Aunque me obligué a mi misma a no contar los días, no podía evitarlo. Edward llevaba fuera dos días y no había dado señales de vida. Me pregunté si algún día regresaría. Miré a Alice, frente a mí. Me sonreía, pero sabía que estaba triste. Ella y Edward se habían peleado. También con Carlisle, y todo por mi culpa. Nadie lo decía, pero yo lo sabía.

Charlie no era tonto. Se dio cuenta de que algo pasaba y al final, Alice, con su personalidad carismática, logró que me diera permiso para pasar una temporada en su casa. Al fin y al cabo, Edward no estaba y Carlisle era médico.

En la casa de los Cullen, cada uno me recibió a su manera. Alice me preparó un cuarto para mí, con una enorme cama y decorado de un modo exquisito, como ella sabía que me gustaría. Jasper aliviaba mi sufrimiento con su increíble poder. Esme me adopto como si fuera su propia hija y charlaba conmigo casi siempre, era un alivio poder hablar con alguien de ese modo. Era casi como estar hablando con Renée. Emmett es único. Me abrazó con sus brazos de oso y me regaló un tremendo osito de peluche. Me prometió que cuando quisiera podría llamarlo y el aparecería. Carlisle… él es diferente. Me dio la bienvenida, pero me dejó a mi aire. Intuía lo duro que estaba resultando todo esto. En cuanto a Rosalie… ella fue la mayor sorpresa. En cuanto llegué, me abrazó con fuerza y me sonrió. Me cogió de la mano y me guió hacia el cuarto que Alice me había preparado y a continuación, me enseño la mayor cantidad de ropa premamá que alguna vez he visto. Todo era de marca, y por supuesto, todo precioso. Me sentí abrumada, pero me di cuenta de que en el fondo, a todos les hacía ilusión la idea de un bebé en la familia.

-Bella, Carlisle a dicho que deberías hacerte pronto una ecografía. No parece ser un embarazo normal y bueno, ya sabes. –Claro que sabía a que se refería. Alice si creyó que el bebé era de Edward y asumió que como tal, el resultado sería algo extraño.

Toda la familia me ayudo con lo que me estaba pasando. Y mientras, apenas me di cuenta de que había transcurrido una semana desde que Edward se había marchado a Denali. Saber que se había ido con Tanya me dolió. No me importaba todas las veces que me había dicho que me amaba. Tanya siempre representaría un riesgo en nuestra relación.

Ese día tenía que ir a hacerme la ecografía. Me vestí y preparé para ir y cuando salí de la casa de los Cullen creí que se me pararía el corazón. Tuve que mirar dos veces para darme cuenta de que era cierto, de que el realmente estaba allí. Más perfecto que nunca, me miró y me sonrió con cierta tristeza. Me esperaba con la espalda y una pierna apoyada en la pared, mordiéndose el labio. Su sonrisa torcida me aceleró el ritmo cardiaco.

-Lo siento. –Murmuró. No le contesté, de todos modos, no tenía ni sabía que decirle. – Podemos hablar?

-Date prisa. Hoy tengo que ir a hacerme la ecografía. –Creí vislumbrar en sus ojos un brillo de tristeza. Y de nuevo, una indescifrable mirada. Me tomo de la mano y me guió hasta uno de los bancos que había en el jardín delantero de los Cullen.

-Bella, lo siento. De verás. Siento todo esto. Siento haberme ido, no haber hablado contigo, no haber confiado en ti, comportarme como un total y completo idiota. Tu… Yo… es una excusa muy pobre, pero me asustaste. No tengo derecho a dudar de ti, no después de todo lo que ha pasado. –Tomó mi mano, en la que el anillo de compromiso lucía, y la elevó a la altura de nuestras miradas.

Me sonrió con su bella sonrisa torcida y con uno de sus rápidos movimientos sacó algo de su bolsillo y me lo colocó en el dedo donde estaba el anillo. Cuando aparto su mano observé lo que me había puesto. Como si fuera un anillo, había colocado la anilla de un chupete alrededor de mi dedo. Un delicado chupete, con la anilla de plata y tallado con nuestros nombres.

-Me dejarás cuidar de ti y de tu bebé? De nuestro bebé. –Sus ojos me devolvieron una cálida mirada y supe que la respuesta era si. Pero tenía que hacerlo sufrir.

-Edward, tu… me prometiste estar conmigo para siempre, me dijiste que nunca dejarías que me pasara nada malo y que siempre me protegerías. Me… me lastimaste. Otra vez. No sería capaz de soportarlo, no de nuevo. No puedo estar constantemente preocupada de que te vayas a ir de nuevo. Se lo que es eso. Lo recuerdas? Cuando fui a buscarte a Italia, cuando regresaste y creí que era un sueño. A veces sigo pensando que todo esto, no es más que un sueño, del que algún día despertaré para darme cuenta de que tengo la mayor imaginación del planeta. Crees ser capaz de soportar todo lo que viene? Estar conmigo ahora y en cada minuto de mi vida, nuestra vida. –Dije señalando mi vientre. – Te quiero. Quiero que estés conmigo. Pero no quiero sufrir.

En su mirada observé la tristeza por mis palabras. Me sentí como un monstruo. De nuevo manipulaba su vida con mis palabras. Con unas palabras que le hacían elegir. Tal vez nunca debería haber aprendido lo sencillo que es conseguir lo que quiero. Pero tampoco puedo sentirme culpable por tratar de asegurar mi futuro y el de nuestro hijo. Con sus movimientos sinuosos tomó mis muñecas y las llevó hasta su nariz para inhalar su aroma. Disfrutarlo, como él decía. Luego, me abrazó y atrajo mi cabeza a la suya para unir sus labios a los míos en un suave y apasionado beso. Sin darme cuenta, me sorprendí disfrutando como nunca, recordando cada instante. Hacía una semana, una larga y entera semana que no estaba así con él.

-Isabella Marie Swan, yo, Edward Cullen, te prometo estar contigo ahora y para siempre, por toda la eternidad y quererte, y protegerte, y amanecer junto a ti cada mañana, y querer a nuestro hijo. Te amo Bella. –Me dijo con la voz ronca. Mi corazón se debilitó y lo abracé, ocultando mis lágrimas en su camisa. –Mi amor, llegarás tarde a la ecografía.

-Quieres acompañarme? –Pregunté con la voz cargada de ilusión y dudas.

-Por supuesto.