1. La primera vez que nos vimos.

Primer capítulo del fic.

Está narrado desde el punto de vista de Rosalie, y cuenta sus impresiones y emociones cuando vio a Emmett por primera vez.

¡¡Espero que os guste!!

Disclaimer: Los personajes de Crepúsculo no me pertenecen, simplemente los utilizo para dar vida a las ideas de mi loca imaginación.


No recordaba haberme enfadado así con Edward antes, pero es que simplemente se me hacía insoportable, creyéndose superior por poder leerme la mente y saber como contestar a mis provocaciones un segundo antes de que salieran por mi boca.

Le miré con rabia por última vez instantes antes de saltar por la ventana y echar a correr hacia el bosque.

Creo que Esme me llamó un par de veces, pero estaba demasiado furiosa como para darme la vuelta y responderle con el respeto que ella se merecía, así que opté por seguir corriendo. Ya tendría tiempo para disculparme después.

No recuerdo muy bien cuanto tiempo estuve corriendo, tal vez unos minutos, tal vez unas cuantas horas… Aunque tampoco me preocupó demasiado, ya que con toda una eternidad por delante, ¿qué más daba perder el tiempo corriendo por el bosque y las montañas? Total, a parte de hacer rabiar a Edward, tampoco tenía nada mejor que hacer.

Edward… ¡Maldito Edward! Creo que todavía le guardo algo de rencor por no haberse enamorado de mi belleza en cuanto me vio, tanto como cuando era humana, como cuando me convertí en vampiro, seguramente por que no estaba acostumbrada a que los hombres pasaran de mi tan olímpicamente como lo hacía él.

Aunque en el fondo, tampoco me afectaba tanto que Edward no se fijara en mi, porque aunque Carlisle me convirtió para que yo fuera su compañera, nunca lo vi como algo más que un hermano o que un amigo muy cercano.

¿Y qué hacen los hermanos? Pelearse. Por eso me encontraba en ese dichoso bosque en las montañas de Tennessee, porque una vez más, yo había salido perdiendo en nuestras disputas.

Poco a poco, el sol empezó a esconderse en el horizonte, por lo que empecé a andar más despreocupadamente, sin tener que estar pendiente de que los rayos impactaran en mi piel y algún humano pudiera verme.

Humanos… justo acababa de pensar en los humanos cuando un fuerte olor a sangre me llegó acompañado del viento. Inspiré profundamente, disfrutando durante unos instantes del dulce aroma, mientras que sentía como mi garganta comenzaba a arder violentamente, fruto de la sed.

Tardé algunos segundos en reaccionar y reponerme, porque era cierto que el olor a sangre seguía afectándome demasiado, pero también era cierto que mi fuerza de voluntad era mayor que mi sed, y que no iba a ensuciar mi fantástico expediente por una simple tentación de unos segundos.

Llámalo orgullo, llámalo obstinación, llámalo tenacidad, pero no iba a caer tan fácilmente.

Aumenté considerablemente la velocidad, chocándome en mi carrera contra algunas ramas de los árboles, que quedaban destrozadazas a mi paso, sin lograr provocarme el más leve rasguño en mi nívea piel.

El olor a sangre se iba intensificando más y más en dirección a un pequeño claro que había cerca de la cumbre de la montaña. Me detuve de golpe. Volví a inspirar profundamente, asegurándome de que seguía el rastro correcto. Y dudé.

Dudé sobre si iba a ser capaz de contenerme una vez que llegara al lugar correspondiente. Dudé sobre si mi tenacidad iba a ser lo suficientemente fuerte como para resistir la tentación de probar toda esa sangre humana que entraba en ese momento por mis fosas nasales.

Sí, dudé, pero todo el mundo duda, y eso era algo que no iba a echarme para atrás.

Volví a correr de nuevo, a más velocidad aún que antes, si es que eso era posible, y fue cuando empecé a escuchar los primeros gruñidos a lo lejos, por lo que no debía de quedar mucho.

A duras penas conseguía esquivar alguna rama, por lo que mi ropa estaba empezando a romperse por los golpes, aunque tampoco me importaba demasiado en ese momento, lo único que quería era llegar, y llegar antes de que fuera demasiado tarde.

Un gran alarido de dolor se escuchó en varios kilómetros a la redonda. Debía apresurarme, se me acababa el tiempo.

Por un momento creí que incluso había conseguido echar a volar, rompiendo la barrera del sonido y todo lo que encontraba a mi paso, hasta que por fin los árboles empezaron a cesar e irrumpí en un pequeño claro en mitad del bosque.

Por unos eternos segundos me quedé completamente paralizada.

En el centro del claro, un joven forcejeaba con un enorme oso pardo, tratando por todos los medios de sacárselo de encima, mientras que el animal, enfurecido, le propinaba algún que otro zarpazo a lo largo del cuerpo.

El chico en cuestión, estaba bastante herido y perdía sangre a borbotones por las numerosas heridas de su cuerpo, mientras que su rostro reflejaba una mueca de dolor insoportable.

Cuando por fin logré reaccionar de nuevo, me abalancé sobre el oso con furia, lanzándolo al otro lado del claro, donde cayó tras chocar contra el tronco de un árbol.

Cuando el animal logró recuperarse del fuerte impacto, olisqueó el ambiente durante unos segundos, y luego huyo despavorido, probablemente, al darse cuenta de lo que era yo y de lo que podía hacerle.

Cuando me aseguré de que no iba a volver, me di la vuelta y me quedé paralizada de nuevo.

El chico agonizaba en el suelo, y seguramente, nadie podría hacer nada por salvarle.

Me acerqué lentamente hasta él, conteniendo en todo momento la respiración para evitar en lo máximo posible la tentación de la sangre, y me arrodillé a su lado, cerca de su rostro.

Tenía el pelo rizado, corto, y de un color negro intenso. Sus facciones estaban un tanto deformadas, por las muecas que hacía su rostro, pero aún así se podía apreciar claramente su belleza, y unos diminutos hoyuelos a ambos lados de la boca.

Lo miré detenidamente durante algunos segundos más, y creo que si en ese momento hubiera sido humana, mis ojos se abrían llenado de lágrimas al recordar el rostro angelical que estaba viendo reflejado en aquel muchacho.

-- Henry…

De manera autómata, llevé mi mano hasta el rostro del chico, y lo acaricié levemente con la punta de los dedos.

Supongo que sería por la baja temperatura de mi piel, pero en cuanto le rocé, dio un pequeño respingo y abrió los ojos lentamente, tratando de fijar su mirada en mi rostro.

-- ¿E-eres… un… a-ángel? – preguntó él con dificultad. Y en ese momento, uno de los últimos rayos de sol se filtró entre las ramas de los árboles, impactando de lleno sobre mi piel – Sí… si que… lo e-eres… - afirmó instantes antes de quedar inconsciente.

Creo que no lo pensé, porque si lo hubiera pensado probablemente no habría cometido semejante estupidez.

Levante el cuerpo inerte del chico y me lo eché encima de la espalda, intentando tener el máximo cuidado posible para no dañarlo aún más. Acomodé con cuidado su cabeza encima de mi hombro, justo en el hueco de mi cuello, y pasé sus manos por encima de mi pecho, agarrándolas por las muñecas, mientras que sus piernas colgaban a ambos lados de mis caderas.

Me arranqué una de las mangas de la camisa, y con ella le até los tobillos por delante de mi cuerpo, y una vez que comprobé que estaba más o menos estable encima de mí, y que no caería en cuanto empezase a andar, eche a correr con la máxima potencia que me permitieron mis piernas.

Sí definitivamente era una estupidez que un vampiro se esforzara por salvar a un humano. No era lo natural. No era lo lógico. ¿Pero que persona en la familia de Carlisle lo era?

Ya pediría disculpas más tarde a quien tuviera que pedirlas, pero en ese instante lo único que me decía el cerebro era que tenía que salvar a ese chico, no importaba como, pero debía salvarle.

Fui siguiendo el mismo camino que había realizado unas horas atrás, aprovechando todas las ramas que había roto anteriormente para intentar hacer el viaje de vuelta de la manera menos accidentada posible.

Corrí y corrí, sin detenerme, sin pausas, mientras que escuchaba como la respiración de mi acompañante se iba haciendo más y más pesada con el paso de los minutos.

El sol ya se había ocultado casi por completo, por lo que tuve que guiarme más que nunca por mis instintos.

Pasaron al menos un par de horas hasta que empecé a reconocer el bosque de los alrededores de la casa de Carlisle, ya faltaba poco.

-- ¡Edward! – pensé – Edward, ¿me escuchas? Necesito a Carlisle, ¡dile a Carlisle que le necesito!

Seguramente mi hermano ya abría notado mi presencia en los alrededores de la casa, así que empecé a bombardearle con mis pensamientos, porque para estas alturas, ya se habría enterado de todo lo que había pasado en el bosque y de lo que yo tenía pensado hacer.

Cuando llegué a la puerta de la casa, Edward y Carlisle me esperaban en el exterior. La cara de Carlisle expresaba cierta sorpresa al verme aparecer acompañada, por lo que pude deducir que mi hermano no se lo había contado todo.

Miré a Edward, y la negación que hizo con su rostro confirmó mis sospechas.

-- ¡Rose! ¿Qué ha pasado? – preguntó Carlisle – No me digas que no has podido controlarte y le has…

-- ¡No! – le interrumpí – Le encontré en el bosque, le atacó un oso y… y… ¡Sálvale! ¡Necesito que le salves!

Carlisle asintió y me hizo una señal con la cabeza para que entrara en la casa. En el interior, Esme nos esperaba impaciente al lado de la cama, ejerciendo de improvisada enfermera, mientras que Carlisle cogía todo su instrumental médico.

-- Túmbale ahí – me ordenó mi padre. Yo obedecí rápidamente.

-- ¿Qué puedo hacer por él? – pregunté con un hilo de voz.

-- Por ahora nada. Tengo que examinar la gravedad de sus heridas – dijo mientras que se ponía manos a la obra.

Sentí una gran sensación de angustia durante todos los minutos que duró el reconocimiento. Carlisle se movía deprisa, sin decir ni una sola palabra, pero la preocupación no abandonó su rostro ni un solo momento.

Yo no aparté mi mirada del rostro del chico ni un solo instante, ni siquiera cuando Esme me rodeó la cintura con su brazo, en un intento de reconfortarme.

De repente, Carlisle abandonó su trabajo, dejando su estetoscopio en la mesilla de noche que había a un lado de la cama.

-- ¿Y? – inquirí con impaciencia.

-- … Lo siento… no puedo hacer nada…

Abrí los ojos bruscamente, mientras que sentía como si me hubieran clavado una estaca en el pecho.

-- ¿Por-porqué? – musité, mientras que sentía como Esme aumentaba la fuerza de su abrazo.

-- Sus heridas son demasiado graves y ha perdido mucha sangre. Además, tiene un par de costillas rotas. Ya no hay nada más que se pueda hacer por él.

Me quedé en completo silencio, con la mirada fija en su rostro. Su hermoso rostro. Ese rostro que había visto reflejado alguna vez en la carita angelical del pequeño Henry, con su alegría y sus hoyuelos.

Parecía en total tranquilidad, como si solo estuviera durmiendo, en lugar de agonizando, pero periódicamente, unas muecas de dolor se dibujaban momentáneamente en su cara, devolviéndome a la auténtica realidad.

Justo cuando Carlisle estaba a punto de salir de la habitación, lo llamé de nuevo.

-- Carlisle – el aludido se giró levemente – Si que puedes hacer algo… - en ese momento Edward me miró con mala cara, leyendo mis pensamientos.

-- Rosalie, no puedes hacer eso – me recriminó él – La gente debe morir y…

-- ¡Cállate Edward! – le interrumpí molesta – Carlisle, ¡transfórmale!

-- ¿Qué? – musitó él, mientras que Edward daba un pequeño suspiro de fastidio.

-- ¡Transfórmale! ¡Para mí! – insistí - ¡Lo quiero para mí!

Carlisle se quedó mirándome durante unos segundos, con una expresión dubitativa en su rostro.

El silencio se hizo en la habitación, mientras que de fondo se podía escuchar la respiración dificultosa del chico.

-- Por favor… - le rogué de nuevo.

-- … ¿Estás segura? – habló por fin.

-- Completamente.

-- … Está bien… Que así sea.

Carlisle retrocedió sobre sus pasos y se aproximó hasta la cama donde reposaba el muchacho. Lo destapó e inspiró profundamente, e instantes después se lanzó sobre su cuello.

El cuerpo del chico dio un fuerte respingo cuando los dientes de Carlisle se clavaron en su piel, pero eso no fue nada comparado con el pequeño alarido que emitió cuando Carlisle también le mordió en las muñecas y en los tobillos, como había echo conmigo en el pasado, para distribuir mejor la ponzoña.

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Los siguientes tres días fueron especialmente duros. El muchacho se revolvía en la cama, emitiendo algún pequeño gemido de vez en cuando, mientras que su cuerpo iba cambiando lentamente, empezando por su color, su temperatura o su apariencia física, y terminando en el instante en que su corazón dejo de latir para siempre.

Yo no me moví de su lado durante todo el proceso, y me mantuve alerta, observando todas sus reacciones.

La mañana del cuarto día, el chico comenzó a moverse, estirándose de forma similar a un gato, y poco a poco fue despertándose del que sería su último sueño.

Fue abriendo sus ojos de forma pesada y lenta, hasta que sentí que su mirada volvía a enfocarse en mi rostro.

-- Hola – lo saludé.

-- Hola – contestó él – Tú… eres el ángel de la otra vez, ¿no? – no contesté nada, simplemente le sonreí dulcemente.

-- Me llamó Rosalie, Rosalie Hale - dije mientras que le tendía la mano.

-- Yo soy Emmett, Emmett McCarty.

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Hasta aquí el primer capítulo. Espero que les haya gustado!!

Y bueno, ya saben, cualquier cosa, denle al Go! porque los reviews son limpios ecológicos y biodegradables!! xDD

::..Saludos..::