Disclaimer: Nada es mío, nada me pertenece. Si me plagias Jasper se enfadará mucho y Alice no hará nada por salvarte .
N/a: He tardado tanto que a lo mejor ni os acordáis de este fic, ains. Es lo que tienen las vacaciones, piensas que vas a tener tiempo para todo y luego: ZAS! se te acabaron. A ver si os gusta este capítulo :)
4. Tu madre, mi madre, nuestra madre.
Esme podía estar en el jardín ahora mismo, y aún así le llegaría la esencia de Bella Swan. Un aroma insoportable e incitante (a pesar de que casi todos se habían acostumbrado ya a él), pero a pesar de eso, la llamada de la sangre no era nada en comparación con lo que la pequeña humana traía consigo, quizás en su alma, a lo mejor en su forma de ser. No era nada, nada en comparación con lo que Isabella Swan le entregaba a Edward incondicionalmente, con todo su ser.
Y él compartía su ser con ella, todo lo que era y un día fue, pequeños retazos de su alma de los que nunca les había hablado, un pasado que trató de enterrar, la gente a la que mató, las mentiras que un día dijo. Revelando así sus más profundos secretos de la forma en la que sólo puedes revelársela a la persona que más quieres en el mundo.
No era que Edward quisiera ser misterioso o reservado, sino que simplemente era así. Miraba y observaba mucho más de lo que hablaba o compartía con nadie. Conocía todo lo que cualquiera podía llegar a pensar, ¿pero quién sabía qué era lo que pensaba él? ¿Quién sabía cómo era el sentir que conocías los secretos de todo el mundo pero que nadie podría nunca llegar a saber los tuyos?
Y lo que atormentaba a Esme no era eso. Como toda madre, conocía todo temor que pudieran tener sus hijos, aunque no fueran del todo suyos. La madre de Edward había querido que él fuera uno de ellos, le había rogado a Carlisle que lo salvara fuera como fuera, pero en la oscuridad de una mente atormentada como la de Edward, si Elizabeth lo viera ahora, ¿podría quererle? ¿Aprobaría quién era ahora su hijo?
Para Esme, la respuesta era claramente afirmativa. Quién no querría un hijo como Edward, tan bondadoso, tan compasivo, mucho más digno de lo que él pensaba. Lo suficientemente digno para que Esme deseara, cuando le escuchaba tocar el piano para ella, que fuera su verdadero hijo. Aunque él pensara que no valía nada, haciendo que su dolor y la forma en la que se culpaba a sí mismo fueran a veces demasiado para Esme.
Edward podía pensar que la mente de Bella era inaccesible, pero en realidad era el único que podría llegar, algún día, a saber qué pensaba ella. Cualquiera de ellos podía leer en los ojos de la chica todos sus sentimientos. Y si no podías, entonces sólo debías escuchar cómo de humana era, su corazón, su piel, la forma en la que su cuerpo reaccionaba con cualquier movimiento de Edward. Y él ya no era un humano, por lo que la única forma de conocer sus pensamientos era que él mismo te los dijera.
Y él nunca te lo diría. Nunca te dejaría ni siquiera preguntarle. Nada. Tendrías que ignorar su dolor, ignorar su soledad, porque no son tuyos para curarlos, porque no son tuyos para romperlos, y Esme lo comprendió con el tiempo. Así que hizo lo mejor que sabía hacer: le quiso con todas sus fuerzas, con todo su corazón, y le dio tanto amor que pudo, en parte, compensar su dolor. No había mucho más que ella pudiera hacer porque él necesitaba de su soledad, de su dolor, para seguir siendo quien era.
Hasta que llegó Bella.
Porque la mente de Edward era como un lugar sagrado que nadie podía tocar, en el que nadie podía entrar. Como si necesitara un lugar donde poder ser él mismo, porque si lo abriera podría hundirse bajo el peso de los pensamientos de los demás y se perdería a si mismo en una multitud de ideas y opiniones que no le pertenecían, por lo que marcaba una línea entre lo que era de él y lo que era de los demás.
Podía negarlo todas las veces que quisiera, pero él y Bella estaba predestinados, de la misma forma en la que sólo Jasper podía contener el exagerado entusiasmo de Alice, y la felicidad de Emmett podía contraponer la frialdad de Rosalie. Así, la mente e Bella le brindaba a Edward lo que siempre necesitó: alguien cuyos pensamientos fueran tan privados que no pudiera leerlos y así no pudiera confundir sus propias ideas con las de ella.
Alguien con quien él quisiera compartirlo todo.
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Jeeh. ¡Dejar RR adelgaza y además anima a las autoras a escribir! Así que no lo dudes y dale al GO!