¡¡Holaa!!! Bueno, sé que tendría que estar subiendo sabor a música, pero me hacía ilusión subir este fic nuevo. Además de que se lo prometí a Jackilyn y ojalá le guste :3. Así como a los demas n.n.

Notas; Este fic es un Ryo-Saku-Ryo. (no¬¬, no me refiero a Ryoma dos veces, si no una a Ryoga). y demás parejas acompañantes.

-Los personajes no estarán en OOC de ese. (lo digo por los típicos que van dejando mensajitos por ello. Leñe, que es diversión escribir¬¬)

-Como todos mis fics: Tendrá lemon, pero en su MOMENTO.

-Los personajes no me pertenecen: Son de Takeshi Konomi.

-NO copien mi historia sin mi permiso, por favor.(que ya me ha pasado una vez TOT).

-El tiempo no es el de la serie perdón, no recuerdo como se llama esoXD

-Me comprometo a intentar hacerlos más largos ;D.a menos que me suceda algo de repente.

-NO ES YAOI.

-COMO YA SABEN YO SIEMPRE, SIEMPRE Y SIEMPRE, CONTINUO MIS HISTORIAS.Quien crea que NO, es que NO ME CONOCE¬¬.

(Esto último me lo he visto obligada a ponerlo, gracias a alguien que dice que no se molesta en poner mi historia en alerta porque seguramente no la continuare¬¬. Eso me molestó sinceramente, puesto que SIEMPRE, cuando es su turno, la sigo. ¿o no es verdad? (A menos que me la borren como pasó con mi querido ginecólogo¬¬). Otra cosa a decir gracias a ese personaje¿Escribir por diversión? Sí. Pero, también me gusta saber qué opinan los lectores de lo que leen. No es tan difícil de entender.

Fic: Resumen:

Ryoma Echizen buscaba una secretaria eficiente, cansado de sus problemas con su familia, empresa y ex-secretaria. Sakuno Ryuzaki, tímida, de aspecto nada sexy, quería un nuevo trabajo como secretaria. Momoshiro Takeshi, abogado, echaba de menos a su antigüa novia, pero eso no impide que ayude a dos de sus mejores amigos. Así es como se conocen estos dos personajes y así, es como empieza su historia

Aviso:

Siempre suelo dejar intriga, así que prepárense. Es drama-romance aviso por las personas sensibles, luego no se me quejenXD.


Prólogo:

Por:Chia-Uchiha ó pervert-chan.

Pasó sus largos dedos, por tercera vez, através de sus cabellos, verdosos, con toques azules y negros. Suspiró y maldijo interiormente. Ni el murmullo altivo de las voces a su alrededor lograban sacarle de su furia. Ni siquiera había prestado atención a el plato que se encontraba frente a sus ojos, un gran chuletón acompañado por una ensalada y patatas fritas. Raro. Extraño. Más, siendo una persona que no tardaba en deborar cualquier comida. Sin embargo, ese día le era imposible.

Y es que Ryoma Echizen estaba rabioso.

Desde que había decido crear una empresa por su propio pie e independizarse de su padre, los quebraderos de cabeza habían aumentado. Quería demostrarle a su progenitor que podía lograr lo que quisiera, derrotándole, hasta el punto de llegar a perder contacto innecesarios con él, sin embargo, Nanjiro Echizen, siempre se las ingeniaba para acercarse a él, tanto por bien, como por mal. Lo peor es que su padre disfrutaba especialmente con esto último.

Razón por la cual, en esos momentos, se encontraba totalmente furioso. Su padre, gentilmente, como se había autonominado él mismo, había creado una asociación especial de gran demanda de dinero. Por mucho que hubiera deseado negarse, no lo logró. Si lo hacía, su fama tan labrada, caería en picado. Hasta ahí podía aceptarlo, pero tener que aguantar a esa persona... ya era otro tema.

-Siento llegar tarde-. Se disculpó una voz masculina.

Alzó su rostro. Apuesto, seductor, pero serio y frio. Era el hombre de aspecto feroz que siempre atraía a las personas por su físico, o, aquellas que deseaban romper su frialdad. Sin embargo, todas siempre terminaban encontrando las puertas cerradas. A sus veinticinco años, podía decirse que era el soltero con más éxito de toda America. No estaba casado, sin embargo, sus relaciones eran tan poco frecuentes, que habían llegado rumores incluso de que aquel apuesto hombre no era fan de las mujeres. Fue así como descubrió que el género masculino también estaba interesado en él.

Sin embargo, su suerte con el género femenino, realmente exitoso y con frutos sexuales, tan solo era puro interés. O las mujeres tan solo veían su fortuna y cuerpo, o él, realmente tenía un problema. Desde luego, tenía bien claro que los hombres no eran de su interés. Disfrutaba de ver una mujer y hasta podría decirse que se emocionaba, sin llegar a excitarse. E ahí el pobrema. Sí podía mantener relaciones sexuales, sin embargo, era incapaz de experimentar el deseo desde el primer momento.

Su atlético cuerpo ayudaba mucho, especialmente, gracias al tenis, deporte de el cual estaba enamorado y abandonó semanas atrás por culpa de el exceso de trabajo. Cuanto deseaba volver a coger una raqueta y golpear una pequeña pelota amarilla. Tenía mucho que descargar. Demasiado quizás.

Centró su atención en su compañero de mesa. Alto, podría decirse que también atractivo, pero no tan exuberante y llamativo como él, pese a que su ver de reflejos alilados ayudaba. Momoshiro Takeshi, de veintiseis años. Con él compartía pasion por el tenis, como con muchos otros de sus conocidos, o, como ellos mismos se atunominaban: Amigos. Además de eso, se conocían desde el instituto, por lo cual, la amistad era mucho más fuerte. Momoshiro se había convertido en uno de los mejores abogados, el más solicitado y con igual falta de tiempo libre. Sin embargo, el chico alegaba que disfrutaba de su trabajo, tanto, como de un buen cigarrillo.

Era una persona que hablaba sin tapujos, siempre dispuesto a lanzar indirectas necesarias que nunca, Echizen, terminaba por compreder. Especialmente, en asuntos de amor. Takeshi hacía años que había estado enamorado de una joven, sin embargo, esta se alejó, viajando repentinamente a España en busca de nuevas informaciones para escribir. Culturizarse. Pero lo que no vio la chica fue al destrozado hombre que dejó. Al parecer, logró recuperarse, o peor, encerrarse totalmente en su empleo.

Pero pese a tantos andares de la vida, era un buen hombre.

-¿Y bien?-. Pregunto Momoshiro tras pedir su comida al joven camarero-. ¿Qué hiciste esta vez?

-¿De qué me hablas?

-Tu secretaria-. Señaló el moreno sobre su hombro. El edificio "Corporación Echizen" se visualizaba en el lugar-. Cuando llamé esta mañana demandando una cita contigo para comer, casi me mandó a freir espárragos.

-No hize nada-. Se excusó. ¿Por qué recordar algo que le empeoraría el caracter-. ¿Hiciste lo que te pedí?.

-Por supuesto, pero no me cambies de tema-. Se molestó el mayor-. Es la décima secretaria en este mes. Nunca vas a encontrar una adecuada.

-Se quejan demasiado.

-Tu das mucho trabajo.

Se miraron. Desde luego, aquella conversación no llegaría a término mientras el de mirada alilada, Takeshi, no lo decidiera. Ciertamente, era la décima secretaria que tenía desde que había comenzado ese més. Enero no estaba siendo el mejor de los momentos. Empezar el año fue lo peor que podía haber hecho. ¿Y por qué fue esta vez la pelea? Por una simple cita.

No quería y se había negado a atender a aquel hombre molesto, de voz cantaría, aspecto infantil y siempre sonriente. Eiji Kikumaru. Le había encargado a su secretaria que cancelara la visita hasta el siguiente més, sin embargo, esta se había olvidado por completo... por quinta vez. Lo exhasperaba. Era demasiado torpe, habladora y encima, con mal genio. Y la paciencia terminó por huir. Cuando se dió cuenta se vió siendo gritada por ella y con las claras ideas de un despido repentino y una nueva solicitación de secretaría. Solo que esta vez, se encargaría él mismo de entrevistarla.

-En fin-. Suspiró aburrido Momoshiro comenzando a deborar su comida recien servida-. He estado informándome y lo siento, pero por mucho que quieras, no puedes echarle.

-¿Por qué?

-Porque es parte de los herederos.

Se heló.

-¿Estás diciendo que mi padre...?

-Lo puso como heredero, igual que a ti-. Terminó el abogado. Reflexionó un instante-. Al fin y al cabo, Ryoma, es lógico. Sois hermanos.

-Ryoga Echizen no es mi hermano-. Gruñó.

De tan solo pensar en ese sujeto, su estómago se revolvía. ¿Cómo podía ser hermano de una persona tan molesta, arrogante y malvada como esa? No tenía ambiciones, todo lo conseguía tras darle dos miradas de lástima a su padre, el cual, fue quien lo adoptó. Ryoga Echizen, de treinta años, explotaba por completo su cuerpo, gastándose el dinero en mujeres. Dinero ganado de otras muchas amantes.

Definitivamente no podía. ¿Cómo entregárle parte de las empresas Echizen a un derrochador como él? Hacía tres años derrumbó la suya propia, siendo recogido una vez más por Nanjiro y sacado a flote. Ahora, lograba mantenerse gracias a que era compartida con Ryoma, sin embargo, las cuentas de números rojos estaban empezando a ser demasiado altas y molestas. Ryoga tan solo se marchaba, diciendo que era problemas de la cuadrilla.

Encima, el caracter de su hermano lo llevaba a tenerlo siempre encima, aparecer en reuniones importantes con citas imprevistas de mujeres. Buscarle novia se convirtió en un reto para el mayor. Y lo peor: Molestarle por tonterías.

-Lo quieras o no, lo es-. Se lamentó Takeshi-. Verás como pronto sentará cabeza.

-Lo dudo.

-No dudes tanto y come, que a mi no me sobre el dinero como para tirar comida-. Regañó el abogado molesto. Odiaba que se tirase la comida-. Si no lo quieres tu...

-Me lo comeré-. Cortó Echizen apartando el plato de la trayectora de el tenedor atacante-. Es mi comida.

#€¬

Era la quinta vez en esa semana que le gritaba y todo, por un estúpido café. Estaba cansada. Por más vueltas que le diera, aquel trabajo no era ningún futuro brillante. ¿Por qué no había terminado la carrera de veterinaria, en lugar de terminar ahí? Seguro que un gato sería mejor compañía que aquel sostificado y pesado hombre. Desde luego, no debió de aceptar la oferta para trabajar con el magnate Kaidoh Kaoru. Era una persona realmente seria, gruñona y demasiado fácil de molestar.

-¿Terminaste el informe?-. Preguntó su jefe desde la puerta de su despacho.

-Sí, señor, y está sobre su mesa, como deseaba-. Explicó tras una reberencia.

-Hm-. Fue toda contestación seguida de un portazo.

Aquel día no había comenzado nada bien. Primeramente, perdía el autobús, llegando tarde y dándole razones para gritarle. Por segundo, con las prisas, había olvidado la carpeta con los documentos en su casa. Otra razón para ganarse una regañina. Tercero, tuvo que ir a buscar los documentos a su casa y por ello, llegó tarde de nuevo. No era de extrañar que su jefe se molestara, pero él tampoco era fácil.

Hacía un año que trabajaba para Kaidoh y nunca le había visto de buen humor. Siempre tenia caras de pocos amigos y según comenzó a creer, era debido a la poca accesibilidad que tenía el hombre con las mujeres. Era apuesto, tenía que reconocerlo, y se cuidaba. Sin embargo, su mal caracter le perdía. Además de eso, según creía, era demasiado vergonzoso. El día que lo conoció, Kaidoh se retiró de la entrevista y podría jurar que tenía las mejillas sonrojadas. Los primeros días fue cortante, pero cuando poco a poco comenzó a abrirse, ella empezó a hacer más fallos de los comunes.

Quizás, sus problemas, se debieran a la repentina muerte de su abuela. Era la única familia que le quedaba y desde luego, que sin razón aparente su abuela muriera, fue un Shock. Pero fue peor cuando se enteró por el médico que desde hacia cuatro años, la mujer estaba luchando contra el cancer. Y ella sin saber nada, desconocida en todo aquel suceso, lloró. Seguramente, su abuela paterna ocultó todo para no preocuparla, para que continuara con su carrera. No dejaba de pensar que podría haber hecho algo por ella, estar a su lado. Todo lo que una nieta podría hacer. Sin embargo, no fue así.

Por otro lado, sus padres. Los perdió demasiado joven y quizás esa fue la razón por la cual estaba más unida a su pobre abuela. Fue criada por esta desde los trece y no se podía arrepentir de nada. Le dió todo lo que deseaba. Quizás demasiado proteguida y de ahí, había sacado su caracter vergonzoso. Y quizás también, al haber sido criada por una persona mayor, sus gustos en vestir, eran demasiados antigüados.

Su cabello cobrizo, largo y ondulado, permanecía siempre recogido en dos largas trenzas y el flequillo, sujeto por una fina diadema rosa pálido. Ningun maquillaje adornaba su piel. Su rostro era perfectamente limpio y unos ojos carmesí brillaban bajo unas gruesas monturas redondas. Y por último, un sencillo vestido ancho, de mangas largas, grisaceo. Cerrado en el cuello y muñecas, que llegaba hasta los pies. Por supuesto, estos, decorados con una manoletinas negras. Ni una sola jolla adornaba su cuerpo.

No siempre había vestido de esa forma, sin embargo, todo cambió al trabajar anteriormente para otro ejecutivo importante, Atobe Keigo. ¡Demonios! Si nunca hubiera entrado en aquella oficina, seguramente, Kaidoh Kaoru estaría más orgulloso de ella, puesto que, seguramente, muchos de sus visitantes se quejarían de su atuendo. Pero la culpa no era de ella. ¡Si Atobe Keigo no hubiera abusado de su poder!

Aún se estremecía de recordarlo. Y pensar que tan solo llevaba una simple blusa blanca atada a su cintura y una larga falda. El cabello suelto y lentillas. ¿Qué podría haberle sugerido a su ex-jefe que podía acorralarla contra la puerta de el baño y besarla¡Ni hablar! Jamás se lo perdonaría. Dejó el trabajo sin dudarlo. Por otro lado, no se atrevió a denunciarlo. ¿¡Cómo hacerlo¿Qué lograría a cambio de eso!? Nada. Prefería buscar trabajo en otro lugar, presentarse en otra oficina. Y así fue como terminó en las empresas Kaidoh.

Pero de nuevo se marcharía. Estaba segura y su duda se cumplió en el momento en que Kaidoh dejó sobre su mesa la notificación de despido. Ella le miró interrogante, esperanzada porque se detuviera en su decisión, sin embargo, Kaoru tan solo ladeó la cabeza, borrando la imagen de aquellos ojos apunto de llorar.

-Lo siento, Ryuzaki-. Fue lo único que llegó a susurrar, más para él que para ella.

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Dejó los papeles sobre la mesa, frotándose con ambas manos el rostro, intentando despejarlo. Nada consiguió. Si no hubiera visto a Echizen, seguramente, ahora no estaría tan pensativo. Y es que cada vez que lo veía, le recordaba el pasado. No era culpa de su amigo, pero sí suya. Quizás, y solo quizás, si hubiera sido más valiente, si le hubiera pedido que se quedara, ella hubiera aceptado.

No. Lo mejor era que no se engañara. Ann Tachibana jamás renunciaría a su carrera por un amor. Ella misma lo decía desde un principio. Lo sabía desde que comenzaron su idilio. Si bien cierto que le shockeaba y llegaba a creer que eran mentiras de adolescentes, cuando la vió en el aeropuerto, pudo comprobar que Ann jamás había hablado de boquilla. Entonces¿sus palabras de amor también eran ciertas¿Debía creerlas?

Recordó que lloró. Como nunca jamás creería hacerlo. Se emborrachó por primera y última vez y descubrió quién era de verdad su amigo. Ryoma Echizen, en silencio, estuvo a su lado siempre. Nunca le escucharía insultar a Ann, o decir que fue un necio. Nada. Tan solo encontraría apoyo en su silencio y dentro de lo que cabía, se lo agradecía enormemente. Por eso mismo, cuando este lo llamaba por alguna cuestión judicial, no dudaba en ayudarle.

Desbió la mirada hasta la mesa cercana, uniendo sus dedos y dejando descansar su barbilla sobre estos. Tres personas se mostraban en una fotografía, seguramente, tomada en pleno verano. Sonrió, entristecido, sin embargo el sonido de la puerta le sacó de sus pensamientos. Se alzó, abriéndola. Sus ojos se abrieron impresionados. Si antes pensaba que Echizen era una de las personas a la que debía lealtad, ahí tenía otra. Sakuno Ryuzaki.

-¡Hola!-. Saludó animado-. ¿Qué te trae por aquí?-. No tardaron segundos en abrazarle-. ¿Sakuno?

-Me despidieron de nuevo-. Sollozó la muchacha sobre su pecho.

Suspiró. La chica era verderamente eficiente, pero tenía miedo. Miedo a las relaciones con las otras personas, miedo a que alguien la mirara interesado, que quisiera acercarse más. Cosa que pasó a su anterior jefe, el cual, enamorado de ella, no logró controlarse y la besó. Sakuno se espantó, huyó y jamás volvió a acercarse a Atobe Keigo.

-Bueno, venga, relájate. Puedes quedarte a dormir si quieres-. Ofreció amablemente.

-No, gracias-. Declinó ella sonriente-. Sería demasiado molesta si me quedara. Después que siempre tengo que venir con alguna de mis historias.

-Sakuno-. Llamó serio-. Todas tus historias son importantes, porque es tu vida. Jamás digas esas cosas. Dime¿ha sido cruel contigo o algo?

-No, simplemente me entregó la orden de despido-. Respondió la chica tras beber un sorbo de té-. Nada más.

-¿Te explotaba?

-Algo. Pero es lo que terminan haciendo todos los jefes¿no?-. Tranquilizó al ver el rostro de desconcierto de el moreno-. Es más, creo que se portó bien conmigo. Mejor que Atobe. Teniendo en cuenta mi aspecto...

-Otro tema a tratar.

-No empecemos, por favor-. Rogó ella con un suspiro de cansancio-. No quiero tener que volver a vestirme como antes.

Suspiró. Movió la cabeza negativamente y se rascó el cabello. ¿Cuántos años hacía que conocía a Sakuno? Los mismos que a Ann. Tan solo que Sakuno no pertenecía a la banda con la que se juntaba, uniendo a Echizen y Ann. Cuando estas dos se conocieron no tardaron nada en hacerse amigas y realmente, le agradó. Sakuno era demasiado vergonzosa, escondida en caparazones de terror y Ann, alegre y siempre habladora, consiguió incluso más que él. Quizás fuera lógico, por eso de ser chicas, pero no se sentía excluido o olvidado. Era feliz por la castaña.

Y fue Ann quien la enseñó a maquillarse y a vestirse adecuadamente. Si ese miedo a los hombres no se hubiera incrementado, seguramente en esos momentos, no vestiría un sueter largo rojizo, ni unos pantalones anchos vaqueros y deportivas. Al igual que aquellas largas trenzas. ¡Demonios¡Estaba preciosa con el cabello suelto!

-¿Y bien?-. Se interesó-. ¿Qué tienes planeado hacer ahora?

-Seguir con mi trabajo-. Respondió ella incrédula-. Tengo que vivir. Te recuerdo que todavía estás con los trámites de la herencia de mi abuela.

-Es cierto-. Afirmó con la cabeza, volviendo su manía de frotarse el rostro con ambas manos-. Perdona, estoy con horas extras de cansancio y no cordino muy bien ahora mismo. Aunque claro está, te escucharé todo lo que haga falta.

-Tranquilo, Takeshi-. Agradeció Sakuno sonriente-. Creo que será mejor dejarte descansar, puesto que yo ahora tendré unos dias de pequeñas vacaciones.

Se levantó, recogiendo su abrigo y acercándose a la puerta en silencio. Momoshiro se recargó en el cómodo sofá, observándola. Sin embargo, sus párpados comenzaron a pesar demasiado, tanto, que fue incapaz si quiera de responder a la pregunta de la muchacha.

-¿Tu no querrás una secretaría?

Las únicas consecuencias que se lograba tener con beber, era dolor de cabeza. Y exactamente, eso era lo que él estaba sufriendo. Rodó por la silla, intentando encontrar una mejor posición, sin embargo, no lo logró. Bufó.

-Demonios de silla-. Gruñó. Mas su rostro se iluminó ante el sonido de unos tacones y el tintineo de la puerta-. Adelante-. Indicó.

-Siento molestarle, Echizen, pero necesito hablar con usted.

Ryoga Echizen sonrió ampliamente, alzándose de su silla y olvidando su malestar craneal. Se acercó hasta la rubia situada aún frente a su puerta, extendiéndole su mano diestra, aferrando la femenina en acto de respuesta y llevándola hasta sus labios.

-¡Oh!-. Exclamó con una risa divertida la mujer-. Usted siempre tan galán.

-Es mi trabajo, señora Mattew-. Respondió ofreciendo una silla-. Siéntese y cuénteme qué os trae por aquí.

-Debería de saberlo ya, puesto que llamé ayer a su hermano personalmente-. Informó Mattew arrugando su boca carmín-. Últimamente, nuestras empresas se están quejando mucho de la saturación de sus envios, además de el nuevo eslogan. Demandé que se tratara, sin embargo, extrañamente, mi secretaria tras su visita, dimitió. La mujer que tengo ahora es una gritona sin cuidado y pese a que trabaja bien, es demasiado desordenada. No logra encontrar las notas de la anterior. Por ese motivo, les llamé.

-Y seguramente mi hermano no solucionó el problema-. Se quejó el hombre rascando su mentón-. Este niño...

-Tampoco te enfades tanto con él-. Tranquilizó la mujer-. Según he oido, se quedó sin secretaria.

-Sí, no sé como lo hace-. Afirmó buscando entre varios archivadores-. Pero este problema lo solucionaré yo mismo y ahora.

-Puedo esperar...

-Eso sería demasiado maleducado por mi parte-. Sentenció arrugando las cejas-. Usted no se lo merece. Por cierto-, recordó-. ¿Por qué no me envia a su secretaria? Si quiere, puedo ayudarla. La mia es realmente eficiente.

-¡Oh, que buena idea!

Sonrió. Las clientes femeninas eran realmente fáciles de tratar, especialmente, esta mujer. Hasta ahora, había estado moviendo la empresa Mattew a su modo, gracias a la secretaria, con la cual, una noche de amor y promesas, y te sirve para siempre. Seguramente habría sido descubierta y expulsada. Ahora, volvía a tener una oportunidad, por supuesto, debía andarse con pies de plomo. Ahora, todas las secretarías serían puestas en duda. En momento así, agradecía que su hermano trabajara en otro edificio. Lejos. Así podía moverse como quisiera sin tener que aguantar gritos o miradas.

Realmente adoraba a su hermano menor. No había tenido familia, puesto que fue abandonado muy joven y Echizen Nanjiro, con temor de no poder tener ningún vástago, lo adoptó. Sin embargo, al cabo de cinco años después nació Ryoma. Pese a lo que muchos niños experimentas en celos, él no. Desde entonces adoró a su hermano y los niños, el modo que tienen de demostrar amor a otros es molestándolos. Y por supuesto, él no sería menos.

Sin embargo, todo eso tan solo creo ciertos problemas con el menor. Era un ser serio, tranquilo y que solo parecía excitarse cuando jugaba a tenis o lograba superar a su padre en algo. Así como también era prevesible. Sabía que odiaba que le hablaran de mujeres. Se negaba a ser tan mujeriego como el resto de su familia varón. Eso sí, por suerte, no negaba de los placeres de el sexo y cuando lo hacía, procuraba que nadie lograra enterarse, aunque claro esta, el hermano mayor siempre se las ingeniaba para sacar algo. Eran parecidos, pero tan diferentes.

Ryoma era despistado, paciente, tranquilo, se picaba con cosas tontas, y lo peor, bueno. Iba siempre por límpio, jamás sucio, ni siquiera contra su familia. Era una amabilidad escondida tras su duro y serio rostro, además de su caracter frio, otra cosa nada en común. De todas maneras, el día de mañana, ambos tenían el futuro asegurado,así que las rencillas entre ellos, por su parte, no eran serias.

-Bien. Todo listo-. Dijo entregándo los documentos-. Yo mismo llamaré esta tarde y les informaré de su demanda.

-Muchas gracias, Ryoga, realmente eres un encanto-. Aplaudió Mattew emocionada-. ¡Ojalá tu hermano se convierta en un hombre como tu!

-Dios quiera que no-. Negó con miedo-. Me daría pavor ver a mi hermano comportarse como yo-. Rió al imaginárselo-. Y a él le daría un soponcio-. Se alzó para despedirla-. Recuerde enviar a su secretaria para que la mia le enseñe lo necesario-. Recordó guiñando un ojo.

-Demasiado trabajo te doy-. Se preocupó la bella mujer.

-Tonterías-. Gruñó falsamente-. Que para eso estamos.

Tras despedirla con un beso en la mejilla, regresó a su asiento. El dolor volvió de nuevo y caso rompiendo el botón de el intercomunicador, rugió.

-Señorita Kurumi, por favor, tráigame una pastilla para el dolor de cabeza y llame a mi hermano.

-Sí, señor-. Afirmó la voz femenina.

En tan solo tres minutos, el botón rojo de llamada se encendió y aburrido, descolgó.

-¿Sí?

-¿Qué quieres?-. Preguntó la voz molesta de Ryoma. Sonrió sastifecho.

-Vete poniendo las pilas, querido hermano. Te acabo de salvar el culo-. Recalcó golpeando con los dedos sobre la mesa-. La señora Mattew a estado en mi despacho. Dijo que ibas a tratarle sus asuntos.

-Lo olvidé-. Bufó el menor-. ¿Qué era?

-La nueva campañá para su empresa, por ejemplo. El eslogan quedó detenido de improvisto-. Respondió sastifecho de molestarlo-. Además de otro asunto que yo mismo me encargé ya-. Informó.

-...

-¡Por dios, no dudes de mi capacidad!-, esta vez, molesto él-. No seas malo conmigo.

Logró escuchar un gruñido de sastifacción de su hermano y enarcó una ceja. ¿Acaso el pequeño aprendía rápido? Debía de saberlo ya. Suspiró aliviado al a su adorada secretaria adentrárse en la habitación con un vaso de agua y una pastilla blanquecina. Tomó ambas cosas, ingeriéndolas. Sastifecho, le dedicó una sonrisa de ánimo. Sin desprender el hilo de la silenciosa conversación, observó a la muchacha. Joven, de dieciocho años recien cumplidos, eficiente y muy inteligente. Nunca necesitaba notitas para apuntar lo que le demandaba y las cartas, las redactaba a una velocidad vertiginosa.

Por supuesto, viniendo de él, no pasaba por alto el detalle de la espléndida figura que poseía. Cabello largo azulado, piel limpia y ojos grandes y brillantes. De figura esterilizada, pechos altos y, a primera vista, bien torneados. Además de una voz dulce. Lo malo: Era inaccesible. Al parecer, la chiquilla estaba totalmente enamorada de alguien. Estaba bien, pues no quería sufrir el mismo destino que su hermano. Todas las secretarias que terminaba teniendo, se enamoraban de él y como despistado único, no se enteraba de la razón de despido de las chicas.

-¿Dónde estás ahora?-. Se interesó.

-En la entrevista a la secretaria nueva¿por qué?

-No, por saberlo-. Contestó-. Es aburrido. Que te lo...

Sonrió sastifecho mirando el auricular. Sabía que su hermano le cortaría sus despedidas, puesto que estas siempre estaban llenas de piques tontos. Se alzó caminando hasta la puerta. Lo mejor sería descansar y esperar a que el dolor de cabeza terminara yendose. Sin embargo, la voz de Kurumi llegó hasta él.

-¿Otra visita?-. Abrió la puerta para asomarse, descubriendo a una Kurumi nerviosa-. ¿Qué ocurre?-. Se interesó.

-Señorito Echizen-. Murmuró con voz afligida la chica-. Es que esta joven se ha perdido...

-Bien, pues ayudemos a esta joven...-. Arqueó las cejas-. Perdona mi ofensa, pero... ¿cuántos años tienes?

-Veintinco señor-. Tartamudeó la extraña mujer. Él afirmó.

-Todas las mujeres siempre serán bellas. Lo importante, siempre será lo de dentro-. Alagó como constumbre en él-. Veamos¿en qué podemos ayudarla?

-Esto...-. Tartamudeó de nuevo, enrojeciendo su rostro por momentos-. Es que... escuché que aquí se celebraba una entrevista para secretarias y...

-Espera, espera-. Detuvo alarmado-. Estás en el lugar equivocado. Cierto que es de las empresas Echizen, pero no es aquí.

-Pero, la dirección-. Protestó la joven buscando dentro de su bolso y mostrando un papel.

-Stare Dorsons, señorita-. Rectificó-, no Borsons.

-¡Oh, cielos!-. Exclamó con profundo horror.

-Equivocó la letra-. Murmuró Kurumi preocupada mirando el reloj-. Seguramente... llege a tiempo.

-No creo-. Pensó en voz alta Ryoga-. Mi hermano seguramente mandará todo al cuerno-. Se rascó la cabeza y negó-. Lo siento mucho señorita-. Se disculpó amablemente-. Pero... me temo que perdió su oportunidad. De todas formas, créame, es mejor no ser secretaria de Ryoma Echizen.

-He estado en sitio peores-. Suspiró con clara derrota-. En fin, siento las molestias.

-Nada. Por una mujer, lo que sea-. La retuvo un instante-. Dígame su nombre.

La chica enrojeció de nuevo, aparto sus ojos de los suyos. Sintió diversión. Muy pocas mujeres quedaban ya con esa reacción. Tenía que descubrir de quien se trataba.

-Sakuno... Sakuno Ryuzaki-. Respondió.

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Cerró los ojos, masajeándolos con la yemas de sus dedos. Estaba cansado de tanto exceso de colonia femenina, de miradas extrañamente posesivas, de largas horas de respuestas inútiles y de risas falsas. Era una locura. Jamás encontraría la secretaria que quería. Todas eran iguales a la anterior. Y la otra. Y la siguiente. ¡Dios debía de estar en su contra! No pasó ni una sola. O mejor dicho, no quería ninguna de las que vió.

-¿Cansado?-. Preguntó una voz familiar-. Ya somos dos.

-¿Momoshiro?-. Preguntó abriendo el ojo izquierdo-. ¿Qué pasa?

-Verás, me aburría y quise visitarte-. Respondió sarcásticamente. El otro frunció las cejas en molestia-. Venga, Ryoma¿Para qué puedo venir a verte si no es por algo que necesito? Un pequeño favor.

-Dispara.

-Quiero que contrates a una buena amiga como tu secretaria.

-Lo que menos quiero ahora son...

-Es excelente trabajadora. Te lo prometo. Y por lo tímida que es, ten por seguro que no se meterá en tu vida-. Explicó-. El único defecto que tiene, intentaré quitárselo.

-¿Qué defecto?-. Se interesó. Parecía una buena oferta.

-Su... indumentaria-. Soltó lentamente-. Es algo... primitiva.

-¿Va desnuda?

-No me has entendido-. Suspiró sentándose en la silla cercana-. Está criada por su abuela. Antes vestía de una forma más normal que ahora. Pero...-. Se rascó la mejilla derecha-. Tiene cierto problema de vergüenza y cuando un hombre la mira... cambia radicalmente a rojez. Cambió su atuendo al verse perseguida sentimentalmente por su primer jefe.

-Hm...

Dudó por instantes. Miró através de la ventana, pensativo. ¿Qué podía ser peor? Si Momoshiro la recomendaba, no podía tener nada malo. Sabía perfectamente sus problemas con las secretarias y quería algo bueno, no sería raro que Takeshi eliguiera a la mejor.

-Está bien. Tráela. Aceptaré tu oferta-. Contestó mirando al abogado.

-Pues espera que la llamo para que venga-. Declaro el muchacho rápidamente-. Venditos sean los móviles-. Alagó sonriente. En un momento, llamó-. Sakuno soy yo... sí, escúchame. Ven enseguida a las Oficinas Echizen de la calle... ¿Qué?... sí, todavía estás a tiempo. Por cierto... no te vuelvas a perder.

Arqueó una ceja. ¿Perderse¿Cómo podía perderse hoy en día una persona? Habían millones de mapas colgados en cada calle. ¡Era imposible! Cuando su amigo colgó el telefono una de sus serias miradas, con algo de duda, le abordó. Takeshi rió algo nervioso.

-Bueno... quizás su único problema no sea solo su vestimienta... También es algo despistada, vergonzosa... Pero te prometo que es eficiente-. Señaló golpeando la mesa con sus nudillos-. Por favor, Echizen. Es una persona muy importante para mi...

Suspiró, desbiando su mirar hasta el reloj.

-Tengo tiempo-. Declaró, reciebiendo un suspiro de alivio como respuesta.

-¿No quieres saber de qué la conozco?-. Preguntó estrañado Takeshi.

-No-. Negó bostezando.

-Es una lástima...

¬

Guardó el teléfono en el bolso y se acercó hasta la carretera. Aunque estuviera cerca, esta vez no cometeróa el mismo error de perderse. Especialmente, si Momoshiro la había llamado. Realmente se había extrañado. Sin embargo, hiría. Había algo que la había motiviado y era aquel apuesto hombre. Ryoga Echizen, según había leido en la placa de su despacho al salir.

¡Dios¡Era un hombre tan arrebatador! Aún más de lo que habían sido Atobe Kiego y Kaidoh Kaoru. Por primera vez, sintió envidia de una secretaria. Habría dado su mundo por no equivocarse de lugar y que fuera Ryoga el cual demandaba por una secretaria eficiente. Suspiró. Era un hombre tan brillante, que seguramente, ya estaría casado. Sin embargo, por más que intentaba recordar, si uno de los hermanos Echizen se hubiera casado, habría sido una bomba periodística, sin embargo, no había ni una sola notica. ¿Podía ser que estuviera soltero?

Tragó saliva. Inconscientemente, agradeció al cielo que ese apuesto y atractivo hombre estuviera soltero.

-Señora, ya llegamos-. Indicó el taxista.

-¿Señora?-. Preguntó extrañada. Volteó la cabeza-. ¿Cuánto es?

Mientras pagaba, logró mirarse en el espejo retrovisor. Ahora comprendía. Con aquel atuendo cualquiera podría pensar lo que no era. Sonrió con amargura. Sus esperanzas y alegrías por la soltería de el mayor de los hermanos Echizen, cayó al suelo. Era imposible que lograra algo de esa forma vestida.

-¡Sakuno!

Alzó su rojiza mirada encontrándose con otra alilada. Sonrió, corriendo hasta Takeshi.

-¡Siento haber tardado tanto!-. Se disculpó-. Ya me iba a casa, dijeron que las entrevistas...

-Lo sé-. Interrumpió el moreno alegremente-. Pero tengo mis contactos y si todo sale bien, estarás trabajando mañana mismo, con un sueldo estupendo y¿quién sabe?, hasta cambies de personalidad.

-Momoshiro-. Suspiró cansada.

-Antes de nada-. Retuvo Takeshi-. Debo avisarte de algo. Ryoma Echizen es una persona fria, de caracter poco hablador y seco. No te extrañe si te contesta con simples monosílabos. Y si le ves cabreado, ni le hables-. Aconsejó. Sonrió al ver terror en el rostro de la chica-. Ánimo, sé que podrás lograrlo.

-¿Me vas a dejar sola con él?-. Preguntó con la mirada clavada en la gruesa puerta.

-Será tu jefe-. Afirmó Momoshiro guiñandole un ojo-. Mejor cuanto antes.

Y de un empujón, fue adentrada en el pequeño despacho. Se quedó absorta en la puerta, hasta que, finalmente, llegó a ella el ruido de tos en demanda de atención. Se volvió con miedo.

-¿Sakuno Ryuzaki?-. Preguntó una voz dura.

-Soy yo-. Respondió.

Se acercó lentamente hasta la mesa, observando la cabeza agachada sobre unos folios. Aquellos cabellos verdosos, de toques negros y azules, los había visto anteriormente. Malditos despistes. Sin embargo, cuando el hombre frente a ella alzó la vista, comprendió. Era Ryoga Echizen, pero enversión más joven.

-Deme su currículum-. Ordenó él. Obedeció, volviendo a obserle. El hombre se alzó, estirando una mano hacia ella-. Mucho gusto, Sakuno Ryuzaki. Apartir de ahora será mi secretaria y, yo, Ryoma Echizen, su jefe.


Notas autora:

¿Y bien?

Espero sus rw para continuarlo n.n.

15 serán suficientes ó como 10 n.n.

Tienen tiempo hasta que le vuelva a tocar la actualización n.n.

¡Nos vemos en Sabor a música! n.n