¡Wola! Pues aquí, dejando otro fic, lo que esta vez, será cortito. Es extraño pero me apetecía contarlo n.n. Espero les guste.


Capítulo 1: Conociendo al pecado.

"Sexo...

Bueno, si alguien me preguntara algún día por ello, seguramente respondería que consiste en que la persona con la que sales, te toque, te monte y disfrute. ¿Por qué? Porque realmente no sé lo que es. La culpa no es de mi novio, lo juro. Soy yo la que está mal. Seguro.

Desde hace cinco años que estoy saliendo con él. Takeshi Momoshiro. Nos conocemos desde que éramos niños, pero él dejó de verme como amiga. Duró mucho tiempo esperándome y finalmente, me atreví a dar un sí por respuesta, alegrándole. Ciertamente, siempre ha sido muy paciente conmigo. La primera vez que me pidió tener sexo, me negé. Tenía miedo, como cualquier persona primeriza podría llegar a tener en ciertos momentos. Y él accedió a mi miedo. Me dijo que esperaría y lo hizo. Sin embargo¿Cómo sabe una persona que está lista? No lo sé. Lo siento, pero no. Así que finalmente, accedí.

No puedo decir que fue de ¡Ostras, repitámoslo ahora mismo!, pero sí fue tierno. Momoshiro es realmente dulce. Por un momento, me afrontó el miedo a creer que él me había engañado, que era de los típicos tios que la meten y se van, pero no fue así. Al día siguiente se plantó en mi casa, con un sonoro beso en mis labios y un ramo de rosas rojas en las manos.

En aquellos días teníamos dieciseis años, ahora, ambos tenemos diecinueve y aunque es pronto, nos enmancipamos, pues la ciudad quedaba lejos de nuestro pueblo de nacimiento. Nuestros padres protestaron, pero accedieron ante una tonta y estúpida condición: Que vivieramos juntos. Aquello sorprendió a Momo-chan (el prefiere que se le llame de esa forma cariñosa a su apellido completo. De verdad es que es un chico dulce). Sin embargo, a mi no.

Me daba lo mismo vivir con él o con cualquier otra persona, de fiar, por supuesto. Pero claro, también ante la ilusión de Momo, no todo sería tan fácil, había otra condición; tendría que compartir piso con un primo lejano. Nada más oir eso, Momo se enfadó. Pero supongo que las prisas y todo lo demás, le hizo olvidarse.

Y así fue, como terminamos viviendo en el nuevo apartamento de Tokio. ¿Quién podía pensar que mi vida estaba apunto de cambiar?..."

Abrió la puerta con la mitad de su cuerpo, empujándola. Esta cedió ante su peso y les permitió entrar, cargados hasta los topes con muchas de las cosas que habían llevado con ellos. A tientas, encendió la luz con una de sus grandes manos y dejó las cajas en el primer lugar que encontró, estirándose al ser libre de peso.

-Esto... Momoshiro... estorbas-. Murmuró una joven castaña tras la figura masculina-. Y esto pesa.

-¡Oh, perdona, Sakuno!

Se apartó, cogiendo una de las cajas y ayudándola a dejarla sobre el suelo. Él, alto, de cabellos de puncha negros, ojos lilas y piel clara. Musculoso gracias al deporte y de sonrisa fácil. Ella, de dos cabezas más baja, larga cabellera castaña, piel pajosa, ojos marrones, tan claros que parecían dos esferas de color rojo brillantes. Al igual que su compañero, se desperezó con la idea de destensar sus músculos.

-En fin, al menos hemos llegado-. Reconoció Momoshiro frotándo su frente con el dorso de la mano-. ¿Dónde demonios se habrá metido mi primo? Es raro que no esté a estas horas...

-¿Habrá salido a tomar algo?- Preguntó Sakuno Ryuzaki en su opinión.

-¿Ese beber?¡Raro!-. Exclamó Takeshi riendo a carcajadas-. ¡Si todavía no ha salido de el zumo!

-¿Es más pequeño que nosotros?

-¡Qué va! Tiene nuestra misma edad.

Se dejó caer sobre un sofá cercano, acomodándose hasta el punto de casi quedarse dormido. Sakuno, por su parte, inspeccionó el apartamento que apartir de ese momento, sería también su casa. El salón, en el cual se encontraban era realmente grande y bastante bien decorado. Una cocina quedaba en el lado derecho, junto a un perqueño armario. Un pasillo llevaba hasta las habitaciones y otro, hasta un baño y un lavadero. El de las habitaciones, las cuales eran cuatro, también portaba a un baño.

Regresó al salón y los ronquidos de Momoshiro la alertaron de que se había terminado quedando dormido. Se acercó hasta él, tapándole con una de las mantas de viaje prestada por su madre. Sonrió, besando su frente, al momento, la puerta de la calle se abrió.

" No sé si alguna vez os ha pasado. Toda la vida esperando alguna señal, alguna respuesta por parte de tu cuerpo y esta llega cuando menos te lo esperas, especialmente, cuando menos puedes cogerla y responder a ella. Eso fue lo que me sucedió en ese momento".

-¿Hola?- Preguntó una masculina voz.

Se volvió centrándose en la figura que recien había invadido el apartamento. Un joven de su misma edad, ojos ambarinos frios, guardados en un rostro impasible. Cabellos de aspecto negruzco pero eran toques simples de un verde oscuro. Alto y de cuerpo tan en forma como el de Momoshiro. Arrugó aquellos labios de forma extraña y atrayentes. Rodó los ojos de ella hasta el chico adormilado y sin más, le lanzó uno de sus zapatos. Faltó poco tiempo para que Takeshi saltara asustado.

-¿¡Qué demonios!?-Exclamó el chico-. ¡Tu!

-¿Qué?- Preguntó de forma chulesca el recien llegado.

-¡Joder, Ryoma!- Bufó Momoshiro volviendo a sentarse-. ¡Me has dado un susto de muerte!

-Podrías avisar-. Gruñó el chico.

-¡Te llamé siete veces hoy!¡En cada una de las estaciones!

-Burro-. Estampó Sakuno-. No hemos hecho tantas.

-¿Quién eres?- Preguntó el peliverde señalándola.

-Sakuno Ryuzaki-. Respondió ella en una reverencia.

Pero antes de que terminara de hacerla, el chico ya había centrado toda su atención en otra cosa. El balcón. Estaba cerrado totalmente y fuera de este, un gato Himalayo demandaba por entrar. Caminó hasta el lugar, abriéndole.

-Mi cuarto es el último, el resto es vuestro-. Explicó seco-. ¿Algo más?

-Sí-. Afirmó Momoshiro golpeándole la nuca-. ¿¡Qué demonios te ha pasado!?

-¿Cómo?-Preguntó el chico asombrado-. ¿De qué me hablas?

-Te has vuelto un borde-. Señaló Takeshi-. Así nunca ligarás.

"No estaba de acuerdo...

Aquel chico, por muy borde que fuera, seguramente tendría millones de mujeres tras él y si chasqueara los dedos, seguro que saldrían por cualquier parte de aquel piso, dejándolo tan diminuto que ni garbancito cabería en una barriga. Ciertamente parecía algo grosero y bastante suyo, pero desde que era pequeña tengo una cierta creencia: Las personas duras por muy crueles que parezcan, cuando muestran algo de sensibilidad por los animales, es que son simples corazas.

Pero eso son cosas mias, claro.

Escuche en silencio como Takeshi le gritaba y en un momento, me recordó a mi padre hechándonos bronca por alguna trastada. Seguramente, Ryoma pensaría lo mismo. Su cara era de pleno aburrimiento y sueño, y no tardó demasiado en marcharse en uno de los descuidos de nuestro "mayor"."

Se frotó la frente molesto y dirijió una mirada hasta la joven, que seguía con la mirada clavada en el lugar por el cual se marchó su primo. Sonrió, abrazándola por la espalda.

-No lo parece, pero en el fondo es buena gente.

-Si es tu primo, me lo imagino-. Sonrió ella aferrándose a sus brazos-. ¿Dormimos? Mañana tenemos que irnos temprano.

-¡Oh, sí!- Afirmó Momoshiro soltándola-. Pero yo no iré a la universidad.

-¿¡Cómo que no!?- Exclamó asustada la chica-. ¡Prometiste guiarme!¡Yo no lo conozco! Ya sabes que me pierdo con mucha facilidad...

-Lo sé-. Suspiró el chico-. Pero de verdad que lo otro es realmente importante. Perdóname¿vale?

Sakuno suspiró resignada, cogiendo una de las maletas y arrastrándola hasta uno de los cuartos. Momoshiro caminó tras ella, dispuesto a darle alguna explicación más, pero la puerta fue cerrada en todas sus narices. En definitiva: Había terminado la conversación.

"No podía creerme que me dejara sola el primer día. Desde siempre he sido muy poco orientativa y a la primera de cambio, terminaba donde no era. Era de las típicas personas que terminan perdiéndose hasta en el Carrefour.

Sabía perfectamente a dónde iría Momoshiro y realmente, no me importaba. Desde que habíamos salido de el pueblo, no cesaba de hablar sobre lo suertudo que era. Viviría en la misma ciudad que una de las modelos que más admiraba; Ann Tachibana.

Tengo que reconocer que es una preciosidad andante y no me extraña que muchos hombres babeen por ella. Si no les queda otro remedio. Su naturaleza es así. ¿Acaso nosotras no llegamos a babear por el famoso cantante Tezuka Kunimitsu? Pues lo mismo ellos.

En fin, haber cómo me las arreglo mañana..."


Bostezó, caminando entre sueños todavía hasta el baño. Abrió la puerta al mismo momento en que esta era empujada desde el interior, encontrándose con unos adormilados ojos. Emitió un leve movimiento de cabeza en respuesta de el ejercido por la otra persona.

-¿Quién eres?

Estuvo apunto de caerse al suelo. ¿Realmente ese chico no recordaba quien era?¡Oh, demonios!¡Si ayer mismo fueron presentados y vivian en la misma casa!

-Sakuno Ryuzaki-. Se presentó de nuevo.

-Hm...

Sin más atención, el chico comenzó a caminar de nuevo hasta su habitación, rascándose la cabeza y el vientre por el camino, a la vez que un nuevo bostezo escapaba de su boca. Se detuvo ante la puerta de la habitación de Momoshiro y frunció las cejas, señalándola.

-¿No está?-. Preguntó mirándola.

-Se fue a las seis al centro. Al parecer Tachibana firmaba fotos.

-¿Tachibana?

- La modelo-. Respondió sarcástica-. ¿Es que no la conoces?

Él negó con la cabeza y ella comenzó a reirse, señalándose.

-¿Me estás tomando el pelo?

-No-. Negó serio-. No sé quien es.

Rió desconcertada. Era imposible que todo ser vivo no conociera a la espectacular modelo y frente a ella, tenía uno que no. La perecía imposible. Él le miró sin comprender, hasta toser.

-Por cierto-. Señaló el reloj de reojo-. ¿No llegarás tarde a la universidad? Son las siete y media.

-¡Uaaa!-. Gritó adentrándose en el baño para volver a salir y señalarle-. ¡Espérame!

-¿Cómo?

-Tengo cierto problema con la orientación-. Explicó algo avergonzada-. ¿Podrás acompañarme?

-No creo que quieras que te vean conmigo.

-Me da igual con tal de ir a clase-. Zanjó cerrando la puerta.

Él simplemente se encogió de hombros, mientras que ella terminó de arreglarse. Finalmente y en un completo silencio, dejó que la giara hasta el lugar.

"Asombrada...

Así era como me sentía. El chico era realmente silencioso y tranquilo, además de tener bien montada su vida, a mi parecer. Al menos, eso fue lo que pensé al montarme en su lujoso mercedes descapotable. Ni música, ningún muñequito de la suerte, unicamente, un pequeño peluche de una raqueta. Lo tomé entre mis manos y él gruñó, institivamente, lo dejé. Quizás era algo de su novia...

Cuando llegamos a la universidad, me di cuenta en seguida de que era observado por todo el munto, tanto femenino, como masculino. Él simplemente guardaba las manos en los bolsillos y continuaba su caminar.

Definitivamente, el ser humano parecía no interesarle".


Detuvo el paso mirándola y de forma increible y a cámara lenta, ella chocó contra su hombro, enrojeciendo la nariz ante el golpe. Llevó las delgadas manos hasta esa parte dolida y le miró con furia. Suspiró, tenía que quitársela de encima cuanto antes. Señaló un pequeño mapa y la miró de nuevo. Ella lo miraba atentamente y buscaba entre las señas la clase indicada. Sin esperar más se alejó. No todo lo que debería, pues algo le decía que aquella chica realmente tenía problemas con la orientación. Había escuchado a Momoshiro comentar algo de eso mientras hablaban, mejor dicho: su primo hablaba, y no podía creerse que realmente fuera posible. No podía ser tan perdida. Pero en seguida retiró sus palabras.

La castaña caminó dudosamente hasta una de las puertas, abriendola y le faltó tiempo para cerrarla y ver con aquellos ojos rojizos que se trataba de el baño de los hombres. Se frotó las mejillas rosadas con firmeza y de nuevo, regresó hasta el tablero con el mapa. Desde luego, seriedad y firmeza no le faltaba, aunque de nuevo volvió a perderse y terminó en el tercer piso para regresar hasta el mapa. Todo el mundo comenzaba a mirarla de forma burlona y si seguía así, no tardaría en ser la comidilla de las burlas. Negó con la cabeza, caminando hasta ella.

-¿Se puede saber qué demonios buscas?- Preguntó hastiado.

-La sala de música-. Respondió mirándole como si de una salvación se tratara-. ¿Dónde es?

-Ven-. Ordenó.

Como un perro faldero le siguió. No le molestaba pero se sentía incómodo. Desde que la vió se sintió incómodo. Momoshiro le había explicado que llevaría alguien con él y que también pagaría parte de su alquiler, además de hacer la comida y posiblemente, hasta la colada. No le importaba demasiado, puesto que ya tenía una mujer de la limpieza, pero comer comida casera le hizo bastante ilusión. Y ante la idea, era claro que se trataría de una mujer. Tampoco le importó, aunque le chocó bastante, que fuera la novia de su primo. Más le chocó al encontrársela. Seguramente, si le hubiera dado un patrón a alguien, no la hubiera creado tan a su gusto.

Y eso era malo... Muy malo.

-Es esta-. Señaló una de las puertas-. ¿Tocas?

-Canto-. Respondió ella sonriente-. ¿Por qué?

-Por nada-. Negó indiferente. Sakuno arrugó la boca en una sonrisa malicosa-. ¿Qué?

-Tu primo me contó que tiempo atrás tocabas la guitarra junto a él en una banda.

-Solo fue un verano-. Aclaró-. No de por vida.

-Umm-. Pensó la joven-. Ojalá algún día toques conmigo...

-Depende como cantes-. La picó. Picar a las personas era su especialidad-. Chao. Tengo clase.

-¡Gracias por traerme!

-Hm...

Caminó lentamente por los pasillos, sintiendo de nuevo las miradas sobre su persona. ¿Cuándo se cansarían de observarle tanto? Una simple pasada ya bastaba. Si no hubiera hecho caso al estúpido de su primo de tocar en aquella banda, ahora no sería más famosillo. Si a él lo que le gustaba era el tenis, no tocar. Aunque la idea de tocar con la chica, le llegó a parecer una buena idea. Ahora solo quedaba saber¿Cantaría bien?...


-Muy bien, señorita Ryuzaki-. Felicitó el profesor de música-. Su solo en piano es increible.

-Gracias, profesor Yamato.

-Bien, continuemos con la clase, como pueden notar...

Regresó hasta su asiento, notando diversas miradas sobre su espalda. Estaba claro que llegar y dar la nota, no era lo mejor de el mundo en escolaridad. Los alumnos pueden llegar a ser más insufribles que los adultos, y ya es decir. Buscó entre sus cosas el libro relacionado con el tema musical, sintiendo unas manos sobre su hombro. Se volvió, encontrándose con unos ojos lilas realmente conocidos.

-¿Momo?- Preguntó asustada-. ¿Qué haces?

-Vengo a darte esto, te espero fuera después de las clases.

Tomó el libro que estaba buscando de las manos de el chico y sonrió avergonzada. Seguía siendo tan olvidadiza como siempre. Momoshiro de nuevo le había salvado las espaldas. Al igual que Echizen. Había aparecido en el momento justo que estaba apunto de volverse totalmente loca. ¿Acaso era un ángel? No, imposible. Tenía cara de diablo. Un demonio realmente bello.

Finalmente, las clases terminaron y cuando salió, se encontró a Momoshiro y su aburrido primo perdidos en bostezos. El primero, más bien perdido en mordidas de un suculento bocadillo. Rió ante el espectáculo y el moreno más alto, no tardó en adentrarla entre sus brazos.

-Ni se te ocurra besarme-. Advirtió-. Al menos, límpiate.

-¡Lo sé, lo sé!- Exclamó Takeshi entre risas-. Extrañamente, ese bobo me dijo lo mismo.

-¿¡Intentaste besarle!?-. Gritó con miedo la chica-. ¡Lo sabía!¡ Momoshiro es gay! Jajajaaj...

-¿Tu quieres que te la meta delante de toda la gente?- Gruñó el chico molesto. La chica calló de golpe-. Era broma, Saku...

Estaba helada. De Takeshi aquello era capaz, como al menos, la última vez que la besó como castigo por sus palabras piconas en cuanto a su sexualidad. Ryoma bufó tras ellos, alzándose de el banquillo en el que se encontraba sentado y miró el reloj, alejándose.

-¡Espera, Ryoma!- Llamó Momoshiro-. ¿No vienes a merendar con nosotros? Aunque como tenemos pocas clases iremos a casa a colocar¿no?- Preguntó volviéndose hacia ella.

-Sí-. Afirmó esta sonriendo-. Haré comida de paso-. Murmuró.

-Tendrás que comprar-. Avisó Echizen alzando una ceja-. No queda más comida.

Momoshiro le golpeó con fuerza en la cabeza ante ese comentario, mientras que Sakuno se había quedado de nuevo helada. ¿Qué no había comida? Aquello era posible e imposible. No había mirado para nada el frigorífico, así que no podía desmentir aquel hecho, sin embargo, el golpe de su novio afirmó la noticia. Era un despistado al parecer en cuanto a comida. Aunque la respuesta respondió más que sus cavilaciones.

-No como en casa¿qué esperas?

-¡Me lo podías haber dicho anoche!-. Exclamó Momoshiro en regañina-. ¡Dios mio!¡Qué chico más pasota! En fin-. Suspiró-. Tendremos que ir a hacer la compra, Saku.

-Claro, no hay problema-, aceptó esta-. ¿Algo especial?-. Preguntó mirando a Echizen.

-Ponta-. Respondió este alejándose.

"Ponta...

¿De verdad había dicho esa palabra¡Dios, creo que Momo se muere! Todos estos años intentando alejarme de esa bebida y su primo también la bebía. Me hizo realmente feliz y cuando estábamos en el carrefour comprando, me hinché a coger de diferentes sabores, mientras que él me miraba como un bicho raro y yo me reía".

-Me pregunto cuantas cosas más tendré en común con tu primo-. Murmuró llevando la paleta de la comida entre sus dientes.

-Espera que yo te lo digo-. Se rió Takeshi acercándose hasta ella-. Ambos sois realmente callados, teneis cierto problema con las malas pasadas y las trampas. Os gusta la Ponta a rabiar, os volveis borde con frecuencia (aunque lo tuyo sea más bien por la regla), os gusta la comida casera y disfrutais durmiendo... ¡Dios! Sí que teneis cosas en común.

-Empiezo a creer que te has liado conmigo porque estás enamorado de tu primo-. Señaló molesta.

Momoshiro rió con fuerza, apresándola entre sus brazos. Besó el largo cuella, enredando la piel entre sus dientes y creando un camino hasta los delgados hombros.

-Momo, tu primo puede estar al llegar.

-Ese tipo seguro que estará entrenando-. Gruñó el chico alzándola-. Y si llega, pues llegó.

" De nuevo me ví arrastrada a muchas de las caricias que crearía para darme placer. No sé si ya me aconstumbre a gemir, o lo hacía de verdad. Tan solo sé que él me tomaba y me hacía suya. Gemía sobre mi, mientras yo enredaba mis dedos en sus negros cabellos y besaba sus entreabiertos labios, tragándome sus gemidos".

Cerró y abrió los ojos varias veces, frotándolos en un sueño agarrado. Desbió la mirada hasta el reloj que descansaba sobre la mesilla de noche y abrió la boca a la vez que salía de las sábanas buscando a tientas su ropa. Corrió hasta la cocina rápidamente, para detener su paso al momento en que sus ojos chocaron contra una espalda ancha.

-La próxima vez apagad la olla.

-Lo siento, Ryoma...-. Se disculpó.

-No tienes porqué-. Gruñó-. La comida ya está.

-Gracias por terminarla.

-Simplemente la he movido y provado. No sé cocinar.

-¿Por eso comes siempre fuera?-Preguntó la chica sacando los platos de su lugar-. ¿Verdad?

- Sí...

-Espero que esté lo suficientemente bueno como para que repitas otro día-. Deseó la joven.

Él simplemente alzó la mano izquierda como saludo y caminó hasta el sofá, sentándose en él, esperando pacientemente. En silencio, Sakuno colocó la mesa, sirviendo los platos. Ryoma, tras gruñir, siguió la orden de la muchacha para despertar al dormilón de su primo y así, finalmente, desgustar juntos la comida. Las miradas de recelo contra el peliverde no faltaron y las risas para fingir que no sentía ninguna atracción, llegaron. Aquella tentación era demasiado fuerte... para ambos.

Tiempo después...

" Definitivamente, venir a la ciudad fue una buena idea. Por supuesto, no solo por el aumento de nivel en las clases, si no, por las muchas cosas que nos esperaban. Lo que menos esperaba era... Engañar a mi novio.

Una vez dije que no sentía nada con el sexo... pero... ese día sentí...".

Tres meses pasaron finalmente y aquel día, el calor era axfisiante. Recogió su cabello en alto y terminó por hacer aquella ensalada. Miró el teléfono móvil donde el mensaje de Momoshiro todavía figuraba. Seguía pensando qué responder ante " No iré a casa. Dormiré en el mismo hotel que Tachibana". Estaba claro que Takeshi haría cualquier cosa por tal de ver a la modelo y extrañamente, no le importaba.

Una mano tomó el móvil y unos dorados ojos miraron la pantalla.

-¿No vendrá?

-¡Ryoma!- Exclamó asustada-. No... ¿Querías decirle algo?

-No-. Negó frotando sus cabellos mojados con la toalla-. Nada especial.

Le miró de reojo. Recien salido de la ducha, con unos simples pantalones cortos, el torso desnudo, perlado de las gotas que escapaban de su cabello. Desde luego, si el chico quería probocar, lo conseguía. Sin darse cuenta, se vió totalmente descarada en su mirar y él torció la boca en una clara sonrisa de superioridad.

-Si sigues mirándome tanto, me vas a terminar por desgastar.

-¡Ah! Lo siento-. Se disculpó avergonzada-. Pero es que tu muestras demasiado...

-Quizás es que quiero provocar.

Le miró seria. Desde hacía mucho tiempo no podía evitar centrar sus miradas en él y se sentía totalmente atraida. Se había dado cuenta de que inconscientemente, él parecía provocar y no le disgustaba para nada. El único problema claro hasta ahora, había sido Momoshiro. Dejó sobre la mesa el cazo y se acercó lentamente. Si se hubiera apartado, si no hubiera estirado de ella y la apresara entre sus brazos, segurametne, aquella locura simplemente habría sido pasajera.

Como dos fieras desgustaron los labios contrarios, aumentando su profundidad y delicia con sus lenguas. Sus caderas quedaron apresadas en las fuertes manos y en un momento, se vió sentada sobre la encimera, con él entre sus piernas, mostrando un pequeño abultamiento sobre su sexo. Sus manos se abrazaron a la fuerte espalda y arqueó el cuello, permitiendo a los masculinos labios saborear su morena piel, obligándola a enterrar los delgados dedos entre las verdosas hebras.

-Esto...-. Gimió-. Está... mal...

-Lo sé...

Una de las masculinas manos aferró su seno izquierdo con firmeza, jugando sin ningún miramiento con él y... gimió de nuevo. Enredó sus piernas en las caderas masculinas, buscando de nuevo aquellos labios y succionándolos con frenesí. Tanteó sobre la hornilla, apagando el fuego y una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios masculinos, seguida de una pequeña risa femenina.

-Oye-. Llamó apartandolo-. Tendrás...

-Sí-. Afirmó.

Su camiseta rodó por su cuerpo, quedando totalmente tirada por alguna parte de la cocina. No le interesaba saber dónde, tenía cosas más importantes entre manos. Ryoma desgustó uno de sus senos, creando movimientos con su lengua y dientes realmente excitantes y placentero. Casi escapó de su boca la palabra para no detenerse, pero, eso, solo era el mismo comenzamiento. Acarició los fuertes músculos con sus dedos, deslizándose hasta las nalgas masculinas y apresarlas con cuidado, pegando más sus caderas y obligándole a gemir sobre su pecho al contacto de sus sexos.

De nuevo abordó su boca, sastifecho ante la clara excitación de sus senos, la agitadez de su respiración y sus respuestas corporales. Ahora sus manos jugaban sobre los redondos muslos, tensados ante cada una de sus caricias, estremecidos ante la sabiduría de la detención de sus dedos. La falda quedó alzada y en cuestión de minutos, las pequeñas y rosadas braguitas fueron rotas de un tirón. Su ardiente sexo chocó contra el frio de el mueble. Las piernas alzadas y los tobillos apoyados sobre el filo de la encimera, dieron permiso a que la hambrienta boca desgustara su sexo con total libertad, una acción, que Momoshiro jamás hizo.

Aferró de nuevo los cabellos, sintiendo sacudidas por cada uno de los movimientos creados por aquella lengua, cálida en todo su sexo. Tapó su boca en un claro intento de esconder los gemidos, al momento en que sin más, dos de los dedos masculinos se adentraron en su interior. Llevó las manos hasta el lugar, temblando y de nuevo, sus labios fueron sirvientes de los masculinos, mordidos sin ninguna consideración y sonrojados. La parte más sensible de su cuerpo quedó atrapada bajo el pulgar masculino. Su oido fue ahora presa suculenta de los labios y lengua, aumentando el calor que recorría cada parte de su cuerpo.

-¡Oh... dios!- Exclamó cubriendo su boca.

Los músculos de sus piernas se tensaron, sus manos aferraron con fuerza los hombros masculinos y su boca cedió a su placer culminado. Aún recobrando el aliento, se vió delicadamente llevada hasta la misma habitación de el peliverde y dejada sobre la cama. La única prenda masculina fue arrebatada sin problemas. Esperó sobre la cama pacientemente, mordiéndose el labio inferior ante la visión de el chico colocando la protección en su ya erecto miembro. Estiró de él extrañamente ansiosa, besándole, degustándo su sabor.

Como jamás había sentido, la necesidad la embriagaba. Ella misma guió el hinchado miembro hasta su sexo, alertándole de las ganas de sentirle que deseaba. Sus manos abrieron sus piernas, preparando el cuerpo para su invasión y no tardó en llegar. El peso fue aplacado en cada uno de los lados de su cuerpo con las manos masculinas. Esta vez, aferró el cuello y los hombros, enredando de nuevo sus piernas a las caderas masculinas, apremiándolas a cada una de las embestidas, haciéndolas más rudas y esperanzadas de placer. Ahogó los gemidos en sus propios gemidos y se arqueó ante los besos empleados en sus senos. Bajo toldo de los jadeos, logró sorprenderse ante los claros sonidos que creaban su unión, expuesta al deseo que su sexo enviaba. Logró escuchar palabras de la boca masculina, pero no las dejaba terminar. Le deseaba demasiado.

Sintió tensarse todos los músculos de aquel poderoso cuerpo y sonrió, besándole tiernamente, centrándose en los ojos perdidos en una nube de placer. Mordió el mentón masculino, riendo ante las cosquillas ejercidas por la leve masa de perilla. Sintió como besaba su frente, acariciando sus largos cabellos y tensándose a la vez. Tardó poco en acompañarle en el orgasmo final, recuperando el aliento de la boca contraria y sintiendo como desacía su unión. Se acomodó a su lado, enterrándose en su pecho. Las lágrimas brotaron de sus ojos y tardó poco en quedarse aferrada en los fuertes brazos.

-Dios mio... ¿Qué hemos... hecho?...

-Sexo, se llama, sexo-. Murmuró él tranquilamente.

-¿¡Es que no te preocupa!?- Exclamó asombrada.

-Claro que sí, pero no puedo echarme atrás, es más, si supiera que no volvería a tener sexo, no volvería atrás.

-Momoshiro...-. Murmuró alzándose-. Él... ¿Qué demonios haré...?

Continuará.


Notas autora:

Pues hasta aquí n.n.

Ya me dicen.

¡Rw, please!

Besitos.

Chia.