Disclaimer: Estos Personajes no me pertenecen, son del señor Kurumada. Tampoco me pertenece el estilo, que se lo estoy copiando al incomparable Terry Pratchett, claro que la copia está a mil años, no, miento, cien mil años luz del original.

Sólo la idea es mía.

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Capítulo 1:

El secuestro

-¿Sabes qué? – dijo Hyoga en un susurro apenas audible – Esta cuestión no va a resultar...

-¿Cómo lo sabes? – respondió Ikki.

-Porque ella nos está mirando...

-¡No me avisaste antes! – reclamó Ikki, al tiempo que la profesora, muy molesta, les quitaba a ambos la hoja de la prueba. (La prueba era de álgebra. Ikki odia el álgebra. Si el álgebra fuera persona le habría aplicado su puño fantasma.)

-Muy bien, chicos listos; escriban cien veces "no debo copiar en las pruebas" – dijo la profesora, echando chispas por los ojos. Shiryu los miraba con lástima, Seiya con burla, y Shun contemplaba a la profesora con aprobación:

-Buena decisión, señora Higgins, así ellos no volverán a hacer eso tan feo-dijo Shuncito.

Pero... ¿Cómo llegaron los pobres niños de bronce a ser unos estudiantes, si tenían sus vidas plenas y felices de luchadores al servicio de Athena? Así fue:

Habían estado de novios con sus respectivas parejas ya cuatro largos años, y las chicas estaban pensando en formalizar el asunto; o sea, casarse de una buena vez. Para esto, obviamente, necesitaban dos cosas: el permiso de Athena (que era tremendamente fácil de conseguir) y un trabajo nuevo para sus futuros maridos. Porque, como es lógico, no querían esposos que de un momento a otro pudieran ser asesinados por los dementes que cada cierto tiempo secuestraban a Saori y amenazaban con matarla a menos que los caballeros llegaran a cierta parte en cierta cantidad de horas y todo eso (Algunos de estos dementes que secuetraban a Saori habían sido: Barney y sus amigos, el conejo sicópata de pascua, el Grinch, el Correcaminos y la Madrastra de Cenicienta. (Obviamente no eran ellos, sino gente que creía que era ellos.) Es necesario mencionar que la Madrastra de Cenicienta fue la que le dio a Tatsumi su primer beso.).

Se reunieron en un cónclave secreto en el único lugar donde nadie las espiaría: el baño de mujeres del aeropuerto. Las chicas extranjeras y con algo de solvencia económica -Hilda, Fler, June y Shunrei (Shunrei, que era tranquila y dulce pero no tonta, capitalizó entre los turistas su talento culinario y vendía recetas y platos preparados en los pueblos. Con eso ganó una suma suficiente como para viajar en avión a Japón cuando era necesario. Por su parte, June tenía pases libres de vuelo por el solo hecho de ser habitante del Santuario. Fler e Hilda eran millonarias.) - llegaron desde donde estaban viviendo a un aeropuerto en Japón donde Miho las esperaba, y no permanecieron en el lugar más de dos horas, el tiempo que ocuparon en decidir lo siguiente: debían hablar con sus noviecitos, primero dulcemente para que dejaran sus vidas de guerreros, y si no resultaba, hacerles la ley del hierro, perdón, del hielo, para que esos infelices supieran que sin ellas no podían vivir y regresaran como perros apaleados a pedir su gracia y perdón...

Shunrei, que era la que más tiempo llevaba de relación con uno de ellos (más de diez años... toda una vida), al mismo tiempo era la más furiosa con la actitud de mártir eterno de Shiryu. Estaba harta. Le irritaba esa idea de "ups, no me puedo quedar, es que debo ir a luchar, nadie más puede hacerlo, y para vencer, me apachurro los ojos o me desangro porque me gusta sacrificarme". Mientras más reflexionaba, más le molestaba el asunto, así que cuando Shiryucito llegó en una de sus visitas relámpago para verla, se encontró a la chinita echando humo como tren.

-¿Estás bien, Shunrei? – su voz sonaba adecuadamente preocupada.

-Uy, sí, de lo mejor – respondió ella – aquí estoy esperando recibir de repente la noticia de tu muerte, tal como ya me ha pasado otras veces. ¿Crees que es divertido permanecer acá y preguntarme a cada momento si el hombre de mi vida vivirá lo suficiente como para ver el atardecer? ¡Claro que estoy bien!

-Shunrei, lo siento, pero es mi deber...

-¡Hay veintiocho postulantes a la armadura del dragón! Lo averigüé en la página de la fundación. Athena proclamó que ustedes tenían derecho a vidas normales. Tú puedes dejar esto cuando quieras, y nadie te lo impediría... Otro caballero tomará tu lugar y el mundo seguirá siendo el mismo. Por favor, Shiryu, déjalo ya...

-Es que... me necesitan.

-Te necesito yo también...

-Sí, pero... – Shiryu dudaba en abrir su corazón. No permanecía en la Fundación por un excesivo afán de sacrificio, ni por una oscura tendencia sicópata o suicida; la mayor razón era...- lo que sucede, Shunrei, es que no sabría hacer nada más.

-¿Qué? – preguntó Shunrei, sin creer lo que oía.

-No sabría hacer nada más, me entrenaron para esto; apenas sé las cuatro operaciones básicas. Sé mucho de filosofía oriental, pero nada más... soy un cero en ciencias, lógica, arte... ¿a qué empleo podría optar? No sirvo para otras cosas...

-Shiryu, puedes estudiar...

-Ya tengo veintidós años, me da vergüenza compartir los estudios con niños de nueve; tú sabes que tendría que ir al cuarto año si vuelvo a clases, linda; y no puedo hacer eso.

-Ya encontraremos algo que hacer... - dijo ella, y empezó a sonar un teléfono con la canción de "Casablanca" (Creo que esa canción ya es de dominio público; si no lo es, entonces sonó un vals. Es que Shiryu puede ser muy romántico y eligió un tono acorde a su personalidad para su teléfono móvil.)

-¿Qué es sonido? Creería que es de un teléfono, si no supiera que acá no tenemos señal – se extrañó ella.

-Sí es un teléfono... el mío. Es que pedí que pusieran una antena para estar siempre ubicable – explicó él, señalando una estructura que parecía árbol, pero era una antena con ramitas que le servían para pasar camuflada.

Esto la indignó; ¿Así que el lindo había hecho instalar una antena y no se había dado el trabajo de llamarla seguido? ¡Qué odioso! Se levantó muy digna mientras él atendía el teléfono y entró a la casa.

Era Shun al habla; Athena había sido secuestrada.

-Entonces tenemos que estar en Nueva York en dos días para que nos den más antecedentes. Muy bien. Voy para allá – dijo Shiryu después de oír las noticias. Colgó, quiso entrar a la casa pero... la puerta estaba cerrada con pestillo por dentro.

-Shunrei, tengo que irme, quiero despedirme.

-Lárgate entonces.

-Necesito mis cosas...

-Ahí las tienes, desalmado. – y se las tiró.

-¿Me vas a dejar ir sin un beso?

-AHÍ TIENES TU BESO – respondió ella tirándole el cepillo con el que limpiaba la taza del baño. Una mujer furiosa es capaz de todo.

Suspirando, él recogió sus cosas mientras Seiya, que había llegado recién, lo observaba seriamente.

-Así que a ti también te llegó... – comentó el Pegaso.

-Hola, Seiya... ¿viniste a buscarme?

-Sí, porque Miho rompió conmigo y no tenía nada más que hacer.

-Déjame adivinar: ¿Te reclamó que siguieras siendo un caballero?

-Sí. No quiso entender que es lo único que podemos ser en la vida...

Así que los tristes caballeritos comenzaron su triste viaje para volver a su triste trabajo: salvar a su diosa.

Continuará...

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Notas al pie: