4. La primera vez que nos casamos.


.

¿Vestido? Perfecto.

¿Peinado? Cada pelo exactamente en el lugar que le corresponde.

¿Maquillaje? Resaltando la mirada y endulzando los rasgos.

¿Respiración? Tranquila y apacible.

¿Pulso? Inexistente.

Y es que era la decimoquinta vez que volvía a mirarme en el espejo, buscando alguna pequeña imperfección que corregir.

Esme estaba sentada en la cama, mirándome dulcemente, con una gran sonrisa en su rostro, tratando de transmitirme algo de tranquilidad.

Y es que nunca la eternidad me había parecido tan larga como en ese momento.

Volví a llevarme la punta de los dedos a las muñecas, tratando de buscarme el pulso acelerado, pero a los pocos segundos desistí enfurruñada, recordando que nunca más volvería a sentir la sensación de tener el corazón latiendo a mil por hora.

—Cielo… ¿por qué no te sientas?—me sugirió Esme con una gran sonrisa.

—Si… tal vez debería hacerlo…—murmuré no muy convencida mientras que me sentaba a su lado.

Pero a los pocos segundos volví a levantarme enfadada, mientras que me mordía el labio inferior con impaciencia.

Casi de forma inconsciente, comencé a andar en círculos por la habitación, alisándome de nuevo las arrugas inexistentes del vestido, hasta que Esme me detuvo, agarrándome del brazo.

—Rose, cielo, cálmate.

—No puedo—admití al fin.

Llevaba casi dos semanas ocultando a todo el mundo mi estado de nervios, porque me fastidiaba el hecho de que Carlisle, Esme, Edward y el propio Emmett supieran que la petición de matrimonio había logrado derretirme por completo.

Rosalie Hale nunca se arrastraría por un hombre. Ni siquiera el día de su boda.

Pero claro, todo cambia cuando estás encerrada en una habitación con tu madre a media hora de entrar en la iglesia.

—Cuando me casé con Carlisle—empezó a hablar Esme, sacándome de mis pensamientos—pensé que no podría soportar la espera antes de entrar a la iglesia. Creo que estaba incluso más nerviosa que tú.

— ¿Y que hiciste?—pregunté mientras que volvía a sentarme a su lado.

—Edward tuvo que emplearse a fondo—dijo mientras que se reía suavemente.

Creo que en ese momento tuve que hacer alguna mueca extraña, porque Esme comenzó a reír con más fuerza.

—Edward fue el padrino de la boda, porque en ese tiempo se hacía pasar por mi hermano—me explicó mi madre—Él se encontraba exactamente en la misma situación en la que estoy yo ahora contigo.

—No me imagino a Edward consolando novias histéricas…—murmuré.

—Bueno, novias histéricas no… pero a su madre estresada sí—dijo Esme mientras que me sonreía dulcemente.

No pude evitar reírme yo también, aunque no sabía muy bien si era por la situación o por los nervios, que se me iban acumulando en la boca del estómago.

—Anda, ven aquí—me dijo mamá mientras que me agarraba de la mano y me sentaba frente al espejo de la habitación.

Esme comenzó a retocarme el peinado, supongo que en un intento de suavizarme la espera. Con los dedos, me empezó a rizar y a colocar los bucles dorados que caían por mi espalda, mientras que con la otra mano se encargaba de recolocarme las flores que me adornaban el cabello.

Luego cogió una pequeña caja de maquillaje, y volvió a espolvorearme el rostro y a pintarme una sombra rosácea en los párpados.

—Estás preciosa cielo.

Y no dije nada, porque era verdad. En ese momento me costaba imaginarme que pudiera existir alguien con más belleza que la mía en ese momento. Ni Edward, ni Carlisle, ni Emmett, ni siquiera la propia Esme, que se veía reluciente y hermosa, podía compararse conmigo en esos instantes.

Y sonreí. Sonreí como hacía mucho tiempo que no lo hacía.

Mi madre me dio un pequeño beso en la mejilla, mientras que me devolvía la sonrisa, y en ese momento, alguien llamó a la puerta de la habitación.

— ¿Si?—contestó Esme con voz cristalina.

—Ya es la hora—respondió Edward al otro lado de la puerta.

—Ya vamos.

En ese momento, si mi corazón pudiera haber latido, estoy completamente segura de que se me habría salido del pecho. Emití un diminuto gemido, mientras que me ponía en pie de forma brusca.

Esme me arregló por última vez el pelo y el rostro, para luego centrarse en mi vestido.

Era un vestido precioso, completamente blanco, bastante sencillo, sin demasiados arreglos, de tirantes y que dejaba gran parte de mi espalda al descubierto.

La cola del vestido no era excesivamente larga, solo lo estrictamente necesario, y todo iba acompañado por un par de afilados zapatos de tacón blancos y un collar con el escudo de la familia Cullen grabado en él.

— ¿Preparada?—preguntó Esme mientras que abría la puerta del cuarto.

—…Si…—respondí tras expulsar una gran cantidad de aire.

Las dos andamos por un pequeño pasillo, con una gran puerta al fondo, y tras ella, mi futuro marido. Esme me entregó el ramo de flores justo antes de entrar a la capilla para ocupar su puesto, junto al novio, mientras que Carlisle se acercaba a mí con una gran sonrisa.

—Estás preciosa Rose—no le respondí, simplemente me limité a sonreírle— ¿Vamos?

Yo asentí. Carlisle me ofreció el brazo, y me agarré a él como si se me fuera la vida en ello, al tiempo que empezábamos a caminar hacia el interior de la capilla.

Una suave melodía comenzó a sonar de fondo, y creo que pude reconocerla como una de las muchas composiciones a piano de Edward.

Lógicamente, y debido a nuestra condición de vampiros, los únicos invitados a la ceremonia éramos Emmett, Esme, Edward, Carlisle y yo, además del párroco que nos iba a casar, por supuesto.

Esme y Carlisle habían accedido a ser nuestros padrinos de boda, y Edward iba a figurar como testigo del enlace.

Casi sin darme cuenta, el pasillo que me separaba del altar había desaparecido. Subí un pequeño escalón agarrada todavía al brazo de Carlisle, y por primera vez en lo que llevaba de día, me encontré con los ojos dorados de Emmett, que me observaban fijamente.

Su indumentaria constaba de un esmoquin negro y una camisa blanca, bastante similar a los trajes de mi padre y mi hermano, pero el hecho de que fuese Emmett el que lo llevaba puesto, le daba un toque especial que no habían conseguido ninguno de los mencionados anteriormente.

Emmett me sonrió como solo él sabía hacerlo, logrando que yo también le dedicara una sonrisa bastante estúpida, pero en ese momento no me importó en absoluto.

Carlisle y Esme se posicionaron a nuestro lado, unos pasos por detrás de nosotros, y Edward se colocó en el lado opuesto al de nuestros padres.

Con una pequeña señal de cabeza de Emmett, el párroco dio comienzo a la ceremonia.

—Estamos hoy aquí reunidos para celebrar el sagrado sacramento del matrimonio, para unir en la unión divina del señor a Rosalie y a Emmett—habló el cura.

Y estoy segura de que si en ese momento hubiera podido llorar, seguramente las lágrimas habrían surcado libremente mis mejillas. Porque con esas palabras, daba comienzo uno de mis mayores sueños, un sueño que había dado por perdido la terrible noche en la que Carlisle me transformó en vampiro, la ilusión de encontrar a alguien que me quisiera no solo por mi físico, sino también por lo que yo era como persona. Y por fin había llegado el día en el que ese sueño se haría realidad.

De repente me di la vuelta bruscamente, buscando a Edward con la mirada, porque tal y como mi orgullo me indicaba, lo último que quería era empezar a poner cara de enamorada estúpida, y que Emmett o mis padres pudieran darse cuenta de mis pensamientos.

Mi hermano negó con la cabeza, indicándome que mi expresión se había mantenido neutral en todo momento.

Suspiré profundamente antes de volver a dirigir mi mirada al frente, no sin antes escuchar una imperceptible sonrisita burlona. ¡Maldito Edward! ¡Sal de mi mente! Y otra vez su maldita sonrisa.

Decidí ignorarle, y volví a prestar mi atención a las palabras del párroco, aunque mi buena voluntad no duró demasiado.

Habían pasado ya, aproximadamente, unos quince minutos, y el anciano seguía hablando, leyendo algunos párrafos de la Biblia que tenía ante sus ojos, mientras que todos los miembros de la familia le escuchaban atentamente, tratando de no perderse ningún detalle.

Sin embargo, yo me encontraba ansiosa, incapaz de prestar la más mínima atención, deseando que el tiempo pasara lo más rápido posible, para largarme de allí con Emmett cuanto antes.

Le miré de reojo, empezando por su corto cabello rizado, peinado a conciencia para la ocasión, hasta llegar lentamente a sus ojos, que estaban fijos al frente, con una expresión serena bastante extraña en él.

Le apreté la mano ligeramente, y me sorprendió bastante cuando, sin voltear a verme, me acarició suavemente el interior del antebrazo con la punta de los dedos, logrando que me relajara durante algunos minutos.

De repente, el párroco cerró su Biblia tras pronunciar unas palabras, y tuvo que ser algo importante, porque todos voltearon a vernos, incluido el propio Emmett, que clavó su mirada dorada en la mía, sonriéndome cálidamente.

Miré de nuevo a Edward, y el muy inútil volvió a reírse al comprobar que no había escuchado ni una sola palabra del anciano y que estaba completamente perdida.

Empecé a dedicarle una serie de "cariñosos" insultos mentales, hasta que el parecer, mi hermanito se cansó de escucharme, y tras poner los ojos en blanco, se tocó discretamente un anillo que llevaba en la mano izquierda.

Eso era. Los anillos.

Volví a mirar Emmett rápidamente, y apenas unos segundos después, Carlisle se acercó hasta nuestra posición, sacando una pequeña caja del bolsillo de su chaqueta.

Intercambiamos las alianzas y pronunciamos nuestros votos, mientras que de fondo podía escuchar unos leves gemidos, procedentes de una emocionada Esme.

—Emmett—habló de nuevo el párroco— ¿aceptas a Rosalie como tu legítima esposa durante toda la eternidad?

Días antes, habíamos pedido el cambio de "hasta que la muerte os separe" por "toda la eternidad", ya que, paradójicamente, la muerte poco podría hacer para separarnos.

—Si, acepto.

—Y tú, Rosalie, ¿aceptas a Emmett como tu legítimo esposo durante toda la eternidad?

—Si… acepto—y según estas palabras iban saliendo por mis labios, sentía como el gran nudo que tenía en la boca del estómago se iba deshaciendo rápidamente.

—Pues con el poder que se me ha sido otorgado, yo los declaro marido y mujer—el anciano hizo una pequeña pausa, para después dirigirse a Emmett—Ya puedes besar a la novia.

Y mi nuevo y flamante esposo no tardó ni tres segundos en obedecer.

Nuestros labios chocaron con furia, con pasión, con amor, en un beso seguramente demasiado apasionado para el lugar donde nos encontrábamos. Pero nosotros éramos así, hielo por fuera, pero puro fuego por dentro.

Continuamos con nuestro beso hasta que un par de leves carraspeos y una risita nos devolvieron al mundo real.

—Esperen a la luna de miel, ¿no?—sugirió Carlisle.

Emmett soltó una de sus estridentes carcajadas, y tras darme otro beso corto en los labios, me agarró de la mano, entrelazando sus dedos con los míos.

—Por supuesto papá—concedió— ¿Nos vamos?—preguntó, dirigiéndose a mi.

Yo me limité a asentir con la cabeza.

— ¡Y pórtense bien!—añadió Esme justo antes de que saliéramos de la capilla.

Me giré hacia mi madre y luego clavé mis ojos en Edward, dejándole ver algunos de mis planes para las quince noches que iba a estar de viaje con Emmett.

Estoy segura de que si los vampiros hubiéramos podido sonrojarnos, la cara de Edward en ese momento no hubiera tenido precio, ya que apartó rápidamente la mirada, supongo que tratando de bloquear mi mente.

—Por su puesto mamá—respondí mientras que le guiñaba el ojo izquierdo—Por supuesto que sí.

.

.


.

Este capítulo está especialmente dedicado a nairelena por ser la primera en dejar la sujerencia en su review!! ^^

Y para todos los demás: Sigan aportando sus ideas, que prometo tratar de complacerlas todas!!

.

LOS REVIEWS SON EL SALARIO DE UN FICKER