¡Hola! Bueno, aquí llego con una historia, la cual, en realidad pensé para Naruto y no para Pot, pero la pasé a Pot n.n. Tal y como dice el título, Sakuno tendrá que convivir en su apartamento, con un fantasma masculino. Ya sé que el prólogo deja algo que desear u-u, pero ya me conocen escribiendo n.n.

NOTAS:

-Parejas: Hetero.

-OOC, UA.

-Romance, fantasia, humor y algo de drama.

-Si tiene buena acogida, será actualizado tras: Tu, yo y el apellido Echizen.

-Yo siempre continuo mis historias, pero agradezco mucho los rw para saber si les interesa.

Resumen:

Sakuno Ryuzaki entrará en una vivienda abandonada como su hogar. ¿Podrá convivir con un fantasma que siempre echó a sus dueños? ¿Qué ocurre, cuando el fantasma se enamora de ti? ¿Qué sucede si comienzas a verle y te enamoras?

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Fic dedicado a Jacky :3

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Autora:Chia-Uchiha o pervert-chan

Prólogo.

Aceptación a primera vista.

Observó la puerta con gran interés, mientras que el hombre la miraba preocupado a la vez que giraba la llave de la puerta con lentitud. Recién había conseguido mudarse a Tokio. No se iba a detener por algo como aquello, aunque tenía que reconocer que le daba miedo. Pero el buen precio, las vistas y las posibilidades de tener mascota, eran demasiado atrayentes como para dejar escapar aquella ganga. Por muy maldita que estuviera.

Cuando la puerta de roble macizo, con toques antiguos, pero resistente, se abrió sonrió ampliamente. No era lujoso, pero sí agradable. Gracias a la gran luz que entraba, los antiguos dueños se habían permitido pintar las paredes con el color agradable rojizo y los muebles al estilo antiguo, ayudaban con gran gusto. Quedó enamorada de la gran cama de matrimonio y los inmensos armarios. Dos dormitorios, un baño, una cocina grande con lavadero y armario privado incluido. Un salón verdaderamente acogedor, terraza y balcón. Aquello no necesitaba ni ser pensado.

-Me lo quedo- Aseguró dejando las maletas en el suelo-. Totalmente mío.

-Señorita… por favor… este lugar… no se lo recomendaría a una joven…

Sus rojizas orbes se clavaron en el anciano casero, que la miraba sudoroso, para mirar a su alrededor. El terror se dibujaba en las orbes castaños y los grises cabellos. No lo comprendía y suspiró cansada.

-Mire, señor- interrumpió- ¿existen bandas peligrosas por aquí?- él negó- entonces, no encuentro ninguna razón para no quedármelo. Realmente es precioso.

-La leyenda… de este piso…- añadió preocupado el anciano- verá… murió hace tiempo un joven con su misma edad… y todos los matrimonios, jóvenes y demás personas que han entrado… no lograron vivir más de diez días… ese fantasma está en esta casa… se nota en cada momento… cada paso que demos... la respiración... la pesadez de el aire...

Miró a su alrededor y cerró los ojos, para abrirlos y apartar un mechón de su cabello antes de acercarse a los grandes ventanales y abrir las cortinas.

-Lo que siente, señor, es que hace mucho tiempo que está cerrado. Mi madre decía que lo mejor era ventilar las habitaciones durante la mañana. Señor Ishida- añadió- esta misma tarde haré la transferencia. Me quedo con el piso. Para siempre.

-Como… como quieras…- aceptó con cansancio el hombre- Pero, veremos… cuanto tardas en volver… nadie puede vivir en este lugar...

Sonrió antes de cerrar la puerta tras el señor y se frotó los doloridos hombros. Un espejo recalcó su figura esbelta y sus cabellos castaños que caían en cascada sobre sus hombros. Los recogió en dos largas trenzas y suspiró antes de mirar a las bolsas y remangarse las mangas.

-Primero colocaré esto y… después llamaré para que me manden las cosas de casa… seguro que será divertido vivir aquí.

Suspiró, para volver y mirar el espejo. Había escuchado con anterioridad aquellas historias. Un joven murió de una grave enfermedad en aquel lugar. A los veinticinco años de edad fue su muerte. Sus padres se mudaron nada más morir y pusieron en venta el piso. Todas las personas que habían alquilado o comprado la vivienda, terminaron por marcharse. Según habían señalado, las cosas dejaban de estar en sus lugares de improvisto. Se sentían observados demasiadas veces. Voces y pasos se escuchaban repetitivamente y por las noches, cuando tenían pensado hacer el amor, las ventanas se abrían de golpe. Pero también había algo que nadie se había dado cuenta. Todos o eran parejas, o hombres solitarios. Ni una sola era una mujer solitaria como ella.

No era que fuera una mujer temperamental. Las cosas sobre fantasmas y demás, le creaban un terror increíble, pero, tras estar tanto tiempo sola, ahora, hasta la simple compañía de un muerto, le parecía agradable. Ella intentaría no molestarle y esperaba, que él a ella tampoco. Si es que era masculino. Igual era una amante frustrada y eso de los padres, se lo invitarón. Pero hasta su abuela conocía aquella leyenda. Era imposible que no fuera real.

Tras alojar algunas de sus cosas, miró el televisor y lo encendió. Ni un solo canal. La radio tampoco funcionaba. Se dejó caer sobre el sofá y suspiró.

- Supongo que tendré que ponerlo en la lista de qué aceres. También tengo que revisar el agua… las bombillas de todos lados… el colchón de la cama tengo que cambiarlo…- volvió a suspirar fatigada- creo que… después de seis horas de viaje… es algo… cansado… da pereza...

Lentamente, sus ojos comenzaron a ceder al sueño. Agradada por la leve brisa que acariciaba su rostro, dejó que su cuerpo cediera, cayendo hacia un costado, antes de dormirse completamente. Algo blando chocó contra su mejilla, para después, caer sobre el cuero marrón de el sofá. Un cómodo sofá.

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Suspiró molesto y hastiado. Una vez más, volvían a traer visitantes a su piso. Cerró los ojos en espera que se marcharan, pero le sorprendió escuchar una voz femenina con nervios, pero dispuesta a quedarse en el lugar. Cuando el viejo casero de siempre se había alejado, dejándola sola, vio las dos orbes castañas posarse en él. Parpadeo, incrédulo. ¿Le había visto? No. Ella miraba su figura a través de el cristal, no a él.

Por supuesto. Para eso estaba muerto. No podía ser llegar y besar el santo.

Se acomodó en el sofá, observando cada uno de sus movimientos sobre las maletas, asegurándose de conocer cada rincón de el piso. Sonrió. Así que ella tenía la firme intención de quedarse ahí. La observó colocar uno de los cuadros, con la mirada triste y una sonrisa entristecida. Se alzó, para averiguar de quien se trataba. ¿Un novio que la dejó tiempo atrás? No. Una mujer adulta y de aspecto cansado, aunque de belleza notable. Si las observaba ligeramente, podía comprobar que se parecían.

Su madre. Suspiró. Una madre. ¿Cuántos años hacía que él no recordaba a la suya? Seguramente, ya estaría muerta, igual que su padre. O igual no. No era consciente de cuanto tiempo llevaba exactamente muerto.

Regresó hasta el sofá, sentándose de nuevo y casi rio a carcajadas al verla esperanzada ante la televisión. Claro que no cogería ningún canal. Él mismo se encargó de romper la antena en la última persona que vivió en el piso. La radio mucho menos funcionaría.

Derrotada y cansada, la sintió caer a su lado en el sofá. Observó las facciones levemente. Piel cubierta por una leve capa de moreno, dando un toque pajoso y suave que realmente daban ganas de tocar. Unos labios justos y rosados. Nariz recta y ojos grandes rojizos, al igual que sus largas hebras castañas. Manos finas y bien cuidadas, junto a un olor verdaderamente agradable. Un olor femenino que no olía desde que había muerto. Suave y dulce, no como los muchos perfumes caros que las anteriores inquilinas portaban junto a sus maridos insolentes.

-Ah…-murmuró.

La muchacha cayó sobre él, totalmente dormida. Se alzó, apartándose de ella al sentirla chocar contra sus muslos y después, atravesarla. Suspiró y colocó sus manos dentro de los bolsillos. La observó una vez más. El rostro cansado agradecía que le dejara dormir y los labios entreabiertos dejaban escapar ligeros suspiros de sueño. Uno de los mechones se movia al compás de la corriente de aire y ella misma se abrazó para intentar darse calor entre sueños.

-Niña descuidada- susurró acercándose hasta la ventana.

Como muchas otras veces había hecho, cerró los cristales y corrió las cortinas. Era un muerto. Un fantasma, sí, pero con el paso de los años, había aprendido a poder mover los objetos sin necesidad grave. Quizás, si había vivido demasiado como humano y después, como fantasma. Aquella era su casa. Su hogar. Y no aceptaba a quien no quisiera. Por ahora, mientras la observaba dormir, decidió que la dejaría quedarse un tiempo. Era la primera vez que una mujer quería vivir en esa casa, aun sabiendo que él estaba ahí.

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Se estiró sobre el sofá y miró a su alrededor, intentando recordar donde se encontraba. Y cuando finalmente logró hacerlo, bostezó. Buscó el reloj cercano y parpadeo asustada.

-¡Oh, no! ¡Prometí pagarle esta tarde! Si no lo hago… no podré vivir aquí… ¿Eh?

Fijó su ver en los ventanales y parpadeo una vez más, dejando caer sus manos sobre el asiento y sonrió dudosa.

-Así que… realmente… existes… vives aquí…- habló con voz temblorosa-. Bueno… pues… ¿qué tal si... me dices ya si puedo quedarme o no?...- señaló la puerta levemente- si quieres que me quede… abre la puerta para que vaya a pagar al señor… si no… ciérrala.

Tragó saliva, dudosa. Era la primera vez en su vida que hacía un pacto con un fantasma. Un pacto, que no sabía a donde llegaría. Suspiró derrotada, al ver que la puerta realmente no cedía y daba paso a la negatividad, sin embargo, cuando estaba a punto de dejarse caer sobre el sofá cansada, se abrió de par en par. Abrió los ojos asombrada y su rostro se iluminó por completo.

-¡Gracias!- Exclamó, agarrando el bolso- ¡Seguro nos llevamos bien!

Sonriendo, se marchó. Si aquel ser realmente terminaba por aceptarla, los problemas desaparecerían y ahora, más que nunca, quería aquel piso.

Ya en la calle y tras pagar como había prometido, buscó la tienda de comida más cercana. La cena era importante y si mañana tenía que ir a hablar con las compañías de luz, agua y gas, lo mejor sería dormir cuanto antes. Ya se encargaría de buscar las demás cosas. El sofá no era tan incómodo al fin y al cabo.

Buscó la gabina de teléfonos más cercana y llamó.

-Abuela, soy yo… sí, ya tengo casa, escucha, apunta la dirección para enviarme las cosas, por favor- Sonrió al teléfono y afirmó repetidas veces antes de anunciar su vivienda.

-¿¡Dónde has dicho!?- Exclamó la anciana a través del aparato- Sakuno, ya estas buscando otra casa… esa casa… es la de…

-Sí, sé cual es- Respondió desinteresada- Hasta otro día, abuela.

-No, espera, Sakuno... ¡Tu no sabes quienes vivían antes ahi! ¡Debes de...

Colgó y suspiró. Todos se quejaban de aquel lugar. Le tenían miedo, pero, ella se había quedado dormida, podría haberla ahoga, asustado, sin embargo, se preocupó de cerrar la ventana que daba de lleno hacía ella. Había abierto la puerta como señal de que la aceptaba. Su convivencia con el fantasma, comenzaba.

¿Lograría tener una vida normal con él?

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Notas autora:

Pues este es el prólogo. Y más o menos, se harán una idea de qué irá n.n.

Ryoma fantasmita y con muchas cosas por vivir junto a Sakuno n.n

Claro está, si ustedes quieren que siga el fic n.n

Besitos n.n