Capítulo 12: "El Fin de la Perla"

Caminaron en silencio a paso demasiado lento, como si quisieran evitar llegar a su destino. No lo habían planeado, pero Inuyasha la acompañaba hasta su templo como si la estuviera custodiando, un soldado o guardaespaldas que la protegía de todos.

Cuando se detuvieron frente al portal del Templo Higurashi, Kagome alzó al rostro a él por primera vez y se acercó a besarlo. Su beso de despedida fue sutil y rápido, Inuyasha casi no le respondió, pero en cuanto ella quiso soltarse del agarre de su mano, el hanyou la aferró más fuerte y con un ademán la acercó a él impidiéndole que se marchara.

- Quédate conmigo.- Suplicó, y Kagome al mirarlo a los ojos sintió que se le encogía el estómago.

Bajó la vista porque su mirada de cachorrito desvalido la podría hacer mandar todo al diablo.

- No... no puedo...- Musitó casi tartamudeando y olvidando por breves instantes su temerosa preocupación por la aparición de Naraku.

- No te dejaré ir- Dijo Inuyasha, aferrando más fuerte el agarre.

Kagome alzó la vista y suspiró derrotada. Esto se estaba volviendo... de siempre...

- Es que...- Tragó con fuerza y apartó la mirada de la suya, sabía que si lo seguía mirando todo se iba a ir a la basura.-... he pasado ya un par de noches fuera y...

- Tu mamá ni siquiera lo ha notado- Le interrumpió el hanyou con voz baja y ronca, bajando el rostro para rosarlo con el suyo- Vamos...

- Es que... se puede dar cuenta ahora...- Murmuró, cada vez dándose más por vencida. En realidad deseaba con toda su alma permanecer a su lado... lo malo y lo que la ponía nerviosa era el que su madre se diera cuenta que hacía un par de días no estaba durmiendo precisamente en su alcoba.

- No se dará cuenta... además...- Inuyasha rosó sus labios contra su oído, ella se estremeció hasta la médula-... ya eres adulta...

Kagome lo miró derrotada. No tenía porqué decir todo eso, la verdad, verdad... le importaba bien poco si su mamá se enteraba que no dormía precisamente en su alcoba.

Él supo que había triunfado y sonrió audazmente sin tapujos. Kagome deseó conservar en su memoria por siempre aquella sonrisa sincera y a la vez sensual tan escasa en otra época.

La noche fue tranquila pero fría, la muchacha por más que buscó en el abrazo y el regazo de Inuyasha el calor, no paraba de sentir escalofríos y de que sus dientes castañearan de vez en cuando. Él sin embargo se sentía bastante cómodo teniéndola en sus brazos, y aunque no hubo esta vez el ritual de la entrega como las noches anteriores, aun así fue bastante hermoso pasar la noche lado a lado.

Inuyasha se quedó dormido primero, luego de horas de mimos para ella. Kagome en cambio le costó quedarse dormida. Aunque estaba en los brazos del ser amado, del cual se sentía protegida y feliz, no podía sacarse de la cabeza lo sucedido esa tarde con Houyo. Había sentido otra vez la esencia malvada y temible del ser que por tanto tiempo había luchado, el que le había hecho desdichada la vida a Inuyasha, Kikyou y tantos más, el que en el Sengoku... finalmente había acabado con su propia vida.

Lo de la "prueba", la trampa cruel que había utilizado... la misma que había usado para enemistar y acabar con la vida de su predecesora y su amado hanyou... Kagome ladeó el rostro y contempló agitada el rostro sereno y dormido de Inuyasha... él... él esta vez había confiado... no había dudado... se había controlado... sonrió a pesar de que sintió un dejo de amargura en la garganta... pobre Kikyou... quizás ella después de todo no lo había amado lo suficiente... o quizás, no se habían conocido lo suficiente. Sí, eso debió pasar, se convenció de ese pensamiento porque le era doloroso y triste imaginar que ambos, Kikyou e Inuyasha, se habían engañado a sí mismos, cada uno buscando una vía de escape en el otro. Ella, dejar de ser sacerdotisa y poder disfrutar una vida como todas las jóvenes de su aldea... y él, por sentirse finalmente aceptado y dejar de ser "híbrido".

Kagome suspiró y cerró los ojos abrazándose al torso de Inuyasha que inmediatamente correspondió a su abrazo a pesar de estar dormido. Se quedó pensativa y quieta un largo momento, sentía frío aun pero estar en los brazos de su Inuyasha finalmente le proporcionaron el sueño y la tranquilidad que necesitaba.

Cuando despertó, los tenues rayos de sol del amanecer se colaban por las delgadas cortinas de la alcoba, algunos de estos rayos caían sobre la cama, a los pies de esta, los otros chocaban contra las paredes de la habitación, iluminándola, haciéndola más cálida y acogedora. Kagome sonrió al sentir al fin que tenía el cuerpo tibio y que se encontraba nada menos que en el cielo estando al lado de Inuyasha. Se ladeó y afirmó una mano en su cabeza para sostenerla, quedándose así y observándolo con completa adoración y satisfacción. Casi no podía creer que se encontraran de esa forma, es decir, hasta el punto en que su tormentosa y dolorosa relación del Sengoku, hubiera evolucionado a lo que ahora tenían. Quizás el Inuyasha de 500 años atrás era inmaduro, quizás era ese parte de su problema, pero ella estaba segura que más que eso, era el tormento que lo invadía día a día, pensando en lo que Kikyou le había hecho, lo que había perdido con ella y por ella...

500 años atrás... Kagome arrugó el ceño.

- "Quiero envejecer contigo... – Musitó luego apaciguando la voz y acariciando con el dorso de su mano su mejilla suave sonrosada-... quiero ser como tu ahora... humano... como tú..."

Cierto... ella envejecería, pasarían quizás 7 u 8 años para alcanzar su edad actual pero luego, cada año, ella envejecería más y más mientras Inuyasha se mantendría así... ¿cuantos? Siglos, por supuesto, bien no la eternidad quizás algo muy cerca de ella... entonces el corazón dio un brinco y la joven abrió más los ojos, como si recién ahora comprendiera la situación, como si sólo ahora fuera consciente de la diferencia que siempre existiría entre él y ella ¡Kami Sama!

- "¡Ni lo sueñes! ¡No viviré más siglos sin ti! ¡No lo haré! ¡No volveré a pasar por eso! Si tu ya no estas en este mundo yo acabé con mi vida ¡Incluso ahora odio ser lo que soy! Quiero envejecer contigo..."

Kagome se llevó una mano a la mejilla. En un par de decenios, ella tendría arrugas y se encorvaría, sería igual al abuelo, un estorbo quizás, mientras que él... seguiría siendo lozano y joven... arrugó la frente. Tampoco permitiría que él acabara con su vida una vez que ella muriera... eso sería estúpido... egoísta... Inuyasha debería seguir viviendo, claro que sí...

- Tonto...- Musitó, acercándose a él y depositando un beso en su dura mejilla.

En el segundo en que lo besó, sintió como si su corazón se hubiera congelado, y al pestañear, la fracción de segundo en que lo hizo, vio una imagen oscura e infernal que la hizo jadear y casi no poder respirar. Inuyasha abrió los ojos y la miró asustado, ella le correspondió en la mirada y ninguno de los dos fue capaz de hablar por breves segundos. Luego el hanyou se incorporó y acercó su mano a la pálida mejilla de la muchacha, que parecía estar en estado de shock.

- ¿Lo... lo sentiste?- Preguntó angustiado y al hacerlo tragó saliva dolorosamente, su Manzana de Adán se movió inquieta en su garganta.

Kagome parecía haber dejado de respirar. Más que "sentir" lo había visto, había sido... espantoso, horroroso... el cuerpo deforme de... Naraku... Miró a Inuyasha y luego se llevó una mano al corazón, este ahora bombeaba dolorosamente.

- Es... algo muy malo...- Musitó apenas, mirando desconcertada y pálida al hombre, omitiéndose lo demás.

Él movió afirmativamente la cabeza y luego se puso de pie con rapidez, la muchacha le siguió con la mirada cada uno de sus movimientos.

- Fue un... una esencia... maligna... – Pronunció Inuyasha, ahora visiblemente nervioso, comenzó a caminar de lado a lado de la habitación mientras se pasaba la mano por el cabello-... es "su esencia"... la recuerdo... maldito...- Gruñó finalmente, deteniéndose y apretando los puños de ambas manos.

- Sí, también he reconocido su energía maligna...- Dijo la muchacha, sentándose en la cama-... ¿cómo puede ser? Pensé que... lo habías acabado...

- Eso creí yo también pero no puedo negar que cuando lo maté no me sentí seguro de que Naraku se hubiera muerto realmente... ese maldito siempre tiene algo bajo la manga... aunque no puedo creer que hasta ahora se este manifestando...

Kagome se levantó de la cama y caminó hasta él, posando sus manos en sus antebrazos.

- Quizás no murió completamente... quizás...- Ella tragó con dolor al sentir la mirada ardiente sobre la suya-... quizás quedó tan débil que debió protegerse... ¿no tiene poderes igual que tu? Quizás logró pasar inadvertido todos estos... siglos...

Inuyasha alzó la barbilla, su mirada dorada brilló con rencor.

- Y volvió a aparecer ahora sólo porque la perla también apareció...

Kagome tembló de miedo y se alejó de él dándose la vuelta.

- Pero... él incrementó su poder... ahora...

El hanyou abrió los ojos despavorido y la obligó a voltear, la miró con inquietud. Iba a abrir la boca para preguntar como lo sabía, cómo era que ella había sentido también la esencia de Naraku más fuerte de lo normal ¿qué quería decir? acaso... sus poderes de sacerdotisa...

La televisión se encendió sola justo en el instante en que Kagome ladeaba el rostro para evitar su mirada interrogante, entonces, la voz seria del locutor y la música sensacionalista de fondo los perturbó, sin embargo cuando hablaron de "robo en el museo", ambos se separaron y miraron estupefactos la pantalla del plasma.

- "Volvemos a repetir, el Museo Nacional de Tokio sufrió un importante robo esta madrugada, la policía desconoce el numero de personas que ingresaron al lugar debido a que las cámaras de seguridad fueron totalmente dañadas... fue rápido y certero, no dejaron ni una clase de huellas, esto fue de profesionales, la Perla de Shikon fue usurpada..."

Kagome se llevó una mano al corazón. Lo sabía, ahora entendía lo que había pasado. La esencia negativa que habían sentido ambos era producto del incremento del poder de la perla usada por nada más y nada menos que Naraku.

- Maldición...- Gruñó el hanyou, y de pronto, el cabello negro comenzó a ondearse, como si una ola de aire o viento lo ayudara a mecerse, sólo que ahí no había corriente alguna, estaban en la habitación, con las ventanas completamente cerradas.

La muchacha se acercó rápidamente a él cuando vio que el cabello comenzaba a volverse plateado, cuando lo iba a tocar, el gruñido animal y gutural la hizo retroceder, los ojos de Inuyasha la miraron fijamente y cambiaron de color, del dorado suave y cristalino como la miel, al rojo sangre.

- No...- Musitó temerosa, mordiéndose el labio y sin importarle el peligro que corría, como tantas veces ya, lo abrazó con fuerza a pesar de que "en ese estado" Inuyasha perdía completamente la conciencia.

Sintió la fuerza sobrehumana fluir por el cuerpo del hanyou, su pecho cálido y protector se volvió ardiente y duro como una piedra, los músculos crecieron en sus antebrazos haciéndola sentir demasiado frágil en su regazo... si él quisiera, si él se atrevía siquiera ahora podría matarla sólo con un abrazo. Cerró los ojos e invocó una plegaria que de pronto se le vino a la mente. Lo abrazó más fuerte, a pesar de que sentía su energía casi maligna y poderosa apoderarse de su monumental cuerpo de bestia, rogó con palabras que ni siquiera conocía el significado, pero que fluyeron rápidas, seguras y fervientes en su boca. Entonces sintió el cuerpo de Inuyasha aflojarse poco a poco, entibiarse, el gruñido bestial y atemorizante se fue apagando, el vaivén de sus cabellos cesó y volvió al negro humano. Ella no abrió los ojos, aún se sentía demasiado asustada y conmocionada como para dejar de abrazarlo.

Inuyasha se desplomó en el piso, Kagome jadeó de horror, se incorporó de rodillas a él y entonces vio el sudor poblando su mente, en la agitación de su pecho, como si le costara respirar, en el tono grisáceo de su hermosa piel... ¿qué estaba pasando? Se debilitaba... eso era, Inuyasha lo había dicho antes, su magia se estaba debilitando... oh, seguro era culpa de la perla... o Naraku... ¡Naraku! Eso es... Naraku era el culpable... su esencia maligna... su aura perversa... Inuyasha era un medio demonio poderoso, pero podía sentir las vibras y energías negativas con toda claridad... quizás ahora le afectaban porque Naraku estaba recobrando su maligno poder... y ahora... con la Perla... oh ¡Kami Sama! todo era por él sin duda... el que hubiera recordado... el que la herida que le había hecho en su pecho se marcara nuevamente en su piel formando aquella horrorosa cicatriz, el que Inuyasha se transforma en contra de su voluntad... ¡por Kami! Si eso era posible... si eso era verdad... entonces Naraku... ¡Naraku era más poderoso que antes!

- Inuyasha...- Gimió, acariciándole el cabello, pero el hanyou se mantuvo jadeante e inconsciente. La muchacha tragó con fuerza pero le dolió mucho al hacerlo porque sintió un horrible dolor en la garganta... y en su pecho. Era desconcertante y chocante ver a ese monumental y fuerte hombre caído en el suelo ahora. Kagome veía el aura negra y tóxica a su alrededor. – Maldito Naraku...- Masculló con rabia mientras las lagrimas se anegaban en sus ojos, pero se dio valor y fuerza y tomó de inmediato una decisión. Esta vez sería ella quien salvaría a Inuyasha. Miró con dolor nuevamente a su amado hanyou y se inclinó para darle un beso en los labios que comenzaban a enfriarse.

Se levantó pasándose el dorso de la mano por las mejillas para quitar las lágrimas y luego se vistió con rapidez. En el umbral del dormitorio se detuvo dándole una última mirada a Inuyasha y después salió del departamento.

Estaba despejado aunque no completamente, el aire era frío y la hizo estremecer, los rayos del sol eran anaranjados, como los de un ocaso, pero apenas comenzaba el día, debían ser amarillos brillantes y fuertes, pero lo sabía, ella supo que esto era producto de la maldad albergada en el "corazón" de ese ser... al alzar la mirada al cielo y luego dirigirla al horizonte no se extrañó de ver las nubes, lejanas aun, pero negras, como si se acercara una tormenta. Pero lo sabía, así debía ser. Y entonces la antigua herida le dolió, haciéndola llevar una mano al corazón. Otra vez aquel horroroso dolor, tan grande y tan fuerte que era como rememorar el momento en que se había hecho aquella herida mortal. Cayó de rodillas, jadeando, era como si un hierro caliente le estuviera perforando el corazón... igual a aquella vez en la Universidad... igual a aquel instante en que Inuyasha la encontró y la salvó... ¡Kami Sama! ella lo había ayudado y él la había ayudado... ambos se necesitaban... pero él ahora no podía venir a salvarla... ¿es que acaso ahora sí iba a morir? Inuyasha... Inuyasha estaba también sufriendo allá adentro... ¿Quién sino iba a salvar al mundo ahora de la destrucción? Tenía que sobreponerse, como fuera... ¿no era una sacerdotisa? ¿no era tan fuerte o más que Kikyou? No importa que sus poderes hubieran sido sellados porque desde hacía días ya comenzaba a sentirse extraña... sus poderes estaban volviendo, quizás no sólo Naraku se estaba volviendo poderoso, quizás ella... se levantó del suelo bloqueando el dolor lacerante de su pecho y cerró los ojos entrando en estado de completo trance. Sabía que podía localizar la guarida de ese malvado... había muerto y parte de su esencia se había mezclado con su sangre, malvado, ahora eso mismo la ayudaría para encontrarlo, sólo debía sentir de donde venía toda aquella energía maligna y perversa...

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- Hay cosas... que nunca cambian...

El sirviente sonrió malévolamente mientras sus ojos casi rojos se concentraban en la hermosa joya que cada vez se volvía más y más oscura. Entonces alzó la mirada a su señor, aquel que lo había "despertado" y le había contado una antigua historia de 500 años atrás. Le dijo que estaba destinado a ayudarlo porque la gloria era de ambos, que el poder los había tocado en otra época, en el Sengoku y que ahora debían completar su misión, interrumpida antes por un miserable hanyou.

Él sabía que ese hombre, hecho un esperpento casi, lo sacaría de la miseria en que se encontraba. No se equivocó, aunque los cuidados que tuvo que darle en un principio fueron asquerosos (el millonario parecía enfermo de lepra o algo así), poco a poco se fue recuperando. Aguantó estoicamente todo por el buen dinero que ganaba en ese trabajo, muy buen dinero y una vida que en sus momentos de descanso, era bastante cómoda y placentera.

Cuando le pidió que robara la Perla de Shikon lo hizo, total, robar era aun arte que desempeñaba a las mil maravillas.

Y ahora estaba en las manos de su amo, que milagrosamente había "sanado" por completo, su cuerpo era robusto y lozano como el de cualquier joven hombre de no más de 30 años, las heridas asquerosas y sangrantes había desaparecido por completo de su cuerpo y su rostro sin dejar siquiera una cicatriz... y esa Perla... esa perla a él mismo parecía hipnotizarlo y hacer lo que le fuera ordenado, a matarse, si se lo pedía su amo, lo haría.

- Ella vendrá...- Murmuró con voz lacónica Naraku.

Hakudoushi alzó la mirada a él levemente sorprendido. Llevaba más de 10 años trabajando a su lado, el que su amo hablara nuevamente de "ella" no era una novedad... pero el que "ella vendría..." eso realmente lo sorprendió.

- Ven... ¿vendrá?

Naraku sonrió y se levantó del majestuoso sillón, caminó con magnificencia un trecho hasta acercarse a la ventana y desde allí observó el cada vez más negro paisaje.

- Casi la puedo sentir... – Cerró los ojos y evocó su olor-... síii... tibia... dulce... enfurecida por su tonto hanyou...

Hakudoushi había aprendido a creer, a creer en todo lo que él dijera. Porque había recordado... Naraku lo había despertado, es cierto, estaba muerto, hecho polvo en los campos olvidados de las afueras de Tokio, pero su señor lo había invocado, lo había sacado de la muerte y lo había vuelto casi poderoso... ahora, cuando había tomado la perla en el museo, había recordado todo.

La batalla contra un grupo de humanos liderados por un molesto hanyou...

El ansia de poder escapándose de sus manos, muriendo junto con él...

La nada...

Y ahora... ahora tenía una nueva oportunidad, en una nueva época...

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Cuando se detuvo frente a la mansión, no se impresionó.

- "Tonto... no creo que Naraku haya esperando 18 años para aniquilarme... seguro que si vive, es un multimillonario corrupto dueño de algún país pequeño petrolero o una isla del Caribe."

Bien... quizás su profecía no había sido 100 cierta... pero sí era millonario... y muy probablemente corrupto, su esencia nunca cambiaría.

¿Y qué iba a decir? ¿cómo iba a entrar? Miró de reojo el intercomunicador adosado al pilar de ladrillo que sostenía los pórticos de acero y se preguntó cómo lo llamaría: "Hola... emmm ¿esta Naraku?"... absurdo, quizás en esta época tenía otro nombre. "Buenos días ¿se encuentra el dueño de casa?"... frunció el ceño y sudó frío... quizás sería mejor saltar la barda y... no, lo mejor sería ir al templo, buscar entre sus cosas su arco y flecha y...

- No hace falta eso, señorita Higurashi...

La voz rasposa y burlona que salió del intercomunicador la hizo dar un brinco y retroceder un par de pasos, horrorizada, el timbre de aquella voz rememoró cada situación vivida en el Sengoku, tantas batallas, tanta sangre derramada, tanta maldad... los vellos de su piel se erizaron de puro espanto y a la vez repugnancia, Kagome alzó la barbilla y se obligó a tranquilizarse.

- Naraku...- Musitó.

- Así es... tanto tiempo ¿verdad? ¿quieres verme? Claro que quieres verme... hay un asunto inconcluso entre nosotros... pasa por favor... no hace falta que saltes la barda...

Los pórticos de abrieron y al hacerlo rechinaron lastimosamente. Se quedó estática. Sus ojos castaños recorrieron el camino de asfalto que serpenteaba un jardín pobre en flora y que terminaba a los pies de la majestuosa mansión.

Caminó aceptando la "invitación". Tenía que acabar con todo esto, la perla... la maldad... Naraku... todo y definitivamente, no podía fallar esta vez, porque ahora Inuyasha no estaba a su lado. Y debía salvarlo.

Él la esperaba y Kagome no se sorprendió al verlo. Seguía siendo el mismo que recordaba, alto, distinguido, poderoso, ojos oscuros y sagaces, rasgos endurecidos, sonrisa burlona, cabello semi largo y ondulante, lo único fuera de lugar era el vestuario, ya no llevaba aquel traje azul del Sengoku, ahora estaba segura que el traje era de marca de diseñador.

- Naraku... - Masculló y evitó hacer una mueca de dolor cuando sintió el corazón casi desgarrarse en su interior.

El hombre sonrió con burla e hizo una reverencia con la mano.

- A sus pies, señorita Higurashi...

Los ojos de Kagome se desviaron hacia un lado, en donde descansaba la Perla de Shikon. Su presencia ahora maligna la abrumaba más que el mismo aura maligna de Naraku, pero no era culpa de la Perla, sino de quien se había hecho poseedor de ella.

- ¿La extrañaste?

La joven volvió los ojos a él y arrugó la frente.

- La robaste...

- Siempre fue mía...- Sonrió, tomándola con sus impuras manos.

- Nunca lo fue, Naraku.

Él se rió fuertemente y entonces caminó hasta ella. Kagome se tensó en segundos, casi sentía que la sangre se le congelaba. No llevaba armas, nadie sabía que estaba en ese lugar... oh, Kami Sama... no, no importa... como fuera, debía acabar con ese hombre y hacer desaparecer la perla... alzó más la barbilla cuando lo tuvo frente a él.

- Realmente no me sorprende tu visita... pero sí que hayas venido sola... ¿dónde esta el hanyou? Sé que esta vivo aun... puedo sentir su energía... – Miró fijamente a la muchacha-... me odia... me aborrece jajaja todo porque te maté en la ocasión anterior... y ahora...

La joven sacerdotisa arrugó más la frente.

- No te será tan fácil como la otra vez.-Pronunció con voz firme. Pero entonces se vio firmemente sujetada de las muñecas desde atrás. Aquello le sorprendió enormemente, volteó el rostro y con repugnancia reconoció al antiguo secuaz. ¡Demonios! ¿cómo no había sentido su presencia? Malvado Naraku... la había estado distrayendo... Y entonces ¿qué se proponía? Ahh, matarla, cierto...

- Ha sido más fácil ¿ves? A pesar de ser una sacerdotisa, sigues siendo una humana débil y confiada...- Dijo Naraku con desdén, acercándose a ella y tomándola de la barbilla, Kagome lo miró con furia-... lamentablemente sigues teniendo puntos débiles... por ejemplo... ser demasiado... impetuosa... – Se rió con burla-... quizás es pensando en tu "amigo" que se esta muriendo ¿verdad?

- ¡Cállate! ¡Él no morirá! ¡Menos por una escoria como tu!

El hombre la miró a los ojos con su amplia sonrisa, Kagome sentía como el corazón le latía, estaba como loco y dolía enormemente, intentó concentrarse y aumentar su energía espiritual, sabía que la tenía, si se concentraba, la haría fluir, despertar de donde estuviera que este dormida... cerró los ojos y se olvidó de su alrededor.

- ¿Qué pasa? ¿te dio sueño? No sacas nada con hacer eso... no eres lo suficientemente fuerte como para...- Naraku quitó la mano de su rostro y vio como quedaba en su piel dura una marca roja y profusa como una quemadura. La muchacha abrió los ojos nuevamente y en ese momento su captor, Hakudoushi, gimió y la soltó bruscamente. También tenía las manos heridas.- Vaya, vaya... quizás... sí has incrementado tu poder después de todo...

- Soy adulta ahora, no una niña- Le respondió desafiante- Entrégame la Perla de Shikon.

Naraku seguía observando su mano, no podía creer lo que le había pasado, pensaba que debido a la perla ahora podía hacerse poderoso, realmente poderoso pero... entonces alzó el rostro y la miró fijo, esbozando una lenta sonrisa después. Quizás faltaba algo más para alcanzar la gloria...

- Tu sangre...

La muchacha tragó fuertemente.

Naraku aferró más fuerte la perla a su mano como si extrajera todo su poder, la perla se volvió negrísima, la habitación se llenó de shouki, maldito shouki, aquel que parecía quemarle incluso los pulmones al respirar, la joven lo miró consternada...

- ¿Ahora si te diste cuenta que venir aquí ha sido tu perdición?

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Inuyasha... Inuyasha... Inuyasha...

Sentía que se perdía en un mar oscuro y frío donde no podía ver nada, donde no existía nada más que oscuridad... pero aun así, a pesar de estar en el lugar más horrible del mundo, de sentir el cuerpo cansado y casi muerto, podía escuchar su dulce voz llamándolo. En un principio tenue, suave, tierna... pero cada vez parecía más al borde la desesperación...

¡¡Inuyashaaa!!

Como si hubiera regresado de la muerte, al fin pudo abrir los ojos y vio el techo de su habitación. Pestañeó ante la tenue claridad, escuchó un trueno que casi lo ensordeció y luego, algo constante y fuerte como... ¿lluvia? No era época de lluvia aún.

Se levantó con la cabeza casi dándole vueltas, jamás se había sentido tan débil y enfermo como ahora, no al menos en su estado de hanyou, quizás en Luna Nueva, cuando su cuerpo se volvía frágil como el de un vulgar humano... pero faltaba mucho para Luna Nueva...

Cuando al fin logró sentarse alzó el rostro pálido ante la televisión... estaba encendida... intentó recordar lo último que había pasado ¿cómo era posible que él se hubiera desmayado? Aspiró el aire dulce y suave y entonces se estremeció al recordar a Kagome.

- Kagome...

- La Perla de Shikon sigue aun desaparecida, se cree que...

Miró atónito a la reportera que mostraba el lugar vacío en donde por un par de días había descansado esa joya de incalculable valor. Y entonces lo recordó todo. Y palideció mortalmente al darse cuenta lo que eso significaba. Naraku... Kagome... ¿había ido en busca de Naraku?

- Kami Sama...- Gimió, poniéndose de pie y alertándose del que ahora le parecía el inconfundible aroma de ese ser...- Kami Sama... ella... me estaba llamando...

Recuperó las fuerzas en un segundo, corrió hacia el ropero, uno grande y antiguo que había adquirido en el siglo XVIII y lo abrió, extrayendo de entre sus sombras la vaina negra y magnifica que guardaba su espada sagrada, lista para terminar el trabajo que antes no había completado.

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Ladeó el rostro y miró fijamente la perla que yacía sobre un acolchado negro, sobre una pequeña mesita en un rincón. Si tan sólo pudiera tocarla... si pudiera purificarla... pero había sido muy tonta al haber venido de esa forma ante Naraku, sabiendo como era, sabiendo lo peligroso que resultaba ser incluso estar cerca de él... ese ser tenía razón, había sido demasiado "impetuosa"... pero... sólo por salvar la vida de Inuyasha hubiera... hubiera dado su vida a cambio de la suya... no, había sido muy tonta en realidad, la desesperación la había llevado a caer en las garras de Naraku sin siquiera tener oportunidad de estar cerca de la perla... si ahora dispusiera un arco y flechas... tonta, Kagome tonta... ¿cómo pretendía salvar la vida de Inuyasha si la mataban?

Entornó los ojos, el shouki la debilitaba pero aun así mantuvo la conciencia. Se estremeció de ver a Naraku acercarse, casi con la vista nublada vio el filo de una cuchilla... su sangre... él quería su sangre y ella sabía porqué... era para la perla, así como lo había hecho con la sangre de Kikyou. Derramar su sangre, contaminar la perla... nada más poderoso que la sangre de una sacerdotisa acabada... el ritual se completaría esta vez, como debía haber sido 500 años atrás... su sangre... la perla... la maldad de Naraku, todo estaba ahí ahora... en esta ocasión... ¿cumpliría Naraku su deseo? No podía permitirlo. Se movió pero sentía las manos fuertemente atadas y también los pies, volvió a moverse pero las manos de Hakudoushi le afirmaron los hombros para dejarla inmovilizada. Veía acercarse el cuchillo directo a su corazón... la cicatriz comenzó a arder otra vez, quizás el momento se repetiría... quizás... quizás...

- Este es tu fin, Kagome... ahora ya nada podrá detenerme...

Sintió el filo frío enterrarse en su carne, ella encorvó la espalda, el acero penetró con fuerza esta vez su piel, como lo había sido antaño un tentáculo, gritó de dolor al sentir que perforaba su corazón, la sangre comenzó a derramarse por borbotones, más que eso, como un riachuelo rojo y vivo, Kagome sollozó y solo evocó a su querido hanyou... quizás era su destino morir después de todo ¿no? Tal vez... siempre debió ser así... no... si fuera así Naraku se saldría con la suya...

- ¡¡Nooooo!!

A pesar de sentir la vista nublada, de que todos los ruidos parecían alejarse, aún así entreabrió los ojos y lo vio. El hanyou sacaba la espada del estómago de Hakudoushi y ahora la acercaba ante Naraku, quien lo esquivó rápidamente.

- Inu... yasha...- Y sonrió, a pesar de que no tenía ya más fuerza para hacerlo.

Estaba enceguecido por la rabia, la frustración, el odio, todo, pero aun así no lograba darle al maldito. Kagome apenas vio la perla, esta vez a su lado, ensangrentada, tenía una oportunidad, quizás la única, estiró sus dedos casi con el último hálito de fuerza y la alcanzó. El shouki se desvaneció por completo, la perla comenzó a volverse de un rosa pálido, Naraku, quien sonreía burlón, sintió el cansancio de sus huesos, la piel comenzó a arrugarse, lacerarse, su espalda se encorvó como la de un decrépito anciano, en segundos volvió a ser la masa sanguinolenta y repugnante en que se había convertido después de la "primera" muerte... Inuyasha lo miró absorto, Naraku ladeó el rostro hacia Kagome. La joven tenía entre su puño la perla... miró a Inuyasha con una sonrisa... quizás esta vez... el deseo dependía de ella... que pidiera vivir... que pidiera vivir...

- Hanyou repugnante... no te saldrás con la tuya... y tu Kagome...

Kagome cerró los ojos y murmuró algo. Inuyasha la miró horrorizado, la pesadilla se repetía otra vez, asestó con todas sus fuerzas un golpe ahora mortal en Naraku que al instante se convirtió en polvo, quedando en el suelo de la habitación.

El hanyou corrió hacia el lado de la sacerdotisa llorando de horror. Si ella había muerto, nada más tenía qué hacer él en este mundo, aferró más la empuñadura de su espada sabiendo que en segundos iba a tomar una decisión con respecto a su vida. Se detuvo frente al cuerpo inmóvil de la sacerdotisa y las lágrimas cayeron abundantemente de sus ojos y el dolor en el alma se hizo más que insoportable, mil veces más insoportable que la primera vez... pero... la perla... quiso tomarla y un haz de luz blanco purísimo salió del puño de la joven haciéndolo retroceder, más luces comenzaron a destellar, casi encegueciéndolo ¿qué estaba pasando? ¿ella ya había pedido un deseo? No... imposible...

Sintió algo raro en su cuerpo, como un hielo fresco y vivo que se mezclaba con su torrente sanguíneo, entrecerró los ojos, las luces parecían cegarlo, el cabello negro se movió intensamente como si un viento fuerte lo estuviera ayudando a mecerse, ahora los sonidos parecían apaciguarse, el latido de su corazón comenzaba a tranquilizarse, la sensación ardiente de su piel estaba ahora entibiándose... ¿qué extraña situación estaba pasando? Cómo deseaba escapar de los haces de luces y ver a Kagome otra vez... matarse ahora de una vez por todas y así acabar con esta tortura.

Cuando la luz comenzó a desvanecerse, vio a Kagome sentada en la mesa que habían utilizado para cometer el ritual, la muchacha miraba la perla que levitaba sobre su mano derecha y que en segundos, comenzó a desvanecerse hasta no quedar nada. La joven sacerdotisa alzó el rostro a Inuyasha y le sonrió. El muchacho se quedó pasmado... casi no podía creer... quizás había muerto y ella... ella era un ángel... ¿verdad? No, si hubiera muerto seguro estaría en el infierno y Kagome no estaría con él...

- Kag... Kagome...- Musitó y arrugó la frente al notar el extraño tono suave de su propia voz.

- Ya todo acabó- Dijo ella, sonriendo y poniéndose de pie. Caminó hasta él y le acarició su mejilla.

Cuando sintió la suavidad de su piel en su mejilla, Inuyasha percibió que cada poro le respondía en una reacción maravillosa y en cadena por todo el cuerpo. Cerró los ojos disfrutando el momento supremo y sintiendo aquel exquisito placer que le había provocado sólo el tacto de su Kagome. Quizás y por milagro sí estaba en el cielo después de todo...

- Kagome... Kagome...- Tomó su mano y aspiró su aroma, era suave esta vez, no lo sentía intenso como antes, gimió con dolor-... Kagome... eres mi ángel ¿verdad? Viniste a despedirte de mí...

La escuchó reír y tomar su rostro con ambas manos, el hombre abrió los ojos y se perdió en el cálido castaño de su mirada.

- ¿Crees que estoy muerta... otra vez?

Él pestañeó varias veces, ahora desconcertado.

- N... ¿nno?- Y levantó una ceja.

Kagome se rió y lo abrazó al cuello, le dio un beso que percibió como el más dulce, tierno, apasionado, enloquecedor de todos los que le había dado... ahh, seguro estaba bien muerto, las sensaciones que estaba experimentando eran simplemente supremas...

- Tonto...- Musitó ella entre sus labios-... no estoy muerta.

- Pe... pero yo vi... tú... – Bajó el rostro y vio la blusa manchada en sangre, se apartó y le abrió la prenda, no tenía nada, su piel era lisa y suave como la de un bebé. La miró nuevamente desconcertado.-... Yo vi...

- La perla me salvó... después de todo... mi sangre estaba con ella también...

- ¿Le pediste que te salvara?

La muchacha frunció la frente y lo miró ofendida.

- ¡Jamás pediría un deseo para mí!

- Oh pero... desapareció... ¿qué deseo fue el que pediste?

Ella lo miró atentamente sin decir nada un par de segundos, luego ladeó el rostro y miró a su alrededor, como si buscara algo. Caminó entonces hasta la espada que estaba en el suelo, la limpió con la falda y la acercó a Inuyasha. El filo dio con un haz de luz del sol que comenzaba salir de entre las nubes, Inuyasha vio su reflejo por primera vez.

Tenía los ojos castaños, como cuando se convertía en humano las noches de Luna Nueva ¿qué significaba eso? Observó su rostro, no era duro como antes, no tenía ese "aire animal" como antes, ya ni siquiera escuchaba el latido del corazón de Kagome... la miró desconcertado...

- Eres humano ahora, Inuyasha...

- No... ¿no pediste un deseo para ti?- Musitó, abriendo más sus ojos que aun conservaban hermosos matices dorados.- ¿No pediste vivir?

- ¿Para qué? La perla y yo, somos una, siempre ha sido así...

La miró y comprendió. La perla ahora, descansaba desintegrada, hecha esencia, en el interior de Kagome.

- Yo pensé...

- ¿No querías ser igual que yo? Espero que me digas que sí porque creo que esto no es reversible...

Inuyasha la miró desconcertado pero cuando vio la hermosa sonrisa de ella le correspondió y la tomó entre sus brazos elevándola del piso. La besó con ímpetu, agradecido, feliz y enamorado, y sintiendo otra vez aquella sensación de vivo placer que era sentir el beso de humano a humano, la carne junto a su carne, su cuerpo entre el suyo, la reacción de su corazón ante su contacto...

- Espero que esto haya sido definitivo... – La miró otra vez acongojado-...no quisiera... la perla ya ha... obrado de forma incompleta...

- Todo se repitió porque Naraku no había muerto definitivamente... – Respondió Kagome con seguridad que le proporcionaba su nuevo estado de sacerdotisa-... la razón de aparecer otra vez fue el que termináramos nuestro trabajo... él fue derrotado... la perla ya puede descansar. Además... estamos tú y yo para proteger este mundo ¿verdad?

Inuyasha sonrió y volvió a besarla con vehemencia. Casi no podía creer lo que había pasado, ahora se sentía feliz de todo, la pesadilla se había finalmente acabado.

- Volvamos a casa...- Musitó Kagome, jadeante y ansiosa.

- Tu mamá debe estar preocupada... cierto- Pronunció él con melancolía, aunque la sostuvo de la cintura muy fuerte sin ánimos de alejarse.

- No digo a mi casa, sino a la tuya, tonto...

Alejó un poco el rostro para mirarla con atención.

- ¿Qué no te asustas por la reprimenda que te dará tu mamá?

- Yo creo que ya es hora de dejar el templo y estar con el hombre que amo... ¿qué dices?

Inuyasha sonrió y luego volvió a besarla.

- Ya no podría vivir más solo... aunque lo haya hecho siglos sin ti... ya no...- Musitó en un susurro y escondiendo el rostro en su tibio y perfumado cuello.

Ahora sí vivirían juntos de igual a igual... los siglos de espera bien habían valido la pena... el destino de ellos era estar juntos, desde el día en que se conocieron, desde el día en que por primera vez se miraron a los ojos, así lo había decidido el destino de ellos dos.

FIN.


N/A: Esta historia debía ser de no más de 8 capítulos (eso calculaba yo) pero de alguna forma se fueron agregando detallitos, cositas más que me parecieron buenas de agregar. Fue una historia simple, ese fue el propósito desde el principio, contar el romance de Inuyasha y Kagome, el que estuvieran por siempre destinados, sea la época o las circunstancias que fueran, nada más, los complots, traiciones, amores de personajes secundarios, etc son para las "superproducciones". Jeje, bueno, quería aclarar esto, sólo es una alternativa al fin de todo desde mi muy humilde punto de vista de fan. Por supuesto yo soy más simple con las ideas, las ideas complejas son de su creadora, la gran sensei Rumiko Takahashi, ella enreda y desenreda su madeja jeje... la adoro por su creatividad y talento jeje.

Muchas gracias por leer hasta aquí, sí, me demoré en publicar pero ya saben que mi tiempo es escaso. No publicaré fic aun porque... ufff en estas fechas todo se vuelve peor de estresante... espero comprendan, ojalá mientras sigan leyendo el manga, que esta cada vez más interesante.

Agradezco muchísimo sus comentarios, me alegran mi día, también agradezco a aquellos que se toman la molestia de leer, gracias por eso. Vuelvo a repetir que "quienes escribimos fanfics lo hacemos por amor al arte así que encuentro cruel y malintencionado las críticas negativas, nadie paga por esto, al contrario, la entretención es para ustedes y los amantes de la lectura".

Y recordarles que si les gusta la historia sólo den el link, no copien el fic, es plagio, por favor.

Jeje, demoré un mes exacto en escribir este fic... ni me lo creo como lo hice...

Cuídense muchísimo, besitos y abrazos a todos, los quiero.

Lady Sakura Lee

31 de Mayo de 2008