Como dice la canción "Que lastima, pero adiós"

Creo que he tardado tanto por el mero hecho de que no queria terminar este fic. T_T Os echare de menos a tods, aunque espero veros en mis otros fics (ya hay uno nuevo en producción). Me ha encantado compartir mis escrito con vosotrs y que me hayais apoyado tanto.

Darle las gracias en especial a Sayuri por hacerme la portada del fic (quien la quiera ver que entre en Potterfics o en mi LiveJournal)

Como siempre gracias a: MariSeverus, AngieShields, Taeko, vamylolita, minerva91, Amelia Badguy, Ryu, Daniie Snape Malfoy,Zerieka, luna-maga, AsukaEvans, Smithback, kismet, memoriesofkagome, HANNIA, eydren snape, Marie Malfoy, Delfina-yuuko, Gabrielle Rickman Snape, yue yuna.

Y ademas gracias a los que la leen y no dejan review (que se que sois unos vagos!), a los que no dejaron review en este capi pero si en los demas o en alguno y a todos aquellos que se pasan por aquí. De veras me da muchisima pena terminar esto pero la vida sigue no?

Un saludo y espero veros en mis otros fics, a los que no, encantada de conoceros.

EPILOGO

Lunes. 6h00

Pipipipipi!...Pipipipi!...Pipipipiiiiiiii!

De repente un estruendoso golpe se escuchó en la habitación y tras esto de nuevo el silencio absoluto. Si había algo que él odiaba era ese fastidioso despertador muggle, retocado mágicamente para que nunca se rompiera, que le había regalado Albus esas Navidades. El viejo chocho había decidido justo esas Navidades que él nunca se pondría los absurdos calcetines coloridos que le regalaba y había sustituido su regalo. La verdad había pensado que nunca podría odiar más a Albus, pero se equivocaba. Todas las mañanas se lo recordaba.

Pipipipipi!...Pipipipi!...Pipipipiiiiiiii!

Severus, ya con excesiva molestia se levantó y apago el maldito despertador y lo puso de nuevo en su mesita de noche, su sitio acostumbrado. No podía tirarlo o venderlo, ya lo había intentado y aquel inaguantable despertador siempre le era devuelto. Como si fuese una de aquellas películas de cine malo de terror. Al final, Severus se había resignado y se había quedado con él. Al fin y al cabo aquel despertador naranja chillón le daba algo de color a su habitación oscura. Ahora que lo pensaba, nunca había pensado en cambiarle el color.

Tomó su varita y se dispuso a realizar el hechizo cuando unos sonoros golpes retumbaron en el cuarto. El hechizo de ampliación que tenía en la puerta de entrada a sus cuartos había ejercido su función avisándole de la llegada de un temprano invitado. Seguramente algún alumno descarriado con a saber que problema insignificante que probablemente no le interesara lo más mínimo.

Antes de llegar sonaron de nuevo los golpes en la puerta, esta vez más insistentes. Snape se enfureció, fuera quien fuese ese alumno se estaba ganando una buena reprimenda y su consiguiente descuento de puntos, siempre que no fuese un Slytherin. Sin preguntar si quiera quien era abrió la puerta de forma ruidosa y toda la furia al instante su convirtió en sorpresa cuando vio la identidad de la persona que había estado aporreando su puerta segundos antes.

Cinco años, ocho meses, diez días, diez horas y algún que otro minuto después de haberla visto por ultima vez, Hermione Jane Granger estaba en su puerta como si aquello fuese lo más normal del mundo.

Ella había cambiado mucho en esos cinco años. Era mas alta de como la recordaba o tal vez influían aquellos zapatos de tacón bajo que llevaba. Su rostro había madurado así como su cuerpo, menos flaco y más curváceo. Ahora era físicamente una mujer atractiva y deseable, más aún que cuando estaba en su ultimo año en Hogwarts, más aún que cuando la tocó por ultima vez. Salvo que esta vez ella no era suya.

Sabia que estaba prometida con un famoso investigador americano, Samuel Watson, y que pronto se casarían, ni siquiera estaba seguro si ya estaba casada o no aunque sus fuentes no le habían informado de aquel acontecimiento. Él se rió interiormente, sus fuentes, más conocidas como Albus y Minerva, habían estado preocupándose en exceso por su vida sentimental desde que ella se había prometido. Algo le decía que esas dos viejas chismosas tramaban algo.

"Srta Granger" murmuró él al rato, tras haberse quitado ese extraño nudo que se le había alojado en el gañote "Que grata e inesperada sorpresa"

"Así deben ser las sorpresas, ¿no Profesor?" dijo ella sonriendo de forma tímida, se la veía confidente y muy segura de si misma. Madura. Pese a que por dentro era toda una masa gelatinosa que temía decir cualquier estupidez ante él.

"No siempre lo son" comentó haciéndole hueco en la puerta para dejarla pasar hacia aquel cuarto que no había cambiado ni una pizca en todos esos años que habían pasado. Así era él, siempre sería igual, nunca cambiaría, aunque ella esperaba que esta vez si lo hiciese.

"Pues aprovéchese ahora que parece que el mundo se la da" dijo ella con cierta diversión, no era esa la primera conversación que había pensado que tendrían después de cinco años sin verse, pero le resultaba gracioso todo el momento.

"Eso hago, Srta Granger" dijo mientras ambos entraba en aquella salita donde ella le había dicho adiós que, como toda la casa, seguía imperturbable por el paso del tiempo. Severus caminó hacia el armario de bebidas mientras le señalaba a ella que tomase asiento, orden que ella obedeció "¿Desea tomar algo?"

"Un poco de vino de elfo estará bien" dijo con educación, ella había aprendido a apreciar el dulce sabor del vino de elfo frente al fuerte y áspero del whisky de fuego, que sabía que él tomaría. Su prometido tomaba lo mismo que ella que era una de las tantas cosas que lo diferenciaban del hombre oscuro que se sentaba frente a ella con la copa ámbar en una mano y la rojiza tendiéndosela a ella, que la tomo olisqueando su contenido. "Buena cosecha, profesor ¿Algún regalo de una admiradora?"

"Si considera admiradora a Albus, supongo que si" dijo con tal tono serio que aquella pequeña sonrisa en su rostro desmentía. Ella rió levemente y negó con la cabeza. Mirando de nuevo su copa tomo un trago esta vez, saboreando el liquido rojizo en su paladar antes de tragarlo. "¿A que ha venido, Srta Granger?"

Hermione miró el fuego durante un pequeño momento, en silencio, antes de desviar su cálida mirada hacia la de él. Ella perdía su seguridad a cada momento que pasaba con él, no podía comprender como después de tanto tiempo él aún consiguiera dejarla muda con solo una de aquellas miradas oscuras que le estaba dando ¿Y si aún había una posibilidad entre ellos? ¿Y si ella realmente había tenido razón cuando se marchó de allí con 18 años?

Durante todos esos años ella se había autoengañado diciéndose que él era un viejo terco solitario que no lograría apartarla de él ya que ella estaría con él el mayor tiempo posible. Pero primero fueron los días agotadores en la facultad, luego las practicas y las fiestas con los compañeros de piso y finalmente luego fue Samuel. Su vida esos cinco años había sido tal y como él se la había descrito, y ella no lo había visitado hasta ahora, creyéndolo olvidado pero la tensión de ambos se podía palpar en el ambiente aún ¿Le costaba a él tanto tratar de no tocarla lo mas mínimo como a ella le estaba costando?

"Ciertamente vine a decirle que..." No, él no había tenido razón, ella todavía le deseaba como aquel primer día que comió los caramelos y mucho más incluso. Ella había vivido su vida y ahora después de eso lo seguía queriendo "...mañana es mi boda"

"¿Y por qué debería eso importarme a mi?" dijo Severus aplaudiendo mentalmente, ella no estaba casada ¿y qué? Ni que él fuera a ir mañana a parar la boda. Seguramente ella lo estaba invitando en un asqueroso acto de caballerosidad Gryffindor, ella probablemente lo había olvidado como él había predicho hace tiempo. Él era un hombre fácil de olvidar y más cuando su relación había sido tan surrealista culpa de unos caramelos.

"Porque sigo pensando que no tienes razón" dijo dándole una mirada que no había visto en ella durante hace mucho tiempo. El deseo, la lujuria y el amor, todo junto, brillaba en sus ojos haciendo que su boca se secase al instante. Ella no lo había olvidado.

"¿Y que pretendes que haga, Hermione?" murmuró con un tono ronco, irreconocible hasta para él mismo. "¿Que vaya al Ministerio y pare la boda como en una película de cine barato?"

"Haz lo que veas, Severus" dijo ella soltando su copa y elevándose de su asiento "Solo piensa en lo que te he dicho y decidas lo que decidas espero verte allí...aunque sea de invitado"

Severus no supo que decir o más bien no encontró las palabras exactas a tiempo ya que cuando fue a abrir la boca ella se había marchado como si le hubiera visitado "el fantasma de las navidades pasadas" como en el cuento de Charles Dickens. La única pista de que ella había estado realmente allí era su copa de vino de elfo con la marca de sus pintalabios.


Martes 17h00

Hermione se miró al espejo enorme que había en aquella sala y casi se le saltaron las lagrimas al ver a aquella hermosa muchacha que no parecía ni ella misma. Su vestido de boda era de un blanco impoluto, dos piezas lo formaban. La parte de arriba era un corset de palabra de honor con adornos en forma de flor que le daban un toque de encaje, se unia con la parte de abajo que era mas bien lisa pero no recta. La tela se abrigaba a su plano estomago para luego caer libre por sus piernas, ésta se recogia a mediados de su muslo izquierdo mostrando lo que restaba de pierna y quedando con unas especies de volantes en su final. Era extraño pero ella lo amaba.

Era su boda, una boda con la que había soñado nada mas había conocido a Samuel, el único hombre que había logrado llenarla casi de la misma forma que Severus, pero él no era Severus.

Y es que empiezo a pensar que el amor verdadero es tan sólo el primero. y es que empiezo a sospechar que los demás son sólo para olvidar... De repente su visión blanca se vio oscurecida por una presencia detrás de ella que también se reflejó en aquel espejo. Su levita negra con tantos botones fue inmediatamente reconocida por ella, que alzó la mirada para ver el rostro calmado que la miraba con ojos algo vidriados y el fantasma de una sonrisa jugando por salir en sus labios. Ella no supo que decir.

"Y yo que pensaba que nunca podría verte más hermosa que cuando fuiste ayer a mi oficina" comentó clavando su mirada a su reflejo. Ella tragó fuerte y no pude evitar sonrojarse, no le pasó desapercibido que nuevamente la tuteaba, eso le daba esperanzas ¿esperaba él raptarla y fugarse con la novia?

"¿Que haces aquí, Severus?" dijo ella logrando articular de forma bajita algunas palabras, él destacaba tanto en el blanco inmaculado que no podía apartar la vista de él, tampoco es que quisiera.

"Vengo a darte mi regalo de bodas" dijo éste rebuscando en sus bolsillo. La expresión de ella cambió ¿solo eso? Realmente él no pensaba hacer nada para remediar su inminente casamiento? Cobarde. Pero nuevamente su rostro cambio al ver el regalo que él le extendía en su mano. "Dicen que las novias deben llevar algo azul"

Hermione miró su "regalo" con los ojos vidriados. Dos pequeños caramelos con forma de estrellas, azules, destacaban en la pálida mano de Severus. Ella no comprendía realmente la implicación de tal regalo ¿quería él que lo tomara? Ella examinó su rostro, pero solo vio la seriedad acostumbrada de él, salvo que sus ojos mostraban esta vez un brillo diferente ¿seria esperanza aquello?

"Pero esto no se puede llevar puesto" dijo ella sintiéndose estúpida por su respuesta.

"Nadie dijo donde debía ser llevado" respondió él como si habiendo ensayado aquella conversación antes. Pero cuando ella fue a responderle él volvió a hablar de nuevo "Comelo, si realmente me sigues queriendo aquella boda terminará pronto, si no...dele mi enhorabuena al Sr Watson"

Con ésto Severus puso un caramelo en su mano y la cerró para impedir que éste se cayese y se marchó dejándola tan perpleja como ella le había dejado ayer en su oficina, definitivamente no se había esperado esta reacción por parte de él. Pero él tenia razón, esos caramelos solo se activaban con la persona que ella deseaba profundamente, con la persona que ella quería, tal y como le había explicado Ginny hacia años. Si se activaran al ver a Samuel solo significaría que ella lo amaba ahora a él y Severus era solo un recuerdo más en su subconsciente y seguiría con la boda, si se activara al ver a Severus realmente no sabía que pensaba hacer.

"¿Que quería Snape?" se escuchó la inconfundible voz del El-Niño-Que-Siempre-La-Protegía-Contra-Severus. Ella se giro y lo miro con una sonrisa radiante.

"Solo me dijo que no se quedará mucho tiempo, pero que le diera la enhorabuena al novio" dijo ella mintiendo con facilidad. Harry buscó en sus ojos una mentira que no encontró y quitando el ceño fruncido de su rostro le dio una de sus arrebatadoras sonrisas.

"Bien, ese viejo sabe perder" dijo tomando una de las manos de Hermione "Tengo algo que darte. En las bodas muggles dicen que la novia debe llevar algo azul así que toma"

Hermione miró por segunda vez su regalo azul salvo que esta vez era un hermoso broche en forma de escarabajo egipcio con las alas de zafiros, producto de la enorme fortuna que le había quedado a Harry después de la guerra y que él nunca vacilaba en gastar. Ella lo aceptó y se lo puso, mirándose en el espejo.

"Estas hermosa" dijo el ojiverde desde el reflejo y tironeó de su mano "¿Vamos?"

Ella se limitó a asentir y a seguir a Harry a encontrar a su padre para que la llevara al altar.


Martes 17h05

Sentía los ojos de todos los invitados clavados en su espalda mientras ella miraba al oficial del ministerio encargado para su matrimonio. Ella solo debía decir dos palabras ahora 'Si, quiero', pero esas dos palabras se habían negado a salir nada más ver los ojos de Samuel y no sentir aquel vuelco en su estomago característico de que los caramelos habían comenzado a hacer su efecto.

Ella había abrigado una ínfima esperanza de que tal vez Severus solo era un capricho que ella trataba de conseguir y que Samuel era el hombre de su vida. Pero ahora, al volver a girarse hacia sus ojos, notando la preocupación en estos, ella supo que aquel hombre de estatura media, ojos azules y pelo castaño claro y corto casi en punta, no era ese hombre. Por el contrario el hombre de su vida era un hombre alto, con ojos de onix y pelo negro liso hasta los hombros que ni ella misma sabía donde estaba ahora.

De repente y sin pensárselo dos veces, como una buena Gryffindor, se giró buscándolo entre la multitud de ojos asustados y asombrados que la miraba, sin resultado alguno hasta que clavó su mirada en la puerta. Nada más sus miradas se cruzaron aquel inconfundible síntoma ocurrió, su estomago pareció dar un vuelco y solo parecía que existían ellos dos en esa inmensa sala llena de gente. Un único objetivo estaba en su cabeza: Estar cerca de él cuanto antes.

Ella tomó las manos de su Samuel, su ahora ex-prometido, y lo miro a los ojos. El pobre cada vez parecía más confuso y más cuando ella le dio un beso en la mejilla y le sonrió con cierta culpa.

"Samuel, lo siento mucho..." Y, sin más explicaciones y como imitando aquella película muggle donde Julia Roberts huía de sus bodas, ella comenzó a correr hacia la puerta ante la atónita mirada de todos los invitados que allí estaban.


Martes 06h00

La luz del alba lo despertó con un gemido de placer, reflexionándolo mejor quizás no había sido la luz del alba quien lo había despertado. Más bien porque sus ojos seguían viendo solo oscuridad y porque, definitivamente, la lengua que se acababa de enrollar en su erección no era producto de la luz del alba.

"Hermione..." jadeó él como pudo, su voz sonó ronca debido a sus actividades nocturnas nada silenciosas. De echo en esos momentos él se agradeció de haber tenido la consideración de haber puesto un hechizo silenciador en las paredes o quizás si hubiera sido la luz del alba de cierta prisión la que lo habría despertado.

Un nuevo gemido de escapó de su garganta, más grave esta vez. La castaña había introducido su miembro completamente en su boca y lo había succionado de forma experta haciéndole recordar lo mucho que se había perdido en esos cinco años sin ella. Pero ahora era suya y no pensaba dejarla escapar una segunda vez.

De repente un golpeteo en la ventana hizo que Hermione interrumpiera sus atenciones, para desgracia de ambos, había estado tan a punto. Severus con cierto mal humor abrí la ventana dejando pasar al desplumad búho

"¿Como nos habrá encontrado?" gruñó Severus. Después de la boda ambos habían tenido que, prácticamente, huir para no ser apaleados por los invitados, sobre todo él. Ahora llevaban una semana viviendo en España, disfrutando del buen clima que en esa época primaveral reinaba allí, hasta Snape parecía haber tomado un poco de color.

No habían recibido ningún búho hasta ahora, afortunadamente habían logrado evitar la multitud de vociferadores de su la exfamilia política de Hermione y los múltiples búhos que seguramente había enviado Harry y compañía. Dios no querían ni imaginar la carta kilométrica que había enviado Molly en contra de Severus.

Ella fue quien tomó al, ahora, inconfundible búho de El Profeta. Una pequeña cesta donde se echaba el dinero colgaba de su cuello mientras que el periódico enrollado era sostenido por sus patas. Hermione lo tomó y se lo pasó a Severus mientras ella se levantaba a buscar su cartera. El búho por su parte se posó en el respaldar de una de las sillas, esperando paciente pese a que probablemente había dado un buen viaje hasta encontrarlos.

Severus abrió el periódico pero no pudo evitar echar una mirada al cuerpo desnudo de Hermione, que movía inconscientemente su trasero mientras buscaba la bolsa de galeones en su maleta de viaje. Se sentía un viejo lascivo mirándola de tal forma, pero su autodesprecio fue compensado por la cara sonrojada de ella al darse cuenta de su "espectáculo" y la mirada cargada de lujuria de ella. Cualquiera diría que aquellos caramelos aun mantenían su efecto después de una semana.

Dejando de lado la prometedora mirada de ella se centró en la portada del diario. La leyó con cierto interés y no pudo evitar soltar una carcajada al terminar de leerla. Definitivamente había veces que adoraba que en El Profeta no existiera ningún periodista minimamente competente. Hermione lo miró con la ceja alzada algo confusa por su risa.

"¿Pasa algo?" dijo mientras se acercaba a él contoneando sus caderas como si fuese un sucubo, Severus la miraba embobado, olvidandose nuevamente del periodico en sus manos hasta que ella se lo arrebató y comenzó a leerlo. "¿America? ¿Australia? ¿Ahí es donde creen que estamos? Por Merlin ¿que va a ser después? ¿Malta?"

Ella rió también mirandolo a él, le pagó al buho los dos galeones correspondientes al periódico y viendolo marchar por donde había llegado, se recostó en el pecho de Severus haciendo circulos con su mano derecha en la piel de él. Adoraba estar con él, ahora que tenia las cosas claras, ahora que ambos la tenían. Hasta él parecía no ser tan Snape, nadie le quitaba su mal humor con los muggles ineptos como él los llamaba pero era más suave. Y ese color ligeramente más moreno en su piel lo hacía terriblemente atractivo.

Llevaban toda la semana en España y no habian recibido noticia de nadie de su alrededor, ni siquiera noticias de nadie magico, tampoco habian puesto mucho ímpetu en esconderse, pensaba moverse de ahí de vez en cuando pero la ausencia de correspondencia les había facilitado el estar ahí. Estaban bien, pero ambos debían volver a su vida, no podían estar huyendo por siempre, el dinero se acabaria tarde o temprano.

"Severus ¿cuando volveremos a Londres?" dijo ella temiendo su reacción, sabía que él estaba cómodo alli donde nadie le conocía. Escuchó el suspiro de él y lo notó moverse bajo ella, asi que se apartó de él y ambos se miraron a los ojos. Él tomó su mano izquierda y la acarició sin apartar la mirada de ella, que lo miraba confusa al haber notado el rastro de magia en su mano.

"Cuando terminemos nuestra luna de miel"

Su mano se quitó de la de ella y un hermoso anillo de oro blanco con un zafiro en forma de estrella se abrigaba a la perfección a su dedo. Un mensaje subliminal en él. Quizás debían invitar a los gemelos a su boda.

.:~THE END~::.

A/N: Os dejo mi livejournal: meryweee . livejournal . com

Os espero allí comentando :P