N/A: Llegamos al último capítulo. Siento el retraso en publicarlo. Le he dado muchas vueltas a cómo debería cerrar esta historia porque hay muchos momentos especiales que nunca llegamos a ver. Finalmente me he decidido por uno en particular que podría ser el momento cumbre entre ellos, algo que para mí ratifica esta gran historia de amor como algo real, permanente... No se trata de algo a la par del final que le dio Toriyama-Sama a LA HISTORIA, ni es nada que pudiera suceder más allá; es algo que sucede en ese periodo en blanco de 10 años y que en el manga original tan desapercibido pasó.

Por último, quiero dar nuevamente las gracias a todos los que me han acompañado en este viaje, especialmente a aquellos que se han molestado en dejar sus comentarios. Ya sé que a muchos os hubiera gustado leer más, pero creo que ya he contado todo lo que quería contar. Ojalá hayáis disfrutado leyendo esta historia tanto como yo escribiéndola, y particularmente espero que os guste este final y no os sintáis decepcionados.

Un gran abrazo para todos. Ya, sin más, os dejo con ello.


CAPÍTULO 11

…Una vez más

Por más que lo miraba, Bulma todavía no podía creer en la situación en que se encontraba. Era impensable, sencillamente, y sin embargo ahí estaba, como burlándose de su atónita expresión. Casi podía oírlo hablar: "por más que me mires, no voy a cambiar de opinión". Luego escuchaba claramente unas carcajadas. Y el signo positivo seguía bien marcado en la pequeña pantalla digital del test de embarazo.

–Esto no puede estar pasando…

Era consciente de su edad, aunque de puertas afuera jamás fuese a admitirla. ¿Otro hijo? Frunció el ceño, reflexiva. No es que le desagradara la idea, sencillamente no era algo con lo que hubiese contado. Jamás. Trunks fue casi un accidente y nunca se había planteado darle un hermanito, por más que ahora su relación con Vegeta fuese totalmente diferente. Él tampoco le había dicho nada nunca. Seguramente con un heredero varón se sentía satisfecho, al fin y al cabo, así piensa la realeza ¿no?

¿Cómo se tomaría la noticia? Se mordió el labio. La primera vez se había desentendido por completo del tema. No era sólo que estuviera ocupado entrenándose para la lucha contra los androides, sino que le importaba bien poco ser padre. Sin embargo al final había demostrado todo lo contrario. Quería a su hijo, la quería a ella. Tenía sus formas de demostrarlo, aunque no fueran convencionales… La más clara y terrible a la vez, fue cuando decidió morir para intentar salvarlos.

Aquel día, hacía ya seis años, fue sin duda el peor de su vida.

Se había retirado a un rincón apartado del palacio de Dios, lejos de sus amigos. No podía dejar de llorar y sus muestras de apoyo y condolencia le hacían daño, como si con ellas hicieran la muerte de su gran amor mucho más real. Cayó de rodillas, sin fuerzas, y enterró la cara entre las manos. Tenía la mente tan nublada que no escuchó los pasos que se acercaban. Sí notó, en cambio, cuando una mano pequeña se posó en su hombro.

No llores, mamá –susurró la voz de su hijo.

Se secó los ojos antes de volverse hacia él y trató de sonreír. Trunks parecía cansado, el entrenamiento especial de Goku debía haber terminado por hoy y sus efectos no pasaban desapercibidos. Aun así, tenía una expresión de determinación en la mirada digna de su padre. Los ojos de Bulma volvieron a humedecerse.

No llores –repitió él–. Yo voy a cuidar de ti, como papá me pidió.

Fue como volver a escuchar que Vegeta había muerto. Bulma abrazó a su hijo y lo estrechó fuerte contra ella mientras luchaba por mostrarse fuerte, digna de sus dos guerreros. Trunks no dijo nada más y los dos permanecieron así mucho tiempo, abrazados, hasta que Piccolo llegó a buscar a Trunks para que se fuera a dormir.

Buenas noches, mamá.

Buenas noches, hijo. Descansa, que mañana tienes mucho trabajo por delante.

Trunks asintió y salió corriendo hacia el interior del palacio. Piccolo, en cambio, se demoró un momento.

Lo hizo por vosotros –le dijo sin más–. Sé que para ti no debe ser un consuelo, pero su sacrificio fue por vosotros, por ti y por vuestro hijo.

Se marchó sin esperar respuesta, aunque de todas maneras Bulma no habría sido capaz de darle ninguna. Cerró los ojos, más lágrimas habían acudido a ellos. Le habría gustado poder odiarle por irse voluntariamente, pero en verdad el sentimiento de orgullo que empezaba a crecer en su interior hacía que su falta doliera todavía más…

Su príncipe… ¿qué iba a hacer ella sin su príncipe?

Se secó las lágrimas. No podía creer que todavía llorase al recordarlo, como si luego él no hubiera vuelto. Aún parecía estar allí, viéndole aparecer junto a Goku y los demás, tras la última batalla contra Bu. En aquel momento, si hubiera podido, habría volado para echarse en sus brazos. Ese día no le importó saltarse la norma no escrita de no hacerse demostraciones de afecto en público; ese día, él se lo permitió.

Sonrió y se cubrió la cara con las manos. Dios mío, otro hijo. ¿Sería una niña? Le gustaría una niña. Se echó a reír, una risa nerviosa, todavía de incredulidad, pero feliz. Muy feliz. Se levantó y salió del cuarto de baño. Iba a decírselo ahora mismo.

Estaba donde no podía ser otro sitio, su cámara de gravedad. Aún ahora, en tiempos de paz, pasaba allí la mayor parte del tiempo. Suponía que no había manera de luchar contra eso, es algo que los saiyanos traen en los genes y ya lo había aceptado hacía mucho tiempo. Al llegar a la puerta acorazada pulsó el botón del intercomunicador. Podría haber desconectado el sistema y entrar directamente, pero no quería ponerlo de mal humor así por las buenas.

La pantalla de televisión se encendió y apareció el ceñudo rostro de su compañero.

–¿Qué pasa? –preguntó de malos modos.

Bulma ni se inmutó por el tono de su voz. Eso era algo que Vegeta traía en los genes.

–¿Puedes parar un momento? Tengo que hablar contigo. Es importante.

Vegeta no dijo nada, pero suspiró con resignación y sin perder el gesto.

–Ahora salgo.

Nada más abrirse la puerta, Bulma sintió el estremecimiento habitual. Era automático, y sorprendente después de tantos años, que la visión del cuerpo de Vegeta le provocara una reacción tan fuerte. Y como siempre él se dio cuenta enseguida, a tenor de la sonrisa de suficiencia que se le dibujó en la cara.

"Contrólate, por el amor de Dios" se reprendió a sí misma. "Esto es precisamente lo que te ha puesto en esta situación".

Carraspeó y echó a andar pasillo arriba, hacia el patio. De repente necesitaba un poco de aire fresco. Sintió a Vegeta caminar detrás de ella, en silencio, y empezó a ponerse nerviosa imaginando maneras de contárselo.

"Vegeta, ¿recuerdas que tenemos vida sexual? Pues…"

No, qué estupidez.

"Vegeta, ¿qué opinas de tener otro hijo? Como idea, digo…"

Sí, claro, y en teoría, también…

"Vegeta, vas a ser padre otra vez. ¿A que es genial?"

Hm, este hombre y la alegría no van precisamente de la mano…

"Vegeta, estoy embarazada. Sí, ya sé que es difícil de creer, un hijo a mi edad… Espera un momento, ¿me estás llamando vieja? ¡Porque tú eres mayor que yo, aunque no se te note! ¡¡Arg, malditos saiyanos y vuestras células, cómo os odio…!!"

–Bueno, ¿vas a contarme lo que sea de una vez, o me estás dando un paseo por la casa?

Bulma se paró en seco al oírle, y entonces se dio cuenta de que en lugar del patio de repente estaban en la biblioteca. Frunció el ceño, confundida. ¿Cómo habían llegado allí?

–Mira, estás muy rara –dijo Vegeta, cuando ella no le contestó–. Me vuelvo a la cámara. Cuando se te pase, me avisas.

Ya casi había cruzado la puerta cuando al fin Bulma salió de su trance.

–¡Estoy embarazada!

Vegeta se detuvo en seco. Se dio la vuelta poco a poco, con una expresión en la cara que indicaba claramente que creía haber oído mal. Bulma esperó, nerviosa, pero Vegeta lo único que hacía era mirarla estupefacto.

–Vaya… –acertó a decir por fin.

–Sí… –respondió ella. Su don de la elocuencia tampoco estaba en lo más alto.

–Bueno, pues… Está bien.

Bulma sintió que se le quitaba un peso de encima. Sonrió y se acercó a él.

–¿Te alegras, entonces?

Vegeta recuperó la expresión habitual, de confianza e ironía, que ella había aprendido a amar.

–Me alegraré si no se vuelve un vago como tu otro hijo…

Bulma puso los brazos en jarras con fingida indignación.

–¿"Mi" otro hijo? Vaya, cuando vence el Torneo de Artes Marciales es tu hijo; cuando no quiere entrenar dieciséis horas diarias, es mi hijo… Además, ¿quién sabe? A lo mejor nos sale una niña –sugirió retadora.

Vegeta se encogió de hombros.

–Si es mujer no tendré que preocuparme por eso –concluyó satisfecho, dándose la vuelta para salir.

Bulma lo contempló alejarse, atónita, y luego se echó a reír. ¿Así que tanto le daba si era niño o niña? Sacudió la cabeza. Pues eso sí que no se lo esperaba.

Aunque no debería sorprenderse. Lo inesperado, para ellos, era en realidad una forma de vida.

FIN