N/A: Perdón por la demora, el capítulo me costó muchísimo xD. Pero a cambio les dejo un capítulo doble. YAY! *tira confeti*


Antes de causarle cualquier clase de problemas a los demás, Misaki prefería dejarlos solos. No le importaba si él necesitaba desesperadamente la compañía de alguien, no iba a dejar que eso molestase a las personas que quería.

Afortunadamente para él, Takahiro había sido el mejor hermano que podía pedir. Siempre estaba pendiente de él, de darle lo que le faltase y de hacerle compañía para que Misaki no pensase en la muerte de sus padres, ni mucho menos en que el niño tenía la culpa.

Aún así el de ojos verdes sabía que eventualmente su hermano tendría que seguir su vida y Misaki hacer la suya propia. Una vez más, iba a apartarse para no causar problemas.

Pero sin previo aviso, algo cambió su forma de pensar: la llegada de Usagi-san a su vida. De a poco Misaki llegó a amarlo tanto que deseaba nunca separarse de él, estar juntos para siempre. Por otra parte, el mismo escritor fue quien le hizo ver que para no causarle problemas, debía quedarse a su lado y molestarlo cuando sea, porque para él, el universitario era su prioridad número uno ante todo sin importar lo que pudiese ocurrir.

Entonces Misaki comprendió que debía ser un poquito egoísta, interrumpir a su Usagi-san cuando fuese necesario y quedarse con él hasta sentirse mejor.

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Era gracioso y extraño, pensaba Usami, el cómo un simple jovencito le había puesto la vida de cabeza.

Él nunca había necesitado de la compañía de la gente, con Hiroki y con Takahiro le bastaba. Pero luego de Misaki se hizo dependiente, casi adicto, a todas y cada una de las particularidades del joven.

El brillo de sus verdes ojos, su dulce voz (que continuaba teniendo un toque de dulzura a pesar de que le estuviese gritando toda clase de insultos), las caricias suaves que le proporcionaba, su cuerpo pequeño y casi de forma femenina, su cálida sonrisa, su inocente vergüenza, todo lo concerniente al muchacho, era como una dulce droga para el escritor.

En consecuencia, su mayor miedo era el de perder a Misaki, porque sabía que era irremplazable, único y que no encontraría en absolutamente nadie la misma esencia del muchacho. Nadie sabría reconfortarlo en la manera que el universitario lo hacía, ni sorprenderlo, ni mucho menos comportarse de la misma forma.

Por ello cuidaría al amor de su vida a toda costa, para que nunca, jamás su compañía le hiciese falta.

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Hiroki no quería ser mal interpretado, él de verdad amaba a Nowaki, en serio, el único problema era que al profesor no le gustaba que le estuviesen todo el tiempo encima. Bah, no era todo el tiempo, porque a veces parecía que él y su amante alcanzaban a verse sólo unos minutos durante la semana; pero cuando estaban juntos Hiroki apenas podía moverse dado que tenía a Nowaki prendido a su espalda como un koala. Un koala excesivamente grande, pero como ese animalito al fin.

Aún así, el castaño oscuro aceptaba esa muestra de cariño. Obviamente, prefería tener al médico pegado a su cuerpo de esa forma a no tenerlo cerca ni en la casa. Nowaki era el compañero perfecto, siempre se ocupaba de los quehaceres que Hiroki no alcanzaba a hacer, se preocupaba por su bienestar, le cocinaba y sabía cómo levantarle el ánimo cuando algo no andaba bien.

Eso lo frustraba un poco ya que por más que a veces quisiera con toda la voluntad del mundo, no podía darle un abrazo o besarlo. Pero por suerte Nowaki era lo suficientemente cariñoso por ambos, así que mientras se quedase a su lado, Hiroki estaría bien. Tenía al mejor compañero del mundo, después de todo.

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Cuando Nowaki no podía ver muy seguido a su querido Hiro-san, no podía evitar sentirse preocupado. Era muy conciente de que el otro hombre era completamente independiente, pero a veces mientras estaba en el hospital se preguntaba si Hiroki no se sentía solo. O celoso quizás, porque no pasaba tanto tiempo con él.

Por eso se aseguraba de hacer valer cada segundo que pasase en compañía del profesor asistente. Se cercioraba de preguntarle cómo había estado últimamente, cómo le iba en el trabajo, si necesitaba algo, de hacerle compañía mientras se encontraban en casa, de sonreírle y abrazarlo mucho.

Haría lo que fuese para que Hiroki no se sintiese solo mientras él no estuviese, cosa que el morocho le agradecía, pero en secreto.

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Shinobu no tenía problema al estar solo, ya estaba completamente acostumbrado a la soledad. No culpaba a sus padres ni a su hermana, era consiente del cariño que le tenían, sólo que el muchacho nunca había tenido interés en profundizar sus lazos familiares, aunque cabía rescatar que ellos tampoco se habían molestado mucho en ser una familia más unida. Por otra parte nunca había tenido amistades importantes, sólo una buena relación con sus compañeros de clase, sus fans o admiradoras y hasta con algunos profesores.

Ni siquiera se había interesado en acercarse a Risako cuando ésta se casó con la persona que según el destino le correspondía. Sabía que eso era porque iba a ser doloroso para él, a pesar de jamás haber tenido una experiencia parecida. Después de todo, siempre le habían dicho que era un muchacho inteligente.

El matrimonio ese fue la causa de querer desaparecer del mapa y por esa razón decidió viajar a Australia. Encajó perfectamente en el ambiente y rápidamente las personas que lo hospedaban en su hogar lo hicieron sentirse como uno más de la familia. De hecho consideraba al estudiante con el que había hecho un intercambio como a un hermano.

Pero cuando recibió la llamada supo que toda su vida iba a dar un giro importante. Miyagi ya no le pertenecía a nadie, así que iba a apoderarse de él para que no volviese a escapársele de las manos.

Cuando lo logró, ni él mismo podía creerlo, ahora él sería el compañero del hombre que tanto deseaba. Pero lo que Shinobu no previó fue que no sólo cambiaría la vida de su amante, sino la suya también.

Al principio no era muy dependiente del profesor, pero con el tiempo, especialmente luego de mudarse junto a su departamento, empezó a sentir que a veces le faltaba algo.

Si no veía a Miyagi más o menos seguido, se sentía solo. Cuando el hombre no contestaba sus llamadas o llegaba tarde del trabajo se sentía solo.

Pero algo bueno salió de aprender sobre el dolor de la soledad: los momentos que compartía con el otro, las conversaciones sobre cualquier cosa, las sonrisas, las caricias y los besos entre otras miles de cosas le habían enseñado la felicidad de estar junto a alguien.

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Para Miyagi Yô, 35 años, reconocido profesor de literatura de la universidad de Mitsuhashi la causa de todos sus problemas era un pequeño, adorable pero terrible terrorista.

Toda su vida había sido un hombre simple, calmo, que no se hacía problema por cosas que tuviesen solución, con un amor que no podía continuar de ninguna forma, había tenido un matrimonio común a pesar de haber fracasado y entre las cosas buenas y las malas de la vida siempre, siempre había mantenido el equilibrio.

De hecho, había creído que ni la llegada de Shinobu a su vida lograría desestabilizarlo; ni antes ni después del enamoramiento. Oh, cuán equivocado estaba.

Lo enloquecía esa actitud insolente e irrespetuosa, pero lo que más lo irritaba era que a veces el que actuaba como un niño y perdía la compostura era él mismo: había días en los que se pasaba pensando en Shinobu, otras veces se ponía celoso de las personas a las que el joven se acercaba. Y el no saber cómo podía reaccionar su amante ante algunas cosas o no entender en absoluto lo que se le cruzaba por la cabeza tampoco ayudaba.

Finalmente, lo que peor ponía a Miyagi era que a pesar de todo, era el mismísimo terrorista el que ponía todo en orden en su vida. Cuando estaba cerca suyo, aunque mal humorado o enojado, el profesor de literatura sentía paz interna.

Ahora el equilibrio de su vida dependía de Shinobu, pero mientras este se quedase acompañándolo para siempre, ese detalle no le importaba.

* * * * *

Para Ryûichirô no había nada más reconfortante que estar con Asahina. No sólo porque era la persona que amaba, sino que era la que lo entendía más que nadie: sabía qué cosas le gustaban, cuales detestaba, conocía sus caprichos, qué lo dañaba, qué lo hacía sentir mejor.

Por eso cada cosa que hacía, la realizaba con el otro hombre a su lado. Exceptuando su trabajo, Kaoru hacía todo mejor que él, para él y de la forma que a Isaka le gustaba.

Sin embargo, por supuesto que todo no era color de rosa: había veces en las que Ryûichirô quería quitárselo de encima. Como cuando no lo dejaba holgazanear en el trabajo, beber un poco más, o el morocho no se comportaba como debía. Las consecuencias generalmente eran alguna que otra discusión o pelea, cuya mayoría generalmente las ganaba, como era de esperarse, Asahina.

En esos momentos al ojiazul le costaba no mirarlo con desprecio. De vez en cuando, si la discusión se daba en su habitación, Ryûichirô no se contenía y también le revoleaba una almohada. Pero lo que más le molestaba de su amante, era que Kaoru nunca se tomaba las disputas demasiado en serio. Por ejemplo, si el jefe se acostaba a dormir dándole la espalda, el secretario se le acercaba y lo abrazaba por detrás mientras le susurraba entre risitas que no le importaba cuán cabeza dura Isaka era, que él lo seguía queriendo igual.

Y por mucho que eso hiriese el orgullo de Ryûichirô, también lo hacía querer de nuevo a Kaoru.

* * * * *

Desde pequeño, Kaoru había decidido ser la compañía incondicional de Ryûichirô. El cómo, el cuándo y el dónde no le importaban en absoluto, sólo sabía que él iba a estar junto a la persona que sin saberlo lo protegía; como una sombra lo seguiría a todas partes.

Fue fiel a esa promesa que se había hecho a sí mismo. Con el tiempo se había enamorado perdidamente del otro y con ello mucho menos quería separarse de él, aunque a veces irónicamente estar con la persona que más amaba le provocaba el dolor más desgarrador. Pero estaba decidido a ser la compañía eterna de Ryûichirô de todas maneras.

Por esa misma razón su corazón dio un vuelco el día en que el ojiazul le había dicho a gritos que no lo soportaba. Kaoru supuso que eso era enteramente su culpa, que el editor ya estaba harto de verlo siempre. Al principio se sintió desorientado, dado que Ryûichirô era el propósito de su vida, era su vida. Pero antes de la promesa que se había hecho estaba la felicidad del editor, aunque eso significara desaparecer del mapa.

Nunca se hubiera imaginado que en realidad Isaka era tan dependiente de su compañía así como él lo era. Cuando se dio cuenta de que lo que más quería ya era suyo, no pudo controlarse y lo hizo físicamente suyo, aunque no muy delicadamente. Lo besó, lamió, saboreó, succionó, tocó, casi olvidando que el otro también era un ser humano, a pesar de ser su objeto de deseo.

A la mañana siguiente cuando despertó y vio que Ryûichirô dormía profundamente envuelto entre sus brazos, tardó unos segundos en caer en que lo que estaba viendo no era un sueño. En ese instante volvió a prometerse que estaría a su lado por siempre, sabiendo que eso ya no le dolería.


N/A: ok, no, les mentí. *Se esconde*la verdad es que este capítulo es doble dado que es el último D:. Últimamente me estoy dejando llevar por los drabbles que son mucho más sencillos de escribir, lo que es mejor porque la uni me cortó algunos de mis tiempitos preciados de ocio ;A;.
Si les interesa y no la leyeron, estoy haciendo una serie de 15 drabbles llamada "Básicamente".
Muchas gracias por haber leido durante tooooodo este tiempo el fic :D. Como ya saben y está de más decir, los reviews son super super apreciados. Cualquier comentario, crítica o lo que sea me viene bien, en serio 8D