N. de A.: No existen palabras para disculparme por una desaparición tan prolongada. Como a muchos os respondí, mi vida se ha complicado hasta cotas insospechadas y mi tiempo delante del ordenador se ha visto reducido a casi nada, no he abandonado en ningún momento mi fic pero va más lento. Prometo seguirlo pero no sé cuando podré hacer la siguiente actualización, así que os pido paciencia aunque sé que cuesta mucho cuando algo que lees te gusta.

Gracias a todos aquellos que me leéis, que habéis dejado reviews o me mandáis mensajes, gracias por seguir animándome y esperando por mi historia. Es gracias a vosotros que saco tiempo de dónde no lo hay para escribir, aunque sean un par de líneas al día. A todos vosotros os dedico este capítulo, espero que os guste.

VERDADES

"Mi verdadero nombre es Kusina, o al menos ese es el nombre que me puso la mujer que me encontró abandonada a las puertas de una oficina de asuntos sociales. Me adoptó enseguida una familia adinerada, después de todo yo era un adorable bebé de pelo cobrizo y ojos verdes, pero la princesita les salió rana; mi temperamento era inquieto, rebelde hasta rozar la más absoluta anarquía. Mis padres no se lo pensaron mucho y me inscribieron en una academia militar en cuanto cumplí la edad requerida, ya no volví a verles.

Mi estancia en la academia apenas llegó a los tres años, luego uno de los altos mandos empezó a interesarse por mí y consiguió convertirse en mi tutor. Era un hombre muy agradable al que todo el mundo temía, aquello me resultaba gracioso porque yo podía insultarle y patearle sin mayores repercusiones. Unos le trataban de "señor" u otros por el apodo que se ganó en su época activa de la Guerra Fría, Jiraiya, él estaba emperrado en que yo le llamase "papá" pero me rechinaban los dientes cada vez que lo decía. Bueno, el caso es que Jiraiya me llevó a un centro de entrenamiento secreto del gobierno y en poco tiempo salí convertida en una perfecta miembro de las fuerzas especiales, tenía veintitrés años cuando me mandaron a mi primera misión en Colombia.

Aquella fue una época muy divertida, canalicé toda mi energía sobrante en misiones cada vez más arriesgadas al tiempo que aprendía nuevas disciplinas. Actualmente, hablo catorce idiomas y chapurreo otros tantos, domino veinte modalidades de combate cuerpo a cuerpo, manejar un arma es más fácil para mí que cocinar, sé escalada, buceo, salto en paracaídas, mecánica, conducción de riesgo... bueno, sé muchas cosas que un ama de casa decente ni siquiera imaginaría. Todo cambió de repente cuando conocí a Robert; era de esos chicos callados con facilidad para pasar desapercibidos a pesar de su atractivo y otro de los protegidos de Jiraiya, el primero de nosotros y su favorito. Nos asignaron una misión en China, digamos que las cosas se complicaron hasta tal punto que estuvimos desaparecidos durante seis meses, el tiempo que nos llevó entrar en Hong-Kong y contactar con nuestra gente. Nada más volver a EEUU nos casamos, Jiraiya se opuso en un principio alegando que estábamos afectados por el aislamiento y la sensación constante de peligro que te obliga a vincularte a tu compañero hasta cotas insospechadas, estrés postraumático, muy probablemente tuviera razón pero yo era joven y quería a Robert.

Siete meses después de casarnos nació John. Ya por entonces debí sospechar que algo no funcionaba como debería, Robert se empeñó en que me tratara un equipo médico militar alegando que eran muchísimo mejores que los disponibles para los civiles y que contaban con las ultimas tecnologías. Fue cuando conocí a Tsunade, ella era la directora de aquel equipo, y la verdad es que me cayó francamente bien, decía las cosas sin adornarlas y cuidó de mí como si fuera una joya. Tuve un niño precioso de pelo rubio y ojos claros al que llamé John, renuncié a mi trabajo y me transfirieron al servicio que coordinaba las misiones, mi experiencia salvó la vida de muchos de nuestros hombres y ésa es una de las pocas cosas de las que me siento orgullosa. Para entonces empezaba a sentir como cambiaba el carácter de Robert, me engañé a mí misma pensando que sería cosa del trabajo.

Cuando John tenía cinco años ocurrió algo extraño. Una noche me fui a dormir y desperté en la unidad médica de Tsunade, Robert estaba por allí hablando con un tipo que no me gustó nada y con una joven de largo cabello azul, pero vino a mi lado en cuanto se percató que estaba despierta. Le pregunté por lo que había pasado y él me explicó que había empezado a comportarme como sonámbula hasta que me desplomé en el suelo de la habitación con temblores, que se asustó y me llevó enseguida con Tsunade para que me examinara. Decidieron dejarme reposar allí unos días por si acaso era algo serio, como conocían mi temperamento me retuvieron manteniéndome medio drogada, recuerdo la mirada culpable que me dedicaba Tsunade cada vez que me administraba una nueva dosis. Estuve literalmente secuestrada dos meses, hasta que Jiraiya me sacó de allí con ayuda de su influencia dentro del gobierno. La discusión en casa fue épica, Robert argumentaba que mi estado era demasiado delicado y que sólo intentaba mantenerme a salvo, Jiraiya le llamó mentiroso y que detrás de esa fachada de marido sobre protector se ocultaba algo; yo casi no intervine, demasiado alucinada con la noticia de mi segundo embarazo. Zanjaron la situación en tablas, me quedé en mi casa con un plan de reposo absoluto y Jiraiya me visitaba como mínimo tres veces por semana para asegurarse que Robert no me hubiera vuelto a secuestrar. Le pregunté repetidas veces por qué tan de repente había dejado de confiar en su hijo favorito, sólo me dijo que tenía nueva información sobre él y que podía haberse vuelto peligroso, que se le había ido la olla o algo así, yo me limité a reírme de sus absurdas acusaciones.

Nueve meses después de empezar aquella locura, nació mi segundo hijo, era aún más rubio que John y sus ojitos resplandecían con el azul más brillante que jamás vi, berreó como un auténtico campeón hasta que me dejaron abrazarle y entonces se me quedó mirando tranquilamente. Fue tan extraño, como encontrar a alguien a quién creía perdido, me eché a llorar como una estúpida y no permití que nadie se llevara a mi bebé, tuvieron que sedarme para poder llevarlo a bañar y revisarlo médicamente. Cuando desperté Tsunade me trajo al niño comentando que Naruto era muy gracioso, que lloraba con algunas personas y con otras dormía como un angelito. Le pregunté por qué llamaba así a mi hijo y ella me dijo que así le llamé yo cuando me lo quitaron, que deliré chillándoles que no se llevaran otra vez a mi bebé, a mi Naruto. Juro que cuando pronuncié su nombre el niño me miró, se revolvió en los brazos de Tsunade para poder mirarme, era algo increíble.

Aquello no hizo sino tornarse más raro a cada instante. Robert llegó para recogernos pero se negó a tomar en brazos a Naruto, se excusó diciendo que ya lo había intentado mientras yo dormía y que debía hacerlo francamente mal porque el bebé no paraba de llorar. En casa nos esperaban Jiraiya y John, la expresión desbordante de entusiasmo de mi hijo mayor al ver a su hermanito no se me olvidará nunca, igual que sus palabras: "te prometo que le protegeré", por dios, John sólo tenía seis años, qué hacía jurando proteger a su hermano si no podría ni defenderse a sí mismo. Jiraiya cogió a Naruto y sonrió encantado con la capacidad de atención que demostraba, levantando la cabecita para poder observar a su alrededor. Miré a mi familia y decidí que por fin era feliz.

Cada mes debía llevar a Naruto hasta Tsunade para que le revisara, eran chequeos completos de todas sus funciones vitales como si buscase algo que nunca encontraba y eso parecía tranquilizarla. Su frase siempre era la misma: "tienes un hijo perfectamente normal y sano". ¿Qué era eso de "perfectamente normal"? Ni que esperasen que le salieran dos cabezas o algo así, por lo menos esa era la impresión que me daba Robert cuando todos los días observaba jugar a su hijo y fruncía el ceño.

Naruto llegó a los seis años siendo un niño feliz, un querubín dorado y bastante revoltoso al que todo el mundo quería abrazar. Esas Navidades se empeñó en ir a ver el gran árbol de Times Square y decidí complacerle, aprovechando que John estaba en un cumpleaños con sus amigos y Robert trabajaba, incluso le permití estrenar sus nuevas deportivas a pesar de la nieve. Nos lo pasamos francamente bien, viendo los espectáculos y la luces, atiborrándonos de gofres con chocolate… Se nos hizo un poco tarde y decidí tomar un taxi por nuestra propia seguridad. Iba a hacer señales a un taxi libre cuando noté que me agarraban varias manos y me arrastraban a un callejón, forcejeé para liberarme como aprendí en mis días de soldado pero estaba muy desentrenada y eran cinco contra una, aún así les pude zurrar antes que se cabrearan y la emprendieran a golpes conmigo, recuerdo la barra de hierro y el dolor y la sangre que calentaba mi cara. Semiinconsciente creyeron que por fin podrían tenerme a su gusto, no contaban con el crío al que habían decidido ignorar. Vi a Naruto acercarse con el rostro descompuesto por la rabia, quería gritarle que huyera pero no podía ni articular palabra debido a la conmoción, entonces mi niño…"

Akari miró a Naruto con expresión descompuesta. No podía contar aquello, no podía traerle a la memoria una de las pocas cosas horribles que consiguió olvidar, algo que a ella todavía le producía pesadillas. Sin embargo, Naruto sonrió y la ánimo a continuar con un gesto. Respiró hondo, acabó el whisky de un trago y prosiguió.

"Mi niño se acercó al primer hombre y lo lanzó contra la pared de un solo golpe acompañando el movimiento con un rugido aterrador, lo que siguió fue una auténtica carnicería. Cuando Naruto salió de aquella especie de trance, volvió a mi lado y se abrazó a mi cuerpo llorando completamente espantado por lo que acababa de hacer. Yo aún tardé en recobrarme y poder tomar en brazos a mi hijo para alejarnos de aquel callejón inmundo y lleno de sangre. Acudimos a un hospital, el primero que encontré, un lugar cutre y gris donde nadie haría preguntas innecesarias, y cometí un grandísimo error porque llamé por teléfono a Robert en vez de a Jiraiya, lo supe en cuanto vi como miraba a Naruto.

Me quitó a mi hijo, se lo llevó, desapareció. Creí que me volvería loca, entonces Jiraiya apareció en mi casa con varios de sus amigos y con Tsunade. Ella me habló del verdadero Robert, obsesionado con la guerra después de una horrible misión en el Líbano y del proyecto en el que empezó a trabajar con ayuda de un antiguo científico ruso de origen japonés; Kabuto se llamaba, y le sirvió en bandeja un arma que nadie en todo el mundo podría igualar, un soldado casi invulnerable con mayor poder destructor que el de una bomba nuclear. Lo intentaron primero con John, pero no funcionó, pensaron entonces que las modificaciones genéticas y cierto ritual místico debían tener lugar en el momento de la concepción, por eso Robert me drogó aquella noche y me tuvieron en observación tanto tiempo, hasta que estuvieron seguros de mi embarazo. Creyeron que habían vuelto a fallar hasta que Naruto "despertó" para auxiliarme, según Tsunade mi hijo portaba en su interior una bestia mítica llamada Kyuubi, la más poderosa que jamás había existido, y por eso Robert lo había secuestrado.

Jiraiya y sus amigos trazaron un plan para asaltar las nuevas instalaciones del "Proyecto Foxfire", ahora amparado por el gobierno a la luz de los resultados tangibles de las investigaciones. Fue el trabajo más difícil al que me he enfrentado jamás, la gente que protegía aquel lugar poseía un adiestramiento en combate que rivalizaba con el del mismo Jiraiya, pero conseguimos encontrar a Naruto y sacarle de allí en un brutal estado de shock, no reaccionaba a nada, era como si estuviera en estado vegetativo. Huimos del Estado, Jiraiya consiguió pasaportes y vidas encubiertas para todos excepto mis hijos y yo, me dio una gran suma de dinero y me dijo que buscase mi propio camino, que así estaríamos más seguros.

Fueron los diez años más duros de toda mi vida, John maduró enseguida y se hizo cargo de proteger a su hermano como juró en su infancia, aún así parecía que no conseguiríamos salvarle, constantemente se metía en peleas, bebía y se drogaba hasta la inconsciencia… hubo una vez que desapareció más de una semana en pleno Enero, tenía sólo doce años, regresó vestido sólo con los vaqueros andando descalzo por la nieve suplicando que le matásemos porque él no podía. Había olvidado toda su vida hasta la noche siguiente a sacarle de las instalaciones gubernamentales, pero tenía pesadillas, horribles y muy vívidas. Algunas eran comprensibles para mí, evocaban el callejón o a Foxfire, pero otras carecían de sentido; Naruto hablaba de campos de batalla, de una bestia que quería devorarle, y, sobre todo, de alguien a quién jamás podía salvar y lo veía morir una y otra vez."

Akari miró en esa ocasión a Sasuke, apoyado en el marco de la puerta, al margen de todos y pálido por lo que escuchaba. Costaba creer una historia tan rocambolesca, casi un circo de fantasías, pero Naruto era real y lo que guardaba en su interior también.

"Localicé a Jiraiya cuando Naruto cumplió los dieciséis, me dijo que se había casado y su mujer acababa de morir de cáncer, nos invitó a visitarle en Japón. Sabíamos que era arriesgado, pero tenía tantas ganas de ver otra vez a mi padre que no lo dudé y fuimos a Kyoto. Ocurrió algo mágico, Naruto se pegó a su abuelo y no se separó de él en todo el mes que estuvimos en Japón, nunca han querido contarme de qué hablaron pero hizo cambiar radicalmente a mi hijo. Se centró, acabó sus estudios y entró a la Universidad.

Lo demás ya lo conocéis. Me dieron el puesto de embajadora estadounidense, vinimos a vivir a Tokyo y, recientemente, Robert nos ha localizado después de quince años."

OooO

El silencio en la habitación resultaba pesado. Akari miraba sin ver el vaso vacío en su mano, perdida en los recuerdos que acababa de desempolvar y exhibir ante todos, faltaban muchísimos detalles personales por supuesto, ella sólo les había mostrado la fría fotografía no el cuadro pintado con los más intensos colores en su corazón.

Naruto sonreía con la cabeza apoyada sobre el regazo de Sakura, por fin veía realmente a su madre, su verdadera y única madre, Uzumaki Kushina, princesa del destruido País del Remolino. ¿Sería casualidad o Kabuto la habría buscado expresamente para conseguir hacer funcionar su particular experimento? ¿Quizás es que realmente el destino y el karma de todos había decidido reunirlos una última vez y Kabuto sólo era otro engranaje del juego? Frunció el ceño, pensar a niveles de conspiración cósmica empezaba a darle dolor de cabeza.

—¿Naruto? —cuestionó Jiraiya, preocupado por la posible reacción del muchacho.

—Tranquilos, no voy a perder la cabeza —amplió su sonrisa y recobró la posición vertical sentado sobre la alfombra —Ya sabía lo de Kyuubi, entré en contacto con él a raíz del atropello y me ha estado ayudando los últimos meses, pero agradezco haber aclarado unas cuantas dudas.

—¿Qué? —Akari le miró espantada —¿cómo que te has comunicado con ese monstruo?

—No le llames así, en el fondo es como un viejales cascarrabias —.Naruto se miró un momento al estómago —No, eres un maldito zorro y no pienso empezar a tratarte de otra forma, el respeto te lo metes donde puedas.

—Curioso —fue la observación de Kakashi, demasiado sucinta para expresar el estupor colectivo —¿De verdad te ha dado poderes paranormales?

—Bueno, en cierta ocasión que ha mencionado mi madre, me arrojé a un río helado en pleno invierno y luego estuve varios días a la intemperie sin ropa, lo único que conseguí fue acabar queriendo comerme una vaca entera del hambre que tenía —bromeó el rubio —Soy bastante indestructible, sí.

—Espera, ¿qué es eso de que Kyuubi te ha estado ayudando? —inquirió su madre, yendo a arrodillarse frente a su niño.

—La historia es más compleja de lo que parece —. Naruto tomó aire y volvió a relatar todo sobre las vidas pasadas y el karma, mencionando las vidas de cada uno y también el pergamino y el colgante custodiados por los Hyuuga, en eso casi se les fue otra hora más, y lo mejor es que nadie se planteó la posibilidad de que fuese una alucinación del rubio —Creo que Kabuto consiguió alcanzar un equilibrio con la parte de Orochimaru que insertó en sí mismo y se ha dedicado a vivir eternamente drenándole la vida a otros humanos.

—¿Para qué necesitaba entonces invocarte? —interrogó Jiraiya —Se supone que tú destruiste a su señor.

—No, en realidad fue Sasuke —. El rubio señaló al trastornado Uchida que conseguía mantenerse en pie gracias a la pared —Kyuubi tiene su propia teoría, cree que Kabuto está harto de ser una sanguijuela y que ansía su poder regenerador para conseguir una perfecta inmortalidad.

—No ha errado —intervino Tsunade —Ese hombre padece una seria enfermedad degenerativa, sus tejidos se desgastan más rápido que en cualquier ser humano, casi parece algún tipo de lepra… quizás, después de tanto asimilar otros cuerpos haya llegado a su máximo y cada vez que toma otro el proceso se acelera.

Naruto sintió como tomaban su mano entre otras más pequeñas, dándole un cariñoso apretón. Ladeó la cabeza para sonreír a Sakura e intentar que no se echase a llorar, siempre tan emotiva.

—Tranquila, no pasa nada, muchas de las cosas malas que ocurrieron en esa otra vida ya no sucederán.

—Has dicho que fue una guerra, ¿cuántos…? —tragó para poder seguir hablando —¿cuántos morimos?

—Unos cuantos —reconoció él —Aunque ya he cambiado algunos patrones cuando conseguí llegar hasta Sasuke justo a tiempo de impedir que se perdiera para siempre, esa era la clave principal; a su vez él impidió que hicieran daño a Hinata, si esa noche no la hubiera sacado del Hidden Village estaría muerta. También es cierto que mis padres, Akari y John, no están muertos y escaparon conmigo, eso también debió influir —. Se llevó una mano a la barbilla en actitud reflexiva —Ahora que lo pienso, al haber alterado tanto las cosas ya no sabemos a qué atenernos, es imposible predecir qué sucederá.

—Nos las apañaremos —intervino Jiraiya —Anotaré toda la información que puedas darme y la contrastaré con datos actuales, Ibiki me ayudará.

—Te recuerdo que aún debemos descodificar el disco duro —apuntó Kakashi.

—¿Disco duro? —parpadeó Naruto.

—Le robé todos los datos a mi padre de su ordenador, pero están tan blindados que ni puedo abrir los archivos.

—No es problema —sonrió el rubio —Seguro que entre Gaara y Shikamaru te dejan vía libre en un par de horas.

—Llámales.

—Son casi las dos, no pienso incordiarles.

—Esto nos atañe a todos, llámales y que ellos decidan si quieren venir o no —le ordenó Jiraiya.

Poniendo los ojos en blanco, Naruto sacó el móvil de su bolsillo y marcó un número de la agenda. Primero Shikamaru y luego Gaara, ambos aceptaron sin necesidad de largas explicaciones porque intuían que algo importante estaba en juego.

El primero en llegar fue el pelirrojo, pertrechado con una mochila cargada del material que pensó le haría falta para su trabajo de piratería. Observó con cierta curiosidad al grupo asentado en el salón pero prefirió esperar a que también estuviera Shikamaru, no le gustaba escuchar la misma explicación dos veces consecutivas.

—Necesito un ordenador, en la moto no podía traer el mío —solicitó, empezando a sacar cosas encima de la mesa: un portátil, herramientas y varios porta cds con forma de libro.

—Traeré el mío —dijo Naruto —, pero intenta no cargarte la información, tengo varios trabajos y apuntes de la universidad ahí dentro.

—Los pasaré a un disco duro portátil, ¿eso te vale?

Kakashi echó una mano al rubio y pronto tuvieron el equipo montado en el salón. Gaara salvó la información en un instante, luego tomó el disco duro con los datos de Itachi, desmontó la carcasa y lo instaló dentro del ordenador de Naruto.

—Veamos qué tenemos aquí.

Intentó abrir los archivos de mil formas distintas, maldiciendo para sí mismo sobre puertas traseras blindadas. Ofuscado, enchufó su portátil al ordenador y activó un programa que llenó ambas pantallas de líneas de números.

—No me gusta hacerlo de esta forma, es poco refinada —dijo casi a modo de disculpa.

—¿Por qué? —curioseó Jiraiya.

—Digamos que prueba miles de líneas de códigos posibles por segundo, acaba dando con la clave a la fuerza —. Permaneció un instante meditativo —Curioso, el blindaje es idéntico al que usamos en Kaze Sistems.

—No es extraño, los datos pertenecen a Itachi, estaba metido en Akatsuki como tu padre —le informó Jiraiya.

—Si es así, podríamos tardar varios días en descodificar toda la información. Nuestra red de ordenadores tiene un primer sistema de código, el segundo posee una programación muy diferente y el tercero es casi infranqueable.

—Pero tú conseguiste reventar esa seguridad una vez —recordó Naruto —Deberías poder hacerlo una segunda.

—Tardé tres meses y no conseguí pasar el segundo nivel de seguridad, hubo muchos archivos de los que sólo obtuve el nombre y número de registro, su contenido no llegué a verlo.

—No tenemos tanto tiempo —. Tsunade volvía de la cocina con una copa de algún tipo de alcohol en la mano —Pain no nos lo concederá.

—Quizás sí; no es un hombre impetuoso, trama sus planes con precisión milimétrica —. Jiraiya apartó los ojos de la pantalla para mirar a la doctora —, entonces ataca y jamás falla.

—Sois una panda de agoreros —protestó Naruto —¿Por qué no veis las cosas buenas? Ellos están al otro lado del Pacífico, nosotros en Japón y vivos después de su intento de matarnos, bueno, o por lo menos vosotros, Orochimaru no tuvo tanta suerte.

El timbre volvió a resonar en la casa, esta vez para advertir de la llegada de Shikamaru. El joven astrofísico mostró la misma expresión de curiosidad que Gaara ante la cantidad de gente allí reunida, se giró hacia Naruto interrogante.

—¿Qué está pasando?

—El programa de descodificación todavía tardará un rato, así que tienes tiempo de sobra para explicarte —le apoyó el pelirrojo.

Naruto se sentó con sus dos amigos a narrar de nuevo todo lo que se había revelado esa noche, no omitió detalles. En algún momento de la conversación reparó en algunos de los presentes que se iban a dormir, seguramente Tsunade y sus hijas dormirían en la habitación de su madre aprovechando la gran cama y los futones. Akari dijo algo de estar en el cuarto de John, mientras Kakashi y Jiraiya se quedaban groguis en partes opuestas del sofá.

Shikamaru, Gaara, Sakura y Naruto, debidamente aprovisionados de café y cocacola, formaron un pequeño corrillo en torno al ordenador que no dejaba de zumbar procesando datos.

—Así que un demonio encerrado en tu interior, creo que estaba preparado para cualquier cosa menos eso —sonrió Shikamaru —No te culpo por esconderlo, hubiera sido algo realmente problemático de explicar.

—Aclara muchas cosas extrañas que han sucedido, sobre todo tu empeño en ayudar a Sasuke —asintió Gaara, aún parecía tener problemas con eso de compartir el mismo espacio vital que el Uchida.

—Por cierto, ¿también se ha ido a dormir el bastardo?

—Le he visto en la cocina preparándose té —respondió Sakura —Creo que le está costando más que a ninguno aceptar la verdad.

—Supongo que es comprensible cuando eres el centro de un problema kármico, si no hubiera traicionado a Konoha y luego muerto de una manera tan traumática, Naruto no habría pedido una segunda oportunidad —opinó Shikamaru —Aunque yo, en cierta forma, me alegro.

—¿Te alegras? —parpadeó Naruto.

—De poder disfrutar una segunda vida en compañía de todas las personas a las que apreciaba, aunque ahora no pueda recordarles, seguramente habría pagado cualquier precio por esta oportunidad.

—Es una buena forma de verlo —asintió Gaara—. Haremos cuanto podamos por descifrar la información de Itachi lo antes posible para protegeros a ti y a Sasuke.

—Arigato.

Unos destellos en la pantalla anunciaban la finalización del programa descifrador de Gaara. Como había predicho el dueño de Kaze Sistems, se encontraron entonces con la segunda barrera de seguridad y Shikamaru tomó el lugar del pelirrojo; empezó a teclear como loco, realizando ocasionales preguntas técnicas a Gaara sobre la configuración del programa, acabando ambos sumergidos en aquel maremágnum de números.

—Ve a la cocina y habla con Sasuke-kun —musitó Sakura, para que sólo lo escuchase Naruto— Ya vigilo yo a nuestros dos genios.

—El bastardo no me necesita de niñera.

—Naruto, no era una sugerencia.

El pobre jinchuuriki puso cara de circunstancia ante la amenaza no tan velada de Sakura y escapó hacia la cocina. Asomando un poco la cabeza descubrió al Uchida apoyado de espaldas en la barra americana, esperando que la tetera sobre la vitrocerámica comenzase a hervir.

—Io, ¿qué haces?

—Té.

—Ah, bien… —. Dubitativo, Naruto ocupó uno de los taburetes altos pegados a la barra—. Sakura-chan está preocupada por ti… pareces un poco mustio.

—Sakura debería ocuparse de sus propios problemas —gruñó él.

—Eres un cazurro —suspiró el rubio— Si no hablas nadie será capaz de saber qué piensas, mucho menos con esa cara de palo, que no hay manera de si es porque estás triste o estreñido.

—Tsk.

Permanecieron en silencio mientras Sasuke tomaba la tetera y se servía el líquido hirviendo en un vaso; dejó frente a Naruto otro más cargado de té acompañado del tarro de azúcar, consciente que el dobe solía echarse la mitad por lo menos. El Uchida fue a sentarse a la pequeña mesa de la cocina, apoyó la espalda contra la pared de baldosines y cerró los ojos. Naruto le imitó, menos en lo de cerrar los ojos, seguramente se quedaría dormido y Sasuke le despertaría a collejazos por la ofensa de sobarse en sus narices, pero, al menos, se concedió el privilegio de bostezar ruidosamente.

—Deberías ir a dormir —dijo Sasuke.

—No cuando Shikamaru y Gaara se están escuernando para descifrar esos archivos, ya descansaré… tampoco es que fuera a quedarme dormido con facilidad, han pasado muchas cosas y, aunque esté hecho polvo, seguro que empiezo a darle vueltas al coco y a rayarme y acabo peor que si paso la noche en vela.

—Tiene su lógica.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Supongo —Sasuke bebió un poco—, aunque no esperes una respuesta.

—¿Me odias?

Aquello sí que le pilló completamente desprevenido. Sasuke se giró con una clara expresión de sorpresa grabada en el rostro, confuso, incapaz de entender a qué venía semejante interrogante, ya que Naruto no parecía estar bromeando o intentando captar su atención con algo tan fuera de lugar.

—¿Qué?

—Sólo contesta… u olvídalo—. El rubio se removió inquieto en la silla, avergonzado; se suponía que tenía que hablar con Sasuke sobre Itachi y la muerte de Orochimaru, no empezar a desvariar sobre sus problemas.

—Explícame qué te ha llevado a pensar esa estupidez.

—Bueno, la verdad es que te oculté muchas cosas, el por qué me acerqué a ti al principio o mi pasado en EEUU, además está lo de Kyuubi, así que, sería lógico que estés enfadado y te dé repelús.

—¿Repelús?

—Por lo de llevar un demonio sellado en mi interior, soy un bicho bastante raro.

Increíble, sencillamente increíble. Sasuke no entendía como ese grandísimo idiota podía hacerse tanto daño a sí mismo, ¿acaso no era suficiente el dolor que le causaban los demás que encima tenía que culparse de ser víctima de las ambiciones de un grupo de locos?

—Perdona por molestarte —sonrió sin alegría, ese gesto tan radiante como falso y que conseguía crispar los nervios del Uchida—, estupideces mías de madrugada, je,je,je, ya me voy.

Naruto se levantó, huyendo de la oscura mirada de su interlocutor, incapaz de soportar la tensión que parecía acumularse alrededor de ambos cada vez que mantenían una conversación más seria que elegir el programa de televisión después de cenar. No había dado ni un paso dando la espalda a Sasuke, cuando escuchó el sonido de un taburete al moverse y la fuerza de una mano aprisionando su brazo, tirando de él, volteándole y haciendo que colisionara de frente contra algo; todo había sido tan rápido, que le costó un par de segundos tomar conciencia de encontrarse rodeado por unos fuertes brazos y que, aquello contra lo que había chocado, no era otra cosa que el propio Sasuke. Naruto se quedó inmóvil, asimilando la realidad del calor que transmitía el cuerpo pegado a suyo, el firme abrazo que le estrechaba contra él, el familiar y extrañado aroma del cabello que cosquilleaba en su mejilla y, cuando consiguió procesarlo todo, desbordó el límite de acontecimientos del día; alzó las manos agarrándose desesperado a la tela que cubría la espalda del moreno al tiempo que enterraba el rostro contra su hombro, no quería llorar, no otra vez. Lo primero que notó Sasuke fueron las lágrimas empapando su camiseta, luego siguieron los sollozos ahogados y el temblor generalizado del chico al que envolvía como si fuera a desaparecer, y le hizo sentirse el ser más miserable sobre la tierra. Incapaz de pensar algo mínimamente coherente que decir para consolar al rubio, decidió que lo mejor sería abrazarle hasta que el llanto remitiera, además no es que fuera algo que le desagradara en absoluto.

Poco a poco, Naruto fue calmándose hasta mutar la situación en algo incómodo, después de todo era el primer contacto físico entre ambos desde aquella amarga noche en el Hidden Village. Ninguno quería romper dicha unión, nerviosos ante lo que vendría cuando tuvieran que enfrentar con palabras al otro, explicar el abrazo, explicar el llanto. Fue el rubio quien terminó por encontrar una vía de escape.

—Yo… iré al salón… a decirles que duerman —murmuró Naruto, apartándose muy despacio sin mirar directamente al moreno.

—Hn —asintió Sasuke, liberándole con idéntica renuencia.

Naruto dejó la cocina un poco trastocado y Sasuke no le siguió inmediatamente. El panorama en el salón le hizo fruncir el ceño, ni rastro del trío que hacía un rato trasteaba en el ordenador. Vio una nota pegada a la pantalla plagada de números que no dejaban de moverse, cogió el papel y lo leyó a la escasa luz:"Nos hemos ido a dormir. Shika y Gaara están en el cuarto de invitados, descubrimos que había cama nido. Yo he invadido tu cuarto. Oyasumi. Sakura".

—Voy a matarla.

—¿Ocurre algo?

Naruto le ofreció el papel a Sasuke, consiguiendo que pusiera su habitual expresión de hastío.

—Genial, y dónde piensa que durmamos, ¿en la terraza?

—Espera aquí.

El Uchida obedeció la orden susurrada para no despertar a Kakashi y Jiraiya, ambos durmiendo a pierna suelta en el sofá y la butaca reclinable. Los miró con fastidio. El rubio no tardó demasiado, regresó con un montón de mantas y le hizo señas para que entrara con él a la salita del tatami.

—No es gran cosa, pero es mejor que aguantar los ronquidos del viejo —explicó mientras empezaba a extender la ropa de cama—. Creo que los futones se los han quedado las chicas.

—Por una vez, estoy tan cansado que podría dormirme de pie; ha sido una buena idea, dobe.

Parecía que podrían controlar la situación, la camaradería seguía intacta, nada de qué preocuparse tras el "momento abrazo", sí, hasta que sus manos tropezaron en la casi oscuridad mientras colocaban sus improvisadas camas y se alejaron el uno del otro como si ardieran. Vale, tenían un problema.

—Naruto…

—Déjalo —le cortó el rubio, sintiéndose al borde del colapso —Es tarde y han pasado demasiadas cosas en apenas un día, estamos cansados, al menos yo creo que me quedaré inconsciente en cualquier momento.

—De acuerdo —capituló Sasuke.

Terminaron de acomodarse en sus respectivos nidos de mantas y cerraron los ojos.

OooO

Luz. ¿Por qué había tanta luz? ¿Se le habría olvidado bajar la persiana antes de ir a dormir? Sasuke parpadeó desorientado. Aquella no era su habitación sino la sala de tatami, y la radiante luz del día se filtraba por la puerta corredera de madera y papel. Giró la cabeza y sonrió amodorrado, Naruto dormía a pierna suelta completamente enredado con las mantas. Él mismo hacía mucho que no dormía tan bien. Olía a café recién hecho y se escuchaban conversaciones lejanas, eso significaba que ya había gente trasteando por la cocina. Permaneció tumbado, saboreando la tranquilidad de la mañana, consciente que más adelante no podría disfrutar mucho tiempo a solas con la invasión que sufría la casa; además, tenía pendiente una conversación con Naruto para aclarar todas las estupideces que se dijeron y que hicieron la tarde noche anterior.

Cubrió sus ojos con un brazo. Naruto tenía razón, ayer sucedieron y fueron reveladas demasiadas cosas. Orochimaru muerto a manos de Itachi; era más que evidente que eso se trataba de un largamente pospuesto ajuste de cuentas entre Akatsuki y un traidor, pero no podía evitar que una pequeña parte de su corazón, enterrada hacía años, deseara que su padre hubiera cometido el asesinato por algo más, quizás en nombre de un hijo. Recordaba claramente el último día que había visto a su padre, la mañana que le dieron el alta y fue trasladado a casa de los Kishimoto, recordaba la firmeza de aquella mano apretando su hombro y la única palabra de despedida, "cuídate"; ¿acaso Itachi ya sabía que tendría que abandonar el país tras cometer un asesinato? ¿Fue su manera de decir adiós? Argh, lo mejor sería dejar de darle vueltas al asunto, total, no aclararía nada.

Volvió a mirar al rubio dormido junto a él. No dejaba de resultarle extraño contemplarle como su alma gemela, sonaba ridículo que aquel dobe ruidoso fuese su complementario, no menos absurdo que admitir la existencia de un demonio sellado en su interior. Extendió despacio la mano y rozó las líneas paralelas que marcaban sus mejillas, recordaba cuando al principio de conocerse un sonriente Naruto le contó en broma su verdadero origen, la señal del portador de Kyuubi, el demonio zorro de nueve colas.

—Deberías dejarles dormir un poco más.

—Les va a cambiar el ritmo de sueño.

—No pasará nada si trastocan un poco las horas, no son bebés.

Sasuke suspiró hastiado. Salió de su cómodo nido de mantas y abrió el shogi, encontrando a las dos partes en discusión que le habían sacado de su adormilado estado de autorreflexión, Shikamaru y Sakura.

—Ah, ohayo Sasuke-kun.

—¿Qué hora es? – inquirió seco.

—Casi la una, Sakura pensó que os gustaría comer algo e incorporaros al mundo de los vivos —replicó Shikamaru —Claro que, si lo encuentras demasiado problemático, siempre puedes mandarnos a la porra y volver a dormir.

—Despertaré a Naruto —informó el Uchida.

Volviendo sobre sus pasos, Sasuke se agachó y zarandeó al durmiente.

—Eh, usuratonkachi, hora de levantarse.

—Hmmmm—. El rubio agarró la primera manta que pilló y se la echó por la cabeza.

—Y luego el dormilón soy yo —gruñó Sasuke —¡Oi, dobe, deja de vacilarme!

Agarró la manta y se la arrancó por la fuerza. Naruto cogió otra y volvió a esconderse. De acuerdo, la fuerza bruta parecía que no iba a funcionar, podía intentar otra estrategia pero no estaba muy seguro si sería correcto, tampoco es que hubieran hecho las paces oficialmente como para tomarse demasiadas libertades en el tema del contacto físico. El abrazo fue una locura de madrugada, que Naruto lo aceptara se debía al agotamiento emocional, intentar algo semejante con la mente despejada podría costarle el escaso cariño que el rubio sintiera por él. La inseguridad ganó la partida al deseo por despertarle con caricias y, quizás, algún beso. "Cobarde", fue lo que se gritó mentalmente mientras huía de la habitación.

Una desaliñada cabeza rubia asomó entre las mantas; la expresión en los brillantes ojos azules era de decepción. ¿Por qué el teme no había intentado nada? Tampoco es que esperase un revolcón apasionado de buenas a primeras, pero unas caricias en el pelo o la cara habrían bastado. Parece que fue muy optimista al pensar que el abrazo de la noche anterior habría roto esa pared que les separaba.

—Naruto… ah, si estás despierto—. Sakura le sonrió.

—Algo así, y no porque el bastardo haya puesto mucho empeño.

La pelirrosa suspiró.

—La próxima vez intenta tú algo, creo que Sasuke-kun sigue demasiado confuso.

—¿Sobre qué?

—Sobre ti, bobo—. Ella se sentó al lado del rubio —No sabe muy bien como comportarse contigo, supongo que tiene miedo de meter la pata y que dejes de hablarle para los restos. Ains, y yo que pensé que os había dejado la reconciliación en bandeja de plata, sois un par de cabezones.

—Lo será el teme, yo tengo claro que quiero estar con él —se defendió Naruto, aunque notó como se le ponían rojas las orejas por la vergüenza.

—Pues será que no se lo demuestras con suficiente claridad —repuso Sakura y añadió cambiando de tema— Tu madre ha decidido que los más jóvenes salgamos de expedición a por comida, aunque me parece que lo ha tomado de excusa para que nos dé el aire y ellos puedan discutir a gusto sobre lo de ayer.

—Genial, soy el centro del problema y me excluyen de los planes.

—Quieren protegerte—. Ella le agarró de la mano y tiró —Vamos, hace un espléndido día de primavera, comerás algo y luego iremos a por provisiones.

—Empiezas a sonar como Lee.

La casa estaba muy animada. Shikamaru y Gaara seguían inmersos en el desciframiento de datos, Jiraiya enseñaba a Kakashi algunos movimientos de combate cuerpo a cuerpo en medio del salón siendo observados por Ino y Tenten, en la cocina Akari y Tsunade anotaban todo aquello que les haría falta comprar, mientras Sasuke comía con desgana un par de onigiris y algo de fruta.

—¿Cómo está mi niño?—. Akari encerró a Naruto en un fuerte abrazo maternal.

—Bien, algo medio dormido —sonrió él— ¿Qué es eso de una expedición a por comida?

—Hemos pasado de ser tres a ser diez, necesitamos avituallamiento.

—¿No será peligroso?

—Tranquilo, tu abuelo ya se ha informado y Akatsuki al completo dejó Japón, por el momento no nos molestarán.

—Entonces, ¿por qué todos no vuelven a sus casas?

—Porque las han destrozado —intervino Tsunade— No han llegado a pegarle fuego a mi casa, pero arrasaron buscando algo, supongo que información sobre ti. Además, necesitamos estar juntos para planear nuestro siguiente movimiento, no me da la gana de quedarme de brazos cruzados a verlas venir.

—A mí tampoco —asintió Naruto.

—Toma, come algo -. Akari le entregó una bandeja con lo mismo que estaba comiendo el Uchida, pero incluyendo un vaso de leche con cacao y una impresionante variedad de galletas— Si quieres más rebusca por la nevera.

—Vaya mezcla más saludable —bromeó Tsunade.

—Es cosa del Kyuubi, exige meterle mucha comida a mi cuerpo para mantenerle en movimiento, sobre todo dulces.

—Interesante.

Naruto dejó a las dos madres discutiendo sobre la lista de la compra, tomó su comida y se sentó a la mesa justo al lado de Sasuke.

—¿Qué haces? —inquirió el Uchida, frunciendo el ceño.

—Desayunar… hum, o quizás sea más correcto decir "comer", total, son pasadas la una y media de la tarde.

—Hay más mesa.

—Me apetece sentarme aquí—. Naruto se encogió de hombros y engulló de un bocado el primer onigiri, ayudando a pasarlo con un poco de zumo —Si no te gusta mi compañía, ignórame.

—Tsk.

Sasuke guardó silencio y siguió comistrajeando de su parco almuerzo. El rubio sonrió divertido entre bocado y bocado; si el idiota del Uchida seguía emperrado en guardar las distancias por miedo, él no mostraría los mismos reparos.

Shizune apareció en cocina recién duchada, lista para recibir las órdenes de las madres al mando de aquel batallón. Habían decidido que los más jóvenes fuesen a comprar, pero quedándose el resto de la tarde por el centro tomando algo mientras Shizune regresaba con las provisiones en el coche.

—¿Qué? —protestó Naruto— ¡Nos estáis marginando ttebayo!

—Sí, lo hacemos, y me parece lo correcto —afirmó, tajante, Akari—. Mi deseo siempre ha sido el que disfrutaras de una vida lo más normal posible y lo conseguiré como sea, así que vas a ir con todos tus amigos a pasar un día divertido como cualquier chico de tu edad, ¿entendido?

—Hai, señora ex agente especial de la CIA.

—¡Y no vaciles a tu madre!

—Hai, hai —dijo él, de todo menos serio— ¿Al menos prometes que me contarás los planes que vayáis tramando?

—Os haremos un resumen cuando regreséis a cenar.

—Es un trato—. Naruto se levantó para estirarse— Mamá, si…

El sonido del timbre le interrumpió, ¿quién podría ser si estaban tantos de sus amigos y familia allí embutidos? Salieron a echar un ojo y descubrieron a un Sai y un Yamato algo magullados entrando al salón precedidos por Sakura.

—¡Sai!—. Naruto voló a dar un fuerte abrazo a su amigo.

La pelirrosa vio como se ensombrecía el rostro de Sasuke ante el espontáneo gesto de Naruto, bien, no es que esos dos fueran cabezones, es que además eran dos idiotas redomados y el primero de ellos el Uchida, por ser un soberano negado expresando claridad estados emocionales.

—¿Dónde demonios os habéis metido? —inquiría el rubio.

—Trabajando —sonrió Sai.

—¿Eh?

—¿Aún no le has contado la historia? – le preguntó Yamato a Akari.

—Bueno, todo con respecto al Proyecto Foxfire ya era bastante extenso, así que me salté la parte de Sai, lo siento —se excusó ella.

—¿Qué tiene que ver Sai en todo esto? Se supone que le conocí en L.A. —protestó Naruto.

—Eso no es del todo correcto, yo te conocía de antes, de las instalaciones médicas donde nos retenían a ambos —le corrigió Sai.

—¿¡Quéeeee!?

—Samuel era una de las cobayas del anterior experimento en el que trabajó el departamento a cargo de Robert —intervino Jiraiya—. Criaban niños huérfanos de una manera bastante particular para obligarles a bloquear sus emociones, así eran capaces de adoptar cualquier identidad que quisieran imponerles según los requerimientos de cada misión, obteniendo los espías o asesinos perfectos. El nombre del proyecto era SAI, Special Agent Infiltration.

—El día que fueron a rescatarte, Jiraiya decidió sacarme de allí a mí también, me entregaron a uno de sus pupilos y nos refugiamos en L.A., hasta que tú apareciste de nuevo —la sonrisa de Sai se amplió a una más amplia y sincera— Me hizo mucha ilusión verte, saber que los dos estábamos vivos a pesar de la persecución de la gente de Akatsuki.

—Bueno, pues a mí me haría mucha más ilusión saber que hay algo en mi vida que ocurre por azar y no porque esté programado de ante mano —rezongó Naruto— Por no hablar que todo el mundo parece haberse convertido en un ex agente gubernamental.

—Dios los cría y ellos se juntan —bromeó Kakashi—, aunque yo sigo siendo un sencillo editor.

—Que se ha metido donde no le llaman— añadió Sakura.

—Chicos, ¿podríais ir a poneros ropa decente?—. Ino miró apreciativamente a Naruto y Sasuke— A este paso llegaremos a comprar a la hora de la cena.

—Vale, ya vamos, que ganas tenéis todos de largarme de mi casa —replicó el rubio— Oi, teme, usa tú nuestro baño y yo voy al de mi madre.

Deseoso de huir de aquella aglomeración de gente, Sasuke asintió y fue a por sus cosas para darse una ducha y arreglarse. Ninguno tardó en exceso, conscientes que sus amigos estaban impacientes por respirar aire libre. El Uchida eligió un vaquero negro a la cadera, camiseta azul y camisa blanca abierta por encima, en contraste, Naruto lucía un holgado pantalón caqui lleno de hebillas, camiseta naranja tostado y sudadera a la cintura; ambos cargaban con sus respectivas cazadoras y cascos para la moto.

—¿Cómo nos repartimos? —preguntó Tenten, una vez estuvieron todos embutidos en el ascensor.

—No sólo eso, hay que pensar en la vuelta —apuntó Shizune.

—Fácil —dijo Shikamaru— Gaara irá con su moto a cambiarse, cogerá el coche y recogerá a Hinata de sus clases, luego que vaya a la casa Hyuuga y pase a buscar a Neji y Lee; yo iré por Temari, Kiba, Shino y Chouji; Shizune puede llevaros a las hermanas y a Sai, Naruto y Sasuke que vayan en moto.

—¿Y a la vuelta?

—Yamato ha prometido ir a buscarnos —añadió Sai— Quiere asegurarse que regreso con los demás.

Cada uno fue hacia el vehículo asignado, Sasuke y Naruto al parking de motos.

—¿Vamos en tu moto o en la mía?

—¿Eh?—. Sasuke parpadeó para regresar al mundo real, desde que Sai había decidido acompañarles en su expedición se había encerrado en un agrio mutismo.

—Me parece absurdo usar las dos y gastar gasolina a lo tonto.

—Hn.

—Oi, ¿estás bien? Es la primera vez que sales de casa desde la redada del Hi-Vi —cuestionó el rubio— Mejor conduzco yo, que además sé donde tenemos que ir a comprar.

—No soy un inválido, dobe —protestó el Uchida.

—Pues lo pareces, ¿se puede saber qué te pasa?

—Nada.

—Como siempre. El día que confíes en mí y hables a las claras lloverán rábanos —gruñó Naruto, subiendo a la Honda color naranja ya con el casco puesto.

—Me molesta Sai.

El rubio se giró pero no pudo verle el rostro a su amigo, enfundándose el casco de espaldas a él.

—Pero tú eres quién va conmigo en la moto —respondió, divertido.

—No por ello deja de resultarme menos impertinente.

—Le pasa a mucha gente, incluso a mí —asintió Naruto— Sólo ten un poco de paciencia con él, es un buen amigo.

—Por eso no le he defenestrado todavía.

—Anda, sube ya, que los otros ya deben andar preguntándose qué hacemos.

Ágilmente, Sasuke montó y se abrazó a la cintura de Naruto; ambos sonrieron para sí mismos.

—¡Ya era hora! —les voceó Sakura, no sin cierta expresión divertida— ¿Qué os ha retenido?

—Discutíamos, para variar —respondió Naruto, encogiéndose de hombros—. Bueno, yo iré delante para guiaros. Gaara, ¿sabes dónde está el mercado al que vamos?

—Sí, Akari-san me hizo un croquis bastante bueno, aunque es probable que nos veamos directamente en Shimokitazawa —indicó el pelirrojo— Pasar por mi casa y por la de Hinata me llevará tiempo, no vivimos precisamente cerca.

—Lo mismo digo —voceó Shikamaru por la ventanilla del todoterreno.

—Ah, de acuerdo, ja na!

Viajaron a toda velocidad por las autopistas de acceso a la capital, hasta uno de los barrios más al norte de la gran urbe, allí estacionaron en un gran aparcamiento junto a uno de esos grandes almacenes de alimentación y otras cosas para el hogar. Cogieron carros a la entrada y Shizune organizó tres grupos de recolección: Sasuke y Sakura, Naruto y Sai, y ella misma con sus otras dos hermanas; no contaba con que casi todos se sublevasen, incluso creyó percibir cierta aura de homicidio inminente alrededor del Uchida.

—Shizune-neesan tienes la perspicacia atrofiada, espero que no te pase lo mismo diagnosticando pacientes – comentó Ino.

OooO

Había decidido que no le gustaban los hospitales, no porque últimamente hubiera pasado gran parte de su tiempo en ellos, sino por ese ambiente aséptico cargado de dolor. Iruka se llevó una mano al hombro, era la única secuela que le acarreó el rescate del joven Uchida, una extremidad dolorida cada vez que cambiaba el tiempo o se acercaba una tormenta. Un precio pequeño si pensaba en los seis compañeros muertos en la redada del Hidden Village, o también lo que le había ocurrido a su propio jefe.

El doctor salió de la habitación ante la que esperaba el policía y le permitió entrar con una afable sonrisa.

—No la altere mucho, necesita descansar —le aconsejó antes de proseguir su ronda.

Iruka asomó la cabeza. Anko se encontraba recostada entre almohadones y zapeaba furiosamente por los canales de la pequeña televisión.

—Tienes buen aspecto.

Ella resopló, dejó a un lado el mando a distancia e intentó sonreír a su visitante.

—Espero que vengas a informarme, porque aquí nadie me cuenta nada y empiezo a desquiciarme.

Despacio, Iruka cogió una silla y tomó asiento junto a la cama, la expresión ensombrecida.

—Sarutobi-san ha muerto —dijo sin mayores rodeos—, no fue capaz de superar la operación necesaria para extraerle la bala del pulmón. Los demás están bien, heridas de menor consideración como la tuya en la pierna.

—Lo imaginaba, cuando nadie habla es porque lo que tienen que decir es malo —comentó Anko, hundiéndose un poco más entre las almohadas—. El tío que nos atacó era un profesional, su objetivo era Orochimaru y al resto se limitó a incapacitarnos para que no molestásemos, lo del jefe fue un desafortunado accidente cuando intentaba proteger al detenido.

—Hubo ataques coordinados por todo Tokyo, no sólo fue Orochimaru, intentaron acabar con otras personas pero se les escaparon.

—¿Quién?

—Los conoces, la familia de Naruto.

—¿A la embajadora de EEUU? ¿Quieren provocar un conflicto internacional o qué?

—Nada de eso, Akari-san se ha encargado de hacer entender a nuestro gobierno y al suyo que todo se debe a un asunto personal, incluso ha solicitado que la releven del puesto y que se la acoja en Japón.

—¿Soy yo o esto parece más gordo que un asunto de mafias? —gruñó Anko.

—Pienso lo mismo, pero no hay nada consistente ni demostrable. He investigado por mi cuenta y todo señala a Akatsuki una y otra vez —suspiró Iruka —Es un maldito callejón sin salida.

—¿Has solicitado un registro?

—No, básicamente porque salieron ardiendo el mismo día que dispararon a Orochimaru, además todos sus miembros abandonaron el país casi simultáneamente.

—¿Algún desastre más del que no me haya enterado?

—Pues sí – asintió Iruka, su voz vacía por completo de buen humor—, Danzou es el nuevo jefe de la policía japonesa.

—¿Qué? ¿Ese psicópata que cree que seguimos anclados en la Segunda Guerra Mundial?

—El mismo—. Iruka se pasó una mano por el pelo, algo más largo de lo recomendable para las normas de la policía— Creo que dejaré mi trabajo.

—No puedes abandonarme en medio de semejante crisis —protestó su compañera.

—Pues déjalo también. Mi intuición nunca me ha fallado y ahora me dice que la situación se va a poner muy fea.

—Pediré la baja por trastorno emocional y te echaré un cable. ¿Habéis llamado a Asuma? Querrá venir al funeral de su padre.

—Cogía un avión desde Nueva York ayer u hoy, no sé.

—Echaré de menos al viejo.

Iruka también y sabía que mucha gente iba a empezar a pensar lo mismo cuando Danzou extendiera sus garras.

OooO

—Perdona a mi hermana, Sasuke-kun—. Sakura tomó algunos botes de la estantería y los depositó en el carro que empujaba Sasuke— No hizo el reparto a mala idea, es sólo que tiene el cerebro atrofiado con todas las cosas que han pasado.

—Hn —gruñido indeterminado del Uchida.

—De cualquier forma, no creo que invadamos vuestra casa más de un par de días, lo que tarden los viejos en organizarse y poco más.

—No es mi casa y me importa más bien poco quién ande por ella mientras vuelva a disponer de un sitio para dormir.

Sakura le observó un instante, su postura, el leve fruncimiento de ceño y la actitud de "todo me importa una mierda", y sonrió. Aquello le recordaba vivamente el tiempo en que amaba a un triste muchacho de ojos apagados, tanto que tuvo que resistir la tentación de abrazarle y decirle que todo saldría bien.

—Sigues siendo el mismo de siempre —comentó ella, divertida.

—¿Eh?

—Nada, pensaba en voz alta… me parece gracioso que todavía mantengas esa forma de ser tan peculiar.

Sasuke aceptó el comentario sin molestarse porque entendía exactamente a qué se refería, habían mantenido una relación por casi cuatro años y eso deja una huella profunda aunque ambas personas se separen.

—Creo que no me disculpé por mi comportamiento cuando salíamos juntos.

—Ya no es necesario, Sasuke-kun, no te preocupes —se apresuró a decir Sakura— Volvemos a ser amigos, es lo importante.

—Gracias —musitó él.

Ella se sonrojó y volteó hacia los estantes para disimularlo, demasiado tarde para evitar que Sasuke se percatara. Sakura podía ser una persona un poco farragosa a veces, pero su generosidad y la forma en que entregaba su cariño a los demás la convertían en una persona muy preciada para él; la pelirrosa nunca le dio la espalda, ni siquiera cuando hirió sus sentimientos hasta lo irrecuperable, siempre permaneció cerca, a la espera de poder atraparle si caía. Ella era como Naruto. Ambos cabezotas y demasiado buenos para su propia salud emocional.

—Perdona si he sido una metomentodo con lo que hay entre Naruto y tú, sólo quería ayudar —soltó ella a bote pronto.

—¿Hn? ¿A qué te refieres?

—Le animé a hablar contigo anoche y también os forcé a dormir juntos cuando invadimos vuestras habitaciones—. Sakura unió las manos ante el rostro e inclinó la cabeza —De verdad, perdón. Creo que lo he complicado más.

—Deberías dejar la profesión de casamentera —gruñó Sasuke.

—Pero es que se me da tan bien; junté a Shika con Temari y a Tenten con Lee, incluso Kiba y Hinata estuvieron de maravilla hasta que la familia Hyuuga empezó a meter las narices.

—En serio, Sakura, deja de intentar juntarnos.

—¿Por qué? —preguntó ella, tajante y directa como de costumbre —Dame una explicación coherente y me pensaré dejaros a vuestro aire.

Aquello era una oportunidad, la puerta a conversar con alguien de manera sincera sobre el lío de pensamientos que no paraban de centrifugar en su cabeza volviéndole completamente loco. Confiaba en Sakura tanto como en Naruto, sabía que le escucharía sin juzgar y no le iría con el chisme a otras personas.

—Después del daño que le hice, no creo que quiera estar conmigo —reconoció con franqueza.

—Pero te ha acogido en su casa y se preocupa por ti.

—Y eso hace que me sienta como un animal recogido de la calle simplemente por compasión —replicó secamente— Al principio pensé que habría una posibilidad de arreglarlo, remota pero aún así factible. Luego recordé que Naruto es así, alguien capaz de sentir empatía por cualquier ser humano, incluso por el más rastrero sobre la faz de la tierra. No puedo estar seguro si hay algo más que caridad en sus gestos, no puedo, igual que soy incapaz de entender cómo puede sonreír después de lo que ha vivido.

—Tienes miedo y es lógico, pero has de arriesgarte o permanecer para siempre en esta situación de tablas con Naruto—. Sakura se permitió apoyar una mano sobre las de Sasuke —No voy a decirte qué hacer y qué no, te diré lo que yo haría.

—¿Asaltar a la persona que te gusta cuando él amablemente se ha ofrecido a acompañarte a casa? —se burló, sin maldad, el Uchida.

—Jo, deja ya de reírte de ese día, no sabía cómo declararme a un chico.

—Así que te ahorraste el discurso y pasaste a los hechos.

—Funcionó ¿ne?, pues deja ya de tomarme el pelo.

—Eres más valiente que yo, Haruyama Sakura, y tu directo de izquierda posiblemente más fuerte que el mío, por eso me alegra tenerte como amiga —fue lo que pensó Sakuke, manteniendo su expresión burlona.

—Volviendo al tema, creo que Naruto no se muestra como una ONG hacia ti, está a la espera —concluyó con aire profesional Sakura.

—¿A la espera de qué?

—Tú fuiste quien le hizo daño, bien, deberías ser el que tome la decisión de solucionar las cosas, ¿no pretenderás que Naruto se humille aún más yendo tras de ti?

Eso tenía sentido. Naruto no le había rechazado abiertamente, se limitaba a mantener las distancias y a eludir cualquier mención sobre lo ocurrido en el Hidden Village. Completamente neutral, no se acercaba a él por propia iniciativa, pero tampoco parecía molesto cuando le proponía pasar tiempo los dos juntos cenando o viendo la televisión, y el abrazo de la noche anterior…

—Entiendo —afirmó Sasuke, sintiendo que se quitaba un peso de encima cuando las piezas del extraño comportamiento del rubio encajaron en su lugar. En el fondo, era tan simple que le entraban ganas de darse de cabezazos contra la pared por no haberlo visto por sí mismo.

—Me alegro —sonrió la pelirrosa— A veces uno necesita hablar para poner en orden las ideas, de lo contrario siguen dando vueltas por la cabeza y enredan el doble, lo digo por experiencia.

El Uchida apoyó una mano sobre la cabecita rosa y esbozó una de esas espontáneas sonrisas que se permitía cada siglo, año arriba año abajo, y que iluminaban su rostro hasta cortar el aliento de la mayoría de los presentes; la misma Sakura se quedó petrificada, recordándose a sí misma que sería de mala educación ponerse a hiperventilar. No fue la única. Unos cuantos pasillos más allá, cierto rubio se había quedado bloqueado al ver semejante expresión en el frío Uchida Sasuke, no sólo por la visión en sí, sino por el endemoniado ataque de celos que acompañó al pensamiento de que había mostrado aquella sonrisa a otra persona que no era él. El ruido de un montón de botes cayendo al suelo sacó a Naruto de su estado de ofuscación.

—Demonios.

Fue a recuperar su accidentado carro de la compra, teniendo que disculparse varias veces con uno de los encargados del supermecado por haber derribado una pirámide de latas.

—Se supone que el problemático soy yo —comentó Sai, contemplando el estropicio cargando un saco gigante de arroz entre sus brazos.

—Olvídame —gruñó su amigo, ayudando a recolocar.

—¿Qué ha pasado?

—Me he distraído y he soltado el carro, fin de la historia.

—Hum, pasas demasiado tiempo en el mismo espacio vital que el Uchida, te ha pegado sus miasmas, empiezas a ser tan desagradable como él.

Cinco minutos después, Naruto esperaba a sus amigos fuera del edificio tras ser cordialmente invitado a abandonar el recinto por alterar el orden público, léase, lanzarle una lata a su amigo Sai, que él esquivó sin problemas, y atizarle en su lugar a una estantería llena de conservas en frascos de cristal. Shizune le echó una buena bronca al rubio cuando todos salieron cargados con las compras, una de esas que te devuelven a la edad de ocho años y has roto por primera vez el tarro de las galletas al ir a robar un par antes de la cena.

—Parece mentira lo torpe que puedes ser a veces, dobe.

Sasuke tuvo que resistir el impulso de retroceder un paso cuando Naruto se giró y le dedicó una de sus mejores miradas de "púdrete en el infierno"; en su lugar, frunció el ceño y alzó todos los escudos.

—¿Y ahora qué pasa?

—Nada, no pasa nada—. Naruto miró más allá del moreno— ¡Sai! ¿Quieres venir un rato conmigo en la moto?

—Sí —asintió feliz el interpelado, aunque echó un vistazo de refilón a Sasuke— Pero, ¿estás seguro?

—Totalmente.

Sai se puso el casco sin perder ojo a las reacciones de los otros dos. Puede que le costase entender las emociones más que a otros seres humanos, pero incluso él captaba la tensión que se iba acumulando en torno a su mejor amigo y al repelente Uchida.

Enojado, Sasuke retrocedió cuando la moto salió lanzada a toda velocidad hacia la autopista, su expresión era lo suficientemente elocuente para que ninguna de las hermanas Haruyama hiciera comentario alguno cuando entró en el coche, por el contrario, decidieron centrar la conversación en los lugares a los que querían ir esa tarde.

No llevaban recorrido ni la mitad del trayecto, cuando el móvil de Sasuke sonó. Echó un vistazo a la pantalla y decidió descolgar.

—¿Sasuke? Jo, anda que das señales de vida, tío—. La voz de Suigetsu sonaba tan alegre como siempre.

—¿Querías algo?

—Hum, nos hemos levantado con el pie izquierdo hoy, ¿ne? Pues sólo era para ver si ya salías de tu cárcel-refugio y te apetecía sociabilizar con tus viejos colegas. Reconozco que salir con Karin es un coñazo, pero al menos deberías quedar con nosotros por Juugo, ya sabes que dependía mucho de ti después que le sacases de la calle y eso.

—Voy a estar en Shimokitazawa, si os gusta el karaoke.

—Wow, una salida como niños buenos, creo que no participaba en una desde el colegio, cuenta con nosotros, te llamaré cuando lleguemos para saber por donde andas.

Sin despedirse siquiera, Sasuke colgó y guardó el móvil en su bolsillo.

—¿Quién era? – preguntó Sakura.

—Un amigo.

—Le has invitado, eso es bueno —sonrió ella.

—No creas —replicó el Uchida, mirando por la ventanilla para dar por concluido el interrogatorio.

Shimokitazawa mostraba la misma animación de siempre, un montón de gente joven disfrutando del amplio repertorio de cines, restaurantes, karaokes y tiendas de lo más variado distribuidas por aquel pequeño laberinto de calles estrechas. Shizune les dejó en el punto de reunión, frente a un pequeño parque cercano a su bar karaoke favorito. Sasuke miró a los dos chicos que conversaban alegremente, sentados en el respaldo de uno de los bancos al borde del parque, en especial al rubio que reía escandalosamente a carcajadas y que no daba importancia a la lluvia de pétalos de cerezo que se prendían de su ropa y cabello. Poco a poco fueron llegando el resto de integrantes del grupo – Gaara con Hinata, Neji y Lee, Shikamaru con Temari, Chouji, Kiba y Shino–, se saludaban entre ellos y preguntaban por lo ocurrido el día anterior. Lo odiaba, todo, la situación, la compañía, al idiota medio autista y a Naruto, porque empezaba a sentirse igual que antes de caer en la red de Orochimaru, vacío y…

—¡¡¡SASUKEEEE!!!

El interpelado recibió la colisión de otro cuerpo contra el suyo en lo que podría definirse como un abrazo demasiado entusiasta. Giró la cabeza con instinto homicida y, sorprendido, localizó a Suigetsu sonriéndole colgado de su espalda.

—Habéis llegado pronto —fue el seco comentario, mientras se quitaba al peliplateado de encima.

—No andábamos lejos —sonrió Juugo a modo de saludo, conteniendo a Karin para que no le arrancara la cabeza de un bocado a Suigetsu.

—Me alegra verte, amigo —replicó Sasuke, consciente de la escayola que aún cubría uno de los brazos del gigantón —Siento no haberte visitado, sobre todo después de salvarme la vida.

—Descuida, sé que has estado confinado para protegerte, me parece bien, si te hubiera pasado algo lo que hice no habría servido de nada.

—Y ya estamos de nuevo juntos, eso sí que mola— Suigetsu apuntó hacia un lugar a las espaldas del Uchida— ¿Nos presentas a tus amiguitos?

Los dos grupos se observaron con curiosidad, a excepción de Sakura y Hinata, ningún otro había conocido aún a los compañeros de Sasuke en el Hidden Village. El primero en adelantarse fue Kiba, impaciente.

—Venga Uchida, preséntanos.

Aquello no era lo que Sasuke tenía en mente, él pensaba largarse con su pequeña camarilla a otro lado y pasar de actividades infantiles que odiaba desde que pisó por primera vez un karaoke. Suspiró, resignado, y empezó a enunciar el nombre de cada persona presente, incluso consiguió pronunciar el de Sai sin añadirle algún insulto. Suigetsu y Kiba se convirtieron en el primer nexo entre los dos grupos, preguntando cosas sin parar, aunque pronto las miradas de odio entre Karin y Sakura dieron pie a bromas compartidas por parte de los demás, Juugo encontró en Shikamaru otro fanático del Shogi y, de repente, Sasuke se preguntó cuándo empezaron a andar todos juntos como viejos amigos y cómo demonios le habían metido dentro del maldito karaoke.

—Bien, Ino y yo hemos pensado que, para cantar todos y que nadie se escabulla, pondremos nuestros nombres en papelitos e iremos saliendo por turnos – explicó Sakura, mientras su hermana ya estaba anotando nombres en las hojitas de una libreta morada.

—El jefe dice que no hay problema con las pizzas, que podemos encargarlas y meterlas en la sala —dijo Chouji—. Sí que tenéis enchufe.

—Vienen cada fin de semana desde hace años, el dueño las considera sus nietas adoptivas —puntualizó Kiba.

—Es por el repertorio de canciones, tienen de todo, incluso cantantes extranjeros —explicó Temari, ojeando uno de los libros de códigos—. Es un asco cuando entras a uno de estos sitios y sólo hay canciones de Joji Yamamoto o Junko Akimoto. (N. de A.: cantantes al estilo de Julio Iglesias y Rocío Jurado)

—Eso sería muy problemático —asintió Shikamaru, tirado en uno de los sofás multicolores de la sala.

—Esto va ser divertido, hace mucho que quería ir a un karaoke auténtico japonés —sonrió Sai.

—Sí, divertidísimo —farfulló Naruto a su lado. Una cosa era haber estado en aquel antro de tortura con las chicas y otra muy distinta tener que cantar delante de sus amigos masculinos, especialmente de cierto moreno de expresión agriada.

El susodicho tampoco es que desbordara entusiasmo por cantar delante de todas las personas en Tokyo con las que mantenía algún tipo de relación, ni siquiera amistad en el estricto significado de la palabra. Aprovechando que Karin había ido donde Ino para asegurarse que la incluían en el juego, Sasuke se escabulló fuera de la sala.

—Enseguida os llevamos las bebidas —dijo el dueño del local, terminando de preparar el pedido con ayuda de un par de jóvenes camareras—. Mi nieto se ha entretenido con el baseball y vamos un poco cortos de personal.

—Tranquilo, no tienen prisa —respondió él, pensando que no era cuestión de ser desagradable con todo bicho viviente porque tuviera un mal día— ¿Me pone una cerveza?

—No te gusta cantar —juzgó el hombre, plantándole delante un botellín de marca alemana.

—No —reconoció el Uchida, dando un trago—. Buen material, no es algo que se encuentra en los karaokes.

—Muchas veces vienen grupos de oficinistas, jefecillos a los que si sabes adular con pequeñas cosas como ésta, te abren puertas a otras mucho más interesantes; no es fácil conseguir crédito en un banco o un buen coche sin dejarte medio riñón.

—No soy uno de ellos.

—Lo sé, pero parecías necesitar una buena cerveza.

—Arigato, ojisan.

—Invita la casa —le dijo el dueño al verle sacar la cartera—. Sólo hazme un favor, vuelve con tus amigos y no me llames ojisan, tampoco soy tan viejo, con Tazuna-san bastará.

Sasuke inclinó la cabeza, para agradecer el regalo, y regresó hacia la sala. Tuvo que frenar en seco, cuando la puerta se abrió de golpe antes que él llegara a tocar el tirador y casi le golpea.

—Uy, perdón Sasuke-kun —se disculpó una apurada Hinata.

—Descuida, sal tú primero.

—No, si yo iba a buscarte, vamos a empezar con el sorteo.

—¿Y?

—¿Eh?

—Creo que querías decir algo más.

Ella dudó un momento antes de inclinarse en una reverencia formal.

—Gracias por salvarme la vida.

—No hace falta que…

—Sí que debo agradecerlo, arriesgaste tu propia vida para sacarme del Hidden Village, es, lo que realmente quiero decir…, eres necesario aunque no puedas verlo, si desaparecieras mucha gente se pondría triste.

—Eres demasiado buena, Hinata —suspiró Sasuke, suavizando su expresión—. Acepto tu agradecimiento.

La Hyuuga sonrió con timidez y precedió al Uchida dentro de la sala.

—¡Eh, tío, ya te vale! —protestó Kiba.

—¿Dónde te habías metido, Sasuke? —Suigetsu señaló a las chicas— No querían empezar si no estabas.

—Cerveza —enseñó el botellín y ocupó un puf redondo, evitando que cualquier otro ser vivo pudiera sentarse junto a él.

—Una mano inocente para sacar los papeles —dijo Ino, depositando sobre la mesa central un cenicero lleno de cuadraditos morados.

—Hinata —sugirió la opaca voz de Shino.

La pobrecita se vio azuzada a escena por sus amigos y, más colorada que un tomate maduro, eligió un papel al azar.

—Sakura-chan – informó.

—Yeah.

La pelirrosa se apropió del micrófono mientras Tenten activaba el programa aleatorio en el reproductor de canciones. Se notaba el alto nivel de experiencia de Sakura, bailaba y cantaba sin perder la entonación en ningún momento.

—Está hundiéndome moralmente —protestó Kiba.

—No desesperes, sólo tienes que liberar la llama de la juventud como la adorable Sakura-chan y lo harás genial —le animó Lee.

—Sí, haré un ridículo genial.

—Como todos —rió Suigetsu— ¿Sabemos de algún tío por aquí que cante bien?

—Ni idea, creo que es la primera vez que salimos todos a un kararoke desde el instituto, las adictas son las chicas.

Sakura terminó su canción y Hinata procedió a sacar al siguiente cantante.

—Sai-san.

El joven artista se levantó como si tuviera un resorte y le quitó el micro a la pelirrosa, ansioso como un niño con un juguete nuevo. Se plantó muy serio ante la televisión, mostrando la misma concentración que ante un lienzo en blanco y, entonces, su voz se enganchó a la melodía como si se dedicase a cantar en lugar de a la pintura en su vida cotidiana, limpia y clara, sin equivocar la lectura de kanji y hiragana de la pantalla.

—Sai, todos los hombres de la sala te odiamos cordialmente —gruñó Naruto.

El moreno se giró con una sonrisa y fue hasta su amigo para seguir cantándole en las narices, claro que haciendo muecas apoteósicas como había visto hacer a algunas viejas glorias de los años setenta. Naruto acabó riendo con los demás, sintiendo que se liberaba de un peso que cargaba desde hacía rato con su enfurruñamiento.

—¿Desde cuando cantas así? —preguntó el rubio, curioso, una vez Sai devolvió el micro y se sentó.

—De siempre, aunque no lo hago mucho para otras personas, prefiero comunicarme con el pincel.

—Pues mola.

—Oi, ¿podemos cantar Shikamaru y yo una a dúo? —preguntó Temari.

—No sé —dudó Sakura.

—La idea es que todos hagamos una ronda sin excepción, ¿qué más da alterar el orden? —sugirió Shikamaru, no por querer cantar, sino porque sería más problemático soportar una novia cabreada.

—Ah, vale, ¿todos de acuerdo?

Murmullo de asentimientos. Tenten le lanzó un micro a cada uno y activó el aparatito. Temari agarró a Shikamaru y le arrastró al centro de la sala a interpretar una melodía romántica muy tonta para diversión del personal. Todos acabaron dando palmas acompañando el ritmo y coreando algunas partes.

Hinata volvió a sacar un papelito.

—Naruto-kun.

—Mierda —pensó él— Hubiera preferido ser el último, tan al principio van a burlarse un huevo.

Aceptó el micro de manos de Ino, que intentó animarle con un guiño, y caminó resignado hacia el patíbulo delante de la pantalla. Reconoció enseguida la canción y decidió, que ya que iba a destrozarla por todos lados, al menos lo haría con estilo, así que desde la primera sílaba empezó a dar saltos en plan estrella del rock. En uno de sus giros, acabado en un derrape por el suelo lanzándose de rodillas, divisó a Sasuke hundido en su puf, escondiendo una sonrisa de pura diversión detrás del botellín de cerveza y, en lugar de enfadarse porque el Uchida estuviera a punto de echarse a reír, se alegró.

—Parezco una maldita colegiala enamorada —suspiró para sí mismo Naruto, saludando como si acabara de triunfar en el Tokyo Dome.

—Al menos ha desafinado con dignidad —opinó Chouji.

—Ya te digo —rió Kiba.

Ha demostrado que la primavera de su juventud es imparable.

—Lo que no quita que cante mal —rebatió Shino.

—No deberíais reíros cuando vosotros todavía no habéis tocado micro —les aconsejó la serena voz de Neji.

Hinata sacó otro nombre.

—Ah, Gaara-kun.

El pelirrojo se incorporó y tomó posición con una tranquilidad admirable. Algunos de los chicos cruzaron apuestas sobre lo bien o mal que lo haría, que se cortaron de raíz cuando liberó su voz, un tono grave y limpio que se ajustaba perfectamente a la lenta melodía.

—Kiba —anunció como siguiente Hinata, mirando bastante alucinada a Gaara cuando le dio el micro.

—Pues sí que canta bien tu novio —comentó Ino.

—No es mi novio —susurró la Hyuuga, al borde de una crisis nerviosa.

—¿Amigo con derecho a roce?

—¡Ino!

Deja de incordiar —la azuzó Sakura, mientras Kiba empezaba su interpretación—. Vaya.

Lo cierto es que Kiba consiguió defenderse bastante bien, su voz, más juvenil y gamberra que la de Gaara, se amoldó bien a la canción que le tocó en gracia.

—¡Ja! ¡Chuparos esa! ¡Soy el amo del karaoke!

—Eh, idiota del karaoke, siéntate.

—No hace falta ser tan borde, Sakura.

—Sólo contigo cuando empiezas a hiperactivarte; le toca a Hinata y acabará poniéndose nerviosa si no empieza ya.

—Vale, vale.

Para animarla, y evitar que se trabara, Ino y Tenten comenzaron a dar palmas siguiendo el ritmo, los demás las imitaron e, incluso, alguno coló alguna segunda voz de falsete que les hizo reír. Lo cierto es que Hinata se hubiera apañado muy bien sin tanta ayuda, una vez pasada la vergüenza inicial su dulce voz se alzó con facilidad.

—Aquí todo el mundo canta bien menos yo —gruñó Naruto.

—Bueno, Kiba no ha sido un derroche de voz y —Sakura sonrió perversamente—, mis hermanitas tampoco son una maravilla.

—Si los que se colaron en casa no te han destrozado tu conjunto favorito de Victoria´s Secret, pienso quemártelo yo —amenazó Ino.

—Hazlo y tiro tus Manolos a la basura.

—Chicas —bufó Kiba.

—Son unas problemáticas, ¡auch!—. Shikamaru se sujetó el costado golpeado por su novia— Tú misma te echas tierra encima.

—A veces, aún con toda su genialidad, no sabe cuando callarse —opinó Chouji, observando como su mejor amigo era estrangulado por Temari.

—Las pizzas —anunció Shino, ayudando a las dos camareras que traían el pedido a la sala.

Hicieron hueco en las mesas y repartieron porciones para todos. Sakura agrió la expresión cuando Karin echó mano de su pizza favorita, respiró hondo.

—Si la das un galletazo tampoco pasa nada —opinó una alegre voz al lado de la pelirrosa, Suigetsu.

—¿Qué?

—Que no pasa nada si le atizas a la zorra pelirroja, total, su neurona sólo va en dos direcciones: Sasuke y sex… ¡auch!—. El chico acabó estampado en el suelo tras una enérgica patada de Karin.

Una presencia se interpuso entre el muchacho de cabello blanco y una satisfecha Karin, Juugo les sujetó por el cuello de la ropa y les miró como un padre lo haría con los escandalosos de sus hijos.

—Intentad portaros bien, los amigos de Sasuke son muy amables al permitirnos estar con ellos, así que no quiero riñas tontas que arruinen la tarde, ¿de acuerdo?

Los dos asintieron enérgicamente, lo que menos querían era enfrentarse a un Juugo enojado de verdad.

—Podría ir cantando más gente mientras comemos, ¿no? – sugirió Lee, muriéndose por echarle mano al micrófono.

—Hum—. Ino tragó la pizza y tomó un papelito al azar— Neji, te toca.

El Hyuuga dejó su comida y, cariacontecido, fue junto a la pantalla.

—No es justo, voy a sonar como Takuro Yoshida con esta canción —protestó él, nada más escuchó los primeros tonos de la melodía.

—Es lo que te ha tocado—. Sakura se encogió de hombros.

—Vamos, Neji, demuéstrales la fuerza de la primavera de tu juventud.

—Lee, créeme, no ayudas.

Neji hizo lo que pudo con el tema que le tocó en desgracia y le pasó el micro a Tenten como si estuviera a punto de darle un bocado en la mano. Ella aprovechó y conectó el aparato para cantar una canción que le gustaba mucho, ventajas de ser la encargada de poner "aleatoriamente" las melodías.

—Bonita voz —apuntó Shino.

—Aquí todas las tías cantan bien —gruñó Kiba.

Volvieron a sacar un papelito. Ino entrecerró los ojos, perversa, y señaló al Uchida.

—Sasuke-kuuuun, eres el siguiente.

—Ni de coña.

—Tío, no seas coñazo—. Suigetsu se plantó delante de su líder y le obligó a levantarse a base de tirones— Se trata de pasarlo bien. Además, no sé a qué tanto drama si tú cantas de puta madre.

—Pues eres un privilegiado, creo que ninguna otra persona ha oído cantar a Uchida Sasuke y sigue vivo —bromeó Kiba.

—Fue por accidente —reconoció Suigetsu, divertido— Cuando… ¡ay! ¿¡qué demonios os pasa a todos que no paráis de darme guantazos!?

—Eso es porque eres un insoportable —rió Karin.

Ignorando la pelea de los amigos de Sasuke, Gaara fue junto al susodicho y le puso el micrófono en la mano.

—Hazlo.

Todos esperaban que Sasuke diera alguna respuesta cortante y le estampara el micrófono en la cabeza pero, en lugar de hacer eso, fue frente a la pantalla y esperó que Tenten conectara el aparato. Cantó manteniendo en todo momento su expresión de indiferencia, y lo hizo francamente bien, para después regresar a su asiento, aunque nadie en la sala sabría decir si se había divertido o les odiaba más que antes.

Ignorando a su líder, Suigetsu se apropió del micro y retó a Karin a un dúo, ella aceptó al momento con la idea de pisotearle. Naruto sonrió divertido, seguía pensando que esos dos harían muy buena pareja si dejaran de intentar arrancarse el hígado el uno al otro.

—Ey, Hinata, no te he preguntado, ¿qué tal con tu padre? —preguntó el rubio, a la que pasaba la chica.

—Ah, eto, mejor, aunque aún refunfuña contra la indecencia del baile—. La Hyuuga sonrió realmente feliz —Creo que intenta comprenderme por primera vez, incluso le pidió a Neji que le llevase en secreto a uno de mis ensayos.

—Buenas noticias —asintió Naruto— ¿Y lo de Gaara?

—Eso… yo…

—Eso no ha mejorado demasiado —suspiró Neji, apareciendo junto a ellos— No le deja entrar en casa, ni permite a Hinata llamarle por teléfono y, mucho menos, quedar con él. Lo de hoy ha sido una excepción, porque sabía que venía todo el grupo. A veces nuestro padre puede ser realmente obtuso.

Mientras, Juugo había tomado asiento en el suelo junto al Sasuke. Dejó transcurrir un tiempo de silencio, permitiendo que el Uchida se adaptase a su presencia y a la evidente intención de entablar una conversación.

—Tienes buenos amigos.

Sasuke se movió ligeramente, dando a entender que le escuchaba pero que no tenía ánimo de contestar.

—Sobre todo el chico rubio.

—Ve al grano, Juugo, no voy a enfadarme.

—¿Qué tienes pensado hacer a partir de ahora?

—¿A qué te refieres?

—Tu vida. Ya no eres esclavo de Orochimaru.

—No lo sé. Todo ha ocurrido tan rápido que no he tenido tiempo de pararme a pensarlo con detenimiento.

—Policía.

—¿Qué?

—Deberías ser policía, o algo así. Siempre ayudas a la gente que te rodea.

—Bromeas.

—A mí me ayudaste, y también a Suigetsu y Karin. Salvaste a Hinata. Eres una buena persona, Sasuke, aunque no puedas verlo por ti mismo.

—...

Las horas pasaron volando en aquel pequeño rincón de Tokyo. Sakura vio que se acercaba el momento de regresar a casa y tramó una última jugada de casamentera.

—Sai.

—Dime, Sakura.

—Tengo una idea para hacer que los bobos de Naruto y Sasuke vuelvan a juntarse, ¿me ayudarías?

—No, yo quiero que Naruto esté conmigo y no con el Uchida, no puedo ayudarte.

—Es una pena, porque Naruto no será feliz con otra persona que no sea Sasuke, y tú quieres que Naru sea feliz ¿verdad?, porque le quieres y te gustaría que fuese muy feliz.

—Sakura, padezco un trastorno afectivo-empático pero no soy estúpido —protestó el pintor.

—Sai, por favor, yo también quiero a Naruto pero Sasuke es su alma gemela.

La pelirrosa ofreció su mejor cara ilusionada de ojitos estrellados y amplia sonrisa sin resultados, así que pasó al plan B: Inner Sakura. La chica rosa y amable se convirtió en el peor de los tíos chungos de la ciudad, agarró a Sai del cuello y fue muy concisa.

—Si no me ayudas te destruyo, microbio.

—¿Qué hay que hacer? —.Algo en las profundidades del subconsciente de Sai evocó un dolor sobrehumano sólo con atisbar aquella faceta de Sakura.

—Sabía que lo entenderías, este es el plan…

Naruto se levantó de la silla y estiró la espalda, ya iba siendo hora de recoger para volver a casa.

—¡Uaaah! ¡Sai! —. El rubio había pegado un salto de medio metro hacia delante al notar una mano en su trasero— ¡Deja de meterme mano a la mínima de cambio ttebayo!

—Es que si te aviso no me dejas.

—¡Claro que no!

Ino tachó de una lista a Kiba, con eso todos habían pagado su parte de pizza, bebida y karaoke. Fue con Tenten a la barra de fuera y le entregó el dinero al dueño.

—Creo que está todo, siento darle tanto suelto.

—Mejor para mí —sonrió Tazuna— Siempre me dejan sin cambio.

—¿Puede hacernos un último favor?

—Claro, ¿de qué se trata, jovencita?

—Pues verá…

El último en salir de la sala fue Naruto, porque Sai tuvo la genial idea de encerrarle en su huída después de plantarle un rápido beso en la boca a la que le pilló desprevenido. Cuando una de las camareras le dejó salir, no quedaba ni uno solo de sus amigos en el recibidor.

—Ey, Tazuna, ¿se han ido todos?

—Hum, no sé, creo que quedaban algunas chicas en el baño —indicó él, repitiendo las palabras que le dijo Ino.

El rubio esperó y esperó, pero las únicas que salieron eran unas completas desconocidas.

—Genial.

—Usuratonkachi, ¿se puede saber qué haces? —. Sasuke estaba parado en la entrada del karaoke— Estamos todos en el parque esperándote.

—¡Sois vosotros los que os habéis largado sin mí!

—Vamos, incluso el malqueda de Kakashi ya ha llegado con el coche.

—No es mi culpa, ¿vale? El idiota de Sai me ha encerrado.

—Dobe.

—Hmpf.

Los dos chicos remontaron el pequeño trecho de calle hasta llegar al pequeño parque sin mirarse o dirigirse palabra alguna, aunque cuando llegaron les estaba esperando una no muy grata sorpresa.

—Vale, ¿dónde están los demás? —gruñó Naruto— ¿Y dónde está mi moto?

—Como sea una broma —musitó Sasuke en tono amenazador.

Los dos echaron mano de sus móviles, a ambos les acababa de llegar un mensaje de parte de cierta pelirrosa metomentodo. "Disfruta del paseo de vuelta a casa en compañía del otro. Arregla los problemas. Ánimo".

—Sakura-chan —suspiró Naruto.

—Voy a matarla —prometió el Uchida.

—Deberíamos ponernos en marcha —dijo el rubio, después de mirar su reloj— Es un largo camino y no me apetece quedarme sin transporte.

—Tsk. Vamos al metro.

—¿¡Metro!? ¿No podemos usar el bus?

—¿En hora punta? ¿Quieres criar malvas en los atascos de salida de la zona centro?

—Es que el metro… —Naruto se ponía verde sólo de pensar en el abarrotamiento— Me agobia un poco.

—Dobe, eres peor que un crío.

—¡Eso no es cierto!

—Pues pórtate como un adulto y aguanta un poco. Cuando salgamos de la zona más conflictiva podemos cambiar al autobús.

—Vale ttebayo —cedió Naruto, algo más tranquilo.

Sasuke negó con la cabeza y echó a andar hacia la boca de metro más cercana, a unos quince minutos a pata luchando contra la marabunta de gente joven que atestaba la zona a esas horas de la tarde. Las calles estrechas tampoco es que ayudasen demasiado. Naruto caminaba a su lado, silencioso para variar, aunque parecía que el extraño malhumor de hacía unas horas ya se le había pasado y se dedicaba a observar su entorno con curiosidad. Sasuke quería hablar con él pero no sabía cómo, lo normal es que el rubio iniciase la conversación con esa incapacidad para mantener la boca cerrada más de medio segundo. ¿Qué podía decir que no sonara forzado o estúpido?

—¿Por qué odias tanto el metro?—. Bueno, no era lo más inteligente del mundo pero bastaría por el momento.

—No es por el metro en sí, cuando voy en los trenes no me mareo, es el hecho de encontrarme bajo tierra, en un lugar cerrado y atestado de gente… soy algo claustrofóbico —sonrió apurado— Ni siquiera me gusta pasar demasiado tiempo metido en casa, siento como las paredes se me van echando encima. ¡Argh! Voy a matar a Sai por quitarme las llaves de la moto.

Le tienes demasiado consentido.

—Posiblemente —reconoció Naruto— Es como un hermano pequeño o algo así. ¿Uh? Mira —señaló unos cines— No sabía que ya estrenaban esa peli, podríamos venir a verla cuando acabe los exámenes.

Sasuke reconoció el título, era una de esas de disparos, persecuciones y artes marciales, donde los malos están sobre actuados y al bueno todo siempre le sale bien, incluso eso de que nunca se le acaben las balas y sobreviva a explosiones de coches y edificios.

—¿Por qué no me sorprende?

—¿No te gusta? —Naruto frunció el ceño— Seguro prefieres a la Meg Ryan esa, si es que eres maricón hasta la médula.

Lo siguiente que sintió el rubio fue el contundente puñetazo de Sasuke.

—Un día se me agotará la paciencia…

—Solo bromeaba, jo.

Empezaba a arrepentirse de haber iniciado la conversación. Negándose a prolongar la estúpida riña, siguió andando y empezó a bajar las escaleras de la estación. No se parecía ni remotamente a la de Shinjuku, y eso que estaban sólo a un par de paradas, su aspecto era más destartalado, cubiertos los andenes con techos de aluminio y las vías dando al cielo plagado de cableados eléctricos. Los corredores eran un hervidero de estudiantes, tribus urbanas y algunos anodinos peatones.

—¡Sasuke! —Naruto le agarró del brazo con expresión descompuesta— Ni se te ocurra volver a dejarme atrás, ¡hay demasiada gente!

—Cobardica.

—Teme, no es por perderme, es por el agobio —protestó él.

—Aún no estás dentro de un espacio cerrado —objetó Sasuke.

—Es casi lo mismo, son muros humanos.

La rugiente llegada del tren silenció la contestación del Uchida. Las puertas vomitaron centenares de personas, para luego proceder a engullirlos a ellos. Naruto tomó aire como si fuera a sumergirse en una piscina y buscó la forma de pegarse contra un cristal. Pitido, cerrado de compuertas y empezó el viaje.

—Si voy contra una ventana no me siento tan mal, ves el exterior y el aire acondicionado suele salir de aquí arriba —explicó ante la mirada de curiosidad de Sasuke— ¿Cuánto tenemos por delante?

—Un rato, mejor que no lo sepas para no estresarte más.

—Eso significa que bastante.

Naruto pegó la frente contra el cristal, concentrándose en su tacto liso y frío. Odiaba sentirse débil. La vocecita de megafonía anunciaba las paradas de forma metódica y consiguió helarle la sangre cuando escuchó "Shinjuku"; iban a pasar por el centro de Tokyo en plena hora punta, los dioses le tenían ojeriza, sin duda.

Empezó a entrar gente y gente ocupando el escaso espacio, privándole de aire. Cerró los ojos. Por eso siempre madrugaba tanto para ir a la universidad antes de comprarse la moto, porque prefería llegar una o incluso dos horas antes a morir por el camino. Notó movimiento a su lado y como una presencia se plantaba ante él. Arriesgó un vistazo y descubrió a Sasuke convertido en un parapeto protector, apoyaba las manos contra el cristal a ambos lados de la cabeza rubia, recurriendo a toda su fuerza para conservar un pequeño espacio entre ambos. El tren se puso en marcha siendo su traqueteo el único sonido imperante; los japoneses no hablan dentro del metro para no molestar a los otros viajeros, si lo hacen es en susurros, pero la mayoría dormita, escucha música, juega con una consola portátil o lee. Conseguido su objetivo, Naruto vio como Sasuke relajaba un poco su postura, problema, aquellos oscuros ojos grises conectaron con los suyos. Nada había cambiado, ni las mariposas en el estómago, ni la sensación de necesitar a aquel chico casi más que al mismo oxígeno. Alzó una mano y la apoyó sobre el pecho de Sasuke, aunque no sabía si quería atraerlo o alejarlo, así que allí la dejó, percibiendo unos latidos rápidos y fuertes.

—Gracias —susurró Naruto.

—No me apetecía arrastrarte por medio Tokyo —replicó secamente Sasuke, aunque no pudo esconder por completo su apuro.

Distraídos el uno con el otro, no se percataron de la nueva avalancha de nipones dentro del vagón. Sasuke no reaccionó a tiempo y se vio aplastado contra Naruto, dando al traste con la bonita atmósfera que se había creado y también con el escaso espacio vital que necesitaba el rubio para no morirse.

—Me ahogo.

—Dobe, no seas nenaza.

—Voy a vomitar.

—Hazlo y entonces sí que te mató.

—Sasuke… en serio… me siento fatal…

El Uchida reparó en la tonalidad verdosa de su amigo y decidió que lo mejor era abandonar el metro. En cuanto llegaron a la siguiente estación, Sasuke agarró al desastrado jinchuuriki y abrió paso a empujones para apearse. Le llevó casi en volandas hasta el primer banco libre que vio y allí le permitió desplomarse.

—Perdona —musitó débilmente Naruto.

—Da igual, cogeremos un taxi.

—Si quieres tirar el dinero mejor se lo das a los pobres.

—Pienso cobrárselo a esa panda de idiotas que consideras tus amigos.

—No es mala idea.

—¿Quieres beber algo?—. Sasuke no podía evitar preocuparse un poco al verle tan pálido.

—Se agradecería algo frío con mucho azúcar —respondió Naruto, sin dejar de respirar profundamente con la cabeza entre las piernas.

—Espera, ahora vuelvo.

—Prometo no salir corriendo.

Naruto sonrió mientras escuchaba como se alejaba el moreno. Disfrutaba siendo el centro de atención de Sasuke, si no fuera por lo mal que se encontraba tras el breve trayecto en metro, podría decir que aquel estaba siendo uno de sus mejores días desde hacía meses.

Notó el frío de una lata apoyada contra su nuca, dio un respingo y miró un poco malhumorado al arrogante muchacho ante él. Aceptó el refresco y lo bebió con avidez, respirando más tranquilo a medida que el malestar desaparecía.

—¿Mejor? —cuestionó Sasuke, sentándose a su lado.

—Sí, gracias —sonrió él, algo desconcertado por su proximidad.

—Eres un debilucho, dobe.

—Creo que no estoy en condiciones de negarlo, pero ya me gustaría verte a ti con el cuerpo escombro que tengo.

Se quedaron callados, observando como iba y venía la gente por la estación mientras Naruto terminaba su bebida. Por primera vez en mucho tiempo aquello no fue un silencio incómodo, no sintieron la necesidad de llenarlo con palabras vacías.

—Ya no estás pálido, ¿podrás ir en un taxi sin marearte?

—Descuida, me siento mucho mejor —. Naruto se levantó del banco y se estiró para desentumecerse.

—Vamos entonces.

Salieron de la estación y caminaron un poco para que el rubio terminara de despejarse con el fresco aire de la noche. Sasuke andaba como siempre, con las manos en los bolsillos de la cazadora y ese eterno gesto de desdén hacia el mundo en general, y parecía más relajado que al empezar la odisea del retorno a casa en transporte público. Naruto decidió dejar un poco de lado su orgullo y echar una mano al Uchida, era eso o acabar en un eterno estado de tablas que a alguien tan impaciente como él le sacaba de sus casillas.

—Esta mañana.

—¿Hn? —Sasuke le miró interrogante.

—Esta mañana… —Naruto respiró hondo— ¿por qué has huido?

La curiosidad dio paso al estupor en la cara del Uchida. Sin duda no estaba preparado para un ataque verbal frontal por parte de su amigo y, mucho menos, tan a bote pronto.

—No es… yo… —. Se mordió el labio y miró a un lugar indeterminado a su izquierda, incapaz de sostener la mirada azul.

—Es la primera vez que duermo tantas horas seguidas desde hace semanas.

Las palabras de Naruto le hicieron volver a alzar la vista. Él había pensado lo mismo al despertar, que las pesadillas o el insomnio se habían rendido ante un plácido sueño.

—Yo también —afirmó, venciendo el momento de desconcierto.

Naruto sonrió, no como los últimos días, si no con una de esas sonrisas que podrían iluminar una ciudad entera, aunque lo único que Sasuke vio resplandecer fue aquel rostro alegre y sincero. Se armó de valor y dio un salto de fe, hizo desaparecer el espacio entre ambos atrapando al rubio en un abrazo eco de la noche anterior.

—No quiero que me odies —reconoció en un susurró.

—No podría aunque quisiera —dijo Naruto con voz ligera— Eres un maldito orgulloso cabezota y egoísta, al final me has obligado a mí a mover ficha para acabar con esta estúpida situación.

—Deberías entender mi… reparo a acercarme.

—Pues no, no lo entiendo —gruñó el rubio— Si te hubiera hecho más señales habría tenido que ponerte mis intenciones por escrito, hasta yo me doy cuenta que no podía ser más obvio sin soltártelo todo a la cara.

—Tú mismo lo has dicho, soy egoísta, no quería perder lo poco que había recuperado —replicó Sasuke, apartándose un poco para mirarle.

—¡Pero si no había nada! ¡Hasta ayer apenas hablábamos! —protestó cabreado el rubio.

—Eso poco me bastaba, era diez veces mejor que la perspectiva de un vivir aislado y no volver a verte jamás.

—Eres idiota —. Naruto le golpeó en un hombro casi sin fuerza.

—No más que tú, usuratonkachi.

—Bueno, y ¿ahora qué?

—¿A qué te refieres? —Sasuke arqueó una ceja, curioso.

—Hemos hablado, sabemos lo que piensa el otro y ¿eso dónde nos deja?

—No lo sé —reconoció el Uchida— Nunca he tenido una relación tan extraña con otra persona. Supongo que habrá que ir improvisando.

—Con calma, teme, aún no he perdonado del todo las putadas que me hiciste —amenazó Naruto.

—La putada —puntualizó Sasuke—, y tampoco hice nada tan grave que merezca tu rencor eterno.

—¡Me violaste! —le acusó Naruto.

—No, pero parece que me pasé con las drogas y afectaron a tu memoria —gruñó sinceramente ofendido el moreno—. Que yo sepa tu trasero sigue a salvo, a no ser que te hayas dedicado a ciertas actividades durante mi convalecencia.

—Me engañaste, drogaste y abusaste sexualmente de mí, puede que dejaras mi culo en paz pero conseguiste hacerme sentir… —. El rostro de Naruto se contrajo por la pura incapacidad de expresar con palabras aquel momento —Fue horrible, angustioso.

—Tenía que alejarte de mí y con alguien tan cabezota como tú no lo habría conseguido sólo a base de palabras, debía hacer algo tan monstruoso que no quisieras volver a verme en tu vida —Sasuke ocultó su rostro contra el cuello de Naruto— No existía otra opción, de haber seguido contigo lo más probable es que te hubieran matado.

Aquello era lo más parecido a una disculpa que el Uchida llegaría a enunciar y fue suficiente para Naruto.

—Eso pensé después de que te hospitalizaran —comentó el rubio—. Salvaste a Hinata y me hizo ponerme a pensar en el por qué de tu forma de ser tan contradictoria. Me di cuenta que posiblemente intentabas protegerme, de un modo horrible pero quizás el único que tú entendías.

—¿Por eso me acogiste en tu casa?

—En parte sí, también echaba de menos discutir contigo.

—Yo también.

Naruto sonrió divertido y se permitió acariciar aquel cabello oscuro, era tal como lo recordaba, suave seda negra. Sasuke se tensó un instante por lo inesperado del gesto, luego se incorporó un poco para salir de su cómodo escondite y permitir que los rostros de ambos quedaran tan cerca que sentían el cálido aliento del otro, pero no se movió más, de repente había recordado la amenaza del rubio de no haberle perdonado. Naruto percibió la duda en aquellos ojos negros, tanto como el deseo de cerrar el espacio entre ambos por la forma en que le miraba los labios; travieso, rozó la nariz del Uchida con la suya, animándole a dar el último paso. El mensaje fue captado por Sasuke, que sonrió y aproximó su boca a la que tanto había extrañado. Un repentino y estruendoso agudo de guitarra seguido por un berrido rockero le hicieron frenarse en seco mientras Naruto estallaba en carcajadas y buscaba su móvil por los bolsillos de la cazadora.

—Perdona, es mi madre —se disculpó el rubio, empezando a separarse del Uchida.

Interrupciones, siempre las puñeteras interrupciones; que si los teléfonos, que si el timbre de la puerta. Estaba harto. Sasuke volvió a sujetarle de la cintura y le quitó el teléfono de la mano en un rápido movimiento.

—Puede esperar —dijo antes de atrapar su boca en un cálido beso.

Naruto se olvidó de todo, el móvil, los coches, los escasos viandantes de aquella fría noche de primavera, y respondió a aquel beso con cada emoción contenida durante las últimas semanas en una expresión del más puro y absoluto anhelo. Disfrutó de cada roce de labios y lengua, húmedo, excitante, posesivo, del cuerpo pegado al suyo frustrado por las capas de ropa que les separaban, del rostro ruborizado de Sasuke cuando se detuvieron a recuperar oxígeno.

—¿Por qué has tardado tanto, teme? —protestó el rubio, atrayéndole de nuevo en otro beso que buscaba rivalizar con el anterior.

Caricias y besos se alternaron hasta que ambos decidieron parar de mutuo y silencioso acuerdo, antes de acabar montando un numerito más serio en plena calle. Naruto recuperó su móvil y llamó a su madre.

—¿¡Dónde demonios estás!? —fue el grito que resonó al otro lado de la línea.

—De camino a casa, mamá.

—¡Son casi las diez! ¿¡Es que vienes andando o qué!?

—Me mareé en el metro y tuvimos que parar un buen rato, pensamos en un bus pero casi no pasan a estas horas y…

—¡Basta de excusas! ¡Dime dónde estás que voy a buscaros!

—Eh, vale, te paso con Sasuke que tiene mejor sentido de la orientación que yo.

El Uchida soportó el chaparrón de gritos con cara de circunstancia y le explicó a una madre muy cabreada cómo encontrar a su hijito del alma.

—Tu madre es… peculiar —comentó Sasuke, una vez cortada la llamada.

—Je, bonita forma de decir que se convierte en Conan el Bárbaro pero a lo chica.

—No imagino lo que habrá hecho con los demás cuando hayan aparecido sin nosotros.

—Nah, habrá chillado y amenazado, lo de siempre —resopló Naruto— Todo esto de Akatsuki y Pain la tiene bastante desquiciada. Si dependiera de ella, me metería en una urna de cristal blindado para que nada pudiera dañarme.

—Si no te importa, prefiero que no le comentes nada de nosotros.

—¿Por qué?

—Porque amenazó con dejarme eunuco si volvía a ponerte la mano encima y la creo muy capaz de hacerlo.

Naruto rió alegremente de sólo ver la expresión agónica del otro chico.

—Descuida, ella no es la peligrosa, ladra mucho y nada más, el chungo es mi hermano, pero aún le faltan casi dos meses para regresar del curso que está haciendo al otro lado del charco.

—Que alivio, me quedan dos meses de vida.

OooO