Apostando al Amor

Capítulo 13

"Noche para dos"

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La tensión era casi palpable en el ambiente.

Las miradas hostiles volaban de un sitio a otro.

Era tan asquerosamente irritante, pensó Sakura mientras analizaba por milésima vez, con una frialdad impropia de su carácter, el escandaloso vestido rojo de Nicole La Fosse. Tenía que admitir que le quedaba bien. Demasiado bien, para su gusto.

Y por Dios, ¿cómo no? esa mujer sí tenía con qué rellenar un vestido como ese y podía demostrar sus bonitas curvas —puede que no naturales— pero curvas al fin y al cabo.

¿Y ella? Nada. Como siempre. Su vestido era precioso. De eso no había dudas, pero su cuerpo no era el de una mujer fatal como el de la hueca falsa pelirroja.

—¿Sakura, estás bien? –al escuchar esa voz aterciopelada, ella levantó la mirada para encontrarse con los ojos ámbar de Shaoran. Él la miraba avergonzado y, se atrevía a decir, con una velada disculpa en su expresión.

¿Por qué tendría que disculparse si la zorra había sido Nicole? Claro… a menos que él hubiese hecho algo como para traicionarla… No, eso no tenía sentido. Shaoran no era nada suyo, ¿por qué a él tendría que importarle lo que ella pensara o dejara de pensar? A fin de cuentas no eran nada. Y aunque lo sabía, no podía dejarse de guiar por la ira que le provocaban esos pensamientos.

Ellos no eran nada. Tendría que asimilar esa frase en su cabeza.

Sakura le sonrió, o al menos eso intentó a pesar de que sólo una mueca que se alejaba demasiado de lo parecido a una sonrisa la delató.

—Estoy bien. Sí, bien. –añadió para convencerse a sí misma. Sin embargo la mirada escéptica de Shaoran sirvió para aclararle que no le creía ni una palabra. —Estoy bien, en serio. Sólo que no me gusta estar… rodeada de tantas personas. Eso es todo.

—No sabía que iba a venir por aquí. –susurró Shaoran con voz suave pero lo suficientemente fuerte para que Sakura lo escuchara. —Cuando hablé con sus padres para corroborar los espacios en su mesa mencionaron que ella estaría en uno de esos desfiles de moda. No la esperaba. –y para sopesar sus palabras le dirigió una mirada de la más pura sinceridad. —No quería que viniera. Sé que te incomodó su presencia y no quiero que te sientas disgustada cuando te esforzaste tanto porque todo saliera bien.

Sorprendida por sus palabras, ella lo miró con sus enormes ojos verdes y la boca de Shaoran dibujó una lenta sonrisa que le quitó el aliento.

Pero aún así, ¿cómo se había atrevido esa zorra a besarlo? Recordarlo le hacía hervir la sangre en las venas.

—No tiene importancia –a su pesar, no podía reclamarle en ese momento nada sin quedar en ridículo. ¿Además qué podría reclamarle? Ellos no eran nada. —Supongo que el hecho de que ella esté aquí beneficiará en cierto sentido a la fiesta, ¿no? –le dirigió una mirada a Nicole que estaba coqueteando descaradamente con un atractivo joven de cabellos negros. —Se nota que está cautivando tanto a todos los hombres que tendrás un éxito asegurado para la compañía. ¿Qué hombre no querría liarse a una empresa que posee clientas tan guapas y… mmm… exuberantes?

No pudo evitar hacer una mueca ante su última frase, pero rápidamente lo transformó en la sonrisa más falsa de toda su vida.

Shaoran la miraba como si le hubiesen crecido más de dos cabezas y eso realmente no la ayudaba para mitigar su –recientemente descubierto– mal humor. Los celos y la envidia no eran sentimientos que experimentara con frecuencia. Sin embargo, ahí estaban, expectantes y carcomiendo cada parte de su alma. No podía dejar de imaginarse a sí misma vestida como un pequeño diablillo haciéndole maldades a esa pelirroja inmaculada. Quemando su cabello. Quitándole altura a esos súper tacones. Pinchando sus senos para desinflarlos –o, sí, eso resultaba tentador– y, finalmente…

—Qué equivocada estás. –la profunda voz de Shaoran logró volverla a la realidad. —Ella podrá revolotearse todo lo que quiera para coquetear con quienes quieran, pero nadie la toma en serio.

—¿No? –varias cabezas se giraron al ver su exclamación, y sólo entonces Sakura se percató de que había levantado la voz. Se sonrojó notablemente tratando de continuar con naturalidad a pesar de la mirada divertida de los ojos ambarinos. —Creo que se la toman más que seriamente. ¿O es que cuando el gordito de allá…? –señaló con disimulo a un señor robusto que estaba cerca de la mesa de canapés. —¿… que tenía la vista fija en sus pechos sólo estaba babeando porque la comida es magnífica?

La ronca risa de Shaoran atrajo más miradas y Sakura se sintió cada vez más avergonzada y humillada. ¿Qué tenía de gracioso lo que decía? ¡Por Dios! Estaba hablando en serio.

—Puede que… –él carraspeó y la miró con una sonrisa pícara. —Puede que sus exuberancias atraigan la atención, pero sin ellas y sin pavonearse por ahí, nadie podría fijarse en su belleza artificial –sus ojos se oscurecieron con una expresión casi feroz que no pudo identificar y Sakura pudo jurar que su voz se enronqueció. —En cambio, hay otras personas que tienen un brillo natural, atrayendo a todo aquel que fija sus ojos en ellos. –se inclinó hacia ella, acariciando su rostro con su cálido aliento para poder susurrarle. —Y esas personas, generalmente, nunca lo notan.

—Ah… ¿no? –sintiéndose temblorosa, Sakura respiró profundamente para poder encontrar su voz. ¿Aquello había sido una insinuación? ¡Dios! —Nunca había escuchado algo como eso.

Shaoran sonrió cálidamente y le acomodó un mechón rebelde que había escapado del peinado.

—Sinceramente, no me extraña. A decir verdad…

Él se interrumpió desviando la mirada hacia un sector de la sala. Sakura siguió la trayectoria de su visión y allí la vio. La ataviada pelirroja volvía a dirigirse hacia ellos, aparentemente, al haber acabado de hablar con sus padres. Con su paso sensual y su respingona y altanera nariz al frente, Nicole atravesaba, como si fuera una diosa en medio de todos sus sirvientes, todo el salón revestido de una alfombra de un rojo más oscuro que su vestido.

Antes de que pudiera preguntarle lo que había querido decir, una aguda vocecita resonó en lo más profundo de sus oídos.

—Oh, aquí está el par de tortolitos. ¿No se sienten algo solos? Hay tanta gente en esta sala que resulta casi insultante el que estén compartiendo secretos, ¿no creen?

¿Podía odiarla más de lo que ya la odiaba?, se preguntó Sakura. No, eso sería científicamente imposible.

—Precisamente estaba a punto de comunicarle unas cosas al señor La Fosse. –dijo Shaoran con una sonrisa arrebatadora. —Así que si me disculpan…

¡Se fue!, maldijo Sakura interiormente. Se fue dejándola con una serpiente de cascabel. ¡Qué va de cascabel! ¡La serpiente Pitón!

—Mou, yo acababa de hablar con papá. –se quejó la pelirroja, haciendo un exagerado mohín. —A veces creo que mi Bombón me está evitando.

Sakura la miró como con un fingido gesto de sorpresa al notar que le hablaba a ella.

—No me digas. –replicó con sarcasmo, sin embargo, la cerebro de piedra pareció no notarlo.

—Sí, así es. –repuso ofendida. —¿Puedes creerlo? No quería verlo así, pero parece que sí estaba en lo cierto. ¿Por qué se comportará así conmigo? No es que te lo diga por nada personal ni para parecer prepotente, pero nunca me creí eso de que ustedes estaban comprometidos. –rió con ganas, dándole a Sakura una razón más para considerar que ir a la cárcel por estrangularla sería todo un placer. —Sabía que Bomboncito estaba mintiendo por algo y me aterra pensar en que mi teoría sea cierta.

—¿Qué teoría? –arrastró tanto las palabras que le sorprendió que Nicole hubiera entendido la pregunta.

—A veces creo que él no se siente suficientemente bueno para mí. –dijo con escandalosa credibilidad, dejando a Sakura atónita. —Sé que mis padres son increíblemente, pero qué digo, asquerosamente ricos, pero Bomboncito también tiene lo suyo ¡y yo lo quiero! ¿Cómo es que no se da cuenta?

¿Y tus padres se dieron cuenta de que su hija nació carente de masa cerebral?, se preguntó Sakura en silencio. No sabía si reírse ante la exageradamente evidente ignorancia de esa mujer, o tomarla de sus teñidos cabellos para aliviar un poco esa tremenda arrogancia.

Sin duda, elegiría la opción tres: seguirle el juego.

—Bueno, ¿qué te puedo decir? –se encogió de hombros. —Nunca se me hubiese ocurrido que Shaoran tenga una autoestima tan baja… Mmmh. –musitó pensativa. —¡Ya sé!

—¿Qué? –preguntó Nicole, desviando su mirada de un hombre rubio al que estaba mirando hacia Sakura. —¿Qué es lo que sabes?

—Mmmhh… no sé si sea correcto que te lo diga. No quiero… lastimar tus sentimientos.

—No, no, claro que no. Dime.

Sonriendo para sus adentros, Sakura se dijo que nunca había hecho algo tan malicioso. Y nunca supo que la hacía sentirse un poquito triunfante… Bueno, bastante triunfante.

—De acuerdo. –respondió con fingido pesar. —Quizás debas preguntarle su opinión al respecto a la rubia que salió de su departamento semidesnuda el otro día. O también a la morena de piernas largas de la semana pasada. ¡Ah! También a las impresionantes gemelas rubias de ojos azules de la otra vez que, ¿sabes? tenían un curioso lápiz de labios rosa que luego, sospechosamente, claro, vi en la camisa de Shaoran… O… –se obligó a frenar su imaginación y dirigió sus traviesos ojos verdes al pálido rostro de la pelirroja. Tuvo que contenerse para no largar una carcajada ante el horror reflejado en sus facciones.

—¿Q-Qué? –Dios, se notaba que se había quedado sin aire. Qué lastima que ella no sabía hacer la reanimación, pensó divertida. —¿Rubia? ¿Morena? ¿Gemelas?

—Sí, sí, ya sabes… cuando un hombre está enamorado de algo inalcanzable, tiene que buscar otras salidas. –afirmó con vehemencia. —También las preciosas castañas vestidas de gatitas mimosas, y una curiosa pelirroja algo corpulenta. –para ese entonces el fino rostro de Nicole se estaba volviendo casi azul. Sakura sonrió inocentemente. —Ah, no. No era una mujer. Era un pelirrojo con falda y maquillaje que…

El chillido histérico de Nicole La Fosse fue un deleite para sus oídos y realmente necesitó de toda su fuerza de voluntad para no estallar en sonoras carcajadas. La pálida pelirroja se abrió camino enérgicamente entre las personas para dirigirse al servicio de mujeres. Al principio había caído, pero la expresión ofendida de su rostro le dio a conocer que, finalmente, Nicole había captado su mentira.

En ese momento la mirada interrogativa de Shaoran se volvió hacia ella, que le respondió con un despreocupado encogimiento de hombros.

Mil puntos a cero a mi favor, pensó con una satisfecha sonrisa, mientras tomaba una copa que le ofreció un camarero y se la bebía de un enérgico sorbo. Estaba tan eufórica que apenas sintió el ardor en la garganta que le provocó el líquido ambarino. Dios, sólo quería retorcerse de la risa.

Sólo unos suaves aplausos a su espalda la sacaron de su estado de completa diversión. Al darse la vuelta examinó al hombre que se encontraba frente a ella con rapidez. Pómulos altos, rasgos afilados, barbilla aristocrática. Ciertamente un rostro apuesto. Inteligentes y divertidos ojos azules y una brillante cabellera negra.

Sakura reconoció al hombre con el que Nicole había estado hablando anteriormente… aunque hablando era sólo una forma de decirlo, porque lo suyo parecía más una batalla campal.

—Nunca vi nada como esto. –se notaba por su acento que era inglés. —Jamás en mi vida me había divertido tanto, ¿señorita…?

—Sakura. –respondió. —Sakura Kinomoto.

Los ojos del hombre brillaron con diversión.

—Ya veo… Sakura, ¿puedo llamarte así, verdad?. –ella sólo asintió. —Un placer conocerte, me llamo Nicholas Prescott, pero puedes llamarme Nick.

—De acuerdo, eh, Nick.

—Me has fascinado al ponerla en su lugar. La señorita La Fosse necesita que alguien le enseñe algo de… humildad, ¿no lo crees?.

—No vi que a ust… digo, a ti te molestara antes su comportamiento. –luego de que esas palabras salieran de sus labios se arrepintió de haberlas dicho. ¿Qué le pasaba? Se sentía algo desinhibida en esos momentos. Sin embargo, al hombre no parecieron molestarle sus réplicas porque dejó escapar una masculina carcajada.

—¿Lo dices porque me viste hablando con ella, no? –cuestionó alegremente, aunque una sombra cubrió brevemente sus ojos. —Verás, es que cuando se trata con mujeres como la señorita La Fosse, es imposible mantener una conversación sin caer en el sarcasmo o en los insultos disfrazados. Pareciera como si tuvieran un cartel permanente en la frente que dijera 'Chica Fácil' –la amarga ironía de su tono le hubiese pasado inadvertida si no lo estuviera escuchando con atención. Era guapo. Muy guapo, pero había algo en sus palabras que la hacía sentirabrumada. Él la atrapó mirándolo fijamente y no pudo evitar que un inconfundible calor le sofocara el rostro. —Oh, te has sonrojado. Lamento haberte incomodado, si es que lo hice.

Su enorme sonrisa le quitaba crédito a sus palabras, pensó Sakura. No parecía para nada arrepentido.

—Además, –prosiguió él. —Admiro tu franqueza. Me gustan las personas sinceras, y para dejar de dar vueltas, me gustas, Sakura.

Ella lo miró como si la hubiese golpeado con un yunque. ¡Dios! Ese hombre sí que no tenía pelos en la lengua para decir lo que quería. Y, diablos, que eso le agradaba.

—Yo…

Nick la interrumpió con un gesto de su mano.

—No me puedo creer que vaya a ser el primero en invitar a bailar a una mujer tan hermosa como tú. –mencionó, extendiéndole una mano. —¿Bailarías conmigo? Mmmh… ¡Ah! Las palabras mágicas: por favor.

Sakura no pudo hacer más que sonreír y asintió. Por más extraño que pareciera, ya se había hecho un amigo en esa fiesta de 'narices respingonas'.

Tomando su mano, se dejó guiar hacia la pista.

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—Las tarifas han subido. Las cotizaciones en la bolsa se triplicaron y las acciones se alzaron en un diez por ciento. Eso es grandioso, muchacho. Incluso para alguien tan joven como tú.

Shaoran asintió distraído. El señor La Fosse no había dejado de hablar de las cotizaciones, la economía, las acciones y todo aquello ni un solo segundo. Ya era la cuarta vez que le repetía lo mismo y se estaba preguntando si ese hombre no sufriría de alguna falla cerebral. O, quizás, el disco de la economía se le había rayado en la punta de la lengua.

Sonrió para sus adentros por ese último pensamiento y, mientras tomaba de su copa de champán con la perorata reanudada del tipo nuevamente, paseó su mirada por toda la sala.

No pudo reprimir una gran satisfacción al saber que ellos habían hecho todo aquello solos. Y todo gracias a Sakura que era una experta en iluminar lugares. ¿Cómo no ser toda una master si con su sola presencia iluminaría todo un panteón?

Sus ojos se deslizaron por la pista de baile. Había unas cuantas parejas bailando. Todo parecía sereno y la gente cómoda con las instalaciones. Incluso los reporteros se veían a gusto con todo, recorriendo y haciendo entrevistas a todo aquél que reconocían como potencial.

Todo estaba funcionando de maravilla, pensó con una amplia sonrisa, la cual se desvaneció en el mismo instante en el que su vista se tiñó de un rojo profundo producto de los celos.

Allí, a tan sólo unos metros, un hombre hacía reír a Sakura. A su Sakura. sintió el impulso primitivo de ir hacia el tipo, arrebatarle a su chica de sus brazos y reclamarla como suya ante él, ante cualquiera, ante el mundo. Pero se reprimió. No podía hacer eso… aunque lo deseara con toda su alma. Primero porque Sakura no lo perdonaría, y segundo porque, aunque le carcomiera, Sakura no era un objeto. Y mucho menos de su propiedad.

Shaoran frunció el ceño, ignorando olímpicamente el parloteo de uno de sus mayores accionistas. Debería estar codo a codo con ese hombre y, aún a pesar de ello, no podía apartar la vista de ese maldito sujeto que estaba tocando la suave piel de alguien que no le pertenecía.

Sintió que su estómago se contraía de disgusto. Maldita sea, conocía a ese canalla. No era un canalla precisamente, pero el hecho de que le robara sonrisas a su chica lo calificaba como tal. Ese hombre era Prescott, asesor financiero y mano derecha del señor La Fosse.

Mirándolo fijamente, como si pasaran horas, notó un leve desviamiento en la mirada de Prescott hacia el otro lado de la sala.

Qué extraño. Eso era muy extraño. Teniendo por delante a alguien como Sakura, ningún hombre necesitaría ninguna distracción, pero siguiendo un impulso, desvió sus ojos hacia el punto en el que, imperceptiblemente, Nicholas había mirado.

Ajá.

Entonces su teoría no tenía nada de errónea. Podría llegar a ser duro de entendimiento en ese terreno, pero no era nada tonto.

Siempre lo supo.

Aunque antes utilizaba ese poder cruelmente, pensó con una punzada de culpabilidad que se disolvió al instante al percatarse que Prescott le estaba devolviendo el golpe.

Sonrió de medio lado, pasándose una mano para apartar el cabello de sus ojos como una ofrenda a la rebeldía.

—Me deberá disculpar un momento. –dijo Shaoran parando la perorata de La Fosse. Dejó su copa en una mesa cercana. —Tengo que atender unos asuntos.

Y sin más, salió disparado hacia el otro lado del salón.

¿El listillo quería guerra?

Pues, guerra tendría.

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—Siempre. Siempre ha sido impulsiva, cabezota y algo descolocada. Pero, maldita sea, no puedo omitir que también es amable. Lo es cuando piensa que nadie se da cuenta de ello. Lo he visto y… Dios mío, no podía creerlo. ¿Puedes creer que gran parte de lo que gasta de la tarjeta de crédito de su padre va a parar a los fondos de un orfanato? La primera vez que vi las facturas que habían llegado a la empresa no podía entrarme en la cabeza como alguien tan… superficial podía ser… así, amable y cálida. –suspiró. —Nunca entenderé a las mujeres. O a esa mujer en particular.

Sakura sonrió condescendientemente observando la pequeña sonrisita apenada del hombre que la tenía entre sus brazos mientras se movían al son de la música.

Era increíblemente divertido y, debajo de toda esa fachada de importante ejecutivo, había un corazón amable y… anhelante.

Envidiaba esa devoción que le salía de los poros a Nick por esa mujer. Aunque él quisiera esconderla, le era imposible. Ya quisiera ella que cierta persona pudiera llegar a albergar aunque fuera sólo la mitad de ese amor.

Sólo había tenido que soltarse un poco con él para que le contara la verdad detrás de esas profundidades oceánicas que eran sus ojos.

Y vaya profundidad…

Ni ella podía creerse todo lo que le había contado. Pero como su padre siempre le había enseñado, nunca tendría que juzgar a las personas antes de conocerlas realmente.

—¿Por qué no se lo dices? –le preguntó suavemente. —Supongo que tiene derecho a saberlo.

Nick la miró desconcertado. Era obvio que se había perdido.

—¿Decirle qué? ¿Qué pienso que es 'una chica fácil'? –preguntó, haciendo una mueca de disgusto. —Creo que si llego a decirle eso, me bajaría todos los dientes de un puñetazo. Y me gustan mis dientes.

Sakura rió al ver el gracioso mohín que habían formado los labios de ese hombre. Dios Santo, era una caja de sorpresas.

—No. Creo que deberías decirle que la amas.

Él la miró horrorizado. Como si ella estuviera loca.

—¿Qué yo qué? Yo no… nunca… estás equivocada. –carraspeó, pasándose una mano por sus cabellos. La familiaridad del gesto la hizo sonreír. —Maldita sea, es cierto. Es la más pura y cruel verdad –admitió tras un suspiro resignado y un esbozo de sonrisa. —Pero es imposible. Conozco a Nicole desde que somos adolescentes y yo era un simple cadete. Ella siempre tan hermosa, tan altanera… tan inalcanzable y malditamente comehombres. Es imposible. Irremediablemente imposible.

La repetición no era necesaria, pensó Sakura, pero aparentemente él quería dejar eso bien en claro.

—Dijiste que ella no era sólo lo que vemos en el exterior, sino que tiene algo más. Eso fue lo que me dijiste.

—Sí, lo dije pero no, gracias. Quiero mantener mi ego a un determinado nivel. No deseo que me den ninguna patada en el culo. No pienso abrir mi pecho y mis costillas y exponerle mi corazón para que pueda practicar a embocar dardos con él. No, no y no. Muchas gracias.

—Eso es de cobardes, ¿sabías? –lo picó Sakura con una sonrisita socarrona. —Y no me parecías un cobarde.

Nick la miró irritado, no con ella, sino consigo mismo porque sabía que tenía razón. Siempre había estado enamorado de Nicole La Fosse. La pelirroja princesita de hielo y de fuego. Pero verla a lo largo de los años pasando de hombre en hombre sin siquiera prestarle atención y sólo atribuyéndole sus sarcasmos no había aligerado sus sentimientos hacia ella. Permanecían allí. Recordándole lo que no podía tener. Lo que nunca tendría, siempre mostrándose ante él como una cruel tortura.

Y eso era algo que nunca entendería… ¿cómo podía amar tanto a una mujer que no dejaba títere con cabeza?

Por eso, siempre la había tratado con hostilidad. Guardándose para sí todo lo que fuera posible. Sobrellevar el dolor de sus sarcasmos con más sarcasmos.

Nunca entendería a su corazón. Pero tampoco lo expondría tan abiertamente. Ya era demasiado el dolor que debía soportar cada vez que imaginaba las manos de otro hombre en el cuerpo de la princesita La Fosse. Era demasiado.

Al menos quería preservar su orgullo ante los demás.

—¿Y tú no lo eres? ¿No eres también una cobarde? –repuso, desviando su objetivo.

—Lo que yo digo. –expuso la joven castaña con una enorme sonrisa maliciosa. —Un cobarde.

—De acuerdo, entonces soy un cobarde. Pero un cobarde que guarda su orgullo para sí.

Sakura se quedó mirándolo un momento. Evaluando su expresión y la situación. Era un hombre increíblemente guapo. Sus rasgos y su musculoso cuerpo podían perfectamente catalogarlo como irresistible. Sus modales eran refinados, pero algo en el interior de sus ojos era rebelde… Salvaje. Y tenía un enorme parecido con…

Un estremecimiento de anticipación le recorrió la columna y lo miró con sus ojos verdes llenos de determinación.

—Alguien tiene que ceder… –musitó más para sí misma que para él, pero Nick logró escucharla y levantó una ceja. —¿Tu orgullo para ti es más importante que la mujer que amas?

La pregunta lo tomó desprevenido, observó Sakura. Y, sin dejarle tiempo a pensarla, volvió al ataque.

—¿Ella no es lo suficientemente importante para ti como para arriesgar algo que es consideras necesario en tu vida?

—Por supuesto que ella es importante para mí. Es lo más importante en mi vi-…

—¿Morirías por ella?

Nick calló abruptamente y la miró con sus luminosos ojos azules que ahora se mostraban inexpresivos.

—¿Qué clase de pregunta es esa? –soltó luego de unos instantes de silencio, moviéndose entre la multitud que se había congregado a bailar. No sabía cómo, pero seguían moviéndose a un ritmo estable al compás de la música.

—Sólo respóndela. ¿Darías tu vida por Nicole? –preguntó nuevamente. Pero sólo la siguió el silencio. —¿Cómo debo tomar eso? ¿Es un sí o un no?

Nick suspiró derrotado, signo que Sakura aceptó victoriosa. Sin embargo, de la nada él se apoyó más en ella, provocando que su frente quedara pegada a la suya y sus ojos frente a frente, a pesar de que Nick tenía los suyos cerrados.

—Dios Santo, mujer. –susurró suavemente y luego abrió sus ojos. —Mi corazón. Mi alma. Mi vida. Todo. Lo daría todo por ella, Sakura, y eso me asusta como el demonio. –volvió a cerrar los ojos y esbozó una pequeña sonrisa. —Ni siquiera sé porqué te estoy contando todo esto. No llevamos ni media hora de conocernos y te relaté hasta las mañanitas… Pero maldita sea que me siento mucho mejor.

Sakura sonrió tiernamente y se abandonó en ese abrazo perezoso.

—Supongo que es porque compartimos unos sentimientos similares.

—¿Sentimientos similares? –repitió Nick. —Es muy evidente que nunca entenderé a las mujeres. –dijo, negando con su cabeza. —Sakura, Li está tan loco por ti como tú lo estás por él. Y no me mires como si fuera adivino porque, aunque te parezca extraño no lo soy.

—Estás equivocado. Shaoran no…

—De acuerdo. Tengo que confesarte algo. –la apretó más estrechamente y su boca rozó el oído de la joven. A pesar de eso, su contacto no la incomodó. Era como ser estrechada por su hermano. —El motivo por el que me acerqué a ti en un principio fue la manera en la que Shaoran Li te miraba. Sé que suena estúpido, pero quería devolverle alguno de los golpes emocionales que él me daba cada vez que Nicole se le tiraba en brazos… Es duro, ¿sabes? Sé que soy un tipo de lo más patético y te advertiría que te alejaras porque podrías contagiarte, pero como ya es demasiado tarde para eso, te digo que si quieres pegarme una patada en algún lado, no me opondré porque me la merezco, pero por favor, que no sea en mi mayor orgullo.

El tono de culpabilidad que pretendían esconder sus palabras la conmovió. No lo culpaba, ni siquiera le enfadaba que hubiese querido utilizarla para eso porque, lamentablemente, estaba equivocado en cuanto a Shaoran. Era un pequeño escape a su furia lo que había buscado y si lo encontraba en ella, no le molestaba en absoluto porque Sakura sabía muy bien lo que era sentirse perdido en algo imposible.

Se apartó levemente de él, lo suficiente para apoyar una mano en su mejilla. Era tan suave que no pudo reprimir una sonrisa.

—Por esta vez no te voy a dar esa patada porque cuando me miran con ojos de cachorrito me es imposible practicar bien mi karate. Así que resérvala para la próxima, ¿quieres? –bromeó.

Él rió aliviado.

—Sabía que aprender esas caras iba a funcionarme para ganarme a mujeres extremadamente atractivas. ¿Vas a rascarme la pancita?

—Sigue soñando, Nick.

—Al menos lo intenté. –dijo, exhalando un dramático suspiro.

—¡Ah! Pero miren a quién tenemos por aquí –sonó una conocida voz a su lado. Ambos voltearon sobresaltados sólo para encontrarse con dos pares de ojos observándolos. Dos pares de ojos que oscilaban entre el hielo y el fuego del infierno. —Bombón, ¿no crees que hacen una bella pareja?

Sakura sintió a Nick tragar con irritación mientras veía con el ceño fruncido y con una inconfundible punzada de celos a Nicole y a Shaoran muy pegados siguiendo el ritmo de la música. Pero lo que la desconcertó fue la mirada en los ojos de Shaoran. Había una furia helada arremolinada en el interior de sus ojos ambarinos.

—No. –respondió Shaoran sin dudar. —No lo creo.

Nick lo miró con curiosidad para luego dirigirle a Nicole una sonrisa de superioridad.

Ese hombre era tan bipolar, pensó Sakura.

—¿Disfrutando de la velada, princesa?

Nicole se aferró al cuello de Shaoran como si la vida se le fuera en ello. Y aunque el gesto molestó a Sakura más de lo que podría decir, le agradó el brillo que vio pasar fugazmente por los ojos verdes de la pelirroja.

—Como no te lo imaginas, Scott.

—Es Prescott, La Fosse. Prescott. –repitió entre dientes.

Nicole agitó una mano, restándole importancia.

—Da igual. Scott, Prescott. Es la misma cosa. Pero volviendo a tu pregunta… –dirigió una coqueta mirada a Shaoran que sólo tenía ojos para la castaña. —Uno siempre se la pasa bien cuando está con la persona que ama, ¿no?

Shaoran le dirigió una fría mirada, notando con cruel satisfacción que Prescott tensaba su mandíbula.

—Tú no me amas, Nicole. –apuntó secamente. —Creo que ya eres lo suficientemente grandecita para jugar a 'te odio pero me gustas', y creo que Prescott también lo es. –ante la atónita mirada de los otros tres, dirigió sus manos a su propio cuello para soltar el tenso agarre de las delicadas manos de la joven. Luego se volvió hacia Sakura. —Y creo que tú me debes un baile.

Pasó todo tan rápido que Sakura apenas fue conciente de lo que sucedía. De un instante a otro fue despojada de los brazos de Nick para caer en los brazos de Shaoran que la abrazó con fuerza.

Dirigió una mirada hacia atrás para despedir a Nick a la distancia, dándose cuenta en ese mismo momento de que su nuevo amigo ya estaba lo suficientemente ocupado teniendo en brazos a su más grande tesoro. Se lo veía tan desconcertado y nervioso que Sakura no pudo reprimir una sonrisa. Era extraño observar que un hombre que se mostraba tan seguro de sí mismo, movía las manos con expectación sin saber bien en dónde ponerlas. La tocaba como si fuera de cristal.

Nicole no se veía en mejores condiciones y eso le dio esperanzas y una enorme alegría por él. Era obvio que la 'princesita de hielo', como Nick la llamaba, evitaba su mirada y tenía las mejillas más sonrojadas, a pesar del maquillaje. Nicole no le era para nada indiferente a Nicholas. Y ahora comprendía el por qué de la atracción que sentía la señorita La Fosse por su Shaoran. Ambos eran bastante parecidos.

—¿Quieres dejar de mirarlos y concentrarte en otra cosa? –la brusca pregunta de Shaoran la trajo de vuelta a la realidad y lo miró. Se veía irritado y… celoso. —No sé, quizás podrías pensar en… –fingió no encontrar las palabras para hablar, cosa que hizo que Sakura sonriera abiertamente. —¿Nosotros, tal vez? ¿O es que quieres seguir viendo cómo tu pareja de baile se come con los ojos a Nicole?

—¿Se la come con los ojos, dices? –preguntó con inocencia, enormemente divertida al ver que Shaoran se ponía rojo de furia.

No podía creer que estuviera celoso.

¡Celoso!

—Ese sujeto siempre ha estado loco por ella, Sakura. –señaló. —Es tan obvio para todo el mundo menos para Nicole, que por cierto, se le nota que está loquita por él, pero por alguna estupidez juega a que no es así.

Así que Shaoran sabía lo que sentían el uno por el otro, reflexionó Sakura en silencio. Y el calor de la furia comenzó a crecer en el interior de su estómago.

—¿Y tú, aún sabiendo lo que él sentía, te acostabas con ella? –su tono era tan frío que sorprendió a Shaoran. —¿Se la restregabas por las narices sabiendo que él moría por ella?

Él se sintió incómodo por las preguntas. Nunca lo había visto de esa manera, y no le gustaba la punzada de culpabilidad que lo estaba atacando. Mucho menos por algo que había pasado antes de conocer a Sakura.

—No voy a negarte que me acosté con ella. –dijo rígidamente, sintiendo que los ojos verdes de Sakura se apagaban y su postura se ponía rígida. —Pero lo que hicimos Nicole y yo en el pasado no tiene nada que ver con el ahora. Ella era libre de elegir a quien quería y yo no podía estar atento de a quién lastimaba o no con mis actos, Sakura. Quiero que entiendas eso.

Pero no. No podía entender su frialdad. Viendo en el interior de sus ojos color ámbar, supo lo que él no decía. Nunca le habían importado los sentimientos de los demás y sabía perfectamente lo que hacía cuando había estado con Nicole. La culpa que vio en esos ojos le dijo que había sentido satisfacción al ser él quien ganaba a la chica y no el otro. El que verdaderamente la amaba.

—Y obviamente, pasabas sobre los sentimientos de cualquiera con tal de conseguir lo que querías, ¿verdad? No importaba nada más que tú y tus deseos. Aún cuando destrozabas los corazones de las demás personas por un capricho pasajero.

Sabía que eso había sucedido hacía tiempo. Sin embargo no podía evadir la crueldad y frialdad de ese acto. No podía y le dolía saber que se había enamorado de alguien que nunca podría sentir amor por ella. Y quizás por nadie más fuera de su círculo.

Shaoran tensionó la mandíbula.

—No sé a lo que apuntas, Sakura, porque no puedo cambiar el pasado. Pero si te importa saberlo, sí, en esos momentos sentí una gran satisfacción al ver que alguien anhelaba algo que estaba en la palma de mi mano. Al fin, yo tenía algo que alguien apreciaba… y yo era el ganador de eso por mis propios méritos. O eso creía. –Sakura quiso alejarse, pero él la sostuvo más estrechamente. —¿No querías escucharlo? ¿Soy demasiado asqueroso para ti? ¿Repugnante? –rió sin humor. —Créeme, a mí también me causa repulsión pensar que fui un soberano imbécil, pero ese que fui ya no soy yo.

Claro que ya no lo era, pensó con un silencioso suspiro, porque ahora tenía una luz en su vida. Tenía a Sakura y, maldita sea, no quería perderla por los estúpidos errores que había cometido cuando era un idiota sin remedio.

Había cambiado. Había cambiado tanto en tan poco tiempo que ni él mismo podía creérselo. Antes, se hubiera reído de los sentimientos de Nicholas Prescott, pero en esos instantes los entendía tan claramente que se sentía un hijo de perra. Lo sentía tan profundamente que no lo podía expresar con palabras, pero su pasado estaba ahí y, a pesar de haber cambiado, no era algo que pudiera borrar como si de una novela se tratase.

Miró a Sakura con una súplica silenciosa en los ojos. Pero ella no podía verla porque prefería tener la vista clavada en el suelo antes que verlo a él, pensó con amargura.

Sakura elevó sus luminosos ojos verdes hacia los suyos.

—¿Y quién eres ahora, Shaoran? ¿A quién tengo en frente?

«Al hombre que te ama», quiso decirle pero las palabras no nacieron de sus labios.

¿Cómo podía decirle aquello después de haber visto en las profundidades de sus ojos esmeraldas la lástima, el resentimiento hacia él?

¿Cómo podía decírselo sin que el rechazo se le clavara como una astilla en su muy recientemente descubierto corazón?

—¡Eh, muchacho, al fin te encuentro! –la voz de sus espaldas interrumpió sus sentimientos. Y le permitió a Sakura huir de sus brazos sin que él pudiera retenerla. Al voltear, vio a su representante legal precedido del señor La Fosse. —Es hora del discurso del presidente de la compañía por estas fiestas. Ya sabes, todas esas sandeces de que cambiaremos el mundo, que ayudaremos a forjar uno mejor y blah, blah, blah, tú ya sabes, lo haces todos los años.

Shaoran no contestó. Su mirada estaba fija en el lugar por el que Sakura había desaparecido de su vista.

Era verdad, lo hacía todos los años. Todos los años decía esas sandeces de las que hablaba su representante. Pero ese año sería diferente… porque esta vez, no serían necedades huecas las que saldrían de sus labios. Esta vez comprendía su significado sólo gracias a ese ángel que la Navidad y el destino le habían traído.

Y en ese momento, supo lo que debería contestarle la próxima vez que pudiera acaparar su atención.

Y, también supo, la clase de hombre en la que se había convertido.

O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O

Había escapado de él tratando de buscar algo de aire. No sabía dónde la estaban llevando sus piernas pero sólo quería escapar del punzante dolor en su pecho.

Lo quisiera o no, Shaoran en el fondo seguía siendo el mismo hombre sin escrúpulos. Tenía sus cosas buenas, pero era incapaz de comprender los sentimientos de los demás. Y saber eso le dolía profundamente.

De pronto, como si el deber la hubiese proclamado, su mirada se centró en dos personas que se encontraban alejadas de los demás, detrás de una columna y las distinguió como los trágicos enamorados.

Sonrió ante su último pensamiento y se ocultó en la sombra para verlos. Sabía que estaba mal espiar a las personas, pero no podía evitarlo. No era ningún pecado mientras nadie la viera…

Desde la distancia en la que Sakura se encontraba, no podía escuchar lo que decían, aunque comprendió que era una discusión. Así que las cosas no estaban saliendo como a ella le hubiese gustado…

Abrió enormemente sus ojos al ver que, de la nada en un arrebato de furia, Nick acercaba a Nicole con una de sus manos en la cintura y la otra en la nuca para darle un beso de lo más salvaje. Al principio la pelirroja se resistió, pero no por mucho tiempo porque tan pronto como él la estrechó más fuertemente, ella le rodeó los hombros con sus brazos desnudos y enterró una de sus manos en la mata de cabello negro.

Sakura se mordió el labio inferior, sabiendo que desear lo que otros tenían y que ella no estaba mal. Y era degradante.

Tratando de alejar pensamientos no deseados de su cabeza, se concentró en la pareja que, evidentemente, luchaba contra un laberinto de emociones. En ese beso podían verse la frustración, la furia, la vergüenza, la inseguridad y, también, el amor.

Nick profundizó el beso aún más y estrechó Nicole tan fuerte que Sakura creyó que podría romperla, pero se veía que por sobre todas las cosas, él estaba siendo tierno y delicado con ella.

La pelirroja recibió gustosa la invitación y subió sus largas y torneadas piernas, envolviendo las caderas de él.

Dios querido, iba a tener una sesión porno en vivo y en directo si seguían con ese ritmo. Sin embargo, para su suerte o… desgracia, en ese momento, Nick se separó levemente de Nicole y apoyó su frente sobre la de la chica. Ambos respiraban agitadamente y no había que ser un genio para saber que estaban excitados. Extremadamente excitados.

Pero, a pesar de ello, se quedaron mirando un largo rato. Era un momento tan atrayente que Sakura no se dio cuenta que ella también había caído en el trance. Sus miradas comunicaban más de lo que dirían las palabras y con eso ellos tenían suficiente. Así tenía que ser.

Luego, Nick se inclinó quedando su boca próxima al oído de Nicole. Sakura vio que sus labios se movían en lo que sería un suave susurro que estremeció a la pelirroja de pies a cabeza.

Ella asintió y lo estrechó en un abrazo que sorprendió a Sakura. Ese era un acto de lo más tierno… y provenía de esa mujer. Quizás verdaderamente la había juzgado mal. Bueno, ya tendría tiempo de resarcirse por su error, sin embargo, en ese momento no pudo hacer más que sonreír al verlos salir furtivamente por una de las puertas de servicio.

Al menos, algunos sí tenían derecho a ser felices. Algunos sí podían cambiar. Y también renunciar al orgullo.

Suspirando, se apartó de las sombras y dirigió su mirada al salón principal. Allí estaba Shaoran dando su discurso. Mintiendo. Diciendo cosas que no sentía. Decorando sus palabras como actos heroicos que no significaban nada para él.

Y un héroe no es aquél que hace las cosas por alguna clase de mérito.

No valía la pena regresar para escucharlo y sentir como cada una de las palabras que no significaban nada para él se clavaran en su maltrecho corazón. No tenía fuerzas para eso.

Sin pensárselo una vez más, se dirigió hacia su habitación, no le importaba que fuera descortés no presentarse a la cena que se serviría. No le importaba en lo absoluto, se dijo. Y antes de arrepentirse, apresuró el paso pero no sin antes dirigir una última mirada hacia el lugar en el que habían desaparecido los amantes.

Una pequeña sonrisa se formó en la comisura de sus labios.

La Navidad siempre traía algo bueno.

Tendría que recordar eso.

O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O-o-O

Con un suspiro, Shaoran se reclinó sobre la barra y se sirvió dos dedos de Grey Goose. Lo tomó de un sorbo rápido sin saborearlo. Ni siquiera el mejor vodka lograba que su cerebro se apagara por unas cuantas horas.

No podía olvidar la decepción en el rostro de Sakura antes de que se separara de él para no volver a verla en lo que restaba de la velada. Y no podía dejar de preguntarse si había escuchado su discurso.

Maldición, había expuesto su corazón y ella no se aparecía ni para rechazarlo de una patada en el culo.

Gruñó roncamente mientras tragaba más vodka, pero como si supiera sus intenciones, ni el maldito lo dejaba noqueado. Sus malditas penas sabían nadar, aún cuando él intentara ahogarlas en alcohol.

Hastiado de compadecerse a sí mismo, apartó la silla con un brusco movimiento y se dirigió a su habitación. Si Sakura seguía enfadada por lo hijo de puta que él había sido en el pasado, allá ella. No había forma en que pudiera cambiarlo, y por Dios, sonaba tan ridículo e infantil que ella estuviera furiosa por eso. Y si Sakura lo había escuchado y… no pensaba hacer nada, en ese caso, aunque le doliera, la dejaría ir porque no habría nada que pudiera hacer.

Pasó junto a la habitación que le había asignado a ella y, por un segundo, sus pies dejaron de moverse. Su instinto le decía que entrara. Que entrara y le demostrara que no había nadie más que él. Nadie podría amarla más, ni satisfacer mejor sus deseos. Pero la decisión de Sakura no era algo que estuviera a su alcance. Quizás ella nunca había estado a su alcance después de todo.

Se apartó el cabello de la frente con un gesto exasperado y se obligó a sí mismo a llegar a su maldita habitación. Mañana se irían de allí y, al fin, Sakura podría librarse de un tipo tan asqueroso como él. Una luz tan brillante como la que ella poseía en su interior no podía verse manchada por alguien de su calaña, y aunque le doliera, esa era la más pura y concreta realidad. Él la haría marchitar y eso sería algo que jamás podría perdonarse. Sakura terminaría odiándolo y estaba seguro que eso sí no podría soportarlo.

Cerrando la puerta de su habitación de un portazo, se lanzó a la cama sin reparar en que todavía estaba vestido de gala. Una irónica sonrisa curvó sus labios. ¿Qué importaba que su traje se arruinara si tenía el dinero suficiente para comprar miles más? Estaba seguro que eso sería lo que pensaría el antiguo Shaoran. Sin embargo, el de ahora le decía que hiciera las cosas bien, así que se levantó perezosamente y tomó la ropa de cama que había arrojado en una de las lujosas cómodas del cuarto. Por lo general dormía desnudo, pero era un riesgo hacerlo con Sakura a muy pocas habitaciones de distancia.

Así que, sin miramientos, comenzó a vestirse lenta e indolentemente. En cuanto acabó, estaba a punto de pasar a su baño personal, cuando frenó en seco al ver un colorido paquete en el suelo. Seguramente lo había arrojado al sacar el pijama de la cómoda.

Se acercó con sigilo como si de un animal salvaje se tratara y lo alzó con ceremonia. Era un papel común repleto de alegres Papá Noel en miniatura.

Shaoran no pudo reprimir una sonrisa al darse cuenta de que aquello era obra de Sakura. Sólo alguien tan cálido como ella podría regalarle algo envuelto en tan alegres colores. Se preguntó en silencio si sería correcto abrirlo sin que ella estuviera presente. Era obvio que lo había dejado allí antes de enfadarse con él.

Frunció el ceño. ¿Qué más daba?

Rasgó parcialmente el papel y lo que vio lo dejó atónito. No era la magnitud del regalo lo que lo hubiese podido desconcertar sino… su calidez.

Era una delicada bufanda de lana hecha a mano color verde musgo. Se notaba que le había llevado algún tiempo hacerla y una punzada de emoción le recorrió todo el cuerpo.

Nunca nadie le había hecho un regalo tan significativo como aquél. Siempre le habían regalado cosas con un valor monetario incalculable. Automóviles deportivos, motocicletas, lanchas… pero jamás algo que tuviera un valor más allá del dinero.

Se llevó el cálido material al rostro y apreció su suavidad al hacer contacto con sus mejillas. Tenía su aroma, pensó. Dulce, muy dulce y fresco como el sándalo.

Sus ojos ambarinos se dirigieron hacia un trozo de papel que se encontraba en el suelo. Cuando lo levantó, llegó a leer la perfecta caligrafía.

Espero que te guste mi regalo. No es la gran cosa, pero creo que te servirá para que no vuelvas a enfermarte.

No vuelvas a preocuparme así, ¿eh?

Feliz Navidad para ti, Shaoran.

Siempre tuya.

Sakura.

Leyó y releyó la nota una y otra vez.

Siempre tuya. Ella le había escrito eso con letras bien claras. Siempre tuya, se repitió en un trémulo susurro.

Suspiró.

Oh, maldito fuera si creía que iba a dejarla escapar. ¿De dónde había salido eso? ¿Cómo pudo haber llegado a pensar un solo segundo en que podría ser tan noble como para dejarla ir cuando sentía que sin ella el mundo no tenía sentido?

Sin ser conciente de que sus piernas se movían lo único que supo fue que en un instante se hallaba en la puerta de la habitación de Sakura y al siguiente, a un costado de su cama viéndola dormir serenamente alumbrada con el suave resplandor de la luna plateada.

Pudo haber sido magia, pudo haber sido su respiración agitada o el ronco gruñido de excitación los que provocaron que los ojos verdes más luminosos que había visto nunca se abrieran adormilados y se clavaran lentamente en él, recobrando el sentido.

Shaoran no supo cuánto tiempo estuvieron estudiándose silenciosamente en la penumbra, pero no le importaba porque la visión que se encontraba ante él era la más hermosa que había visto en toda su vida.

Sakura fue la primera en romper el silencio.

—¿Qué… qué estás haciendo aquí?

La leve vacilación en la voz de la joven lo incomodó y como escudo a su nerviosismo, metió las manos en los boldillos de sus pantalones y comenzó a balancearse sobre sus pies.

—Desapareciste –fue lo único que salió de sus labios como si fuera un idiota.

—Necesitaba estar sola. Pensar. No quería estar rodeada de tanta opulencia… De… de tanta falsedad.

—No escuchaste el discurso que improvisé ante las cámaras de las televisoras. –no era una pregunta, sino una certera afirmación.

—No. –musitó Sakura, sentándose lentamente en la cama y cubriendo su pequeño camisón de seda con la sábana. —No estaba de humor para escuchar algo que estaba segura no sentías, Shaoran. Tú mismo me lo dijiste una vez, no te importan las donaciones de esta supuesta fiesta, sino la publicidad de las mismas.

Ese recordatorio logró elevar su furia. Ella nunca le daría una oportunidad.

—Sí, lo dije, pero como tú muy bien repetiste, lo dije una vez. Cuando apenas nos conocimos. –recalcó entre dientes. —Cambié, Sakura. Aunque no lo quieras aceptar, cambié y maldita sea que fue por tu culpa.

Al parecer, su acusación no sólo inflamó aún más su propia frustración, sino que encendió la de Sakura.

—¿Mi culpa? –levantándose de la cama sin importarle su atuendo, clavó un dedo en el fornido pecho de Shaoran. —¿Mi culpa? ¡Arrgh! Tú, maldito arrogante, no te atrevas a culparme de algo que no hice. ¿Cómo podría yo cambiarte? Ya estás hecho, Shaoran. ¿Cómo puede llenarse una taza que ya está llena? Nunca te importó nadie y nunca te importará. Es lo que fuiste y, también, lo que serás.

Sakura sabía que no era ella la que hablaba, sino su furia, y deseó haber callado en el mismo instante en el que esas palabras abandonaron sus labios.

Shaoran sintió el doloroso filo de sus palabras. Eso es lo que fuiste y también, lo que serás. Era una condena, y aunque se la merecía no podía aceptarla. No de ella.

—¿Eso es lo que realmente crees? –indagó él, dando un paso adelante, atrapándola entre su cuerpo y la cama. —¿Crees que sigo siendo un idiota superficial? –dejó escapar una amarga risotada. No podía evitar que le dolieran sus palabras. —¿Entonces qué demonios haces aquí con esta bestia insensible? ¿Por qué aún no te has ido corriendo a refugiarte y encerrarte en ti misma para que nadie pueda hacerte daño?

Las lágrimas comenzaron a picarle los ojos, pero Sakura trató de reprimirlas. No iba a humillarse así.

—Nunca quise decir eso. Y lo sabes.

Sí, él lo sabía, pero ella había liberado su lado más cínico y no podría parar.

—¿Lo sé? ¿Con eso quieres decir que ahora debo hacerme el que tiene oídos sordos y fingir que nada ha sucedido para que tú no te sientas culpable de echarme en cara lo despreciable que te resulto? –la tomó bruscamente de los delicados hombros descubiertos, acercándola a su cuerpo. —No te será tan fácil, Sakura.

Y acto seguido la besó con furia. Un salvajismo primitivo y doloroso que hablaba de locura y deseo.

Sakura trató de liberarse, pero su agarre se hizo aún más firme sin llegar a lastimarla. Y cuando la lengua de Shaoran penetró en su boca, ávida, desesperada, furiosa, Sakura no pudo evitar largar un gemido de disgusto y aceptación.

Lo deseaba, oh, Dios, como lo deseaba, pero no de esa manera. No, cuando lo único que él quería era devolverle el golpe.

Pero diablos, lo deseaba demasiado. Aún cuando su cabeza decía que no debía, que tenía que apartarlo, que esto estaba mal; su corazón dictaba todo lo contrario. Ya no podía reprimir sus deseos, sus ansias, su amor… no era posible contener todos esos sentimientos. Y aún cuando debía negarse, su cuerpo y su alma comenzaron a responder a los impulsos.

Le devolvió el beso con hambre, con un deseo desmedido que se debatía entre la angustia y el amor. No sabía lo que estaba haciendo, o que estaba intensificando y promoviendo lo, ahora, inevitable.

Solo sabía que estaba en los brazos del hombre que amaba, y que algo quemaba desde la punta de los dedos de los pies hasta el pecho, concentrándose en su mayor parte, en su abdomen. Era una sensación tan extraña que no conocía.

Y que, sospechaba, estaba a punto de conocer… y explotar.

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Nota de autora:

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Oooooooooooooooookey, creo que debo MIL disculpas y MILES de explicaciones.

Sé que me retrasé… ¿un año y medio? u.u realmente lo lamento… espero que alguien de por aquí me recuerde.

Como explicar todo lo que sucedió en mi vida va a ser muy complicado… sólo voy a decir que tuve unos cuantos inconvenientes (no graves, no se preocupen) pero que quitaron muchas veces mi tiempo, y vamos a ser sinceras, cuando no me quitaron el tiempo, me quitaron las ganas. A ver, les haré un pequeño resumen: conocí (por casualidades de la vida) a gente muy buena. A esto se le sumó que me puse de novia y los primeros meses fueron un estallo de todo (cosa que me quitaba mucho tiempo, y cuando no me quitaba tiempo, mi mente estaba pululando en los recuerdos :3), luego comenzamos a tener problemas, lo que era lógico, pero a veces se iban de las manos y nos lastimábamos mutuamente, cosa que me quitó aún más las ganas de hacer algunas cosas. A todo este Mc combo (?) vamos a agregarle el plus de unos cuantos problemillas familiares… en fin, digamos que tuve un año movidito, pero muy muy divertido, debo añadir ^^.

Este último tiempo, conocí a más personas que también son excelentes, y la verdad que la paso muy bien con ellos. Me devolvieron las ganas de hacer muchas de las cosas que antes hacía, y finalmente volví a ser yo, pero en versión mejorada (!). Es bueno saber que uno puede mejorar tanto su propia persona =). En fin… vamos a lo que nos interesa…

Este capítulo hasta ayer, estaba hasta la mitad desde la última vez que lo toqué, que fue hace un año. No pensaba bajo ninguna circunstancia abandonar las historias, pero tampoco sabía muy bien cuándo volvería a seguirlas x). Realmente tuve que leer muchos capítulos anteriores porque ni yo me acordaba de unas cuantas cosas… por suerte, mi memoria se ha refrescado :), lo que sí, lamento que ustedes tengan que lidiar con que quizás, deban releer u.u

Ayer, después de tanto tiempo, volví a entrar en la página de Fanfiction. Está muy diferente de la última vez que la había visto y me costó un poco redescubrir cómo manejarme allí xD. Lo siento, realmente lo siento mucho. Prometo seguirlas cada vez más seguido, en serio u.u.

Ahora sin más, de nuevo ¡MIL DISCULPAS! ¡PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN! D:

¡Y DISFRUTEN DEL CAPÍTULO!

Muchas gracias por todos los ánimos que me mandaron a través de sus comentarios, y si alguno me sigue leyendo, ya sabrá más o menos lo que le pasó a esta loquilla… nada malo, vuelvo a recalcar xD.

¡Besos y saludos a todos! =D