madrugada. No habría forma humana de que volviera a conciliar el sueño, así que decidió que aquella noche, dejaría que los recuerdos le torturan.

Pero como un ángel caído del cielo, como su propio ángel guardián la puerta de la habitación se abrió, dejando que la luz del pasillo se colará desde los pies de la cama hasta su rostro.

¿Otra vez? – preguntó preocupado.

No es nada.

Harry… - se acercó a la cama y se sentó – Quizás deberías ver un terapeuta, no es normal soñar siempre lo mismo.

Puede… - cerró los ojos – pero ese momento cambió mi vida, supongo que lo considero importante.

Ese día nos cambió a todos – respondió abatido – pero hemos salido adelante, la guerra…

Remus, tú no – le dijo – Sabes tan bien como yo, que la guerra no terminará hasta que él… - se mordió el labio – o yo desaparezcamos para siempre.

Ha pasado un año y medio…

Tardó diez años en regresar después de matar a mis padres…

Lo sé… - miró el reloj – Aún es temprano, pero podemos desayunar si quieres.

No tengo hambre, quizás vaya a correr un rato – se incorporó hasta quedar sentado - ¿Irás a verle hoy?

Sí – sonrió – pero después del trabajo, tengo que presentar unos informes para que Severus les de el visto bueno.

Sigo sin entender porque esa escoria es el nuevo director y tú…

Yo soy un licántropo – se levantó – Te preparé el desayuno para cuando vuelvas.

Me mimas demasiado.

Sirius hubiera hecho lo mismo – respondió tristemente mientras salía de la habitación.

Media hora más tarde y ataviado con un chándal oscuro, Harry se perdía por las calles de Nothing Hill rumbo al parque donde intentaría matar los demonios que le asediaban desde aquella fatídica noche de hacía ya tres años. Siempre empezaba con un ritmo lento, casi una caminata algo acelerada, pero pronto tenía que correr más deprisa porque los pensamientos, y los recuerdos le acechaban en momentos como aquellos, y él solo quería borrarlos de su mente.

Como si correr pudiera borrar su pasado.

Como si correr pudiera borrar aquella noche.

Como si correr pudiera borrarle de su mente.

Cuando llevaba más de diez kilómetros encima se detuvo por fin, junto al mismo árbol de siempre, el que todas las mañanas le servía de punto de apoyo, sobre el que dejaba caer su espalda, resbalaba hasta el césped y hundía la cabeza entre las piernas, y donde nadie podía verle, y tampoco oírle, lloraba las lagrimas que tres años atrás se había quedado en su alma.

Siempre se aparecía en la puerta del apartamento que compartía con Remus, agotado tras el ejercicio físico que utilizaba para purificar su maltrecha conciencia. Cuando abrió la puerta, supo que algo no iba bien.

¿Qué hacéis aquí? – pregunto a los hermanos, Charlie y Bill Weasley.

Harry… - Remus emergió entre ellos – Siéntate.

¿Ha regresado? ¿Ese hijo de puta ha vuelto? – preguntó apretando los puños – Te lo dije… se lo dije a ese cabrón del ministro… no estaba…

Harry… - Remus llegó hasta él y puso su mano sobre su hombro – No es Voldemort.

¿Entonces? – abrió sus ojos verdes tanto como pudo, clavando la mirada en Remus.

Está noche ha habido una redada al norte de Newcastle – comenzó Bill – Han capturado a algunos mortifagos – Remus sintió el escalofrío que recorrió el cuerpo del moreno y lo agarró por el codo.

Harry… - entornó la mirada un segundo antes de volver a mirarlo fijamente – Han encontrado a Draco.