¡Hola!

Bueno, nuevo fic n.n. No me terminó de quedar muy bien, pero buenoXD.

Espero les guste algo n.n

-Es un AU, OOC.

-Ryosaku.

-Drama, romance y algo de humor.

Resumen:

Le había amado desde pequeña, pero cuando lo vuelve a ver, no es la persona que creía, casado y con mujer embarazada. Su hermano pequeño ocupará el lugar que le pertenecía, ¿o no?


No era difícil imaginarse que su mundo eran diferentes. Que sus edades no eran las únicas que parecían impedir su amor. Eran sus diferentes socialidades. Tenía diez años cuando lo conocio por primera vez. Cuando logró ver sus ojos ambarinos, sus cabellos verdosos con tonos oscuros, su masculino y fuerte cuerpo. Él la había tomado en brazos para evitar que cayera en un charco lleno de barro y su pequeño cuerpo cabía perfectamente entre aquellas manos. Por primera vez en toda su vida, deseo crecer, para que aquellas fuertes manos, en lugar de encontrarse en sus axilas, estuvieran en su cintura. Le amó desde el primer momento.


-¡Sakuno!-. Gritó la vieja mujer avanicando su rostro con desespero-. ¿Dónde demonios se ha metido ésta niña?

-Tranquilízate, querida-. Tranquilizó una suave voz masculina-. Ya conoces a Sakuno. Es más como sus padres que como nosotros.

-Nunca debí permitirle que creciera en un rancho.

Sumire Ryuzaki era una adinerada mujer de sociedad. De caracter fuerte y decisiones justas y rápidas, no toleraba su nueva vida como ranchera. Su hijo había comprado aquel rancho años atrás, tras la muerte de su mujer. No había tolerado aquella idea, pero terminó aceptándola al ver que la vida agobiada de su hijo y nieta, se abrían paso a las risas y trabajos que mantenían su mente ocupada. Quería a Sakuno. Era su única nieta y no soportaba verla correr entre caballos, reses y demás. Quería que tuviera una educación señorial y no de una simple escuela pública. Por esa misma razón se había mudado hasta el rancho. Deseaba convencer a su nieta de que se olvidara de los caballos y tomara un buen libro entre sus manos, además de la considerada educación de señorita. Sakuno se había negado de inmediato.

Su acompañante, era un hombre de su misma edad, enamorado de ella desde tiempo atrás y ante la oportunidad de ocupar el lugar de su marido, años atras muerto, le dio las alas para confesarle su amor tardio. Sumire ya no estaba en edad de fecundar o pensar en montar otra familia y él lo había aceptado sin problemas. Jhon Smitte era su nombre. Extranjero y adinerado. Había acogido entre sus brazos a su nieta y la amaba igual que ella. No podía quejarse.

Sakuno aparecio, montada sobre un brioso corcel blanco. Sus cabellos largos alocados sobre su rostro y sien, una sonrisa amplia y felizmente. Casi se cayó de la silla al ver su forma de montar. La había intentado persuadir muchas veces, pero no había conseguido nada. Ella continuaba queriendo montar a horcajadas, en lugar de señorilamente.

-¿Me llamabas, abuela?-. Preguntó jadeante.

-Sí, hija-. Afirmó-. ¿Por qué no bajas de ahí? Ese animal necesitará un buen descanso.

La joven sonrio y palmeo el cuello de el enorme semental. Sumire había escuchado muchas historias sobre los caballos usados como sementales y le aterraba la idea de que por un retoce con una hembra, Sakuno cayera de muerte de su lomo. Su hijo se lo había negado repetidas veces y Sakuno mostró que siempre conseguiría caer de forma segura. Pero aún así, no estaba convencida.

-¿Qué ocurre?-. Se interesó la joven.

-Sakuno, querida... hoy vienen unos invitados importantes y me gustaría que vistieras... de una forma más femenina. ¿Por qué no te pones el vestido color champán que te regale? Solo por una vez-. Rogó de forma brusca.

Sakuno suspiro.

-Sabes que... que odio esos corpiños-. Protestó-. Pero está bien. Me lo pondré.

La joven desaparecio y Sumire Ryuzaki comenzó a creer que había ganado aquella batalla.


Odiaba las reuniones importantes de su abuela. Odiaba esos vestidos llamativos y axfisiantes. Odiaba tener que ponérselos y maquillarse. Pero su padre ya le había rogado anteriormente que lo hiciera. Le había informado que la familia visitante era realmente importante y que necesitaba cerrar negocios con ellos. Era primordial para el rancho y no permitiría que su sueño se lo quitaran. Su padre amaba aquel rancho con fuerte deseo. Había ocupado ligeramente el recuerdo doloroso de su madre y ahora se reían recordando momentos juntos.

Y a ella... Aparte de ayudarla a cubrir el dolor por la perdida de su madre, la ayudó a ocultar el recuerdo de aquel hombre que había desvaratado su vida infantil. Se recordaba sentada entre sus juguetes, sirviéndole té y galletas. Besando sus mejillas con dulzura y pasión infantil. Ahora que era una adolescente, no podia librarse de sus pensamientos inocentes de niña enamorada. Los de ahora eran aún más pecaminosos si cabía. No lo había vuelto a ver desde entonces. Desde que era una niña. Ella tenía diez años y estaba segura de que él tendría diecisiete por aquel entonces. Ahora, con diecisiete años, él tendría veinticuatro años.

Pero no le importaba. Le había amado mentalmente por siete años y seguiría haciéndolo. Lo único que la inflingia dolor era saber que quizás, nunca podría volver a verle. La vida de ranchera la había mantenido a lo lejos de los jóvenes adinerados y sabía perfectamente que él lo era. Había conocido a muchos otros jóvenes de su edad, todos de su colegio, vaqueros que trabajaban en el rancho o amigos cercanos de su padre. Él no había dado señales de vida.

Miró de nuevo el vestido dejado por su abuela sobre la cama. Suspiro y desabrochó la blanquecina camisa atada a su cintura. Los vaqueros resbalaron por sus delgadas cinturas y piernas. Se miró de reojo en el espejo y negó repetidas veces con la cabeza. Había tenido que aprender por sí sola como mujer y se esforzó por conseguirlo. Sin embargo, cuando su abuela llegó con más y más extrañas páutas femeninas, se cerró en vanda por completo. Le aterrorizaban los vestidos antigüos. Las mujeres y jóvenes que conocía vestían en vaqueros o en fáldas de cintura extrecha y largura hasta las rodillas.

El corsé era una verdadera molestia. Sabía perfectamente que necesitaba ayuda y se negaba rotundamente a pedirle ayuda a su abuela. La casa era mantenida entre su padre y ella y no tenía ninguna sirvienta para ayudarla. Pero el vestido quedaria holgado si no lo llevaba. Se frotó los castaños cabellos y corrio hasta la puerta al escuchar unos conocidos pasos.

-¡Papá!-. Exclamó.

Su padre se detuvo, observándola por un instante y pestañeando.

-Sakuno, hija... ¿qué haces...?

-La abuela se ha empeñado en que lleve un vestido y necesito a alguien... que me ate el... el corsé.

-Entiendo.

Su padre sonrio, como muchas otras veces y se adentró en su dormitorio. Sakuno le amaba. Era apuesto y amable. Aveces demasiado enternecedor. Su rostro calmado y pasivo no daba necesidad alguna de discutirle, pero Sakuno sabía perfectamente que tenía suficiente caracter como para mandar a los hombres de el rancho y hasta de impartirle un buen castigo si lo creía necesario.

-Realmente odio esta ropa interior-. Masculló entre dientes-. Tu madre también la llevaba al princípio y me volvía loco.

Sus mejillas enrojecieron y su padre sonrio, palmeando su cintura y alejándose de ella, hasta la puerta y inclinando el ala de su sombrero.

-No te preocupes, hija mia-. Apremio-. Seguramente tu también encontrarás un hombre que maldiga esos vestidos.

-No encontraré un hombre con estos vestidos-. Masculló molesta-. Son... demasiado horrendos. Papá...

Los rojizos ojos igual a los suyos la miraron con impaciencia.

-Gracias... por traerme al rancho contigo.

-De nada, hija-. Sonrio el hombre-. Ahora, apresúrate o tu abuela subirá. Complácela para que no tengamos que escucharla.

-Sí-. Afirmó sonriente.

Tragándose su rabia y asco por los vestidos tan llamativos y axfisiantes, cumplio la petición.


Tosio, cansado y apartó un mechón verdoso de su rostro. El traqueteo de el automovil no ayudaba a su estógamo lleno de angustia desde horas temprana. La música aburrida de su padre no calmaba el fuerte dolor de su cabeza y su respiración no era la mejor en esos momentos gracias al perfume de su cuñada. Abrio la ventana con necesidad y dejó que el aire le golpeara el rostro. Se habia negado a ir, pero su padre insistio, asegurándole que su salud sería restablecida de ese modo.

Lo que no comprendía era por qué su hermano tenía que asistir, con su mujer apunto de dar a luz. Se había negado a ir. No quería vivir en un rancho, lleno de caballos, reses y demás cosas. Pero comprendía mejor que nadie que su salud lo demandaba. Si no hubiera nacido tan grave no tendria que pasar por todo aquello. Su madre se lo había rogado y había sido el intensivo que le llevó a aceptar. Rinko estaba realmente cansada y se sentía algo culpable por ello. Era su madre.

Se había criado entre médicos y demás. Odiaba los hospistales y le gustaba estar fuera. Se sentía preso. Quería disfrutar como cualquier otro. Armarse de paciencia con algún deporte o montar a caballo. Se lamio los labios. Quizás, en el rancho, sí lo consiguiera. Ese había sido su sueño tiempo atrás. Los majestuosos caballos habían llenado su mente y odiaba los coches que tanto ruido hacian. Era demasiado tranquilo y silencioso.

-¿Te encuentras bien, pequeño?-. Preguntó Ryoga Echizen.

-Hm.

Afirmó con la cabeza y sintio los delgados dedos de su cuñada por su cabello, acariciándole maternalmente. Demonios. Odiaba que le tocaran el pelo y más, de aquella forma. Quizás, por su falta de necesidad sexual, o cariño, pero no soportaba ni abrazos ni demás. Era vergonzoso y axfisiante. A sus diecisiete años no había pensado jamás en una femina y no se había interesado ni por las palabrurías pervertidas de su padre. Tampoco había seguido a sus amigos hasta los andares de el tren, arrodillarse y mirado los delgados tobillos que se podian ver cuando la mujer alzaba su pierna. El sexo femenino no era de su incunvencia. Además, le quedaba la duda de si no terminaría de ahogarse sobre una mujer. Un escalofrio le recorrio por completo y se apartó de la suave mano.

Sintio que la angustia crecía en su interior, pero esta se disipó ante la señal de el alocado de su padre. Por una vez, su padre había señalado algo realmente interesante para él. Habían llegado. Aquel rancho ocupaba la mayoría de tierras que se extendían frente a ellos y la carretera por la que circulaban también era de ese hombre. ¿Cómo había dicho que se llamaba? ah, sí. Yohei Ryuzaki. Ese hombre tenía muchas tierras y era amigo de su padre. Observó en la lejanía una yegüa oscura, acompañada de un potrillo de el mismo color. Sonrio arrogante.

-¿Te gusta?-. Pregunto Nanjiro sin soltar el volante.

-Puede-. Respondio encogiéndose de hombros.

Nunca confesaría lo rápido que golpeaba su pecho ante la necesidad de acercarse hacia esos animales. Estaba deseando tocarlos. Cuando el coche se detuvo ante la inmesa casa, Sumire Ryuzaki les recibio. La había visto varias veces y al parecer, había sido profesora de su padre tiempo atrás. Éste se mostraba receloso con ella y la rehuía al gastarle bromas indevidas, que su madre se encargó en terminar con un ligero codazo en sus costillas. Suspiro mientras descargaba la pequeña maleta que había preparado. Su madre se había negado a que el primer dia llevara tanto y tuviera que coger peso.

-Bienvenidos-. Saludó el señor Ryuzaki-. Oh, Ryoma. Tu habitación está arriba, tercera puerta a la derecha.

-Wiz.


El sonido de el motor la hizo alterarse. Se terminó de recoger el cabello sobre su cabeza y suspiró. La falta de experiencia y su cabezonería por no pedir ayuda a su abuela, la habían obligado a maquillarse dos veces y cuando se dio cuenta, no necesitaba más maquillaje. Sus labios se habían sonrojado de el mismo roze y su piel había optado por la rojez leve en sus mejillas de el primer colorete y la sombra de ojos descorrida. Suspiró. No podía hacer más. Se perfumó como último recurso y se acercó hasta la puerta.

Nada más abrirla, un jadeo escapó de su boca. Aquel maldito corsé apretaba demasiado su torso. Juró que después lo rasgaría con algo y mentiría. Era una mentira piadosa y seguramente, para salvar la integridad femenina.

-¿Cuál es mi habitación?-. Preguntó una voz.

Se encogio de hombros y caminó sin mirar a la figura, pero de nuevo, el aire le jugó una mala pasada. Se aferró al brazo masculino y cuando consiguió estabilizar su respiración, buscó el rostro de el visitante.

-Oh...

No sabía por qué, ni qué impulsó a su cuerpo, pero simplemente un paso y alzar sus brazos fueron los gestos necesarios para apresar aquel cuerpo entre estos y besarlo. La figura ante ella se tensó y sus piernas fallaron, tirándolos a ambos contra el suelo, hasta que no sintio los impulsos de su pecho, no se separó. Abrio los ojos asombrada y casi chilló. Él buscó entre sus pantalones y finalmente, halló la medicación, tomándola con necesidad, además de usar un inhalador.

-¿Eres... asmático?

Él arqueo una ceja y la miró incrédulo. Sakuno comprendio la razón. ¿En qué demonios estaba pensando para besarle de improvisto? Lo observó atentamente y dudó. Era demasiado joven. Creía que tendría que haber envejecido aunque fuera un poco, o al menos, mostrarse más adulto. Pero no. Continuaba siendo como aquel día.

-Esto... cuantos... ¿Cuántos... años tienes?

-Diecisiete-. Escupio alzándose-. ¿Mi habitación?

Pestañeo. Su padre le había comentado algo sobre un nuevo integrante en la familia y después, su abuela le había obligado a vestir así por unos visitantes importantes. ¿Sería él? Su corazón golpeo fuertemente contra su pecho y señaló la habitación frente a la suya. Él se alzó y caminó hasta ella, cerrándole la puerta en las narices. Suspiró y rodó sobre los tacones. Por una vez que había sido lanzada y había recibido un corte por axfisia. La puerta se abrio de nuevo tras ella y fue sujeta por una gruesa mano.

-Llévame hasta los caballos sin que nos vean-. Ordenó el joven.

Sakuno le miró asombrada, pero sonrio.

-Sígeme-. Aceptó.

Lo sujetó a fuerza de la mano y estiró de el cuerpo masculino. La mano contraria no se aferró a la suya, pero no era necesario para saber que la suya era diminuta a su lado. Se soltó, para abrir la puerta trasera y se llevo una mano hasta los labios al encontrarse con Kawamura, el cocinero de la familia. Este afirmó y le hizo señas para que se alejaran rápidamente. Alzó las faldas hasta sus rodillas y rogó porque los zapatos no se mancharan, aunque con un encogimiento de hombros, continuo su camino.

-No... no puedo llevarte a los otros. Espero que estos te sirvan-. Explicó al abrir la puerta de los establos.


En esos instantes, le serviría cualquiera. Pero sus dorados ojos se posaron sobre el enorme semental negro. Casi hipnotizado caminó a lentos pasos, acercándose hasta él, mas la mano femenina le impedio acercarse más, echándolo hacia atrás, al momento en que el animal embistio contra la puerta.

-Es muy indomable todavía-. Explicó ella-. Se llama Wolf, porque lo encontramos cuando se peleaba contra tres lobos hambrientos.

Sonrio arrogante. Habría dado oro por haber visto aquello. Retrocedio tal y como ella le pidio y escondio su asombro cuando ella se acercó hasta el semental, acariciándole la frente y sonriendo. El vestido quedó aplastado contra la puerta seguramente, manchado. Aquella joven era realmente extraña. Le había besado de improvisto, ahogándole. Odiaba su maldita necesidad de aire cada dos por tres. Sin preguntarle quien era. Aquello era lo más extraño y lo único por lo que se intereso, aparte de su falta de aire, era por su edad.

-Me lo imaginé- suspiró una voz tras ellos.

Se volvio sobre sus talones y la joven saltó rápidamente de la puerta, arreglando su vestimenta. Cuando sus ojos cobrizos se encontraron con la figura de su hermano, se llevó una mano hasta sus labios, mirándole a él desconcertada. Ryoga sonrio, acercándose hasta ellos e inclinándose sobre la chica.

-Has crecido mucho, Sakuno-. Saludó sonriente-. Eras tan solo una niña cuando te conocí.

Sakuno. Sakuno Ryuzaki, la hija de Yohei Ryuzaki. Había oido hablar de ella a su padre. La había catalogado como una joven indomable y nada femenina. Sin embargo, no podía decir lo mismo. Cierto que se le notaba sus esfuerzos a la hora de besarle sin permiso y no morirse de la vergüenza, pero su atuendo remilgado no ayudaba demasiado a coraborar las palabras de su padre. ¿Poco femenina? Demonios, si lo era a más no poder.

-Hermanito, te estás precipitando-. Regañó el mayor alzando un dedo como batuta-. Si mamá se entera que has venido, te regañará bien.

-Hm...-. Suspiró.

Guardó sus manos dentro de los pantalones y mordiéndose el labio inferior, se alejó. Lo que menos deseaba ahora, era escuchar a su madre regañándole. Pero la voz femenina le hizo detenerse.

-Esto...-. Murmuró Sakuno-. ¿Usted es... Ryoga... Echizen?

-Así es-. Afirmó con orgullo el mayor-. ¿Sucede algo?

Sakuno negó repetidas veces con la cabeza, mordiéndose el labio inferior con frenesí. Hizo una leve reverencia y echó a correr. Se encogio de hombros al recibir una dudosa mirada de su hermano mayor y fue arrastrado por éste hasta el lugar donde comenzaban a sentarse en la mesa dispuestos a comer. Su madre se interesó por su escapada, pero Ryoga no le desveló. Arrugó el ceño y pensó que después, tendría que soportar las molestas actuaciones de su hermano, chantajeándole por guardar su secreto.

Sonrio. No tendría que soportar tanto a su hermano como creía.

-¿Y Sakuno?-. Preguntó una angustiada Sumire.

-La vimos salir corriendo-. Informó Ryoga alzando una ceja-. Al parecer... se llevó un shock al verme.

Llevó distraidamente un trozo de pan hasta su boca, mientras que los demás reían de las ocurrecias de Ryoga. Para él, quizás no lo eran tanto. Ryoga parecía conocer de anterioridad a la joven y ésta a él. Alzó las cejas al comprender la situación. Ryuzaki le había confundido con Ryoga. No era a él a quien querria haber besado, si no, a Ryoga.

Estaba completamente seguro.


Jadeo, cansada y recargó su torso sobre la pila. Mojó su rostro y lo ladeo repetidas veces para apartar las gotas humedecidas de su piel. El caballo ante ella relinchó y alzó la cabeza al sentirle golpearle.

-Cálmate, Karupin-. Ordenó con amabilidad-. No sucede nada.

El caballo, alvino, de ojos azulados y crines marrones, se volvio en su pasturar, mientras que ella suspiró. Había besado al hombre equivocado. Había tenído el valor para nada. Aquel joven era el chico de el que tiempo atrás le había hablado su padre, el nuevo integrante en el rancho, no Ryoga Echizen, el joven de el que llevaba tiempo enamorada.

Encima, la persona equivocada, era idéntica a la de sus sueños. Le gustaban los caballos y lo único malo que pudo ver, era que estaba enfermo y tenía unos preciosos ojos dorados. Unos ojos hipnotizantes. Apartir de ahora tendría que verlos y encarar su torpeza. Le había besado de improvisto y él podría haberlo tomado de otra forma. Hasta podría creer que tenía oportunidades con ella. Negó repetidas veces con la cabeza y decidio volver a la mesa. No podía haber nada peor.

Caminó con lentitud y al divisar las visitas y familiares, se tensó. Ryoga Echizen mantenía sujeta de la cintura a una joven mujer, de vientre hinchado y sonrojadas mejillas, que deboraba con gratificante apetito un trozo de pan.

-Sakuno, hija-. Llamó su abuela-. Te presento a los señores Echizen, Ryoga y su esposa y por último, Ryoma. A éste último lo conoceremos mejor, puesto que vivirá con nosotros. ¿Me estás escuchando?

Afirmó con la cabeza y se apartó un mechón cobrizo de su rostro.

-Yo... no comeré.

Se volvio sobre sus pies y caminó hasta su habitación. El aire continuaba faltándole aún más y la angustia crecio en su pecho.

Casado...

Ésta casado.

Caminó arrastrando los pies y usó su mano diestra para aferrarse a la barandilla. Necesitaba quitarse aquel horrendo corsé más que nunca. Arrancó la tela de su vestido, pero cuando sus dedos rozaron la gruesa de el corsé, era demasiado tarde. Cayó de golpe contra el peldaño y rodó escaleras abajo.


Tras el postre, se alzó y caminó hasta el aseo. Odiaba las comidas apabullantes y en las que los adultos aludían su poca inteligencia. Nadie parecía deseoso de alzarse y caminar hacia la nada o comentar algo interesante. Suspiro y se aseguró de llevar la medicina hasta su boca y tragarla con asco pronunciado. Se detuvo al tiempo en que su pie izquierdo golpeo algo extraño.

-¿¡Qué demonios!?

La joven Ryuzaki se mantenía estirada en las escaleras, con un golpe claro en el brazo derecho, el rostro rojo por falta de aire y jadeos leves en necesidad de aliento. Palmeo su rostro con deseos de despertarla, pero estaba demasiado aturdida como para reaccionar. Sus rojizos ojos se abrieron, llenos de lágrimas ante la agonía que estaba sintiendo. Acercó su oido derecho al ver moverse los rosados labios.

-Ai... aire... corsé...-. Murmuró ella.

Rodó sus dedos con extraña experiencia por el delgado torso femenino y finalmente, halló la cuerda necesaria para descender el vestido. Lo arrancó, al igual que hizo con las juntas de el corsé. Ya comenzaba a odiar aquella extraña prenda. Ella liberó un gemido de sastifacción al ser liberada, pero seguía sin estar consciente. El aire parecía no desear regresar a ella. Él no era el mejor para esos casos, pero la única idea que le corrio por la cabeza, fue esa. El boca a boca.

-Ah, ha, ha-. Negó una voz tras ellos-. Si lo haces, tu también te desmayarás y será peor el remedio que la enfermedad.

Apretó los dientes y se separó de el cuerpo femenino, pero ella se había aferrado a su chaqueta y se negaba a permitirle alejarse. Ryoga se agachó, ignorando ese acto, igual que las lágrimas que escaparon de los ojos al presionar sus labios con los contrarios. Apretó el puño izquierdo y volvio el rostro. Ryoga rio al cumplir su cometido y alzó el cuerpo de Sakuno sin más, por las axilas y acaricio su cabeza con ternura.

-Eres experta para meterte en lios, jovencita-. La regañó él-. Debes de tener cuidado. Es la segunda vez que te salvo. Quizás seré tu caballero de armadura dorada.

Tuvo que morderse la lengua para no reir. Ryoga nunca podría ser un caballero de armadura. Habia dejado embarazada a su mujer y por esa misma razón, se había casado con ella y ahora esperaban un hijo. Se quedó pensativo por un instante. ¿Qué clase de cosas debían de estar circulando por la cabeza de aquella joven? Enamorada de un hombre casado y con mal pasado. Debio de ser una bomba para ella.

Ryoga la tomó en brazos y subio las escaleras, indicándole que le siguiera. Caminó tras ellos y soportó la mirada de la joven, agradecida por haberse dado cuenta de su angustia. Humedecio su labio inferior y se rascó la nuca. Si realmente se hubiera decidido y la hubiera besado, no sabía si habría conseguido dar la talla y hubiera sido peor. Sus pulmones no reaccionaban como él desearía.

Dejó el corsé sobre la silla cercana y se acercó hasta la ventana, mientras que con una grata experiencia, Ryoga le quitó el enorme vestido y cuando se dio cuenta, la chica era más hueso que la chicha que aparentaba con los grandes volantes. La habitación no era tan femenina como creía, aunque sí tenía un pequeño altar con muñecas pequeñas de largas melenas y cuerpos perfectos, además de una grande, peliroja y de ojos dorados. Fruncio las cejas al ver aquellos ojos. Eran idénticos a los suyos. Ryoga los tenía marrones, parecidos a los de la propia joven.

-Iré a informar a los de abajo, vosotros quedaros aquí mientras. Cuídala-. Ordenó varias veces.

-Wiz.

Pesado y más pesado. Ese era el apodo que tenía hoy día para su hermano mayor. Con que le dijeran una vez las cosas, las comprendía. No era tonto. Ahora, que las hiciera, era otra cosa. Se dejó caer en la silla cercana a la cama y cruzó sus brazos tras la cabeza. Sakuno se movio bajo las sábanas y le miró atentamente. Alzó las cejas en pregunta y ella sonrio, ocultando su rostro entre las sábanas.

-Perdón...-. Se disculpó con voz avergonzada-. Te... confundí con tu.. hermano y te... te... besé. Encima... te dio un ataque, es culpa mia...

-Exacto. ¿De quien iba a ser?

Ella se encogio sobre sí misma, mientras que una sombra de molestia se reflejó en su rostro. Cada vez que tenía un ataque su caracter empeoraba y lo estaba pagando con ella. Sintio una mano sobre su rodilla y ella le extendio la palma hacia él.

-Sakuno... Ryuzaki...-. Se presentó.

Se encogio de hombros y apresó la mano dentro de la suya. Pequeña y frágil.

-Ryoma Echizen.


Sumire apresó el hombro de el mayor de los hijos Echizen y sonrio. Ryoga sonrio complaciente y orgulloso.

-Gracias, joven-. Agradecio con sinceridad-. Espero que mi nieta decida ir a la ciudad y olvidarse de todas las mamarrachadas masculinas. Ryoma, según tu criterio, no soportará demasiado tiempo en el rancho, ¿Verdad?

Ryoga afirmó y se alejó alzando una mano. Sumire se caminó hasta a habitación, sonriente. Habia planeado todo aquello. Convencio a su hijo para que aceptara a Ryoma Echizen entre sus filas, sabíendo perfectamente que su hijo no se negaría a hacerle un favor a su amigo y menos, a un niño enfermo. Ryoma había nacido con problemas de respiración y aún estaba en tratamientos. En el año 1930 y todavía no poder creerse que no lograran indentificar su enfermedad. Pero era un buen escalón para hacer que Sakuno se interesara por el género masculino y que, posiblemente, decidiera ir a estudiar a la ciudad, donde no podría comportarse como un muchachón.

Entro en la habitación y se fingio preocupación. Le había dado una talla más pequeña de la debida en el corsé, asegurándose siempre que alguien la mantuviera vigilada. Pensaba enviar a Ryoma si por una casualidad le informaban de algo sucedido, pero no le hico falta. Los acontecimientos ocurrieron solos y Ryoga Echizen fue una buena ayuda. La primera opción que se le había pasado por la cabeza había sido casarla con Ryoga, pero su plan falló cuando se enteró que este ya había contraido matrimonio y con una joven embarazada. Escandaloso y surfurante. Le habían hundido por completo su plan.

Pero quedaba el eslavón pequeño. Ryoma. Esperaba con ansias que su nieta se enamorase de él, que él huyera y Sakuno decidiera seguirle a la ciudad. Era un buen plan.

Un perfecto plan.


Notas autora:

Pues... otra invención rara n.n.

Ryoma está enfermo.

Ryoga era el hombre de el que Sakuno se enamoró de pequeña.

Sumire ideo todo el plan...

¿Se saldrá con la suya?

En fin, ya saben qué hacer si quieren que siga n.n.

Así sabré si les interesa n.n.

Por cierto, estoy trabajando en lo de

La saga Echizen.

Y otro nuevo fic que espero sea más de humor que dramaXD.

¡Nos vamos viendo!