Machigai

Por Mandragorapurple

Esperaba que Alice comprendiera que el niño se quedaba con él.

Ambos comían chatarra. Neah parecía tranquilo, seguro de la decisión de su madre y de su incapacidad de abandonarlo aun cuando no sabía el significado de "decisión" e "incapacidad".

Tenía casi en calidad de rehén a su bebé pues concienzudamente (sólo así podría admitirlo: mediante un amplio análisis de las acciones que reconocía como perfectamente normales) no podía presumir de haber hecho algo particular para alentar a Alice a su favor.

El encanto de Neah debía bastar. Bastaba, ella no habría luchado cada día que se miraban las caras si no le quisiera con la intensidad que lo hacía.

Igual esperaba no haber arruinado nada.

Si lo abandonaba… sobreviviría, después de todo era un Kanda de pies a cabeza, un Kanda mejorado mil veces, como Ren, porque además de la nariz altiva, cabello liso y negro tenía el orgullo de la familia, mal llamado "necedad", a pesar de las sonrisitas carismáticas que repartía con los extraños y el risueño atractivo de su presencia. Un Kanda mejorado por un encanto que jamás se hubiese hecho posible si era hijo de aquella mujer llamada Lenalee; seguramente tendría a un niño lloroso, débil, inseguro y dependiente, igual a su madre.

Neah dejó caer su lollipop al piso, estiró sus manitas desde su carrito tratando de recuperarla. Su padre la tomó, la puso dentro del bote de basura y le ofreció una papa frita con algo de kétchup. Fue aceptada y chupada desesperadamente.

Sobrevivirían solos, sin duda. Pero no sabía si podría perdonar a Lavi.

Era evidente la química entre esos dos con verlos por un minuto. Sus chistes locales, la manera suelta en que Alice se conducía hacía Lavi y ese modo en que ambos se miraba; una extrema confianza se mantenía entre ellos y particularmente le molestaba.

Si Alice tuviese un problema ¿a quién acudiría? Seguro trataría de resolverlo sola, sin revelar palabra y al final Lavi se enteraría y buscaría la manera de rescatarla en contra de sus deseos. Así fue anteriormente. ¿Habría cambiado ya?

Finalmente todo era consecuencia de su largo ensimismamiento. Sufriendo por aquella mujer, ahora nombrada en su mente con desprecio, auto compadeciéndose, para su vergüenza, de lo mal que la había pasado por su abandono. Sin siquiera notarlo la intensidad de su drama había decrecido y podía ver el peligro causado por su ceguera temporal.

Su hijo le miraba. Pudo notar que lo hacía como su madre. Por más que fuese un Kanda, parte de la mejoría de su primogénito se debía a Alice. Por fuera era absolutamente perfecto, por dentro también. Sería alguien peligroso sin duda. Terriblemente listo — sonrió — y carismático.

Tal vez eran demasiadas expectativas sobre los hombros de un bebé.

Un mensaje llegó a su móvil. Alice los apresuraba a volver para hacer las maletas.


—Llegamos — anunció Mana bajando las maletas y entregándola las llaves a Alice

Ella dejó la urna en manos de su padre y abrió la puerta.

Ambos admiraron por un momento su nuevo hogar, en la cuidad de donde habían partido como cuatro y ahora volvía como una familia de dos.

—es bonito — apuntó ella maravillada con la nueva casa. Un pequeño apartamento pero sería el lugar donde finalmente se establecerían.

Tomó las cenizas de su hermano y las puso sobre la mesa de centro. Mana se encargó del equipaje y dieron el recorrido revisando que la casa no estuviese más desgastada de lo que parecía. Tenía muebles y a pesar del polvo que los cubría todo parecía estar en perfecto orden.

El día transcurrió en limpieza y al final se sentaron a contar el dinero que quedaba. Era una costumbre arraigada, al menos una vez al día se revisaban los bolsillos, juntaban la comida y decidían que camino tomar. Lo último no sucedería más. Había comenzado cuando abandonaron el circo y terminaba hoy.

—buscaré trabajo mañana — anunció ella después de acordar que lo último de sus monederos sería para comprar comida.

—de ninguna manera. Mañana veré a Cross, me prometió un empleo y tú te irás a la escuela —

Se miraron mutuamente en desacuerdo por las ideas del otro.

—¿qué haremos con Neah? — dijo recelosa pues ya habían tenido una conversación sobre el futuro de la urna y su contenido.

—acompáñame — pidió , tomó su abrigo y la urna. Salieron y comenzaron a caminar.

Neah había muerto hace mucho, esa fue la principal razón por la que abandonaron el circo. Ahí había perdido a su madre y después a su hermano. Parecía que su padre quería evitar que ese lugar también le arrebatara a ella.

A penas recordaba a su hermano, mucho menos a su madre. Aun así cada camino llevaba en brazos las cenizas de Neah, pero ya no significaban más que eso, cenizas. Sin embargo tenía cierto apego por la urna y su significado.

Mana no pudo retener a su madre, la había dejado en la cuidad donde murió y es probable que tampoco hubiese sido enterrada en un cementerio. A veces se preguntaba que era peor: no tener un lugar donde visitar a tus muertos o llevarlos a cuestas.

Entraron en un parque. El frío corría con el viento y tuvieron que darse un momento para acomodar sus bufandas y abrigos. Mana eligió un lugar, abrió la urna y dejó que la brisa se llevara a Neah.

Quiso impedírselo. Ahora tenían una casa, un lugar donde Neah los esperaría después de trabajar, pero su padre parecía cansado de los recuerdos.

Su hermano se fue por completo. Mana le tomó la mano y volvieron a su apartamento trataron de olvidar, cada uno por su cuenta y a su manera, de los años de contar dinero y decidir el camino todas las noches.

Alice abrió la puerta. Su hijo salió corriendo a recibirla y le hizo botar los libros.

—¡kaasan! — dijo abrazándola — ¡otosan hace curry! — repitió varias veces en japonés

—ayúdame con los libros, por favor — le indicó en inglés — ¿y no ha quemado la cocina? —

—no, pero es picante — completó en la lengua de su madre y recogió los libros apresurándola

Dentro, Kanda lavaba los utensilios usados.

—Neah, pon la mesa — indicó haciéndolo salir

—yo no quemo nada — reprochó secándose las manos y cruzando los brazos

—¿cómo se portó? —

—insulta en inglés a sus profesores —

—más tarde hablaré con él pero ahora… — sacó un sobre de su bolsillo — debes mirar esto —

Abrió el sobre y contempló dibujando una sonrisa que no dejaba de ser burlona pero asomaba contento.

—ya hiciste tu gracia de nuevo Kanda —

—pues le pondremos Allen —


Notas del autor:

Comencé este fic durante una época terrible. Trataba de decidir si continuar el camino que había elegido o tomar este, en donde me encuentro. Lo comencé con 18 años y lo termino con 21 y puedo decir que lo único que se mantuvo firme en esta historia fue el final. Durante estos 4 años sucedieron demasiadas cosas y a decir verdad yo esperaba fervientemente el final de este fic para no seguir estancada.

Como les prometí, termina, quizá con un final algo fome pero no había más que decir. No pretendí hacer un final feliz nunca porque cuando esta historia nació me di cuenta que las cosas no siempre tienen un camino recto para llegar al propósito.

Tengo montones de proyectos en puerta, dos de ellos son mis fics más nuevos, algo un poco más profesional donde trato de aplicar lo que he aprendido en 4 años.

Por otro lado quisiera invitarles a otro proyecto que iniciará en verano (junio o julio en el caso del hemisferio sur) y surge con la intención de reunir a viejos autores con los nuevos que han surgido de este fandom. Por el momento pueden consultar las primeras informaciones en proyectorehab. tumblr .com (junten los espacios). Échenle un vistazo y si no les gusta pueden tirarlo a la basura XD.

En fin. Me dio un enorme gusto haberlos leído durante todo este tiempo y compartir tantas cosas, en especial por haberme leído: GRACIAS!

Nos leeremos pronto.

Atte: Mandra