Amado

Múltiples destellos dorados decoraban el cielo nocturno, eclipsando las pocas estrellas que las nubes dejaban ver. Byakuya se separó de Renji y se dio la vuelta para admirar mejor el espectáculo.

- ¡Fuegos artificiales! – exclamó, encantado, juntando las palmas de las manos.

Renji se situó junto a él y ladeó la cabeza para disfrutar de su expresión risueña y llena de ilusión, sincera y delicada. Algo le vino fugazmente a la cabeza, como una bombilla que se enciende, o más bien un impulso eléctrico, pero se fue antes de que pudiera identificarlo. Intentó recordarlo al mismo tiempo que los cohetes ascendían veloces y, al comenzar la bajada, estallaban a la vez, formando curiosas y brillantes figuras multicolores. Sin embargo, los tejados de las casas que se levantaban a ambos lados de la calle les impedían ver el cielo totalmente despejado.

Justo en el instante en que el cielo pareció calmado, con la marca de las explosiones en forma de polvo blanquecino, que desaparecía poco a poco, Renji encontró en su mente aquello que buscaba y que, sin duda, sería mágico para Byakuya.

- ¡Ven, por aquí!

De improviso, tomó la mano de Byakuya y lo impulsó a correr cuesta abajo a toda prisa. Mientras, chispas de varios colores caían de nuevo desde las alturas, y daba la impresión de que iban a impactar en sus cabezas.

Byakuya se dejó guiar por Renji sin oponer resistencia y, de repente, soltó una carcajada que se pudo escuchar por las calles que aparecían a su paso, rebotando en las paredes como si el sonido hubiera sido amplificado, e imitando una extraña melodía en conjunto con el eco de sus pasos.

- ¿A dónde me llevas, Renji? – preguntó, sin dejar de reír. - ¡Nos vamos a perder los fuegos artificiales!

Renji tiraba de él como ansioso por llegar a su destino y, en lugar de responder, se limitó a contagiarse de su risa. Cruzaron un estrecho callejón, como una especie de atajo, y Renji aminoró la velocidad progresivamente.

Soltó la mano de Byakuya y se secó el sudor de la frente, jadeando sin cesar, apoyado en una estructura de metal que cercaba un recinto.

- Adelante. – lo invitó con un gesto.

Byakuya dio unos pasos hacia delante y quedó impresionado por el magnífico paisaje que se mostraba frente a ellos. Era un inmenso jardín con una gran variedad de plantas y flores, de distintas especies. Siguiendo un sendero de piedra que lo cruzaba por el medio dibujando una línea recta, se accedía a una colina no muy alta, cubierta de hierba muy espesa. El espectáculo podía verse en toda su magnitud desde allí., y las formas dibujadas en el cielo parecían capullos floreciendo.

- Renji, este lugar es maravilloso... – dijo en voz baja, asombrado.

Renji sonrió y empujó una parte de la valla que se abrió hacia dentro con facilidad. Byakuya se alarmó ligeramente al ver que la entrada real estaba cerrada con una cadena y un candado.

- ¿Seguro¿No nos meteremos en problemas? Está cerrado. – objetó Byakuya, señalando la cerradura.

- No va a pasar nada, no hay nadie vigilando esto. Aquí es donde vengo cuando necesito estar solo. – sujetando la abertura para que la valla no se cerrase, pasó al otro lado. – Ven, vamos a verlos desde la colina.

Byakuya, un poco dubitativo al principio, asintió con la cabeza y entró en el parque mientras Renji sujetaba firmemente la valla, y después la colocó en su sitio con cuidado de no hacer mucho ruido. Byakuya, un poco nervioso, se asomó un poco al otro lado de la valla para cerciorarse de que nadie los había visto.

Al girarse, notó las manos cálidas de Renji en su espalda, rodeando su cintura.

- ¿A que ha sido fácil? – susurró Renji, sin despegarse de Byakuya.

Byakuya se sonrojó tenuemente y correspondió su abrazo, estirando las manos sobre el pecho de Renji, hasta llegar a sus hombros. Las palmeras doradas que simulaban los cohetes parecían gigantes, e iluminaron los rostros de la pareja mientras caminaban por el sendero hasta la base de la colina. El césped todavía estaba húmedo, y dos altos árboles de hojas anaranjadas enmarcaban los fuegos artificiales, uno a cada lado del improvisado mirador. Cogidos de la mano, Byakuya y Renji subieron despacio los pequeños escalones que conducían a la cima del promontorio. Luego, Renji se adelantó y se tumbó junto a uno de los árboles. Byakuya estiró su chaqueta sobre el mullido césped, y tomó asiento apoyando la espalda en el tronco del árbol. Renji levantó la cabeza y la colocó en su regazo.

Contemplaron los cohetes en silencio durante un buen rato, mientras algunas de las luces de la ciudad comenzaban a apagarse y las calles quedaban vacías, excepto por la gente que volvía a sus casas. Todo el bullicio se concentraba en la feria, de donde provenían los fuegos artificiales.

- Esa gente no tiene ni idea. Con lo bien que se ve desde este sitio¿por qué se quedan allí, todos juntos, como si fueran ganado? – comentó Byakuya.

- Bah, déjales, es mejor estar a solas. – bostezó Renji.

- ¿Estás cansado? – preguntó Byakuya, preocupado. Cuando miró a Renji, aguantó la risa. - ¿Qué te ha pasado?

Renji, sobresaltado, se incorporó de golpe y se miró la camiseta. Unas marcas de color anaranjado con forma de mano, borrosas, se extendían desde su pecho hasta los hombros. Después, se examinó las palmas de las manos.

- Creo que he sido yo... Lo siento... – se disculpó Byakuya, que había imitado el movimiento de Renji y había apreciado manchas de un grasiento color ocre en sus manos. – Me parece que ha sido la barra de la valla.

- Pues si es así, me parece que tu camisa... – le indicó Renji.

Byakuya se echó hacia delante e inspeccionó la parte de atrás de su camisa. Dos grandes manos de color oscuro habían quedado impresas en la tela.

- Ah, tal vez salga con algo¿no? – preguntó, apoyándose de nuevo en el árbol.

Renji se encogió de hombros y volvió a su posición anterior, despreocupado. Un resplandor blanco que iluminó el cielo como si fuese mediodía les hizo enmudecer, y las risas cesaron con el sonido de las explosiones. Presenciaron el resto de los cohetes sin decir nada, intercambiando alguna que otra mirada de complicidad, contentos. El cielo pasó a ser de un color azul marino, mezcla de todos los tonos que habían desfilado por él hasta el momento, y la luna había quedado rezagada a un lado, semicubierta por el humo. Pronto empezó la traca final, y Byakuya y Renji se taparon los oídos para que no les retumbaran. Unos minutos después, los fuegos artificiales dieron a su fin. Durante un buen rato, a lo lejos, se oyeron los aplausos de la gente.

Tras la calma, los aparatos y atracciones de la feria volvieron a funcionar, y la música se fusionó de nuevo con el estruendo mecánico. Desde la altura de la colina se divisaba toda la fiesta, con la noria sobresaliendo entre todo el juego de luces y sonido.

- Nunca dejará de parecerme increíble. – habló Renji, llenando el silencio, que se estaba volviendo un poco incómodo. – Cómo cambian las cosas, estar así, contigo, aquí... es tan especial...

Renji se apartó del regazo de Byakuya y permaneció sentado mirando al cielo, apoyado sobre las manos, con los brazos estirados, la cabeza echada hacia atrás. Byakuya encogió las piernas y rodeó las rodillas con los brazos.

- Sí, es curioso. – respondió Byakuya. – Jamás podría haberlo imaginado. Enamorarme de ti, pasar todo lo que hemos pasado...

- El amor es imprevisible. Siempre te enamoras de quien no deberías. – suspiró Renji. – Je, todavía recuerdo lo mal que me caías al principio, señorito Kuchiki. – agregó en tono burlón.

- Pues a mí casi hasta me dabas pena. – replicó Byakuya, muy digno. – Aquel día que interrumpiste la reunión de mi familia con Rukia deseé cortarte en rodajitas.

- ¡Ja¡Y pensar que unos años más tarde me convertiría en tu teniente! – rió Renji, aunque prosiguió en tono serio. – A pesar de todo, te estoy agradecido en cierto modo, porque si no hubieras conseguido picarme en ese momento... No sé si estaría aquí. – miró por el rabillo del ojo a Byakuya, quien lo escuchaba atentamente. – Si luché tanto cuando aún era un estudiante, fue porque me impuse el objetivo de superarte.

- Y hace no mucho estuviste a punto de conseguirlo. – lo elogió Byakuya.

- ¿Qué dices? – se sorprendió Renji. – Aún no te llego ni a la suela de los zapatos.

- Pero tienes agallas para enfrentarte a mí, y eso es lo que cuenta. – expuso Byakuya. – No todos los shinigami son capaces de retar a un noble de la familia Kuchiki. Estoy orgulloso de tener un teniente tan valiente.

Renji se sonrojó y volvió la mirada de nuevo a la feria, pensativo.

- Lo que pasa es que soy un idiota sin cerebro, y no suelo pensármelo dos veces antes de actuar. – se lamentó, frotándose la cara.

- Pero tienes un corazón enorme. – dijo Byakuya en voz baja, junto a la oreja de Renji, quien se estremeció por el cumplido. – Y cuando quieres a una persona lo das todo por ella. Todos tenemos cualidades buenas y malas. – explicó. – Yo, por ejemplo, soy un cobarde en ese sentido. Hago demasiado caso a mi mente y dejo el corazón a un lado en muchas ocasiones. Por eso me equivoco. No tengo el valor suficiente.

- No eres ningún cobarde. – negó Renji, agarrando la hierba con las manos, a punto de arrancarla. – Sé a qué te refieres. Pero en aquel momento cada uno fue tras sus intereses. Eso es todo. Además, – añadió tras un breve silencio. – lo que hiciste antes delante de Kurosaki y sus amigos no es lo que haría un cobarde. Una persona que carece de valor, como tú dices, se habría escondido en alguna parte, y me habría dejado solo frente a los problemas.

- Tienes toda la razón. Cometí muchos errores en el pasado, pero luego supe enmendarlos. – declaró Byakuya, más alegre. – Esas experiencias, en el fondo, tienen una gran utilidad. Nos enseñan a hacernos más fuertes y a no cometer el mismo fallo dos veces. – Renji asintió con la cabeza, complacido. Byakuya volvió a su postura original. – Yo... perdí en una ocasión a mi amor. – Renji sintió un escalofrío, y algo le dijo que en los ojos de Byakuya comenzaban a brotar las lágrimas. Nunca le había visto llorando. – El dolor... el dolor fue tan fuerte, sufrí tanto su pérdida... Estaba desesperado, no sabía qué hacer ni a dónde ir sin ella. – hablaba con voz temblorosa. Renji no se movió, esperando a que terminase para consolarle. – Pero el tiempo pasó y, aunque resignado, me hice más valiente. – los sollozos cesaron levemente. – Por eso, jamás dejaré que tú te vayas de mi lado. Por eso, haría cualquier cosa. Y este... miedo que tengo a perderte también me hace más fuerte. – Renji hizo amago de levantarse, pero Byakuya sujetó su brazo, enjugándose las lágrimas con la otra mano, la cara hundida entre las rodillas. – Si llega el momento, yo... acabo de decidir que...

- Byakuya... – Renji no aguantó más y se puso frente a él de rodillas, apoyando las manos en el árbol.

Byakuya levantó la cabeza. Parecía, más que triste, asustado. Renji intentó encontrar una palabra que definiera el aspecto que tenía Byakuya en ese preciso instante, cuando las lágrimas escapaban de sus ojos por más que él quisiera retenerlas.

«Frágil.» halló al fin el término adecuado. «Es... frágil. Me necesita. Me necesita... más que antes. Más que nunca. No quiero que se rompa de esta forma. Tengo que hacer que sonría. Byakuya, sonríe, por favor. Por mí.»

- Lo siento. – susurró Byakuya con la voz ligeramente quebrada, apretando los dientes. – Lo siento, Renji. Te he hecho mucho daño, y aún no he dejado de hacerlo.

Renji, aturdido, negó con la cabeza, con los ojos cerrados, rechazando las imágenes de la pelea que se reproducían sobre sus párpados como una película antigua. Byakuya todavía se hundía en el arrepentimiento por haber estado a punto de matarle con sus propias manos aquel día, a pesar de que Renji le había perdonado en numerosas ocasiones, y ya lo había olvidado por completo.

- Renunciaré a mi posición en el clan. Abandonaré todo. – declaró Byakuya, tras encontrar la decisión necesaria para pronunciar las palabras.

- Bya-Byakuya... ¡Qué estupidez es esa! – exclamó Renji, a pesar de que aún no había procesado esas palabras en todo su significado. Tragó saliva, y le secó las lágrimas torpemente con las yemas de los dedos. - ¡Eres el líder del clan!

- ¡¿Y a mí qué me importa?! – chilló Byakuya, sorprendiendo a Renji, quien estuvo a punto de apartarse. Luego moderó el tono. – Qué me importa, si no me van a dejar ser feliz. He tenido que romper las normas demasiadas veces, y he logrado manejar la situación, pero dudo que pueda hacer nada cuando se enteren de lo nuestro. Ya he perdido el honor y el prestigio...

- ¿Y qué te hace feliz¿Ser rechazado en tu familia? – lo reprobó Renji, nervioso, golpeando el tronco del árbol con el puño. - ¿Qué te humillen y te expulsen¿Perder todos los privilegios¿Tirar a la basura todos tus esfuerzos?

- Tú me haces feliz. – Byakuya, sonriendo, levantó la cabeza y tomó el rostro de Renji entre sus manos, besando sus labios lenta y apasionadamente. Acto seguido, pego su frente a la suya y abrió los ojos. – Ya te lo he dicho muchas veces, pero si quieres lo repetiré hasta el infinito.

Renji sentía que la cabeza le daba vueltas. Veía los ojos húmedos de Byakuya oscilando de derecha a izquierda, como si intentase leerle la mente. La suavidad de la textura de su mano en su cara era como el terciopelo, y el sonido de su voz actuó como una flauta dulce que calmó la furia de su corazón, como si se tratase de una bestia liberada de su cautiverio.

Era hermoso. Byakuya era muy hermoso. Tanto, que las flores del jardín parecían de papel en comparación con él. Y la flauta tocó su melodía celestial una vez más en el interior de Renji.

«Ya te he dicho que quiero estar a tu lado... siempre. Y una vida sin ti no creo que mereciese la pena. Creo que aún no lo sabes, pero te quiero demasiado.»

«No quiero dejarte nunca. Por favor, quédate a mi lado. No me abandones tú también. Te lo ruego. No lo soportaría. No soportaría perderte.»

De nuevo, humedad y calor en los labios, y eso que busca los secretos, y los arranca en forma de deseo. Además, algo que provoca escalofríos y placer, y piel suave y pálida...

«Si estás junto a mí, está todo solucionado. No tengo miedo.»

«Todas esas cosas no me importan, si te tengo a ti.»

«Por eso, jamás dejaré que tú te vayas de mi lado. Por eso, haría cualquier cosa.»

Y sonó la última nota de la partitura:

«Tú me haces feliz.»

- ¿Renji? – había regresado la clara voz de Byakuya. – Renji¿por qué lloras?

Renji, limpiándose los ojos con la camiseta, se incorporó. A su lado, Byakuya, con la camisa desabrochada y los hombros descubiertos, lo miraba, preocupado. Renji no hacía más que susurrarle que no se preocupase, que se le pasaba enseguida, mientras era incapaz de controlar las lágrimas. Byakuya le apartó los brazos para verle la cara, y se encontró con su rostro compungido en una mueca casi infantil, empapado por el llanto.

- ¿Te duele algo¿He dicho algo desagradable¿Qué sucede? – le preguntó, asustado.

- No. – respondió Renji, quitándose la camiseta por la cabeza y arrojándola al césped como un niño enfurruñado. - ¿Es que realmente valgo tanto para ti¿Por qué luchas contra todos solo por tu estúpido teniente?

Byakuya sonrió, más aliviado al comprender de qué se trataba, y le habló con ternura mientras deshacía su coleta.

- Porque mi estúpido teniente no es solo estúpido y mi teniente, sino que a la vez es la persona a la que más amo en este mundo. – el cabello de Renji se extendió sobre sus hombros y su espalda, y le daba un aspecto ciertamente salvaje. – Y porque el imbécil de su capitán piensa que ambos deberían ser felices de una vez por todas, aunque sea viviendo en medio del desierto.

- No quiero que lo pierdas todo, joder, Byakuya. – sollozó Renji, vencida su resistencia a las lágrimas.

Se recostaron de nuevo sobre la hierba, de lado, uno frente al otro, y Byakuya se deshizo de su camisa. Enredó su dedo índice con un mechón del pelo de Renji, y continuó hablando en el mismo tono de antes.

- ¿"Todo"¿Qué es "todo"? – sonrió, divertido, como un niño jugando a los trabalenguas. – Para mí, "todo" es sinónimo de Abarai Renji. – notó una leve mejoría en el rostro de Renji, que había dejado ya de llorar, aunque las últimas lágrimas todavía resbalaban por sus mejillas. - ¿Y qué es "todo" para ti, Ren-chan?

- Es la segunda vez que me llamas Ren-chan. – se desvió del tema. - ¿Sabías que de pequeño me llamaban así?

- Claro, para mí eres como un libro abierto. – presumió Byakuya, peinando el pelo de Renji con los dedos. – Bueno, admito que esto me lo dijo un pajarito.

Renji sonrió al entender de quién hablaba.

- ¿Y ese pajarito te habló también de mis gustos y te aconsejó sobre qué hacer esta noche conmigo?

- No, no sabe tanto de ti.

- ¿Ah, no? – dijo Renji, imitando el tono meloso de Byakuya. - ¿Y cómo lo planeaste todo?

- Ya te lo he dicho. Es fácil saberlo todo de ti. Puedo adivinarlo con solo mirarte a la cara. – se jactó Byakuya.

- Da igual, hay algo, algo que ni siquiera conozco yo, y es muy grande. Nunca lo adivinarás.

- ¿Uhm? – gimió Byakuya. - ¿El qué?

- Cuánto te quiero.


Bueeeeno... y hasta aquí ha llegado el fic. Siento mucho la espera :P Espero que haya merecido la pena. Personalmente, ahora que releo esto (lo escribí hace casi medio año) lo veo bastante cursi xD Qué triste. Lo peor de todo es que es el capítulo que más me costó escribir. No me llegaba la inspiración, y lo estuve intentando día y noche. Creo que llegué a las 7 horas. Me salía humo de la cabeza xDD

En fin, ojalá os haya gustado y me dejéis alguna review ;D

¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LEER:)