Sé que ya había un final, antes, pero quiero dejar este para las siguientes generaciones. La verdad, para los que ya lo leyeron, termina exactamente igual. Lo diferente es el desarrollo del capítulo (un poco más dramático). Gracias por leer, a todos.

El Hombre de Dos Corazones

… Ruto se había transportado hasta el final del camino, estaba a punto de llegar a la sala del trono. El manto de agua que usaba a modo de transporte ya no soportaba más su peso. La pierna derecha sangraba a mares. No lograba comprender cómo es que no se desmayaba por la pérdida de sangre.

Ahí, delante de ella, estaba la puerta de entrada. Ahí encontraría su destino, por fin. Después de todo ese largo trayecto de sufrimiento y escombros provocado por la batalla sin igual, que ahí se llevaba a cabo. El viento helado azotaba su espalda y enfriaba el agua, la cual era en gran medida su propia sangre, usada a modo de alfombra voladora.

Finalmente alcanzó el portal. Su visión nublosa le indicaba malas noticias

-Debo apresurarme- pensó preocupada

Sacando fuerzas de quién sabe dónde, tomó la perilla de una de las puertas y se apoyó en ella para subir e intentar ponerse de pie. Respiraba agitadamente, tenía ganas de vomitar. Todo le daba vueltas y su pierna no ayudaba mucho. Se sostuvo como pudo, en la otra.

De pronto, mira la escena delante suyo: Al parecer Link y Dark Link peleaban cerca del trono o algo así, pero no lo podría haber asegurado con total certeza. Sin embargo, una imagen se le hizo extraña.

En medio de la conmoción, aparece un hombre alto y huesudo, tapado casi entero por una capa y capucha negra. No tenía pies y sus manos estaban completamente blancas, carentes de sangre o carne algunas. Sus uñas eran largas y estaban sucias; y por último, en su mano, un arma enrome, gigantesca, que hacía parecer a las espadas como meros juguetes.

Ese ser se veía con detalle, a diferencia de todo lo demás. Él y su guadaña se incorporaron, sombríos.

-¿Quién…- preguntó Ruto, sin mostrar su miedo- …eres tú?

El encapuchado se quedó ahí, quieto, con el fondo borroso de los guerreros luchando por sus vidas. Comenzó a andar.

No caminaba, sino más bien flotaba. Se dirigía hacia ella, su capa ondeando al viento y la lluvia. Sostenía tremenda arma tan solo con sus dos grandes, pero huesudas manos. Parecía que se fueran a romper por el peso de dicho objeto.

-Dime, niña…- dijo una voz sin tono. Algo así como si la información llegara directamente a la cabeza de la aludida, como telepatía.

Ruto guardó silencio. Simplemente se sentía mal y con miedo. En el fondo se daba una idea de lo que era ese "hombre". Aún así, no escapó. No le parecía malo, en absoluto.

-¿Qué quieres saber?- preguntó ella en su mente

-¿Por qué?

El hombre se paró justo frente a ella. Su altura no era exacta, parecía cambiar constantemente, pues de su cuerpo, desprendía una capa sombría, como un aura en forma de humo negro. Aunque siempre parecía estar por sobre los dos metros.

La chiquilla no se dio ni cuenta cuando la lluvia dejó de golpear su cara, ni del segundo en que el frío terminó, así como el dolor en su pierna y como los sonidos, que se quedaron apagados.

-¿Por qué no huyes de mí?- preguntó el inmortal. Ahora parecía que tenía varias voces, como filtradas a través de una extensa cueva.

La princesa lo quedó viendo por un momento. Sus ojos estaban vidriosos.

-Porque quiero que ellos dejen de pelear- contestó suavemente, con la poca voz que le quedaba- y para eso, deberé inventar algo que les preocupe más que ellos mismos, algo que los distraiga por completo de su duelo.

La sombra se inclinó, para verla a la cara desde más cerca.

-Sabes que mi deber es llevarte conmigo, ahora

-… Sí… de eso se trata

Lentamente, el tipo tomó la guadaña entre ambas manos y la puso de tal forma que la punta del filo quedó frente al vientre de la niña. Esta lo miró, segura de sí misma, y casi pudo observar, dos ojos de distinto color, en ese rostro oculto. Uno rojo y el otro azul.

Como si el tiempo volviera a la normalidad, sintió nuevamente la lluvia en su cara, el frío que le calaba los huesos, los sonidos retumbando en sus tímpanos, y un dolor que dejó todo en segundo plano, directo en su abdomen

Lo último que vio antes de quedar inconsciente, fue un rayo de luna, traspasando todas las nubes, hasta llegar a sus ojos.

Una especie de vapor denso.

Negro.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

-Mi culpa… fue mi culpa- decía una voz. Parecía un niño pequeño, hambriento y desamparado. Exiliado de su vida por algún conflicto en el que tomaban lugar fuerzas mayores, personajes corrompidos, los cuales no llegaría a comprender.

-Fue mi culpa…- el infante comenzó a llorar. Se abrazó a sí mismo para no sentirse solo.

-No…- dijo otro, frente a él, quien también comenzaba a derramar lágrimas- fue mi culpa

El primer chiquillo quedó mirando al segundo, parecía enojado.

Repentinamente lo agarró del cuello de la camisa y lo amenazó con gritos

-¡Tú no fuiste!- vociferó, furioso de percibir un rastro de compasión- ¿Qué no te diste cuenta? ¡Yo la maté! ¡Yo soy el asesino!

Sin más qué decir, apretó los dientes y se quedó igual, aferrándose al cuello de la ropa del otro. Este, sin embargo, no paraba de decir la misma frase: - fue mi culpa… fue mi culpa… fue mi culpa…

El primero estaba a punto de gritarle nuevamente, sin embargo, algo lo detuvo, distrayéndolo.

Una mano sobre la suya llamó su atención. A su lado, un chico igual a él, solo que con cabellos blancos, de tatuajes azules y rojos en la cara, y de ojos completamente blancos. Llevaba una extraña armadura consigo, y una espada de dos filos curvos, los cuales se entrecruzaban hasta juntarse en la punta

-¿Qué quieres?- preguntó un enojado Dark Link

El chico de aspecto severo, calló. Nada más lo miró por un rato.

Link ya no hablaba, pero seguía mirando hacia la nada, con lágrimas brotándole de los ojos.

-Y tú, deja de lloriquear- bramó el moreno, a lo que el rubio obedeció, consternado, y aún con ojos humedecidos, lo miró sorprendido.

Dark Link dejó a su contraparte en el suelo, sin dejar de mirar al nuevo. Ese muchacho igual a ellos dos, solo que de apariencia fiera, algo que recordaban de hace mucho. Sin embargo, sabían en realidad, su verdadera identidad. No eran necesarias las palabras para desvelar secretos que nunca fueron.

Así se miraron mutuamente, por un par de minutos. Nadie decía nada. Nadie sabía qué decir.

-¿Qué quieres?- preguntó nuevamente el ojirrojo

Esos ojos sin pupilas lo observaron con una mezcla de curiosidad y el aire serio que despedían.

De pronto, el chico fiero cerró los ojos, avanzando lentamente hacia ellos.

-No quiero… verte llorar- habló, al tiempo que abrazaba a ambos muchachos.

Y los dos se vieron, por sobre la espalda del peliblanco, y notaron que ya no eran niños, que eran casi unos hombres. Unos híbridos del tiempo.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Abrió lentamente los ojos. No podía razonar mucho, recién despertada.

Un momento después, vio a su alrededor. Se encontraba en un cuarto a oscuras. Apenas si podía distinguir un par de siluetas frente a sí.

Intentó sentarse en la cama, pues ya estaba acostumbrada a las formalidades, pero dos manos la tomaron de los hombros y la obligaron a quedarse como estaba.

-Ssssssssssssssss…- emitió uno, mientras se anteponía un dedo a su boca

Ruto intentó preguntar quién era, pero el aire exhalado se hizo poco para emitir sonido. Intentó de nuevo, pero alguien se le adelantó.

-Buenas noches, mi querida Ruto- se oyó una voz grave, en susurro.

-¿Dark Link?- reconoció la princesa, y abrió por completo los ojos.

-¿Cómo te sientes?- habló un hombre sereno

-¡Link!- se sorprendió ella

Entonces estiró las manos, sin poder creer lo que presenciaba, y los guerreros dejaron que la chica acariciara sus caras. Esta sintió que la forma de ambos era la misma, le extrañó, eso sí, un par de extraños huecos en la de uno, pero luego recordó que el rubio había cambiado un poco desde que se había ido.

-¿Cómo…- comenzó a preguntar, pero fue interrumpida por uno

-Tonta- dijo cariñosamente el pálido

-Solo bastaba con pedírnoslo- agregó el tostado

La muchacha guardó silencio, y los chicos pudieron ver a través de la oscuridad, una sonrisa de satisfacción

-Es que…- intentó decir, pero su voz empezaba a quebrarse. Gracias a las diosas, que dos dedos se posaron en sus labios, haciéndola callar

-Debimos haberlo sabido desde el principio- recalcó Link

-Ruto… mi querida Ruto- habló Dark Link

Luego, ambos chiquillos acariciaron su cabeza, suavemente, con ternura.

-Nos demostraste lo mucho que nos amas- dijeron al unísono, y aunque intentaron contenerlo, ella pudo oír claramente cómo comenzaban a llorar.

Lentamente, la destaparon. Primero le quitaron las sábanas sobre el torso, sin dejar de acariciarla. Los dos juntaron sus cabezas con la de ella, solo por la tristeza que sentían. La destaparon suavemente. Sin embargo, no era lujuria lo que pasaba por sus mentes. Era arrepentimiento, de parte de ambos jóvenes.

Finalmente llegaron al vientre. Lo destaparon como quien ve algo que no desea ver. Ruto sintió las gotas de agua que caían en su pecho. No quería que ellos vieran lo que estaban por ver, pero no podía resignarse a su deseo, un poco por su falta de energía, un poco por la compasión que les tenía.

Así, las dos manos que paseaban por su cuerpo, bajaron acongojadas hasta el abdomen, en donde se detuvieron…

Una cicatriz. Eso es lo que había en ese lugar. Una cicatriz que les pesaba mucho más a ellos.

Se arrodillaron, derrotados, junto a ella. Lloraron en silencio, con sus gritos ahogados por sus propios brazos y las caderas de su amada. Esta solo pudo acariciar sus cabezas, un poco sonrojada por sentirlos en un lugar tan atrevido, pero consoladora, al fin y al cabo.

Así se quedaron un rato más, hasta que las lágrimas ya no salieron. Los dos chicos se incorporaron. Después la volvieron a tapar, y se sentaron en dos sillas que encontraron por ahí, hasta que ella se durmió.

Dieron cada uno, un beso en la mejilla de la dormida zora, para después irse de la habitación, seguidos por una pequeña brisa helada.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Zelda se había recuperado de sus heridas. Además de que ya habían pasado un par de días desde lo ocurrido, sus médicos no iban a dejar que se les muriera otra reina, tan rápidamente. Las tremendas dosis de pociones la tenían aburrida. Su cuerpo reaccionaba de formas tan extrañas que se sentía como en otro mundo.

Precisamente, uno de los efectos mayores a tantas pócimas extrañas, era el insomnio, o más bien el cambio de horario, para ella. Dormía todo el día, y por las noches ni podía pestañear.

En este momento se encontraba caminando sola, por el mercado. Le sorprendía la habilidad de sus súbditos en recomponerse a catástrofes y guerras, o era quizás que ella había sido una de las más afectadas, no podía afirmarlo con certeza.

La luna iluminaba todo el lugar, como aquel día hace ya semanas, en el lago Hylia. Recordó cómo es que Ruto la había consolado, y animado. Recordó lo lindo que es tener una amistad… mucho más bella que el espectáculo mágico de ahora. Todo el suelo en tonos plateados, creando un paisaje alquímico…

Cerró los ojos. Ahora solo podía rezar por el renacimiento de su amistad con la zora. Se encaminó al templo del tiempo.

Al entrar, recordó los cánticos sacerdotales, que llenaban el ambiente de nobleza y daban la sensación de haber pasado por miles de pruebas hasta haber llegado hasta ese lugar. No se veía mucho, claro. Solo se podía apreciar la estancia gracias a la escasa luz que se filtraba por los ventanales.

Aún así, la rubia pudo ver claramente a un par de jóvenes, apoyados de igual manera en la puerta del tiempo: Arrodillados, con la cabeza gacha, mirando al suelo, posando las manos en el inmovible portón.

El miedo y la sorpresa la invadieron. No podía entender cómo era que esos dos estuvieran juntos, y tan calmados. Sobre todo, no quería comenzar otra pelea, pero no le pareció que ellos quisieran, tampoco.

Ninguno pareció advertir su presencia. Zelda caminó, un poco insegura al comienzo, pero a medida que pasaban los latidos de su corazón, se fue decidiendo. Caminó erguida, como la habían obligado desde que tenía memoria.

-¿Link?- preguntó tímidamente. Una cosa era caminar sin verles el rostro, y otra era llamar su atención

Silencio. El aludido no respondía. Esto le provocó a la reina una gran tristeza.

-Link, por favor… -dijo, siendo interrumpida por un coro de dos

-¿Por qué no puedo?- se quejaron dos voces quebradas, al unísono

La de mirada bicolor calló, tratando de comprender las palabras de los niños frente a ella

-¿Por qué no puedo volver? - sollozaron al mismo tiempo- déjenme volver… quiero volver ¿Por qué no puedo?... hace cinco años me permitían volver cuando quisiera.

-¿Volver? ¿A qué se refieren con eso? ¿Volver a dónde?- se cuestionaba la princesa, cuando reparó en algo:

Brillando levemente en el altar, se encontraban las tres piedras espirituales. La muchacha se preguntó cómo era posible que estuvieran allí, si se suponía que estaban a cargo de sus respectivas razas. Luego, comenzó a entender.

Levantó la mirada, esperando no encontrar lo que buscaba, sin embargo, ahí estaba. Tirada en el piso, aparentemente por una rabieta de parte de su dueño, la ocarina del tiempo, que ella le había regalado al rubio, hace algunos años… parecía que pedía a alguien a gritos, ahí, en el frío suelo.

-Estos dos- razonó la princesa- estaban intentando abrir la puerta del tiempo… ¿Acaso intentaron sacar la espada maestra de su pedestal?... eso sería una locura ¿Por qué querrían hacer eso?... ¿Y por qué quieren "volver"?

De pronto, ambos chicos sintieron una mano en un hombro, cada uno. Al voltearse, vieron a Zelda, la cual los miraba compasivamente, y un tanto triste y confundida.

-Está sellada- dijo ella al fin

Observando a los ojos de ambos chicos, pudo ver cuánta tristeza había en ellos, aunque no entendía por qué. La pelea había concluido: Ahí estaban ellos dos, juntos, buscando un mismo objetivo.

-¿Por qué?- dijeron tan despacio que parecía un susurro, pero era que el llanto les había quitado el habla- Ya probamos con las tres piedras en el altar, y tocamos la canción del tiempo con la ocarina… y no se abre… ¿Por qué no podemos regresar?

-Regresar a dónde- interrogó la hyliana

Dejaron de llorar, se incorporaron y se secaron las lágrimas. Luego se miraron, un poco dudosos, como si estuvieran debatiendo si contarle o no a la chica sobre un secreto.

-Yo… creo que está bien- opinó Dark Link. Después de haber estado un buen rato tumbado y llorando, no tenía ganas de derramar más lágrimas

Entonces las sombras lo hicieron desaparecer en el piso. Ya había soportado mucho tiempo la presencia de Zelda, para ser él.

Link la miró. Se notaba cansado, deprimido y también se podía ver claramente la huella de las gotas que habían corrido por su cara. Él se dio todo el tiempo del mundo para recoger la ocarina plateada, sacarle el polvo y contemplarla un rato.

-Hace cinco años…- empezó su relato- tú y yo éramos unos niños de diez años.

-Sí- asintió ella- lo recuerdo bien. Fue cuando te conocí…

El muchacho la contempló un rato, como ido, antes de proseguir.

-Hace cinco años me diste la tarea de reunir las piedras espirituales- miró a los objetos nombrados- pero cuando volví, Gannondorf había comenzado un golpe de estado, y tú e Impa se fueron lejos. Yo llegué justo en ese momento. Tú solo pudiste arrojarme la ocarina y rezar por que todo marchara bien.

-Sí, lo recuerdo- contribuyó la reina- el tirano nos persiguió a nosotras. Pasaron unos días espeluznantes, en los que creí que iba a morir, pero luego algo extraño pasó… Gannondorf…

-Gannondorf volvió al castillo, al ver que no podía encontrarte tan fácilmente. Estaba a punto de matar al rey, tu padre…- hizo una pausa al notar que en todo ese tiempo no había visto al viejo, y miró a Zelda, consternado

Esta desvió la mirada, antes de negar con la cabeza

-Sigue, yo estoy bien

Link sonrió. No parecía que estaba de humor para hacerlo, pero pensó que la valentía de su amiga lo merecía. Continuó relatando:

-Sin embargo, algo pasó. Según los testigos, el rey gerudo fue literalmente "arrastrado" por una fuerza invisible hasta este templo. Nada pudo evitar que las puertas del tiempo se abrieran solas y él fuera introducido dentro de esta estancia…

-Dicen que tú fuiste el único que lo vio entrar- agregó la rubia

-Sí… creo que fui el único. Yo estaba solo en el templo, cuando entró ese hombre como siendo llevado por un río en el aire, hasta esa habitación- narró, señalando la puerta del tiempo.

Guardaron silencio. La reina necesitó un tiempo para pensar en las interrogantes que surgían

-Pero- continuó- ¿Por qué estabas aquí? ¿Y por qué razón no pudiste entrar a la cámara contigua? Se supone que deberías…

-Lo hice- la interrumpió él, y ante la mirada extrañada de ella, siguió- abrí las puertas del tiempo y saqué la espada maestra. Para todos los de este tiempo, permanecí aquí un par de días, para luego regresar y ver cómo Gannondorf era encerrado en este templo.

-¿"De este tiempo"?- repitió ella- ¿Qué quieres decir con eso?

El rubio odió el momento en que se le ocurrió empezar su relato, pero se resignó y fue a sentarse en uno de los escalones del templo. Ya instalado, miró a Zelda al mismo tiempo que daba unas palmaditas al puesto a su lado, indicándole que se sentara.

-Prepárate para escuchar algo totalmente incoherente- sonrió levemente él. Ella tenía ciertas dudas, pero le gustaba que por fin su amigo había sonreído… su amigo… comprendía si ya no quisiera llamarla de esa forma.

Así, Link le contó toda su aventura, resumiendo algunas partes, claro. Narró la vez que conoció a Rauru, cómo eran de diferentes los lugares, y algunas personas por causa de esos siete años perdidos. Habló sobre los medallones, las armas que necesitaba en cada templo, el sufrimiento de la gente, los vasallos más fieles de Gannondorf, Dark Link… y también sobre Sheik, las flechas de luz, y la última batalla.

-Finalmente- concluía- me pediste la ocarina y me enviaste de regreso a mi tiempo. La espada Maestra se dejaría en el pedestal, para encerrar a Gannon. Ciertamente, creí que debía haberlo enfrentado nuevamente, con mi cuerpo de diez años, pero resultó que tú… o tu "yo" de ese tiempo, hablaba de encerrarlo en ambas líneas temporales. Fue entonces que se fue Navi para siempre. Fue en ese momento, al salir de esa habitación, que él pasó volando sobre mi cabeza, pataleando y gritando como un chiquillo. Las puertas del tiempo se cerraron a mis espaldas y nadie volvió a saber de él.

Zelda estaba mirando al suelo. Había escuchado todo absolutamente callada, atenta a las palabras del rubio.

-Sé que es difícil de creer- se incorporó este- pero es lo que me pasó

El ojiazul comenzó a caminar hacia la salida. No esperaba que alguien le creyera su historia fantástica. Eso lo sabía desde hace mucho. Ni si quiera se acordaba de por qué había intentado abrir nuevamente las puertas del tiempo ¿Qué conseguiría con eso? ¿Liberar de nuevo al tirano pelirrojo?

Cuando estaba en medio del símbolo del templo correspondiente, en el pedestal, se volteó para mirar a una muchacha que parecía en otro lugar.

-Zelda- llamó, con lo que la aludida fijó su vista en él- te deseo un buen reinado, y que vivas feliz. Espero que encuentres a tu hombre, algún día.

Así sin más, se giró nuevamente y emprendió camino hacia la salida, pero no caminó mucho antes de parar nuevamente. Miró al suelo, como buscando respuestas, sin encontrar nada.

De pronto, una calidez lo invadió desde la espalda. Un abraso producto de la ternura, el dolor y la compasión. No era algo atrevido, ni queriendo insinuar algo a las hormonas. Ya no.

-Zelda- dijo nuevamente el héroe del tiempo, y al notar el silencio de esta, prosiguió – Tú sabes… ¿Sabes alguna forma en que él y yo no podamos causar daño a la gente?

Silencio. Parecía que esa noche sería eterna, por lo que se permitían esos largos períodos entre preguntas y respuestas.

-Link…- dijo ella, pero el otro continuó

-¿Sabes alguna forma en que…- levantó su mano derecha para observarla mejor, y comenzaron a caer lágrimas de sus ojos, pasando por las cicatrices en sus mejillas- ¿Sabes cómo acabar con todo este ciclo de sufrimiento enfermizo?

La pálida niña lo abrazó más fuerte, hundiendo su cabeza en la gran espalda del chico.

-Quiero…- prosiguió él- quiero que quemen mi cuerpo, y dispersen las cenizas en la tierra… no quiero que nadie recuerde los tormentos que he causado

Por primera vez, ella lo escuchaba en este estado: Completamente derrotado, sumido en el llanto.

-¿De qué estás hablando?- lo regañó con terror en su cara- Link, tú eres joven, no estás enfermo ni nada parecido. Vivirás muchos años más.

Entonces, ella lo obligó a dar media vuelta y a mirarla a la cara. Ambos tenían los ojos brillosos.

-Zelda… yo…- pudo hablar el exiliado- no quiero hacer sufrir a nadie. Nunca más… menos a ti y a Ruto… y daría mi vida por eso.

-¡No!- gritó la rubia chiquilla- ¡Link! ¡No puedes hacer eso!

-¡Y entonces dime!- le replicó este- ¿Cómo haré para dejar a todos en paz? ¡Tarde o temprano volveré a pelearme con Dark Link, y será tan terrible como hace algunos días! ¿Cómo podré vivir con eso? Sabiendo que otras personas sufrirán por mi culpa, que mataré a hombres, mujeres y niños para terminar con mí mismo.

Los rubios se quedaron mirando el uno al otro. El tono de él había sido inapropiado, pero había abierto los ojos de ella. Zelda cerró los párpados para luego dar media vuelta y comenzar a caminar hacia el pedestal. Se detuvo justo en el centro.

Alzó una mano hacia arriba, y como de la nada, lanzando algunas lucecitas, apareció un gran y viejo libro, que fue oscureciéndose hasta adquirir una tonalidad normal con el entorno. La séptima sabia lo tomó entre sus manos para ojearlo.

-Busca a Dark Link- pidió- Link… no sé cuáles serán tus planes luego de esto, pero al menos puedo impedir que vuelvas a pelearte… busca a Dark Link. Nos veremos aquí antes del alba.

El chiquillo no entendió al principio, se la quedó mirando por un rato, pensando en sus palabras, pero bastaron unos segundos, nada más, para que razonara. Luego de esto salió corriendo del templo.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Ya era la hora estimada. El sol se asomaba a ver qué catástrofe había hecho la luna, para comprobar nuevamente, que todos habían sucumbido al hechizo de la reina de la noche, excepto tres jóvenes, los cuales hacían algo extraño en la antigua construcción.

Link y Dark Link se encontraban parados en el pedestal con el símbolo del templo del tiempo, uno al lado del otro. Una luz intensa bordeaba el círculo alrededor de ellos, junto con las líneas que conformaban dicha figura representante de la luz.

Zelda, enfrente de ambos, leía las palabras del libro que tenía abierto con intensa imponencia y autoridad. Una mano hacia los jóvenes daba la impresión de que el hechizo era complicado.

-…Devolved al individuo lo que se le ha quitado ¡Juntad las sombras con la luz y cread al ser último! ¡Dadme el poder para arreglar el tiempo y componer catástrofes! ¡Asciende, águila mía! ¡Corre, lobo solitario! ¡Fúndanse como el sol y la luna lo harán, según las profecías! ¡Usad mi poder como vía para vuestro propósito! ¡Supernova!

Inmediatamente después de esta palabra, el círculo lumínico comenzó a crecer hacia arriba, abarcando la tercera dimensión. Conjuntamente, los dos muchachos ahí dentro sufrieron una gran presión en todo su cuerpo, como si la gravedad hubiera aumentado

Se sorprendieron, pero no perdieron los estribos. El creciente peso en sus cuerpos los obligaba a encorvarse y paulatinamente a quedar arrodillados. En un momento tuvieron que gritar para soportar el dolor.

La presión en el suelo, donde terminaron tirados, los volvía locos. Sus oídos estaban por explotar y sus ojos parecían salirse de sus huecos. Sentían que la tráquea se les rompía, cartílago a cartílago y que no podían respirar a causa de esto.

Un último grito de la hechicera marcó el fin

El fin…

De pronto, todo el dolor había terminado, así, repentinamente. Link y Dark Link se miraron mutuamente, estaban parados, en el mismo lugar.

-¿Qué fue…- intentó preguntar uno, pero se detuvo. Los oídos no pudieron soportar el volumen de su propia voz. Intentaron tapárselos, pero la resonancia en las paredes continuaba y no parecía que fuera a disminuir el sufrimiento. Trataron de abrir los ojos, pero la luz los deslumbraba, como si frente a ellos estuviera el mismísimo sol ¿Qué acaso hace unos segundos no entraba solo unos cuantos rayos?

Se arrodillaron nuevamente y no entendieron por qué, pero ambos pudieron sentir al otro, como si fuera su propio cuerpo, de hecho podían sentir la respiración agitada de Zelda, así como su postura, los más leves movimientos de las ropas de cada uno y cada una de las partículas de polvo suspendidas en el aire en ese templo. El sabor en su boca era asquerosamente amargo, no lo soportaban; el olor a sudor, aliento y polvo los llenaba como veneno.

No importaba cuánto intentaran tapárselos, no paraban de escuchar todos y cada uno de los sonidos que se podían provocar ahí, e incluso el aleteo incesante de un escarabajo que se asomaba por la entrada. Todo les parecía como si las mismas diosas les gritaran al oído.

No importaba cuánto cerraran los ojos, esa luz seguía torturándolos con la ceguera del deslumbramiento. Sintieron ganas de gritar, pero sabían que si lo hacían, se reventarían los tímpanos.

Los jóvenes se miraron entre sí. Miraron su entorno. Estaban flotando en todo Hyrule al mismo tiempo. El rancho Lon Lon, el campo de Hyrule, el lago Hylia, el valle gerudo, la montaña de la muerte y muchos poblados y razas conocidos y por conocer. Podían oír, ver, sentir, oler y saborear a cada uno de esas personas, de los objetos, la naturaleza en esos lugares. Todo pasó en menos de un instante, como un momento de lucidez.

Abrieron los ojos. De nuevo estaban en el templo del tiempo. Entraba poca luz, y ya no sufrían por percibir excesivamente nada, todo era como antes.

Miraron su entorno y vieron a Zelda, cayendo inconsciente al piso, frente a ellos. Alcanzaron a atraparla de los hombros, apenas. La contemplaron un rato más, ahí entre sus brazos. No parecía que todo un reino recayera en esos delicados hombros, ni que esa suave boca dictara órdenes tan decisivas.

Los jóvenes se dieron cuenta que estaban solos nuevamente, en esa quietud dominante. Todo parecía como inmortalizado en un cuadro.

-Será mejor llevarla a palacio- pensó Link, a lo que su némesis respondió con un leve "sí". Ninguno de los dos se dio cuenta hasta más tarde de la ausencia del cuerpo del otro.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

La mañana aparecía por la ventana. Desde hace algunos días la habían transferido a un cuarto lujoso e inmenso, no como esa compartida e incómoda enfermería, en donde estaban también, todos los soldados heridos de la batalla.

Ruto inspiró fuertemente para botar todo en un cuarto de vuelta en su cama. Se tapó, al mismo tiempo, con las pesadas sábanas y frotó su cabeza varias veces contra la almohada. Quería seguir durmiendo un rato más.

Pasaron los minutos, quizás las horas. Ella no advirtió cuánto cambió la posición del sol hasta que se hubo sentado en el catre y miró su contorno, preguntándose en dónde rayos estaba.

-¡Ah, cierto!- exclamó, aún soñolienta. Se destapó hasta la cintura para observar nuevamente la marca plateada en su vientre.

Una cicatriz en forma vertical, de no más de 15 centímetros de largo. Puso una mano sobre el recuerdo doloroso de su decisión y de un extraño sueño que había tenido esa noche.

-Link…- pronunció de una forma que solo se podría haber escuchado ella misma- ¿Dónde estás?

Esas palabras se habían repetido en su mente más o menos desde que hubo recuperado la conciencia. Oía a los soldados hylianos hablar en los pasillos, a los doctores y las enfermeras. Claro que les estaba sumamente agradecido por todo el trabajo que habían hecho. De no haber sido por ellos, no estaría viva… pero le era difícil aceptar que hablaran con desprecio de alguien que hasta hace poco había sido el amigo de todos ellos.

-Hipócritas- pensaba cada vez que alguien hacía un mal comentario acerca del chico, o las consecuencias que había traído su aventura.

-¿Y qué pasa conmigo y con Zelda?- lo defendía ella, cada vez que podía, ante los perplejos orejudos- Nosotras fuimos tan culpables como él y nadie nos ha dicho nada.

-"Es diferente"- solían decirle, para luego variar en una serie de comparaciones entre las realezas y el desterrado, abstractas y carentes de sentido

Ahora, la princesa zora estaba nuevamente acostada en esa habitación. Lo único que podía hacer para entretenerse era jugar con algo de agua del florero a su lado, haciéndola levitar, formando figuras o mojando la cama para luego sacarla con la misma facilidad; y cuando ya estaba aburrida, simplemente la lanzaba por la ventana. No le gustaba que las flores, rebosantes de energía y felicidad se burlaran de ella todo el día. Si se tendría que deprimir, no lo haría sola.

Así, sin más qué hacer, tomó el control de la poca agua en el florero y se puso a jugar con ella. No pasó mucho tiempo hasta que notó que no hacía nada productivo. No le entretenía, no le gustaba, gastaba energía, no le servía.

Observó el montón de agua, suspendida en el aire. Estaba aburrida.

Fingió un bostezo para intentar engañarse a sí misma, y con solo un gesto de la mano arrojó el líquido vital por la ventana, la cual se abría por el impulso. Al mismo tiempo se recostaba otra vez en su gran cama.

-Cielos, gracias, pero creo que no era necesario- dijo una divertida vos masculina desde el marco de la ventana.

La ojimorada se sentó de un susto para mirar al intruso. Grande fue su sorpresa al ver a un chico de otra era. Un Link vestido con su típica túnica y gorrito verdes, de espada y escudo a la espalda, peinado hacia los lados y con una sonrisa radiante, y cómplice, al mismo tiempo. Su cara y pecho estaban mojados, justamente por culpa de ella.

El chico saltó desde donde estaba al piso. Se acercó divertido hacia la zora, como si ese fuera cualquier día.

-L-L… -balbuceaba ella

-Me llamo Link, creí que lo sabías- bromeó él, sentándose en la cama a un lado de la muchacha

Ruto lo quedó mirando un rato, en silencio, sin poder abrir la boca del asombro, pero cuando lo hizo, pegó un chillido de alegría y lo abrazó lo más fuerte que pudo. No le importó la incómoda posición en que se encontraban ahora, forzando las caderas y la espalda, quería asegurarse de que aquel no era otro sueño.

-Yo también te quiero- se alegró el rubio.

-¡Tonto!- le gritó ella, al separarse al fin- creí que estabas… que estabas…- no podía terminar la frase. El solo hecho de pensarlo la hacía llorar.

-Pero no lo estoy, y no lo estaré por largo tiempo- respondió feliz. De pronto, sin embargo, su expresión contenta se tornó en soñadora, perdida en los ojos morados de la chica escamosa.

La princesa sabía lo que seguía a continuación, así que cerró los ojos y comenzó a estirar su cara hacia la de él, lentamente. Lamentablemente, Link la detuvo.

-Hay algo que debes saber antes que nada- dijo, ya no muy feliz, por lo que ella volvió a abrir los ojos para verlo- mírame a los ojos…

-¿Qué es?...- alcanzó a preguntar la zora, justo antes de notar cómo el color de ojos de su prometido cambiaban de color azul eléctrico a rojo intenso. Esto la dejó completamente boquiabierta

-¿Dark Link?- preguntó atónita. No entendía por qué el moreno tendría que ocultarle su verdadera identidad a ella.

-Más o menos- respondió él, confundiéndola más

-¿De qué estás hablando? ¿Por qué…

-No es el por qué…- la interrumpió- lo que cuenta aquí es "qué". Lo que pasó es que Link y yo nos fusionamos en un mismo cuerpo. Lamentablemente…- desvió la mirada, un tanto avergonzado- solo compartimos un cuerpo unificado. Nuestras mentes siguen siendo distintas.

-… ¿Cómo?... ¿Por qué?... ¡No entiendo!

-Es por el bien de todos- concluyó Link, apareciéndole nuevamente el color azul en la vista- Ruto- tomó su cara posando sus manos en la mejillas de ella. Estaban calientes- no puedo ser tan egoísta de hacer sufrir a la gente. Me he ganado merecidamente su desprecio eterno.

-¡El pueblo te ama!- respondió enojada- ¿Y desde cuándo te importan las opiniones de los demás?

-No me interesan- refutó él- en lo más mínimo, pero lo que sí me importa es su seguridad… no puedo permitir que un incidente parecido al anterior se repita… y no puedo permitirme vivir aquí luego de haber causado tanto sufrimiento…

Entonces, Ruto se incorporó por completo, con lágrimas en los ojos, pero aún intentando parecer superior

-¿Y qué hay de mí?- le exigió angustiada- ¿Sufriré por tu culpa? ¿Quieres que eso pase? ¿Quieres que llore todos los días y todas las noches por tu ausencia hasta la muerte?

-¡No!- vociferaron ambos muchachos, parándose de un salto, para después cambiar su tono de voz, a uno más reservado- ¡Nunca!

-¿Entonces por qué? - comenzó a llorar ella- ¿Por qué te comportas como si planearas irte para siempre?

Link y Dark Link guardaron silencio. Mantuvieron su mirada real en todo momento, pero no fueron capaces de hablar hasta pasados unos segundos

-Porque eso haré- dijo sin vacilar

De pronto, pareció como si el tiempo se hubiese detenido. Se quedaron mirando mutuamente, sin poder decir nada.

-No…- dijo la zora, empezando a desmoronarse- ¡No!- puso su mano frente a su boca, retrocediendo unos pasos, como si le estuvieran anunciando la muerte del hombre enfrente de sí. Luego puso sus manos por encima de sus orejas, se agachó levemente y pegó un gran alarido, que se escuchó por todo el castillo- ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!

-¡Escúchame!- le ordenó el chico, abrazándola fuertemente, para que no se escapara- ¡Ruto, mírame!

Al mismo tiempo que pronunciaba las últimas palabras, la obligaba a ver dentro de sus ojos color zafiro, levantando su barbilla femenina con el dedo índice y el pulgar. Increíblemente, obedeció. Tenía el rastro de las lágrimas en su cara, sus ojos vidriosos mostraban ganas de más, pero se contuvo

Link sonrió

-Tú no sufrirás- dijo cariñosamente, mientras paseaba el torso de sus dedos por la cara áspera y lisa de la anfibia, en forma de caricia

Ella apenas tuvo tiempo de entender lo que quiso decir, pues justo después de expresar estas palabras, Link y Dark Link acercaron su rostro hacia el de la muchacha.

Por otro lado, se escuchaban los pasos apresurados en otros pisos, seguramente de los enfermeros y doctores que habían sido alertados por el grito

Al principio, el beso parecía completamente normal. Una caricia tras otra, un juego entre ambos, pero luego se volvió más atrevido y más desenfrenado. En este punto, fue donde la ojimorada comenzó a sentir algo extraño en la boca, una sensación de que le robaban algo, algo valioso, pero ¿Qué podría ser?

De pronto, se dio cuenta: Dark Link estaba haciendo algo con ella. No sabía qué, pero estaba haciendo un hechizo de magia… de magia… ¿Cómo se llamaba esa magia contraria a la que ocupaba Zelda?... ¿De quién estaba hablando?

Muchas imágenes se repetían constantemente en su cabeza, como intentando ser recordadas de alguna parte, pero ella no las entendía, ya no podía reconocerlas

Un aullido… apenas podía mantenerse consiente para ver a un lobo frente a ella, el cual permanecía de espaldas, caminando hacia el mismo punto en que la zora miraba inmóvil. Un destino blanco e indescifrable

Lentamente, antes de poder caer en la cuenta de que sus recuerdos eran borrados, Ruto sufrió los efectos del hechizo del ojirrojo. Después de un par de segundos, cayó desmayada, agotada de ser usada de tal forma.

Link la tomó en el aire, por la cintura. La acostó en su cama y le dio un último beso de despedida antes de salir por la ventana y ver a los alarmados doctores que entraban a la habitación

-¿Estás seguro de lo que acabamos de hacer?- preguntó un tanto dudoso el dark

-Ya no tenemos sitio en esta tierra, que nos vio nacer- le recordó el hyliano- lo mejor era no hacerla sufrir…

-Me sorprende su madurez, muchachos- los apremió una voz familiar solo para ellos

-Tú eres a quién tenemos que reconocerlo- intervino Link

-Sí- refutó Dark Link- si no hubiera sido por ti y tu rápida reacción cuando atravesaste a Ruto… ella…

-No hay de qué- se apresuró a responder, al notar que la tristeza volvía a la mirada del ojirrojo

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Zelda estaba ordenando unos papeles en su escritorio. El mismo día que la habían encontrado en el templo, dormida, había comenzado con sus labores reales. "Hay mucho qué hacer", es la excusa que le dio a todos los que le preguntaban su motivo de trabajo, estando convaleciente

Era de tarde, ya. Ese mismo día los doctores habían descubierto que Ruto tenía una especie de amnesia extraña, porque al parecer, solo se había borrado su memoria hasta hace algunas semanas atrás. Curiosamente, solo podía recordar hasta el día anterior al que comenzó todo. Ni si quiera tenía idea de la discusión entre ella y Zelda, en el lago Hyliaq

La reina sonrió

-Creo que es lo mejor, por lo menos para ella- pensó con tristeza. Lo cierto es que le habría gustado que el chico se quedara en el reino hasta la muerte, pero sabía que ya no se podía. La mitad del rubio era un moreno ojirrojo, capaz de matarla a ella en cualquier momento. Aún así, si ambos héroes hubieran querido quedarse, la rubia majestad no se podría haber negado.

Suspiró

En esos días había pensado mucho en Link. Los recuerdos solo la angustiaban más.

Entre los revoltijos de papeles, echó un vistazo rápido a uno.

-"Para: Zelda, de: Link"- leyó antes de botarlo junto con otros en un papelero grande, justo antes de darse cuenta de lo que había hecho -¡No!

Como desesperada, sacó la carta, la cual estaba sobre toda la pila, creyendo que si no lo hacía rápido, nunca más la encontraría.

Observó el papelito viejo otra vez. Ahí estaba escrito, claramente: "Para: Zelda, de: Link". No se había equivocado

Rápidamente la abrió, curiosa de su contenido. La leyó y la releyó varias veces, incrédula ante tales palabras, pero finalmente aceptándolo

La carta decía así:

"Querida Zelda:

Sé que quizás me odies por haberte dejado ahí en el templo, pero es que tenía un poco de ansias por ver a Ruto… creo que ya te habrás dado cuenta de que perdió la memoria. Lo sé porque fuimos Dark Link y yo quienes lo hicimos.

Ahora te preguntarás ¿Por qué? Pues bueno, es simplemente porque no quiero que recuerde esos días en los que pasaron todas estas catástrofes. Ahí entras tú: Quiero pedirte como un favor inmenso y descarado el crear una ley, o lo que sea, cosa que nadie pueda contarle ni hacerle saber de nuestra historia.

Como verás, Zelda, no planeo ir a Hyrule nunca más, aunque no puedo asegurar que no nos veamos en un futuro no tan lejano. Ahora, como ya sabrás, emprenderé el viaje con Dark Link para unificarnos en un solo ser… aunque eso cuesta trabajo ¿No había un hechizo menos complicado?

Zelda… sé feliz. Solo quiero que tú y Ruto encuentren la felicidad. Ese es el objetivo último de todos los mortales, mantenlo siempre en mente. Nosotros, por nuestra parte, seguiremos siendo felices, espero no estés preocupada.

Con cariño, Link

PD: Ya no se peleen más con Ruto por estupideces ¿De acuerdo?"

La muchacha guardó la carta en su sobre, y a este en un cajón. Luego salió de su habitación, contenta.

Estaba segura, era su destino. De alguna u otra forma vería nuevamente a Link

Fin

El Destierro. Diciembre de 2007- 28 de Mayo de 2008