CELOS, CAPITULO 4

Una vez que ambos terminaron de arreglarse, partieron hacia el Crown. Darien había aparcado el coche a unas calles del lugar, así que caminaban juntos, tomados de la mano.

Serena lucía resplandeciente, con ése brillo en la mirada imposible de ocultar que brinda el amor en plenitud, y la sonrisa cómplice de quien goza de las mieles de una entrega sin reservas.

Darien sonreía a su vez, al contemplarla.
Con el sólo hecho de caminar con ella de la mano, con el simple gesto de sentir sus dedos entrelazados con los suyos, se sentía el hombre más feliz del universo, capaz de enfrentarse a quien fuera con tal de no soltarla nunca.

Sí. La amaba.
Y tenía la fortuna de saberse correspondido con la misma intensidad.

Al detenerse unos segundos para cruzar la acera, Serena apretó su mano con mayor fuerza y sus ojos se posaron en los suyos, diciéndole en silencio algo que hacía que una maravillosa calidez inundara su pecho.
Y así, en silencio también, como muchas otras veces, con la mirada respondió al llamado del corazón de su princesa.

La luz del semáforo cambió, y siguieron adelante.
Eran unos cuantos metros ya los que los separaban del sitio. La breve caminata traería como consecuencia unos minutos de retraso, pero por ésta vez, sus modales de caballero le cedían con gusto su lugar al hombre enamorado, pues Darien atesoraba cada segundo a solas con su amada.

El Crown estaba lleno, al ser un fin de semana por la tarde, todas las mesas estaban ocupadas.
Por suerte las demás chicas habían llegado primero y ya los esperaban, con sus lugares apartados.

Tras saludarlas a todas y preguntarles qué deseaban tomar, Darien dejó a Serena con sus amigas y se dirigió a buscar a Andrew.

A penas estuvo lo suficientemente lejos, comenzaron los comentarios, algo que Serena veía venir desde que supo que Mina le había llevado su ropa al departamento.

- Creo que debemos agradecerle a Darien que se llevara a la Serena Triste y nos devolviera a la Serena Feliz. ¡Estás radiante!
Exclamó contenta Lita.

- ¡Es el poder del Amor!
Intervino Mina, con entusiasmo, guiñándole un ojo a la otra rubia en señal de complicidad.

- Prefiero a la Serena tonta Serena de siempre a la gris y callada que tuvimos hasta anoche.
Acotó Rei.

- Lamento si mi actitud provocó que se preocuparan. Dijo Serena. – Parece que para todos era obvio que algo no iba bien, menos para mí.

- Tan obvio como el hecho de que ahora las cosas entre Darien y tú están muuuy bien. Señaló Mina, haciendo un sugerente énfasis en el "muy bien".

- Pues… verás… Nosotros…
Comenzó a decir entrecortada y dubitativamente la aludida, con un leve sonrojo en las mejillas, jugando nerviosa con sus manos.

- Con saber que estás feliz al lado de Darien es suficiente, no hacen falta más detalles.
Acudió la peliazul al rescate de su amiga.

- Habla por ti, Ami, sólo por ti. Unos cuantos detalles, sólo eso pido.

- Mina…
Pronunciaron todas las demás, al unísono, en tono de advertencia.

- Está bien, está bien, pero agradezcan que no soy un gato, o la curiosidad me mataría ahora mismo…. ¿Y qué haremos hoy? Preguntó, cambiando de tema con resignación.
- Escuché que en el Centro Comercial abrirán una nueva boutique por la tarde. Podríamos ir. Necesito un vestido nuevo para una audición la próxima semana.

- Yo también necesito comprar algunas cosas, vayamos.
Apoyó Lita.

- Muy bien, entonces, después de comer nos vamos de compras.
Anunció Ami con entusiasmo.

- A ver los escaparates, querrás decir. Pero primero comemos, muero de hambre.
Y para que no hubiera duda alguna de sus palabras, del estómago de Serena se dejaron escuchar peculiares ruidos que provocaron que todas rieran.

Cuando las risas cesaron, Serena buscó a Darien con la mirada, pues quizás necesitaría ayuda para llevar las bebidas de todas a la mesa.
Tras un breve momento, pudo verlo aún junto a la barra, pero no era con Andrew con quien hablaba, sino con una chica que ella no conocía.

- ¿Pasa algo, Serena?
Inquirió Mina, al notar que miraba en una dirección tan fijamente.

- Nada, es que Darien no ha vuelto y pensaba en ir a ayudarle con las bebidas, y ahora veo porqué ha tardado.

- Mmmmmm no sé quién es, pero, es linda. No se ve de nuestra edad… ¿Será alguien de la Universidad?

- No lo sé, él rara vez me habla sobre sus compañeros.

- ¡Oh! Viene hacía acá.

Y rápidamente ambas voltearon hacia otro lado para no ponerse en evidencia.

Darien avanzaba hacia la mesa llevando consigo una charola con las bebidas. Hábilmente, caminó entre la gente sin derramar el contenido de una sola de las copas.

- ¿Seguro que no fuiste un mesero experto en la otra vida?
Comentó Rei.

- No que yo sepa. Al menos hasta ahora.
Bromeó el recién llegado y comenzó a colocar las bebidas sobre la mesa.

- Darien, iremos al centro comercial más tarde, ¿nos acompañas?
Inquirió Serena cuando su novio se sentó a su lado.

- Tendrán que disculparme, debo organizar algunas cosas en el departamento, me quedaré aquí con ustedes sólo un rato más.

- Pero… Yo creí que pasaríamos el día juntos.
Se lamentó Serena, haciendo un puchero.

- No pongas ésa cara. Te lo compensaré, lo prometo.
Dicho esto, Darien besa tiernamente a su amada en gesto conciliador.

- Serena, estarás con nosotras. Eso no puede ser tan malo, ¿o sí?
Bromeó Mina, aligerando el momento.

Siguieron charlando durante casi una hora, tras lo cual Darien se excusó y dejó la mesa. Serena lo acompañó hasta donde había dejado aparcado el coche.

- ¿Qué es lo que tienes que hacer? Puedo ir a ayudarte.

- No te preocupes, no es necesario.

- Pero quiero estar más tiempo contigo. Se quejó ella, apesadumbrada. – Quiero…

Entonces guardó silencio y bajó la mirada. Un profundo sonrojo que a Darien le pareció encantador adornó sus mejillas.

- ¿Sabes qué es lo que yo quiero?
Le dijo, abrazándola y murmurándole al oído, en un tono que provocó que se estremeciera de pies a cabeza. – Sí, apuesto que lo sabes. Y me lo darás. Y yo te daré lo que quieres.
Añadió, y posó fugaz y abrasadoramente sus labios sobre el blanco cuello, haciéndola temblar.
– Espera, amor mío. Valdrá la pena, te lo aseguro.

Se despidió con un suave beso en los labios, dejando a Serena como en una nube, mientras lo observaba subir al coche y marcharse.

Al volver al Crown, Serena se aproximó a la barra, y tras una muy breve charla con la que pretendió disimular su curiosidad, le preguntó a Andrew lo que deseaba saber.

- ¿Conoces a ésa chica con la que hablaba Darien hace un rato?

- La he visto por aquí en varias ocasiones. Creo que es su compañera en alguna clase. A veces estudian juntos. Parece agradable.

"Sí, cómo no"

Pensó Serena.

- Ah, ya veo. ¿Me sirves otra malteada de chocolate, por favor? Dijo, en cambio.

- Claro, dame un minuto.

Cuando Andrew le entregó la bebida, regresó a la mesa con sus amigas.

No prestaba mucha atención a lo que decían. Su mente estaba ocupada, tratando de descifrar el porqué Darien no había aceptado que lo acompañara a su departamento.

"No es que deba pasar cada minuto de su tiempo libre conmigo…Y si va a estar ocupado… bueno, creo que lo hubiera distraído."

Sus mejillas se tiñeron de rojo nuevamente al imaginar lo que estaría haciendo con su novio de estar junto a él en ése preciso instante.
Recordaba muy bien cada caricia, cada beso compartido, ¡Oh sí!, lo recordaba demasiado bien.

- ¿Serena? ¿Me escuchaste? No sé qué te diría Darien al despedirse, pero te ha dejado fuera de éste mundo. Nos vamos al Centro Comercial, anda, apúrate. Las demás ya se nos adelantaron.

Rei le hablaba medio en regaño, medio en broma, tratando de contener la sonrisa ante la expresión de su amiga. La verdad es que estaba feliz por ella.

Cuando finalmente llegaron a la Boutique cuya inauguración se estaba celebrando, se abrieron paso entre la multitud de mujeres que habían acudido más temprano y recorrieron el lugar emocionadas cual niño que contempla una juguetería por primera vez.

Mina y Lita tomaron un vestido cada una y entraron a los probadores. Ami había tomado asiento y se disponía a leer un libro que traía en el bolso mientras esperaba, y Rei seguía debatiéndose entre dos prendas que habían llamado su atención.

Serena ni siquiera tenía interés en probarse nada, estaba pendiente de su celular.
Desde hace un rato le había enviado un mensaje de texto a Darien y aún no respondía.
Pasaron los minutos. Nada.
Le llamó al departamento. Sólo para escuchar la grabación de la contestadora ¿Si estaba ahí, por qué no atendía el teléfono?.. ¿Acaso la estaba evadiendo? "Serena tonta, claro que no, él no es así".
Quería creerle a ésa vocecilla en su cabeza, pero, el que tampoco obtuviera respuesta en el celular no ayudaba en tal propósito.

- Chicas, debo irme, surgió algo. Las veo luego.
Les informó escuetamente a sus amigas, y se marchó tan rápido que ninguna alcanzó a preguntar nada.

Una vez fuera, Serena comenzó a caminar apresuradamente por la calle, y aún así, sentía que no avanzaba lo suficientemente aprisa.

El tren de sus pensamientos seguía su propio rumbo, un tanto descarrilado.

¿Y si estaba armando un drama donde no lo había?
¿Y si lo único que conseguía era que Darien se molestara con ella por pensar en tonterías?
Aunque, para ella no era una tontería el no poder localizarlo.
Y sí, sería un tanto cursi presentarse así nada más con la excusa de que lo extrañaba, cuando habían estado juntos a penas unas horas antes.

Tras tomar el Metro y caminar un poco más, llegó al edificio.

El corazón le latía acelerado, respiraba agitadamente.

Solamente unos cuantos pasos la separaban de su puerta.
¿Qué iba a hacer? ¿Lanzarse a sus brazos y besarlo en cuanto abriera? Tentador, bastante tentador.
¿Bombardearlo con preguntas cuando lo tuviera en frente? No, por mucho que deseara acabar con la duda, ésa no era la mejor forma.

Detuvo sus cuestionamientos al ver que la puerta se abría y Darien se despedía de alguien, una chica, quien lo miraba con fascinación y un leve rubor en las mejillas.

Sí, él tenía ése efecto, no podía culparla por eso.

"Es la misma de hace rato, en el Crown", pensó al reconocerla.

Abrazaba varios libros contra su pecho.

"He ahí la excusa", dedujo, mientras la veía sonreírle una última vez antes de dirigirse al ascensor.

Entonces ella se percató de su presencia y también le sonrió, aunque obviamente no con el mismo gesto encantador que a Darien.
Al pasar a su lado, Serena simplemente la observó con inevitable recelo y se siguió de largo, Darien la había visto, así que continuaba en la entrada.

- ¿Ocurre algo? Iba a llamarte más tarde.

Le preguntó, algo intrigado por la visita.

- No, nada.

Por el tono en que lo había dicho y ante tan pocas palabras, Darien supo que se trataba de uno de esos "Nada" que significan "Todo".

Ya en la sala, le ofreció algo de beber, a lo que ella respondió un "No, gracias" que reafirmó su teoría.

- ¿Segura que no pasa nada?

Cuestionó una vez más mientras se acercaba a ella para abrazarla. La sintió tensa. Pero él sabía muy bien como remediar eso.

La estrechó amorosamente entre sus brazos, y con movimientos suaves acarició su espalda, para relajarla.
Posó sus labios sobre los de ella tiernamente, fue un roce sutil, al que ella respondió con un suspiro, aunque mantenía los brazos a sus costados.

Sus manos pasaron de su espalda a su rostro, sentía el calor de sus mejillas bajo las palmas.
Gentilmente, besó su frente, sus párpados cerrados, el mentón, y nuevamente sus labios, ésta vez con mayor vehemencia.
Ella se abandonó a sus caricias, correspondió al beso y se aferró a su cintura, como si de pronto se hubiese quedado sin fuerzas.

Por un momento sólo se escucharon sus respiraciones entrecortadas, hasta que separándose un poco, él rompió el silencio.

- ¿Me dirás qué es lo que sucede, o tendré que torturarte con besos hasta que decidas hablar?

Y, sencilla y magistralmente, comenzó con la "tortura".

Beso a beso, sus labios se deslizaron hasta su cuello, abrasando su blanca piel en el trayecto.

Un suspiro tras otro se le escapaba a la rubia ante la audacia de ésos labios enloquecedores.

Tuvo el deseo de acariciarlo, de meter las manos bajo su camisa y perderse en el calor de su piel.

Pero él no se lo permitió. No.

Le sujetó ambas manos, entrelazando los dedos con los suyos, y tras dedicarle una sonrisa mortalmente seductora, le susurró al oído.

- No has respondido a mi pregunta.

Y enseguida ella sintió sus dientes clavarse ligeramente en su cuello, no tan fuerte como para causarle dolor, pero sí lo bastante para hacerla temblar de placer.

Le pareció que se movían. Él había dado algunos pasos, y por inercia ella también. Ahora estaba de espaldas contra la pared.

Entre Darien y la pared.

Era su prisionera.

No podía tocarlo, y cuando hizo ademán de querer besarlo, él se alejó, y nuevamente le sonrió, con ése gesto tan sensual, tan suyo.

Con un hábil movimiento, llevó los brazos por sobre su cabeza, le sujetó ambas muñecas con una sola de sus manos, y con la que tenía libre se dedicó a atormentarla, a tocarla con tal sutileza, que a ella los suaves roces le parecieron como aleteo de mariposas sobre su piel.
Uno de los dedos masculinos vagaba, como por descuido, entre sus pechos, a penas delineando sus redondas formas, provocando que ansiara más, mucho más.

- ¿Y bien?

Cuestionó él, cerca de sus labios, pero sin tocarlos. Ella sólo percibió su cálido aliento.

"¿Y bien, qué?" Fue todo lo que Serena pudo articular en su mente, se sentía deliciosamente perdida. "Ah, sí. Lo que sucede. Eso" Reaccionó tras unos segundos.

- Quería verte.
Respondió finalmente, casi sin voz.

- Cariño, dime algo que no sepa.
Dijo Darien a su vez, mientras desabrochaba el primer botón de su blusa. - ¿Qué más? Insistió sin darle tregua.

- Ésa chica…
Contestó en un murmullo.

"¡Bingo!"
Exclamó él para sus adentros.

- Sentí curiosidad… Cuando te vi con ella.
Continuó como pudo, ante el ardor de sus caricias y el deseo creciente en su interior.

- ¿Curiosidad, sólo eso?

No se lo iba a poner fácil, le resultaba obvio.
Y como ya no podía más, y comenzaba a dudar entre matarlo a besos o simplemente matarlo, Serena cedió y admitió lo que la había llevado hasta ahí, a regañadientes.

- ¡Estaba celosa! Eso es lo que sucede. Ahora, ¿podrías…? ¿Por favor, puedes…?

Darien no necesitaba más palabras para entender cómo terminaban ésas preguntas. Él deseaba lo mismo. Con aquél juego ambos habían sido torturados por su pasión.

- Sshhht… Murmuró, colocando uno de sus dedos sobre los temblorosos labios.

Él dejó que su dedo fuera trazando líneas invisibles sobre el lienzo en blanco de su tersa piel. Bajó por su cuello, sus hombros, el valle entre sus senos.
Por fin, Serena pudo sentir la anhelada caricia en sus pechos, que subían y bajaban al compás de su agitada respiración.

- Espera, amor mío, será pronto, te lo aseguro.

La voz teñida de excitación de Darien le llegó como entre sueños. "Pronto", había dicho. Ella quería gritar, exigirle con urgencia que la tocara más profundamente, sin embargo, su garganta sólo emitía gemidos ahogados cargados de ansiedad.

- ¡Darien, oh Darien! ¡Me enloqueces!

Un fuerte estremecimiento lo cimbró por completo al escucharla pronunciar su nombre de aquella manera tan sensual.
La hoguera de su pasión había rebasado sus límites, arrasando con toda intención de contenerse.
La besó como si con ello se le fuera el último aliento, casi con desesperación. Luego, la tomó en sus brazos y la llevó a la habitación, con la mirada fija el uno en el otro, llena de amor y de promesas.

Una vez ahí, se dirigió hacia la puerta del baño, la cual estaba entreabierta.
Serena había estado ahí antes, ése mismo día, pero al encender la luz, tuvo ante sus ojos una vista completamente distinta.

Observó emocionada las flores que adornaban cada superficie plana: rosas rojas, siempre cómplices de su amado.
Un delicioso aroma llenaba el ambiente, proveniente de unas varas de incienso cuyo olor exótico y misterioso la hacía pensar en historias tan excitantes como prohibidas.

Tras otro beso de su amado, se encontró de pie, contemplando aquel pequeño paraíso que él había creado para los dos.
Una suave melodía aumentó el deleite de sus sentidos, cerró los ojos y escuchó con atención.

"Don't go changing to try and please me
You never let me down before
Don't imagine you're too familiar
And I don't see you anymore"

Sintió a Darien tras de sí, abrazándola por la cintura, y recargó su cuerpo en el suyo. Se dejó llevar por la música y sus caricias.

Despacio, él le desabrochó el resto de los botones de la blusa e hizo lo propio con el cierre de su falda, la cual se deslizó por sus largas piernas hasta caer al suelo.
La blusa le hizo compañía a dicha prenda a los pocos instantes.
Entonces Darien se colocó frente a ella, se agachó y le quitó los zapatos y las medias. Se levantó y volvió a abrazarla.

"I wouldn't leave you in times of trouble
We never could have come this far
I took the good times, I'll take the bad times
I'll take you just the way you are"

Estar así entre sus brazos, era mágico.
¡Lo amaba tanto!
Y en ése momento la hacía sentir como un ser divino al cual le rendía tributo con cada beso, con cada caricia.
Y ella le correspondería entregándose en cuerpo y alma a ése amor.
Porque gracias a él, ahora sabía que el entregarse iba más allá del mero significado de ésa palabra, era darlo todo de sí, rindiéndose a sus sentidos, confiándole su corazón, su cuerpo sin restricciones.
Porque sus almas eran una sola, y su amor lo era todo.

Abrió los ojos al sentirse despojada de su tacto.

Él la contemplaba, con absoluta adoración en su mirada.

Volvió a besarla, con tanta ternura ésta vez que la conmovió profundamente.

Se acercó a su oído, y le dijo lo que de alguna manera ella siempre intuyó, pero no podía terminar de creer del todo, algo que en ocasiones necesitaba saber sin lugar a dudas, porque el no tener la certeza dolía.

- Te amo tal y como eres.

Había pronunciado ésas palabras casi al unísono de la canción.
Era el momento perfecto.

"I love you just the way you are"

Y así, Darien desvaneció toda duda y temor, colmó su alma de un regocijo indescriptible, haciéndola temblar al tocarla, y a la vez, dándole una fuerza que ni ella misma sabía que poseía.

Sin interrumpir ése glorioso beso, llevó sus manos a su espalda, y tras luchar un breve instante con el broche del sostén, la liberó de la prenda de encaje blanco.

Si besarla era la gloria para sus labios, la visión de su cuerpo desnudo era ambrosía para sus pupilas.

La pasión comenzaba a ganarle la partida, tuvo que admitir Darien al darse cuenta de que sus manos temblaban ligeramente al posarse sobre las caderas de su princesa para despojarla de la última prenda que cubría su cuerpo. Jaló el encaje hacia abajo, muy despacio, para acariciarla a la vez.

Finalmente estaba desnuda, en cuerpo y alma. Y era suya. Para siempre.

- Princesa, es su turno. Soy todo suyo.

La voz le había salido ronca, desbordante de pasión.

Ahora era Serena quien temblaba al intentar desabrocharle la camisa.

Le pareció que tardó una eternidad hasta que pudo sentir sus dedos jugueteando sobre su piel, acariciando su torso y su espalda, como quien reconoce un terreno inexplorado.

Al igual que él había batallado con el sostén, ella lo hacía con el cinturón.
El gesto en su rostro, mezcla de concentración y frustración, le provocó una sonrisa.
Pero cuando ella logró su objetivo y sus manos se colaron bajo la cinturilla de los bóxers, dejo de sonreír.

Con sumo cuidado le bajó la prenda hasta que por sí sola se deslizó hasta sus pies.

Y ahí estaba, desnudo, enhiesto. A su merced.

No había más timidez en sus caricias, lo recorrió por entero.
Sus manos vagaron libres por su anatomía, dejándolo al borde del placer, sin lanzarlo por completo al precipicio del éxtasis.

Una vez más, se besaron con ímpetu desenfrenado.

Fue entonces que Darien abandonó su autocontrol y dejó que su deseo tomara el mando.

Se colocó un preservativo que había dejado en la repisa, tomó su sitio entre las piernas de la mujer que tanto amaba, la levantó en vilo y la colocó en el lugar preciso, sujetándola, aprisionándola contra la pared, y así, con una primera embestida, su carne se perdió dentro de su cuerpo.

Por un instante ambos contuvieron el aliento, inmóviles, subyugados por la sensación de ser el uno del otro.

Luego, enloquecieron de amor y de lujuria, sus cuerpos unidos iniciaron un cadencioso vaivén, moviéndose uno contra otro, el uno para el otro, se arrojaron con gusto a las llamas del placer, y ardieron en gozo, siendo uno solo.

El incienso casi se había agotado por completo. La música no se escuchaba más.

Exhaustos pero felices, Serena y Darien seguían abrazados, desnudos y temblorosos tras su apasionada entrega.

Cuando recuperó las energías, él volvió a tomarla entre sus brazos y la metió en la tina. Se acomodó a su espalda, y ella se acurrucó, como si estuvieran en la cama, pero ésta vez el agua tibia los cobijaría.

Darien tomó el jabón líquido y comenzó a masajear dulcemente sus hombros, su espalda, y ella suspiró, sintiéndose relajada.
Dedicó las mismas atenciones a su cuello, a sus pechos, y tomando una esponja suave, volvió a mimar cada parte de su cuerpo. Serena se recargó sobre su pecho, posó su cabeza sobre su hombro y cerró los ojos.

Permanecieron así largo rato, y cuando sintió que el agua se había puesto fría, Darien se dispuso a ayudarla a salir y arroparla, pero antes le dijo al oído:

- ¿Estás dormida?

- No. Creo que sueño despierta, y vivo mi sueño cada día contigo.

Al escuchar su respuesta, él sonrió, sintiéndose pleno.

- Tienes razón, porque tú eres mi sueño hecho realidad.

¡Gracias a todas por leer!

Mi querida Usagi B, espero te haya gustado tu regalo :)