Muchisimas gracias a quienes habeis seguido esta historia; gracias por leer, por comentar y bueno por el apoyo. Después de bastante más tiempo del que hubiera deseado por fin mi muso me vino a visitar y pude terminarla. Espero y deseo de todo corazón que os guste.

Muchisimas gracias a SCR por su ayuda durante toda la historia, por betearla y por sus pequeñas ideas que me ayudaron a terminarla.

En fin, nos vemos en otra historia.

Besis


Parte III

Deslizó la copa hacia su boca y dio un trago corto al Dry Martini mientras de reojo miraba hacia la puerta. No podía creerlo, después de todo, el muy imbécil —el insulto más suave que venía a su mente— le iba a dejar plantado. ¡El día de su cumpleaños! Después de haber roto con él, de haber desaparecido durante dos años de la faz de la tierra. Los dientes blancos y lustrosos de Draco chocaron con el fino cristal, casi podría haberse comido la copa a mordiscos. Le hervía la sangre, sentía la magia bullendo por sus venas, podría haber lanzado un hechizo con solo concentrarse un poco más, uno verdaderamente doloroso y purulento; es más, estaba convencido que tendría que llamar a los aurores para que se dedicaran a obvliatear a todo el bar cuando Harry traspasara la puerta. Eso si llegaba a hacerlo.

Consultó una vez más la hora en su reloj plateado, después en el teléfono móvil y por último preguntó al camarero que le contestó de malas maneras, Draco tuvo que reconocer que las otras once veces había sido algo más amable. Miró la copa casi terminada y suspiró resignado, Josie tenía razón. Tendió un billete de diez libras sobre la mesa y recogió su chaqueta de la butaca que tenía a su lado, poniéndose de pie se dijo a sí mismo que esa era la última oportunidad que le daba a Harry.

—¿Ya te vas? —Draco tuvo que girarse para identificar a quien le hablaba, porque en realidad aquello había sonado a "ña teb pap".

—¿Harry? —El moreno asintió—. ¿Qué te ha… pasado? —preguntó sin poder dejar de mirar su frente donde faltaba toda la ceja derecha.

—La perdí en una aparición —la voz sonaba ronca y nasal, y parecía que le costaba hablar.

—¿Estás bien?

—Perfec… —un fuerte arranque de tos le impidió hilar una frase completa.

—Ya veo.

—Siento el retraso, he tenido un pequeño accidente con el coche.

—¿Qué? —chilló Draco.

—Oh, nada grave… pero me han puesto una multa —Harry titiritó de frío bajo la montaña de ropa que llevaba—. Mmmm… ¿aún quieres tomar algo conmigo?

—Sí, bueno… creo… pero… ¿Estás bien?

—Sí… sí… —respondió tragándose un nuevo ataque de tos. No iba a permitir que un simple resfriado le quitara la oportunidad de volver a ser feliz, ni a él ni a Draco—. Vayamos a sentarnos —dijo señalando una mesa al fondo.

Draco le siguió fijándose en la pequeña cojera que arrastraba, meneó la cabeza contrariado pero se abstuvo de preguntar, conociendo a Harry como lo conocía el moreno no iba a decirle la verdad, así que de momento se conformaba con averiguar qué era lo que escondía en esa bolsa plateada que llevaba firmemente sujeta en su mano derecha.

Le miró por encima del ojo suspirando aliviado al comprobar que le seguía sin hacer ninguna otra pregunta, aquel estaba siendo su peor día en años. Con un resfriado tremendo, sin su ceja y con una multa por haberse estampado contra una farola unas calles más abajo, Harry creía que su suerte no podía ir a peor, además había llegado más de media hora tarde y Draco le había esperado. Las cosas tenían que mejorar. Se quitó el abrigó y lo depositó en la silla cercana, permitiendo a Draco sentarse de cara a él, así podría decirle todas las cosas que llevaba dentro mirándole a los ojos; las cosas iban a salir bien. Tenían que salir bien.

—Te he comprado… bueno… un regalo —dijo algo cohibido—, espero que no te moleste.

—Bueno… no tenías que haberte molestado —"espero que sea bien caro, me debes unos cuantos" fugazmente pensó en aquello, pero luego la sonrisa genuina que ilumino su rostro, y esa carita, sin ceja vale, pero tan lindo, le hicieron olvidar todo pensamiento coherente.— De verás que…

—¡Oh, mierda! —masculló cuando sacó la caja del interior de la bolsa—. Mierda, mierda… mierda…

—Harry.

—Joder, debió haberse roto… ¡mierda, coño!

—Harry… está bien… —Draco había comprendido que ese pseudo paquete que el moreno había sacado de la bolsa un poco apachurrado por los bordes y ligeramente aplastado por el centro era su regalo.

—No, no está bien… —suspiró derrotado—. Nada está bien.

—Tranquilo —Draco estiró sus manos intentando coger una de las del moreno pero este las apartó como si quemaran.

—Tengo… tengo que ir al baño.

Perplejo comprobó como el moreno se escabullía hacia el fondo del bar, dejó caer derrotado los hombros y tomó el paquete destrozado entre sus manos; rasgó con sus dedos el envoltorio y observó la pequeña caja, pudo notar enseguida la magia tintinear a través de ella así que se percató que nadie la vería, cuando la abrió contuvo el aliento y sintió como suyos los pedazos de cristal que cayeron al suelo, como si se tratasen de pequeños fragmentos de su corazón.

¿Qué quieres esta Navidad? —Harry apretó aún más los brazos en torno a su pecho envolviéndolos totalmente en la enorme manta.

Que recojas tu ropa sucia, que te compres otro tipo de ropa que no sean vaqueros. Y que quemes toda la ropa que te queda.

¿Y no quieres algo que no tenga que ver con mi ropa?

Sí, a ti desnudo en mi cama… —suspiró—. Anda, mira eso ya lo tengo.

¡Draco! En serio… las otras navidades no pude hacerte un regalo en condiciones, porque Josie siempre acaba sacándoselo a Brad, pero este año…

No sé, Harry —se apretó contra él—. Lo tengo todo. Por una vez en la vida… lo tengo todo. No necesito nada.

Bien, toda tu vida siendo un pijo y un materialista y cuando tu novio se quiere esforzar para contentarte…

Pero es que… lo tengo todo —se subió sobre su cuerpo— te tengo a ti… eso es más de lo que…

¡Ay! A veces eres tan cursi…

Potter… —siseó.

Para una vez que soy yo el que puede decirlo.

Yo no tengo la culpa de que seas tan empalagoso como una tarta de merengue.

A ti te encanta el merengue.

Ese no es el caso.

Pero te encanta.

Pero no es el caso.

Pero te sigue encantado —la lengua de Harry reptó por sus labios— es más es probable que tu boca sepa a merengue ahora mismo.

Eso es porque acabo de comerte…

Vale, vale…. —alzó las manos y acarició sus mejillas— quiero hacerte un regalo especial, por favor.

Harry… de verdad que ahora mismo, siento que lo tengo todo…

Pero…

Está bien… está bien —recostó la cabeza sobre su pecho mirando por la ventana, sus ojos serpentearon del balcón al amplio firmamento iluminado por las brillantes…— ¡Una estrella! —chilló emocionado sentándose a horcajadas sobre su pecho.

¡Auch! Mis pelotas… —se quejó pues en el proceso de sentarse sobre él, Draco las había pateado.

¡Huy, perdón! Luego las compensaré —dijo aplastándolas un poco más con unas palmaditas, Harry se contrajo por el dolor—. Ya se lo que quiero.

Bien… pero deja a mis pelotas tranquilas… ¿Por qué no querrás una de ellas verdad?

Esas ya son mías murmuró sobre sus labios—. Lo que quiero es una estrella.

¿Una estrella?

Sí, Josie me contó, que había leído en Corazón de Bruja…

Esa publicación es…

Sí, lo sé, una basura. Pero además de sacarte novias cada tres por cuatro, dicen que soy el mago más sexy del país, cosa que ambos ya sabemos pero no esta (está) de más que los plebeyos lo recuerden.

Draco, no te disperses.

Bien, vale… pues te decía que Josie había leído, que una empresa alemana, no… era sueca… no creo que dijo que era belga, porque luego empezamos a hablar de….

¡Draco!

Vale, perdona. Al parecer los magos que trabajan para esa empresa han conseguido reproducir mediante una técnica patentada y ultra secreta, una estrella dentro de unas esferas.

Ya… y eso es ¿extremadamente caro?

Oh, no… es mejor, mucho pero que mucho mejor… Desorbitadamente caro, es prohibitivo, de hecho pocos magos pueden permitírselo.

¿Y cuál es la que quieres?

Draco, por supuesto —volviendo a recostarse sobre él, bajo su mano hasta la entrepierna del moreno—. ¿Crees que me perdonaran?

Supongo que….mmm… sí… sí sigues así, puede que sí… —murmuró acariciando la espalda del rubio.

¿Y me comprarás la estrella?

Tú sigue a lo que estás… y mis pelotas y yo veremos si te la compramos… — Draco alzó su boca hasta ponerla en contacto con la de Harry.

¡Búlgara! —gritó apretando la mano entorno a las pelotas del moreno.

¡Draco!

¡Perdón! —exclamó arrepentido—. Pero la empresa es búlgara…

Ya… ya… mis pelotas y yo nos hemos dado cuenta.

Anda tonto, os compensaré —Harry le vio serpentear hasta su entrepierna y pronto olvidólas estrellas, las empresas y su dolor.

La estrella parecía perder poco a poco su brillo a medida que las lágrimas de Draco rodaban por sus mejillas. Rebuscó entre su ropa y sacó la varita, a salvo de miradas murmuró un reparo, y aunque la esfera no quedó en perfectas condiciones, Draco volvía a brillar en su interior.

Aquella noche fue solo unas semanas antes de que su relación terminara, por lo que había olvidado por completo la conversación, tenía suficiente con haber sobrevivido a aquellos meses tan duros; pero ahora con el regalo entre sus manos se preguntaba tantas cosas¿por qué Harry le haría un regalo así¿por qué tanto tiempo después? Su corazón vibró con el solo pensamiento de que aún le siguiera amando, pese a todo, quizás había recapacitado y por eso estaba ahí.

Harry regresó un poco más sereno, sin mirarle a los ojos se sentó frente a él.

—La has arreglado.

—¿Por qué? —preguntó mirando a la esfera.

—Porque fue lo último que me pediste.

—No… —Draco apretó los dedos entorno al pedestal de piedra que sostenía la esfera de cristal— ¿Por qué me dejaste? —cuando alzó la vista comprobó que Harry tenía los ojos rojos e hinchados, que se esforzaba por contener las lágrimas.

—Esto… esto ha sido un error —dijo levantándose— no debí… yo… lo siento —Draco lo observó coger el abrigo, cuando pasó por su lado, besó su pelo mientras le susurraba— lo siento —aquel gesto tan común antaño se le clavó a Draco más que ningún otro, metió la bola en la bolsa y con la chaqueta en la mano salió corriendo detrás de él.

—¡Harry! —el moreno detuvo sus pasos apresurados en mitad de la calle, algunos viandantes les rodearon— ¿Por qué? —volvió a preguntar, necesitaba una respuesta, algo que le hiciera comprender, aquellas excusas baratas se habían quedado atrás, ahora debía, necesitaba saber la verdadera razón— ¿Por qué Harry, maldita sea… por qué? —gritó varios metros detrás de él.

—¡No lo sé! —chilló dándose la vuelta—. No se porque lo hice, estaba… yo… no lo sé, Draco… no lo sé.

—Me mentiste… me dijiste todas aquellas cosas horribles y …

—Lo siento.

—No, no… ahora ya… —de repente todo el peso, todo el dolor que aún guardaba dentro se disipó, en un efímero instante se sintió liberado— yo… siempre creí… tú me dijiste que… la culpa fue mía, que yo…

—Lo siento… estaba asustado… yo… —Draco miró la bolsa en su mano con la reluciente estrella en su interior, caminó un par de pasos y la depositó entre las manos del moreno—. Espera, por favor…

—Adiós, Harry.

Draco caminó entre los curiosos que seguían con la boca abierta observando a ambos lados de la calle, por un extremo desaparecía la cabellera rubia, en el otro Harry permanecía quieto; tardó más de diez minutos en percatarse que seguía ahí parado con la bolsa en la mano y Draco, lejos muy lejos de allí.

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Se sentó en el sofá, tomó el sacacorchos de la mesa y con tranquilidad comenzó a descorchar una botella de vino español, un par de minutos después con el sabor del vino en la boca alzó los pies sobre el sofá y contempló el anochecer por la ventana. Se sentía liviano, y tranquilo, completamente liberado. Siempre había sabido que todo lo que Harry había dicho para romper su relación eran excusas, absurdas y llanas, pero aún así nunca había podido quitarse ese deje de culpabilidad por no haber hecho algo más por salvar esa relación. Ahora Draco sabía que nunca hubiera hecho suficiente.

—¡Maldita sea! —el cristal de bohemia estalló en decenas de trozos, el vino tinto se derramó contra la pared en la que la copa había impactado. Mientras veía el líquido casi carmesí redecorar sus cortinas, sintió más rabia que nunca contra Harry, tenía ganas de gritarle, de patearle, de hacerle sentir tan miserable como él lo era ahora.

Se suponía que cuando uno encontraba la solución a sus problemas estos debían de desaparecer, el dolor y la pena por la pérdida de Harry, ahora que todo había sido subsanado, debían desaparecer; él no había sido el culpable. ¿Por qué seguía entonces sintiendo el mismo dolor? Porque le quería, pese a todo, pese a las lágrimas derramadas, a las falsas excusas para romper la relación, pese al inmenso dolor que le había asolado estos dos últimos años aún, seguía queriéndole.

El timbre de la puerta le sacó de sus pensamientos, probablemente Josie habría intentado ponerse en contacto con él por red flu, o por teléfono pero él había desconectado ambos, y pese a que era cinco de junio y a que debería estar celebrando su vigésimo sexto cumpleaños, estaba encerrado en su casa dispuesto a no salir en una larga, larga temporada.

—Josie estoy bien, necesito estar solo —dijo sin abrir la puerta.

—Draco, por favor…

—¿Harry?

—Ábreme… necesito… por favor —la tos le sobrevino, haciéndolo atragantare con sus propias palabras.

—Vete.

—No, no… no puedo. Necesito hablar contigo.

—No tenemos nada más que hablar —Draco observó la veta de la madera de la puerta, al otro lado estaba Harry casi podía sentirlo, tocarle. Tragó saliva y dio la vuelta dispuesto a dejar atrás aquella parte de su vida.

—Draco… —la voz de Harry ya no era nasal como por la mañana, parecía más rota y agónica que otra cosa— está bien, no me abras pero… escúchame —Draco detuvo sus pasos y se quedó allí, quieto en mitad del pasillo de entrada de su apartamento, con sus pantalones de chándal viejos y desgastados, pero que eran los que Harry había dejado olvidados en la casa—. Te he contado cientos, miles de veces porque le pedí a Brad que me organizara una cita contigo, como vi tus ojos entre toda aquella gente, siempre… siempre pensé que aquello fue una señal, Draco, encontrarte así en mitad de una multitud; alguien, no se quien, te puso en mi camino otra vez, después sabes que intenté olvidarte, aunque ni siquiera sabía que eras tú, pero otra vez apareciste en mi camino. Y esa vez… esa, esa te quedaste, ya no pude sacarte de dentro de mí. Pasé los tres mejores años de mi vida contigo… —Draco pudo oír la respiración forzada y un ligero estornudo atrapado antes de dejarlo escapar, y la mano de Harry golpear suavemente la puerta—. Y lo estropeé todo, y no se porque Draco… lo he pensado tantas veces, supongo que tuve miedo, porque… porque aunque alguien te puso en mi camino… no se porque lo hizo, siempre hemos sido tan opuestos, blanco y negro… y lo sé, lo se… ¡Mierda! Sé que eso no importa, porque encajábamos, teníamos un engranaje perfecto y yo lo eche a perder. Draco… yo… lo supe en el momento en el que… en el que te lo dije, supe que estaba cometiendo el mayor error de mi vida —apretó con fuerza los labios, y cerró los ojos conteniendo sus lágrimas— pero… pero seguí adelante, porque supuse que era lo mejor, porque no podía echarme atrás. Porque tú tendrías la oportunidad de ser feliz, de encontrar a alguien que de verdad te hiciera sentir lo especial que eres, que te demostrara lo maravilloso que es despertar cada mañana a tu lado, lo extraordinario que sería pasar el resto de sus días junto a ti… porque yo solo había conseguido hacerte daño… destrozarte —Draco sintió el puño de Harry volver a golpear la puerta varias veces más—. ¡Mierda, Draco! Lo lamento, lo siento… quise cambiar, quise convertirme en la persona que te hiciera feliz, y no he podido, lo siento… lo lamento. Te quiero Draco, te amo… pero creo que nunca podría hacerte feliz. Lo siento.

Draco, que ya había vuelto sobre sus pasos, apoyó la cabeza sobre la madera de la puerta mientras que su mano se cerraba y abría en un vano intento de controlar sus impulsos para abrirla; al final sus finos y largos dedos se cernieron sobre el pomo, y durante los segundos más largos de toda su vida lo hicieron girar.

Cuando la puerta se abrió, Harry estaba allí de espaldas dispuesto a descender los escalones, rumbo a una vida donde ninguno de los dos volvería a cruzarse en el camino del otro.

—Draco… —la voz le salió de mucho más profundo que su garganta.

—Siem… —tragó saliva—. Siempre me hacías feliz. Yo… yo no necesitaba nada más. Sólo te necesitaba a ti. Pero me dejaste, me hiciste creer que yo no era lo suficientemente bueno para ti.

—No… no… yo nunca… —Harry había vuelto sobre sus pasos, pero la mano alzada de Draco le detuvo.

—¿Por qué no me dijiste la verdad¿Por qué si te arrepentiste no volviste conmigo?

—Porque no tenía valor, no después de todo el daño que te había hecho.

—Y ahora… ¿Por qué?

—Porque creía que me había convertido en esa persona, porque… —suspiró derrotado clavando la vista en el suelo— porque creía que… que como yo, tú no podrías ser feliz sin mí. Pero ahora se que… se que nunca podrás ser feliz a mi lado.

—¿Por qué siempre das por sentado las cosas¿Por qué no tienes el valor de preguntarme?

—¿Preguntarte?

—Sí, a mí… cuando decidiste que te habías equivocado, no volviste porque según tú no te merecía. ¿Quién eres tú para decidir por mí¿Tienes idea de lo que yo puedo sentir, o padecer?

—Draco…

—No… no… tú me llamaste a mí egoísta, pero no hay más verdad que aquí el egoísta eres tú. Y el cobarde que no tuvo el valor de preguntar, porque mi respuesta te asustaba. Tenías miedo, miedo a que te dijera que te quiero, miedo a saber que no hay otra persona en este mundo que me pueda hacer feliz que no seas tú. Miedo a asumir que siempre has sido tú; tú y nadie más —quiso retener las lágrimas, porque ya habían sido suficientes, porque el dolor, la pena, la amargura ya habían durado demasiado, pero aún… aún seguía sintiéndose débil a su lado.

—Draco… —sin la mano alzada impidiéndole llegar a él, Harry acarició su mejilla, humedeciendo sus dedos con las lágrimas que en vano esfuerzo Draco había tratado de aguantar— Draco… —susurró elevando el mentón del rubio.

—Cobarde —dijo clavando la mirada en él—. Cobarde —repitió con más fuerza.

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Billie Holiday sonaba en el viejo gramófono que Harry había conseguido rescatar de la mansión Black, la armoniosa y dulce voz le trasportaba hacia años de Jazz, años en blanco y negro; siempre le resultaba curioso pensar en que hubiera sido de su vida si se hubiera desarrollado en otra época, quizás en la época del buen Jazz hubiera sido un camarero de un bar donde Billie cantaría noche tras noche, y puede que Harry fuera uno de sus clientes, y así empezaran su historia. No, definitivamente, no, a él le gustaba la suya tal y como había sido, con sus altos y sus bajos, aunque hubiera preferido omitir aquellos dos largos años separados, pero la vida nunca es a gusto de todos.

Dio un último trago a la copa de vino y camino hacia el gramófono mientras este saltaba a una nueva canción,

You´d be, so easy to love… —cantó Billie

—¡Ja! —Draco levantó la aguja del gramófono y lo apagó—. Deberías haberte enamorado de Harry, haber si era tan fácil.

—¿Estás hablando con el gramófono? —preguntó desde la puerta de la habitación.

—No —gruñó dejando la copa sobre la mesilla—. ¿No tenías prisa por irte a dormir? —preguntó desde la puerta de la habitación.

—Sí, pero sabes que duermo mejor si estás a mi lado —tiró de él hacia la cama—. Por Dios, Draco… ¿Por qué no tiras esos pantalones? Tú que eres don—tengo—un—quintal—de—vaqueros—y—nunca—me—pongo—los—mismos.

—Porque me gustan —dijo metiéndose bajo las sabanas, con los viejos pantalones de chándal de Harry aún puestos.

—Te lo recordaré cuando quiera volver a ponerme mi sudadera de los Gunners.

—Me temo que no —Draco deslizó los dedos entre los botones de la camisa del pijama de Harry.

—¿Cómo que no?

—Bueno… puede que alguien… ya sabes un elfo doméstico la haya tirado, donado a la beneficencia… o quemado con un simple hechizo —los ojos grises centellearon un segundo antes de comenzar a besar el pecho de Harry.

—Nosotros no tenemos elfo doméstico.

—Porque no me dejas, que si no… —Harry alzó las caderas y permitió que Draco se llevara con él el pantalón y sus calzoncillos, bajándolos hasta los tobillos, donde él mismo los pateó fuera de la cama.

—Draco, dime que no has quemado mi sudadera favorita —el camino de besos que había emprendido su boca tomó el rumbo de la entrepierna de Harry, acompañando cada beso con la juguetona lengua que dejaba un reguero de saliva—. Draco… —pero había empezado a juguetear con el vello negro y rizado del moreno, caracoleando con él entre sus dedos, el pene semiriguido de Harry dio un pequeño tirón cuando el rubio hundió la nariz entre el vello, aspirando su aroma; la lengua rosada lamió desde la base del pene hasta el grande, con toda su extensión—. ¡Oh, mierda! —gruñó Harry—. La has quemado.

Por toda respuesta obtuvo una serie de lametones más, y las manos de Draco acariciando sus bolas, intentó llevar sus manos a la cabeza rubia, pero Draco las apartó de un manotazo, mientras se introducía el miembro en su boca, lamiendo la base, y mordisqueando ligeramente su glande. Harry crispó los dedos sobre las sabanas, gruñendo cada vez que Draco hacía aquello con sus dientes, era más placentero que doloroso tenía que reconocerlo, pero los colmillos presionaban tanto en algunas ocasiones que terminaba por lloriquear, y Harry lo odiaba. Temiendo por aquello, aprovechó cuando Draco se saco el miembro de su boca para tirar de él hacia arriba, besándolo con fuerza y acorralándolo contra el colchón.

—No puedo creer que hayas quemado mi sudadera —dijo mientras le ayudaba a quitarse los pantalones.

—Yo no he dicho que la haya quemado —sonrió de medio lado, preparando su boca para recibir la de Harry cuando este ascendió por su cuerpo—, he dicho que un elfo podría haberlo hecho… —Harry metió una de sus manos bajo la espalda del rubio y de un tirón le obligó a darse la vuelta.

—No lo puedo creer… —murmuró mientras mordía su cuello— mi sudadera favorita.

—¡Oh, joder, Harry! —se quejó—. Olvídate de la puta sudadera, y estate a lo que estamos —ordenó agitando su trasero contra la erección que golpeaba contra sus nalgas.

—¿Y si no lo hago? —preguntó palmeando una de las nalgas de Draco.

—Quemaré el resto de tu ropa… aunque pensándolo bien… no lo hagas —dijo mirando por encima de su hombro mientras volvía a menear el trasero, sonriendo complacido al comprobar los ojos verdes de Harry fijos en su movimiento, bastó alzarlo un poco más y separar lo justo sus piernas para que se colocara entre ellas y le invadiera de un solo embiste— ¡ohmierda! —gruñó mordiendo las sabanas que cubrían la almohada.

Harry comenzó a moverse despacio contra él, golpeando con el hueso de sus caderas en su trasero, mientras que Draco hacía todo lo posible para abrir más sus piernas empujándose contra el moreno; pronto sintió el brazo firme asirse a su cintura instándolo a levantarse, apoyando sus trasero sobre los muslos de Harry, tuvo que adherirse con fuera a los barrotes de la cama, para no salir catapultado por los movimientos.

—Espera… espera… —murmuró acomodándose a la nueva situación, rotó sus caderas sobre Harry, sugiriéndole unos gratos y tranquilos movimientos circulares.

—¡Ohdiossanto! —el moreno clavó sus dientes cerca de la nuca del rubio comenzando a hiperventilar, cada vez que Draco se apretaba más y más contra él, crispando sus dedos sobre el abdomen duro.

—Harry… Harry… —gimoteó un par de veces, mientras arqueaba un poco más su espalda para conseguir atrapar los labios con su boca, aquello provocó que el moreno alzara sus muslos un poco más levantándolo y golpeando con fuerza en su próstata, tomó su miembro entre sus manos y casi sin tocarse de derramó sobre la cama, emitiendo un sordo jadeo.

—¡Sí… sí… Draco…! —con un orgasmo brutal, Harry se vino en su interior.

Mucho antes de lo que Harry hubiera querido, Draco palmeó sus piernas para obligarle a soltarle y de paso salir de su interior, dejándose caer hacia atrás, observó como trasteaba por la habitación, murmurando algo sobre sabanas limpias, y un elfo doméstico que necesitaban; cerró los ojos al sentir la magia de Draco sobre él, y el frescor y bienestar de un hechizo de limpieza sobre su cuerpo; sin abrirlos gateó por la cama y se tumbó boca abajo dejándose caer, completamente rendido. Un escalofrío recorrió su cuerpo al perder el calor que el sexo le había producido, con desgana rebusco entre las sabanas para encontrar sus calzoncillos, pero allí no había ni rastro, bufó irritado por tener que moverse, reptó por la cama asomado la cabeza por el borde. Nada ni rastro de ellos, sacó la cabeza dejándola colgar en dirección al suelo. Bajo la cama, aparte de una de las zapatillas de Draco, no había nada más; excepto aquello, extendió la mano rozando con sus dedos la superficie plástica, viendo que era imposible llegar reptó un poco más hacia el borde de la cama, inclinándose con todo su peso hacia delante, estiró los dedos todo lo que pudo y alcanzó a llevarse con ellos su preciado obsequio.

—¿Qué haces?

—¡Auch! —perdiendo el equilibrio terminó por caer al suelo—. Nada —Draco prosiguió con lo que quisiera que estuviera haciendo mientras que él se recompuso como pudo subiéndose de nuevo a la cama, observó lo que resultó ser una revista, no de contenido altamente erótico como había esperado, pero si un burdo ejemplar de Corazón de Bruja cuyo titular central rezaba, "10 Razones por las que no quedar con un ex novio". Boqueó perplejo ante el contenido de la revista, y la azotó hacia la mesita. Refunfuñando por lo bajo, se tumbó en la cama tirando de las mantas para aliviar el frío, mientras que su vista seguía fija en la maldita revista. Irritado y ofuscado, cerró los ojos y trató de tranquilizarse, se concentró entonces en el trajín de su pareja por la habitación y el baño contiguo, y durante unos minutos casi llegó a quedarse dormido; pronto los murmullos de Draco desaparecieron y le sintió cerca de él, jugueteando con su cabello, girando el rostro abrió los ojos para sonreírle.

—Te quiero.

—Eso está bien —Draco depositó un beso sobre su frente.

—Y tú¿me quieres?

—No, yo solo te he perdonado después de dos años, para follar como conejos, y así tener que cambiar todas las noches las sabanas porque no tengo un elfo doméstico que lo haga por mí.

—Eso también está bien —Draco tomó la revista de la mesilla de noche— ¿por qué la tenías bajo la cama?

—Bueno, hablan de ti, creo que tienes una novia nueva en Budapest.

—Pero si nunca he estado allí.

—Ya, pero la gente no lo sabe… ¡oh!

—¿Oh? —reptó hacia él, apoyando la cabeza sobre su regazo, mientras Draco volvía enredar sus dedos en su cabello.

—Además Gertrud, Josie y yo hemos estado leyendo este artículo pero no había podido terminarlo.

—¿Qué articulo?

—Razones por las que no es bueno quedar con un ex novio —Harry alzó la cabeza mientras contemplaba a Draco leer—. Creo que me quede por la séptima¿quieres que te lo lea?

—Supongo… —dijo volviendo a recostar la cabeza.

—Si después de las seis anteriores insistes en quedar con tu ex novio, aún me quedan otras cuatro para hacerte desistir. Es probable que cuando quedes con tu ex novio, este tenga una vida un poco mejor que la que tenía antes, mejor trabajo, mejor casa, mejores amigos, y ahí llegamos a la séptima razón, tu ex novio puede tener ahora una nueva novia, si bien esa novia puede ser peor que tú, nadie te quitar el sabor amargo de la envidia en tus labios porque ella tiene lo que tú deseas.

—Menuda gilipollez.

—¡Quieres callarte! —protestó—. Pero aún así, si insistes y quedas con tu ex novio que ahora es probable que tenga una nueva novia despampanante, deberás saber que la octava razón, es que probablemente solo quiera quedar contigo para restregarte esa nueva novia, y hacer ver lo maravillosa que es ahora su vida sin ti —Harry bufó entre sus piernas ganándose una nada cariñosa palmada en su espalda—. Pero querida lectora, si aún eres tan kamikaze como para lanzarte a los brazos de esa cita sin sentido, conocerás la novena razón por la que no quedar con tu ex novio, y no es otra que evitar las montañas de helado con chocolate que necesitaras para digerir su nueva, perfecta y maravillosa vida con otra que no eres tú. Y eso lectora y amiga, significara unas cuantas libras de más, que tu amigo el espejo te recordará por el resto de tus días.

—¿Puedo haber algo más superficial que esa revista? Por el amor de dios, no puedo creer como hay gente que…

—Pero la décima y más importante razón —Harry protestó un poco acerca del mal carácter del rubio, rascándose sus doloridas pelotas en el proceso—. Si has llegado al fin de este articulo y aún así insistes en aceptar la cita y presentarte ante tu ex novio, porque en el fondo crees que él jamás sería feliz sin ti, hazlo con tu mejores galas, muéstrale todo lo que se ha perdido, y agarrate a nuestra última razón para ello. Décima razón; ir a esa cita, pasarlo en grande, descubrir que no existe novia, ni trabajo ni amigos mejores, puede llevarte de cabeza a la décima y última razón. No debes aceptar una cita con un ex novio porque puede que deje de ser tu ex, para volver a ser, lo que ya fue una vez: un novio.

—¿Draco?

—¿Si?

—¿De cuando es esta revista?

—De finales de mayo.

FIN