Disclaimer: Nada es mío, nada me pertenece. Si me plagias el monstruo del coco se te comerá.

Summary: Emmett se siente en la imperiosa necesidad de ayudar a Edward con el tema de su virginidad. Siempre es divertido hacer enfadar a Edward y que Emmett pague las consecuencias.

N/A: Esto es lo que viene siendo un crack!fic de dos capítulos. O tres. Quizás cuatro. Es corto, en realidad no creo que se alargue mucho. Esto me pasa por pensar cosas raras. El otro día estuve hablando con neyade sobre cómo veían los demás la virginidad de Edward, y bueno. Las personalidades están un poco OOC pero allí se sobreentiende al decir que esto es un fic con mucho crack.

Doctor Amor

1. Sex bomb, baby. You are a sex bomb.

Emmett nunca fue alguien que reparase en cómo se sentían los demás. No es que fuera malo, simplemente no se daba cuenta de las cosas. O no se quería dar cuenta. A veces, sus hermanos se preguntaban cómo alguien como Rosalie, tan dura y temperamental, podía tener un vínculo tan especial con alguien como Emmett, demasiado despreocupado, risueño, bromista e inmaduro.

Algo que todos tenían en común era el gusto por la buena música. Las veces que Edward no tocaba el piano, encendían el reproductor y se entretenían escuchando sus discos favoritos, aunque el susodicho tuviera una colección de discos tan grande que muchas no se molestaban en comprar más. Alice tenía una caja en la habitación que compartía con Jasper, y en ella guardaba algunos discos de vinillo, la mayoría comprados en los 80.

Para Carlisle y Esme eran suficientes los ratos que Edward se sentaba delante del piano y les tocaba algo. Para Jasper, la música que escuchaba Alice era perfecta, y Rosalie no había dado indicios de haber desarrollado algún gusto musical diferente al de sus hermanos. Emmett, por otra parte, tenía días en los que odiaba a la música, y días en los que enchufaba la televisión de plasma al decodificador para poner a todo volumen los intentos de música moderna que salían en la MTV.

Así comenzó todo.

Para variar, Emmett entró en el salón cantando a voz de grito "Sex Bomb", después de ver ochenta videoclips. Era una suerte, realmente, el que Jasper sólo pudiera canalizar las emociones humanas, porque de no ser por ello, el pobre rubio no habría sido capaz de resistir el pánico que en esos momentos debía de estar azotando a las ardillas, comadrejas, peces, ciervos y demás fauna que habitaba el bosque que rodeaba la mansión.

El rubio intentó desviar su atención a otra cosa menos molesta, pero estaba solo en casa junto a Emmett. Edward y Alice habían ido con Bella al centro comercial, y Esme y Carlisle estaban de caza con Rosalie. Se suponía que Jasper no había ido con ellos porque quería ver un partido de baloncesto muy importante. Pero Emmett tenía otros planes.

–Hot stuff baby tonight! You are a sex bomb! –meneó la cadera y luego se rió estridentemente. Jasper se quedó mirándolo durante varios minutos y abrió la boca para decir algo. Luego la cerró, ya que no quería traumatizarle. Sus tiempos de vampiro oscuro y peligroso habían acabado hacía mucho tiempo ya.

Emmett se tiró en el sofá y se quedó mirando a Jasper, tarareando la cancioncilla.

–He estado pensando –soltó una risilla floja. Emmett y pensar, juntos en la misma frase, no presagiaban nada bueno. –¿Alguna vez te has preguntado si nuestro Edward ya es un hombre?

Le miró, incrédulo. ¿De verdad le estaba preguntando eso? Le observó, buscando algún indicio en su rostro que le indicara que sólo estaba bromeando. Al final, Jasper se rindió. Sí. Le estaba preguntando eso.

–Tiene ciento diez años. Más que hombre, debería ser un espectro. –le respondió. Emmet le miró sonriendo y se rascó la cabeza.

–Ya sabes a lo que me refiero. Parece tan inocentón –suspiró, fingiendo estar preocupado como si de un padre se tratara. –¿Piensas que tenga algún tipo de problema? ¿Algún trauma?

Jasper arqueó las cejas. El tema de conversación no le estaba gustando para nada.

–Edward nació en época de guerra. Su aspiración era ser soldado. Cuando él se entrenaba para ser una máquina de matar, tú ni siquiera habías nacido.

–Por eso mismo. ¿No crees que está reprimido? – automáticamente dijo aquello, estalló en una carcajada explosiva. –Pobrecillo. Debe pasarlo mal con Bella.

–En su juventud estaba mal visto que un hombre estuviera con una mujer, Emmett.

–¿En su juventud eran gays todos? –preguntó, arqueando las cejas.

–No, Emmett. Me refiero a que no estaba bien visto que los jóvenes intimaran sin haberse casado antes.

-Ah. –asintió, como comprendiendo. –Lo que yo te diga. Un reprimido.

De verdad que Jasper no quería reírse. Generalmente, no le interesaba la vida íntima de nadie. Pero se rió. Emmett era el tipo de persona que te hacía reírte de lo que sea. Luego de luchar, era su mejor habilidad.

–La que debe pasarlo mal es ella. Se tiene que sentir como…

–¿Te imaginas su primer beso? Tuvo que ser muy violento para él –ambos se miraron y comenzaron a reírse con estridencia. –Pensando en si lo había hecho mal o bien. Además, debió cabrearle bastante eso de no poder oír los pensamientos de Bella. ¡Imagínate que ella tenga más experiencia que él!

–Sí. Pero no todo es sexo, Emmett –le recordó.

Se mantuvieron la mirada un par de instantes, totalmente serios. Luego Emmett rodó por el suelo, riéndose como un poseso. A Jasper le entró la risa de mirarlo, intentando decir algo pero sin legar a terminar.

–Es que… es… Dios. –comenzó a reírse de nuevo. –Tiene un trauma, sin duda. Yo pensaba que era gay. Me preparaba para el día en el que me lo dijera, ya sabes. No quería reírme de él ni nada, es mi hermano favorito. ¡Cien años sin besar a nadie! ¡Cien años sin tocar a una mujer! Tiene un aguante a prueba de hierro.

–Tú no lo entiendes, supongo que para él es algo especial –dijo. Intentó no reírse más, pero falló estrepitosamente.

–Ah. Claro. –Emmett puso cara de entender. Luego giró la cabeza y arqueó las cejas. –¿Insinúas que está reservándose para perder la virginidad con Bella? ¿Qué los dos son vírgenes?

–¿Eres de esta familia? –inquirió Jasper, asombrado. ¿Cómo era posible que no se enterara de estas cosas?

–Me estás diciendo… –le entró otro ataque de risa y tuvo que respirar para aguantarse. –Me estás queriendo decir… Que ellos… ¿Qué se están reservando para la noche de bodas?

–Por ejemplo.

A Emmett le entró el ataque de risa más largo de la historia. Luego se le unió Jasper, riéndose tan fuerte que dio la impresión de que no iba a parar nunca.

–Tenemos que ayudarle. Este asunto de la virilidad de Ed me lleva preocupando desde que le conocí. Al principio le entendía, ese rollo de la ponzoña y esas cosas. Luego me extrañé porque, joder, todos en esta casa sabemos lo buenas que están las de Denali. Incluso Tanya le tiró los trastos. Pensé que no le gustaban las rubias, sin problemas. Pero, ¿reservarse para la noche de bodas? Hermano, tienes que ayudarle –dijo con aire solemne. El teatro se le estropeó un poco porque volvió a reírse.

-¿Ayudarle? – le preguntó. ¿Pretendía que le enseñara a hacer esas cosas? La cara de Jasper se contrajo del asco.

–Sí. Ya sabes, caldear el ambiente. Eso que tú sabes hacer –me guiñó un ojo.

Cuando Jasper pensó que la situación no podría ser más zúrrela, escucharon a Rosalie entrar. Resoplando. El rubio se alegró tremendamente de no ser Emmett en aquellos momentos.

–¿Así que las de Denali están buenas, no? –siseó.

De tanto que se reía, Emmett no la había escuchado. Se levantó con rapidez del sofá y la miró. Rosalie estaba que echaba chispas. Las chicas de Denali le caían mal porque pretendían ser más guapas que ella.

–No tanto como tú, nena –contestó con rapidez. Con demasiada rapidez. –Además, estábamos hablando de Edward, no de ellas.

–¿Qué pasa con Edward? –preguntó, aún enfadada. Se cruzó de brazos y les miró entrecerrando los ojos.

–Emmett ha llegado a la conclusión de que debemos ayudarle a perder la virginidad antes de la noche de bodas –le informó Jasper, sonriendo.

¿Surreal? La situación era, como poco, sacada de una película americana. El Volvo de Edward pegó un frenazo delante de la mansión y los tres se giraron, sabiendo que les había oído

–Oh. Oh.

–Bueno. Yo tengo la conciencia limpia –dijo Jasper, girándose hacia la tele y encendiéndola.

–¿Conciencia? ¡Eres un vampiro, tú de eso no tienes! –exclamó Emmett, de repente nervioso.

Entonces se abrieron las puertas y Edward apareció delante de Bella, mirándoles como si fuesen el mismo Satanás en persona. Rosalie sonrió con malicia y se giró hacia Bella, llevándose un mechón de pelo rubio detrás de la oreja.

-Siéntate, Bella. Esto irá para rato –le avisó, dando un par de golpecitos en el sofá blanco, como indicándole a Bella que se sentara a su lado.

Jasper suspiró. Edward estaba que ardía, y Emmett no iba a ayudar precisamente a no caldear los ánimos.

-¡No me puedo creer que estuvierais hablando de eso! –les acusó. Jasper se limitó a ignorar la discusión sin levantar la mirada de la tele. ¿Dónde estaría Alice?

-Es estúpido que pretendas que no nos preocupemos por ti, Ed –se defendió Emmett, usando un tono de falsete que enfadó aún más a Edward. Le dio una palmada en la espalda y el otro saltó hacia atrás, temblando de ira.

-¡Mi vida no es asunto vuestro! ¿Verdad que yo no me meto en la tuya?

-Puedes hacerlo, nunca te lo he prohibido. –el rubio apretó los labios, intentando no reírse.

-¿Por qué discuten? –preguntó Bella. Miró a Rose, interrogante, y Jasper se giró por fin, decidido a actuar-

–Edward. Emmett no lo hacía con malicia –suspiró.

–¿Y tú con qué cara hablas de mi vida privada? ¿Te tengo que recordar que hace más de seis meses que no haces nada? –estalló, indignado. Se cruzó de hombros y al milisegundo Bella entendió todo, por lo que enrojeció como si le hubieran pegado dos puñetazos en cada mejilla.

En un principio, Jasper pensó que se le había desencajado la mandíbula o algo por el estilo. ¿Le estaba restregando por la cara que hacía seis meses que Alice y él no se tocaban? ¿Él, que era algo así como un…viejo decrépito virgen?

–¿Te estás riendo de mí? –le preguntó. Emmett estalló de nuevo en risas y Rosalie tuvo que hacer un esfuerzo por no soltar una carcajada. –Tú, que llevas ciento dieciocho años virgen. ¿Te ríes de mí?

–¿Quién se ríe de ti? –Alice sonrió y dejó un par de bolsas en el suelo. Genial. Había ido de compras. Otra vez. –¡Emmett deja de retorcerte por el suelo!

–Alice… -susurró Bella, que ahora parecía un bote de ketchup.

–Tus hermanos se están riendo de mí –le explicó él. –Dicen que se preocupan por mi inactividad sexual.

Alice miró a Emmett y a Jasper, atónita. Su marido no entendió por qué estaba enfadada, ya que él lo sabría ipso facto.

–¡Sois unos maleducados! –Edward sonrió, contento de que alguien se escandalizara por la conducta de sus hermanos.

-¡Os dije que eso ya lo solucionaríamos nosotros por nuestra cuenta!

–¡Alice! –exclamó Rosalie y acto seguido comenzó a reírse en voz baja.

–Perfecto –Edward se irguió y apretó los dientes. Antes de que se moviera, Jasper supo cuál era su objetivo: la tele. –Veo que ya no necesitáis eso para entreteneros.

–¡No! –Emmett y Jasper saltaron a tiempo, cogiéndole por los pies para evitar que avanzase y asesinara su tesoro.

–Son como críos –suspiró Alice, sentándose en el sofá.

–Idiotas –rió Rose.

Consiguieron, a duras penas, que no rompiera la tele. Aquello era lo único que se evitaba que muriesen del aburrimiento, literalmente. ¿Qué era lo peor que podía ocurrirle a alguien que no se podía morir? Aburrirse. Por eso Emmett y Jasper se pasaban las tardes peleando o jugando al béisbol. Otras veces, apostaban por tonterías.

Había días en los que iban a los casinos que más cerca les quedaban con Alice y Edward. La habilidad de ella para ver los números y la capacidad de Edward de saber cuándo irían a detenerles por sospechosos de estafa era un gran aliciente, y les hacía pasar unos ratos geniales. Esme y Carlisle no lo solían ver con buenos ojos, pero Alice hacía unos pucheritos que convencían a cualquiera. Sobretodo cuando se ponía un camisón azul tan…

–¡Cállate! –lee gritó Edward a Jasper, espantado. –¡No te imagines eso! ¡Deja de pensar en eso!

–Sí. Sea lo que sea, piensa en Edward desnudo –le aconsejó Emmett, sacudiendo la cabeza.

–¡Emmett! –Rosalie abrió los ojos, asustada y Bella se echó hacia atrás en el sofá. La humana les miró como si se les hubiera ido mucho la pinza y Alice entrecerró los ojos.

–Lo siento hermano, no digo que seas feo. Eres bastante guapete, pero eres tan virginal que si pienso en ti actúas como una ducha de agua fría…

Lo último que se vio fue a Emmett atravesando la pared del fondo del salón después del empujón que Edward le metió. Bella ya no sabía dónde esconderse y parecía una mancha de sangre en el sofá blanco, de lo roja que estaba. Rosalie se levantó, estupefacta, y corrió tras Emmett para ayudarle a levantarse. La risa explosiva de él sacudió el suelo del salón pocos minutos después, tranquilizando a Alice que también se había levantado alarmada.

Cuando Edward cogió a Bella en brazos y salió de la mansión maldiciéndoles a todos por no tener vida propia, Alice abrazó por la cintura a su marido. Ambos se sonrieron y ella levantó un dedo, señalándole.

-Menos mal que no se ha enterado de que el otro día le compramos preservativos.

Jasper se limitó a abrazarla con más fuerza, apretándola contra él. Edward aún podría oírla y venir a tirarla a ella también por la ventana.

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Muchos besos, abrazos, paz, amor. Sed buenos y dejadme RR, a vosotros no os cuesta nada y a mí me inflaman el cerebro para seguir escribiendo. Nos vemos pronto, espero.

wirhaven