Hola. Aquí traigo los regalitos de Navidad.

Regalo de Navidad para Lucila Torres, Lilu.

Felices fiestas....

AchNadale

Pareja: Ryoma Echizen y Sakuno Ryuzaki. ( adultos)

Avisos: ooc probablemente.

Achus....

El sonido fue tan estridente que era imposible que ella no se diera cuenta de que realmente había estornudado. Especialmente, cuando ya llevaba tres seguidos. Lo que llevaba días queriendo ocultarle finalmente luchó contra las defensas de su cuerpo y lo había terminado por enfermar en una simple enfermedad y conocida por todo el mundo: Un resfriado.

Se limpió la nariz con uno de los pañuelos que agradablemente olían a menta y despejaban algo su atascada cavidad nasal, pero no lograba demasiado y terminó por volver a estornudar de nuevo, a la vez que toser, sintiéndose estúpido por el hecho. Y pensar que ese día era especial para ambos y él tenía que echarlo a perder por un constipado que no parecía querer marcharse por nada del mundo. Había probado todos y cada uno de los medicamentos dictados por el médico y hasta hizo caso a su madre a la hora de tomar aquella pócima extraña. Pero continuó ahí.

Sakuno regresó de la cocina, dejando la bandeja con la cena de navidad que había preparado estrictamente y con una gran esperanza para ellos dos. Era la primera navidad que pasaban juntos y además, coincidía con su cumpleaños y aniversario. Demasiadas cosas para celebrar. No podía fracasar como lo estaba haciendo. Menos, cuando ella estaba tan despampanante ante sus ojos.

Sus largos cabellos estaban sueltos, como solo solía hacer ante él. Ligeramente maquillada y su cuerpo decorado con un largo vestido que se agarraba a sus formas curvilíneas con gran maestría y envidia y unos zapatos que ejercían el deseo que la joven quería. Desde luego, estaba despampanante. Y él sentía que su cuerpo comenzaba a arder demasiado. Que la camisa que llevaba era demasiado molesta y necesitaba algo frio.

-¿Ryoma-kun?

La miró sin verla y parpadeó cuando sintió una de las gráciles manos chocar contra su frente, a la vez que un gemido de asombro escapaba de la garganta femenina y se acercaba a él apresuradamente.

-¡Cielos, Ryoma-kun!- Exclamó- ¡Estás ardiendo!

Chasqueó la lengua y llevó las manos hasta el vaso de hielo con la ponta en su interior, ansioso por degustarla, pero Ryuzaki no le dejó. La miró acusadoramente, pero desde no sabía cuando, Sakuno se había vuelto un muro que no podía franquear y terminaba obedeciéndola sin rechistar. Se echó hacia atrás en la silla, dejando que desabrochara la camisa con manos torpes pero decididas y le mentira una de ellas en el hueco que dejó abierto. Los castaños ojos miraban al rededor de la estancia, en busca de algo que utilizar y él desconocía.

-Espérame aquí- ordenó con suavidad, besándole la humedecida frente.

El perfume que desprendía su piel fue lo único que dejó atrás y lo que creó nuevamente un estornudo. Se limpió la nariz y agradeció el fresco que dejaba pasar por la prenda abierta y los botones a medio desabrochar, cuando los tacones de Sakuno resonaban en la habitación contigua. Sabía lo que había allí, puesto que su mismo cerebro marcaba aquel lugar como una gran fuente de placer. Cuando Sakuno regresó, con el rostro totalmente pálido de preocupación y le hizo pasar su brazo por encima del hombro, comprendió que aquella vez no sería para un retoce carnal, si no para que descansara.

Intentó evitar ser cargado. Su orgullo nunca le había permitido que otros hicieran por él lo que él podría hacer y Sakuno, conociéndolo, se lo permitió. Lo que él poco sabía era que un resfriado que había terminado en fiebre a veces podría hacer que tu cuerpo no respondiera y dio de bruces contra la pared cercana, logrando sujetarse de las manos a tiempo. Sakuno le miró comprensiva, a la vez que algo desafiante y descaradamente guardaba en sus labios un "te lo advertí" que no había ni dicho por respeto. Frunció el ceño y ladeó la vista, sintiéndose infantil, por tal de reconocer que tenía razón.

-A ver... acuéstate... Desnudo- advirtió al ver que intentaba meterse con la ropa incluida.

Tenía los oídos tan en taponados que no creyó que fuera verdad y dudó un momento en comenzar a desnudarse, haciéndolo justo cuando ella se marchó de la habitación y con torpeza, metiéndose dentro de la cama. Al garete toda la festividad. Escuchó a Sakuno trastear en la cocina y regresar con una taza de algo caliente por el humo que mostraba en la corona. Se sentó junto a él en la cama y se la extendió. Oh, no. Otra pócima de las que degustaban las mujeres. Seguro que su anciana y difunta abuela se la había enseñado.

-Bébetelo- incitó.

-No quiero- protestó en tono infantil. Sakuno sonrió.

-Es mío. Ni mi abuela ni la tita Rinko han hecho nada. Solo yo. Te quitará el resfriado- prometió.

Miró con preocupación y desconfianza aquella taza humeante y no tuvo necesidad de taparse la nariz de lo atascada que estaba para beberse aquella bebida, la cual terminó por ser dulce al sabor y se lamió los labios de forma dudosa.

-¿A que no está mala?- Le picó divertida-. Ahora, espera. Te untaré vaviporús y tendrás que dormir toda la noche.

Afirmó, entregándole el vaso para que lo dejara sobre la mesita de noche. Desde el lugar donde se encontraba podía ver perfectamente la luz del árbol de navidad moverse intercalada, creando la apagada melodía de algún villancico de navidad. Le había destrozado todo y ella simplemente le cuidaba.

Sintió el frio del gel cremoso que su propia piel aceptó. Los delgados dedos acariciarle desde el cuello hasta el estómago y como sus órganos interiores parecían aceptar fácilmente el agradable resultado de sus caricias y del tranquilizante aroma a menta. Depositó un poco en su nariz con la yema de sus dedos y le sonrió cuando un estornudo quedó abrasado por la menta de la medicina. Volvió a cubrirle con la ropa y le besó los labios en un casto beso.

-Duerme. Yo recogeré todo.

La agarró del brazo. Tenía ganas de disculparse. De decirle que sentía estar así y no poder hacer nada para remediarlo. Pero ella sonrió ampliamente y le tapó los labios con los suyos tímidamente.

-Lo sé, Ryoma-kun. Lo sé. Además... si hubiera sido al contrario, estarías haciendo lo mismo por mí. Estoy segura.

Y no pudo sacarse de su cabeza que no era verdad. Si hubiera sido al contrario, él estaría aterrorizado por no saber qué hacer. Incluso se veía llamando a su madre para preguntarle qué debía de hacer o llevándola a un hospital para que la revisaran.

Sakuno le dejó un último beso en la frente y se marchó, apagándole la luz para que se durmiera. Jadeante, clavó su ver en el techo frente a él. A lo lejos escuchó el sonido de los vasos y demás enseres que Sakuno había utilizado y ahora estaba recogiendo en completo silencio: Se sintió despreciable. Por el resto de su vida procuraría no volver a coger ningún resfriado más.

Sin darse cuenta, gracias al frescor que inundaba su pecho por culpa de la medicina y el menjunje dulzón que le había preparado Sakuno, terminó despertándose y no despertó hasta que una fuerte tos le hizo agarrarse la garganta de dolor.

-Nhm...

Carraspeó y abrió los ojos de par en par. Sentía un agradable calor que ocupaba la mayor parte de su cuerpo y se perdía entre sus piernas. Deslizó la cabeza hacia abajo para tener visión y parpadeó. Gracias a la facilidad de costumbre que tenían sus ojos a la hora de habituarse a la luz nocturna, logró ver la figura femenina sobre su cuerpo. Alzó la mano que había llevado hasta su garganta y le acarició los cabellos. Sakuno se removió, despertándose. Sintiendo las ondulaciones femeninas pegarse a su cuerpo, comprendió que las dudas que tenía no era mentira: Estaba completamente desnuda sobre él.

-¿Te duele?- Cuestionó frotándose los ojos- Te prepararé otro tazón para que te lo calme. Ya es la hora.

La sujetó de las caderas, empujándola contra él y la sintió temblar en vergüenza. Tantos años juntos y una simple caricia era capaz de avergonzarla. Le posicionó una mano en la frente y sonrió entre las sombras de la oscuridad.

-La fiebre ha bajado un poco. Leí que... una de las mejores formas para bajar la fiebre podría ser calor, pero el calor humano. Así que.... -su voz tomó el tartamudeo clásico que siempre la acompañaba- yo... siento si... si te molestó y...

-No- negó con ronca voz y dolor de garganta.

Sakuno sonrió contra su pecho, besándoselo con ternura antes de desaparecer. Su cuerpo quedó anhelando el contrario. Parecía que no, pero verdaderamente era mil veces mejor sentir el calor del cuerpo femenino que el de las mantas. Cuando regresó, la joven de largas trenzas se cubrió con una fina bata, entregándole la bebida que nuevamente le resultó dulzosa y su garganta agradeció lo suficiente como para calmar la tos y el dolor. Suspiró más aliviado y le permitió que de nuevo le masajeara el torso con aquel gel de olor a menta y se divirtiera poniéndole un poco en la nariz, para después besarle y relajarlo.

La observó en la oscuridad mientras se quitaba de nuevo las telas que la cubrían y se metía en la cama con él. Jadeó irremediablemente frustrado y movió sus pesadas piernas para que encajara perfectamente entre ellas. De todas las veces que había estado con ella le había costado lo suyo quitarle la ropa sin que se sintiera avergonzada. Quizás, la preocupación trastornaba a las mujeres y les hacía hacer cosas que en lo más profundo de sus días cotidianos no harían. Para él era un gusto y una tortura. Él también había leído otro remedio efectivo para curarse del resfriado: El sexo. Decían que la descarga ayudaba a controlarlo, pero también corría el riesgo de pasárselo y aunque no se lo dijera jamás a nadie, ni siquiera a Sakuno: Antes muerto que herirla.

Sintió el calor del cuerpo femenino acariciar cada parte de su cuerpo. Los blandos senos acariciar su torso en cada movimiento creado por su respiración. Las femeninas manos que se habían instalado en sus caderas, a cada lado y le acariciaban para calmarlo. Seguramente, su respiración sería agitada y estaba seguro que Sakuno no la enlazaría con nada que tuviera que ver con su cercanía. Se mordió el labio inferior, sintiendo toda la sangre revolucionada por su cuerpo que terminaba golpeándole las sienes con fuerzas y creando una enorme jaqueca.

-Ryoma-kun... duérmete... eso te aliviara- regañó infantilmente la chica. Gruñó en protesta, pero ella le besó el pezón cercano instintivamente- Duerme- recomendó de nuevo.

Había veces que debía de confesar que tenía ciertos arrebatos infantiles y que no parecían molestar a la muchacha, pero era frecuente que protestara cuando no tenía lo que quería o no le dejaban hacer algo. Ese día, lo tenía todo tan a punto de caramelo que estaba seguro que bien podría cargarse a pelotazos a aquel que había inventado el resfriado... fuera quien fuera. Pero al menos, había tenido cierta suerte que ningún otro hombre tendría: Ser protegido por el cuerpo de Sakuno Ryuzaki.

Entrecerró los ojos con soberbia: Y nadie la tendría. Había guardado cierto regalo durante suficiente tiempo y pensado en cómo sería la mejor forma de hacerlo. Estaba claro que él no tendría voluntad de palabra como cualquier otro hombre, aunque sus gestos podrían mostrar más de lo que los demás esperaban, aquella era una buena ocasión. Gracias a la luz de la cocina había visto que sus ropas no estaban tan lejanas y alargando el brazo lo suficiente podría coger el pantalón y buscar el objeto en cuestión. Cuando lo hubo hecho, no pudo evitar si no rendirse al cansancio y la fiebre de la noche.

A la mañana siguiente...

-¡Ryoma-kun!

Movió sus dedos por la sábana, confusa. Recordaba haberlo tenido bajo su cuerpo hasta que terminó muerta de cansancio y cedió al sueño. Si Ryoma la llamó durante la noche o simplemente sintió molestias, no lo escuchó. Comenzó a sentirse horrible por ello. Por una vez que tenía que cuidar de alguien y terminaba durmiéndose. ¿Qué clase de persona era?

Agudizó el oído en buscas de sonidos extraños. La ducha, el grifo de la cocina, alguna cucharilla rozando contra la taza del desayuno, cualquier cosa que delatara la presencia de Ryoma. Pero no percibió ninguna de ellas y terminó por ponerse más nerviosas. Sacudió las ropas que la cubrían con sus piernas y se apresuró en buscar algo con qué cubrirse. Ryoma era capaz de sentirse horrible por haber echado a perder esa noche de navidad. Pero no debía de sentirse. Ella prefería mil veces que estuviera bien a que tuviera que fingir fiebre y soportar las fiestas que tanto le desagradaban. Quería que él fuera feliz por encima de todas las cosas y sin buena salud, no se podía llegar a ser feliz al cien por cien.

Detuvo sus manos justo cuando la tela había rozado su cuerpo, cubriendo únicamente lo justo para dejarlo a la imaginación. Parpadeó. Era cierto, había decorado su cuerpo con ciertas joyas que mantenía en buen apreció y que únicamente utilizaba los días de fiesta, pero estaba segura de que aquel ejemplar no pertenecía a su escasa colección. Lo acarició de forma espontanea. Como si de un fantasma se tratara había aparecido en su dedo anular y no era normal. Lo sacó sin esfuerzo y lo giró para ver si tenía algunas letras escritas, pero lo único que tenía gravado eran simples letras: You married.

Parpadeó, al tiempo de cubrirse los labios. Eso podía significar dos cosas y una de ellas la encontraba bien poco probable. Con lo duro que había sido conseguir que Ryoma se figase en las mujeres, pensar en los cuernos era algo sumamente grande que el príncipe jamás podría cumplir. Y la otra....

Se humedeció los labios y sintió la poderosa necesidad de encontrarlo más que antes. Corrió por el pasillo hasta la cocina. Entró en el servició, en la lavandería, en el salón y hasta en la librería. No hubo presencia alguna que dictara la del tenista. Sintiéndose derrotada clavó su ver en las ventanas abiertas que daban al balcón. Sintiendo el suelo helado contra sus pies se asomó. Ryoma permanecía apoyado en la barandilla, mirando a lo lejos la nieve que había caído sobre la ciudad esa noche. Cubierto por una de sus sudaderas y unos pantalones de chándal. Al menos, se había cubierto y no sintió el frio matinal golpear contra su cuerpo como ella. Se enlazó los brazos a las caderas masculinas y pegó su rostro contra la amplia espalda. Ryoma se tensó, tosió levemente y respiró el fresco viento antes de tocarle una de las manos unidas.

-¿Te encuentras mejor?- Preguntó a media voz.

-Sí- respondió fríamente el tenista, sacándole una sonrisa: Estaba tan avergonzado el pobre.

-Ryoma-kun... ¿Esto es verdad? El anillo, quiero decir.

Un gruñido de afirmación escapó de la boca masculina, haciéndola reír ampliamente. Abrazó con más fuerza aquellas caderas y dio un ligero salto sin poderlo remediar. Nunca había comprendido por qué todas las mujeres que había visto a lo largo de su vida casarse daban un salto cuando las pedían en matrimonio. Quizás ahora lo comprendiera.

-Ryoma-kun...- tanteó divertida- ¿Te quieres casar conmigo?

Ryoma tenía los ojos en blanco cuando se volvió contra ella y rió a carcajadas antes de hacer que lo abrazara. Ella misma había dicho las palabras silenciosas que él había querido indicarle. Una leve idea de que él le pidiera en matrimonio aquella noche y se había roto por culpa de un resfriado, le vino a la cabeza. Le besó el mentón y el cuello y se pegó contra él.

-Ryoma-kun... ¿Sabías que hoy... es el día para hacer felices a los demás? Dicen que el veinticuatro de navidad se celebra, pero no es cierto. En realidad, el día para hacer que la felicidad es cuando dan las doce de la noche y comienza el veinticinco. Así que...- lo miró a los ojos, sin poder evitar mostrarle su rostro lleno de felicidad- Soy feliz. ¿Eres feliz?

Una respuesta tan silenciosa como su pedida de matrimonio que terminó en afirmación y un casto beso en sus labios. Ryoma se había propuesto no contagiarle el resfriado. Lo que sucedía era, y tenía toques de picardía, que Ryoma no sabía que ella: Se había vacunado para no coger la gripe.

Conocía un buen remedio para quitar el constipado....

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Primer One-shot de regalo de Navidad.

AchNadale (Navidad de Achuses XD) cuenta como Ryoma está constipado justamente el mismo día de navidad y Sakuno tendrá que cuidarle. No es muy largo la noche ni el día, pero tiene momentos tiernos y le dio una gran alegría. Espero que les gustase. Ahora, voy con el siguiente.

Felices fiestas y espero que te gustara el regalo, Lilu : D